Este es el primer relato que escribo. Se lo dedico a Juli�n,
por ser con sus palabras quien me inspir� a hacer aflorar mi creatividad.
El juego de las miradas I
Alejandro es ese tipo de hombre que dentro de �l mismo sabe
cu�les son los gustos y preferencias que le llenan y le apasionan. Sabe que su
atracci�n es hacia personas de su mismo g�nero. No lo exterioriza, no por temor
al "qu� dir�n", sino por temor al compromiso sentimental. En verdad, �l
�nicamente disfruta del acercamiento f�sico con un hombre (no ve a la mujer como
un instrumento de placer, y �nicamente concibe al hombre como complemento
sexual); pero en un par de ocasiones anteriores, de entre los muchos hombres con
los que ha intercambiado experiencias carnales, ya ha sentido que hay quienes
quieren ir m�s all� del "acost�n"; y esa sensaci�n de ir "mas all� de la cama"
es la que le da pavor.
Un d�a, el m�s com�n, encontr� a una persona que le hizo
cambiar esa perspectiva; y ver su mundo de un color diferente.
En la sala de vapor que Alejandro frecuentaba, un viernes,
despu�s del ajetreo semanal, decidi� darse un merecido descanso.
Los amigos del trabajo le hab�an invitado a la cl�sica
partida de billar que todos los viernes se juntaban en el mismo mes�n-bar
cercano a la oficina; mas �l se excus� alegando un compromiso personal. Subi� a
su veh�culo y se enfil� a aquel sitio donde por unas cu�ntas horas era �l mismo.
Estacion� el carro, se lo encarg� al hombre que ya lo conoc�a y como siempre se
ofrec�a a lavarlo. Una vez hecho el encargo, se enfil� hacia la puerta de los
ba�os, llamados como una vieja ciudad imperial de tiempos antiguos.
Desde que se dirig�a a esos ba�os, en el auto, antes de bajar
de �ste, Alejandro acomod� en su entrepierna lo mejor que pudo, la erecci�n que
ya empezaba a hacerse muy obvia. Su excitaci�n era tan grande que, de tan s�lo
rozar su herramienta con la mano, a�n encima de la ropa, emiti� un suspiro casi
inaudible, como si s�lo se lo estuviera diciendo para s� e imaginando las
tormentas de pasi�n que ocurrir�an en el interior del vapor.
Alejandro llevaba la mochila que siempre llevaba prevenida en
su auto para acudir al vapor; y donde siempre cargaba adem�s de los implementos
rutinarios (jab�n, shampoo, colonia, desodorante, un peine, una toalla seca y
sandalias) una caja de condones y una botella peque�a de lubricante que compraba
a partir de que un amigo norteamericano le ense�� cuerpo a cuerpo los placeres
del uso de ese aditamento. Entr� al local, pidi� el vapor "general", le dieron
su sabanilla y dej� su reloj y su cartera en la caja de seguridad.
Una vez adentro, Alejandro iba por los pasillos del local
buscando un cuarto disponible. En esos momentos se sent�a un poco extra�o porque
era la �nica figura vestida en un mar de desnudez plagado de virilidad. Unos
cubrian su sexo con su sabanilla, mientras que otros iban con �l al aire, en
plena libertad; e incluso algunos de ellos iban paseando maravillosas
erecciones. Al verlas mientras buscaba su cuarto, Alejandro sent�a palpitaciones
en los labios y en el recto; imagin�ndoselas en esas partes de su cuerpo.
Cuando al f�n encontr� un cuarto disponible, Alejandro dej�
la puerta semiabierta y comenz� a desnudarse. Conforme iba deslizando cada
prenda para despoj�rsela, se autocomplac�a acariciando levemente, casi rozando
sin tocar, cada parte de su cuerpo: los pezones que ya estaban duros, su pecho
poblado de un vello corto, sus piernas semivelludas, sus flancos, el dorso de
sus pies... No se hab�a fijado que de frente a �l, en el pasillo, hab�a un
hombre de unos 40 a�os, de pelo oscuro, una constituci�n atl�tica cubierta de un
tupido vello oscuro y una boca coronada con un bigote espeso pidiendo ser
besada. Alejandro not� que sin dejar de mirarlo, este hombre se acariciaba la
entrepierna por encima de su toalla.
Alejandro termin� de desnudarse haciendo pr�cticamente un
acto de strip-tease para ese hombre, amenazando con despojarse de sus boxers
ense�ando solamente las primeras l�neas de su vello p�bico y volvi�ndolo a
subir... imaginando las locuras que podr�an ocurrir a�n sin haber entrado al
vapor. En un momento se despoj� del boxer y dej� a la vista su erecci�n. Su
estaca, de unos 18 cm., gruesa, cabezona, cincuncidada y coronada por un peque�o
surco de un claro y espeso l�quido se ilumin� con la luz que se introdujo al
cuarto cuando abri� la puerta por completo y se puso en el quicio en una pose
varonilmente invitante, sin dejar de mirar a los ojos a aquel tipo; quien
inmediatamente camin� hacia el cuarto. Cruz� y una vez adentro, Alejandro cerr�
la puerta mientras aquel hombre desanudaba su toalla y dejaba ver lo maravilloso
de su virilidad: recta, de unos 20 cm., m�s gruesa que la de Alejandro y casi
cubierta de vello.
Alejandro repas� las comisuras de sus labios con la lengua y
apunt� sus labios y su mano derecha hacia ese delicioso caramelo, mientras que
con su mano izquierda empez� a masturbarse lentamente. No saboreaba esa delicia
de una forma glotona, sino que la disfrutaba poco a poco, repasando con la punta
de su lengua cada mil�metro cuadrado de la superficie de esa rica salchicha...
repasaba con la punta de su lengua el borde del glande y despu�s saboreaba el
tronco... mientras que aquel hombre gem�a muy despacio, mientras que con ambas
manos acariciaba las sienes de Alejandro, invit�ndolo a seguir... De repente
Alejandro dej� de darse placer a s� mismo y retir� su mano de aquella tranca;
poniendo ambas manos en los gl�teos aduraznados de este caballero, roz�ndolos
con las yemas de sus dedos mientras que empujaba su boca hacia dentro de esa
rica tranca para sacarla y volverla a meter; follando con su boca a su
compa�ero.
En breves instantes, Alejandro sinti� c�mo su lengua recib�a
las convulsiones de esa verga que estaba a punto de explotar. Abri� la boca y
con sus labios y la punta de su lengua sigui� acariciando, mientras las yemas de
los dedos de sus manos jugaban con la l�nea que separaba los gl�teos de su
pareja, quien ya se hab�a llevado las manos a las sienes y gritaba con un tono
grave; rugiendo como un le�n cuando cae bajo las balas certeras de un buen
cazador. En ese momento Alejandro recibi� manguerazos de un blanco y espeso
n�ctar que salpic� su cara y escurri� hasta m�s debajo de su cuello...
Alejandro se qued� de rodillas, saboreando las saladas gotas
de esperma que hab�an llegado a su garganta... En ese momento su compa�ero se
puso frente a �l en la misma posici�n y empez� a besarle mientras engull�a su
propia leche, hasta dejarlo limpio. Mientras este hombre hac�a esto, le
masajeaba los pezones hasta pellizcarlos. Alejandro ahog� un grito abriendo
desmesuradamente su boca, la cual su compa�ero volvi� a cerrar con un profundo
beso, recorriendo la cavidad bucal de Alejandro con su larga lengua.
El compa�ero de Alejandro, al retirar su boca de la de �l,
vio que todav�a estaba erecto y no hab�a acabado. Se levant� y se coloc� frente
a �l sin verle a la cara en posici�n de "perrito" mientras abr�a su culo con sus
manos y dec�a "m�temela..." con una voz entre grave y suplicante.
Alejandro no lo dud�. Sac� un cond�n, puso unas cu�ntas
peque�as gotas de lubricante en la punta de su verga, se puso el cond�n y una
vez enfundada su estaca, la lubric� a�n m�s. Mientras Alejandro hac�a toda esta
operaci�n, su compa�ero se autodilataba esa oscura cuevita que ocultaba entre
sus nalgas. Con el pulgar de su pie derecho acarici� el muslo derecho de
Alejandro, suplic�ndole que empezara. Alejandro, de una sola intenci�n encaj� su
verga caliente y gruesa en ese pozo poblado de vello y bastante amplio... se
notaba que a este amigo le gustaba que lo tomaran por la retaguardia.
Alejandro entraba y sal�a con su espada de ese rico y
caliente culo. Se mord�a los labios mientras su compa�ero ara�aba los muros de
la pared que le quedaba m�s cerca. Los dos sudaban copiosamente y el pubis de
Alejandro emit�a un ligero chasquido cuando se desprend�a de las nalgas peludas
del otro.
En un mimento fue el turno de Alejandro. Sus gritos fueron
ahogados por �l mismo, trag�ndoselos y sustituy�ndolos por bramidos graves muy
parecidos a los gru�idos de los osos... Su bajo vientre se convulsionaba
mientras vert�a la carga de su blanco n�ctar dentro de su pareja... clar que fue
el cond�n quien la recibi�.
Una vez conclu�da esta maniobra, Alejandro se fue de
espaldas, dejando descansar su cuerpo en el muro y una vez que se quit� el
cond�n cargado de su propio n�ctar y lo tir� al cesto, se llev� las manos a la
cabeza. El otro hombre se dej� caer sobre el negro div�n y repos� boca abajo
unos segundos, ri�ndose silenciosamente y disfrutando del recuerdo reciente. Una
vez recuperado, agarr� su toalla y se la puso sobre un hombro. Con su pene
todav�a semi-erecto sali� diciendo un sencillo "hasta luego" sin voltear a ver a
Alejandro.
�ste, a�n conservando su posici�n reflexiva de pi�, sonri�
pensando: "As� me gusta... sin nombres, sin compromisos... s�lo dej�ndonnos
llevar". Decidi� que era hora de pasar al vapor.
La tarde apenas comenzaba y faltaban todav�a personas por
ver, cuerpos por tocar y reflexiones que hacer perfumadas con nubes de vapor.
Consider� que ser�a bueno un masaje de "El Chino", el fibroso cincuent�n que
proporcionaba dicho servicio en los ba�os. Pas� por la sala de masaje, que
estaba entre el cuarto oscuro y el cuarto de vapor seco, y que se ve�a desde las
regaderas. Ah� vio que "El Chino" estaba ocupado relajando con sus manos
prodigiosas a un afortunado tipo. Decidi� hacer tiempo meti�ndose al cuarto
oscuro. Lo mejor todav�a estaba por venir...