No hab�a reparado nunca en el alba�il que trabajaba hac�a
cuatro d�as en nuestra casa, hasta en ese momento. Con mi esposa hab�amos
decidido hacer unos arreglos en una habitaci�n del entrepiso de nuestro
apartamento. Juan, altamente recomendado por unos amigos, era el encargado de
hacer ese trabajo. Por cierto lo hac�a muy bien. Era cuidadoso, esmerado y
limpio, y muy calificado para la tarea.
Ven�a a trabajar todos los d�as por la ma�ana, bien temprano.
Era un tipo muy callado, aunque amable y sonriente.
Me llam� la atenci�n ese d�a, tal vez porque era el primer
d�a que estaba solo con �l, pues mi mujer empezaba a trabajar ese d�a por la
ma�ana. No s�... lo cierto es que comenc� a mirarlo con una atenci�n que me
permit�a estudiar sus gestos, su apariencia, su forma de moverse.
No pude quitar mi vista de su persona. Era de contextura
fuerte, aunque no era musculoso. Morocho, su pelo ca�a desprolijo sobre su
frente. Ten�a la barba de dos d�as y unos bigotes desdibujados. Su boca era
grande, enmarcada entre dos l�neas descendentes que le daban un aspecto de
virilidad casi irresistible. Estim� su edad en alrededor de cuarenta. Ten�a
algunas canas sobre todo en sienes y nuca. Lo segu� con la vista. Pude ver
disimuladamente como entraba al ba�o dispuesto a cambiarse de ropa.
Intuitivamente me acerqu� m�s, un tanto excitado por la situaci�n, pero me di
vuelta y me retir� a mi estudio con miedo a ser descubierto.
Pasaron unas horas. Yo estaba trabajando en el estudio. De
pronto �l apareci� y me dijo:
-Perdone, se�or, yo ya termin� por hoy. El trabajo de la
pared tiene que secarse y ya no voy a poder hacer m�s. Le pido un favor
�nicamente: �no le importa que me d� un ba�o?
-�Pero, por favor, no ten�s que pedirme permiso! Por
supuesto, adelante, Juan. Pas� nom�s.
-Gracias, se�or
Lo vi encaminarse hacia el ba�o. No pude resistir quedarme
sentado y fui tras sus pasos sin que se diera cuenta. Desde el paso que va a la
cocina, oculto como un ni�o, pude ver asomado a Juan en el ba�o. No hab�a
cerrado la puerta, y yo pod�a ver todo. Primero abri� la ducha. No ten�amos
cortina en la ba�era, la hab�amos retirado por la suciedad de las obras. Al
comprobar la temperatura del agua, se pas� una mano por el pelo y comenz� a
quitarse la ropa de trabajo. R�pidamente quedo desnudo ante m�, sin saber que
era observado. Ten�a un cuerpo casi perfecto. Todav�a no lo ve�a de frente. Mir�
detenidamente su culo, eran dos enormes semiesferas redondas y apretadas. La
raya que las divid�a era oscura y sombreada por pelos negros. Ese vellos se
arrastraban hacia los costados, cubriendo finamente las fuertes nalgas. Se
acerc� a la ba�era y se meti� bajo el agua. Estuvo unos momentos con los ojos
cerrados dejando que el agua lo revitalizara.
Sent� que mi pija se endurec�a. Ahora lo ten�a de frente. Era
un tipo realmente masculino. Lo primero que atrajo mi vista, naturalmente fue su
verga. Era de tama�o normal. Pesaba sobre unas bolas enormes, que se mov�an con
cada acci�n de su cuerpo. De la cintura para abajo era intensamente peludo. Eran
unos pelos duros y salvajemente negros. Alrededor de su pija los vellos se
ensortijaban form�ndosele rulos con el agua que los mojaba. En su pecho ancho y
bien torneado no ten�a casi vello, Sus pezones se dibujaban redondos y casi
negros. Al alzar los brazos, velludos como sus piernas, sus pelos axilares
aparec�an, negros, de una oscuridad impenetrable.
Estaba tan concentrado con el espect�culo que recib�a que no
repar� que Juan se hab�a dado cuenta de mi presencia. Entonces totalmente
avergonzado, empec� a caminar con una sonrisa est�pida que intentaba justificar
mi turbaci�n. Yo estaba tan inc�modo que quise desaparecer instant�neamente,
pero me qued� yendo de un rinc�n a otro como si estuviera buscando algo. Juan,
desde la ducha me mir� entre la puerta semiabierta y me pregunt�:
-�Necesita algo, se�or?
Yo me volv�, mir�ndolo asombrado. No sab�a que responder. Por
fin se me ocurri�:
-Bueno...s�...necesito...�afeitarme!, s�, es que tengo que
salir y necesito afeitarme � balbuce� torpemente.
-Se�or, yo termino en un minuto, pero si est� apurado por m�
no se preocupe, use el ba�o nom�s....
-Disculpame - dije entrando al ba�o - S�lo tardar� un
momento.
Juan se qued� callado. El vapor del ba�o y tener ahora la
visi�n de ese hombre desnudo tan cerca me hizo marear, al punto de sentir mis
latidos en la garganta. Yo me quit� la camisa, ten�a cierta verg�enza. Cada uno
estaba muy concentrado en lo suyo. Empec�, lo m�s coordinadamente que pude, a
preparar mis cosas mientras de reojo observaba por el espejo a Juan. Estaba todo
enjabonado y se sobaba el pecho, la panza y bajaba lentamente hasta su bajo
vientre. Vi como frotaba su verga y me mord� los labios para no exhalar un
gemido. Puso especial atenci�n en el lavado de su p�ja. Corriendo su prepucio
una y otra vez su pija comenz� a agrandarse un poco, tal era el esmero que pon�a
en sus movimientos. Cuando se enjuag� pude ver su miembro m�s grande que lo
normal, era m�s ancho y m�s venoso. Yo intentaba rasurarme, con la espuma en la
cara, a duras penas evitaba cortarme. �l cerr� el grifo de la ducha y cuando
sali� de la ba�era yo ya hab�a terminado. Juan tom� su toalla, siempre callado,
y comenz� a secarse. Primero se sec� la espalda tomando la toalla por cada
punta, con unos violentos movimientos la deslizaba de un lado hacia otro. Yo lo
miraba mientras ordenaba mis cosas. Creo que fue en ese momento que Juan
percibi� mi inter�s en su cuerpo. Segu�a sec�ndose la espalda, al hacerlo su
pija se mov�a hacia los lados, golpeando fuertemente en sus muslos. Yo ve�a que
algo pasaba. A cada movimiento su pene se pon�a m�s largo e iba perdiendo
flexibilidad. �l puso la toalla sobre su cabeza y frot� intensamente toda su
cabellera. Su verga estaba ahora levantada, pero a�n colgaba hacia abajo. Sent�
su voz que sal�a por debajo de la toalla:
-�Usted tiene que darse una ducha?, �Estoy molestando, se�or?
-Eh... s�, no, digo: �no!. No me molest�s. S�,... yo mientras
voy a ba�arme...
Juan no hizo nada por apurar su tarea. Lentamente se secaba
todo el cuerpo. Me quit� r�pidamente el pantal�n, la camisa y el boxer y entr� a
la ducha. Yo ten�a una erecci�n muy fuerte y me las ingeni� para ponerme de
espaldas a Juan. Estaba sin saber que hacer, pero al fin intencionadamente me di
vuelta dejando que Juan pudiera ver mi pija dura. Yo lo miraba con los ojos
entrecerrados. �l estaba con la vista en el suelo. Como con temor a mirarme de
frente. Pero poco a poco, sus ojos fueron subiendo y disimuladamente se posaron
en mi entrepierna. Cuando me fij� en su verga, esta se estaba levantando con
movimientos latentes, y creci� tanto que su anchura era casi como un brazo.
Ten�a la pija oscura y venosa. Sus pelos, que hab�a secado muy cuidadosamente,
la rodeaban por completo y su negrura era incre�ble.
Por un momento nos quedamos inm�viles, comprendiendo y
aceptando c�mo nos atra�amos el uno al otro. Entonces decid� salir de la ba�era.
Tom� una toalla y comenc� a secarme. Mi pija casi explotaba de dura. Me acerqu�
lentamente. Fue entonces que Juan dej� caer su toalla al suelo. Me mir� a los
ojos y me pregunt�:
-�Se�or, puedo...?
Yo asent� con la cabeza y �l me tom� con sus dos manos el
tronco de la pija. Sosteni�ndola desde la base se la meti� en la boca. Yo sent�a
los ruidos de sus chupadas y lamidas, experimentando un placer enorme. Ca�mos al
piso y yo gir� enseguida poniendo su verga sobre mi cara. Estaba tan grande que
al tragarla me produjo unas arcadas. Poco a poco me acostumbr� a tenerla en mi
boca y empec� a saborear todo ese pedazo de hombre entre mis labios. Nos
est�bamos chupando mutuamente. Las bolas, el culo, la entrepierna; todo qued�
lamido y absorbido. �l gir� hacia m� y me tom� en sus brazos. "Sab�a que nos iba
a pasar esto, se�or", me dijo al o�do. Yo pronunci� su nombre entre gemidos y lo
bes� profundamente en la boca. Su gusto era entre salvaje y dulce. Su larga
lengua explor� todo el interior de mi boca. Sigui� por mi cara, luego baj� por
el cuello hasta llegar a mis pezones. Yo me retorc�a de placer, viendo su lengua
recorrer mi pecho. Mis pezones se erectaron poni�ndose m�s altos. Juan jug� con
ellos con sus manos. Las manos de Juan ten�an toda la porosidad y tosquedad del
trabajo diario. Recuerdo que me raspaban la piel con su contacto, pero esto era
algo sencillamente excitante. Ten�amos los miembros uno sobre el otro y
comenzamos a sobarlos, en movimientos espasm�dicos. �l puso sus manazas en mis
nalgas y apret� fuertemente. Yo tom� su rostro entre mis manos y no paraba de
besarlo. Cada vez m�s r�pido, nuestras pijas se frotaban entre s�. Entonces,
casi con gritos entrecortados sentimos casi al mismo tiempo nuestra leche
caliente en nuestros pechos.
Est�bamos llenos de semen, que se derramaba hasta el piso
mientras nuestros movimientos disminu�an.
Cuando nos incorporamos, nos estudiamos calmamente, a�n con
la respiraci�n agitada.
Juan me acarici� tiernamente los pies, luego subi� por mis
piernas, muslos...toc� mi h�meda pija que descend�a lentamente a su estado
normal, sigui� ascendiendo por mi pecho hasta una de mis mejillas. Ah� detuvo su
caliente mano. Yo la bes�.
S�lo atin� a decirme:
-Gracias, se�or. Yo ya me voy. Ma�ana a la misma hora,
�no?...