LA SEGUNDA VEZ
An�nimo
Hab�a estado por primera vez con �l en la playa. El momento
de gozo entonces hab�a sido ef�mero, por el temor de que alguien pudiera vernos.
Sin embargo, esa noche nos volvimos a ver en la feria, y sent� que mi coraz�n
daba tumbos en las paredes del pecho. La impresi�n de la primera vez todav�a me
duraba.
Anduvimos un rato juntos, admirando las artesan�as y los
puestos de comida, platicando de cosas sin importancia. Entonces llam� mi
atenci�n sobre la luna llena que brillaba, blanca y enorme, sobre nuestras
cabezas, como aquella ocasi�n en que nos encontramos. Yo me sonre� y �l tambi�n.
Me dijo que le gustar�a ir a ver la luna desde el r�o, y nos salimos de la feria
para tomar un camino paralelo a la carretera. Gonzalo vest�a aquella noche de
primavera con un pantal�n de mezclilla y una camisa verde bosque que hac�a
resaltar su atl�tica figura, y calzaba botas vaqueras.
A sus veinte a�os s�lo ten�a ese suave bigote y unos cuantos
pelos en la barba bien rasurada, que tal parec�a que no le crec�a nada. Tampoco
ten�a vello en el t�rax, y apenas una delgada l�nea de vellos un poco abajo del
ombligo.
A un costado de donde pasaba la carretera el r�o formaba una
curva, cuya rivera estaba cubierta de una vegetaci�n espesa. Sin embargo, los
dos sab�amos por donde se pod�a pasar hasta un peque�o claro de unos tres o
cuatro metros cuadrados, debajo de uno de los enormes �rboles que circundaban el
contorno de las aguas. Desde all� sol�amos echarnos clavados porque en aquella
parte el r�o ten�a m�s profundidad. El suelo era arenoso y seco, y cuando nos
quitamos los zapatos advertimos que estaba ligeramente fr�o. Gonzalo se quit� la
ropa y puso la camiseta y su pantal�n como colch�n sobre la arena. Yo tambi�n me
desvest� y acomodamos mi ropa junto a la suya para hacer m�s grande el espacio.
Nuestras camisas quedaron colgando sobre las ramas. Nos acostamos boca arriba,
uno junto al otro, y ciertamente, en aquel claro la luna brillaba intensamente,
sin que ning�n resplandor la pudiera opacar. La luz nos proporcionaba una suave
claridad y a nuestro alrededor se o�a el viento de la primavera moviendo las
hojas de los �rboles. La noche era magn�fica.
El tendi� un brazo hacia m� y coloqu� mi cabeza en �l.
Empezamos por darnos un t�mido beso y luego otro m�s audaz. Tom� mi mano y la
gui� hacia su sexo todav�a cubierto por un calz�n blanco, claramente visible en
la penumbra. El bast�n que llevaba all� comenz� a crecer. Yo lo hab�a visto
apenas brevemente durante nuestro encuentro en la playa, tan enorme que mis ojos
asombrados no cre�an lo que estaban contemplando. Pero as� era. Med�a unos 23 o
24 cent�metros de largo por 5 o 6 de grosor. La saqu� del calz�n y comenc� a
sobarla, mientras segu�amos bes�ndonos. El bes� mi nuca y yo sent� un escalofr�o
recorrer todo mi cuerpo. Sus manos me rodearon y empez� a acariciarme los
gl�teos, por debajo del short negro.
Qu�tatelo, dijo, y me desvest� completamente, dejando mi
anatom�a a merced del viento y de sus manos. El se acost� y qued� de frente. Le
baj� tambi�n su calz�n, y aspir� el aroma que lo impregnaba. Ol�a a jab�n de
tocador y a colonia, pero a�n se advert�a el aroma de sus genitales. Tom� mi
cabeza y la coloc� a la altura de su miembro. Yo entend� r�pidamente lo que
quer�a. Pas� mi lengua por el glande hinchado y sent� como se estremeci� de
placer. Entonces me lo introduje en la boca, pas�ndomelo de un lado a otro como
si fuera una bola de caramelo. Ten�a un discreto sabor salado y ol�a a limpio, a
reci�n lavado. El se retorc�a y exhalaba gemidos apagados de gozo. Se lo chup� y
volv� a lamer, y hasta lo mord� suavemente, hasta que �l dijo: para, porque no
quiero terminar todav�a. Yo me detuve.
Ahora me toca a m�, dijo, y me acost� boca abajo. Enseguida
pas� su lengua por toda mi espalda, desde la nuca hasta los muslos, abriendo mi
culo para llenarlo de saliva. As� todo ensalivado se acost� sobre m� y sopl�
sobre nuca y mordisque� mis orejas. Fue una experiencia inolvidable la de sentir
el contacto de su piel sobre la m�a todav�a h�meda, y el grosor de su enorme
m�stil presionando sobre mis gl�teos, h�medo y caliente. Mi cuerpo vibraba bajo
el suyo.
Luego se incorpor� un poco, tir� de mi cuerpo hacia arriba y
me coloc� en cuatro. Empuj� su pulgar hacia adentro de mi orificio y comenz� a
golpear su pene sobre mis nalgas como un l�tigo pegajoso, pero todo mi ser
estaba centrado en la actividad de su pulgar sobre mi culo. Un segundo despu�s,
sent� que su enorme cabeza estaba tratando de hurgar sobre �l, sustituyendo su
dedo. Empuj� un poco, pero no logr�, as� que retrocedi� y volvi� a depositar
saliva sobre m� ya tambi�n sobre su falo enhiesto, y volvi� a la carga. Yo hab�a
tenido dentro esa enorme cabeza s�lo una vez, y recordaba que me hab�a dolido.
Pero ahora, tras un segundo intento, mi abertura cedi� casi sin dolor.
Me abri� un poco m�s para facilitar la entrada y empuj� de
nuevo. Entonces sent� c�mo penetraba el resto profundamente. Por si fuera poco,
coloc� sus manos sobre mis hombros y empuj� violentamente su pelvis contra mis
gl�teos. El cielo se confund�a con la tierra. Yo ve�a lucecitas a mi alrededor y
ten�a la impresi�n de que algo caliente y duro me atravesaba. Por unos instantes
sent� la potencia de su sexo abri�ndome las carnes, penetrando hasta donde no
era posible imaginar. Intenso y prolongado.
Exhal� un gemido mientras �l conten�a la respiraci�n para
sostener la acometida. Luego se relaj�, pero yo ten�a la certeza de que su
miembro hab�a crecido todav�a m�s dentro de m�. Empez� un suave vaiv�n, y a
veces la sacaba para volver a meterla. Cada vez que lo hac�a mi cuerpo segu�a al
suyo por inercia, y un estremecimiento me cimbraba pies a cabeza.
Me pidi� que me acostara con su verga adentro, y sent� como
mi abertura se cerraba todav�a m�s sobre su miembro. Se acost� sobre m� y tens�
su cuerpo para volver a embestir, y lo repiti� por tres o cuatro veces. Me lam�a
la nuca y mordisqueaba de vez en cuando sobre mi espalda, sin cesar de repetir
sus movimientos dentro de m�. Luego me volvi� a colocar en cuatro, y volvi� a
ensartarme, esta vez con mayor facilidad. Mi culo, lubricado con su saliva y el
abundante l�quido preseminal admit�a en ese momento todo. Y la sensaci�n de gozo
se trasmit�a a cada c�lula de mi cuerpo.
Con su verga dentro termin� por venirme, tan abundantemente
que salpiqu� la ropa. Quise apartarla pero sin darme tiempo de nada, sent� como
su cuerpo se arqueaba en una oleada de placer meti�ndose m�s todav�a dentro de
m�, y un temblor generalizado lo estremec�a, al grado de que abr�a la boca y
exhalaba gemidos de gozo indescriptible. Sus potentes chorros de semen inundaban
mis entra�as en cada movimiento, hasta que sent� que se relajaba y su cuerpo
sal�a del m�o, derrumb�ndose a mi lado jadeando como nunca lo hab�a o�do.
Me acost� a su lado, apoyando mi cabeza en su pecho, donde
todav�a se escuchaban los fuertes latidos de su coraz�n. Poco a poco nos fuimos
serenando.