Relato: Espadas, Traiciones y Vampiros (II)





Relato: Espadas, Traiciones y Vampiros (II)

ESPADAS, TRAICIONES Y VAMPIROS (2� Parte)


Este relato es la 2� Parte de "", e interviene el caballero Oic�n, el mismo personaje de los cuentos "" y "".



IV. EL CUADRO


La noche no hab�a sido precisamente reparadora. Las
pesadillas hab�an acosado al caballero Oic�n. Sab�a que algo ominoso iba a
ocurrir. Dej� sus oscuras reflexiones y lleg� hasta la celda de Presa, el osado
ladr�n que hab�a intentado robar una antigua espada la noche anterior. Se dijo a
s� mismo que esta vez iba a saber toda la verdad. Pero al llegar supo que algo
iba mal. La puerta estaba entreabierta. Con rapidez entr� y vio un bulto debajo
de las cadenas. Pero no era Presa, sino Ricel, el joven guardia encargado de su
custodia. Oic�n le reanim� con unos suaves cachetes en las mejillas.


-�Qu� ha sucedido?


El guarda se repuso con dificultad. �Esta ma�ana he visitado
al cautivo para llevarle agua y comida. Le encontr� m�s recuperado, pero cuando
me dispuse a salir de la estancia, escuch� un terrible crujido en su direcci�n.
Cuando me gir�, recib� un golpe en la cabeza.


Oic�n incorpor� al centinela. Sin duda, Presa hab�a cambiado
a su forma de perro para escapar de las cadenas. Hab�a escuchado que al
transformarse en c�nidos, los cambiaformas se dislocan los huesos para facilitar
la mutaci�n. Gracias a ello, pod�a haber escapado de sus ataduras. Quiz�s
todav�a estuviese cerca. Enseguida lo desech�. Lo m�s probable es que hubiese
cambiado a forma humana y dado que nadie sab�a c�mo era su apariencia, ser�a
imposible encontrarle.


-Tranquil�zate, amigo m�o. No ira muy lejos. Debe buscar esa
dichosa espada, as� que esperaremos a que sea �l quien d� el primer paso y le
capturaremos.


Al cabo de un par de horas, Oic�n contempl� con curiosidad el
cuadro al que Presa se hab�a referido. Era grande, de unos dos metros.
Representaba a uno de los antiguos reyes de Mar�n. La oscura figura de un hombre
muy alto parec�a mirarle con altivez y desaf�o. Un mech�n de pelo blanco
destacaba en su negro cabello. Oic�n entorn� los ojos. S�, parec�a que aquel
hombre ten�a un ojo de cada color. Se tratar�a de un hombre muy atractivo si no
fuese por una frialdad glacial que le hac�a desagradable. De hecho, era muy
parecido al actual pr�ncipe Leopoldo. El caballero ley� con dificultad la
inscripci�n al pie del retrato. "Rey Lenad Vivamort. Azote de los
Vampiros
."


-Fue uno de los primeros reyes de Mar�n.- La voz sobresalt� a
Oic�n. Se gir� con rapidez, para encontrar al rey Pontus a su lado.- Gobern�
hace m�s de quinientos a�os. Creo que la espada que ha estado a punto de ser
robada era la suya.


Oic�n se acarici� la barbilla. Nada de eso ten�a sentido. �Un
rey muerto hace quinientos a�os intentando robar su propia espada a trav�s de un
chucho ratero?


-He escuchado las noticias. El prisionero ha escapado. Estoy
muy, muy disgustado.


Oic�n trag� saliva. �Mi se�or, os prometo que volver� a
capturarle en breve.


-Lo espero por vuestro bien. Una vez que as� sea, deb�is
ejecutarle sin m�s.


-�Pero se�or...! No es sino un ladronzuelo... No ha hecho
da�o a nad...


-No me contradig�is o no tolerar� m�s vuestros fallos.


-Se�or, s�lo os pido un favor m�s. Entregadme la espada. El
ladr�n deber� acudir a ella. Entonces le capturar�.


-Est� bien. Recordad lo que os he dicho. No tolerar� m�s
errores.


-Muy bien, majestad.


V. LA TRAMPA.


Oic�n se hallaba en su habitaci�n, contemplando en silencio
la espada sobre su mesa. La vaina era negra, y la empu�adura estaba coronada por
la figura de un met�lico drag�n rampante. Sab�a que su puesto como caballero
pend�a de un hilo. Puede que acabase sus d�as en una mazmorra si no lograba
atrapar al ladr�n, pero por otra parte, tampoco quer�a que �ste fuese ahorcado.
Qu� dilema. Decidi� salir al pasillo para pasear un poco y despejarse las ideas.


Un centinela se acerc� hasta �l.


-�Alguna novedad, soldado?


-Negativo, se�or.


Oic�n estudi� a su interlocutor. Se trataba de un soldado
bermejo un poco m�s joven que �l. Su rostro no era excesivamente atractivo, pero
su nariz chata era graciosa.


-Creo que estamos perdiendo el tiempo. Ese ladr�n no
aparecer�. �Te apetece descansar un poco?- Oic�n se�al� con la cabeza a su
habitaci�n. El soldado le mir� con deseo mal disimulado. El caballero sab�a que
muchos de sus hombres estaban deseando acostarse con �l. Deb�a vigilar la espada
y atrapar al ladr�n, pero �ste deb�a haber huido. Se pod�a permitir un poco de
esparcimiento.


-Claro, se�or. �C�mo no?


-No me llames "se�or". Mi nombre es Oic�n. Creo que no te he
visto antes por aqu�.


-No, se�... No, Oic�n. Me han trasladado de la quinta
guarnici�n. Mi nombre es Derro.


-�La quinta? �Qu� tal se encuentra mi viejo amigo el capit�n
Jacob?


-Oh, estupendamente.


El caballero puso la zancadilla al centinela cuando se
internaba en los aposentos de Oic�n, lo que provoc� que cayera sobre la cama
cuan largo era. Oic�n aprovech� su momento de desconcierto para arrancarle con
fuerza los pantalones tras un forcejeo. Sus nalgas quedaron al descubierto y el
caballero pudo comprobar que no se hab�a equivocado.


-Pero se�or, �qu� significa...?


-Puedes dejar de fingir, Presa. Has ca�do en la trampa.


-�C�mo? Os equivoc�is, mi se�or.


-En absoluto. El capit�n Jacob no existe, y no puedes ocultar
las marcas de mis dientes en tu apetecible trasero, recuerdo de nuestra primera
pelea.


El caballero palme� el trasero del "soldado", y pellizc� las
rojizas marcas de la mordedura en sus nalgas. �ste no pudo evitar gritar
mientras su rostro comenzaba a transformarse, como si una oscura marea
desdibujase sus facciones y las transformase en las de un ser con apariencia
lobuna.


-Oh. Eres muy inteligente. Te he subestimado.


-Y yo a ti. Esta vez no podr�s escapar.


Presa se incorpor� con un fluido movimiento y se quit� el
chaleco que cubr�a su torso, mientras mov�a lentamente su cabeza a derecha e
izquierda, chasqueando sus articulaciones.


-No pienso hacerlo. La primera vez que luchamos me pillaste
desprevenido. No te ser� tan f�cil derrotarme esta vez.


-Eso lo veremos.- Oic�n sonri� mientras hac�a crujir sus
nudillos prepar�ndose para el combate.


La lucha no dur� m�s de unos minutos. El caballero aprovech�
el impulso del ladr�n cuando se abalanz� hacia �l para derribarle hasta el
suelo. Dobl� su brazo por detr�s de su espalda, aferr�ndolo en una presa. Oic�n
aprovech� para sentarse en su espalda e inmovilizarle. Con su brazo libre,
explor� las nalgas de Presa con deliberada lentitud, acerc�ndose sin dilaci�n
hacia el orificio anal. El caballero escuch� un leve gemido cuando atraves� el
ano con un dedo. Sin poder contenerse, introdujo su tremendo mango, totalmente
erecto, por la dilatada abertura. Presa grit�, mientras sent�a la tremenda verga
en sus entra�as golpe�ndole por doquier, restreg�ndose por sus intestinos.


-Ufff... Esto va a convertirse en un h�bito. No quiero
hacerte da�o. �Te rindes?- Pregunt� el caballero.


El ladr�n gru��a, debati�ndose. Oic�n continu� chocando sus
caderas contra las nalgas resbaladizas de Presa hasta que reg� su interior con
su semen. Cuando extrajo su pene, aun segu�a expeliendo esperma. Le salpic� el
pelo, espalda, gl�teos y su ano, tremendamente dilatado.


-Unggg� Est� bien, est� bien, me rindo.


Ambos contendientes resoplaron mientras el caballero
alcanzaba una cuerda cercana. Oic�n se�al� a la espada sobre la mesa.


-�Pensabas matarme y robarla?


Presa pareci� ofendido. -No soy un asesino. Pude haber matado
al guardi�n cuando me escap� y no lo hice.


-�Entonces?


-Pensaba hacerte el amor y cogerlo mientras dorm�as.


Oic�n apart� los rojizos mechones del sudado rostro del
ladr�n. -Es una l�stima que seas un delincuente tan peligroso. De todos modos,
tu carrera criminal ha terminado.- Presa se revolvi�, intentando liberarse,
mientras era maniatado por Oic�n. -Tranquilo. Te prometo que no acabar�s en la
soga. Pero eso no evitar� que te pudras una buena temporada en las mazmorras de
palacio. �Sabes? Los cambiantes y otras razas no son bien recibidos all�. Los
reclusos son bastante crueles. Probablemente acabes como perrillo faldero de
alguno de ellos.


-�Ah s�?- La voz de Presa era insegura, mientras intentaba
aparentar sarcasmo.


-S�. Quiz�s llegues a disfrutar teniendo que satisfacer sus
m�s bajos instintos. �Te gustar�a?


-Espera... Hay algo que no sabes.


Oic�n se dispon�a a avisar a los guardias. -�Y de qu� se
trata?


-Algo sobre mi se�or, Lord Ythil. Su verdadero nombre es
Lenad Vivamort.


-Imposible. El rey Lenad Vivamort muri� hace quinientos a�os.


De pronto una sonrisa apareci� en las fauces de Presa. -No
muri�. Sigue vivo. Mejor dicho... No-vivo.


Oic�n frunci� el ce�o. -�Ah s�? �Y para qu� quiere su antigua
espada? �La hecha de menos?


-Eso es lo mejor de todo. No quer�a robar la espada. Era una
mera pantomima, una pantalla de humo. Yo deb�a hacerte perder el tiempo y
desviar la atenci�n. Y �l mientras...


El caballero se envar�. -Habla.


-Des�tame.


-Habla primero.


-Muy bien. Lord Ythil realmente quiere asesinar al rey
Pontus.


Oic�n se qued� helado. -Mientes.


-�Te arriesgar�s a no comprobarlo? -La sonrisa en los labios
de Presa se acentu� malignamente.


-Maldita sea.- �Y si era verdad? El caballero no ten�a tiempo
de poner a buen recaudo al ladr�n y a la vez salvar a su monarca. Corri� hacia
la puerta, mientras se ajustaba los pantalones. Presa le observaba burlonamente,
boca abajo, con las manos atadas a su espalda, cerca de sus enrojecidas nalgas,
todav�a cubiertas por el n�ctar de Oic�n.


-Esta vez has ganado. Pero volveremos a vernos.- Le espet� el
caballero furiosamente.


-Tenlo por seguro, cari�o. -Presa le gui�� un ojo
lascivamente. Mientras corr�a por el pasillo, Oic�n pudo escuchar un fuerte
crujido, como si los huesos del ladr�n cambiasen de sitio. Blasfem� en silencio.


VI. JAQUE MATE


Oic�n abri� la puerta de los aposentos reales con fuerza. No
hab�a guardias. Mala se�al. Mientras sus ojos se acostumbraban a la negrura pudo
ver que hab�a llegado tarde. Una oscura figura se cern�a sobre un inanimado
bulto sobre la cama real mientras se limpiaba la boca de un rojizo l�quido.


El caballero no se detuvo a pensar. Empu�� la espada y carg�
contra aquel ser. Casi no pod�a verlo por la oscuridad, pero sus ojos eran como
dos ascuas de distinto color. Antes de lograr alzar su estoque, una garra
apareci� de las tinieblas frente a �l. Con un violento movimiento, le sujet� por
la mu�eca y se la rompi� brutalmente. El caballero grit� mientras la garra, con
una fuerza sobrehumana, le arrojaba contra la pared. Oic�n cay� al suelo. Sin
duda ten�a varios huesos rotos. Alarg� su mano izquierda para recoger la espada,
pero un pie la retir� inmisericordemente de su alcance, mientras una p�lida mano
huesuda se agachaba a recogerla.


-Ah, mi vieja espada. Me trae tantos recuerdos...


Oic�n pudo contemplar ante �l una esbelta figura de pelo
largo y moreno con un mech�n blanco en su lado izquierdo que evaluaba el estoque
con satisfacci�n.


-Vos deb�is ser el famoso caballero Oic�n, �me equivoco,
Tagor?


-En absoluto, maestro.


-�Tagor!- Oic�n se sujet� su mano rota mientras escudri�aba
la oscuridad. Ante �l se hallaba su viejo amigo, p�lido como la muerte.


-Como veo que ya os conoc�ais, permitidme que me presente.
Soy Lord Ythil.


-Lenad... Vivamort...


-Muy bien... Sois valiente, inteligente y tambi�n muy
bello... Merecer�ais recibir el Don Oscuro, como vuestro amigo Tagor.


Oican apenas se pod�a mover. Escupi� sangre y tosi�. -�Tag�r!
�Por favor, ay�dame!


-Vuestro amigo no os ayudar�. Me sirve a m�. Soy su amo. �No
es as�, Tagor?


-Por supuesto, maestro.


La sonrisa del vampiro endureci� m�s su rostro, aunque Oic�n
pudo contemplar la duda reflejada en el semblante de su antiguo amante.


-Hab�is llegado tarde. Pontus era viejo, pero su sangre era
muy vigorosa. Sencillamente, deliciosa. Una gran a�ada. Oh, pero no est�is
triste, amigo m�o. Ya sab�is que todo lo que nace tiene que morir. �O no?


La risa del vampiro era desagradable y carente de humor.


-Maldito chupasangres...


-Vampiro es un t�rmino que me gusta m�s. Probablemente ya lo
sep�is, pero fui Rey de los abuelos de tus abuelos de tus abuelos, aqu� mismo,
en el reino de Mar�n. Me consideraban un rey justo. De hecho, cuando una ola de
vampiros atac� mi reino, abrac� la fe del dios �lmal, deidad solar, el Enemigo
de los Muertos Vivientes, para exterminarles a todos. �Ir�nico, no cre�is? Como
palad�n de la divinidad acab� con muchos chupasangres, pero hasta mis o�dos
lleg� el rumor de que el m�s peligroso de todos, un tal Se�or Oscuro, se
escond�a en una zona de los llanos desolados, cerca de las cinco ciudades de
Zafiro. Bueno, no os aburrir� con detalles. Tan solo os dir� que part� con un
ej�rcito de paladines para acabar con aquel ser con un nombre tan pomposo. La
batalla fue espantosa. Mi ej�rcito fue exterminado. Mis paladines y yo apelamos
al poder de �lmal cuando los vampiros y esqueletos nos asediaban, teniendo que
escalar pilas de cuerpos para llegar hasta nosotros.


El vampiro estaba absorto en su propio relato. Oic�n pudo ver
c�mo Tagor le hac�a una se�a con la mano, mientras se colocaba de espaldas a su
sombr�o amo. El caballero iba a traicionar a su se�or oscuro para salvarle a �l.
El vampiro no se hab�a adue�ado totalmente de su voluntad. Sus ojos se llenaron
de l�grimas. Ythil continuaba su narraci�n.


-Pero la deidad no respondi�. Nos dio la espalda en el
momento m�s negro. Mis compa�eros cayeron uno por uno, hasta el �ltimo. Todav�a
no s� por qu� el Se�or Oscuro me perdon� la vida. Quiz�s por compasi�n. Quiz�s
porque le divirtieron mis blasfemias contra todos los dioses. Lo cierto es que
me desposey� de todo cuando llevaba y me abandon� en las crueles calles de las
ciudades de Zafiro. La vida es terrible all�. Odian a los habitantes de Mar�n y
ser el rey no te hace ganar puntos ante sus ojos. Dudo que alguno de los
habitantes de Zafiro no me violase. Muchos vampiros os contar�n patra�as sobre
sus actividades o cargos anteriores a la entrega del Don Oscuro. Sacerdotisas,
nobles caballeros, condes... Falacias y mentiras casi en su totalidad. Lo cierto
es que cuando el Se�or Oscuro volvi� para recogerme al cabo de un a�o, yo ya no
era el Rey de Mar�n. Era una puta... una puta con la entrepierna devorada por
las ladillas y el culo abierto como un bebedero de patos, si me perdon�is la
ordinariez. Hab�a alcanzado la degradaci�n m�s absoluta. Mendigaba y vend�a mi
cuerpo por una simple moneda. Fue entonces cuando me convirti� en lo que ahora
soy. Cien a�os m�s tarde se lo agradec� bebiendo su sangre hasta dejarle seco y
absorbiendo sus poderes.


Oic�n se sosten�a su brazo fracturado. Observaba como Tagor
se acercaba por la espalda del vampiro y desenvainaba muy lentamente la espada.
Ythil continuaba hablando, ajeno al peligro.


-Poderes... S�. Descubr� c�mo hacer muchas cosas, mi peque�o
ratoncito asustado. Aprend� a moverme sin emitir ning�n sonido y a una velocidad
casi imposible de percibir por el ojo humano.- Su rostro ten�a una expresi�n
inescrutable. Oic�n intent� serenar su respiraci�n, pero no lo lograba.


-Oh, s�. Y otros trucos m�s. �Quer�is verlos?


Oic�n tartamude�. -N...No e-es nece-necesario, Ythil...


-Vamos, pero si no es molestia... mi joven y educado
ratoncito.


Ythil extendi� su mano a escasos cent�metros del rostro del
caballero. Sus dedos comenzaron a extenderse imposiblemente, transform�ndose en
unas terribles garras. Oic�n trag� saliva. El sudor ca�a por su frente, a pesar
del fr�o nocturno. Su espinazo se aplast� aun m�s contra el muro a su espalda.


-Tambi�n s� hacer una cosa m�s. Es muy �til en estos
traicioneros tiempos.


Ythil sonre�a cruelmente mientras Oic�n gem�a de dolor. Tagor
levant� la espada, prepar�ndose para cortar la cabeza de su ex-maestro. Una de
las garras del vampiro se acercaba lenta pero inexorablemente a la garganta de
Oic�n, mientras la otra se aproximaba a la empu�adura de su sable.


El brillo del acero reluci� segundos antes de que una hoja
surcase la estancia. Ythil, de pie y empu�ando su acero, contempl� c�mo la
cabeza de Tagor, su chiquillo, se separaba lentamente de su cuerpo y ca�a al
suelo con un sonido sordo, antes de hablar con voz despectiva:


-S� leer las mentes, miserable rata traidora.


Oic�n grit� de rabia y dolor, mientras Ythil limpiaba su
ensangrentado sable con la camisa del extinto vampiro.- Le hab�a juzgado mal. Su
amor por vos era m�s fuerte de lo que pensaba.


Las l�grimas resbalaron por la mejilla del caballero. -�Por
qu�, monstruo? �Por qu� todo esto?


Ythil sonri� mientras se acercaba hacia el indefenso
caballero.- �Monstruo? Creo que necesit�is aprender modales.- Con un r�pido
movimiento, asi� la mano fracturada de Oic�n. El grito fue terrible.


Con una fuerza sobrehumana, Ythil agarr� a Oic�n por el
cuello y le aplast� contra el suelo. El vampiro era muy alto y escu�lido, pero
una imp�a potencia recorr�a cada m�sculo de su correoso cuerpo. Con un simple
movimiento de su mano le arranc� sus ropajes, dej�ndole desnudo. Las garras del
vampiro cortaron su piel, pero apenas fue consciente de ello. El p�lido ser le
abri� las piernas sin dificultad, como si fuese un mu�eco a su capricho. Oic�n
sollozaba, indefenso, sin poder resistirse.


-Preparaos, miserable mortal. A la miseria le encanta la
compa��a.


Su ano se vio invadido por un pene g�lido, que le hiri� al
adentrarse en su interior. Oic�n se sinti� asqueado. Estaba siendo violado por
el asesino de su amado Tagor. Intent� rebatirse, pero s�lo consigui� ser
empalado m�s a fondo. El dolor era horrible, mientras las garras se clavaban en
sus costados. Entre el sufrimiento fue consciente de no escuchar la respiraci�n
ni jadeos por parte de su violador, ya que no necesitaba respirar.


Oic�n se sinti� asqueado mientras Ythil sal�a de �l y
eyaculaba. El caballero not� calidez en su torso y se horroriz� al comprobar que
no era semen lo que cubr�a su espalda, sino roja sangre. El vampiro ri� mientras
Oic�n no pudo evitar vomitar sobre el suelo. Jam�s en su vida se hab�a sentido
peor. Se notaba sucio, humillado, violado.


El caballero not� el beso de unos g�lidos labios sobre su
nuca. Pronto los colmillos desgarrar�an su carne, catapult�ndolo a un final de
oscuridad y olvido, pero el ataque no lleg�.


-Tienes suerte de que prometiese a Presa que respetar�a tu
vida y que siempre cumpla mis promesas.


En un parpadeo, el vampiro desapareci�. Oic�n se pregunt� si
hab�a saltado por la ventana o simplemente hab�a desaparecido. Una suave brisa
comenzaba a esparcir las cenizas de Tagor por los aposentos reales.


VII. EP�LOGO


Oic�n examin� su aposento junto a un guarda. Su brazo estaba
entablillado y le dol�a horriblemente. Una cuerda se extend�a descuidadamente
por el suelo de la vac�a habitaci�n.


-As� que no visteis a nadie salir por el pasillo.


-A nadie, mi se�or.


-�Ni siquiera un perro?


-Ehh.. S�, mi se�or. Ahora que lo mencion�is, vi pasar uno,
pero pens� que era uno de los perros de la guardia. �Era importante?


-No, tranquilo. S�lo era un chucho. No tiene importancia.


El caballero se dej� caer pesadamente sobre la cama.


-Uf... Estoy muy cansado. No quiero que nadie me moleste. Tan
solo quiero olvidar... Si pudiese.


El galeno del castillo le hab�a dicho que jam�s volver�a
recuperar el uso de la mano derecha, que ni siquiera ser�a capaz de empu�ar un
arma, pero ese dolor era nimio comparado con la p�rdida de Tagor.



Un piso m�s arriba, una figura encapuchada observaba el
tercer cuadro de la Galer�a de los Antepasados, ajena al sonido de las campanas
que rasgaban la noche, comunicando el regicidio del Rey Pontus. Desde el cuadro,
una siniestra figura vestida de negro parec�a perforar con la mirada al
espectador que le contemplase. A los pies del retrato pod�a leerse la
inscripci�n: "Rey Lenad Vivamort. Azote de los Vampiros."


Otro hombre se acerc� hasta ponerse a su lado. La primera
figura habl� con voz suave sin dejar de contemplar la pintura.


-Demasiado cl�sico para mi gusto. Pero no est� mal poder
contemplarse por fin, a falta de espejos.


El segundo hombre era muy parecido f�sicamente al primero,
aunque su pelo era sensiblemente m�s corto.


-Hab�is hecho un trabajo impecable. Pero temo que el
caballero Oic�n llegue a sospechar de algo.


-No os preocup�is. Pensad en el presente. He cumplido mi
parte del trato, pr�ncipe Leopoldo. �O quiz�s deber�a decir Rey Leopoldo? Tan
s�lo espero que vos cumpl�is la vuestra.


-Por supuesto, Lord Ythil. Cuando termine mi reinado,
descargar� el peso de mi corona en vos, tal como hemos acordado. Recordad que
quiero llegar a viejo. No me gustar�a tener un desagradable accidente, as� que
decretar� mi abdicaci�n y os nombrar� sucesor cuando sea un anciano. Eso
garantizar� mi seguridad.


-Descuidad, tatara-tatara-nieto, siempre respeto mis
promesas. Adem�s, ya he esperado quinientos a�os para volver a ser el leg�timo
rey de Mar�n. Puedo esperar unos cuantos m�s.


FIN


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