�sta es una noche especial, Pablo me ha invitado a cenar en
un restaurante de lujo, vamos a celebrar nuestro primer aniversario de bodas. Ha
sido un a�o feliz, en el que poco a poco hemos ido materializando nuestros
sue�os y hemos dise�ado un nuevo futuro para los dos. Despu�s de esta rom�ntica
cena a la luz de las velas, acompa�ados en directo por m�sica de viol�n,
regresaremos a nuestro nido de amor para celebrar entre las s�banas el afecto y
la pasi�n que nos unen.
Antes de marcharnos, mientras Pablo abona la cuenta al
camarero, voy al ba�o. Los servicios se encuentran vac�os, elijo el del medio
para orinar y salgo para lavarme las manos. Deposito el bolso de mano junto al
lavabo y abro el grifo, la puerta de entrada se abre y aparece un hombre, nos
miramos a los ojos y espero que al verme advierta su error y busque el aseo de
caballeros, pero el hombre no rectifica, avanza con paso decidido hacia m� y se
sit�a a mi espalda, con uno de sus brazos me sujeta firmemente por la cintura y
con la mano libre me tapa la boca.
_Desn�date _me exige.
Casi no puedo reaccionar, un sudor fr�o me ba�a la piel.
_Desn�date _repite imperativo.
Contemplo nuestro reflejo en el espejo que queda enfrente,
observo mi rostro p�lido, espantado, el del hombre crispado. Me baja la
cremallera del vestido y la prenda cae al suelo.
_No me obligues a repetirlo. Desn�date _ordena.
Y yo obedezco muerta de miedo, me quito el sujetador y las
bragas y me quedo desnuda, s�lo con los zapatos.
_No te asustes y no chilles _dice apartando la mano que me
oprim�a los labios.
Sus ojos se clavan en mi desnudez, recorren mis senos, el
sexo, observo su imagen en el espejo, es un hombre de mediana edad, moreno,
impecablemente vestido con un traje de dise�o gris.
_Ag�chate _me manda_ Voy a darte por el culo.
Siento las palpitaciones de mi coraz�n que restalla contra el
pecho y me apoyo en el lavabo para ofrecerle mi trasero.
_�Abre bien las piernas!
Lo hago, separo los muslos y me preparo para que me sodomice.
El desconocido se baja los pantalones, los calzoncillos y me penetra con
brutalidad, es una embestida salvaje que me desgarra por dentro y me provoca un
dolor indescriptible. Siento su verga r�gida moverse dentro de m� y
progresivamente la sensaci�n de dolor remite y empiezo a experimentar placer. �l
empuja con br�o agarrado a mi pelvis, s�lo pendiente de su propia satisfacci�n,
y se corre en el interior de mi herido ano. Se aparta con brusquedad y me golpea
una nalga con la fuerza de su mano.
_No has disfrutado del todo, �verdad? _inquiere.
Yo no s� qu� responderle, temo demasiado su reacci�n.
_�Te has quedado a medias, zorra? Eres de las que necesitan
m�s, �no es cierto?
No me atrevo a hablar, el gesto del hombre me intimida.
_No oses moverte de aqu� _me amenaza.
Se pone los pantalones, se arregla el traje y abandona el
servicio. Estoy a punto de llorar, me miro en el espejo angustiada, esto no
puede estar ocurriendo, es irreal. No me da tiempo a ordenar las ideas que
brotan de mi aturrullado cerebro, la puerta se abre y aparece el desconocido
acompa�ado por otro hombre.
_Aqu� la tienes _le dice.
El otro hombre pretende que me estire en el suelo, las
baldosas de cer�mica est�n fr�as, tan heladas o m�s que mi cuerpo tembloroso. Me
obligan a separar las piernas y el hombre me penetra bajo la mirada vigilante de
su compa�ero, que contempla sin perder detalle cada uno de nuestros movimientos.
Aprieto los p�rpados y las l�grimas se me escapan, las noto
deslizarse por mi rostro. El hombre que tengo encima me acaricia con dulzura el
cuello, la cintura, es una sensaci�n agradable en medio de la desolaci�n.
_No gastes contemplaciones, �no ves que es una mala puta y
s�lo desea que la folles? _le dirige el otro.
As� que no pierde el tiempo y cede a la provocaci�n. Percibo
la fragancia de su cuerpo, su olor personal e �ntimo, que acaba imponi�ndose
sobre el del perfume. Me ataca sin miramientos, con furia. Yo lloro, intento
zafarme, me revuelvo, pero parece que mis torpes movimientos bajo su peso le
excitan y me agrede con m�s �mpetu, me hace da�o. La violencia de sus embestidas
aumenta y mis gritos contenidos de dolor se confunden con los de su orgasmo.
_�A�n no has gozado, puerca? _me pregunta el primer hombre.
_S� _le miento para que todo acabe.
Es un esfuerzo vano por huir de la pesadilla, pues me
abofetea la cara enfadado.
_No mientas. Quiero ver c�mo te corres.
Entre los dos me sujetan y me incorporan. S�lo deseo que
ocurra algo que me salve, pero el milagro no se produce.
Vuelvo a cerrar los ojos, ya no resisto m�s, esto es una
locura, un sue�o horrible, ha de serlo por fuerza. Siento manos que me estrujan
los pechos, dientes mordisque�ndome el cuello. S� que tengo un hombre delante y
otro detr�s, que una polla enhiesta se restriega en mi trasero, que una mano
hurga en mi sexo, me lo abre, palpa su profundidad. Me mojo por la enloquecedora
caricia, por el dedo que recorre mis labios, los abre de par en par, me aprieta
el cl�toris, dos bocas me succionan los pezones.
Mi cuerpo se mueve a un ritmo fren�tico, v�ctima del placer
m�s extraordinario e intenso. Cada vez m�s r�pido, m�s r�pido. Creo que voy a
desvanecerme. Sudo, y mi flujo generoso me humedece los muslos, las en�rgicas
sacudidas del cl�max me debilitan las piernas.
_�Te ha gustado, furcia? _me pregunta una voz que me llega de
lejos.
Tengo cada m�sculo dolorido, en mi mente retumban vejaciones,
obscenidades e insultos, pero me siento bien. Acabo de descubrir que me gusta
ser tratada de este modo. He experimentado un placer vivo, irresistible, y no
deseo plantearme si est� bien o mal, sencillamente es as�.
Me apresuro a vestirme, los dos hombres se marchan y me dejan
sola. Con las manos todav�a tr�mulas, abro el bolso y me retoco el maquillaje.
Inspecciono mi aspecto en el espejo y regreso al comedor.
Pablo me est� esperando, sus ojos se fijan en los m�os
escrutadores y me sonr�e.
_Sab�a que te agradar�a _me dice.