� �C�llate, zorra!. A partir de este momento, lo �nico que
quiero escuchar de esa garganta son gritos. De ti depender� que sean de placer.
De m�, que sean de dolor. �So�abas con ser violada, verdad Candy?. Felices los
sue�os que se hacen realidad.

Como si hubieras sentido un impulso el�ctrico, te deshaces de
tu aletargamiento, reaccionas ante mi voz desafiante que ha pronunciado tu
nombre. No me conoces, no recuerdas haberme visto nunca. Y, sin embargo, conozco
tu nombre. Y tus sue�os...

Te levantas como un resorte, como una fiera acorralada. Sin
embargo, no tienes donde ir. La �nica puerta de la habitaci�n est� cerrada. No
hay ventanas. Solo cuatro paredes que te parecen cuatro muros infranqueables. Me
acerco hacia ti, con parsimonia. Y ahogo tus gritos con una bofetada que te
corta el aliento y te humedece los ojos.

� De nada te sirve gritar, Candy. No va a escucharte nadie.
Nadie va a venir a socorrerte. Puedes gritar todo lo que quieras. Me excitan los
gritos de las zorras como t�.

Pataleas, te contorsionas, tratas de escapar de mis brazos
que agarran los tuyos, apret�ndolos dolorosamente. Dos nuevas bofetadas marcan
tu rostro y caes al suelo, sollozante y temblando.

� Por favor, d�jame ir � suplicas con leve voz, apenas un
susurro.

Cojo una cuerda y ato tus mu�ecas. El miedo y el llanto te
inmovilizan. Gimes entrecortadamente, cerrando tus ojos rebosantes de l�grimas.
Te obligo a ponerte en pie y a elevar los brazos, para atar la cuerda alrededor
de una viga de madera. Me coloco frente a ti y desgarro tu blusa, bajo tus
pantalones y rompo tus bragas, dej�ndote completamente desnuda, expuesta ante
mi. Tiemblas, de miedo y de verg�enza, incapaz de contener el llanto, mientras,
pausadamente, me quito la ropa, mostr�ndote la desnudez de mi cuerpo y la
erecci�n amenazante de mi verga.

Me acerco a ti, para manosear tus pechos con lujuria. Te
agitas, gritando y suplicando. Mis dedos pellizcan, aprietan y retuercen con
dureza tus pezones que se endurecen, rebel�ndose contra el dolor que sientes.
Deslizo mis manos por tu vientre, buscando la cueva de tu sexo. Cierras tus
piernas, en un acto reflejo. Mi mano izquierda empuja tus muslos, apart�ndolos.
Mi mano derecha, aprieta tus mejillas, torciendo el gesto de tus labios
abiertos, oblig�ndote a mirarme fijamente.

� No vuelvas a rechazarme, puta. S� que est�s deseando que te
traspase, que clave mi polla en tu co�o. Lo deseas como buena puta que eres.
Quieres sentir mi pija entrando y saliendo de tu co�ito de zorra, �verdad?.

No contestas, paralizada por la presi�n de mis dedos sobre tu
rostro y por tu propio miedo.

� �Verdad? � te repito, y hay en la pregunta una exigencia de
respuesta.

Asustada, asientes con tu cabeza, sin emitir m�s sonido que
el de tus gemidos entrecortando tu respiraci�n. Mis manos buscan tus nalgas para
elevarte. Te ordeno colocar tus piernas alrededor de mi cintura y poner tus pies
uno encima del otro. Te coloco en la posici�n deseada: tus brazos estirados al
l�mite, tu cabeza hacia atr�s, tus piernas abiertas, tu sexo dispuesto para la
penetraci�n. Te sostengo con tus nalgas firmemente posadas en mis manos.
Respiras agitadamente, llena de temblores, dolorida por el escorzo al que te
someto. Mi polla busca desesperadamente la entrada de tu co�o. Le ayudo en su
camino con una de mis manos y noto en mis dedos la primera humedad de tus
flujos. Sonr�o, pensando que solo una putita puede empezar a mojarse en esa
situaci�n. Antes de que est�s completamente mojada, y tu excitaci�n no d� lugar
al tormento de tu violaci�n, comienzo a penetrarte. Mi polla despega tus labios,
los abre, los hiere en su acometida, lenta, suave. Quiero que la sientas entrar
en tu interior, invadiendo el �ntimo refugio de tu sexo. Lentamente. Palmo a
palmo, como una daga atravesando tu carne. Un leve gemido de dolor se escapa de
tu boca. Pero no forcejeas, no te opones, sumisa de tu propio deseo de ser
violada. Pelvis con pelvis, siento tu humedad creciente en la piel de mis
test�culos. Mi polla retrocede por la todav�a estrecha hendidura de tu sexo,
besando sus paredes con mi carne endurecida. Y otra vez hacia dentro, haci�ndote
llorar de desesperaci�n.

Tensos mis m�sculos, tu cuerpo se desploma sobre mis manos.
Vencida por el poder de mi dominaci�n, te penetro con fuerza, embisti�ndote
salvajemente. La caverna de tu co�o ha cedido y mi verga, como un ariete, entra
y sale, con dureza, con violencia, agitando tu cuerpo sudoroso.

� Te gusta como te follo, �verdad, Candy?. Tienes un buen
co�o, zorrita. S� se�or, un magn�fico co�o-tragapollas.

Comienzas a sentirte invadida por el placer que inunda tu
cuerpo sacudido por las embestidas. Quisieras tener las manos libres para
agarrarte a mi cuello y cabalgar sobre mi verga pero tus esfuerzos por desatarte
son in�tiles. Te sientes esclava y emputecida y ese sentimiento te hace vibrar.
Luchas contra tu propio goce, en un �ltimo arrebato de rebeld�a contra el
disfrute de tu violaci�n. Pero la piel se te eriza y una descarga sube de tu
vientre hasta tu garganta, para explotar all�, en gritos desbocados de placer.

Siento que me voy a correr, pero no quiero hacerlo en tu co�o
de zorra. Saco apresuradamente mi verga y dejo caer tus piernas. Te faltan
fuerzas para sostenerte en pie, pero tus manos atadas impiden que te
desvanezcas. Excitado, desato tus manos y te ayudo a ponerte de rodillas. Sin
esfuerzos, empujo tu cabeza hacia m�, colocando mi polla en tus labios que,
d�ciles, se abren para acogerla. Podr�a desgarrarte la boca, puta, atravesarte
la garganta como si fuera una espada. Pero prefiero que la gustes, que la
disfrutes, que saborees mi polla condimentada con el sabor de tus jugos y de mi
semen. Y t�, sumisa y obediente, la chupas con deleite, haci�ndola explotar en
el interior de tu boca de puta violada.

Xico Ruy