La historia que les narrar� es ver�dica sucedi� en mi
iniciaci�n sexual y se desarroll�, en una calurosa tarde de verano en el barrio
de Almagro, en Bs As de ello hace ya un largo tiempo.
En realidad a ella, jam�s la conceptu� como una mujer, ni
mala ni buena; tan solo la tom� y ella a m� como lo queramos.
Pero sin duda fue quien me ense�� todo sobre el sexo, en una
�poca que el SIDA ni se conoc�a.
Adem�s, fue mi amante por mas de dos a�os y a un descuido de
ella, todo se termin� casi mal.
Nosotros �ramos dos j�venes de aproximadamente unos quince
a�os, que para ese tiempo pas�bamos gran parte del d�a descansando de todo un
a�o de estudio de la escuela t�cnica.
Antonio y Gustavo as� nos llamamos dos amigos de colegio pero
que, adem�s, viv�amos muy cerca casi en la misma cuadra.
La casualidad hizo que subi�semos esa tarde de enero, a la
azotea simplemente para estar m�s confortables y fumar a escondidas de nuestras
madres, pues aun ello no lo realiz�ramos en su presencia, cuando vimos algo que
nos paraliz� y ya nos olvidamos de todo.
Maria era una mujer de unos treinta y nueve o m�s a�os y ese
d�a estaba desnuda en el patio de la casa, masturb�ndose con una revista
pornogr�fica, muy de moda en ese entonces.
Lo hacia lentamente y nosotros embobados mir�bamos como de
ese monte de pelos negros, negr�simos que ella se acariciaba recostada en una
larga silla de madera de esas que hay en las piletas, sacaba sus dedos para
luego introduc�rselos en su vagina, e inmediatamente as� mojados pas�rselos
nuevamente por su cl�toris.
Mientras con la otra mano sosten�a la revista se
contorsionaba cada vez con mayor rapidez, hasta que supusimos por la ca�da de la
revista, y el quejido prolongado que ella estaba acabando.
Pero de hacerlo lo hac�a en forma interrumpidamente y
sucesivamente hasta que en un momento fue tal su grito, que nos asust�.
Sab�amos a escondidas de nuestros padres algunas historias de
Maria mas que alg�n que otro hombre fuera de su marido, la visitaba pero de
verla masturb�ndose no confirmaba esos comentarios.
Nos retiramos asustados porque ella nos viese, pero con la
firme intenci�n de volver al d�a siguiente.
Pasaron los d�as y ella no apareci� m�s y mi amigo se tuvo
que ir con los padres de veraneo y yo no sub� mas a los techos de casa.
Una tarde en que me encontraba aburrido record� la escena.
Excitado sub� al techo y esta vez si que los deseos se
concretaron
Ella estaba realizando absolutamente lo mismo, masturb�ndose
pero ya estaba a punto de acabar cuando por un descuido m�o, ella me encontr�
con su mirada.
Apurado intent� volver sobre mis pasos pero ya era tarde, me
hab�a descubierto
Asombrado not� que ella no se disgustaba, mas bien me sonri�.
El otro d�a me d� cuenta que me miraban, Gustavo dijo; bueno
segu� estaba muy caliente, adem�s, los esper� para que se masturbaran mir�ndome,
pero no lo hicieron.
Y yo acab�.
Me mirabas Gustavo est�pidamente, prosigui� junto con el bobo
de Antonio.
Pero �l no me gusta, es un joven muy charlat�n y es por eso
que no sal� m�s.
Nunca ustedes se dieron cuenta que por la ventana, los estaba
espiando al reflejarse sus siluetas y acab� pensando, en ustedes.
En realidad ten�a raz�n
El reflejo en un vidrio nos delat� que desde el techo no lo
percib�amos.
Si quieres, ya que est�s solo, salta la pared.
Eso si con cuidado y baja por atr�s con mas atenci�n as� no
correr� peligro de caerte, te espero dale que estoy excitada.
Impresionado, mas que ello, recaliente trep� el muro que
separaban ambas casas y en cuesti�n de minutos ella me tenia a sus pies.
Estaba desnuda y no me dej� decir nada.
Simplemente me bes� [en realidad era el primer beso de una
mujer mayor que yo] y lo que me impresion� era que su lengua que se enroscaba en
la m�a, como ahog�ndome. Yo estaba rid�culamente a�n vestido y mi pene se
reventaba por salir, adem�s, estaba tambi�n casi a punto de acabar pues me
imaginaba lo que a continuaci�n vendr�a y ello a los quince a�os es
decididamanete terror�fico.
Lo percibi� y baj�ndome el pantal�n aprision� aun con mayor
fuerza mi miembro como para retener lo que en mi, ya estaba pasando y mojando mi
calzoncillo.
Se ri�.
No importa ya aprender�s y ahora simplemente s�gueme.
Se acost� en la cama de madera y abri� sus piernas,
mostr�ndome su sexo peludo y rojo despu�s amarr�ndome suavemente de la cabeza me
introdujo en su sexo.
B�same, que estoy por acabar. Yo hice empezando a pasar mi
lengua por su concha y metiendole la lengua en su canal cada vez mas y m�s, con
ello percibiendo como ella se contorsionaba y apretaba fuerte mi cabeza,
aumentando as� el ritmo juntamente con sus gemidos.
Cuando, de repente algo percib� en mis labios
Era su l�quido que me impresion� siempre [aun despu�s que lo
realice con muchas mujeres, eso en ella me alarm�], pues era espeso y sal�a como
si orinara levemente.
Ella se dej� caer.
Hac�a tiempo que no gozaba as�, d�jame recomponerme y veras
lo que es una mujer me dijo.
Me sent� en el suelo tontamente, ella al poco tiempo me dijo
Gustavo s�bete despacio y el�vame las piernas hasta apoyarlas
en tus hombros.
Lo hice, muy solicito
Ahora p�same esa pija levemente desde arriba hacia abajo yo
te dir� donde y cuando me la metas.
Y as� descubr� su cl�toris y sus puntos de mayor calentura.
Ten�a tan solo quince a�os y pocas experiencias, y ello me
sirvi� de mucho en mi futura vida sexual.
Le acarici� con mi sexo durante un tiempo como ella quer�a.
Mar�a apretaba mis manos que apoyaba sobre la base de la reposera me sosten�an y
a un tiempo la penetr� sin que ella lo pidiese.
As� Gustavo, mas... sacudidla, que me entre y salga, fuerte
que no se rompe la concha se estira, solo eso.
Ah... �qu� pendejo me estoy comiendo?...
Nos empezamos a mover a un ritmo acompasado pero violento
Yo jam�s hab�a experimentado nada as�, y ella me guiaba
empez�ndome a mordisquear mis tetillas, yo le besaba la base de su cuello, las
tetas, sus axilas pero, explot�
Fue cuando le met� mi lengua en su oreja como cojiendosela y
deposit�ndole mi saliva.
Y descubr� as� la explosi�n de ella mas con eso aumentando,
ese calor tan particular dentro de su concha.
Era eso algo [cojerle con mi lengua su oreja], que arremeti�
con sus pocas ya fuerzas.
Y ya ella empezaba a acabar ininterrumpidamente, no lo s�
cuanto pero sus movimientos de la pelvis era repetidos aprision�ndome mi pija
dentro de ella.
Era multiorgasmica capaz de acabar r�tmicamente hasta que su
naturaleza se saciara en ella, y los ruidos producidos por la penetraci�n y
salida de mi sexo era ahora lo �nico que escuchaba, hasta que los quejidos
aumentaron incluso a punto de grito, cuando me derram� dentro de ella y me
venci� tanto placer.
Acab�, y ella volvi� a hacerlo dej�ndose caer al final cuando
sali� mi fl�cida pija y en realidad se compuso despu�s de un pronunciado suspiro
que le sali� desde sus entra�as.
Pendejo, que maravilla, ni Juan mi marido que es mas experto
me hizo acabar as�.
Mir�ndome los brazos [ ella me dej� marcados sus manos en mi
brazo de la calentura] me dijo.
Cuando me cojiste con la lengua la oreja cre�a morir.
�Qui�n te lo ense�o?, Machito o lo sacaste solo.
No le contest�, quiz�s haya sido la naturaleza o no,
No lo s� ni me import� en ese momento solo le sonre�.
Esa tarde estuve por mas de tres horas en donde ella me bes�
el sexo en el patio y el ba�o, acabamos en su cama en las mismas sabanas que
ella hab�a amanecido, y, adem�s, al final casi yo dolorido de mi sexo la penetr�
por su ano.
Alli conoc� a una mujer sexualmente ardiente que me asust�
pero eso, ser� tema para la pr�xima...
Gustavo Gabriel Camisasca.
Buenos Aires.
Argentina
De:
" Historias de sexo en un buenos aires a la hora de la
siesta".