Relato: No es bueno trabajar demasiado





Relato: No es bueno trabajar demasiado

NO ES BUENO TRABAJAR DEMASIADO.


Siguiendo con los relatos publicados sobre casos de los que
he tenido conocimiento, les env�o el presente, ocurrido hace unos 2 a�os.


*******


Esther tiene 26 a�os, pelo moreno, media melena, ojos negros,
de estatura media y delgada. Sin ser una gran belleza, si resulta una mujer
atractiva. Trabaja como programadora inform�tica y le encanta su trabajo, al
cual dedica muchas m�s horas de las que deber�a.


Llevaba ya 4 meses trabajando en un complejo proyecto en una
empresa de elaboraci�n de piezas de precisi�n, ajustando los programas
inform�ticos para la automatizaci�n de el proceso de fabricaci�n. Aunque su
horario era menor, normalmente ven�a trabajando hasta las 8 de la tarde, hora en
que el encargado tambi�n se iba y cerraban la oficina, pero aquel d�a le pidi�
continuar un rato m�s all� dado que estaba acabando unos procesos inform�ticos
que no era conveniente hacerlos durante el d�a para no perjudicar el trabajo
habitual. El encargado le entreg� sus llaves y le explico como cerrar y conectar
la alarma, proceso que ya conoc�a pues le hab�a visto hacerlo a �l muchas veces.


Aquello dur� m�s de lo que ella pensaba y eran las 11,30 de
la noche cuando por fin el ordenador termin� el proceso. Apag� todo y se dispuso
a salir, cerrando y conectando las alarmas tal y como le hab�an dicho. Sali� y
camino hacia el parking donde hab�a dejado su coche. En realidad, m�s que un
parking era �nicamente un lugar asfaltado donde la gente que trabajaba en el
pol�gono industrial dejaba sus coches.


Sinti� tambi�n algo de fr�o, la noche hab�a ca�do ya y ella
s�lo llevaba una falda negra ajustada y una blusa blanca muy ligerita. Llevaba 5
minutos andando cuando lleg�. Se sorprendi� al ver solamente su coche en toda
aquella explanada poco iluminada y, aunque no era una mujer temerosa, la
situaci�n si le impon�a un poco. Seg�n se aproximaba al coche, pas� junto a dos
individuos que estaban sentados en el suelo y de los que se apercibi� s�lo
cuando pas� a su lado. Se puso algo nerviosa y aceler� el ritmo de sus pasos
hacia el coche. Los hombres se levantaron y la siguieron. Cuando Esther oy�
pasos, empez� a correr hasta el coche pero cuando estaba intentando abrirlo,
aquellos hombres la dieron alcance, amenaz�ndola con una navaja en su cuello y
orden�ndola que se quedara quieta.




Por favor, no me hagan da�o, por favor.


Vamos a ver que llevas por aqu�.




Y mientras la manten�an de pie, apoyada contra el coche, con
sus manos sobre el techo del mismo, la arrebataron el bolso y lo volcaron en el
suelo.




30 Euros, �es esto todo lo que llevas?, dijo uno de ellos
levantando la voz.




Se acerc� a ella y cogiendo una de sus manos la quit� dos
anillos y el reloj, fij�ndose tambi�n en un colgante de su cuello que le
arrebat� de un tir�n. Sinti� tambi�n como con la otra mano, le estaba palpando
el culo, lo cual asust� mucho a la chica.




�Est� buena la t�a eh?, dijo uno de aquellos tipos al
otro, mientras la segu�a magreando el trasero por encima de su falda.


Si, est� muy buena. Ya que no tiene dinero, que nos pague
en carne, jajajajaja.




Esther estaba muy asustada. Lo que parec�a un atraco, se
estaba convirtiendo en algo que le preocupaba mucho m�s y empez� a hablarles
para que olvidaran sus intenciones.




Por favor, no me hagan da�o, podemos ir a sacar m�s
dinero a alg�n cajero, miren all�, tengo una tarjeta, pero por favor no me
hagan da�o, por favor.




Las s�plicas de la chica hicieron reir a aquellos dos
individuos y enseguida uno, mostr�ndole la tarjeta a Esther le dijo:




De acuerdo monina, nos acompa�ar�s a sacar m�s dinero,
pero...... antes tienes que hacer algo, jajajajajaja


�Qu� quieren que haga?, dijo Esther con voz temblorosa y
empezando a llorar.


Queremos que, sin moverte de donde est�s, te subas la
falda y nos ense�es ese culito tan mono. Luego iremos por dinero y te
dejaremos.


�Qu�?, No, no, d�jenme por favor, no me hagan nada, les
dar� el dinero.


Me parece que no has entendido nada monina. O haces lo
que te dije, o me encargo yo ahora mismo de dejarte en pelotas, elige..





Muy asustada se qued� paralizada sin mover ni un solo
m�sculo, pero enseguida ten�a de nuevo la navaja amenazando su cuello por lo que
empez�, muy indecisa a tocar su falda.




Vamos, ens��anos ese culo. Le dijo aquel hombre, mientras
se echaba dos pasos atr�s para contemplarla.




Esther segu�a all�, de pie frente al lateral de su coche y
dando la espalda a aquellos dos hombres. Por un momento pens� en echar a correr
pero �a d�nde?, en unos pocos metros la habr�an atrapado y ser�a peor, as� que
empez� a hacer lo que le ped�an con la esperanza de que aquello no fuera a m�s.


Lentamente comenz� a subirse su ajustada falda, mientras
escuchaba las risas de ellos. Ya empezaba a quedar a la vista el inicio de sus
nalgas y tambi�n comenzaron a asomar el principio de sus braguitas blancas.
Esther se sent�a muy humillada, ella misma estaba ense�ando a dos desconocidos
sus intimidades.




M�s arriba, m�s arriba, m�s.




Todo el trasero de Esther, cubierto con su braguita blanca,
estaba a la vista de ellos, que re�an al ver como la chica les obedec�a
aterrorizada.




Desabr�chate la falda y qu�tatela. Vamos, no me hagas
acercarme a ti o lo lamentar�s.




Esther no quiso contradecirles. Su falda estaba ya subida a
la altura de su ombligo y sus braguitas quedaban ya a la vista, as� que de nada
le serv�a ya su falda, por lo que la desabroch� y coloc� sobre el techo del
coche.


La chica estaba ahora vestida solo con su blusa blanca corta
y sus bragas, a�n de espaldas a los dos hombres.




Ahora, date la vuelta, m�ranos. R�pido.




Esther comenz� despacio a girarse y se puso de frente a
ellos, apoy�ndose de espaldas en su coche. Ellos a 2 metros no paraban de
mirarla, sobre todo sus piernas ahora totalmente al descubierto. Ella, al darse
la vuelta, hab�a colocado sus manos juntas delante de su braguita, tapando su
sexo.




Quita esas manos de ah�, le grit� uno de ellos en todo
amenazador.




Ella dudo un momento y luego, temblorosa, retir� las manos.
Sinti� como los ojos de aquellos hombres se clavaban en su sexo, cuyo vello
p�bico se trasparentaba algo a trav�s de su braguita. Habr�a pasado un par de
minutos cuando dijeron.




Te voy a dejar elegir preciosa. �qu� prefieres?, �bajarte
la bragas aqu� ahora mismo y luego marcharte a casa? �o ir a un cajero y
darnos m�s dinero?.




A la chica, la simple idea de bajarse las bragas all� sola,
delante de aquellos hombres la horrorizaba, as� que pens� que siempre en un
sitio con m�s gente podr�a pedir auxilio a alguien, por lo que, con voz
temblorosa dijo:




Les dar� m�s dinero, pero por favor no me hagan nada, por
favor, por favor.


Est� bien, vayamos al coche entonces.




Y r�pidamente los dos hombres avanzaron hacia ella y
agarr�ndola, la introdujeron en el coche en el asiento de atr�s, coloc�ndose
atr�s tambi�n junto a ella uno de ellos, mientras el otro hab�a cogido las
llaves del coche y arranc� el coche, comenzando a andar.


Esther estaba muy asustada y quer�a llegar cuanto antes a un
cajero autom�tico en que sacar dinero y entreg�rselo a aquellos dos tipos, as�
que s�lo acert� a pronunciar con voz temblorosa:




Hay un cajero a la salida del pol�gono industrial, all�
podemos sacar dinero.




Entonces, el hombre que estaba a su lado se acerc� a ella y
agarr�ndola fuertemente de las mand�bulas le dijo con tono amenazador.




Ya elegiremos nosotros el cajero que m�s nos guste as�
que cierra esa boquita.




Esther permanec�a sentada, vestida con sus braguitas y su
blusa y procuraba mantenerse lo m�s alejada de aquel hombre, a la vez que
manten�a sus piernas todo lo juntas que pod�a. Pero la relativa tranquilidad le
dur� poco porque enseguida el hombre se le acerc� y comenz� a acariciar sus
piernas. Primero sus rodillas, luego sus muslos y poco a poco fue subiendo sus
manos hasta llegar al comienzo de sus braguitas. Ella aguantaba en silencio
mientras sus ojos se le llenaban de l�grimas. Luego, haciendo algo de fuerza,
venci� la resistencia de sus piernas cerradas y su mano se col� entre sus
rodillas, subiendo poco a poco entre ellas, hasta llegar a la braga y all�, con
sus dedos, comenz� a acariciar su sexo por encima de la tela.


Esther se volv�a a sentir muy humillada pero enseguida not�
como otra mano de aquel hombre se posaba sobre su pecho, amas�ndolo por encima
de su blusa y sujetador.


Entonces, el que iba conduciendo, habl�:




Ehhhh oye, no aproveches mientras yo no puedo estar ah�,
d�jalo para luego.




Tras oir aquello, el hombre se separ� de ella y la dej� pero
aquellas palabras sonaron terror�ficamente en la cabeza de Esther. Era la
confirmaci�n de que no s�lo iban a por su dinero sino a algo m�s. Adem�s, por
aquel entonces ya se hab�a dado cuenta de que se alejaban cada vez m�s de la
ciudad, por lo que no iban en busca de un cajero.


Hab�an pasado unos 20 minutos cuando el coche se desvi� por
un camino y enseguida entraron en una especie de finca que llevaba a un caser�n
en no muy buen estado. Pararon el coche y salieron apresuradamente, tirando de
ella tambi�n hacia fuera.


R�pidamente y a empujones la introdujeron en la casa. Por
primera vez estaba ya absolutamente convencida de que la iban a violar y sus
piernas le temblaban.


La casa estaba medio abandonada y apenas hab�a unos cuantos
muebles muy viejos: unas sillas, una mesa grande de madera y un viejo sill�n.


Cerraron bien la puerta con un enorme cerrojo de hierro de
los antiguos y enseguida le hablaron:




Como ver�s, aqu� no hay nadie m�s que nosotros 3 en
muchos kil�metros alrededor, as� que ni siquiera nos vamos a molestar en
taparte la boca. Puedes gritar tan fuerte como quieras. S�bete a esa silla.




Esther estaba aterrorizada, si siquiera le sal�an las
palabras. Aquella tenebrosa casa ten�a el aspecto de haber sido el lugar donde
muchas otras chicas hab�an sido violadas antes y ahora le iba a tocar a ella.
Sin mucha resistencia se subi� de pie a la silla que le hab�an indicado.




Ahora desabr�chate la blusa y qu�tatela. R�pido.




Aterrorizada obedeci� y empez� bot�n a bot�n a desabrocharse
su blusa. Luego dud� un instante y se la quit�, sosteni�ndola en sus manos.
Enseguida uno de los hombres se acerc� y se la arrebat� de la mano, arroj�ndola
al suelo.


Entre risas, los hombres contemplaron a la muchacha que
permanec�a subida a la silla en ropa interior, cubriendo su pecho con sus brazos
cruzados.


Uno de ellos se acerc� a ella por detr�s y comenz� a
acariciarle sus piernas. Poco a poco iba subiendo hasta llegar a sus muslos que
Esther manten�a tan apretados como pod�a. El otro se coloc� frente a ella y
comenz� tambi�n a manosear sus piernas.


El que estaba detr�s comenz� entonces a acariciarle la
espalda y lleg� al broche de sujetador que muy h�bilmente desabroch� y con ambas
manos desliz� los tirantes de sus hombros dej�ndolos colgando en sus brazos.


Esther manten�a con sus manos el sujetador en su lugar,
cubriendo sus senos de las vista de aquellos hombres.


Ahora los dos secuestradores se divert�an manose�ndola por
encima de la telita de sus bragas. El que estaba detr�s la cog�a peque�os
pellizcos en sus nalgas mientras que el de delante simulaba con su dedo una
penetraci�n intentando introduc�rselo a trav�s de su braguita.


De pronto, el hombre de detr�s tom� el el�stico de sus
braguitas con las dos manos y tir� de ellas hacia abajo a la vez que re�a. La
reacci�n inmediata de Esther fue dirigir las manos a sus bragas para intentar
sujetarlas e impedir que aquel tipo se las bajara, dejando su sujetador libre,
momento en que aprovecho el hombre que ten�a frente a ella para arranc�rselo de
un fuerte tir�n.


A pesar de su intento, el hombre tir� con fuerza de sus
braguitas, baj�ndolas hasta sus tobillos.


Aunque hacia tiempo que Esther sent�a que la situaci�n era
desesperada, ahora por primera vez ten�a su cuerpo totalmente desnudo y a merced
de aquellos dos tipos. Su reacci�n fue intentar cubrirse y aunque manteniendo el
equilibrio sobre la silla, se inclino y se coloc� en cuclillas intentando tapar
lo m�s que pod�a su pecho y sus partes �ntimas y rompi� a llorar.


No se si aquella actitud fue adecuada porque al verla as�,
temerosa y avergonzada, aquellos dos hombres se envalentonaron m�s y comenzaron
a desnudarse completamente. Esther, aunque procuraba no mirar, inevitablemente
hab�a visto sus dos penes en completa erecci�n, lo cual le hac�a suponer con
desesperaci�n por lo que iba a tener que pasar.


Ya desnudos, se acercaron de nuevo a ella y volvieron a
manosearla todo su cuerpo, aunque sin forzarla a quitar sus manos de sus pechos
tal y como se hab�a colocado. Pero en la posici�n en cuclillas en que estaba,
enseguida noto como una mano se colaba por debajo y comenzaba a acariciar su ano
y el comienzo de su sexo. Era la primera vez que sus manos tocaban directamente
aquellas partes y eso la estremeci� y todo su cuerpo dio un respingo que hizo
reir a sus dos violadores.


En estos momentos comenz� de nuevo a suplicarles:




Por favor, d�jenme, por favor. No dir� nada a nadie y les
dar� todo el dinero que quieran.




Pero los dos tipos, como si nada hubieran o�do, segu�an su
labor de manoseo por las partes �ntimas de la chica. Uno de ellos, hab�a
introducido su mano entre las de la muchacha y manoseaba tambi�n sus pezones.


De pronto, entre los dos la agarraron fuertemente de sus
brazos y, haci�ndola caer de la silla la llevaron junto a la mesa grande de
enfrente, tir�ndola sobre la misma bocabajo.


Esther intent� revolverse pero una fuerte mano puesta sobre
su nuca y apret�ndola contra la mesa, a la vez que otra mano le tiraba
fuertemente del pelo levant�ndola la cabeza a punto de estrangularla, le
hicieron desistir.


Enseguida volvi� a notar como separaban sus piernas y unas
manos se colaban por su entrepierna. Sent�a como los dedos recorr�an todo su
canalillo vaginal y se deten�an en su ano una y otra vez. Aquellos dedos cada
vez ejerc�an mayor presi�n y notaba como intentaban abrirse pas� por su cerrado
ano. Uno de aquellos dedos comenz� a penetrar por �l cuando volvi� a empezar a
suplicarles. Estaba muy asustada, todo le asustaba mucho, pero una penetraci�n
anal la aterrorizaba.




Por favor, no me hagan da�o, por favor, por favor, no por
favor,




A penas un dedo hab�a empezado a abrirse paso por su ano
cuando de repente sinti� como sal�a de su interior y agarr�ndola de nuevo con
fuerza, la voltearon coloc�ndola boca arriba sobre la mesa.


Inmediatamente y como reacci�n defensiva, Esther tap� sus
pechos con su manos, a la vez que doblaba sus rodillas y juntaba sus piernas.


Pero los hombres, sin dejarla ni un respiro, se colocaron
cada uno a un lado de la mesa y cogiendo cada uno una de sus manos, la obligaron
a retirarlas de sus pechos. Aquellos tipos, con una mano manten�a agarradas las
mu�ecas de Esther, mientras con la otra manoseaban los bonitos pechos y pezones
de la chica, acarici�ndolos y pellizc�ndolos, a veces con tanta fuerza que se
o�an peque�os lamentos entre los sollozos de la muchacha.


Cuando se cansaron de manosearla sus tetitas, y manteniendo
sujetas sus manos, le llevaron las mismas hasta los penes erectos de los dos
hombres, oblig�ndola a agarr�rlos.




Haznos una buena paja, putita




Torpemente Esther comenz� a menearles sus penes, muy
avergonzada y a la vez con miedo de hacerles da�o y que ello trajera
consecuencias peores para ella. Siguiendo las indicaciones que le daban,
aceleraba y frenaba seg�n le dec�an, cuando de repente una mano la agarr� su
cabeza por los pelos y la oblig� a acercar su cara a aquella polla.




M�mala zorra.




Aquello le produc�a enormes arcadas y sentimientos de asco.
Aquella situaci�n le parec�a ya de por si asquerosa pero el fuerte olor de su
pene le produc�a aun mayor rechazo y humillaci�n. Se sent�a m�s humillada que
nunca.


A la vez que manten�a aquella polla dentro de su boca y su
cabeza era empujada fuertemente hacia ella, el otro hombre se hab�a subido sobre
la mesa y, abriendola sus piernas, se situ� entre ellas.


Ella segu�a estando obligada a chupar, mientras sent�a como
unas menos urgaban en su sexo. El hombre cuyo pene estaba chupando aguantaba sin
correrse y segu�a embistiendo con fuerza contra su garganta, cuando el otro tipo
apunt� su polla en la entrada de su cueva y de un fuerte golpe se la introdujo
hasta la mitad, provoc�ndola un alarido de dolor ahogado por el pedazo de carne
que manten�a en su boca. Enseguida de otra fuerte embestida se la introdujo
entera, provoc�ndola un profundo dolor y otro chillido a�n m�s fuerte, pero el
otro hombre no permiti� en ning�n momento que su polla saliera de su boca.


Durante unos minutos que se le hicieron interminables, estaba
siendo embestida con fuerza por su boca y por su vagina. De pronto sinti� como
algo caliente le llegaba a su garganta. Aquel hombre se estaba corriendo en su
boca y eyaculaba tan dentro de ella sin quererlo estaba tragando su semen. En
cuanto hubo terminado, se retir� con satisfacci�n y qued� solo con el otro tipo
que ten�a sobre ella y que segu�a penetr�ndola cada vez con m�s fuerza.


En cada acometida, Esther sent�a como aquella polla llegaba
hasta lo m�s profundo de su agujero y el dolor no cesaba en cada penetraci�n.
Ahora que su boca hab�a quedado libre, aquel hombre aprovech� para besarla
mientras segu�a entrando y saliendo de ella.


Esther segu�a emitiendo lastimosos quejidos cada vez que era
penetrada una y otra vez, hasta que sinti� como aquel hombre estaba descargando
dentro de ella. Cuando termin�, permaneci� inm�vil unos segundo sobre ella,
manteniendo a�n su pene dentro.


Pero muy pronto el otro hombre dijo:




Vamos, es muy tarde.




Apresuradamente se vistieron mientras ellas segu�a llorando
sobre la mesa y agarr�ndola de nuevo por los pelos, salieron de la casa ,
meti�ndola de nuevo en la parte de atr�s del coche totalmente desnuda.


Sin mediar palabra y mientras ella lloraba todo el camino,
tras unos 30 minutos llegaron al parking donde la hab�an encontrado. All�
pararon el coche y la ordenaron:




Venga, hemos llegado, fuera del coche.




Esther se dio cuenta de que se iban a llevar su coche, pero
eso es lo que menos le importaba en esos momentos. Por fin aquellos abusos
hab�an acabado y, aunque sola y desnuda all�, nada peor pod�a ocurrirle.


Los hombres se fueron con su coche y ella comenz� a caminar
en direcci�n a su empresa. All� llamar�a por tel�fono a alguien. Andaba con
dificultad ya que, adem�s de ir descalza sobre el asfalto, sent�a un enorme
dolor en sus piernas por la brutal penetraci�n de que hab�a sido objeto.


Apenas hab�an pasado dos minutos y pocos metros hab�a
avanzado cuando sinti� de nuevo el motor de un coche. Mir� atr�s pero las luces
le cegaron y no pudo ver de quien se trataba. Dudaba si correr o pedir ayuda.


Muy pronto el coche lleg� a su altura y se detuvo. En eso
momento pudo ver que se trataba de su coche y aquellos hombres volvieron a salir
del mismo. Intent� correr pero en pocos metros la dieron caza de nuevo.


El hombre que se hab�a corrido dentro de su boca se abalanz�
sobre ella y dijo:




oye putita, que con estas prisas, me olvid� de follarte
como te mereces.




Con la ayuda del otro hombre la tumbaron sobre el asfalto y
sacando su pene se ech� sobre ella.


Con enorme facilidad dada la debilidad de Esther y que estaba
completamente desnuda, y mientras el otro tipo la sujetaba los brazos, coloc� su
polla erecta en su agujero y la penetr� violentamente. Durante varios minutos
entr� y sali� de su sexo con fuerza mientras el asfalto le estaba haciendo
sangrar por los roces que sobre su espalda le produc�an aquellas terribles
embestidas. Aquel hombre no par� hasta que de nuevo dej� en lo m�s profundo de
su cueva todo su semen.


R�pidamente, meti�ndose de nuevo en el coche, los dos hombres
se fueron.


Esther qued� tumbada sobre el asfalto. Por un tiempo lleg� a
perder el conocimiento y as�, en ese lamentable estado, desnuda y sin fuerzas la
encontr� al d�a siguiente muy temprano un guardia de seguridad que se
incorporaba al trabajo y que la traslado al hospital, donde tras un par de d�as
le dieron el alta.


Las heridas f�sicas apenas duraron 15 d�as, pero las
psicol�gicas perdurar�n en ella toda la vida.


.


Si alguien quiero comentar algo, mi direcci�n es como siempre
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