Relato: El Juego de los Perritos
EL JUEGO DE LOS PERRITOS
No recuerdo exactamente c�mo fu� que la chiquiller�a del barrio empezamos a jugar aquel juego. En esa �poca, Helio y yo ten�amos diez a�os. Solo recuerdo que, en el barrio, se hab�a puesto de moda jugar a �los perritos pegados�. Ocurr�a que cuando est�bamos reunidos en grupo en el patio de alguna casa, en alguna casa abandonada o en el terreno de los tractores de trailer chatarra y ya casi conclu�a alg�n juego o nos empez�bamos a aburrir de �l, de pronto alguien gritaba: ��A los perritos pegados!�. Y todos apresuradamente busc�bamos pareja. Cada pareja se pon�a de espaldas y agach�ndose pasaba sus manos entre sus piernas para tomar las del compa�ero. As�, en un precario equilibrio, se simulaba ser una pareja de perros pegados.
Como Helio era mi mejor amigo, �l y yo siempre form�bamos pareja para el juego. A todos nos divert�a mucho, en ese d�bil equilibrio, tirar cada quien de su compa�ero tratando de caminar e intentando atropellar y derribar a las dem�s parejas. El resultado era un tambaleante y err�tico movimiento hacia adelante, hacia atr�s o hacia un lado de cada pareja. Siempre hab�a una pareja que perd�a el equilibrio primero. Al darnos cuenta, todo mundo soltaba la carcajada y el juego conclu�a.
El juego se puso tan de moda que incluso cuando Helio y yo jug�bamos solos, de pronto a alguno se le ocurr�a gritar ��a los perritos pegados!�. Y nos peg�bamos, aunque nunca lo hicimos hasta caernos, no hab�a pareja que intentase derribarnos.
Por supuesto que todos, al menos una vez, hab�amos visto pegados a dos perros. Pero no sab�amos c�mo ocurr�a aquello. Solo sab�amos que estaban pegados y nos parec�a un misterio, as� nos lo parec�a, que se pegaran de la cola.
Pero era la edad de las inquietudes, plena pubertad, era la edad de indagarlo todo. Y no falt� quien pasara la informaci�n. Tal vez la obtuvo de alguno de los chicos mayores quienes siempre se reun�an aparte, tal vez alguien fu� el primero en darse cuenta que cuando dos perros se pegaban, uno era � el perro fulano...� y el otro �la perra de...�. Es decir, no eran dos perros pegados, eran un perro y una perra.
Me acuerdo muy bien que cuando supimos eso y alguien grit� ��a los perritos pegados!�, como siempre Helio y yo nos apresuramos en hacer pareja. Pero �l me dijo: ��Yo soy el perrito y t� la perrita!�. Yo le dije: �Es lo mismo, de todos modos son dos perros�. Pero �l insisti� tercamente: ��No!. �Yo soy el perrito�. Se puso muy insistente, y como ya todas la parejas se hab�an �pegado�, yo ced�: �Est� bien, �yo soy la perrita!...�.
En ese d�a, con ese detalle tan sutil, se establecieron de all� en adelante los papeles de Helio y m�o en el juego de �los perritos pegados�. De all� en adelante el siempre insisti� en ser �el perrito� y yo acept� siempre ser �la perrita�. En particular, cuando jug�bamos solos, Helio me recalcaba mucho en que �l era el macho. Ante su insistencia yo me ve�a obligado a condescender �s�...s�...est� bien...yo soy la perrita...�.
Cuando, en el barrio, la euforia de la moda de jugar a �los perritos pegados� ya estaba empezando a declinar, otra vez tal vez alguien pas� la informaci�n. Para pegarse, antes el perro �se le sub�a� a la perra por atr�s.
Por supuesto, cuando espor�dicamente jug�bamos a �los perritos pegados� en grupo, nadie se le sub�a a nadie. Pero cuando est�bamos solos Helio y yo, el insist�a en que �el perrito se le sube primero a la perrita�. Para entonces ya nos parec�a a ambos muy natural el rol de cada quien y yo no tuve inconveniente en permitirle que se me subiera antes de �pegarnos�. Solamente me sent�a un poco raro al ponerme en cuatro patas y sentir que me abrazaba y me pegaba su pubis por detr�s. Por eso, en grupo siempre me pon�a r�pidamente espalda con espalda con �l. En el fondo sospechaba que si los dem�s sab�an que Helio me montaba, nos iban a criticar bastante. Seguramente �l pensaba lo mismo porque en grupo nunca insisti� en sub�rseme. De cualquier manera, el juego ya estaba pasando de moda e incluso estaba dasapareciendo.
Solo Helio y yo continuamos jug�ndolo con frecuencia cuando est�bamos a solas. Al principio, cuando se me sub�a, solo duraba pegado un poco a mi trasero. Despu�s, poco a poco fu� alargando el tiempo. Finalmente empec� a notar que algo se le pon�a duro, lo sent�a en mis nalgas. Me d� cuenta que era su pene, se le paraba.
La segunda o tercera vez que se le par�, despu�s de que se me desmont� y antes de darnos la espalda para �pegarnos�, al enderezarme le v� el bulto en el pantal�n, se lo agarr� y apret�ndoselo le dije ��Mira!...�se te par�!...la tienes parada...�. Se la estuve apretando un poco y �l se dej� que lo hiciera sin saber que decir. A partir de entonces, siempre me volv�a para tentarle y apretarle la erecci�n despu�s de que se me desmontaba.
El juego desapareci� por completo en los juegos de la chiquiller�a del barrio, pero Helio y yo ya lo hab�amos incorporado definitivamente en nuestras reuniones a solas. En el patio de alguna de nuestras casas, en la casa abandonada, entre los trailers chatarra. Y es que ya se hab�a empezado a transformar en un juego sexual desde que empez� a montarme. Ya era un juego sexual porque �l ten�a erecci�n al frotarse en m�. De hecho, la mayor parte del tiempo que duraba el juego era en la montada, �pegados� dur�bamos muy poco.
La metamorfosis total del juego, de diversi�n a actividad sexual, ocurri� cuando, junto con otros chiquillos, vimos a dos perros cogiendo. El perro estaba montando afanosamente a la perra. Vimos claramente que el perro le estaba picando la cola, eso nos parec�a, a la perra con aquella cosa roja que le sal�a de la funda. Debido a la larga duraci�n del repetitivo jineteo, todos empezamos a distraernos y de pronto uno de los presentes exclam�: ��Ya est�n pegados!...�miren!�. Y efectivamente, los perros estaban pegados y no nos dimos cuenta c�mo ocurri�.
Pero cuando Helio y yo jugamos, a solas, a �los perritos pegados�, cuando me empin� para que me montara �l se abri� la bragueta, se sac� la picha y me dijo muy serio: �Primero tengo que picarte...�. Y puesto que yo hab�a visto bien claro c�mo aquel perro hab�a estado picando a la perra, y como yo hab�a asimilado ya muy bien mi papel de hembra, no tuve niguna objeci�n en que se me pegara por detr�s con su pene de fuera.
Sent� con claridad, a trav�s de mi pantal�n corto, los piquetes de su verga erecta. Cuando me desmont�, pronto me d� la vuelta y sent� un vuelco en el est�mago. Ya le hab�a visto antes la picha a Helio cuando orin�bamos juntos. Pero �sta era la primera vez que se la ve�a parada. Me impresion� mucho, �era tan diferente a la m�a!. La ten�a m�s larga que la m�a aunque era delgada, era algo blanca, del restirado cuerito se le sal�a casi media cabeza puntiaguda y muy roja, la ten�a panda y se le levantaba hacia arriba como busc�ndole el ombligo. De la impresi�n, esa vez solo atin� a morderme el labio inferior y respirar trabajosamente. Nos �pegamos� solo por inercia, por la costumbre del juego.
Esa vez ambos nos dimos cuenta que est�bamos traspasando una l�nea divisoria. La l�nea que divide un juego inocente de un juego er�tico, sexual. Tuvimos conciencia de eso. Creo que fu� esa vez cuando empezamos a perder la inocencia. Porque la siguiente ocasi�n ya no nos �pegamos�, est�bamos en la cabina de uno de los tractores de trailer chatarra, y despu�s de que estuvo pic�ndome me enderec� y agarr�ndosela le dije: �...�mira c�mo la tienes!...�est� bien dura!...�. Nos sentamos en el desvencijado asiento y emocionado se la estuve acaricioando y sobando. La tentaci�n y curiosidad que me daba la vista de la punta carmes� asomando de entre el prepucio me hizo que le jalara hacia abajo la piel y ...�se la pel�!... sin darme cuenta que pod�a haberlo lastimado.
Afortunadamente a Helio ya se le pelaba, quiz�s siempre se le hab�a pelado. A mi, en ese tiempo, a�n no se me pelaba, todav�a ten�a pegada la piel del prepucio al glande. Era la primera vez que ve�a un glande pel�n. Y Helio lo ten�a impresionante, tan rojo, tan puntiagudo. Y la verga tan dura, de piel tan clara, panda y tan enhiesta, agresiva. Estaba preciosa. No pude aguantarme y le dije: �...�Mira, se te pela!...�la tienes bien bonita!...�. Por si fuera poco, apenas cab�a de asombro al verle y tocarle los huevos, los ten�a enormes, mucho mas grandes que los m�os. No pude evitar pensar que tal vez por eso le sal�a tanta baba de aquella.
En adelante, cuando jug�bamos a �los perritos pegados� ya no nos �peg�bamos�, solo me pon�a en cuatro, �l se me montaba, me picaba un rato y luego nos sent�bamos para yo acarici�rsela y pel�rsela otro rato. Segu�amos llam�ndole �los perritos pegados� al jugueteo, aunque para entonces el nombre ya casi nada ten�a que ver con lo que hac�amos.
Ya rebasada la divisoria entre el juego inocente y el juego er�tico, tiempo despu�s Helio empez� a intentar llegar m�s lejos. Era verano y al regresar de la escuela a medio d�a, yo me quitaba el uniforme y me vest�a un short y camiseta. A menudo no usaba calzoncillo. Helio hac�a lo mismo en su casa. De modo que cuando inici�bamos el juego, el empinarme se me sub�an las mangas del short y a seguido Helio met�a por all� su verga bien parada y me picaba las nalgas y la cola. Cuando lo hizo por primera vez me sorprendi� y me sobresalt� el contacto de la lisa y tersa piel del miembro y de la punta de la cabeza que asomaba. Pero despu�s me turb� mucho cuando sent� que me mojaba las nalgas y cola con la baba que le sal�a de la punta. Yo sab�a que eran sus mecos, aunque en esa edad ni �l ni yo pod�amos producir todav�a espermatozoides. Nuestros sexos a�n no eran maduros. Me sent�a algo inc�modo con su mojadera y porque �l afanosamente me buscaba el ano y necesariamente llegaba a darme algunos piquetes en el culo y me lo mojaba con su l�quido viscoso. Pronto me d� cuenta que Helio quer�a cogerme. Ambos lo sab�amos pero no nos dec�amos nada al respecto. Ese era un terreno que ambos est�bamos empezando a experimentar y no sab�amos como enfrentarnos a �l.
Y aceptando t�citamente que lo siguiera intentando cada vez que nos pon�amos a juguetear, yo supe que tarde o temprano Helio me la iba a meter, supe que tarde o temprano me iba a coger. Me sent�a bastante confuso, sent�a mucha aprehensi�n, me asustaba la idea de que eso llegara a ocurrir. Y el p�nico me dominaba cuando llegaba a darme alg�n certero piquete y sent�a que me abr�a el ano. En ese momento yo de inmediato mov�a mis nalgas para librarme de su piquete aunque no pod�a evitar que me dejara bien lubricado el agujero.
Cuando me desmontaba, al mismo tiempo que me giraba para verle la verga bien parada, brillosa y babeante, me llevaba los dedos a mi cola para tentar la mojada de las nalgas, la rajada y mi agujerito. Retiraba la mano y ve�a mis dedos embijados formando hilillos de baba, los ol�a y percib�a el olor de sus mecos y su verga, para despu�s empezar a pel�rsela y pu�ete�rsela. Para entonces, despu�s de que se me bajaba, de manera autom�tica se sentaba al lado con las piernas abiertas y su larga picha al aire bien parada esperando que yo se la pelara y le hiciera la pu�eta. A mi me gustaba hacerle la pu�eta.
El d�a de la consumaci�n de nuestra uni�n sexual lleg� inesperadamente. La familia de Helio tuvo que salir de viaje de improviso. El era el mayor y para que no perdiera la escuela y para reducir gastos de viaje, decidieron que se quedara. La mam� de Helio fu� a pedirle a la m�a que le hiciera el favor de darle de comer al d�a siguiente. Tambi�n le pidi� que me permitiera ir a dormir con �l esa noche para hacernos compa��a y no se quedara solo. Ellas sab�an que eramos muy amigos. Mi mam� acept� con gusto.
Cuando regres� de la escuela ese d�a y me enter�, de inmediato me d� cuenta que me hab�a llegado la hora. Esa noche me la iban a meter. En la cama y a solas, Helio no iba a dejar escapar la oportunidad, ya no necesitaba haber el pretexto del jueguito. Helio se di� cuenta de lo mismo, sab�a que yo no podr�a resistirme y que ten�a que aprovechar esa noche para tener la primera relaci�n sexual de su vida, de coger por vez primera.
Yo anduve muy preocupado toda la tarde, solo platiqu� con Helio un rato, hablamos de la novedad de que estaba solo y de que dormir�amos juntos. Era un viernes. Ya de noche me ba��. A prop�sito hice mucho tiempo. Me ba�� a coinciencia, me lav� bien y profundamente el culo. Pero principalmente me tard� mucho porque quer�a hacer tiempo. Quer�a retardar lo m�s posible el encuentro, ten�a miedo y sab�a que era inevitable lo que iba a ocurrir cuando estuviera a solas con Helio. Mi mam� me apuraba a cada rato.
Por fin se me acabaron los pretextos y me fu� a la casa de Helio. El ya estaba ansioso esper�ndome. Se hab�a ba�ado muy temprano en la tarde. Estaba en calzoncillo. Aunque estaba un poco nervioso por estar solo, era la primera vez que se quedaba solo en casa, le di� mucho gusto al verme llegar. Nos pusimos a platicar y a entretenernos con un fajo de estampas que ten�amos y el �lbum de moda.
No duramos mucho con las estampas. Como a las once de la noche nos acostamos, ni en su casa ni en la m�a ten�amos televisor. En ese tiempo era un lujo inalcanzable para nuestras familias. As� que nos fuimos a la cama, �l decidi� que nos acost�semos en la cama de sus hermanas porque era grande, matrimonial, mientras que la de �l era un catre individual. El ya estaba en calzoncillos, yo me quit� el short y ya tambi�n en calzones me acost�.
Ya no hablamos, no dijimos nada. En cuanto estuvimos acostados, sobre la s�bana pues hac�a calor, Helio se lanz� al ataque. Se me arrim� y empez� a agarrarme las nalgas sobre mi trusa, luego empez� a baj�rmela. Yo solamente me qued� quieto y lo dej� hacer. Cuando se me repegaba pod�a sentir c�mo iba apareciendo r�pidamente su erecci�n. Pronto me baj� los calzones y se baj� y quit� los de �l. Yo estaba boca arriba y sent� que me picaba la pierna con su verga que ya ten�a bien parada. Me hizo ir dando vuelta hasta que qued� de espaldas a �l y tom�ndome de la cintura empez� a dar piquetes entre las nalgas. Pronto me moj� toda la rajada y por supuesto tambi�n el ano.
Luego se me fu� encima y me hizo quedar completamente boca abajo. Se levant� sobre sus manos y metiendo las rodillas entre mis corvas me abri� las piernas completamente. Descendi� sobre m� y metiendo una mano entre nuestros cuerpos se agarr� la verga y gui� la punta movi�ndola a lo largo de la rajada de mis nalgas para localizar la entrada. En cuanto sinti� el agujero de mi culo con su punta presion� con sus caderas, la punta me abri� el ano y se ator� all� por si sola. Ya bien colocado pas� ambas manos bajo mis axilas y vueltas hacia arriba me tom� fuertemente de los hombros. Y empez� a empujar.
D� un pujido cuando la cabeza me abri� todo el culo que me ardi� mucho a pesar de que la verga no era gruesa. Pero tambi�n sent� claramente que al momento de entrar, la cabeza se le pel� completamente. No la ten�a pelada cuando empez� a picarme ni cuando me la hab�a colocado en el ano. Seguramente a �l tambi�n le doli� cuando mi culo virgen se la pel� toda restir�ndole con fuerza su cuerito y se confundi� un poco. Pero enseguida se repuso, la calentura pudo m�s que la peque�a molestia de tener tan pelada la verga y tan restirado el prepucio. Volvi� a empujar, aunque ahora con m�s cuidado, y debido a la lubricaci�n inicial y a que segu�a expulsando mucha baba por la punta, la verga se fu� hundiendo lenta pero inexorablemente.
Me la empez� a meter. Sent� claramente c�mo iba resbalando la piel de su verga con mi restirado esf�nter y c�mo iba resbalando y abri�ndose paso la puntiaguda cabeza dentro de mi intestino, sent� c�mo iba avanzando dentro de mi vientre, cada vez m�s y m�s dentro de m�. Helio me la estaba metiendo, me estaba metiendo la verga. Sent� que ya me llegaba hasta el ombligo cuando me d� cuenta que sus ingles se empotraban entre mis nalgas, e incluso sent� cuando sus huevotes se pegaban a mi perineo, casi sobre mis peque�os huevitos.
Y as� con fuerza, bien abrazado a m�, me la dej� bien metida. Yo la sent�a bien metida dentro de m�, totalmente parada, dur�sima. La cabeza profundamente enterrada en mis entra�as. Aunque est�bamos a oscuras, yo ten�a los ojos pelones y la boca abierta al darme cuenta de que me estaban cogiendo. �Helio me estaba cogiendo!. Los dos est�bamos jadeando, hac�a calor y ambos est�bamos chorreando de sudor.
Por supuesto que ni �l ni yo sab�amos coger, no sab�amos qu� hacer despu�s de que me la meti�. Solo nos quedamos quietos, �l reteni�ndome bien pepenado y yo dej�ndome que me tuviera as�. Ambos asimilando la sensaci�n de lo que est�bamos haciendo. Helio por supuesto que estaba en la gloria, por primera vez estaba cogiendo con su verga, por primera vez estaba sabiendo lo que era meterla. Yo, despu�s del primer estupor y despu�s de pasar el dolor cuando entr� la cabeza, empec� a saborear la sensaci�n de tener la verga de Helio bien metida. Empec� a disfrutar el tener metida bien parada aquella verga que tanto me gustaba y que antes hab�a pelado tantas veces.
Solo espor�dicamente Helio, como por instinto, se pon�a a sacar y meter el falo con peque�os movimientos de cadera mientras, tambi�n instintivamente, yo levantaba r�tmicamente mis nalgas a su encuentro. Luego volv�a a meterla hasta la empu�adura y se quedaba quieto. Eso nos parec�a que era coger.
Despu�s de mucho rato, Helio me la sac�. No eyacul�, a�n no ten�a edad para eso. Simplemente se fatig� un poco con la posici�n y la continuada presi�n que ejerc�a contra mis nalgas. Por supuesto que cuando nos desprendimos, ten�a la verga bien parada y as� le dur� un buen rato, despu�s del cual solo se le baj� un poco.
Y un rato despu�s se me volvi� a subir. Esta vez yo solito me acomod� boca abajo, abr� las piernas y levant� mis nalguitas para recibirlo. Me la volvi� a meter profundamente y bien parada. Casi no me doli� cuando me meti� la cabeza, que �sta vez ya estaba bien pelada. Otro buen rato de cogida. Y nuevamente el desprendimiento con la verga bien parada al salir.
Me cogi� como cuatro o cinco veces. No supe a que horas nos quedamos dormidos, lo �ltimo que recuerdo es que est�bamos bien clavados. Pero amanecimos despegados. Ya despiertos me volvi� a coger. Me dijo: � Volt�ate, te quiero cochar otra vez...�. Yo me volv� boca abajo y le dije: � C�chame...�.
Y me coch� otras dos veces. Cuando descansamos la segunda vez me puse a agarrarle la verga que estaba a medio parar. La ten�a totalmente pelona, el cuerito bien arremangado, la cabeza bien roja, irritada, lo mismo que buena parte del prepucio. Se quej� de inmediato cuando se la toqu�. ��Aguas, me arde un chingo!�, me dijo. Yo reci�n hab�a tomado un espejito que estaba en la pared y me hab�a revisado el ano. Lo ten�a bien colorado, hinchado y tambi�n me ard�a. As� que le dije; ��Ah, s�?...�pues ahora agu�ntese!...para que vea lo que se siente...�as� me ardi� mi colita cuando me meti� esta cosa!...�ahora agu�ntese, cogel�n!...�. (No pretendo que este �ltimo di�logo sea un recuerdo fiel, han pasado muchos a�os, pero es una representaci�n de lo que dije en aquella ocasi�n).
Se la estuve pelando un rato pero con mucho cuidado, pues no quer�a lastimarlo, en verdad que se le ve�a bien irritada. Tambi�n le estuve acariciando sus enormes huevotes. Ya no cochamos, se hab�a hecho tarde y mi mam� no tardar�a en ir a buscarnos para que fu�ramos a desayunar. Nos levantamos y nos vestimos.
Durante alg�n tiempo, muy de vez en cuando, tuvimos la oportunidad de coger. Pero no pudimos estar nuevamente una noche completa, ni siquiera un buen rato. Solo ten�amos tiempo para que Helio me la metiera y me cochara un momento. Siempre corr�amos el riesgo de que nos descubrieran. Luego, los azares de la vida nos separaron y no volvimos a enconrarnos hasta varios a�os despu�s, ya desarrollados. Y entonces, solamente en una ocasi�n, tuvimos una relaci�n sexual completa. Esta vez Helio ya ten�a su sexo bien desarrollado, ya no la ten�a delgada, la ten�a como todo un hombre. Me desflor� y se vino eyacul�ndome los espermatozoides de sus poderosos test�culos.
F I N.