Hola otra vez. Aunque suene a t�pico, no tengo palabras para
agradecer las lecturas y comentarios que ha recibido mi primer relato. Doy las
gracias tambi�n a los que me hicieron ver el error en el resumen, cuando dec�a
que me separ� dos meses ANTES de quedarme embarazada. Algunos pensaron
acertadamente que se trataba de un lapsus y que en relidad quise decir, dos
meses DESPU�S. Por otra parte, no era mi intenci�n escribir un segundo relato ni
tampoco una continuaci�n del primero, pero la inesperada acogida de mi primer
relato, merec�a, cuando menos, un segundo, sin otra pretensi�n que la de incluir
este mensaje de agradecimiento, ya firmado.
En mi anterior relato cont� como los cuidados que mi padre me
prodigaba durante mi embarazo, encendi� en nosotros una atracci�n brutal entre
macho y hembra que nos llev� a una relaci�n en la que el sexo y el morbo
dominaban por igual. Hoy contar� algunos detalles de esta relaci�n para que vean
como nos "acoplamos", en todos los sentidos del t�rmino, mi padre y yo.
Mi padre, como ya cont�, llevaba varios a�os viudo y desde la
muerte de mi madre se hab�a vuelto m�s solitario a�n de lo que ya era cuando
�sta viv�a. Seg�n me confesar�a en una de nuestras interminables charlas
�ntimas, mi madre no le satisfac�a sexualmente y desde tiempo antes de quedarse
viudo, se hab�a refugiado en un mundo interior poblado de fantas�as sexuales.
-Hija, me dijo, si no me he casado ya ni he buscado con qui�n
hasta este momento es porque ya despu�s de tanto tiempo fantaseando, las
relaciones "normales" con mujeres "normales" no me satisfacen, s�lo el morbo me
satisface. Si tu me pones tan caliente, es porque eres mi hija, porque eres el
morbo supremo.
-Oh! -exclam� yo un poco desilusionada- entonces mi cuerpo no
te gusta?
-Pero Sara, qu� dices! Tu cuerpo me vuelve loco, amor...-me
dec�a toc�ndome las nalgas- pero no es s�lo el cuerpo de la mujer que eres lo
que me me transporta, es sobre todo el cuerpo de mi hija.. Y como para sellar lo
que dec�a, acercaba su boca a la m�a dici�ndome:
-Dame tu leng�ita...
Yo sacaba un poco la lengua con la boca entreabierta y �l me
la chupaba con amor mientras sus manos se apoderaban suave pero firmemente de
mis tetas por encima del vestido. Mientras me las acariciaba suavemente y me las
presionaba, mi padre continu�:
-El morbo que he sentido al mamar y orde�ar las tetitas de mi
hija, no lo ha igualado nada hasta el momento, amor.
Y ronroneaba mientras llevaba su mano por debajo de mi
vestido hasta mis nalgas, atray�ndome hacia s� y frot�ndose con mi pubis. Met�a
su mano desde atr�s llegando hasta mi rajita, ya h�meda, y me la toqueteaba
entera, me la pellizcaba, me met�a la puntita del dedo coraz�n, mientras me
dec�a ya totalmente excitado:
-Y esta rajita, amor, mmmm, esta rajita...
(En esas ocasiones, a mi padre le encantaba ponerse de
rodillas ante m�, separarme las piernas, apartarme un poco las bragas, si las
llevaba, hacia un lado, y meter su lengua entre los labios de mi co�ito
excitado.)
Ya dije que desde aquella primera vez en que, estando
embarazada, mi padre sinti� el contacto de mi vagina h�meda y yo el de su
inmenso rabo erecto en mi interior, nos entr� tal calentura que no paramos de
hacerlo, y de locura por cierto. Pero creo que los acoplamientos propiamente
dichos, aunque fuesen excelsos, eran el simple desenlace de situaciones de
m�xima excitaci�n que hac�amos durar el mayor tiempo posible. Porque todav�a no
he dicho que yo, como mi padre, sent�a una enorme excitaci�n con las situaciones
morbosas.
Un d�a me pregunt� mientras me acariciaba las piernas y los
muslos estando �l sentado en el sof� y yo recostada con mis piernas encima de
las suyas. (Debo aclarar que a mi padre le encantaba que charlaramos as�, en esa
posici�n. Le encantaba acariciarme las piernas, sobre todo por la cara interna
de los muslos. Con un movimiento suave, me las separaba un poco y me levantaba
un poco la falda o el vestido para mirarme el co�ito a trav�s de las bragas y,
subiendo su mano por mis muslos, pellizcarme suavemente los labios por encima de
la tela).
-
-Sara, cu�ntame t�...
Yo le cont� brevemente que era (o hab�a sido) bastante
retra�da en el sexo, que como en casa nunca se hablaba de sexo ni se mencionaba
directamente nada que tuviera que ver con �l, hab�a crecido en la creencia de
que cada vez que follaba, incluso con mi marido, estaba haciendo algo malo. Pero
como las relaciones con �ste hab�an resultado al final (y al principio) bastante
frustrantes, me refugi� tambi�n en un mundo de fantas�as calientes que avivaba
mis noches, incluso mis d�as. As� que yo, como mi padre, necesitaba una relaci�n
especial. Descubrimos pues una calentura com�n reprimida que se desat� a
poco que nuestros cuerpos se acercaron. Con mi padre me sent�a libre para
mostrar mi deseo en cualquier momento, en cualquier situaci�n, porque sab�a que
verme excitada lo volv�a loco. Y viceversa. A veces, estando yo ocupada en
cualquier cosa y crey�ndolo ocupado tambi�n a �l, me llamaba desde donde
estuviera. Yo iba a ver qu� quer�a y me lo encontraba excitado, con el miembro
erecto y temblando de deseo. Me miraba acarici�ndose y me dec�a:
-Estaba pensando en tu chochito y mira como se me ha puesto,
hija...
A veces yo se la chupaba con toda la lascivia de la que era
capaz, otras me la met�a, otras se corr�a entre jadeos mientras me sobaba las
tetas metiendo su mano por mi escote o bajandome una tiranta del vestido. Si me
quedaba con los pechos desnudos, sol�a decirme:
-Mu�veme esos pechitos, Sara...
Y yo se los mov�a y lo provocaba con ellos, sob�ndomelos yo
misma delante de su boca...
As� pues, entre mi padre y yo se sell� un pacto secreto de
complicidad morbosa que vivimos plenamente. Nos cont�bamos nuestras fantas�as y
nuestros gustos e invent�bamos situaciones y personajes con los que d�bamos
rienda suelta a nuestra caliente imaginaci�n. Nos gustaba decirnos cositas
obscenas o hacernos gestos provocadores, especialmente con la lengua, cuando
est�bamos a cierta distancia cada uno ocupado en algo (la lengua de mi padre me
hac�a vibrar incluso de lejos!). Aunque yo no era ninguna ni�a, mi padre hab�a
vivido m�s que yo, am�n de conservar un poder simb�lico por ser mi padre, que
nunca perdi�, as� que era �l el que me conduc�a a m� por los caminos m�s
retorcidos del placer. Eso s�, jam�s abus� de su poder como padre para dominarme
o humillarme, al contrario, �l me liberaba haciendo aflorar mis deseos
reprimidos, mis inclinaciones inconfesables o inconfesas.
Es as� como, por ejemplo, mi padre me condujo al placer
induci�ndome a mirar. La primera vez fue durante el verano, meses despues de
nacer mi primer hijo. Fuimos de vacaciones a la costa y mi padre me propuso que
pas�ramos unos d�as en una playa nudista. As� que nos fuimos, �l, mi hijo, la
canguro y yo. Me confes� que le gustaba much�simo mirar y que tambi�n le
excitaba que me miraran a m�. El primer d�a, estabamos en la playa tomando el
sol. Laura, la canguro, cuidaba de mi hijo bajo la sombrilla. Al poco veo que mi
padre sentado en una hamaca leyendo el peri�dico, tiene una erecci�n visible y
momentos despues me dice: voy al agua, vienes? Medio se fue tapando conmigo
hasta llegar al agua aunque semejante polla tiesa era dificilmente disimulable.
Nos metimos en el agua y cuando estuvimos dentro, me agarr� las tetas por detr�s
y me coloc� el rabo entre las nalgas mientras me dec�a, mirando hacia la
sombrilla donde estaban la canguro y mi hijo:
-Has visto las tetitas que tiene la chica?
Yo me qued� muy sorprendida del comentario y le dije un poco
ofuscada que no me hab�a fijado.
- No te has fijado? Pues tiene unos pechitos que ummmmmm....
Me dec�a mientras excitaba los m�os y se abr�a camino por mis
labios hasta el interior de mi vagina, haci�ndome gemir... All� en al agua, mi
padre me penetr� e hizo que me corriera dici�ndome obscenidades sobre las tetas
y el conejito de Laura.
Despues de haberme dicho eso, puse atenci�n en los pechos de
Laura, que a decir verdad, eran una maravilla pero me molestaba que mi padre
mirara a otras y se pusiera tan caliente con ello. Este sentimiento ces� cuando
me percat� de que le gustaba mirar... pero quer�a hacerlo conmigo. Esa misma
noche despues de cenar, Laura se llev� el ni�o a su habitaci�n y nosotros fuimos
a tomar algo. Cuando volvimos, entramos en la habitacion para ver si todo iba
bien, si el ni�o dorm�a. Ambos dorm�an como troncos. El ni�o en su cuna y Laura
en la cama, medio destapada, con un camisoncito corto del que se hab�a bajado un
poco por un lado hasta dejar su pecho justo por encima del pez�n, que casi
asomaba. Mi padre se acerc� a m� por detr�s, como cuando estabamos bajo el agua
y empez� a sobarme y a restregar su paquete con mis nalgas, ambos mirando los
pechos de Laura.
-Mira que tetitas, cielo...
Diciendo esto, se inclin� sigilosamente sobre Laura, acerc�
su mano, meti� un dedo h�bil e imperceptible por la tiranta del camison y tir�
delicadamente de ella hacia abajo hasta que el pez�n, un poco ancho y rosadito,
qued� al descubierto. Laura no se inmut� pero yo s�. Y de qu� manera. Ganas me
dieron de que mi padre me cogiera all� mismo mir�ndola. Lo que s� hicimos all�
antes de irnos a nuestra habitaci�n a comernos vivos, fue besarnos glotonamente
imaginando que era el pechito de Laura lo que chup�bamos, sellando as� nuestro
pacto de mirones. Los d�as sucesivos, en la playa, ni mi padre ni yo le
quit�bamos ojo a Laura. A veces ella nos ofrec�a el espect�culo de su rajita en
diversas posiciones, cuando se pon�a a cuatro patas para atender al ni�o o
cuando tomaba el sol con las piernas semiabiertas. Yo no s� c�mo Laura no se dio
cuenta de nuestras miradas ni del meneo que se daba mi padre en la polla por
debajo de la toalla o del peri�dico que se pon�a encima de las piernas para
disimular. El caso es que cuando ya no pod�a m�s, se acercaba a m� dici�ndome al
o�do: quiero cogerte... Y nos �bamos al agua o al hotel. Para acallar mi
desconfianza, mi padre me dec�a mientras permanec�amos pegados, como perritos,
durante largo rato, gimiendo y jadeando:
-Sara, Laura me pone a mil pero a ti es a qui�n quiero coger
dia y noche...
En ese veraneo no fue Laura la �nica que nos proporcion�
excitaci�n extra, mi padre y yo disfrutamos igualmente excitando a un se�or que
se pon�a siempre cerca de nosotros en la playa. Aunque debo reconocer que
tambi�n se le iban los ojos detr�s de nuestra canguro, era principalmente a m� a
qui�n miraba un tipo que tendr�a la edad de mi padre pero bastante peor
conservado. Mi padre lo miraba de soslayo y cuando ve�a que el tipo se cubr�a
las piernas con una toalla, me dec�a al o�do:
-Sara, lev�ntate que te vea bien, lo tienes a mil...
Yo hac�a lo que me ped�a mi padre. Incluso a veces, me pon�a
a cuatro patas, jugando a hacer un pozo en la arena, de manera que aquel hombre
pudiera verme bien la rajita por detr�s. A mi padre se le pon�a como un palo de
tiesa al ver como el tipo casi babeaba mir�ndome y toc�ndosela cada vez m�s
r�pido por debajo de la toalla.
En otra ocasi�n, si teneis paciencia para seguir leyendo, os
contar� m�s detalles de ese veraneo, pero antes quisiera aclarar algo. En mi
anterior relato dije que contar�a una historia que sucedi� cuando me fui a vivir
con mi padre tras mi separaci�n, pero que esta situaci�n duraba todav�a. Sin
embargo, la lectura de mi relato, escrito en pasado, pudiera dar la impresi�n de
que se trata de una situaci�n acabada, de algo que sucedi� pero que no tiene que
ver con el presente. En realidad, ambas cosas son ciertas en parte, es decir, ya
no vivo con mi padre ya que �ste, poco despu�s de mi segundo embarazo empez� a
hablarme de la conveniencia de regularizar mi situaci�n con otro hombre, al que
no le dir�amos, claro, qui�n era el padre de mi segundo hijo. Eso no tardar�a en
suceder y ahora estoy casada nuevamente. Pero, por otra parte, mi padre y yo
seguimos teniendo relaciones �ntimas. En realidad, m�s que por motivos de
conveniencia social, yo creo que le le llev� a convencerme para que me casara
fue el deseo de llevar el morbo al extremo, cogi�ndome en mi propia casa y a
veces incluso mientras mi marido duerme o sale a hacer alg�n recado.
Afortunadamente s�lo viene a pasar los fines de semana con el pretexto de estar
con los nietos, porque a veces temo que mi marido nos sorprenda en actitud
impropia de un padre y una hija. S�lo os dir�, para que os hag�is una idea, que
un d�a, mientras mi marido podaba el cesped, mi padre y yo hicimos un 69 de
infarto. �l estaba leyendo en el estudio de mi marido y yo me hab�a puesto a
ordenar unos libros en la estanter�a. Lo cre� absorto en la lectura cuando me
dijo:
-Como sigas moviendo el culito como lo est�s haciendo, no
respondo de mis actos!
Yo le respond�:
-Pap�, por favor, que est� Jaime en el jard�n, qu� cosas
tienes...
No bien hube acabado mi frase cuando veo que mi padre se saca
la polla y se la empieza a menear. Yo, al ver su mirada lujuriosa y su polla
tiesa, pens�: "mientras oigamos la m�quina cortacesped, no hay que preocuparse".
As� que me arrodill� ante �l, que permanec�a en el sill�n con las piernas
abiertas y la polla en la mano, y empec� a mam�rsela lentamente. Con un gesto
decidido, me tumb� en la alfombra, se tumb� sobre m� metiendo su cara entre mis
piernas y su polla en mi boca. De repente, o�mos que la m�quina cortacesped se
para. Permanecimos quietos, atentos, yo con la polla de mi padre palpit�ndome en
la boca, �l mordi�ndome el chochito y conteniendo la respiraci�n. El coraz�n se
me iba a salir hasta que volvimos a oir el ruido tranquilizador de la m�quina
cortacesped. As� estuvimos chup�ndonos no s� cuanto tiempo, al ritmo de las
paradas de la m�quina, que se repitieron, aumentando nuestra calentura. Los
huevos de mi padre estaban repletos de leche y yo ya me hab�a corrido una de las
veces que mi padre dej� la boca quieta en mi rajita abierta, con su lengua
roz�ndo imperceptiblemente el cl�toris. Pero quer�a m�s. C�mo os podreis
imaginar, la corrida de mi padre fue monumental e hizo que me corriera otra vez
oy�ndolo a �l correrse y sinti�ndolo en mi boca:
-Hija, qu� bien mamas...! Me dijo todav�a entre jadeos...
Y as� vamos tirando, con nuestra doble vida y con nuestro
doble pecado de incesto e infidelidad. A veces mi marido me coge por la noche y
mi padre por la ma�ana, apenas sale aquel de casa, o a la hora de la siesta.
Pero los fines de semana que viene mi padre a casa suelo pretextar algo para no
follar con mi marido, lo cual no siempre me resulta f�cil porque cuando est� mi
padre en casa yo siempre ando con los pezoncitos empinados por su causa y mi
marido lo nota y se excita. Lo cierto es que no puedo renunciar a pap� y, a
pesar del riesgo que corremos, no me resisto a complacerlo cuando en una breve
ausencia de mi marido, me toca los pechos y me dice:
-Hija, dame de mamar...
C�mo en el tiempo en que lo amamantaba, yo me desabrocho el
vestido, me bajo el sujetador y le ofrezco mis tetas. Y puedo decir que ning�n
hombre me las ha excitado con la amorosa lujuria con que lo hace mi padre.