Relato: Solo machos Quiero aclarar Responsablemente que la Siguiente Historia
no fue escrita por Mi, pero como se trata de una Historia que se va a agradar a
todos deseaba compartirlas con Vosotros fieles amantes de los Buenos Relatos y
ya que La Pagina donde fue escrita originalmente ya no existe, pens� que seria
una gran Pena que la Historia se Perdiese.
SOLO MACHOS
En mi oscura habitaci�n, cerca ya de la medianoche, empujo las s�banas con los
pies y dejo que el fresco aire que entra por la ventana enfr�e mi cuerpo
acalorado. Me quito los calzoncillos y desnudo me estiro para sentir mejor la
sensual caricia de las s�banas limpias y olorosas. Tengo la verga dura y tensa.
Siento el glande rozando apenas el ombligo y me aprieto los huevos con una mano
mientras con la otra me acaricio el miembro de forma lenta. Bajo mis ojos
cerrados, en el oscuro mundo de mis fantas�as, desfilan aquellos hombres
prohibidos, m�ticos e inalcanzables, aquellos imposibles de obtener, y los
�nicos que realmente me interesan: los machos.
Si, tal vez suene est�pido, pero estoy seguro que no soy el �nico. Debe haber
muchos como yo, que en alg�n momento de su vida descubrieron el encanto y la
deliciosa perversi�n que se obtiene al someter a un macho a nuestros deseos. El
infinito goce que resulta de lograr que alguien que jam�s ha tenido ni siquiera
la idea de tener sexo con otro hombre descubra el placer de hacerlo precisamente
con uno.
Mientras me acaricio y me dejo llevar por las sensaciones de mi cuerpo, traigo a
mi memoria la primera vez que vi a un macho sometiendo a otro macho. Esa primera
vez que definitivamente logr� marcarme.
Tendr�a apenas 13 o 14 a�os. Las hormonas en plena ebullici�n y los minutos y
horas del d�a dedicados enteramente a pensar en el sexo. En ese momento,
�nicamente las chicas me interesaban. Compraba revistas a escondidas de mis
padres, y consegu�a pel�culas prestadas con mis amigos. Me masturbaba a la menor
provocaci�n y so�aba con el d�a que pudiera conseguir que alguna chica me dejara
meterle mi ansiosa verga y probar por fin los placeres del sexo entre dos. Antes
de que eso pudiera suceder, la suerte o el destino, me hicieron cambiar mi
limitada visi�n del sexo.
Mis padres hab�an planeado salir el fin de semana, para visitar a una hermana de
mi madre que estaba enferma. La t�a viv�a en una ciudad cercana, y el plan era
salir el viernes por la tarde y regresar hasta el domingo. El viernes por la
ma�ana me despert� con un fuerte dolor de garganta, y ya para la tarde la fiebre
me oblig� a guardar cama. La salida estuvo a punto de cancelarse, pero mi pap�
convenci� a mi mam� para que se fueran ella y mi hermana, prometiendo cuidarme
todo el fin de semana. Y ellas se fueron.
Mi pap� es un tipo genial. En aquel tiempo �l era un dios para m�. Alto, moreno,
velludo, autoritario y fuerte, representaba para mi la imagen de lo que deb�a
ser un hombre, un macho. Tambi�n era responsable y trabajador, el jefe de la
casa, y quien ten�a la �ltima palabra para todo.
Me cuid� toda la noche y se asegur� de darme la medicina a la hora justa. Me
pas� todo el s�bado entre el sopor de la fiebre y el sue�o profundo que me
provocaba la medicina. Despu�s de sudar bajo las mantas durante todo el d�a, me
despert� cuando ya casi anochec�a. Ten�a la garganta seca y una sed endemoniada.
Tambi�n ten�a una erecci�n de campeonato, no se porqu�, y el roce del pijama
hac�a que el pito se me endureciera m�s todav�a. Me levant� para buscar un vaso
de agua y sal� descalzo para no hacer ruido. No quer�a que mi pap� me
descubriera con semejante bulto bajo los pantalones.
Baj� las escaleras en absoluto silencio y me detuve en seco al escuchar a mi
pap� hablando con alguien. Lo hac�a en voz baja, y la curiosidad hizo que me
fuera de puntillas hasta la zona de la escalera donde podr�a ver con quien
hablaba. Por mi mente excitada y calenturienta pasaron varias ideas, sobre todo
de mujeres preciosas y desnudas que abiertas de piernas se recostaban en el
sill�n de nuestra sala mientras esperaban a que mi padre se las cogiera. Pero
no. Me desilusion� r�pidamente. Era Andr�s, mi padrino, con quien platicaba mi
pap�. Sin embargo, algo en la actitud de los dos me hizo seguir en silencio y
observando.
- Que no, compadre, ya te dije que no puedo - le explicaba mi pap�.
- No seas asi, acomp��ame, - le rogaba mi padrino - solo ser� un ratito.
- Ya te dije que mi hijo est� enfermo y que promet� cuidarlo.
- Pues te lo vas a perder, y mira que hay una rubia preciosa, con unas tetas de
este tama�o - sus manos imitaron unos senos descomunales sobre su pecho - y unas
nalgotas que no te imaginas.
- Tan buenas como las tuyas, compadre? - dijo mi pap� p�caramente.
- No mames! - dijo Andr�s muerto de risa.
Mi pap� siguiendo la broma le agarr� las nalgas a mi padrino, mientras le hac�a
una mueca de fingida lujuria. Andr�s brinc� alej�ndose de las manos fuertes y
velludas de mi pap� y le dio la espalda. Mi pap� continu� tras de �l y lo abraz�
desde atr�s, repeg�ndole la pelvis sobre su trasero.
- En en serio, compadre, tienes un culo riqu�simo - le dijo al o�do mientras
empujaba de nuevo su pubis sobre las nalgas de Andr�s.
- Epale, cabr�n, apl�cate! - contest� mi padrino - ya hasta te sent� la reata -
y trat� de zafarse del abrazo.
- Y a poco no te gust�, compadre? - dijo melosamente mi pap� sin soltarlo del
todo.
- Como crees?, si yo no soy puto - dijo en tono enfadado.
- Pues si yo tampoco, compadre, pero un culo es un culo, y me vas a perdonar,
pero el tuyo est� buen�simo.
- No chingues!, ya d�jate de juegos, compadre - dijo Andr�s ya menos
convincente.
De alguna forma el piropo le agradaba y mi pap� se percat� de eso. Not� que
efectivamente, el pene de mi pap� se dibujaba perfectamente bajo sus pantalones
y que ya estaba cachondo. Sigui� insistiendo.
- Quien se va a enterar, compadre? - dijo volviendo a acercarle el bulto a los
gl�teos de mi padrino - esto se queda solo entre tu y yo, te lo juro.
- No me jodas, compadre. Ya te dije que no le hago a eso.
- Como me dices eso? - insisti� mi pap� - con este rico par de nalgas que tienes
no me puedes reprochar que me caliente - y mientras le repegaba la reata,
comenz� a acariciarle las nalgas con una mano, mientras la otra se la met�a
entre los botones de la camisa - mmmm, y hasta un par de ricas chichitas tienes,
cabroncito.
- Ya p�rale - se defend�a Andr�s, pero ya con mucha menos convicci�n.
Mi pap� segu�a acarici�ndole el pecho y las nalgas, mientras lo iba empujando
contra la espalda del sof�. Cuando lo arrincon� all�, comenz� a chuparle una
oreja, inundando con su c�lido aliento la oreja de Andr�s. La mano que le
acariciaba el pecho descendi� hasta llegar a la hebilla del cintur�n y
diestramente lo desabroch�. Sin dejar de presionar al compadre contra el sill�n,
logr� bajarle los pantalones y poco despu�s los calzones. Empuj� suavemente a mi
padrino sobre el sill�n, de modo que frente a �l �nicamente quedaron las blancas
nalgas de Andr�s.
La desilusi�n que hab�a sentido al percatarme de que no hab�a ninguna mujer en
la sala acompa�ando a mi pap� se me olvid� por completo. A estas alturas, mi
verga estaba tan dura como la de mi padre y comenc� a mene�rmela sin perder
detalle de aquella nueva e inusual forma de seducci�n. Mi padrino, tan
masculino, tan viril y tan macho, yac�a con el culo desnudo, totalmente
indefenso, subyugado por el poder de persuasi�n, subordinado a otro macho y
decididamente a merced de sus deseos. Los m�os parec�an ya querer explotar. El
calor, la fiebre, la sed, todo se combinaba para que en mi cuerpo ocurrieran las
sensaciones m�s ins�litas y desconocidas. Dej� de masturbarme. El placer era
inmenso y deseaba prolongarlo lo m�s posible.
Vi a mi padre arrodillarse frente a los blancos gl�teos de Andr�s y acariciarlos
primero con sus manos y luego con su boca. Mi padrino ten�a las manos apoyadas
en el asiento del sill�n y al sentir las caricias trat� de incorporarse, pero mi
pap� lo mantuvo empinado y sigui� bes�ndole las nalgas, sin dejar de decirle a
su compadre, entre murmullos de pasi�n, lo mucho que le gustaba su trasero.
Nunca hab�a visto antes a mi padrino desnudo, y tampoco a mi padre. La escena
era grotesca, ins�lita a mis ojos, pero incre�blemente cachonda y sensual. Las
nalgas de mi padrino eran blancas, anchas y carnosas, y descubr� que un culo
masculino tambi�n puede ser objeto de deseo, y seguramente mi padre pensaba
igual, porque separ� las nalgas y con un suspiro de satisfacci�n hundi� la
lengua entre la raja de mi padrino y comenz� a lamerle el ano. Andr�s solt� un
prolongado quejido que pareci� salirle desde muy adentro. Sus piernas se
separaron un poco m�s y mi padre meti� su lengua mas profundamente.
Entonces mi padre se puso de pie, se abri� la bragueta y se sac� la verga. Su
miembro, moreno y duro, largo y cabez�n se aproxim� al blanco trasero de Andr�s,
que rendido, ya no hac�a intentos por incorporarse siquiera. Un poco de saliva
en la gruesa e hinchada cabeza y otro poco en el escondido agujero de mi
padrino. Y all�, frente a mis excitados ojos, la fulminante penetraci�n. Un
macho poseyendo a otro. Haci�ndolo suyo y solo suyo. Por primera vez. La entrega
total y absoluta, el abandono de cualquier idea preconcebida, y la forma en que
una verga, un simple pedazo de carne, logra someter la masculinidad de otro.
As� empez� mi sue�o, mi fantas�a. Extasiado, vi a mi pap� cogerse a su compadre.
Escuch� sus jadeos, sus violentas embestidas, el sonido de las nalgas de mi
padrino chocando contra las caderas de mi pap�. Vi a Andr�s abrir la boca y
gritar cuando la verga le entr�, y sus manos crispadas agarrarse del sill�n como
si as� pudiera paliar el dolor de la penetraci�n. Vi como mi pap� lo sujetaba
por la cintura y lo obligaba a recibir por el culo hasta el �ltimo cent�metro de
su verga endurecida, y ya perdidos en el placer, vi a ambos perder toda noci�n
del tiempo y el espacio hasta terminar como animales, jadeantes y sudorosos.
Al terminar, Andr�s se incorpor� y mi padre lo abraz�. No con amor ni nada
parecido, sino como amigos, como hombres que se felicitan despu�s de un partido.
Andr�s se subi� los pantalones y ya para salir mi padre lo abraz� otra vez desde
atr�s, repeg�ndole el sexo nuevamente mientras le dec�a algo al o�do que no
alcanc� a escuchar, pero logr� arrancar una sonora carcajada de mi padrino, que
como muchas otras veces, se despidi� y sali� de la casa como si nada hubiera
sucedido.
Volv� a mi cuarto inmediatamente. Ya no necesitaba agua, ni me importaba nada.
Me tumb� en la cama y me arranqu� la ropa en tres segundos. Con apenas unos
cuantos tirones a mi endurecida verga tuve uno de esos orgasmos de campeonato,
mojando mi abdomen con una copiosa carga de semen y me dorm� poco despu�s, aun
so�ando con lo que acababa de ver.
Despu�s de aquel d�a, las cosas volvieron a ser lo de siempre. No cambi� para
nada la imagen que ten�a de mi padre, y tampoco de mi padrino. Cuando los vi
juntos, en una comida familiar, ellos se comportaron como siempre, pero yo no
pude evitar tener una erecci�n con tan solo recordar lo que ellos hab�an hecho.
Al parecer lo sucedido no los hab�a cambiado, pero a mi s�.
Empec� a desarrollar esta fantas�a, la de someter a otro hombre, la de lograr
ser el primero que gozara de su culo y enviciarlo con mi verga. Empec� a mirar a
todos los hombres con otros ojos. A mis primos, a mis compa�eros de clase, a mis
vecinos, a los que encontraba en las calles y a cualquiera que luciera bien
macho. Encontr� a varios interesados, pero en cuanto me percataba de que ten�an
tan siquiera un dejo afeminado, o algo que me indicara que ya lo hac�an con
hombres desde antes, perd�a todo inter�s. Yo no quer�a cogerme a cualquiera, yo
sab�a bien lo que buscaba y finalmente lo encontr�.
Se llamaba Julio. Era el capit�n del equipo de futbol del colegio y
definitivamente el terror de todas las chicas. Ten�a fama de gal�n y seg�n
contaban, la mitad de las chicas del sal�n ya hab�an sucumbido a sus encantos. Y
vaya que ten�a encantos. No era muy alto, pero si muy apuesto, con un pelo rubio
opaco bastante largo y sedoso que acostumbraba a usar amarrado en una coleta,
que seg�n todas las chicas, encontraban adorable. Yo no me fijaba mucho en la
coleta, pero si en la cola. Tenia un trasero digno de aparecer en cualquier
revista de hombres desnudos. Lo hab�a visto algunas veces desnudo en los
vestidores, al final de los partidos, y no hab�a quien le ganara. Sus nalgas
eran perfectas, redondas y firmes, musculosas, con apenas un ligero vello dorado
casi imperceptible, y llenaba los jeans de una forma casi obscena. Las chicas
babeaban por su cuerpo, y uno que otro chico tambi�n.
En mi fantas�a, �l representaba el macho inalcanzable, incorruptible, imposible
de conseguir, y por tanto, se convirti� en el objetivo de todos mis sue�os.
Pasaban los meses y yo no encontraba la forma de conseguir nada con Julio. Mi
inexperiencia era tremenda, y solo el deseo prohibido y morboso de sus nalgas me
hac�a seguir adelante. Nos conoc�amos, se pod�a decir que ten�amos una amistad,
pero no �ramos �ntimos ni nada parecido. La cosa pintaba bastante dif�cil hasta
que Julio, estrella del futbol, recibi� el resultado de sus calificaciones
semestrales, tan malas que le informaron que se le daba de baja del equipo hasta
que lograra subir su promedio con los ex�menes finales.
Julio era muy guapo, atl�tico y popular, pero no precisamente inteligente. La
pandilla con la que se juntaba eran muchachos por el estilo, siempre pasando con
el promedio m�nimo, y por tanto, incapaces de ayudarlo. Julio necesitaba a
alguien mas aventajado en la cuesti�n acad�mica, y all� encontr� mi oportunidad.
Me acerqu� a �l, le ayud� con algunas tareas, le expliqu� algunas clases que no
ten�a muy claras, y me gan� su confianza. De esa forma consegu� que me invitara
a su casa, y varias tardes a la semana nos encerr�bamos en su habitaci�n,
estudiando casi siempre, pero tambi�n bromeando y jugando. Hubo muchas
oportunidades para mirarlo a mi antojo. A veces en short, a veces en pijama, a
veces en calzones, e incluso, un par de ocasiones desnudo, saliendo de ba�arse.
Yo viv�a en perpetuo estado de excitaci�n. El no lo sab�a, pero mi fantas�a ya
era una obsesi�n. Deseaba su culo como nunca hab�a deseado nada m�s. En aquellas
tardes descubr� otra cosa de Julio, era extremadamente vanidoso, y decid�
aprovecharlo.
Una de esas tardes en su casa, nos quedamos solos. La mam� hab�a salido y el
grueso libro de historia nos ten�a mortalmente aburridos y a punto de quedarnos
dormidos. Julio decidi� tomar una ducha para despejar la mente y quitarse el
sue�o. Lo vi arrojar la ropa descuidadamente, ajeno a mi mirada vigilante,
incapaz de imaginar lo mucho que deseaba su precioso trasero. Se encamin� al
ba�o, y la vista de sus hermosos gl�teos al caminar me enderezaron la verga
furiosamente. Atisb� su cuerpo en la ducha, las gotas de agua resbalando por su
fina espalda hasta la majestuosa grupa, cayendo por sus musculosas piernas de
futbolista. Se agach� enjabon�ndose y hubiera ca�do de rodillas detr�s de �l
sino hubiera sabido contenerme. Regres� a la habitaci�n justo a tiempo de verlo
salir despreocupadamente sec�ndose su larga cabellera. De frente, su pubis
h�medo y rubio coronaba un miembro grueso y corto, escondido en su capullo de
carne, pero apenas le dediqu� una mirada. Deseaba que se diera vuelta, deseaba
mirar el objeto de mi adoraci�n, y Julio sin saberlo, cumpli� mi deseo, d�ndose
vuelta para buscar en la c�moda algo de ropa que ponerse.
- Oye Julio, - le dije descuidadamente - me parece que est�s engordando.
- No friegues, - contest� preocupado mir�ndose el vientre - tu crees?.
- Si - continu� - como que te veo algo de lonja, y hasta las nalgas un poco
flojas - ment�.
- No puede ser - dijo arrojando la toalla y mir�ndose en el espejo - pero si
apenas tengo unas pocas semanas sin jugar. Dime la verdad, cuate.
- En serio, Julio, ya no tienes el mismo cuerpo atl�tico de antes.
Me mir� desconsolado. Su cuerpo era su mayor orgullo. Se mir� de nuevo en el
espejo. Me puse de pie detr�s de �l. Le rodee la cintura haci�ndole notar una
inexistente panza. Le toqu� los b�ceps inform�ndole que estaban menos marcados.
Le pas� la mano por los fuertes muslos, haci�ndole ver que hab�an perdido
tonicidad, y por �ltimo le agarr� las nalgas, y le dije que se las sent�a algo
flojas. El me dej� tocarle todo el cuerpo. Por su mente jam�s pas� la idea de
que yo estaba disfrutando incre�blemente con todo aquello, y casi me rogaba para
que siguiera con mis observaciones. Y por supuesto, segu�.
Lo puse frente a m�. Le toqu� el pecho, midiendo con mis palmas su anchura,
tomando entre mis dedos sus pezones peque�os y rosados. Med� sus afiladas
caderas y me salt� su pene encogido bajo la sedosa mara�a de vellos rubios. Le
hice abrir las piernas para verificar la firmeza de la cara interna de sus
muslos, y eso me permiti� husmear bajo sus redondos huevos y el aroma almizclado
de su sexo, tan cerca de mi nariz. Le d� la vuelta y sus hermosas nalgas
quedaron frente a mis ojos, m�s cercanas y disponibles que nunca. Se las abr�,
haci�ndole notar que los m�sculos se sent�an demasiado suaves y sin firmeza.
Met� un dedo entre su raja, y le ped� que me lo apretara. El contrajo los
gl�teos, y los sent� firmes como rocas, pero no se lo dije. Le ped� que lo
hiciera varias veces seguidas y �l me complaci�. Mi verga casi se me sal�a del
pantal�n con aquel ejercicio. Me sent�a tan caliente que tem� venirme sin
necesidad de tocarme siquiera.
Entonces me atrev� a bajar el dedo que ten�a entre la raja de sus nalgas hasta
tocar su ano. Julio resping� con el contacto. Sus ojos en el espejo buscaron los
m�os y yo no dije nada, solo lo mir� intensamente. Sus ojos no abandonaron los
m�os mientras mi dedo se abr�a paso poco a poco dentro de su agujero c�lido y
secreto. Se enderez� un poco, como queriendo poner fin a todo aquello, pero
poniendo una mano en su espalda lo coloqu� de nuevo en la misma posici�n. Esta
vez sus ojos me interrogaron y yo segu� en silencio, con el dedo dentro de su
ano, y comenc� a meterlo y sacarlo de forma lenta y sensual. Julio dud� apenas
unos segundos, y me bastaron para introducir un dedo m�s. Ahora lo perforaba con
dos dedos, y frente al espejo, vi su pene dormido empezar a despertar. Empez� a
crecer, y el glande rosado asom� entre la piel arrugada del prepucio. La casa
estaba en absoluto silencio. La luz de la tarde se filtraba a trav�s de las
blancas cortinas y solo nuestras respiraciones entrecortadas poblaban la
habitaci�n. Le saqu� los dedos cuando vi que Julio ten�a ya una erecci�n
completa y desde la parte baja de su espalda empezaban a escurrir unas peque�as
gotas de sudor. Me hinqu� frente a sus hermosas nalgas y por primera vez pude
besarlas. Su carne, sedosa y rubia me supo a gloria. Le mord� suavemente el
borde tierno donde nac�an sus gl�teos sobre las piernas y sub� con mi lengua
hasta la parte baja de la espalda, lamiendo las brillantes gotas de sudor. Baj�
nuevamente, esta vez entre la apretada raja, abri�ndome camino hasta su agujero,
ahora h�medo, c�lido y receptivo. Mi lengua borde� el anillo de carne rosada,
mientras le separaba las nalgas con mis manos para tener mejor acceso, y le met�
la punta, saboreando su aroma y su textura.
Julio ten�a los ojos cerrados, absolutamente concentrado en la sensaci�n de mi
lengua en su ano, descubriendo esta nueva caricia, vigorosa y sexual, que
parec�a tenerlo hipnotizado. Aprovech� esa ventaja. Me deshice de mi pantal�n
sin dejar de besar su culo, sus nalgas, y tener dentro suyo, un dedo, una
lengua, un beso, una caricia que me hiciera seguir presente y dominando. Mi
verga salt� ansiosa, suficientemente lubricada, y mientras mi beso sub�a por su
espalda arqueada, la situ� frente a la deseada puerta trasera de su cuerpo.
Cuando mi glande hinchado tom� contacto con su ano, empuj� levemente, abri�ndome
paso con paciencia y determinaci�n. Besaba su pelo largo y perfumado, su nuca
blanca escondida debajo y vi que por fin abr�a los ojos, al sentir que su ano
tambi�n se abr�a, permitiendo que mi verga lo penetrara cent�metro a cent�metro.
- No, no puedo permitirlo - susurr� Julio con miedo y deseo, m�s para s� mismo
que para m�.
- Si puedes - le contest� suavemente - tu cuerpo es hermoso y merece que se le
ame de cualquier forma.
El halago pareci� confortarlo. Sus nalgas se acomodaron m�s a mi cuerpo, y
aprovechando, le incrust� el trozo de verga que a�n asomaba fuera de su cuerpo.
El empuj�n pareci� llegarle muy hondo, porque su espalda se arque� y su boca se
crisp� en un rictus de dolor que afe� su apuesto rostro. Vi en sus ojos la
aceptaci�n. Vi que era m�o en esos momentos y que por fin lo comprend�a. Tom� su
larga melena y la jal� hac�a m� con cierta fuerza. El cedi�. Se dej� penetrar
ahora con m�s facilidad. Lo sent� en la forma en que su culo acept� mi carne
endurecida. Por fin lo ten�a, por fin pod�a disfrutar de aquel regalo que nadie
m�s hab�a tenido. Le met� la verga con fuerza, con pasi�n, con la absoluta
certeza de que ser�a recibida a fondo y sin recelo, y lo goc�.
Julio se desmadej� en mi abrazo. Era un mu�eco de carne dispuesto para mi
satisfacci�n. Era un culo abierto para que lo poseyera, para que lo disfrutara y
sentir eso me encendi�. Comenc� a bombear desesperadamente. Mi verga entraba y
sal�a de entre sus nalgas procur�ndome un placer indescriptible. Entre los
sonidos y vaivenes de nuestros cuerpos sent� los m�sculos de Julio tensarse,
rebosarse de placer, entregarse m�s all� de todo regreso y su verga dorada e
hinchada explot�. Su ano se contrajo y cada sacudida parec�a exprimirme de una
forma que no hab�a sentido jam�s. Mi orgasmo fue algo grandioso, y me abrac� a
su cuerpo mordiendo sus hombros, retorciendo sus pezones entre mis dedos,
confes�ndole al o�do el inmenso placer que su cuerpo me daba. Lo apret� contra
m� hasta el �ltimo espasmo, hasta que la �ltima gota de mi semen quedaba dentro
de su hermoso agujero y sent� que pod�a retirarme con mi sue�o cumplido.
Sal� poco despu�s de su casa, con el aburrido libro de historia en mis manos y
una jubilosa sensaci�n en el cuerpo que nunca he podido olvidar. Pasamos varios
d�as sin vernos ni hablarnos, pero eventualmente nuestra amistad continu� y
cuando Julio aprob� con �xito los ex�menes y volvi� al equipo, parec�a que todo
hab�a sido solo un sue�o, pero �l y yo sab�amos que hab�a ocurrido en realidad.
Yo segu� con mi vida normal. Con novias, citas, amigos y amigas, y en el fondo,
la fantas�a asomaba de nuevo cuando alg�n macho se cruzaba en el momento justo y
el lugar apropiado. Pasaron meses sin que nadie captara mi atenci�n de nuevo. Lo
de Julio me hab�a colmado y llenado, pero el gusto por lo prohibido emergi� como
siempre, inesperado.
Hab�a ya terminado la preparatoria y esperaba los ex�menes de ingreso a la
universidad. Para no perder el tiempo, me consegu� un empleo con un antiguo
compa�ero de colegio de mi pap�. Se llamaba Gilberto, y mi pap� y otros amigos
le dec�an simplemente Gil. Su negocio era de importaci�n de maquinaria y me
contrat� para ayudarle a organizar la oficina durante las vacaciones. Era un
hombre como de 40 a�os, casado desde muy joven y con hijos m�s grandes que yo.
Conmigo tom� una actitud muy paternal, ya sea por la amistad con mi padre, a
quien desde hace mucho tiempo no frecuentaba, o por mi edad, tan similar a la de
sus hijos.
Mi pap�, en agradecimiento por haberme empleado lo hab�a invitado a comer, y
recordando los viejos tiempos, su amistad pareci� renovarse. Esa comida fue en
nuestra casa, y me sorprendi� ver en mi pap� una cierta mirada que hac�a mucho
no percib�a. Sus oscuros ojos bajo las cejas pobladas parec�an tratar de
penetrar en Gilberto, como desnud�ndolo, y supe que la cosa estaba en camino. Lo
extra�o era que a mi me pasaba lo mismo. Mi nuevo jefe hab�a despertado en m� la
misma necesidad en apenas una semana de labores. Lo ve�a al tel�fono atendiendo
los negocios, y se me hac�a el hombre m�s seguro y masculino que hubiera visto
nunca. Me gustaba todo, la forma en que hablaba, los vellos del pecho asomando
bajo la camisa, los pantalones marcando la entrepierna, y cuando se pon�a de
pie, mientras gesticulaba con el tel�fono sostenido contra el hombro dando
vueltas de un extremo a otro, yo miraba su ancha espalda, e invariablemente,
terminaba bajando la vista hasta su trasero, que no me cansaba de ver. Ten�a un
par de nalgas abultadas y poderosas. No las nalgas de un muchacho, sino las de
un adulto. Unas nalgas que imaginaba fuertes y peludas, a juzgar por los vellos
que cubr�an sus antebrazos y pecho. Unas nalgas masculinas. El culo de hombre
maduro que ahora empezaba a desear con aquella antigua ansiedad.
Y ahora, en el comedor de casa, con mi nuevo jefe disfrutando de la exquisita
comida de mi madre, ve�a en mi padre esa misma ansiedad. Reci�n descubr�a al
amigo no visto en mucho tiempo. Descubr�a que se hab�a convertido en un hombre
muy atractivo, serio y apuesto, viril. Un macho y un reto, para ambos, s�lo que
en ese momento mi pap� no lo sab�a.
Yo ten�a una ventaja mi favor, pasaba mucho m�s tiempo cerca de Gil en la
oficina que el que pod�a tener mi pap�. Pero �l ten�a a su favor la experiencia,
y la antigua amistad se reaviv� r�pidamente. Mi pap� lo invitaba a jugar tenis,
a correr, a los partidos de futbol, porque Gil era fan�tico de los deportes y su
cuerpo lo demostraba, a los 40 a�os estaba en mejor condici�n f�sica que muchos
otros.
Yo los acompa�aba siempre que era posible, y pod�a constatar el lento avance que
hac�a mi padre. Lo ve�a tocarlo con varios pretextos, y Gil poco a poco
encontraba menos extra�o el contacto de su amigo, se acostumbraba a que lo
abrazara, le pasara el brazo por los hombros y festejara un gol o una chuza
carg�ndolo pr�cticamente por las nalgas mientras lo zarandeaba con evidente
felicidad. Yo no pod�a competir contra eso, y mi calentura se acentuaba
vi�ndolos casi tanto como si fuera yo mismo el que lo hiciera.
Sin embargo, en la oficina, aprovechaba bien mi tiempo. Gil me ve�a casi como a
un hijo m�s, y yo me convert� en el m�s cari�oso de los empleados. Lo abrazaba
como lo har�a con mi pap�, lo consultaba por todo y le agradec�a los consejos
peg�ndome a su cuerpo y rodeando su cintura en un abrazo apretado. Al principio
�l se sent�a inc�modo, pod�a percibirlo, pero se acostumbr� tambi�n a mi
contacto. Cada vez se dejaba abrazar con m�s facilidad, y en una ocasi�n hasta
me anim� a sentarme en sus piernas mientras �l me explicaba el llenado de alguno
de los documentos necesarios para importar. Cuando lo ve�a cansado, le daba
masaje en los pies, en los hombros, y hasta logr� conseguir un d�a que se
quitara la camisa cuando nos quedamos solos ya tarde, con el pretexto de darle
un buen masaje de espalda. Confirm� que el hombre era tan peludo como imaginaba,
su pecho estaba lleno de vellos desde el cuello hasta el ombligo, y en la
espalda, justo en la zona que sobresal�a del cintur�n, una sombra de vellos
promet�a seguir hacia abajo, hasta sus nalgas, que ya me mor�a por ver.
El asedio continu� por varias semanas y cada vez me sent�a m�s ansioso por
conseguir su cuerpo. Lo so�aba por las noches, lo imaginaba desnudo y dispuesto
durante el d�a, mientras �l continuaba la jornada sin darse cuenta de mi estado.
Una de esas tardes, su esposa le llam� para recordarle que ten�an una cena esa
noche y que no se retrasara. Hab�a una cantidad enorme de trabajo y Gil me pidi�
de favor que fuera a su casa a recoger el traje que usar�a esa noche y una muda
de ropa interior. Sigui� trabajando hasta el �ltimo minuto, y yo, con miles de
pretextos, permanec� en su oficina hasta que no le qued� mas remedio que
cambiarse de ropa delante de m�.. Se fue despojando de sus ropas y mi erecci�n
celebraba cada prenda que iba cayendo, revelando su cuerpo maduro y masculino a
mis �vidos ojos. Cuando solo quedaban los calzoncillos se vir� p�dicamente para
que no viera su pene, lo cual para m� fue perfecto, porque entonces me mostr�
sus redondas y rotundas nalgas. Eran tal como las imaginaba, peludas y viriles,
escondiendo entre su raja un agujero que adivin� tan peludo como las suculentas
masas de carne que lo cubr�an. La visi�n dur� apenas unos segundos, pero me
bastaron para hacerme el firme prop�sito de lograr hacer m�o su velludo ano. Gil
termin� de cambiarse y le ayud� a hacerse la corbata. Se despidi� con un abrazo
y yo dej� resbalar las manos descuidadamente por su espalda rozando su trasero.
Gil me apret� ligeramente turbado y se disculp� por hacerme trabajar tan tarde,
prometiendo recompensarme con una cena el pr�ximo fin de semana. Acept�
encantado la idea y se march�.
El viernes nos sorprendi� a�n trabajando hasta tarde y la cena se cancel�. Hab�a
un pedido de un cliente muy importante que atender y no pod�amos irnos sin
terminarlo. El personal se fue yendo poco a poco y Gil pidi� una comida r�pida
para los dos, y me dijo que avisara en casa que trabajar�a hasta tarde. Se ve�a
agotado, f�sicamente desgastado, pero yo lo encontraba m�s atractivo que nunca.
Cerca de la una de la ma�ana nos dimos un respiro. Le propuse un masaje para
relajarlo y que pudiera seguir trabajando. Me lo agradeci� y lo llev� hasta el
c�modo sill�n de cuero, le afloj� la corbata y le quit� la camisa. Comenc� a
trabajar sus hombros, bajando poco a poco hasta sus pectorales. Su pecho me
encantaba, peludo y sensual, sus pezones oscuros parec�an llamarme y como sin
querer empec� a incluirlos en el masaje. Yo estaba de pie detr�s de �l, y pude
sentir como se relajaba poco a poco. Las caricias en los pezones parec�an
despertar alguna consciencia dormida m�s abajo, porque lo vi retorcerse en el
sill�n y un par de veces se acomod� el pantal�n sobre las ingles, como tratando
de acomodarse el paquete. Continu� con su espalda, y lo dobl� hacia sus
rodillas. Gil estaba sentado, y al agacharse pude llegar hasta su cintura. La
zona velluda de su espalda baja me excit� casi tanto como sus pezones. Sab�a que
s�lo escasos cent�metros me separaban de sus preciosas nalgas. El timbre de la
puerta nos sobresalt� a los dos. Gil tom� la camisa y se la puso r�pidamente.
Alcanc� a notar una especie de culpabilidad en su rostro, como si hubi�ramos
sido sorprendidos haciendo algo incorrecto, y eso me gust�. Sali� a ver qui�n
pod�a tocar a esas horas y regres� poco despu�s, seguido por mi padre.
- Hola - salud� pap� alegremente - tu madre me avis� que te quedar�as muy tarde
y decid� que ser�a mejor venir por ti.
- No era necesario - contest� Gil r�pidamente - pensaba llevarlo a tu casa, no
soy tan mal jefe.
Ambos sonrieron y me miraron. Yo no sab�a si molestarme con mi pap� por
arruinarme la velada, o por el contrario, emocionarme por su oportuna llegada.
Algo extra�o flotaba en el aire y los tres lo intu�amos. Not� que mi pap� me
recorr�a el cuerpo con una mirada veloz, y me d� cuenta que una notoria erecci�n
me abultaba los pantalones. Trat� de cubrirla, pero ya era tarde. Mi padre me
sonri� p�caramente y me pas� un brazo sobre los hombros.
- Y bien, como van con ese trabajo urgente? - pregunt� a Gil sin soltarme.
- Ya casi terminamos - contest� �ste - de hecho nos est�bamos tomando un respiro
justo cuando llegaste.
- Pues adelante - dijo pap� - por m� no se preocupen. Puedo ayudar en algo?
Gil y yo nos miramos. Volv� a ver un atisbo culpable en su mirada y decid� que
era ahora o nunca.
- Pues si, pap�, puedes ayudarme bastante - le expliqu� -. Gil est� muy cansado,
dudo que tenga la energ�a suficiente para continuar. Se me ocurri� darle un
masaje para relajarlo y creo que estaba funcionando, pero como podr�s imaginar,
no tengo mucha experiencia en eso - lo mir� profundamente y �l capt� de
inmediato el doble sentido de mis palabras.
- No se hable m�s - dijo haci�ndose cargo de la situaci�n - soy casi un experto
en masajes.
- Yo no...... - balbuci� Gil - no es necesario......, de verdad ....
- Silencio - orden� mi padre - eres un excelente amigo y te mereces un descanso.
Arrastr� a Gil hasta el sill�n y yo me apresur� a desabrocharle la camisa. Gil
no pudo impedir que mi padre y yo lo sent�ramos all� y con el torso desnudo nos
dej� a cargo de todo. Mi pap� estaba detr�s de �l y yo en el frente. Las fuertes
manos de pap� sobaron los hombros de forma mucho m�s intensa y por lo visto
mucho mejor, porque Gil casi de inmediato se afloj�, cerrando los ojos y
disfrutando del masaje. Mi pap� me indic� que empezara desde abajo, asi que le
quit� los zapatos y calcetines, no sin cierta resistencia, y comenc� a darle
masaje a sus pies y pantorrillas bajo los pantalones. Si miraba hacia arriba,
pod�a ver que las manos de pap� ya trabajaban el velludo pecho de Gil y que poco
despu�s ya rozaban y acariciaban sus pezones. Las tetillas, casi ocultas en el
vello parecieron crecer, como peque�os penes erectos, y esa imagen intensific�
mi calentura.
Comenc� a ascender sobre las piernas, pero el pantal�n me imped�a meter las
manos mas lejos. Decidido, le desabroch� el cintur�n. Gil abri� los ojos de
inmediato, haciendo adem�n de incorporarse. Mi pap� lo mantuvo en su sitio y lo
tranquiliz�, asegur�ndole que solo lo hac�amos por su bien, que necesitaba
relajarse, que �ramos sus amigos, y sigui� hablando y hablando mientras su
mirada me indicaba que continuara. Le quit� entonces los pantalones. Gil se vio
forzado a elevar las caderas para poder sac�rselos y en el movimiento sus nalgas
descansaron sobre mis manos y yo las apret� ligeramente. Gil me mir�, pero no
dijo nada, temeroso tal vez de mi padre o no s� de qu�. A mi no me import�.
Ahora estaba casi desnudo. El masaje ascendi� de las pantorrillas hasta los
muslos, fuertes y velludos bajos mis dedos. Su entrepierna estaba ya a escasos
cent�metros de mis ojos, y apenas cubierta por un blanco calzoncillo que no
alcanzaba a ocultar un considerable bulto. Si no ten�a una erecci�n, estaba ya
en camino de tenerla. La redondez de sus huevos casi desbordaba los l�mites del
calzoncillo, dejando escapar unos cuantos pelos oscuros y un atisbo de su carne.
Le separ� las piernas, quer�a ver m�s de aquello y Gil apret� los muslos
impidiendo que se los abriera, pero insist�, y �l cedi� nuevamente. La tela se
estir� al m�ximo al abrirle las piernas, tens�ndose sobre su sexo. Los huevos,
ahora aplastados por la tela se salieron por los costados, y la protuberancia de
su pene se dibuj� perfectamente en la delgada tela. Mi padre estaba pendiente de
todo, y desde arriba not� tambi�n la creciente excitaci�n de Gil. Una de las
manos que acariciaba un pez�n descendi� lentamente hasta rozar el el�stico del
calzoncillo y el velludo vientre. Con sorpresa la vi desaparecer bajo la prenda
y sent� la tensi�n de Gil al instante.
- Tranquilo, mi amigo, no pasa nada - lo tranquiliz� mi pap� -. Esto tambi�n
debe relajarse - explic� apretando suavemente el sexo de Gil, que se qued� mudo
y quieto.
La mano continu� la caricia y Gil sucumbi� al placer que le brindaba. Cuando lo
sinti� mas conforme, mi padre me indic� que le quitara el calzoncillo y lo hice.
Ahora Gil estaba completamente desnudo, y sus huevos, pesados y redondos,
descansaron sobre el fresco cuero del sill�n. Otra vez, por indicaciones
paternas, los tom� en mis manos, aunando esta caricia a la que mi pap� le daba
al enorme pene erecto de Gil.
Despu�s de unos minutos, la respiraci�n entrecortada de Gil nos indic� la
magnitud de su placer.
- Ch�paselo - orden� mi padre.
Yo lo mir� interrogante. Nunca hab�a chupado un pene, ni se me antojaba hacerlo
tampoco. Mi fantas�a era poseer ese atractivo ejemplar masculino, someterlo,
tenerlo para mi placer, no procur�rselo. Pero mi pap� ten�a m�s experiencia que
yo, �l sab�a cuando era necesario ceder para ganar terreno, y finalmente, me
convenc� a m� mismo, el fin justificaba los medios. Todo eso lo entend� sin
mediar palabras, una mirada y un gesto me hicieron comprender y sin pensarlo m�s
me acerqu� al gordo pene de Gil.
Primero me lleg� su aroma, fuerte y masculino. El sabor era parecido al olor.
Sabor a hombre. Sabor a macho. Lo dej� entrar en mi boca tan profundo como pude
resistir. Gil se estremeci� con la caricia y mi padre le pellizc� los pezones,
esta vez con m�s fuerza y determinaci�n. Mi cabeza sub�a y bajaba sobre el
caliente miembro y vi que pap� comenzaba a desnudarse. Mi boca hac�a una cosa,
pero mis ojos hac�an otra. Por primera vez vi de cerca la desnudez de mi pap�.
Su esbelto y fornido cuerpo. El abdomen marcado y trabajado. La verga tensa y
gruesa. Los redondos huevos colgando debajo. Imagin� que tambi�n podr�a mamarla,
que no me disgustar�a, como tampoco me estaba disgustando chupar la de Gil.
Mi pap�, ahora desnudo, volvi� a su posici�n, tras el respaldo del sill�n donde
Gil recib�a mi mamada. Tom� la cabeza de su amigo entre las manos y la jal�
hac�a atr�s. Gil qued� mirando hacia el techo, aunque a�n ten�a los ojos
cerrados. No s� que se imagin�, pero de seguro no fue lo que sucedi�, porque mi
pap� acomod� su grueso miembro justo sobre los labios entreabiertos de Gil y
comenz� a deslizar su miembro entre ellos, obligando poco a poco a que Gil
abriera la boca. Cuando lo hizo, el glande de pap� entr� en la h�meda cavidad y
Gil se dio cuenta que estaba mamando verga tambi�n. Se sorprendi�, pero si yo
pod�a hacerlo, �l tambi�n deber�a, y resignado comenz� a dejar que la verga
entrara en su boca y pronto ya la chupaba con evidente placer. Entonces mi pap�
me indic� con un gesto que era el momento.
Dej� escapar la verga de mi boca y comenc� a descender por su grueso tronco
surcado de venas. Le lam� los huevos y segu� mi camino. Puse sus piernas,
pesadas y fuertes rodeando mis hombros y se las sub�. Ahora ten�a sus nalgas
abiertas frente a m�. Separ� un poco mas sus piernas y ataqu� sus nalgas, tan
velludas y masculinas como las so�aba. Su culo, caliente y lleno de vellos qued�
a la altura perfecta y pude chup�rselo con infinito placer. Gil empez� a
resbalar en el sill�n cuando sub� sus piernas y las abr�, as� que mi pap� le
sac� su verga de la boca y dej� que Gil cayera todav�a un poco m�s hacia abajo.
Ahora sus nalgas estaban perfectamente abiertas, ten�a un mejor acceso a su
culo, y se lo devor� con m�s ardor.
Mi pap� rode� el sill�n y se mont� sobre �l, de frente a Gil. Volvi� a
acomodarle la verga en la boca, esta vez de frente, ahog�ndolo con su grosor y
su tama�o. Desde mi posici�n descubr� que las nalgas de mi pap� eran tan
masculinas y bellas como las de Gil, aunque menos velludas. Vi su verga
desaparecer entre los labios de Gil y el sonido de succi�n se uni� a los sonidos
que yo hac�a m�s abajo. Aquello era una locura, una fantas�a completa e
incre�ble y mi sexo se hinch� al m�ximo. Aun no me desnudaba, y lo hice deprisa,
sin querer perderme nada de lo que all� suced�a. Para no desaprovechar, pap�
baj� una de sus manos y la coloc� entre las piernas abiertas de Gil. Encontr� el
ano con el tacto y le meti� r�pidamente uno de sus dedos. Gil gimi� pero ten�a
la boca llena de verga y no pudo decirnos si aquello le gustaba o le
desagradaba. Para cuando termin� de desnudarme ya Gil ten�a en el culo tres
dedos de mi padre, y su dilatado ano parec�a estar en perfectas condiciones para
recibir mi ansiosa verga.
Me acomod� otra vez entre sus muslos y obligu� a mi pap� a sacarle los dedos. Lo
hizo con cierta resistencia, pero finalmente me dej� el camino libre y antes de
que Gil pudiera extra�arlos le met� mi verga. Su ano se contrajo bajo mi
apasionado empuje, y mi pap� le empuj� la verga en la boca tambi�n con fuerza,
oblig�ndolo a callarse con su enorme pito metido tan hondo que s�lo los oscuros
pelos de su pubis sobresal�an de su rebosada boca.
El bombeo dentro de su cuerpo era tan exquisito como todo lo que fuera de su
apretado culo suced�a. Recost� la frente sobre la espalda sudorosa de mi pap� y
cerr� los ojos a nada que no fuera el incre�ble goce que las peludas nalgas de
Gil me proporcionaban. El orgasmo me sorprendi� mucho antes de lo que yo hubiera
deseado, pero no pude contenerlo. En un torbellino de sensaciones dej� el culo
de mi jefe lleno de mi leche y satisfecho me sal� de su anhelado cuerpo,
resoplando con el esfuerzo apasionado.
Mi padre no perdi� el tiempo. Con movimientos decisivos y determinados incorpor�
a su amigo y le dio la vuelta. Gil qued� de rodillas sobre el sill�n y su pecho
recostado sobre el respaldo. Mi padre le separ� las piernas y las nalgas. No
necesit� de mayor lubricaci�n, mi semen comenzaba a escurrir entre sus nalgas
abiertas y la verga de mi pap� entr� sin mayor dificultad. Gil continu� con los
ojos cerrados, tal vez concentrado en esta nueva intromisi�n en su cuerpo,
probablemente ponderando las diferencias en el grosor, el tama�o y la dureza de
la verga que ahora le entraba y la que lo acababa de dejar. No lo s�. Lo que si
pude apreciar fue el empuje violento con que mi padre parec�a querer traspasar
el culo abierto de su amigo. El absoluto poder que parec�a emanar de �l mientras
lo sodomizaba, y la entrega pasiva y retra�da de Gil, que suave y servil se
dejaba montar por el macho, y se replegaba a sus deseos y su placer.
Me acerqu� a ellos. Me sent�a satisfecho, pero no pod�a dejar a Gil en la
estocada. Su culo estaba dando placer a mi padre, pero su enorme pene,
estrellado contra el respaldo parec�a haber quedado olvidado. Met� mi mano entre
la piel de Gil y la piel del sill�n. Su hinchado sexo agradeci� mi caricia y
segundos despu�s sus espasmos de placer hac�an que Gil moviera las caderas,
yendo al encuentro de la poderosa verga que lo perforaba y cuadruplicando el
placer de aquellos dos hombres inmersos en su propio mar de sensaciones. Recib�
en mi mano la poderosa descarga de Gil, y su leche caliente me ba�� los dedos y
escurri� en el sill�n. Mi padre, en respuesta, solt� la suya dentro del cuerpo
de Gil, mezcl�ndola seguramente con la m�a en el interior de aquel culo que
tanto placer nos hab�a dado a ambos.
Despu�s, cuando ya vestidos y serenos apagamos la luz de la oficina nos reunimos
los tres en un abrazo com�n. Nos prometimos repetirlo alg�n d�a, pero en el
fondo tal vez ninguno lo cre�mos. Yo no s� si suceder� otra vez. Lo que s� s� es
que ahora tengo en mi padre un compinche excepcional, y que juntos, aunque no lo
hayamos hablado expresamente, encontraremos mas adelante alg�n otro proyecto en
el que podamos unir nuestras fuerzas nuevamente. Al menos as� lo espero yo.
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Relato: Solo machos
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