Relato: Inicios incestuosos y bisexuales



Relato: Inicios incestuosos y bisexuales

INICIOS INCESTUOSOS Y BISEXUALES



Desde que yo ten�a nueve a�os y mi hermana siete, jug�bamos a
pap�s y mam�s. Jug�bamos con sus mu�ecas a la escuelita y los alumnos cog�an con
las alumnas y maestros y nosotros tambi�n nos toc�bamos en ausencia de nuestros
padres. Mas de una vez frot� la sensible cabeza de mi verguita bien parada con
la delicada piel de su panochita infantil. cada vez que pod�amos, que no era
mucho porque madre estaba casi siempre en casa, jug�bamos a eso, hasta que cerca
de cumplir los nueve a�os, ya no quiso seguir jugando.



Pero no voy a hablarles aqu� de juegos de ni�os sino de sexo.
Cierto que desde los ocho a�os yo me la pasaba fantaseando y toc�ndome, pero
sexo no hubo sino hasta el d�a siguiente de mi 14 cumplea�os, cuando me qued� a
dormir en casa de mis primos Gaby y To�o, que ten�an 15 y 14, respectivamente.
Antonio y yo nos quedamos solos y, como otras veces, nos empezamos a vestir con
la ropa de su hermana mientras nos masturb�bamos.



Gaby era una linda n�nfula, muy bonita, y To�o y yo ten�amos
las vergas parad�simas con sus pantaletitas y sus faldas. Los tres ten�amos por
la �poca de que hablo m�s o menos la misma estatura y, delgados como �ramos, las
falditas, los bodys, las blusas de Gaby, nos quedaban mas o menos bien. Por fin,
enormemente excitados y temiendo la vuelta de mis t�os, nos metimos a la tina
para ba�arnos, pero ah�, desnuditos, la cosa se puso peor y, no se c�mo, nos
empezamos a tocar. Fue �l quien dijo:



-Siendo agujero, aunque sea de caballero.- Creo que yo estaba
m�s caliente que �l porque acced� a ser penetrado primero y me encul� con ayuda
de la espuma del jab�n. Honestamente me gust�, me gust� por el nivel de
excitaci�n, por la calentura de los cuerpos j�venes, por lo prohibido de las
circunstancias.



Ni siquiera eyacul�: no sab�amos nada, me meti� la verga y la
dej� quietesita en mi culo, quieto dentro de mi, hasta que le dije que ya estaba
bien y entonces la sac�. Es un milagro que haya podido meterla, aunque sin duda
contribuyeron mi disposici�n y ayuda.



Cuando me la sac� yo ten�a una erecci�n descomunal y la suya
distaba de haberse apaciguado. Se puso en posici�n y estaba yo por enchufarlo
cuando la puerta del ba�o se abri� y apareci� mi t�a Estela. Yo alcanc� a
echarme hacia atr�s, pero no tan r�pido que no fuera casi obvio lo que To�o y yo
hac�amos.



Estela se sent� en el excusado, frente a la tina:



-Ni�os �dijo-. Llegu� hace veinte minutos porque me llamaron
los pap�s de To�ito para pedirme que los cuidara, pues regresar�n muy tarde. Y
llevaban tanto tiempo aqu�, y haciendo ruidos tan raros, que decid� entrar a ver
qu� maldades estaban haciendo... �es que son putos, o qu�?



-No t�a -pude decir luego de tragar gordo-. Siempre nos han
gustado las ni�as, pero las ni�as no quieren nunca nada.



-No t�a �complet� Antonio-. Nos calentamos y sin saber c�mo
llegamos a esto. Es la primera vez... y la �ltima. �No le dir�s a nuestros
padres, verdad?



Estela siempre hab�a sido la t�a consentidora, la que nos
cuidaba, adem�s de la oveja negra de la familia. Ten�a 33 a�os, seis menos que
mi madre, su hermana mayor, y ocho menos que el pap� de To�o. Estaba divorciada
y viv�a en una casa heredada de mis abuelos sin dar golpe: la pensi�n del
exmarido y la herencia paterna le permit�an dedicarse a no hacer nada, aunque
muchas veces, de ni�os, nos cuidaba. La quer�amos mucho y era nuestra
confidenta.



Y era muy guapa: mis fantas�as favoritas, desde dos o tres
a�os atr�s, consist�an en que mi querida t�a me desvirgaba, me terminaba de
criar, me hac�a su hombre. Delgada y de anchas caderas, de fuertes piernas y
redondos pechos, ojos negros y cara de mu�eca, era un manjar y, seg�n supe
luego, medio puta o puta y media. Su estatura era 1.66 (ligeramente m�s alta que
yo, en ese momento) y sus medidas eran 94-62-93: un cromo.



-No, no se los dir� �dijo Estela-, pero tenemos que hablar
seriamente ustedes y yo. Aunque de momento les voy a hacer un favor, para que
salgan pronto del ba�o, pues no se pueden quedar as�. P�rense.



Ah� est�bamos los dos mocosos, parados, con tremendas
erecciones y ella, con su vaporoso vestido de algod�n se acerc� a nosotros, tom�
mi verga con la derecha y la de To�o con la izquierda y nos masturb�. No se
To�o, pero yo ve�a estrellas. Su suave mano acariciaba y exprim�a con gran
precisi�n, para mi deleite, hasta que alcanc� el primer orgasmo verdadero de mi
vida. Luego dijo.



-Ahora enju�guense y v�stanse r�pido.



Lo hicimos, mientras yo pensaba: "Se lo pido, se lo tengo que
pedir, debo decirle que es mi m�s ferviente anhelo, que la quiero m�a". Sin duda
To�o pensaba algo parecido, algo acorde a nuestras largas charlas sobre el tema.



Salimos a la sala con nuestras pijamas. Mago nos esperaba
leyendo y cuando nos vio, nos encar�:



-As� que les urge tener sexo... �no son a�n demasiado chicos?



-No t�a querida, ya no. Mi cuerpo me lo exige todos los d�as,
y todos los d�as me masturbo �le dije.



-Yo igual �dijo To�o.



- Pero ni tenemos novia ni, aunque tuvi�ramos, querr�a coger.
Nunca quieren �dije yo.



-En realidad s� quieren, pero no se dan permiso. He dado
besos y tocado chichis y nalgas, pero aunque est�n ansiosas, aunque su cuerpo
les pida m�s, no nos dejan ir m�s all� �dijo To�o.



-Lo hemos platicado mucho, Mago �y era cierto-, pero parece
que no hay m�s remedio que seguir v�rgenes largo tiempo m�s o desquintarnos con
una prostituta, lo que me ser�a horrible.



-Dices, t�a -termin� To�o-, que somos demasiado chicos
todav�a, pero nuestros amigos de 16 y 17 est�n igual que nosotros, y m�s
obsesionados, enfermos ya.



No hab�a mucho que a�adir a este mon�logo a dos voces, as�
que nos quedamos callados, mientras Mago nos ve�a largamente. Yo tambi�n la
ve�a, su bella figura y sus imantados pechos, cuya redondez, cuyos erectos
pezones se mostraban claramente tras la ligera tela del vestido: pens� "no trae
brassiere". Finalmente, dijo:



-Pues s�. Parece que mis ni�os se est�n convirtiendo en
hombres.



Hubo otro largo silencio y pregunt�:



-As� que piensan en mujeres... �a qu� mujeres querr�an tener?



-A muchas, t�a �dije yo, despu�s de pensarlo-, pero, con tu
perd�n, tu eres la primera de mi lista.



-Y de la m�a �a�adi� r�pidamente To�o-, desde hace dos a�os
que fuimos a Acapulco...



-Ten�as un biquini tan breve... �interrump�.



-Y te ve�as tan guapa...



-Y te queremos tanto...



Nos callamos otra vez, hasta que ella empez� a re�rse fuerte,
muy fuerte. Otra vez ten�amos las vergas bien paradas, abultando la tela de las
pijamas.



-Vaya, pues, qu� cosa. Qu� valientes y osados mis ni�os... y
a mi en mi repertorio si me falta pervertir a dos adolescentes... a mis queridos
sobrinos, pero �son conscientes del peligro?



-Si... �dije.



-Nadie, nunca, sabr�a nada-, complet� To�o, tan aterrorizado
como yo: �iba a pasar!



-Pues bien, ni�os queridos, echen un volado para ver quien
ser� el primero.



Gan� el volado y Mago dijo:


-To�o querido: metete otra vez a la tina. Ll�nala, esp�rame
ah�, en el agua tibia, sin ver ni o�r, en lo que termino con H�ctor. Trata de
pensar en ovejitas o en los n�meros primos a partir del 2.



To�o se fue y Mago, con su vaporoso vestido, se acerc� a mi y
me bes�. �ramos entonces casi de la misma estatura y nuestras bocas y cuerpos
embonaron perfectamente. Sent� a trav�s de la franela del pijama su fuerte y
duro cuerpo, y cre� que me mor�a: mi t�a amada, la mujer de mis sue�os, estaba
en mis brazos.



Me desaboton� la camisa y me sac� el pantal�n mientras mis
manos exploraban sus curvas, la suavidad de su piel, la dureza de sus m�sculos,
su nuca, el cuello, mientras recordaba, muerto de miedo y gozo una letra de
Sabina "y yo que nunca tuve m�s religi�n que un cuerpo de mujer". No tra�a ropa
interior, o m�s bien dicho, se la hab�a quitado mientras nosotros termin�bamos
de ba�arnos y mi mano, bajo su vestido, sent�a sus duras nalgas.



Me sent� en una silla del comedor y me acarici� la verga muy
despacito. Se quit� el vaporoso vestido con un solo movimiento, dejando frente a
mi sus grandes y firmes pechos y la abierta herida de su sexo: no hac�an falta
m�s preparativos, pues mi verga estaba tan firme como una verga puede estarlo y
su sexo escurr�a perfumados fluidos.



Yo la ve�a como un creyente a su dios, como un n�ufrago a sus
salvadores. La vi inclinarse sobre mi sin soltar mi miembro, la vi colocar mi
"hectorcita" en la anhelada entrada de su panocha, mi cuerpo entero sinti� un
choque de placer inexplicable. Comprend� la obsesi�n por el sexo y me jur� que
vivir�a para ese placer, para buscarlo y tenerlo. Ser�a un servidor de venus...
me lo juraba mientras ella me acog�a en su c�lida panocha, mientras ese m�sculo
divino se abr�a, se amoldaba a mi verga, de regular tama�o.



Mago baj� sobre m� hasta que mi verga toda estuvo dentro de
ella, hasta que fuimos uno. Me abraz� llam�ndome "ni�o querido" y, sin moverse,
me dio un largo beso. Luego empez� a moverse despacito, muy despacito hasta
hacerme alcanzar mi orgasmo, hasta hacerme ver estrellas, tras lo cual se qued�
muy quieta sobre mi, abrazada a mi.



Al salirse dijo:



-Hay que limpiar todo, limpiar bien.



Y ante mi sorpresa y j�bilo se arrodill�, puso su cabeza
entre mis piernas y pas� su �spera lengua sobre mi verga semierecta, pringada de
sus fluidos y mi leche. As� recib� la primera mamada de mi vida, porque al
sentir su lengua mi verga se endureci� otra vez y mi amada t�a se aplic� a ella,
mientras yo gozaba y la ve�a, mientras yo sufr�a y la amaba, hasta que se bebi�
mis �ltimos jugos: �ah, la adolescencia: tres venidas en una hora!



Entonces se par�, brillante de sudor, magn�fica en su
desnudez, y me dijo:



-Limpia todo bien, muy bien, con algo que mate el olor de lo
que se ha hecho y luego date un regaderazo en el ba�o de tus primos. Yo todav�a
tengo que hacer.



Y la vi subir las escaleras rumbo al ba�o grande, rumbo a la
verga de To�o. Y sent� el doloroso aguij�n de los celos. Pero tambi�n me sent�
hombre, me supe nuevo, listo para mi nueva vida. Ella iba a media escalera,
meneando sus nalgas portentosas, cuando le dije:



-Te amo t�a, soy tu esclavo. Te amo...



Ella volte� hacia mi, me gui�� el ojo y sigui� subiendo.
Limpi� y me duch� en chinga, como Mago me hab�a ordenado y, otra vez en pijama,
esper� sentado en la sala a que bajaran To�o y la divina mujer que amaba, que
ahora quer�a tener para siempre. Baj� desnuda, reci�n ba�ada y se visti� delante
de mi. Pronto lleg� To�o, con su pijama.



-Queridos m�os �nos dijo ella-. Yo se que querr�n que se
repita siempre, pero no es posible, por mi bien y por el suyo. Una ma�ana de
s�bado, de cada dos s�bados, si yo les hablo podr�n visitarme y repetiremos
esto, pero ustedes tienen que buscarse chicas de su edad o amantes en otro lado,
para que sean capaces de amar. Ahora suban a su habitaci�n y duerman.



No se si To�o durmi�, pero yo pens� toda lo noche, o buena
parte de ella, en lo que hab�a hecho y en mi juramento. Al d�a siguiente To�o y
yo juramos que vivir�amos para el sexo y, ya que �ramos hermanos de leche,
deb�amos ser tambi�n hermanos de sangre, y con su navaja suiza nos abrimos
heridas en los brazos y mezclamos nuestra sangre. Luego dijimos que no pod�amos
esperar quince d�as cada vez para volver a tocar el cielo y que efectivamente
tendr�amos que buscar otras mujeres.



Luego de mucho discutir decidimos construir dos sistemas de
espionaje y un asedio compartido sobre nuestras respectivas hermanas, Gaby y
Mar�a, nuestras respectivas hermanas, que ten�an 15 y 13 a�os.


Pero mientras, tambi�n estar�an nuestros culos...




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Relato: Inicios incestuosos y bisexuales
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