por Clarke.
Repitiendo un movimiento
calculado, dejo caer como cada vez el jab�n. Es nuestro ritual, el adem�n que
inicia siempre nuestro juego sagrado.
Lo
que m�s excita a mi pareja es que le haga el amor analmente mientras estamos
bajo la ducha. Tiene un cuerpo esbelto, con una cola hermosa, pesada. Cuando veo
ese cuerpo desnudo es como una masa de carne convocando a la caricia, listo para
el sexo desde la cabeza a los pies. Todo su cuerpo es firme, s�lido, de piel
tenuemente mate, la carne invitante y siempre dispuesta.
--Enjab�name los pezones --me pide
cuando nos duchamos juntos.
Cuando le froto la pastilla de jab�n, los
pezones se le excitan y aparecen duros. Empieza a enjabonarse los muslos,
creando espuma con energ�a, mientras suavemente hace lo mismo con mis
test�culos. Yo me excito a toda m�quina y entonces se da vuelta mostr�ndome su
colita pulposa.
Meto jab�n en la raya que divide ambas nalgas.
Luego froto mi verga todo a lo largo. Escucho claramente su risa. Tambi�n
observo que ha aumentado su excitaci�n.
Repitiendo un movimiento calculado, dejo caer
como cada vez el jab�n. Es nuestro ritual, el adem�n que inicia siempre nuestro
juego sagrado. Se inclina como para alcanzarlo. Me mira por sobre el hombro y en
su boca se dibuja una sonrisa. Surge la punta de su lengua entre los labios y se
desliza por ellos. El culo le tiembla. Las nalgas est�n bien separadas. Las toma
con ambas manos y las separa a�n m�s.
Yo deslizo la verga entre la espuma y
encuentro su ano. Coloco la cabeza en el orificio y empujo. Advierto su gemido y
veo que apoya las palmas de las manos contra la pared azulejada, empujando hacia
atr�s. Su orificio se dilata e instantes despu�s estoy hundido hasta los
test�culos.
--�Dale con todo! --me alienta cada
vez que empujo. Siento su ano estrecho y caliente.
Mis test�culos se aprietan contra ese culo en
cada uno de mis embates. Su cuerpo tiembla y emite unas exclamaciones casi como
sollozos, pero sigue empujando hacia mi entrepierna. Cuando le lanzo mi
descarga, observo en la chorreada de los azulejos que tambi�n ha llegado al
orgasmo. Pero contin�a movi�ndose con mucha energ�a, golpea la pared del ba�o
con fuerza. Succiona mi sexo con sus m�sculos como si fuera una m�quina.
Cuando la presi�n de mi verga cede y salgo de
su cuerpo, me lanza otra sonrisa sobre el hombro y vuelve a recoger el jab�n. Me
gusta llamarlo el Chico Limpio. Es nuestra broma privada, de esas que nadie
entiende, porque tambi�n �l siempre me llama as�.