Relato: El gordo mayor (1)



Relato: El gordo mayor (1)


EL GORDO MAYOR (1)


CAPITULO I: AMBIG�EDAD



A�O 1985.



Mi sexualidad qued� exclusivamente limitada a masturbaciones
solitarias que con el tiempo dejaron de satisfacerme. La rutina de dichas
acciones las realizaba casi siempre con alguna revista deportiva en mis manos
regode�ndome con la imagen del an�nimo luchador de sumo semidesnudo imaginando
que s�lo posaba exclusivamente para mi. A veces esa p�gina resultaba empapada
con mi esperma, acci�n que realizaba adrede para luego secar la hoja con mi
lengua, fantaseando que lam�a el semen del propio obeso.


Suplant� mis contactos de piel con este tipo de fantas�as
producto de los juegos que desarrollaba mi lujuria. Pero se tornaron r�pidamente
en simples excusas rutinarias para conseguir saciar mi apetito sexual inmediato.
Y nada m�s.


Algo me estaba faltando. Me encontraba vac�o.


Cada tanto me ahogaba en mi propia tristeza.


Nada se compara al contacto corporal con la piel de un obeso
desnudo.


.


Nuevamente decid� internarme de lleno en mi trabajo.
Necesitaba tomarlo como terapia, y lo consegu�, aunque a medias. Pero ayud� a
distraerme un poco de mi vida sin perspectivas cercanas futuras de satisfacci�n
de ninguna otra �ndole diferente a la relatada.


Cabe agregar aqu�, que no me gusta frecuentar el ambiente
gay, nada personal, pero siempre prefer�a conocer a mis gordos fuera de �l. Al
menos en ese momento.





Desde que volv� de la Argentina, hab�a conseguido un trabajo
de vendedor en una gran tienda. Grande en dimensi�n, y en �tems. All� se vend�a
de todo. Bueno, casi.


Como todo lo que hago lo realizo con mucha seriedad y
dedicaci�n, y en honor a la verdad, realmente me hicieron sentir muy c�modo all�
desde el primer momento, tom� el empleo con la misma responsabilidad como si yo
mismo fuera el due�o del lugar.


Esto no pas� inadvertido para nadie y mucho menos para mis
patrones.


Al principio me solicitaron intervenir en las reuniones que
ellos manten�an asiduamente con los encargados y jefes de secci�n, al que acept�
con el mayor gusto. Plante� algunas inquietudes siempre por el bien de la
tienda, y varias posibles soluciones para las mismas.


Yo siempre digo que es muy f�cil criticar cuando uno no se
involucra en el problema. Pero la cr�tica constructiva es otra cosa. Cada vez
que algo est� mal, no s�lo hay que decirlo, sino que se deben plantear
diferentes opciones para subsanar el mismo problema, y estar abierto para cuando
alguien m�s proponga otra soluci�n a�n mejor que la de uno mismo. Tambi�n
reconocer que muchas veces la idea de los dem�s puede ser mejor que la propia.
En un trabajo grupal, es muy importante saber escuchar. Dos cabezas piensan m�s
que una, y cuantas m�s sean, las ideas ser�n mayores y mejores. As� es como
deber�a funcionar.


Yo era como una esponja, ya que absorb�a todas las
experiencias, comentarios e ideas de todos. Lo bueno, para repetirlo, y lo malo
para descartarlo.


Realmente aprend� much�simo en ese trabajo, con esa gente.
Todos muy profesionales e inteligentes.


Yo era muy participativo en todas las reuniones, y un buen
d�a, por expreso pedido de los mismos due�os, y pasando por encima de el
encargado de personal, me solicitaron una entrevista privada, lo que alcanz�
para que el pobre hombre me tomara antipat�a de inmediato.


Yo no ten�a la posibilidad de c�mo controlar esa situaci�n,
simplemente estaba siendo completamente honesto con mi empleo, y alguien m�s se
hab�a percatado de ello.


Las entrevistas privadas se mantuvieron paralelamente a las
reuniones con todo el personal jer�rquico de la tienda.


Mis opiniones fueron siempre escuchadas con sumo inter�s,
pero con distintos grados de aceptaci�n. Algunas veces mis sugerencias eran
realizadas y otras no, en cuyo caso me explicaban invariablemente los motivos.
Lejos de sentirme frustrado cuando esto �ltimo suced�a, me alentaba a�n m�s
tener mejores ideas para la siguiente reuni�n. Verdaderamente, me sent�a como
parte de esta empresa.


Siempre intentaba ser optimista con todo ya que el clima era
muy cordial, y en una oportunidad, entre otras cosas, plante� la posibilidad de
agregar ropa para obesos entre los �tems de la tienda, ya que era uno de los
pocos que carec�an.


Los due�os se miraron sorprendidos, se les borr� de pronto la
sonrisa de los labios cuando se percataron enseguida que lo m�o no hab�a sido
una broma, y comentaron entre ellos si eso ir�a a ser productivo para la
empresa.


Yo estaba hablando muy en serio.


Tras discutir unos minutos los puntos de mi inquietud, y
cu�les ser�an los pasos a seguir, finalmente decidieron que lo iban a
implementar solamente como prueba por alg�n tiempo, y como les hab�a contado de
mi experiencia en el tema en Buenos Aires, me pusieron a cargo del proyecto,
organizando yo mismo todo lo referente al tema, incluidas las compras.


Me aferr� al proyecto con u�as y dientes, ya que eso era muy
importante para mi, en m�s de un sentido.


El sentimiento de antipat�a del encargado se transform� en
odio en poco tiempo m�s. Sent� pena por �l, pero no demasiada, ya que hab�a
intentado hacerme la vida imposible desde mi primera reuni�n con los due�os.


Mi suplicio dur� muy poco, porque como eso afect� su punto de
vista, y por ende su propio trabajo, lo despidieron casi enseguida y me dieron
su cargo y la tarea de organizar y seleccionar al personal adecuado para la
nueva secci�n.


Mi conciencia siempre estuvo tranquila, porque yo no mov� un
solo dedo para conseguir su puesto. Era vox populi que ese tipo no me dejaba en
paz sin motivo alguno.


De ese cargo, pas� a encargado general casi sin darme cuenta,
hecho que sucedi� al poco tiempo que fueron evaluadas las utilidades de mi
sugerencia.


Reconoc� que los gordos no dejaban de brindarme
satisfacciones nunca.


Ten�amos prendas para obesos de muy buena calidad.


La visita de ellos se potenci� con respecto a lo
acostumbrado, y esta vez las compras no eran solo para un tercero, sino para s�
mismos y yo me regodeaba �nicamente con verlos.





Recib� felicitaciones de las autoridades de la casa.


Eran dos hermanos que estaban siempre en sana rivalidad.


Lo notaba cuando se dec�an entre ellos cosas como:



"A ti nunca se te habr�a ocurrido lo de la ropa para obesos."


"Cu�nto hace que t� no tienes una buena idea como esa? Est�s
en franca decadencia."




Todo delante de mi y en tono muy jocoso siempre. Ya que la relaci�n entre ambos
era excelente.


No, no es lo que se puede pensar.


Ninguno de ellos era obeso.


Tampoco lo era alguno de los empleados que estaban a mi
cargo, ni nadie del dep�sito, ni siquiera los proveedores que de a poco me fue
incorporada la atenci�n tambi�n del resto de las otras secciones de la tienda,
ya que estaba ganando m�s confianza en la empresa con el correr del tiempo.


Mi pasi�n por los gordos no ten�a l�mites. Por supuesto que
eso no ha cambiado ahora, y dudo mucho que vaya a suceder en el futuro.


Otra sugerencia que plante� fue mandar a hacer el maniqu� de
un obeso para poder exhibir mejor las prendas. Cuando se lo propuse a los
due�os, nuevamente sorprendidos abrieron los ojos de par en par. Luego de
visualizar mi idea y de discutirlo entre ellos, hicieron una llamada telef�nica.


"El que hace maniqu�es, ya viene para aqu�. Dale
instrucciones de c�mo lo quieres. Sin restricciones." Me dijo. "Me encant� la
idea. Va a ser un golpe publicitario muy grande a favor de nuestro local."





Comenc� a explicarle qu� era exactamente lo que ten�a en
mente a la persona que lo iba a fabricar, y se me qued� mirando entre
desconcertado y at�nito por el pedido. Nunca hab�a hecho nada semejante en su
vida. Para ser honesto, yo tampoco lo hab�a visto jam�s, pero me gustaba la idea
de hacer m�s conocida la casa entre los obesos para tener a la mayor cantidad de
ellos como clientes. Mi lujuria me estaba haciendo ir en esa direcci�n, pero de
ninguna manera lo hubiera insinuado siquiera si no hubiera tenido la certeza que
eso iba a ser en beneficio de la propia empresa.


"Usted cree que se puede lograr? "Le pregunt� luego de
decirle que lo que quer�a ten�a que ser realmente inmenso, como si tuviera unos
200 kilos de peso.


La cara del tipo pas� de sorpresa a estupor, pero me dijo que
si algo as� era posible, seguro que �l era la persona indicada para ello. Su
seguridad me dej� tranquilo.



Me solicit� ir un par de veces al taller para pedir mi
opini�n, y le suger� algunos cambios, ya que adivin� que �l nunca hab�a visto a
nadie tan gordo.


Cuando entregaron el trabajo terminado en el mismo local de
ventas, qued� plenamente satisfecho, se ve�a veros�mil y me humedec� apenas vi
al mu�eco por primera vez. Hice vaciar totalmente una de las vidrieras
principales para ubicarlo all�. Por supuesto que el peso del maniqu� no era ni
aproximado al que aparentaba, pero igualmente no me pude resistir a la tentaci�n
de vestirlo yo mismo, hecho que me mantuvo con el temor de que alguien pudiera
descubrir la terrible erecci�n que escond�an mis pantalones mientras lo hac�a.


.


Una hora m�s tarde. Escuch� desde la vidriera.


"Dios m�o."


Era uno de los due�os, que reci�n llegaba.


Fue corriendo a llamar a su socio por tel�fono.




"Deja todo lo que est�s haciendo y ven ya mismo para aqu�. Tienes que ver esto."


A los pocos minutos, lleg� mi otro patr�n, y la reacci�n fue
exactamente igual.




"Dios m�o."



La vidriera fue la sensaci�n de la zona por mucho tiempo. No
pasaba nadie delante de ella que no se detuviera a mirarla por largos minutos.


Las ventas se dispararon.


Mi sueldo se vio incrementado con creces.



Anteriormente, no ten�a mucho trato con el p�blico en
general, salvo raras excepciones. Las ma�anas las ten�a ocupadas atendiendo a
los proveedores y por las tardes, intentaba atender a la mayor cantidad de
gordos posible, siempre que mis otras tareas no me lo impidieran, s�lo por el
simple hecho de estar m�s cerca de ellos. Los empleados no ten�an ning�n
inconveniente con ello, ya que no perd�an sus comisiones. Yo no lo hac�a por el
dinero. Ellos eran los que comenzaban la atenci�n, y luego iba siempre a saludar
a los clientes, d�ndoles la mano como para hacerles sentir lo m�s c�modos
posible, yo experimentar el cosquilleo eterno del apret�n de manos con un obeso,
y muchas veces terminaba la venta yo mismo.



No todos me hac�an sentir lo mismo. Exist�a por supuesto
sensaciones de distintas intensidades con el contacto de piel, algunas muy
fuerte, otras no tanto. Los hab�a de distintos tama�os, edades, aspectos,
colores y hasta grados de pulcritud.




A nadie le parec�a nada fuera de lo normal, al contrario, lo
m�o era francamente una atenci�n personalizada. Los clientes se iban muy
contentos, muchos de los cuales me dec�an que nunca hab�an sido tratados con
semejante dedicaci�n y amabilidad, lo cual era justo porque todo era verdadero y
sincero de mi parte.



Clientes satisfechos.


Personal contento.


Patrones felices.


Yo recaliente.


En muchos sentidos.



"Donde se come no se caga." Me dec�a una y otra vez, en cada
oportunidad que me vi tentado a llegar m�s lejos.




Mi apetito sexual, lo segu�an satisfaciendo mis eternas
pajas, algunas de las cuales ya me las hac�a en el mismo ba�o de la tienda tras
despedir a alg�n cliente que me hab�a hecho humedecer en demas�a.


Muchas veces deb�a ingresar al probador con el gordo en
cuesti�n, para ayudarlo con las prendas. Ese "gran sacrificio" lo deb�a hacer
menos veces de las que realmente hubiera querido. En esas pocas oportunidades,
no perd�a la posibilidad de acariciar levemente, o hasta manosear casi
descaradamente, depende del obeso que se tratara, alguna parte desprevenida de
esos inmensos cuerpos. Manos, brazos, cuellos, piernas y hasta alg�n abdomen y
trasero rozado muy disimuladamente, no pudieron resistirse a mi lujuria
insatisfecha.







Esa era mi nueva rutina.





Cierta tarde, estaciona un autom�vil Mercedes Benz de �ltimo
modelo, color azul claro metalizado, con los vidrios polarizados oscuros en la
puerta de la tienda.


Una mujer desciende del asiento trasero con un ni�o de unos
doce o trece a�os, terriblemente obeso. Calcul� que deb�a pesar entre unos 120 �
130 kilos m�s o menos.


"Hola." Dijo la se�ora con una postura de total suficiencia
que no me gustaba para nada." Quiero un par de pantalones y una camisa para
�ste." Dijo se�alando al muchacho con algo de desd�n.



La clienta deb�a estar rondando los 30 a�os, muy bien
vestida. El aspecto era muy agradable, pero sent� rechazo inmediatamente al ver
c�mo trataba a quien luego supe que era su hijo.


Pasaron al probador. Segu� el bamboleo del delicioso culo de
ese adolescente con mi lasciva mirada.


Por Dios, Zesna, comp�rtate, que no es m�s que un ni�o.


Sacud� la cabeza para vestir nuevamente ese trasero que mi
imaginaci�n se hab�a encargado de dejarlo completamente desnudo.


Estuvieron largo rato all� dentro.


Me acerqu� al vendedor que estaba cerca de la puerta
esperando, y le dije que yo continuar�a con ellos.


Me aproxim� m�s al probador intentando poder escuchar algo.


"Ap�rate, que no tengo todo el d�a para perder contigo. Eres
casi tan pelotudo como tu pap�." Le dijo de pronto. "M�rate, que deseas?
Alcanzar a tu padre?".


Me sorprend�. Por un instante supuse que deber�a estar
hablando de su gordura.


No, tal vez hab�a escuchado mal, o quiz�s me perd� parte de
la conversaci�n y por eso no sab�a a qu� se refer�a con "alcanzar a tu padre."


Si, eso es, pens�. No se refer�a a la gordura, sino a lo
pelotudo. Hilvan� nuevamente la frase que escuch� y qued� as�:


"Eres casi tan pelotudo como tu pap�. M�rate, qu� deseas?,
alcanzar a ser lo muy pelotudo que es tu padre?"



Se abri� la puerta del probador, el chico estaba en
calzoncillos y con todo el hermoso pecho gordo al descubierto y las gigantescas
tetas colgando. Me vio, se puso totalmente rojo de verg�enza y agach� la cabeza.


"Tr�igame un talle m�s." Me orden� la se�ora d�ndome los
pantalones.


Se lo ped� al vendedor, me lo trajo y golpe� la puerta del
probador.


Nuevamente se abri� de par en par, dejando en la misma
situaci�n inc�moda al muchacho. �ste me mir� nuevamente muy avergonzado. Le
sonre� mientras le entregaba los pantalones a la madre y le hice un gui�o.
Intent� una mueca, pero no le sali� la sonrisa por el estado nervioso en que se
encontraba.




A los pocos minutos, sali� la madre dejando nuevamente el probador abierto de
par en par mientras el gordito intentaba ponerse sus propios pantalones a�n con
todo el torso al descubierto.


La mujer se dirigi� a la salida sin decir nada.


El ni�o me ve�a de reojo, con mirada entre tierna y triste,
como pidi�ndome disculpas por alg�n motivo, pero inundado de verg�enza.


Me acerqu� al probador, y entrecerr� la puerta.


No pude evitar escuchar un lloriqueo del ni�o.




"Est� todo bien?" pregunt�, conociendo de antemano que la respuesta deb�a ser
negativa.


"S�." Dijo, sin embargo. "Ya salgo en un minuto."


"No te preocupes. No tengo ning�n apuro." Dije para darle
tranquilidad. "T�mate todo el tiempo que sea necesario."


La mujer se qued� mirando las vidrieras.


Finalmente se abri� la puerta del probador.


"Muchas gracias." Fue lo �nico que me dijo, que signific�
demasiado para mi.


Volv� a regalarle una gui�ada y esta vez su mueca s� se
asemej� a la sonrisa que intentaba devolverme.


"Ve a decirle al idiota de tu padre que venga a pagar." Le
orden� su madre apenas lo vio mientras se dirig�a hacia ella, y sin m�s se
dispusieron ambos a ingresar al veh�culo.


Yo me qued� boquiabierta. No pod�a creer el maltrato de esta
mujer a todo el mundo, que adem�s de a su hijo y marido, no se le escap� ni un
gracias, ni signos de amabilidad con nadie del personal, ni mucho menos se le
solt� una simple sonrisa en momento alguno.


Bueno qu� se le va a hacer. No todo el mundo es como uno.


A veces hay que...


Interrump� mi pensamiento cuando vi al marido de la se�ora
que bajaba del asiento del conductor del Mercedes.


Alrededor de 60 a�os, pero la edad no fue precisamente lo que
hizo detener mis pensamientos.


Inmediatamente tuvo sentido la frase que escuch� en el
probador. No era la que yo pensaba, sino:


"Eres casi tan pelotudo como tu pap�. M�rate lo gordo que
est�s. Que deseas? Alcanzar la gordura de tu padre?".


El tama�o de esa persona era descomunal. No deb�a bajar de
los 190 � 200 kilos de peso para lo que aparentaban alrededor de 1.80 metros de
altura.


El obeso ven�a caminado hacia mi pesadamente, apoyando
alternativamente todo su inmenso cuerpo sobre cada una de sus gruesas piernas
que pon�a delante suyo y ligeramente hacia los costados derecho e izquierdo
alternativamente tal cual como si se trataba de mism�simo King Kong. S�lo
faltaban los efectos especiales de resonancia de sus pesados pasos. Mis fluidos
comenzaron a mojar mi slip mucho antes de que se me terminara de acercar.


"Buenas tardes, se�or." Le dije con mi mejor sonrisa, y le
ofrec� mi mano temblorosa..


La mir�, me vio a los ojos y me la estrech�.


Not� una mirada un poco triste, que hizo que su apret�n de
manos casi me electrocutara.


Nunca tuve predilecci�n por los obesos tan mayores. Aunque
para hacer honor a la verdad nunca me importaba la edad de los gordos, no as� el
tama�o, y s�lo hac�a caso a lo que me iba dictando el destino. El contacto de
piel era muy importante para mis relaciones.


"Donde se come no se caga."


Otra vez me volv�a la regla de oro a la mente.


Intentando convencerme de que deb�a concentrarme en mi
trabajo pens�:


"Nunca va a pasar nada con este obeso"




Sin preguntar cu�nto era lo que deb�a abonar, me dio la
tarjeta de cr�dito y su identificaci�n. Obviamente y viendo su autom�vil, esta
persona no ten�a ning�n inconveniente con el dinero.


Mientras hac�a los tr�mites de venta, el gordo se puso a
mirar el local, y se acerc� a ver algunas prendas. Observ� detenidamente su
tarjeta de cr�dito �vido de informaci�n sobre �l. Se llamaba Eduardo. Mir� su
documento para averiguar su fecha de nacimiento. Hab�a nacido en el a�o 1923.
Calcul� mentalmente. Ten�a 62 a�os. Realmente aparentaba algunos menos. No hab�a
perdido el cabello con los a�os. Lo ten�a abundante, pero prolijo y muy corto.
Color gris�ceo tirando a canoso. Ojos color miel. Piel bronceada. Pechos muy
abultados que por la parte superior abierta de su camisa permit�an adivinar sus
riqu�simas tetas. Un culo enorme, brazos, muslos y piernas gruesas y gordas. Una
cintura kilom�trica me hizo dudar un segundo si el cintur�n m�s largo que
ten�amos para la venta le ir�a a servir.


Lo llam� por su nombre, para que firmara su compra.


Lo hizo.


Me detuve admirando sus dedos. Cada uno de ellos eran como
cinco �rganos sexuales masculinos incrustados en cada una de sus inmensas manos.
Mi propio pene era algo gordito, pero tendr�a que medirlo para estar seguro que
el me�ique de �l no fuera a�n m�s grueso. Ni hablar de los otros. Los dedos del
centro eran como tres salchichas muy gordas y gruesas cada uno. El pulgar era
algo a�n m�s descomunal. De pronto pens�: cinco gordos consoladores en cada una
de sus extremidades. Por un momento envidi� a su esposa.


Me agradeci�, y fue �l esta vez que me ofreci� su mano para
que yo se la estrechase. Lo hice y literalmente la m�a desapareci� dentro de la
suya.



Mi erecci�n de antolog�a y la humedad que ten�a entre las
piernas amenazaban hacerme pasar verg�enza entre el personal a mi cargo y los
clientes.


Sent� a alguien tocar la bocina del Mercedes reiterada e
impacientemente.


Se despidi� con un hasta pronto y gir� para retirarse hacia
la puerta de salida.


Por Dios, que trasero m�s grande. El m�s grande, pens�. Hac�a
juego con sus muslos y piernas, y el resto de ese hermoso cuerpo. Qu� dar�a yo
por estar con mi lengua hurgando por all�.




Intentaba ocultarme detr�s del mostrador para evitar que alguien advirtiera mi
miembro erecto que asomaba al costado y por casi toda la extensi�n de mi
bragueta, en el preciso momento en que Eduardo se detuvo en la vidriera cuando
se percat� de la presencia del obeso maniqu�. Lo observ� durante un instante.


Volvi� sobre sus pasos, para nuevamente escuchar los
bocinazos impacientes provenientes de su autom�vil.




"Tienen realmente ropa como para m�?" Pregunt� como dudando.


"S�, se�or." Le contest� sin salir de detr�s del mueble, para
que no se diera cuenta de la protuberancia que amenazaba con romper mis
pantalones.


"Hasta qu� hora permanece abierta esta tienda?" pregunt�.


"Hasta las 8.00 PM." Le contest�.


"Voy a dejar a esa yegua en casa y si me da el tiempo vuelvo
luego." Finaliz�, y dio nuevamente la vuelta hacia la salida.


Volv� a admirar su traste, hasta que se introdujo en el
veh�culo y se march�.


Reci�n me percataba de la diferencia de edades entre ambos.
�l bien podr�a ser el padre de ella. Y por poco hasta su abuelo.


Dios, casi podr�a ser mi propio abuelo.



"Yegua"


Me qued� pensando.


Claro, no hab�a que ser demasiado inteligente para saber que
definitivamente hab�a problemas matrimoniales all�. Supuse tambi�n que har�a
bastante tiempo que este hombre no tendr�a sexo con nadie. Quise visualizar a
este tipo haci�ndose una paja. Intent� verlo desnudo, pero realmente no pude
hacer ni una cosa ni la otra. Escapaba totalmente a mi imaginaci�n.


Fui al ba�o y me masturb� para matar mi tremenda excitaci�n.




Estuve el resto de la tarde expectante y ansioso por volver a
ver a Eduardo. Pero no sucedi�.


Llegu� a mi casa.


Me volv� a masturbar s�lo con el recuerdo de esa imponente
figura vestida, sin intentar siquiera desnudarlo nuevamente. Simplemente no
pod�a. Eduardo era una clase de persona con la que nunca hab�a siquiera
fantaseado antes. M�s gordo que el m�s gordo. M�s viejo que el m�s viejo. M�s
grande que el m�s grande. Y me estaba calentando m�s que cualquier otro gordo.
Supuse que esto suced�a por no haber tenido contacto f�sico por mucho tiempo,
pero por las dudas, dej� abierta la posibilidad de que el motivo fuera alg�n
otro que desconoc�a hasta el momento.




Al d�a siguiente tuve la leve sensaci�n que ahora s�, vendr�a
el obeso.


Pero tampoco.


Finalmente deduje que los clientes a veces te dicen "Ya
vuelvo", o "Vengo enseguida" s�lo por el simple hecho de quedar simp�ticos.


Me olvid� de �l.


Probablemente nunca lo volver�a a ver.



Eran cerca de las 8.00 PM del tercer d�a, cuando el Mercedes
azul estacion� en la puerta.


Eduardo baj� de �l.


Pesado como la vez anterior. Yo me hac�a el "PUM PUM PUM PUM"
dentro de mi cabeza a cada paso de �l.


Se introdujo en la tienda, mirando nuevamente el obeso
maniqu�.


"Hola." me dijo d�ndome la mano. "Se acuerda de m�?"


"Por supuesto. Eduardo, verdad?" dije entreg�ndole la m�a
para que literalmente me la devorase con la suya.


"S�." Dijo sorprendido que me recordara hasta su nombre.
"Disculpa que no haya podido venir antes como te dije."


"Est� todo bien. En qu� le puedo servir?" pregunt� deseando
que la respuesta fuera alguna otra adem�s de la obvia.


"Espero estar bien con el horario. No quisiera ser
inoportuno, ya que se me hizo tarde." Expres� con algo de preocupaci�n. "Me
gustar�a ver algunas prendas para m� si realmente no es ning�n problema. De
todos modos podr�a volver otro d�a."


"No se preocupe, en verdad, est� todo bien. No es la primera
vez que me quedo fuera de hora. Lo hago con mucho gusto." Respond� dejando
entrever con mi mejor sonrisa, la sinceridad de mi comentario. "Qu� es
concretamente lo que necesita?"


"Bueno, muchas gracias." Dijo mientras me guiaba hacia el
maniqu� de la vidriera. "Se ve bien este mu�eco. Me gustar�a que me muestres
todas las prendas que lleva puesto."


"Incluida la ropa interior?" pregunt�.


"Qu�?" Me dijo. "A qui�n se le ocurre ponerle calzoncillos a
un maniqu�?"


"A mi, se�or." Le contest�.


"T� mismo has vestido al mu�eco?" pregunt� sorprendido y
mir�ndolo nuevamente.


"S�, siempre lo hago." Dije honestamente.


"Tienes buen gusto." Me dijo. "Ya le tengo envidia al
maniqu�" brome� "Definitivamente me gusta todo lo que tiene puesto. Mu�strame
tambi�n los calzoncillos que ya veo que deben ser de mis medidas." Me pidi�.


Cuando volv�amos a ingresar al local, dos hombres lo estaban
mirando, y se dec�an cosas al o�do ri�ndose entre dientes.


"Alg�n problema, muchachos?" pregunt� Eduardo de repente
mostrando mucha autoridad.


Sin responder, las dos personas se pusieron serias y se
fueron presurosamente


Eduardo sonri�, y continuamos ingresando al local.


No me pas� para nada desapercibido lo que acababa de ocurrir
all�.


Seguramente se estaban burlando de �l, y los puso en su
lugar. Sospech� que por su poder adquisitivo y su postura deb�a ser por lo menos
un empresario muy exitoso, alg�n gerente de banco, o algo por el estilo. Me
interes� conocer m�s de �l, pero no quer�a ser tan evidente.


Le ped� a uno de los vendedores que se encargara de traer lo
que Eduardo solicitaba, y le pregunt� si deseaba ingresar al probador.


"No, gracias. Porque tengo dificultad para vestirme s�lo."
Dijo lament�ndose. "Por eso te dije que envidio al maniqu�."


No le hab�a entendido cuando lo dijo la primera vez.
Rebobin�:


"Tienes buen gusto. Ya le tengo envidia al maniqu�.
Definitivamente me gusta todo lo que tiene puesto. Mu�strame tambi�n los
calzoncillos."



Era posible que me estuviera seduciendo? No, seguro que no. Y
si me equivocaba?



"Usted necesita ayuda para poder probarse la ropa?" le
pregunt� temiendo decir algo que no fuera correcto, y aterrado realmente que mi
suposici�n no fuera la verdadera intenci�n de �l.


"Es un poco complicado." Comenz� diciendo. "Debes saber que
tengo alg�n que otro problema con la gordura. En casa tengo una persona que
adem�s de hacer la limpieza se encarga en ayudarme a poner la ropa. Le tengo que
pagar dinero extra, para poder soportar la asquerosidad de tocarme y verme
desnudo." Concluy� riendo, dejando entrever que lo �ltimo que agreg� fue
realmente una broma.


Mi miembro ya hab�a comenzando a despertar hac�a un rato.


"Te habr�s dado cuenta ya que ni pensar que lo haga la yegua
de mi mujer. Ella ya ni siquiera me toca desde hace a�os."


Me sorprendi� que me contara eso de su intimidad. Estaba
teniendo la certeza que posiblemente este gordo estuviera buscando algo m�s que
prendas de vestir.


"Verdaderamente no tendr�as inconvenientes en ayudarme?"
pregunt� de pronto sorprendi�ndome, ya que pens� que mi ofrecimiento le hab�a
pasado completamente inadvertido.


"No, se�or. En absoluto. Ya lo he hecho en alguna oportunidad
anterior" Dije casi al borde de suplicarle por favor para entrar al probador de
una buena vez. "Estamos para servirle."


"No." dijo, "No los dem�s."


No entend� eso que dijo.


"No los dem�s, no quiero que nadie m�s me atienda aqu�." Dijo
ante mi sorpresa. "Yo me doy cuenta cuando a alguien no le agrado, y he notado
que las miradas de algunos realmente no me hacen sentir muy c�modo. Contigo s�
lo estoy, y si eres capaz de ayudarme a probar la ropa, me quedar�a gratamente
convencido que todo lo que t� haces es con mucha dedicaci�n y responsabilidad."


Segu�a pensando en toda la ambig�edad del asunto. Estabamos
hablando de algo m�s que de una simple compra-venta de ropa o todo era fruto de
mi imaginaci�n?


===============


CONTINUAR�


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