Relato: El zoo Seis de la tarde, hora de cerrar el zool�gico, hac�a menos de
un mes que Kathy hab�a tomado la administraci�n solo por ser hija de uno de los
accionistas, y desde el inicio tuvo error tras error.
Ella era una joven veterinaria, reci�n egresada, unos 22
a�os, debido a que su familia tenia dinero, gran parte de su vida la hab�a
dedicado para cuidar su cuerpo, de dos a tres horas de gimnasio diario le
permit�an tener un cuerpo exquisito, unos pechos no grandes ni peque�os, pero si
redondos, peque�a cintura con vientre completamente plano, unos muslos torneados
y bien formados, y un rico culito paradito y respingon, bellas facciones con
ojos claros y labios carnosos con boca peque�a, debido a lo hermosa y codiciada
que era desde joven se le subi� a la cabeza el hecho de que nadie la merec�a,
aunque no era virgen, tampoco ten�a un largo historia, lo que si, era tan
sangrona como hermosa, pero esto se le iba a acabar.
Aquel d�a como todos, despu�s de la hora de cerrar daba un
paseo revisando que todas las jaulas y pabellones estuvieran como ella lo
ordenaba, adoraba a los felinos, los cuales eran los mas privilegiados, pero por
otro lado, le desagradaban los simios, los cuales le parec�an criaturas tontas y
feas. Fue precisamente cuando pasaba por el pabell�n de �stos �ltimos, cuando le
pareci� ver un chimpanc� hembra en correr dentro del gran �rea que ten�an
destinada para ellos, r�pidamente se molest�, su orden hab�a sido separar a los
machos de las hembras para evitar su reproducci�n ya que hab�a decidido no
firmar la autorizaci�n de esterilizaci�n de �stos, orden que supuestamente hab�a
sido cumplida desde dos semanas atr�s, ya hab�a anochecido, y no habr�a mas de
dos o tres personas en todo gran zool�gico, y probablemente todos jugando
barajas, as� que sab�a que no habr�a nadie que la auxiliara en ese momento.
No tard� mucho en decidirlo, tom� una jeringa con
tranquilizante, abri� la reja que llevaba al pabell�n de los simios y entr� a
buscar la changuita que hab�a visto, �stos no eran salvajes, muy por el
contrario eran juguetones por no que no vi� ning�n peligro, alrededor de unos
catorce entre distintas especies, ocho chimpanc�s, tres orangutanes y dos o tres
monitos peque�os.
Camin� varios metros entre arbustos y �rboles hac�a una
peque�a cueva sint�tica que les hab�an creado para que fuera su lugar de dormir,
y donde pens� se esconder�a la hembra, pero no la encontr�, algunos monitos se
le quedaban viendo, otros la segu�an pensando que ella los alimentar�a, pero
Kathy se limitaba a ahuyentarlos para que no le ensuciaran su fina y amplia
falda, o su pegada blusa de marca que en esa ocasi�n llevaba sin sost�n para
hacer notar mas su figura.
Al no encontrar nada decidi� que era mejor regresar para irse
a casa, pero fue entonces cuando se dio cuenta que hab�a un chimpanc� que se
estaba masturbando enfrente de ella, - asqueroso simio � fue lo que pens�, gir�
nuevamente al sentir que otro chimpanc� se le trataba de trepar, comenz� a
empujarlo cuando de pronto sinti� a otro que se le sub�a por la espalda,
manose�ndola toda en el proceso, pero para no caerse �ste ultimo se agarro
firmemente de la blusa y fue cuando con el peso y tirones de ambos chimpanc�s la
blusa cedi� desgarr�ndose por completo, al instante ambos pechos de Kathy
salieron al aire al mismo tiempo que ella ca�a debido al reciente forcejeo
tirando la jeringa a varios cent�metros de ella, todo este alboroto llam� la
atenci�n de los dem�s simios del pabell�n.
Decidi� que era momento de salir, aunque sab�a que no habr�a
nadie que la viera en esas condiciones se sent�a mal por su blusa y porque no
tend�a nada con que taparse hasta llegar a casa, se olvid� de la jeringa, hasta
que sinti� un fuerte piquete en la pierna, lo que paso fue que uno de los
chimpanc�s imitando a los doctores que en continuas ocasiones hab�a visto como
le aplicaban inyecciones, le acababa de dar gran parte de la anestesia � Dios,
que voy a hacer!!! � r�pidamente la anestesia hizo efecto, sin embargo al ser
una dosis baja no la durmi� sino que solo le adormeci� parte del cuerpo, manos y
piernas no respond�an como ella quer�a y no pensaba con claridad.
Los simios que se acercaron empezaron a tocar sus senos, como
curioseando, ella simplemente no se pod�a negar, aunque les murmuraba
maldiciones no hab�a nada fuera de eso que pudiera hacer. De pronto sinti� como
otros chimpanc�s empezaban a desgarrar su falda tal y como lo hab�an hecho con
la blusa, posteriormente sus peque�as y diminutas bragas, de alguna forma se
divert�an haci�ndolo, ya que a�n despu�s de hab�rsela quitado por completo,
ellos segu�an haci�ndola pedazos.
Kathy sab�a que el efecto del sedante ser�a de
aproximadamente tres horas, que no hab�a nadie en el zool�gico que la auxiliara,
y que estos monitos ser�an castigados fuertemente, pero lo que no sab�a era que
el efecto de no tener hembras durante dos semanas ser�a catastr�fico para ella.
Uno de monos se acerco a ella, por entre las piernas y al ver
su vagina comenz� a tocarla, esto le provoc� coraje y rabia a Kathy, pero no
pod�a hacer nada, as� que desgraciado monito contin�o haci�ndolo, como
reconociendo lo que era, muy similar al de sus congeneres hembras, por lo que
pronto tuvo una erecci�n, el changuito sin pensarlo un segundo m�s trat� de
insertar su miembro dentro de Kathy, ella pod�a sentir todo esto, se llen� de
terror y asco, era imposible lo que suced�a pero como estaba seca el macaco no
lo consigui�, como sabiendo que hacer, el monito comenz� a escupirse su parte y
tan pronto la tuvo bien empapada de saliva moniaca empez� a insert�rsela, pero
al ver lo grande que estaba la entrada para su angosto miembro comenz� a
intentarlo por el orificio posterior.
Kathy al sentir la invasi�n de su ano trato de voltearse o
moverse para impedirlo, pero todo esfuerzo fue en vano, el chimpanc� gozaba de
tal intromisi�n que empez� a moverse cada vez mas r�pido, todos los changuitos
gritaban de jubilo, ya excitados comenzamaban a masturbarse, los mas j�venes
empezaron a eyacular y todo su semen ca�a encima de ella, el abdomen, pechos y
cara, ya eran un desastre, no pod�a controlar sus brazos ni para limpiarse, as�
que ellos lo segu�an haciendo, finalmente uno de los monitos la tomo de la
cabeza y bruscamente le meti� el pene por la boca, comenzando el ya conocido
entra y sale. Kathy sin saber que hacer solo se lamentaba hasta que sinti� dos
chorros de leche, uno que estallaba en su ano, mientras otro le llenaba su boca,
y para no ahogarse tuvo que tragar mas de una vez.
Los monitos al terminar se separaron del cuerpo de la hermosa
veterianaria, solo para que tomaran su lugar otros dos chimpanc�s, se ve�a
claramente como gozaban mientras ella ten�a cara de asco, humillaci�n y
resignaci�n.
Despu�s de mas de una hora y media en la que turn�ndose los
ocho changuitos se cogieron a Kathy de par en par, por lo menos cada uno de
ellos m�s de tres veces, qued� llena de leche, y hasta eructando las grandes
cantidades de esta que le hab�an hecho ingerir, empez� a bajar el efecto del
sedante, as� que comenz� a arrastrarse hac�a la salida, pero llevaba apenas un
par de metros sobre el lodo y tierra, cuando sinti� como la tomaban de las
piernas y la volteaban con una facilidad que parec�a casi incre�ble; era uno de
los tres orangutanes, el cual tenia una fuerza asombrosa, la recost� boca arriba
y le abrio las piernas, trat� de negarse pero le fue imposible, y antes de que
lo insertar� alcanz� a ver el enorme cilindro ancho de aquel simio, rapidamente
percibi� como �ste le iba abriendo su angosto conejo, sus ojos se le volteaban
mientras aqu�l empujaba cada vez mas y mas adentro, otro de los orangutanes se
acerc� y repitiendo la haza�a de los chimpanc�s comenz� a fornicarla por la boca
para pronto correse dentro de ella, solo que esta vez no pudo tragar lo
suficiente y la leche r�pidamente escurri� por su boca y nariz. Por otra parte,
el otro orangut�n empujaba cada vez m�s r�pido abriendole bien las piernas y
hasta levant�ndoselas, no tard� mucho antes de comenzar a sacar chorros
interminables de esperma.
Cuando por fin terminaron el tercer simio llego y repiti� el
acto, totalmente agotada sucumbi� al cansancio y se desvaneci�.
No supo nada hasta casi las cuatro de la ma�ana, todo era paz
y tranquilidad en el zool�gico, los cansados simios ten�an rato que hab�an
dejado de fornicar a Kathy, y esta finalmente pudo lentamente para no
despertarlos salir del pabell�n, logr� llegar hasta el cuarto veterinario, se
coloc� una bata y sali� del recinto. Jam�s volvi� y una semana m�s tarde se
nombr� un nuevo doctor veterinario para administrar el hermoso parque.
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Relato: El zoo
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