Relato: El velatorio



Relato: El velatorio

Era una tarde fr�a y dura de invierno, hab�a fallecido mi
jefe y mentor. El me hab�a introducido en aquel duro mundo empresarial, y yo
estaba obligado a estar all�. La familia, esto es, su mujer, Do�a Sara, hab�a
considerado que el acto se deb�a hacer en la casa, un bonito chalet situado en
una lujosa urbanizaci�n de las afueras de la ciudad.


En el amplio sal�n de la casa, estaba el ata�d, felizmente
cerrado, siempre me han dado mal rollo la estampa esa del f�retro abierto y el
cadaver all� metido. Numerosos vecinos y conocidos se acercaban por all�. El
servicio, una chica asi�tica, siguiendo la tradici�n de que en los velatorios
hab�a que comer, sacaba bandejas de bocadillitos y una discreta mesa en una
habitaci�n pr�xima, ofrec�a botellas y vasos que los visitantes no dejaban de
usar profusamente.


El murmullo de voces, el entrar y salir de gente daba a todo
aquello una importancia social digna de la categor�a del finado.


En un rinc�n vi a Alicia, compa�era del trabajo, entabl�
conversaci�n con ella. Me cont� que a ella realmente no le importaba que hubiera
muerto el jefe, que era un poco est�pido, de hecho me coment� que muchas veces
le hab�a reconvenido por su forma de vestir, y le hab�a hecho comentarios
humillantes. No me extra�a, El jefe era un puritano y Alicia casi siempre lleva
unas camisas de dos tallas menos, de hecho aunque hoy iba l�gicamente m�s
discreta, su delantera invitaba a meter la cabeza entre aquellos dos montes y
quedarse a vivir all�. Contin�e dando vueltas por la sala, ten�a que darle el
p�same a la se�ora, pero estaba rodeada de amigas y no hab�a forma de
aproximarse.


A la que vi y salude fue a Marina, la hija peque�a, bueno eso
de peque�a nada, cuando en verano el jefe me invitaba alguna vez a tomar caf�, a
o�r sus rollos empresariales. se pod�a ver a la ni�a en la piscina,
l�nguidamente tomando el sol, con unos pechos ya bien formados; seguro que alg�n
t�o ya le habr�a metido mano. Yo entonces disimulaba y me conten�a las ganas de
saltar sobre ella, quitarle la braga del bikini y besarle las entra�as, y segu�a
escuchando las presuntas haza�as de tibur�n de las finanzas de su padre. Bueno,
le di el p�same, no parec�a especialmente afectada, la abrac� discretamente,
nunca la hab�a tocado y sentir fugazmente sus senos en mi pecho, me provoc� una
erecci�n. Desde luego ni en un entierro me olvido de mis obsesiones.


La asistenta, deb�a ser coreana o algo as�, uniformada hasta
con cofia, no paraba de entrar y salir de la cocina con las vituallas. Por fin
logre acceder a la viuda. Estaba magnifica, de hecho era una hembra a�n muy
potente, se hab�a casado joven, y los hijos no le hab�an estropeado, o si lo
hab�an hecho, la cirug�a, la buena vida y sesiones de tratamientos m�ltiples, le
hab�an arreglado. Como disc�pulo adelantado que yo hab�a sido de su marido ella
tuvo la deferencia de apartarse un poco del grupo que la cercaba, y as� pudimos
hablar, se hab�a perfumado intensamente, los brazos estaban cubiertos de
transparencias negras, la blusa negra era muy amplia y una ajustada falda por
encima de rodilla permit�a ver unas torneadas piernas obviamente cubiertas con
medias oscuras. Casi la �nica nota de color era el collar de gruesas perlas a
juego con sus pendientes. Una gran dama, desde luego, le di el p�same y le bese
discretamente la mejilla, ella tambi�n me abrazo y empez� a sollozar, otra vez
unos pechos roz�ndome, pero esta vez subiendo y bajando, yo la sujetaba
discretamente, hab�a mucha gente en la sala fij�ndose, mi mano rozo el cierre
del sujetador, mi mente me hacia malas jugadas y este no era momento para
lujurias. Ella se recompuso, se seco las l�grimas del canto del ojo mediante un
pa�uelillo fino que llevaba en las manos y prosigui� recibiendo los cumplidos de
la concurrencia.


Me retir�, ya hab�a cumplido con toda la familia, a�n quedaba
otra hija, Clara, la hab�a visto solo una vez hace a�os, estaba estudiando en el
extranjero y no se le ve�a por all�, a�n no habr�a venido.


Un murmullo m�s alto de lo normal me hizo girarme, llegaba
Peter, el superjefe, el jefe de mi jefe. Era un pez gordo, el responsable del
negocio en el pa�s ante los accionistas de la multinacional donde casi todos los
asistentes trabaj�bamos. Era un t�o alto, bastante joven, grande, no se si
canadiense o americano, el t�pico anglosaj�n resolutivo. Se rumoreaba que era
gay, que lo hab�an visto en alg�n club de ambiente. No pod�a dejar de imaginarme
al superjefe poniendo el culo en pompa, mientras alg�n bujarr�n le empalaba
groseramente, bueno seguro que este iba a sitios finos, con pasta comprar�a
chavales y les romper�a el culo sin escr�pulos. Menudo cabr�n, como se porte con
sus amantes como se porta con sus empleados, pobrecillos�.


Todo el mundo le dejo paso hasta la se�ora de la casa,
algunos ocultaban precipitadamente los vasos, tambi�n se dec�a que era muy
estricto, de hecho no dejaba ni beber ni fumar en las oficinas. Peter se acerco
a Do�a Sara, le dio la mano y estuvo solt�ndole con voz baja en su castellano
chapurreado algunas trivialidades.


Llegaba m�s gente, la criada y la hija peque�a no paraban de
trabajar, recoger vasos, buscar servilletas, me puse a ayudarles, ten�a bastante
confianza con la familia, ellas me miraron agradecidas. Durante media hora
aquello parec�a una fiesta, todos muy serios pero no paraban de darle al diente.
Cuando el ambiente se calmo, la hija se fue a seguir siendo cumplimentada,
estaba muy rica en verdad, con esto de ser camareros improvisados nuestros
cuerpos se hab�an rozado m�s de una vez en las puertas, y nos hab�amos sonre�do
amablemente. En la enorme cocina me sent� en una silla, la asistenta se derrengo
en un taburete, con las piernas medio abiertas. La chinita o lo que fuese ten�a
una cara de viciosa de aupa, acerque mi silla a ella, sigui� quieta y mi mano se
desliz� por los muslos, bajo la faldita con delantal, y toque una entrepierna
suavemente enfundada en algod�n. Ella reaccion�, cerro las piernas, de hecho me
pill� la mano, all� segu�an mis juguetones dedos paralizados. Le dije que ya
sab�a que yo era como de la familia, y que mi opini�n se ten�a mucho en cuenta,
que se comportara. Ella obedientemente abri� las piernas, permitiendo una mayor
actividad exploratoria. Temiendo que entrar� alguien en la cocina le indiqu� que
nos fu�ramos a un peque�o ba�o, que hab�a para el servicio, a lado de la cocina.
El cuarto era muy peque�o, una taza de water, un lavabo y poco m�s. La fui
desnudando r�pidamente, no pod�a despistarla de sus labores mucho tiempo. Ten�a
unas tetas peque�itas, con bonitos pezones que cuando se los chupe se
oscurecieron ligeramente. Me sent� encima de la tapa del retrete con los
pantalones bajados, e hice que se metiera mi polla en su boca, efectivamente
val�a para viciosa, lo hac�a muy bien, reclinada sobre mi, �nicamente vestida
con la cofia, que caprichosamente no le hab�a dejado que se quitara. La idea de
que al otro lado de la pared estaba toda aquella chusma encorbatada y mientras a
mi me la estaban mamando hizo que me corriera r�pidamente, tal vez demasiado
r�pidamente en la boca de aquella putita amarilla, la cual se trago
obedientemente todo mi semen.


Volv� al sarao, perd�n, al velatorio. El jefazo era casi
ahora el centro de atenci�n, una peque�a corte de pelotas intentaban parecer
ante el como personas inteligentes. Por un momento me imagine que seguro que el
difunto le tendr�a que haber hecho m�s de una mamada a aquel t�o, desde luego no
tengo perd�n, no respeto ni a los muertos, y estando de cuerpo presente�.


En ese momento lleg� Clara, la hija mayor, deb�a venir
directamente del aeropuerto. Estaba imponente, con un abrigo largo de cuero ,que
cuando se quito dejo ver un pantal�n ce�id�simo, m�s de una vez lo habr�a
utilizado en otro tipo de actos sociales, calzaba unas botas de "ch�pame la
punta" as� como una camisa de lino, sin cuello, todo ello de estricto y riguroso
negro. Me acerque a ella, sus ojos se parapetaban bajo unas gafas de sol, me
estrecho la mano fr�amente cuando le di el p�same, estaba hecha una pija, la
t�pica jovenzuela que tira de los dineros de sus padres y se cree por encima del
mundo.


El jefazo se fue, al poco los candidatos a chupapollas
empezaron a retirarse, la criada iba recogiendo vasos con la boca muy cerrada,
la idea de que algo de mi esperma permanecer�a a�n entre sus dientes y la punta
de su lengua conservar�a el sabor de mi pene me calentaba la mente. En cualquier
caso el publico era abundante, hab�a hasta un cura, pero de esos antiguos con
sotana y todo, que le dec�a cosas al o�do a la viuda, y le pasaba la mano por la
espalda, de hecho a mi se me antojaba que no eran toques amistosos mas parec�a
un sobeteo libidinoso en medio de toda la gente, seguro que era necrofilico el
cuervo este.


Me dieron ganas de mear, con tanta bebida los dos ba�os
ten�an hasta cola para entrar, y al de la cocina no pensaba acercarme, no fuera
ser que la tailandesa aquella supiese artes marciales. Fui al piso de arriba,
donde estaban los dormitorios, all� habr�a alg�n ba�o, yo nunca hab�a llegado a
subir, pero seguro que lo habr�a. Efectivamente, y menudo ba�o, en aquella
habitaci�n casi podr�a vivir una familia, ten�a como dos ambientes, separados
por un tabique, por un lado estaba el inodoro y un lavabo enorme y por otro la
ducha, adem�s un magnifico espejo daba una mayor sensaci�n de amplitud. Me puse
a orinar, la sensaci�n de alivio era placentera, cuando de repente se abri� la
puerta, era Clara, la pija, yo casi me meo encima de los pantalones y ella cerro
r�pidamente la puerta, qued�ndose fuera en el pasillo, Cuando termine, a�n
estaba all�, intent� balbucear una excusa, ella parec�a m�s relajada y menos
distante, unos bonitos ojos azules me miraban de otra manera a cuando le hab�a
saludado en el piso inferior. Me coment� que hab�a o�do hablar mucho de mi, lo
que me apreciaba su padre, y de repente rompi� a llorar desconsoladamente, de
los tres miembros de la familia parec�a la m�s sincera. Toda su fachada de
arrogancia se vino abajo. Me hizo pasar de nuevo al ba�o, se sent� en la taza, y
yo enfrente de ella en un peque�o banco. Intente consolarla con buenas palabras,
sobre la rectitud de su progenitor, su estricto sentido del deber, etc. Ella me
miro con cara sard�nica y sec�ndose las l�grimas me revelo las circunstancias de
la repentina muerte de su padre. Por lo visto hab�a aparecido fiambre en un
puticlub de carretera. El chulo del local hab�a llamado a la familia, y aparte
de remitirles el cuerpo se hab�a gestionado una comisi�n por las molestias, el
difunto era bastante conocido en la prensa y el vaina hab�a pensado con buen
criterio que la familia no querr�a esc�ndalos. Clara estaba furiosa, sab�a que
sus padres no se llevaban muy bien, y que segu�an juntos nada m�s que por las
apariencias, pero de ah� a irse a follar a un kiosco con putas alcoholizadas o
medio yonquis hab�a un largo trecho. Se puso en plan confidente, y me desvelo
que casi todo el dinero era de la madre, que el padre era un arribista, que
hab�a pegado el braguetazo, y que aunque ten�a un buen puesto en la jerarqu�a de
la empresa, llevaba un tren de vida elevado, mantenido por las jugosas rentas de
su mujer. Yo estaba asombrado de la doble fila de aquel p�jaro, y por otro lado
empezaba a creer que pod�a tener alguna expectativa con su hija, hoy parece que
tocaba hacerlo en los ba�os. Clara me dio falsas esperanzas, dijo que se iba a
duchar, que se sent�a sucia del viaje, que si quer�a pod�a seguir hablando con
ella, y se fue a la ducha, el peque�o tabique que lo separaba del resto de la
estancia me impidi� ver como se desnudaba. Cuando ya estuvo dentro de la ducha
agarre el banco y me sent� a lado de la ba�era para continuar la conversaci�n,
me afloje el nudo de la corbata, llevaba varias horas y una felaci�n con la
corbata puesta. El vidrio esmerilado de la mampara del ba�o solo me dejaba
esbozar el cuerpo de ella. Me concentre en la ropa que se hab�a quitado, estaba
tirada en el suelo, aparte de lo que ya hab�a visto, hab�a unas bragas as� como
un sujetador tambi�n de riguroso luto, cog� sus botas de cuero negro, dentro
hab�a dejado unos oscuros calcetines, empec� a manosear y lamer el terso cuero,
la erecci�n estaba servida. La chica mientras se enjabonaba no dejo de hablarme,
que si los hombres �ramos unos cabrones, que si solo quer�amos follar, que las
mujeres eran para los hombres un agujero- no rica no, pensaba yo, un agujero no,
tres- Resulto que al final me confes� que le gustaban m�s las mujeres y que su
vida en un ambiente m�s liberal, en el extranjero le hab�a hecho descubrir otras
formas de relaci�n. Mi plan de foll�rmela se vino abajo, resultaba que era
tortillera, todas esas ricas formas imaginadas, esas cadera quiz�s algo m�s
generosas de lo debido, y esa boca de perfilados labios, no iban a ser para mi.


Cuando termino de ducharse, abri� imp�dicamente la mampara y
me pidi� un albornoz que hab�a por all� colgado, se lo acerque haciendo gala de
indiferencia y flema, pero totalmente frustrado al confirmar la generosidad del
cuerpo que me estaba perdiendo. Parec�a Clara que hab�a recuperado parte de su
arrogancia, al exponerse desnuda delante de mi, sin que le importara que viera
sus muslos, su pubis, delicadamente delimitado, o sus tetas con los pezones
contra�dos por el contacto con el agua, me estaba tratando como a un ser
inferior.


Salimos del ba�o, yo ya pens� que todo iba a terminar aqu�,
pero me cogi� de la mano, y me llevo por el pasillo hacia otra habitaci�n. La
casa ya estaba silenciosa, parec�a que todo el mundo se hab�a marchado ya,
seguramente con el fin de que la familia descansar� previendo el duro d�a que se
avecinaba, cuando hubiera que enterrar al muerto en el pante�n familiar.


Me dio un beso en la mejilla, y me dijo que esperar�, abri�
una puerta y desapareci� e mi vista. Se o�a una especie de cuchicheo entre
mujeres, mi inquietud creci� �que pasaba all�?, no ten�a la menor intenci�n de
servir de pa�o de l�grimas de nadie. La puerta se abri� y Clara envuelta en su
albornoz me invito a entrar. Era la habitaci�n del matrimonio, el dormitorio
principal, tenia numerosos cuadros, elegantes sillas y dem�s muebles caros, pero
el centro de atenci�n era una enorme cama, con sabanas de sat�n, de un delicado
color violeta, y encima de ellas estaba Do�a Sara y su hija Marina, acurrucadas
una a lado de la otra, Marina llevaba un pijama, pero la viuda estaba totalmente
desnuda, exceptuando los pendientes y el collar de perlas. Cuando me vieron, la
madre de las criaturas fijo su mirada en mi, se desperezo voluptuosamente, abri�
y flexiono las piernas exponi�ndose ante mi, levantaba de forma r�tmica su bajo
vientre incit�ndome a penetrar en ella. La hija peque�a se sent� en la cama y
empez� a desabrocharse la blusa del pijama.


Clara mientras se hab�a sentado en un silloncito, a lado de
la cama y me sugiri� que aprovechar�, que su madre y su hermana eran unas ilusas
y a�n confiaban en los hombres, y que mientras yo estaba gozando con sus
parientes, ella ya se entretendr�a de alguna manera. Marina vestida �nicamente
con el pantal�n de pijama, empez� a desvestirme, roz�ndome con aquello senos
j�venes extremadamente apetecibles, yo no me hice de rogar y termine de
desvestirme delante de esas tres mujeres, la hija peque�a me agarr� por la
polla, y tirando de ella me hizo ponerme encima de su madre. Me puse a
horcajadas encima de aquel cuerpo que seguramente otras manos masculinas no
hab�an tocado hace tiempo, una rodilla a cada costado, mi pene quedo emplazado
entre dos pechos con pezones de enormes areolas. La esposa del finado se aferr�
a sus tetas y empujo hacia dentro, mi polla desapareci� de mi vista cubierta por
esa avalancha. La hija tambi�n se hab�a colocado sobre la tripa de la madre y se
espachurraba contra mi, sus pezones contra mi espalda, sus manos me recorr�an
incansables. Yo estaba ya a punto de correrme, y no quer�a, pues iba a ser la
segunda vez en aquella noche y uno no es una maquina, quer�a reservarme para el
co�o, aun tapado, de Marina. Desvi� la vista de la madre, la cual me ped�a que
la insultara, que le llamara puta, guarra, quer�a que la humillara, mientras
restregaba sus mamas contra mi rabo. Clara estaba con el albornoz de felpa
abierto, las mangas del mismo arremangadas y se autocomplac�a, supongo que
estar�a m�s excitada por los cuerpos de sus parientes que por mi culo, pero
aquella visi�n no serv�a para disminuir mi excitaci�n. Me acorde del finado, a�n
tieso en la caja en el piso de abajo y yo foll�ndome a su familia en su propia
cama, ni con esas disminuyo mi libido. Los gritos de su mujer eran aun m�s
fuertes, quer�a que la escupiese, que le pegase, que le llenase de semen los
ojos, la hija peque�a hab�a pasado a colaborar en la excitaci�n de su madre
pellizc�ndole los labios de la vulva, fue inevitable, mi polla solt� un par de
r�fagas que cayeron sobre el cuello y cara de la matriarca, manchando su
refinado collar.


Tanto yo como la madre estacamos agotados, ella tambi�n se
hab�a corrido, pero las dos hijas segu�an anhelantes por llegar a ese momento.
Una recorriendo con sus dedos mi cansada anatom�a, y la otra casi ca�da ya del
sill�n meti�ndose fren�ticamente los dedos en la vagina. La madre les insto a
que parar�n, con respiraci�n entrecortada cogi� el tel�fono, puls� una tecla,
con recobrada voz orden� a alguien que viniera que necesitaba sus servicios y
colg� sin m�s dilaci�n. Nos explico que lo que ven�a ahora era un regalo para su
primog�nita, si bien todos sin duda acabar�amos disfrut�ndolo. La espera fue
breve, ni cinco minutos tardo en llamar t�midamente a la puerta la criada
taiwanesa. Resulto que FuiChio, tal era su nombre, adem�s de asistenta era una
esplendida masajista, y Do�a Clara recibiendo sus cuidados descubri� que la
japonesa, pues me enter� por fin que era japonesa, era de los mismos gustos
sexuales que Clara. La nipona llevaba un m�nimo camis�n rosa, que apenas cubr�a
una m�nima braga tambi�n de ese tono.


FuiChio hizo que Clara se tumbar� en el suelo con las piernas
encima de la cama, ella se sent� en el borde y empez� a masajear con
profesionalidad los pies. Do�a Sara, la benjamina y yo esparcidos por el lecho
observ�bamos morbosamente. Uno de los pies de la masajista se coloco h�bilmente
sobre el pubis y lo frot� con el lateral del mismo, el efecto fue inmediato, la
insatisfecha lesbiana empez� a gemir, el efecto combinado de los masajes en los
pies y en la entrepierna mostraba la profesionalidad de aquella zorrita ex�tica,
aunque una mancha de humedad en su braga delat� que en su caso el trabajo y el
placer se mezclaban.


La hermana mayor logr� levantarse, y con cara libidinosa se
arroj� sobre su hermana, pr�cticamente le arranco el pantal�n y se puso sobre
ella a lamer la tierna mucosa de su vulva, Marina respondi� de igual manera.
FuiChio paso a encargarse de su se�ora, masajeando su maduro cuerpo, yo
recostado entre aquellas dos parejas, dejaba vagar mis manos sobre culos, tetas,
cuerpos, muslos y cabezas, nadie se ocupaba de mi, pero no me importaba. La
sierva impact� su peque�a rodilla en el bajo vientre de Do�a Sara, imprimiendo
un movimiento circular sobre el co�o de su ama, esta boquiabierta babeaba de
gusto por la profunda sensaci�n a medio camino entre el dolor y el placer.


Yo empezaba a animarme, aquel despliegue de recursos motiv� a
mi fl�ccido miembro a ponerse a la altura de las circunstancias, no se mor�a un
cabeza de familia todos los d�as, y yo quer�a follarme a la menor del grupo,
teniendo en cuenta la catadura moral del individuo que �bamos a meter ma�ana
bajo tierra, por menos de nada Marina ya habr�a sufrido sus embates, y yo no
quer�a ser menos.


Intente disputar el cuerpo de Marina a su fraternal amante,
donde ella met�a la boca, yo quer�a meter la picha, la cara feroz de la bollera
me irrit� tanto, un destello de altivez y soberbia hab�an vuelto a aparecer en
su faz, que cambie mi objetivo, con violencia y malos modales le hice ponerse a
cuatro patas, y de forma decidida la encule, la hermana peque�a al verse
desasistida se uni� al otro grupo, donde FuiChio no daba abasto, con una rodilla
y una mano se encargaba de la mam�, y con la boca y la otra mano se encargaba
del culo de la nena.


Clara se retorc�a quer�a sacarse la humillaci�n del recto,
pero yo la sujetaba por las caderas, al tiempo que le hacia contonearse para mi
satisfacci�n. Finalmente saque la polla de su ano, y me puse de pie en la cama,
quer�a mi esperma cayera sobre aquellas cuatro hembras, con dos golpes m�s de
mano la fuente se abri�, el negro pelo de la experta FuiChio el destinatario
final de mi eyaculaci�n. Mientras Do�a Sara se corr�a nuevamente, unas pocas
gotas de orina se le escapaban al tiempo, cosas de la edad.


FuiChio se retir� discretamente, durante la noche pese
algunos intentos de Marina que quer�a que la jodiese, estuvimos tranquilos los
cuatro, ya tendr�a tiempo de saborearla, y mi polla aun estaba roja. Al d�a
siguiente en el entierro, todo el mundo coment� la mala noche que deb�a haber
pasado la familia, las caras desencajadas de las tres mujeres mostraban la falta
de sue�o y cansancio. Esta tarde es el funeral, creo que lo celebra ese cura con
pinta de pajillero que vino al velatorio, despu�s me volver� a reunir con la
familia a continuar el duelo. No fallece un jefe as� todos los d�as, y eso hay
que lamentarlo.




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Relato: El velatorio
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