Nunca podr� olvidar aquellos cuatro d�as de finales de junio
en los que, por aquel entonces, mi chica me invit� a un apartamento de sus
padres en Benidorm. Hab�amos acabado los ex�menes, y busc�bamos alg�n descanso
que recompensara tanta hora de estudio in�til. Lo que en principio restaba
intimidad a esa actividad, ya que adem�s de nosotros, la hermana de mi chica y
dos amigas (todas conocidas de coincidir en varias fiestas), tambi�n iban a
compartirla, al final de todo result� ser el motor que dio fuerza a lo que s�lo
playa y discotecas dibujaban para la ocasi�n.
Como es l�gico, porque siempre cabe alguna posibilidad de
ofensa, cambiar� los nombres de las cuatro chicas, el m�o es Ossimmush, nombre
que adopt� all� como parte de mi sometimiento al capricho de tres de aquellas
chicas (la m�a nunca tuvo voz para m�, aunque s� supongo que fue la que dio el
visto bueno al contarle unos d�as antes a su hermana que yo s�lo hab�a sido un
entretenimiento, y que a la vuelta del viaje me informar�a de que ya se estaba
viendo con otro chico, que lo nuestro nunca hab�a engendrado futuro para ella).
Sara y Patricia llevaban ya dos d�as all� disfrutando de la
playa, los siguientes en llegar fuimos mi chica, Elena, y yo. Lupe lleg� la
misma noche que nosotros, pero en un autob�s posterior. La primera noche fue de
disposici�n de las habitaciones, de una r�pida cena y de una salida a bailar en
alguna de las famosas discotecas de la ciudad. Elena y yo ten�amos el �nico
dormitorio, con dos camas, que en principio usar�amos, una para cada uno como
siempre. Sara, su hermana, junto a Patricia y Lupe, dorm�an en el sal�n, en un
sof� y dos sacos.
A la ma�ana siguiente bajamos todos a la playa, todav�a
aquella playa de Benidorm no estaba abarrotada de gente, se pod�a disfrutar de
alg�n espacio de arena y creerlo propio. Al poco de llegar, Sara me pregunt� si
me molestaba que hiciesen topless, a lo cual respond� que nada m�s lejos de la
realidad, y es que significaba poder admirar los pechos de tres mujeres tumbadas
junto a m�, aunque fuesen miradas furtivas. Elena por supuesto que no se apunt�
a aquel desnudo parcial. Tambi�n recuerdo haber jugado a las palas en aquella
impaciente agua primera que ba�a la playa con Sara, y poder observar los
movimientos de sus pechos cuando se dirig�an a devolver la pelota.
Al llegar al apartamento una a una fue duch�ndose mientras yo
les preparaba la comida haciendo alarde de una vaga cultura culinaria que
entonces yo ya hab�a aprendido a llevar a cabo. Luego antes de mi ducha pude
descubrir a Sara en el sal�n que se despojaba de su camiseta de espaldas a m�,
ofreci�ndome la vista de un cuerpo de mujer tan s�lo cubierto por un diminuto
tanga. Mi respuesta fue comentar el suceso en alto en plan de broma, a los que
ellas me respondieron que antes, en la playa, ya las hab�a visto as� a las tres.
Durante la comida, en la que aparecieron halagos por la cocina que yo
demostraba, me comentaron que ya que ellas hab�an alegrado mi vista durante la
ma�ana, yo les deber�a devolver alg�n acto parecido, sentencias que me
ruborizaron porque en definitiva, Sara y Lupe eran m�s corpulentas que yo, as�
que pensaba que, entre todas, podr�an forzar cualquier cosa. Entonces pasaron
por mi mente la idea con las que yo a menudo fantaseaba para conseguir placer,
ser sometido por varias mujeres. De todas maneras, logr� eludir el tema, aunque
mi rubor dio una pista clara ante aquella mesa de que yo no porfiar�a en mi
oposici�n.
Despu�s de comer yo me encargu� tambi�n de fregar la vajilla
mientras ellas preparaban un caf� con copa y partida para despu�s de la siesta.
Muy t�pico pero as� ocurri�, el perdedor de la ronda ten�a que apurar su
chupito, y durante mi siesta ellas ya se hab�an confabulado para hacer que yo
perdiera y poder llevarme a un estado de ebriedad que en m� aparec�a con tan
s�lo un poco de alcohol (secreto a voces en las fiestas compartidas).
Y as� fue, despu�s de unas siete u ocho rondas perdidas por
m�, yo ya era una v�ctima muy f�cil para las presas. Entonces me volvieron a
recordar aquello que yo les deb�a, que si perd�a una ronda m�s ya no habr�a
salida; si no era as�, ellas se olvidar�an de todo. Perd� aquella �ltima ronda
y, acto seguido, ni corto ni perezoso, me levant� como pude de mi silla, me
coloqu� en el centro del sal�n, ped� m�sica y comenc� a hacer un striptease
integral ante aquellas cuatro chicas.
No es que recuerde mucho, s�lo algunos aplausos, silbidos,
luces y la m�sica. Luego por la noche despu�s de otra ducha fr�a que me
despejase volvimos a visitar m�s discotecas. Yo estaba muy confundido, era
consciente de lo que hab�a pasado, adem�s ya estaban ellas para record�rmelo,
incluso Elena, a la que no se le ve�a ning�n signo de recriminaci�n. Pero dentro
de aquella confusi�n me sent�a bien, me excitaba pensar en lo que hab�a hecho,
�totalmente desnudo delante de aquellas cuatro chicas y bailando para ellas! Lo
que realmente de veras me desconcert� fue la frase que las chicas no paraban de
repetir: "Pues espera a ma�ana".
A la ma�ana siguiente cuando despert� Sara y Patricia no
estaban all�, Lupe me cont� que hac�a m�s de una hora que hab�an salido y que no
tardar�an en regresar. Cuando al fin lo hicieron, nada m�s entrar arrojaron en
la mesa ante m� un sobre de revelado fotogr�fico. La sensaci�n no puedo
explicarla, supongo que de paralizaci�n, porque al sacar las fotograf�as vi que
en todas ellas estaba yo, en las distintas posturas de baile que el objetivo
hab�a fijado la tarde anterior. Los negativos, claro, no estaban. Entonces no
supe que decir, me qued� callado, muy ruborizado; menos mal que Sara comenz� a
hablar enseguida, antes de que yo pudiera reaccionar. Mientras Patricia, Lupe y
Elena colgaban mis fotos por las paredes con un poco de cinta adhesiva. Me
parec�a incre�ble lo que estaba escuchando, pero Sara me estaba chantajeando,
�la hermana de mi chica! Si yo no quer�a que esas fotos se difundiesen entre
nuestros conocidos, (s�lo eran algunas fotograf�as m�s de los d�as de playa,
propias de locuras a las que llevan el alcohol y la situaci�n; las podr�an
mostrar sin ning�n tipo de prejuicio), tendr�a que ser su ���ESCLAVO!!! durante
los tres d�as que quedaban. Yo no ten�a elecci�n, as� que asintiendo con la
cabeza, y sobre todo muy avergonzado, comenc� a escuchar algunas instrucciones
b�sicas de lo que tendr�a que ser mi comportamiento a partir de entonces:
- Lo primero era que iba a ser despojado de todas mis
pertenencias en el apartamento, incluidos neceser, ropa y calzado, s�, tambi�n
la ropa interior. Si alguna vez necesitaba algo de esas pertenencias me lo
tendr�a que ganar pasando alguna prueba o realizando alg�n trabajito especial
que ya me dar�an a conocer.
- Deber�a obedecer cualquier cosa que se antojase a
cualquiera de ellas, daba igual qui�n, todas ellas eran mis amas, a las que
deber�a contestar siempre con un s� seguido de la palabra ama y el nombre de la
chica. Me hicieron decir en alto cuatro s�es para probar.
- Todas las labores hogare�as, a partir de entonces, corr�an
de mi parte, limpieza, comidas, lavado de ropa, etc.
- Si quer�a ir a la playa ser�a desnudo, aunque no era
obligatorio, as� que, como comprender�is, no sal� del apartamento hasta el d�a
en que regresamos a Madrid.
- Comer�a siempre de un bol en el suelo, a cuatro patas como
un perro, sin poder utilizar las manos, y por supuesto, siempre que ellas
hubiesen terminado ya que era yo quien les servir�a la comida.
- Dormir�a atado encima de la mesa del sal�n, o mejor dicho
debajo aunque yo encima, porque a la mesa le dar�an la vuelta, la pondr�an patas
arriba para poder atarme las manos y los pies a las patas. Otra posibilidad
ser�a dormir encerrado en el armario del dormitorio. Una parte de una de las
puertas del armario consist�a en una celos�a por la que pod�a entrar el aire.
- Podr�a ser castigado f�sicamente por cualquier falta o
capricho de alguna de las amas. En principio el castigo ser�a azotar mi culo
delante de las cuatro, me azotar�a el ama a la que yo pudiese haber ocasionado
alguna ofensa, aunque ya pensar�an en alg�n castigo m�s.
- Y aunque me dijeron que yo no era el tipo de ninguna de las
tres (mi chica se call�), tendr�a que complacerlas sexualmente si a ellas les
apetec�a, y como ellas quisiesen. Luego contar� la amplia gama de sexo que
usaron conmigo, aunque para aquel entonces, yo no creo que hubiese nada
obligado, el placer que yo comenc� a sentir siendo su esclavo se acrecentaba
cada minuto que pasaba.
Como dije al principio, el nombre de esclavo que me pusieron
fue Ossimmush, aunque seg�n ellas me llamar�an como ellas quisieran, el cambio
de nombre fue simplemente para que yo nunca olvidara todo aquello cuando ellas
pronunciaran un tiempo m�s adelante esa palabra.
As� que Sara mostr� una bolsa que hab�an tra�do de la calle y
empez� a sacar de ella diversos art�culos como cuerdas, pa�uelos, una peque�a
pelota de goma, pinzas de la ropa, rotuladores de diverso grosor, y un par de
paquetes de velas de color rojo, tambi�n algunas cosas m�s quedaron dentro de la
bolsa. Me hicieron desnudarme completamente, recoger todas las cosas que yo
hab�a llevado para el viaje (cosas que luego nunca supe d�nde las escondieron,
porque s�lo aparecieron una hora antes de coger el autob�s de regreso), y
emplearme para la primera prueba, que casi acab� con toda la verg�enza que por
aquel entonces me quedaba. Me aconsejaron que nunca les mirase a los ojos,
aunque despu�s me los vendaron con un pa�uelo oscuro, y all� delante de las
cuatro me hicieron colocar mis manos en la nuca, separar las piernas y exhibirme
en la postura que ellas quisieron, de frente, de espaldas, de rodillas, a cuatro
patas, � Despu�s not� que ataban algo a mi pene totalmente excitado, me
despojaron de la venda, me se�alaron un papel que hab�an pegado al monitor de la
televisi�n y me ordenaron que escribiera mi nombre con el rotulador que observ�
que llevaba atado. As� aprend� a deletrear mi nombre de esclavo.
Y bueno, por ahora ya est� bien. Lo que pas� en los d�as
siguientes ya os lo ir� contando en sucesivos relatos, ya que me gustar�a
describir con mayor precisi�n cada detalle de lo que fue mi sumisi�n.