Han transcurrido unos años
desde la muerte de mi madre y casi por casualidad, descubrí su diario
en un doble fondo de un cajón. Lo componen cuatro pequeños
volúmenes de los cuales he extraído parte, dándole
un formato de narración, transcribiendo los párrafos completos
y cuando no ha sido posible, siendo fiel al estilo de la autora.
Antes de empezar con el relato voy
ha describir a mi familia cuando corrían los años 70 en España.
Mi padre era militar, hombre de fuerte convicciones morales, jovial y cariñoso
con su mujer y su único hijo, algo mayor que su mujer, un buen padre
en resumen, tenía la ilusión de ahorrar lo suficiente para
poder comprarse un barco y disfrutar del mar, que era su pasión,.
con su familia en los veranos.
Mi madre era una mujer de 40 años,
enamorada de su marido y esencialmente feliz con el papel de esposa y madre,
una mujer que aún se sabía hermosa, fiel, inteligente y segura.
Y quedo yo, un adolescente de 17
años, terminando el bachillerato para ingresar en la facultad de
medicina y darles el gusto a mis padres, como así ha sido, reprimido
sexualmente como lo estaba el país en esos años.
En resumen éramos una familia
típica de la clase media española. Con las ilusiones y frustraciones
de la época que nos tocó vivir, por lo que quizás
sea conveniente pasar directamente con el relato.
Hoy he tenido que volver ha coger
dinero de la caja de seguridad para poder llegar a fin de mes, no me puedo
permitir otra discusión con Juan por el mismo motivo, sería
un fuerte golpe descubrir que su mujer le ha vuelto a fallar, no tenía
que haberme pasado comprando caprichos innecesarios, sí pudiera
los devolvería, tengo que hablar con mi hijo y explicarle que me
he visto obligada, espero que lo entienda y me ayude.
Todo ha salido bien, he justificado
el gasto con una factura del colegio por material, que me trajo Eduardo,
no sé cómo la ha conseguido, Juan se lo ha creído
aunque comentó que le parecía excesivo, juro que será
la última vez que me meto en problemas de este tipo. Le he dicho
a mi hijo que ha demostrado ser todo un hombre, para agradarle, me contestó
que lo único que se ha demostrado es que le habíamos mentido
a su padre, me ha hecho mucho daño.
Cada día que pasa me siento
más orgullosa de mi hijo, se está convirtiendo en "un
guapo mozo", no sé si es por mirarlo con ojos de madre, pero
no logro verle ningún defecto, es adorable, cada día lo quiero
más, soy incapaz de negarle nada y Juan tampoco, no sé cómo
me va a sentar cuando traiga una novia a casa, en fin quedan unos años,
espero, tengo que ir asimilándolo es ley de vida.
Me tiene preocupada, hoy he descubierto
revistas pornográficas en un cajón de su cuarto, y en su
ropa interior había restos de semen, se lo he comentado a Juan para
que le reprenda, porque es un tema que debe solucionar él como padre,
pero no ha querido darle importancia, dice que es normal y no hay que escandalizarse,
no estoy de acuerdo, me parece vergonzoso, no quiero que mi hijo se convierta
en un obseso.
No sé si son imaginaciones
mías pero hay veces que me da la impresión de que se fija
en mis pechos y en mis piernas, haciéndome sentir incómoda,
se lo he vuelto a decir a mi marido y me ha comentado que no me preocupe,
que está creciendo y como la única mujer de la casa soy yo,
es con la que puede satisfacer su curiosidad. Sigo pensado que debe hablar
con Eduardo y prohibirles las revistas, ya tendrá tiempo cuando
se case de mirar a su mujer todo lo que quiera.
Eduardo cada día está
más cariñoso e ilusionado con las vacaciones, ya no me preocupa
tanto sus miraditas, me estoy acostumbrando y ahora pienso que no es tan
grave.
Hace unos días que no escribo,
desde que estamos de vacaciones, este año hemos arrendado una casa
en Punta Umbría, a pocos metros de la playa, por mediación
de un amigo de mi marido. Lo estamos pasando muy bien, es una pena que
Juan tenga que volver a Sevilla, me quedaré sola de lunes a viernes,
si tiene servicio el fin de semana será peor, si por mí fuera
me iba con él, pero Eduardo se está divirtiendo mucho y Juan
no quiere que volvamos hasta que no empiece la universidad, así
no dejamos la casa y podemos seguir disfrutando los fines de semana. Hace
un par de días vimos a mi hijo con unas muchachas, a mí me
parecieron de más edad que Eduardo y vulgares, Juan se rió
de mí y me acusó de celosa, no son celos, sólo que
me da coraje que con lo que vale, lo engatuse la primera que llegue.
Eduardo se ha presentado con las
manos hinchadas, se puso hacer submarinismo con unos amigos y le ha picado
una medusa o algo urticante, él medico le ha vendado las manos y
me ha comentado que se las quitará en 8 o 10 días, si no
se le infectan las ampollas. La situación es incómoda y un
poco delicada, tengo que darle de comer, lavarlo etc.
Hoy en la ducha tomé mi papel
de enfermera con profesionalidad, lo enjaboné. Tiene un cuerpo imponente
y aunque está feo que lo diga su madre, ¡lo bien dotado que
está!, va hacer feliz a cualquier mujer. Él parecía
un poco avergonzado y yo estaba nerviosa, después pensé que
era la primera vez, las siguientes serían menos embarazosas.
La ducha se ha convertido en un
momento turbador, Eduardo se le nota que disfruta, cuando le enjabono sus
partes no llega a excitarse completamente, pero el aumento de su miembro
es evidente, dudo en comentárselo a Juan este viernes.
Hoy me dijo que le tirase de su
piel para atrás, porque llevaba unos días sin limpiarse en
condiciones, había empezado a oler y además podía
infectarse, lo dijo muy serio, mirando fijamente los azulejos, no he tenido
más remedio que acceder, no veía ningún motivo para
negarme, se la cogí con la mano izquierda, estaba semirígida,
inconscientemente se me aceleró el corazón, noté en
mi mano cómo se iba hinchando mientras lo lavaba, cuando lo estaba
secando, el bulto estaba casi totalmente erecto, volviendo a su estado
normal en poco tiempo. Si soy sincera, no puedo decir que haya sido desagradable
y precisamente por eso me siento culpable.
Ya se ha marchado Juan, no le he
comentado nada, probablemente por mi complejo de culpa, pero si esto sigue
así, primero, tendré que poner remedio y segundo, la semana
que viene se lo contaré a mi marido.
Estoy nerviosa, tengo un desasosiego,
si soy sincera ya no es por mi hijo, es por mí, cuando hemos hecho
el amor, me venía a la mente el miembro de Eduardo, intentaba concentrarme
con cualquier otra cosa que me excitase pero inevitablemente en los preludios
del clímax, recordaba el pene creciendo en mi mano, he tenido orgasmos
de mayor duración e intensidad que los normales, hasta mi marido
se sorprendió, comentando con sorna "cómo se nota la
abstinencia de la semana reina". Quedan dos duchas antes que le quiten
las vendas.
Entré en el cuarto nerviosa,
cuando me decidí a mirarlo, estaba casi erecto, se lo enjaboné
dando por concluido el baño, me dijo "límpiamelo bien
mamá", me indigné replicando:
¡No! ¡Es vergonzoso!
Y señalándole sus partes ¡Y con tu madre!
Se puso rojo como un tomate, Soy
un hombre y no lo puedo evitar, siento que sólo estés tú.--lo
dijo casi llorando.
De golpe sólo vi a mi niño,
a mi niño pequeño, intenté acercarme pero me echó
con un sonoro:
¡Vete!
Estuvo todo el resto de la tarde
seco y cortante conmigo. Por la noche lo llené a besos, le dije
que perdonara, que soy una antigua, mañana se lo iba a lavar muy
bien, que era mi rey. No puedo verlo enfadado, me rompe por dentro.
Por la mañana estuvo muy
amable, a última hora de la tarde estaba esperándome, llevaba
puesto una camiseta blanca muy fina y una falda, lo enjaboné a fondo,
estábamos bromeando pero cuando tenía su pene en mi mano
nos quedamos en silencio, se le irguió casi instantáneamente,
no quise darle importancia, miré a mi hijo con la intención
de tranquilizarlo, tenía sus ojos clavados en mis pechos que se
transparentaban levemente donde había salpicado el agua, se me subieron
los colores, su respiración era entrecortada, mis pezones decidieron
ponerse erectos, me volví asustar. Cuando le estaba secando notaba
el tacto de su mirada en mis pechos, salí del cuarto de baño
inmersa en el mismo silencio.
Hoy le han quitado las vendas, he
suspirado, me quito un peso de encima, no me gusta el cariz que estaban
tomando las dichosas duchas, en fin ya ha pasado y todo debe volver a la
normalidad, estoy deseando que vuelva Juan, esta semana tiene servicio
y quedan muchos días.
Mi marido tiene razón, me
pongo celosa, fuimos a la playa, Eduardo no quiso dejarme sola por lo que
se quedó con sus amigos al lado de mi sombrilla A mis cuarenta años
todavía atraigo, se me acercó un muchacho en la treintena,
Eduardo lo observó por unos minutos, cuando me di cuenta tenía
a mi hijo al lado.
¿Te está molestando?
No.-contesté para evitar problemas De todas formas, me voy a quedar
un rato"-se sentó. No me voy a comer a tu mami chaval --exclamó
impertinentemente el desconocido.
Mi hijo se puso de pié enfrentándose
al extraño.
Ni yo lo voy a permitir, por lo
que deberías seguir tu camino --le contestó mi hijo con firmeza.
Vale león, no me arañes, quédate con tu leona.
Cuando se acomodó a mi lado
tenía las facciones tensas, le abracé susurrándole
al oído
No necesito a tu padre para sentirme
segura
Me sonrió dándome
un beso en la cara, conversamos durante un rato hasta que se reintegró
al grupo de amigos y amigas que lo recibieron con silbidos y bromas por
el incidente. Las carnes se me salían del bañador, era la
madre más orgullosa del mundo, me quede mirándole embobada.
Me percaté de que una de
sus amigas centraba toda su atención en mi Eduardo, era una muchacha
rubia y si fuese imparcial bastante bonita, sentí una animadversión
inmediata, sus burdos intentos de seducción me irritaban, estaba
celosa, creo que todas las madres, tarde o temprano, sienten celos de que
otra mujer la aparte de la atención de su hijo.
Ayer noche estábamos sentados
en el diván viendo un anodino programa de televisión, en
la cena mi hijo no dejó de mirarme los pechos, llevaba puesto un
vestido escotado, no me sentí incomoda más bien halagada,
habíamos abierto una botella de vino por lo que el ambiente era
distendido, entre broma y broma me puse acariciarle el pelo, se puso mimoso,
recostándose más en el sofá, me bajó la mano
a la cara y después al pecho, con alarma descubrí que intentaba
ponerla encima de su abultado sexo, la retiré.
Anda mamá acaríciame.
¡Ahí no, es indecente!. Y a ti qué más te da,
se buena. ¡Te he dicho que no!. Anda hazme ese favor, me apetece
mucho - mientras hablaba se acariciaba muy despacio por encima de las calzonas.
¡No! ¡no insistas y esto se lo voy a decir a tu padre!. Pues
díselo, yo también le contaré un par de cosas. ¿Qué
insinúas? Tú sabes lo que digo. ¿Me estás haciendo
chantaje, a tu madre? Llámalo como quieras pero acaríciame.
-- me había puesto de pié e intento sujetarme por el brazo.
Di un paso atrás replicándole
con rabia.
¡Pélatela tú
solo!.
Salí enfurecida y me encerré
en mi cuarto. He estado llorando y ahora a las tantas de la madrugada,
estoy confusa y dolida. Tengo que hablar con Eduardo y poner las cosas
claras.
¿Dónde estás
Juan? Dónde estás, ahora que tanto te necesito.
Desde esta mañana hasta después
de cenar no nos hemos cruzado palabra, yo estaba irritada y él indiferente,
la cena ha sido tensa hablando lo justo, mientras recogía la mesa
escuché cómo encendía el televisor, respiré
hondo y me dispuse a tener la charla con mi hijo.
Tenía el discurso preparado
pero no se desarrolló como pensaba, me rebatió cada unos
de mis argumentos, que me lo tomaba a la tremenda, que simplemente era
un favor que me pedía, me mantuve firme, su tono fue amable y cariñoso,
no logré que se sintiera culpable en ningún momento. Estábamos
en punto muerto por lo que cambio de actitud.
Cuándo te he hecho falta
te he ayudado, sufrí para traerte una factura con la firma del director,
porque sabía si no era así papá se daría cuenta,
¿sabes que es delito lo que hice por ti? Y ahora te pido un pequeño
favor y te niegas, yo no soy un mal hijo, tú eres una mala madre.
¿Mala madre? Si accediese a lo que me pides, sí sería
una mala madre, lo que me pides es de degenerados. Me da igual, si soy
un degenerado, pues bien, lo soy, y este fin de semana papá se va
ha enterar que tiene un hijo degenerado y una mujer ladrona.
Me derrumbé, las lagrimas
corrían por mis mejillas, intentó abrazarme y me resistí,
pero me quedaban pocas fuerzas, me besaba en las mejillas diciéndome:
No quiero estar enfadado contigo.
No me hagas pasar por esto. En la ducha te gustó No Éstas
no decían lo mismo. -- intento tocarme un pezón con un dedo,
lo aparté. Venga acaríciame. Pero no me toques
Asintió con la cabeza mientras
se recostaba con los párpados cerrados. Le acaricié el pecho,
poco a poco fui descendiendo, le agarré el miembro por encima del
pijama, se lo bajó a media pierna, le miré al pene, estaba
hinchado, cerré los ojos y empecé a masturbarlo, notaba cómo
se aceleraba su respiración, aumenté el ritmo y de pronto
exploto, salí casi corriendo encerrándome en mi habitación,
me tiré sobre la cama rompiendo a llorar desconsoladamente, inconscientemente
me limpiaba el semen en las sabanas.
Se ha vuelto a marchar Juan, ha
notado que estaba un poco apagada, ¿Cómo le cuento que he
masturbado a su hijo tres veces esta semana?
Eduardo está siempre pendiente
de mí, me hace los recados, me ayuda con la casa, es como si me
quisiera compensar por los "favores", nuestra relación
se está normalizando, no lo masturbo todas las noches, unas tres
veces por semana, ahora quiere elegirme la ropa, algunas veces no tengo
mas remedio que acceder, le encantan los camisones finos y cortos, suele
pedírmelo en la siesta, mi marido llega del cuartel sobre las seis
de la tarde (habíamos vuelto de las vacaciones). Me da un beso en
la mejilla y se tiende en la cama, normalmente lo encuentro desnudo con
la luz encendida, desde que entro en su cuarto me recorre con la mirada,
me siento en el borde de la cama, empiezo muy lentamente, me suele subir
el camisón o la falda hasta la ingle. Ahora está empeñado
en que me quite el sujetador.
¿Qué siento? Culpabilidad
¡ Sí ! pero me excito, no lo puedo evitar y él lo sabe,
los pezones se me marcan, hay días que casi espero que me llame,
me siento sucia.
Juan me ha comprado un vestido precioso
para una cena de despedida con los compañeros (mi padre se marchaba
por razones de trabajo un mes al extranjero), mi marido estaba muy ilusionado,
me arreglé a conciencia, quería agradarle, Eduardo me contempló
y vi en sus ojos que le gustaba, cuando se despedía me susurro al
oído "estás preciosa".
La noche fue muy agradable, conversamos
con antiguos amigos y a la vuelta recogimos a mi hijo en el centro, en
el rellano de la escalera sentí una mano recorriéndome el
culo, intentando introducir un dedo entre mis nalgas, mi marido estaba
abriendo la puerta, la aparté de un manotazo, Juan preguntó
extrañado. ¿Qué pasa? Nada, un mosquito que parecía
un caballo.-respondí un poco alterada. Los grandes no pican.-contestó
distraídamente.
A la mañana siguiente he
intentado reñirle, insistiendo en la regla de no tocarme y menos
delante de su padre, me ha vuelto a amenazar con contar lo de la factura,
le he suplicado consiguiendo arrancarle una frágil promesa, pero
a cambio de ceder que en el tiempo que estuviese fuera mi marido, me pondría
lo que él quisiese y me podría besar en la boca, he aceptado.
Hace unos días fuimos a comer
con los abuelos, me había elegido un conjunto de blusa y falda tableteada
de mi vestuario, todo se iba desarrollando normalmente, mientras mi suegro
se retiró a descansar, nos quedamos conversando con mi suegra, cuando
me di cuenta que me hacía imperceptibles gestos para que le enseñase
las bragas, no me quise dar por aludida, se metió en la conversación
derivándola hacia lo buena persona que era su padre y que debía
de tener más cuidado con las personas que tenía alrededor
porque se aprovechaban de su confianza.
Mi suegra, como no, intentó
meterle los dedos sorprendida por su comentario, con un gesto que pareciese
casual descrucé las piernas y separé un poco las rodillas,
la abuela le seguía insistiendo para que se explicase, él
daba largas, cogí el bolso y con la disculpa de rebuscar en su interior,
abrí las piernas. Eduardo como si claudicase, inocentemente, comentó
que no debería haber permitido que lo eligieran para este viaje,
que siempre le tocaba lo que nadie quería etc., mi suegra se echó
a reír, le dijo que no se preocupase que a Juan no era fácil
engañarlo, lo ocurría es que estaba dolido por la ausencia
de su padre, la vida militar era así, ella lo sabía bien
que estuvo casada 35 años con uno, dando por terminado el tema.
A partir de ahí, de vez en cuando buscaba la ocasión de separar
las rodillas de forma que pareciese casual, mi hijo no comentó nada
más.
Ha sido la primera vez que me exhibo
delante de alguien que no fuera mi marido, en un principio me sentía
incomoda, principalmente por la presencia de la beatona de mi suegra y
paulatinamente, según fue pasando el pánico, me gustó
sentir la complicidad entre el que observa y la observada. Mi hijo está
sacando de mí , lo que yo nunca me podía imaginar.
Ayer sábado, cuando volvió
de jugar al baloncesto con los amigos, me encontró en la cocina,
me saludó cariñosamente, piropeándome sobre lo guapa
que estaba, se acercó por detrás, me pidió que me
quitase el sostén y me desabrochase los dos primeros botones del
vestido enterizo que llevaba puesto. Consideré inútil negarme,
por lo que pase al dormitorio, cuando terminé de guardar el sujetador,
me fui abotonando el vestido delante del espejo, dejando los dos ojales
superiores libres, me percaté de que por pequeña que fuera
la inclinación se me veía el pecho sin dificultad, estiré
la tela todo lo que pude y me dirigí a la cocina, Eduardo estaba
en su cuarto escuchando música. Durante la comida se recreó
con mis senos, sabía que estaba excitado, había estado provocando
situaciones para contemplarme a gusto, pero cuando terminamos de almorzar
se fue a su cuarto, me dejó perpleja, transcurrió una hora
cuando terminé con las tareas de la casa, me sorprendió en
el pasillo aprisionándome contra la pared.
Me prometiste no tocarme.-balbuceé.
No te voy a tocar, sólo a besarte.-me susurró mientras me
pasaba la lengua por el lóbulo de mi oreja. Sólo besarme.-me
defendí.
Recorrió mi cara lentamente
con la punta de su lengua, deteniéndose en mis labios que mantenía
cerrados, los lamió suavemente. Mi corazón golpeaba salvajemente
mi caja torácica, notaba la dureza de su sexo contra mi vientre.
Vamos a mi cuarto.
Me llevó de la mano, despojándose
del batín cerca del lecho, quedando completamente desnudo. Me senté
en el borde.
Dame placer.-murmuró.
Posé mi mano en su muslo
y la fui subiendo hasta llegar a su pene. Con su mano izquierda fue abriéndome
el vestido despacio, muy despacio, dejándome prácticamente
desnuda. Su excitación aumentaba, me atrajo hasta que mis labios
se posaron en los suyos, su lengua pugnaba por introducirse en mi boca,
perdí la cordura, empezando a besarlo desesperadamente, los dedos
de su manos se enredaron en mi pelo, sentí que era el primer beso
de mi vida, mis pezones se clavaban en su pecho cuando noche el chorro
de esperma en mi hombro, me desperté del encanto.
Tengo los ojos rojos de tanto llorar,
he sido infiel a mi marido con su propio hijo, ¿Cómo podré
mirar a Juan cuando vuelva la semana que viene?, no he salido del cuarto
desde ayer tarde, la claridad del amanecer se filtra entre las cortinas,
creando tristes sombras por el dormitorio.
Juan esta ajeno a lo que esta ocurriendo
en su hogar, no ha vuelto a pasar nada, desde aquella tarde, Eduardo está
muy centrado en sus estudios y su relación conmigo es como la del
cualquier hijo con su madre, a empezado a salir con una chica, mi marido
dice que es preciosa y a mí me comen los celos. Inconscientemente
me arreglo como sé que le gusta pero parece haber perdido todo el
interés. Estoy enamorada del padre y del hijo, no puedo pasar sin
ninguno de los dos.
Ha pasado un poco más de
un mes sin que mi hijo demuestre nada por mí, me estaba auto convenciendo
de que mis celos debían dejar paso a un sentimiento más convencional
de madre, pero hoy he visto a Esmeralda (actualmente es mi mujer) manoseando
a mi hijo y la he odiado, tengo que controlarme y olvidar emociones antinaturales.
A Juan le ha coincido una fiesta
baile en el cuartel estando de servicio, le ha dicho a Eduardo que se pase
a última hora para que nos fuéramos los dos juntos a casa.
Me he acicalado a conciencia, con un vestido que sin levantar murmuraciones,
realza todas las virtudes de mi cuerpo, más de un compañero
de mi marido se me ha insinuado. Una vez se habían despedido la
mayoría, me metí en el servicio y me quité el sujetador,
me puse el abrigo encima para que no se notase. Eduardo tardó en
llegar, por lo que Juan pidió un taxi inmediatamente. Cuando llegamos,
me despojé del abrigo, no noté ninguna reacción en
mi hijo, le pregunté:
¿Quieres un refresco antes
de acostarnos?, tengo la boca seca.
Me contempló un instante.
Sí.-contestó con una
sonrisa. Mientras me pongo algo más cómoda, ¿por qué
no lo vas preparando tú? Yo lo preparo, pero no te cambies, así
estás hermosa. Bueno pero por lo menos déjame que me quite
las medias. Estupendo, ¿te sirvo una Coca Cola? No, prefiero una
limonada.
En el dormitorio me sentía
como una novia en su noche de bodas, cuando entré en el salón
me paré delante de una lámpara de mesa con la disculpa de
colocar las bebidas, sabía que se translucía perfectamente
mi figura. Estuvimos hablando de sus amigos, de la cena, etc., sin darle
importancia me pidió que me subiese el vestido por encima de las
rodillas.
No empieces por favor, ¿no
podemos ser una familia normal? Súbete el vestido.-respondió
lacónicamente.
Dejé mis rodillas al descubierto
y permanecí en silencio.
Tienes unas piernas preciosas. Esmeralda
¿no tiene unas piernas bonitas? Sí, aunque no sé cuáles
saldrían ganando.
No pude reprimir una sonrisa. La
tensión se diluyó. Seguimos conversando, no dejaba de observar
cada cruce de mis piernas. Se levantó colocándose detrás
de mí, me acarició el cuello, susurrándome que me
relajase, bajo las manos hacía mi pecho.
Me prometiste no tocarme.-puntualicé
abortando la caricia. Está bien, acompáñame.-dijo
suavemente.
Me besó apasionadamente antes
de llegar a su dormitorio, bajó su mano a mis nalgas atrayéndome
hacia su sexo. Sonó el teléfono, lo aparté diciendo:
Será tu padre, déjame
por favor. Te espero
Era Juan para asegurarse que habíamos
llegado a casa. Estaba recostado sobre la pared sólo con los calzoncillos,
me senté en el borde como siempre. Se giró, él rozando
sus labios en mi cuello, era enervante, cerré los ojos, mi brazo
descendió como una autómata palpando su miembro sobre la
tela, notaba su saliva en mi oreja, mi respiración se agitaba, las
tirantas del traje se deslizaron por mis hombros, tímidamente me
rozó el pezón que estaba totalmente dilatado, la presión
se hizo más intensa para terminar amasándome el pecho, su
cuerpo se había ido deslizando, guió mi boca hacia su pecho,
para continuar descendiendo a su ombligo, que mi lengua recorrió,
continuó dirigiéndome, abrí los ojos, su miembro estaba
a escasos centímetros de mis labios, tensé los músculos
del cuello en un movimiento de rechazo que doblegó aumentando la
presión, capté el aroma íntimo de hombre joven, mi
excitación borró los restos de resistencia que me quedaban,
abrí mis labios y lo lamí, lo besé, lo chupé
con desesperación, noté cómo con los dedos me abría
mi parte íntima, en ese momento quedé reducida a una hembra
en celo, con hambre de comerme a mi hombre, centró sus movimientos
circulares en mi clítoris, casi inmediatamente empezaron mis convulsiones,
me estaba corriendo como una adolescente, sin dejarme respirar introdujo
su lengua en mi vagina, yo nunca he sido una mujer multiorgásmica
o eso creía yo, porqué sin terminar el primero empecé
a correrme otra vez, chupaba con fruición, los estremecimientos
de su miembro me indicaron la eyaculación inminente, era tanta mi
calentura que no me retiré, me tragué lo que pude y seguí
mamando. Nos quedamos los dos quietos recuperando el aliento. Se incorporó
echándose sobre mí, prosiguió recorriendo cada parte
de mi cuerpo con sus caricias, arrullándome, su poya semiflácida
comenzó a crecer, volví a excitarme, me lo introdujo despacio.
Ha sido la noche de sexo mas completa
de mi vida, hicimos el amor tres veces, perdí la cuenta de los orgasmos
suyos y míos, escasamente nos dio tiempo a ducharnos antes que llegase
mi marido.
Me sigo sintiendo culpable y sé
que lo que ha pasado, no está bien, pero también se que iba
a ocurrir, es más, si soy sincera yo he dado pié a ello y
no me arrepiento. Mi egoísmo se ha impuesto a mi moralidad católica.
Desde que se ha casado, nuestra
relación a cambiado, ahora vuelvo a ser exclusivamente madre y abuela,
no me siento capaz de soportarlo.
Mi versión de lo ocurrido
no es exactamente como lo describe mi madre, pero prefiero su relato, para
mí es más interesante.
Ahora me siento algo menos culpable
y también un poco egoísta, pero tengo claro que no me arrepiento
de nada y me da la impresión que al final mi madre, tampoco se arrepintió,
aunque ninguno de los dos nos hayamos ganado el cielo.
Alatriste