Demasiado t�mida para oponerme (2). Por Bajos Instintos 4
Cap�tulo 1. Don Francisco, ese viejo abusador.
A mi me cuesta mucho resistirme a los hombres apasionados.
Odio la infidelidad y jam�s le he sido infiel a mi marido. Al menos
voluntariamente. Aunque he tenido que sufrir algunos atropellos de parte de
otros hombres. Y ah� no se que hacer, no se como evitar que me falten el
respeto. Por eso ayer por la ma�ana, despu�s que desped� a mi amado esposo que
se iba a trabajar, no volv� a la cama, ya que siempre a esa hora me tocaba el
timbre don Francisco, el viejo degenerado del segundo piso. Y tampoco me puse el
desavill�, pues a qu� ser recatada con alguien que te chupa la concha todas las
ma�anas. As� que me qued� sentadita al lado de la puerta, en tetas y con s�lo mi
bombachita puesta.
Hoy no me tocaba mi trabajo de secretaria m�dica, sino que
ten�a otras actividades programadas.
El timbre. Di un saltito y abr� la puerta. Aqu� estaba don
Francisco, la misma expresi�n sucia de siempre. Cerr� la puerta y sin mediar
palabra me encamin�, como todas las ma�anas al dormitorio, con el asqueroso
viejo detr�s, sob�ndome la cola.
Me saqu� la bombachita y me extend� de espaldas, con las
piernas recogidas y abiertas, resignada ya a esta vejaci�n cotidiana.
Recuerdo la primera vez. Don Francisco me ayud� a subir las
bolsas de las compras que me hab�an tra�do del Super mercado. Yo vi. algo sucio
en la forma en que me miraba los pechos a trav�s de la breve remerita que
siempre uso, pero no pod�a dejar de agradecer su gentileza. Pens� que el pobre
hombre no era culpable de la cara de viejo lascivo que portaba.
Pero me equivoqu�. Apenas dejamos las bolsas en el piso del
living comedor de mi departamento, don Francisco me empuj� hasta el sof�, y sin
dar vueltas me quit� la faldita y me arranc� las braguitas. "�Pe-pero, qu�
hace!" le pregunt� alarmada. "�Vos callate, putita!" y tom�ndome de las nalgas
me hizo caer de espaldas y enterr� su cabeza entre mis muslos y comenz� a
besarme la intimidad. "��Don Francisco�!!" exclam�, presa de la mayor de las
alarmas. Y tambi�n presa de sus manos que me ten�an completamente atrapada. Y su
lengua hab�a comenzado a trabajar. "��� don� Fran� cis� co� !!" repet� un poco
agitada por la verg�enza que me estaba produciendo la situaci�n. El hombre ten�a
la lengua muy gorda y la mov�a con una sensualidad inesperable en un hombre de
aspecto tan repugnante. Lam�a en c�rculos en el interior de mi vagina y con los
pelos de su barba me rozaba el cl�toris produci�ndome unas sensaciones que me
hicieron ruborizar.
El desgraciado me ten�a bien atrapada y se estaba abusando de
la situaci�n. Sent� que sin el menor decoro mi concha se estaba llenando de
jugos. Es as�, las conchas no son decorosas, tuve que reconocer con la mayor
verg�enza. Pero yo s� que tengo decoro. Y a�n con la respiraci�n cada vez m�s
agitada, decid� apelar a su sentido de la �tica. "�No� si� ga� don� Fran� cis�
co�! �Yo� soy� una� mu� jer� ca� sa� daaa!" La voz se me quebraba un poco por
las sensaciones que estaba sintiendo. Ahora su lengua se alargaba lamiendo las
profundidades de mi vagina. Y sus dedos se hab�an engarfiado en mis caderas.
"�Y� es� toy� ena�mo� ra� de� mi� es� po� so�!" Pero el hombre no hac�a caso. Y
ahora su boca se estaba ensa�ando con mi cl�toris. Y mi cuerpo hab�a comenzado
involuntariamente a temblar. Con mis manos agarr� su cabeza, para apartarlo
tirando de sus cabellos. Pero una extra�a debilidad me diluy� la fuerza de los
brazos. Mi respiraci�n estaba cada vez m�s y m�s agitada. "���� noooh� don�
Fran�cis� co� !!!" protest� con la voz ronca. Pero el hombre hab�a a�adido una
succi�n y leng�etazos cada vez m�s r�pidos sobre mi cl�toris. ��� qu�
sufrimiento� !! �Estaba soportando la mayor humillaci�n de mi vida! �Yo, una
mujer felizmente casada y amada por su marido! Y esa boca implacable y caliente
en mis intimidades, vej�ndome de semejante manera� "����� don� Fran� cis� co�
no� me� ha� sen� tir� esas� cosas�!" le supliqu�, pero el hombre, enfebrecido
con mi concha, s�lo respondi� con un bramido ronco y prolongado. "�� es� toy�
muy� ena� mo� ra� de� Ar� man� dooo� y� �l� nose� no� se� me� re� ce� ahh�
ahhhh� aaahhhhhh� ����aaaahhhhhh!!!!!" termin� en un largo gemido que fue
casi un grito. Y me despatarr�, quedando completamente desmadejada. A trav�s de
la neblina de mis ojos lo vi parado frente a m�, con su enorme verga empalmada
oscilando ante mis ojos. �Ay, Dios m�o! Pens� para mis adentros. �qu� me espera
ahora? Pero don Francisco no ten�a en sus planes poseerme. En cambio, comenz� a
pasar su tremenda tranca por todo mi cuerpo que se puso con piel de gallina.
Frot� mis tetones a trav�s de la remerita, lo que hizo que se me erizaran los
pezones. Me pas� la polla por la l�nea de separaci�n de mis nalgas, por el vello
p�bico en la uni�n de mis piernas, y a m� la respiraci�n hab�a comenzado a
agitarse una vez m�s. Me frot� con ella las axilas, los huecos a los costados de
la garganta, y las mejillas, la boca y la nariz, y no pude evitar sentir su
fuerte olor de macho dominante, y mi cuerpo recomenz� con sus temblores. Despu�s
de pase�rmela por toda la cara, incluyendo las orejas, el muy bestia se sent�
sobre mi est�mago, y levantando la liviana telita de mi remera, acomod� su
tranca entre mis tetonas, "�Apret�mela, puta!" y llevando mis manos hacia los
costados de mis tiernos meloncitos los us� para apretarle el nabo. Y movi�ndolos
hacia atr�s y adelante comenz� a usarlos para masturbarse. Yo estaba cada vez
m�s agitada y ruborizada. El ver aparecer ese enorme glande al ritmo de sus
amasadas, me estaba poniendo fuera de m�. Cada vez que nuestros ojos se
enfrentaban pod�a ver su sonrisa burlo y eso me hac�a subir el rubor cada vez
m�s. "�Yo sab�a que eras una buena putita, nena!" Y yo sent�a el grosor de su
caliente verga entre mis melones y el movimiento que sus manotas imprim�an a los
mismos, y sent� que los ojos se me iban para arriba. Me sent�a muy vejada por
ese hombre con su terrible sonrisa y su m�s terrible pedazote, mucho m�s grande
que el de mi marido, pens�, y fue justo en ese momento, cuando estaba haciendo
la comparaci�n en la que mi marido estaba perdiendo, que de su glande comenzaron
a salir gruesos chorros de semen que me ba�aron la cara. Y entonces, sin poder
evitarlo, me corr�. Y algunos de sus chorros entraron en mi boca abierta por el
orgasmo. "�Desde la primera vez que te vi esperaba el momento de jugar con mi
verga en esos tremendos tetones que ten�s. Y sab�a que te ibas a dejar, como
buena puta que sos!" No supe qu� contestarle, porque ten�a la boca llena de
semen y, como no me atrev�a a tragar, lo estaba gustando con la lengua.
"�Cuando se vaya tu marido, ya sab�s lo que te espera por las
ma�anas!" Y sali� por la puerta, dej�ndome despatarrada en el sof� y sin fuerzas
para levantarme.
Pero reconoc� que yo no ten�a culpa alguna en lo que hab�a
ocurrido. �Qu� culpa tiene una chica tan enamorada de su marido, si un viejo
perverso y asqueroso, aprovech�ndose de su muy superior fuerza, se abusa de
ella? Ninguna, me respond�. Yo no hab�a hecho nada para provocarlo y no hab�a
tenido modo de detenerlo. La pr�xima vez que viniera, algo se me ocurrir�a para
detener sus avances.
Pero no se me ocurri� nada. A la vista de su desagradable
expresi�n, una extra�a debilidad se apoderaba tanto de mi cuerpo como de mi
mente, y lo dejaba hacer conmigo lo que quisiera. Nunca le cont� a mi marido,
porque hubiera podido interpretarlo como una infidelidad de mi parte. Y habr�a
tenido que contarle del tama�o de la polla de ese bestia, lo que hubiera sido
una humillaci�n para �l.
As� que la visita con abuso y vejaci�n de ayer a la ma�ana
era algo acostumbrado. Es m�s, si no fuera por que eso ser�a infidelidad, dir�a
que era una costumbre a la que me hab�a habituado, al punto que cuando no se
produc�a, sent�a que algo me hab�a faltado. Pero no lo digo, porque una esposa
decente no debe acostumbrarse a cosas as�.
Cap�tulo 2. Mi amigo el sodero.
Cuando se fue el viejo me qued� sentadita al lado de la
puerta sin vestirme, ya que hab�a quedado sola. Ten�a todav�a las manchas de su
semen fresco sobre las tetas y el pubis, y una ligera sensaci�n de
insatisfacci�n. El viejo me hab�a hecho alcanzar dos orgasmos, e iba en camino
del tercero, cuando �l consigui� el suyo y se fue. De modo que cuando toc�
nuevamente el timbre, casi me alegre. Hab�a venido a completar el trabajo,
pens�. As� que salt� a abrir la puerta, no digo alegra, pero s� ansiosamente
resignada. Y no me vest�. �Qu� sentido tiene vestirte `para un hombre que acaba
de verte desnuda?
No era el viejo. Era el sodero. Un hombre de unos treinta
a�os, muy simp�tico y atl�tico, que ven�a todas las semanas a cambiar las
botellas vac�as por las llenas. Yo hab�a observado algunas miradas p�caras hacia
mis tetones, las otras veces. Y estoy segura de que iguales miradas hab�a
merecido de su parte mi culo cuando involuntariamente lo contoneaba, llevando
los sifones a la cocina. El hombre nunca hab�a intentado propasarse, porque
sab�a que yo era una mujer casada, y �l sab�a mantener su lugar.
Pero esta vez no. Cuando abr� la puerta completamente
desnuda, abri� sus ojos como dos huevos fritos. Y se posaron sobre mis grandes y
parados tetones con manchas de semen. Y me dio tanta verg�enza que se me pararon
los pezones. Trat� de tap�rmelos, mis manitas son demasiado chicas para
semejante tarea, pero igual trat�. Y su mirada fue hacia mi pubis, viendo las
manchas de semen fresco. Trat� de taparme el pubis, pero entonces mis tetones
quedaron al aire, balance�ndose. "�Esp�reme un momento, Marcelo, que voy adentro
a ponerme algo!" Y le di la espalda, aunque creo que �l s�lo me miraba el culo.
La verdad es que tengo un culo muy sexy, pero en ese momento no ten�a modo de
tap�rmelo. Sent� el ruido de la puerta de entrada al cerrarse. Y sab�a que, como
siempre que entraba los sifones, Marcelo estaba adentro del departamento.
Fui al dormitorio, tratando de que mi culo no se bamboleara
demasiado, a buscar algo que ponerme. El dormitorio estaba en una semi penumbra,
de modo que me cost� un poco encontrar mis ropas desparramadas por el suelo. (La
noche anterior hab�a venido un compa�ero de mi esposo para hacerme compa��a
porque Armando hab�a tenido que acudir a un velorio, y las cosas se nos fueron
un poco de las manos�) Cuando me inclin� para tomar la falda sent� el pantal�n
de Marcelo contra mis nalgas, y algo muy grande y duro presionando entre ellas.
Me qued� helada, bueno "helada" no es exactamente la palabra, pero me qued�,
como si esperara a ver que segu�a. Y lo que sigui� fue Marcelo me agarr� los
melones con ambas manos, mientras apretaba su tranca contra mis gl�teos. La
situaci�n me escandaliz�, pero sus manos apretaban mis pitones y la circulaci�n
comenz� a fluir hacia ellos. Pude comprender al pobre muchacho, la situaci�n lo
hab�a desbordado, no pod�a culparlo. La cuesti�n era como detener sus avances,
ya que no soy de esas mujeres que enga�an a sus maridos. Mientras intentaba
pensarlo, Marcelo hab�a comenzado a besarme el cuello, mientras su polla se
refregaba contra mi culo y sus manos segu�an haciendo maravillas sobre mis
enormes gl�ndulas mamarias. Naturalmente, todo esto me hac�a dif�cil el
concentrarme en mis pensamientos. "Marcelo" comenc� con la voz un poco agitada
por la respiraci�n, "no interpretes mal la situaci�n�" y entonces sent� la piel
se su caliente nabo directamente en contacto contra la de mis nalgas. Era un
atrevimiento de su parte, pero no sab�a como decirle, ya que su aliento en mi
cuello me produc�a extra�as sensaciones. Y ni hablar del masaje que me estaba
dando en los tetones. As� que abr� la boca, pero no me sali� nada: el nabo de
Marcelo se hab�a colado entre mis muslos y me estaba frotando el co�o. Lanc� un
"�Hoohhh�!" no muy adecuado para desanimarlo. Y me qued� centrada en las
sensaciones que su enorme polla me estaba produciendo con sus frotaciones. Pens�
que �l pod�a mal interpretar esas vacilaciones m�as, as� que con un esfuerzo de
concentraci�n volv� a mi mensaje: "No sigas, Marcelo, que soy una mujer casada�"
la voz me sali� un poco baja, de modo que no supe si me hab�a escuchado o no,
pero cuando intent� repetir el mensaje en un tono m�s alto, su nabo hab�a
encontrado la entrada de mi vulva y me estaba penetrando. La verdad es que los
jugos que sal�an de mi indiscreta concha se lo estaban facilitando bastante. Y
nuevamente me estaba costando concentrarme para encontrar las palabras. Para
colmo de males, mi culo, que toma sus decisiones por cuenta propia, se hab�a
empinado permitiendo que su nabo penetrara completamente en mi concha. Y sus
manos segu�an amas�ndome los tetones. Y sus jadeos calientes en mi cuello que
aportaban tambi�n su cuota en cuanto a distraerme. Pero lo intent� de nuevo.
"Marcelo, Mar� ce� li� to�, yo� amo� a� mi� es� po�soo� " Pero Marcelo hab�a
iniciado un r�tmico vaiv�n, haci�ndome sentir su poronga hasta la garganta. La
situaci�n era inadmisible. Aqu� estaba yo, desnuda al lado del lecho conyugal,
mientras que este muchacho �me estaba cogiendo! Pens� en mi amado Arturo, que si
bien no ten�a un nabo tan grande como el de Marcelo, era mi �nico amor. Pero no
lograba recordar la cara de mi amado Armando, y en su lugar aparec�a la imagen
de c�mo se ver�a la enorme tranca que sent�a serruchando dentro de m�.
Naturalmente, no pod�a permitir que eso continuara, ya que aceptarlo hubiera
sido consentir una infidelidad. "�Basta, Marcelo, Mar� ce� li� to�! �No� si�
gas� co� gien�do� me� as� as�iiii� ahh� aahhh� aaahhhh� aaaaahhhhh!" y
contra toda mi voluntad me corr� mientras las paredes de mi concha saboreaban el
hermoso invitado que las visitaba. Marcelo se corri� entonces espectacularmente.
Sus chorros de leche sal�an con tal intensidad que parec�a que nunca iban a
terminar. Y otra vez, de nuevo involuntariamente, volv� a correrme.
Bueno, por lo menos la tortura hab�a terminado. Y yo no le
hab�a sido infiel a mi querido Arturo, porque todo hab�a ocurrido contra mis
mejores intentos de impedirlo.
Me qued� jadeando todav�a, aunque un poco alarmada, porque su
tranca segu�a tan parada como al meterla.
Me di vuelta para tranquilizar al muchacho de la culpa que
deb�a estar sintiendo. Al fin de cuentas lo hab�an dominado las hormonas y
adem�s deb�a hacer mucho tiempo que el estaba juntando ganas conmigo. "Marcelo"
le dije, sintiendo su erecto nabo contra mi vientre, "no deb�s culparte por lo
que ha ocurrido� no fue culpa de ninguno de los dos�" Pero no pude seguir,
Marcelo atrap� mi boca con la suya y, mientras sus fuertes manos se agarraban de
mis nalgas, comenz� el m�s apasionado beso que jam�s me hubieran dado. Su boca
rodeaba la m�a apret�ndola mucho, mientras su lengua recorr�a el interior. Mi
lengua se prendi� a la suya en una alegre respuesta, y no sab�a como hacer para
detenerla. Debe haber sido un beso de veinte minutos, no te miento. Y yo sent�
que perd�a la cabeza. No supe bien cuando ni como mi mano se prendi� a su
tranca, pero en cierto momento me di cuenta de que estaba agarr�ndosela con
pasi�n. Pero entonces pens� en mi marido y aunque no lograba recordar bien su
cara, el pensamiento me libr� de culpa. El beso era tan intenso que empec� a
correrme nuevamente. Por eso no s� muy bien como fue que llegamos a la cama y
aunque est�bamos frente a frente, �l en vez de meterme su tranca por mi co�ito,
comenz� a d�rmela por el ojete. Entre los jugos que manaban de mi concha, los
que emit�a su polla y los restos de semen que la embadurnaban, no le cost�
abrirme el ojete hasta el fondo. Su abdomen frotaba mi cl�toris y las ricas
entradas y sacadas que me estaba dando este apasionado soderito, hicieron que
tuviera que recurrir muchas veces al recuerdo de mi amado esposo para no
incurrir en pensamientos de infidelidad. A veces me olvidaba que era lo que
estaba tratando de recordar, porque los empellones de Marcelo y las sensaciones
que me produc�an en el culo me desconcentraban un poco, pero creo que en
conjunto logr� mantener los pensamientos de pureza en desmedro de los
pecaminosos. Cuando Marcelito comenz� a aumentar el ritmo de sus vaivenes
comenc� a correrme una y otra vez, hasta que en la fren�tica serruchada final me
qued� abrazando su culo con mis piernas mientras los poderosos espasmos de mi
acabada me libraban de toda conciencia. Afortunadamente pude sentir como su
polla me llenaba el culo de leche calentita y espesa.
Nos quedamos as�, tendidos, con �l arriba m�o y su
herramienta en mi orto, haci�ndome sentir deliciosamente ensartada. Marcelo
comenz� a comerme la boca nuevamente, pero despu�s de unos minutos procur�
detenerlo. "Marcelo, Marcelito, record� que solo podemos ser amigos, ya que soy
una mujer casada y fiel a su esposo." Marcelo emiti� un gru�ido de asentimiento
y sac� su polla de mi culo, pero para enchuf�rmela en el co�o. "As� est� mejor",
le dije, "ya que el co�o es m�s legal que el culo", Marcelo gru�� nuevamente. Y
comenz� una nueva serruchada ante la cual tuve que recurrir muchas veces a la
algo desdibujada imagen de mi marido, � �C�mo era que se llamaba�? �Ah, s�:
Arturo... ��Noo, Armando!! Y a la cuarta o quinta vez que me corr�, comprend�
que lo que estaba haciendo estaba mal. De un salto me desensart�, y me qued�
mirando el poderoso nabo de mi amigo, que se sacud�a solo, en el aire. �l pobre
no tenia la culpa de semejante potencia viril. Y compadecida de su situaci�n me
arrodill� a su lado en la cama, y comenc� a besarle la poronga. La idea era
aliviarlo, sin incurrir al mismo tiempo al pecado de la infidelidad a mi amado
c�nyuge. No me result� desagradable, tal era la simpat�a que sent�a por este
muchacho. Hasta dir�a que el olor me mareaba un poco, de un modo algo
trastornante por lo placentero. Y le recorr� la poronga de la ra�z a la punta
muchas veces, con besitos y lamiditas. Y Marcelito comenz� a gemir. �Pobre! Me
daba pena su sufrimiento, de modo que le met� un dedo en el ojete para
distraerlo un poco del nabo, al tiempo que met� el mismo en mi caliente boca.
Enroscaba su desnuda cabeza con mi lengua, como para degustarla bien, al tiempo
que con mi dedito le iba cogiendo el culo. Me encantaba brindarle un servicio
tan sumiso, como si estuviera adorando su nabo. Y �l deb�a estar creyendo algo
as� ��el pobre estar�a creyendo que yo lo hac�a por gusto!- porque de pronto su
estaca comenz� a dar sacudidas dentro de mi boca, y de su grueso glande comenz�
a manar leche que tragu� con gentileza, aunque fingiendo pasi�n para no herir
sus sentimientos. Y finalmente se lo succion� para sacarle hasta la �ltima gota.
Y sinti�ndome una real bienhechora procur� recordar la imagen de la cara de mi
amado Arturo, pero no lo logr�. En vez de eso, de un modo totalmente inesperado,
me corr�.
Ya m�s tranquilos, mientras jugaba con su poronga en mis
manos, le expliqu� lo de mi fidelidad, y por qu� yo nunca hab�a enga�ado ni
enga�ar�a a mi marido. Inesperadamente la tranca volvi� a pon�rsele dura, y
contra todas mis protestas y expectativas me ensart� nuevamente por el culo,
luego de ponerme boca abajo. Su pelvis rebotaba contra mis redondas pompis con
gran entusiasmo. Pero esta vez no tuve un orgasmo, el que tuvo todos los
orgasmos fue mi cuerpo, ya que yo estaba ausente, sumergida en un mar de
sensaciones por cuya superficie pasaba a ratos una fotograf�a algo borrosa que
bien podr�a haber sido de mi amado Arturo, aunque en esos momentos no recordaba
su nombre.
Cuando retorn� en m�, Marcelo estaba echado a mi lado,
mir�ndome con cari�o y admiraci�n. "�Sos la puta m�s puta de todas las que he
conocido�! Podr�as ganar una fortuna, si te dedicaras�"
Mejor es que no me tutee, Marcelo, conviene mantener las
distancias. Por el qu� dir�n, ya sabe.
"Vuelvo el pr�ximo jueves", me dijo ya desde la puerta.
Eran ya las cuatro de la tarde y decid� darme una buena
siesta, me la merec�a.
Y mientras me sumerg�a en el frescor de las s�banas reci�n
cambiadas me sent� confortada por los pensamientos de inquebrantable fidelidad y
pureza que me embargaban. Eso s�, antes de poder dormirme tuve que masturbarme
varias veces, recordando los modos en que hab�a defendido mi virtud ese d�a.
Cu�ntame si te ha gustado mi narraci�n, escribi�ndome a
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y recuerda mencionar el nombre de este relato.