Relato: El chofer del licenciado



Relato: El chofer del licenciado

EL CHOFER DEL LICENCIADO


El encargo era muy simple. Recoger el malet�n en el despacho
del arquitecto, entregarlo mas tarde en la oficina de San Angel y regresar a la
casa para llevar al joven Miguel a su clase de nataci�n.



Era mi primer d�a de trabajo como chofer en casa de la
familia Torres y por supuesto deseaba que todo saliera bien, porque necesitaba
el trabajo y porque no pod�a darme el lujo de perderlo. Estaba tan agradecido de
que me hubieran contratado sin apenas referencias que hubiera aceptado el empleo
por la mitad del sueldo. Afortunadamente el Lic. Torres no se dio cuenta de mi
apurada situaci�n y me contrat� con un buen salario.





Eso s� � me advirti� desde detr�s del escritorio en su
opulenta oficina de San Angel � exijo la mayor discreci�n.


Por supuesto � acept� inmediatamente � no se preocupe por
eso licenciado.


Sea lo que sea que veas, escuches o se te ordene �
complet�.


No tendr� ninguna queja � promet�, sin detenerme a pensar
en el alcance de sus palabras.





Su secretaria me entreg� poco despu�s el uniforme, y debo
confesar que me sentaba bastante bien. Me mir� en el amplio espejo del ba�o. Tal
vez los pantalones me estaban un poco estrechos, apret�ndome un poco la
entrepierna y ajustando mi trasero mas de lo que me hubiera gustado, pero el
saco oscuro con hombreras y la gorra me daban un cierto aspecto militar que me
gust� bastante. La aprobadora mirada de la secretaria me dio a entender que
efectivamente el uniforme me sentaba muy bien. Contento, me report� con el
licenciado para avisarle que estaba listo para empezar mi primera jornada.





Se�or � dije con cierta timidez una vez que escuch� su
voz tras la puerta permiti�ndome pasar � s�lo quer�a avisarle que ya estoy
preparado.





Me mir� de arriba abajo, haci�ndome sentir un poco inc�modo.





Date la vuelta � orden�.





Me sent� un poco cohibido, pero model� el uniforme tratando
de hacerlo lucir.





Qu�tate el saco � dijo entonces.





No me esperaba tanta atenci�n, y menos de un hombre tan a
todas luces tan ocupado, as� que reaccion� r�pido y me quit� el saco.
Inconscientemente me acomod� el paquete, porque sent�a los huevos demasiado
apretados. El licenciado se dio cuenta de lo que hac�a, y me puse rojo como un
tomate, aunque �l no dijo nada. Con un gesto de su mano me orden� girar
nuevamente, y lo hice de pronto consciente de la forma casi obscena en que se
marcaban mis nalgas.





Perd�n, se�or � me disculp� al darme vuelta tirando de
los pantalones � pero parece que el uniforme me queda algo justo.


No te preocupes, tienes muy buen culo y no debes
avergonzarte de eso � contest� tranquilamente.





El comentario me dej� muy confundido, sin saber si se trataba
de un chiste y debiera re�rme o lo dec�a en serio y deb�a preocuparme.
Desinteresado, el licenciado volvi� a los papeles y al tel�fono, dej�ndome all�
de pie sin saber qu� hacer.





No te preocupes � dijo de pronto al tel�fono � tengo aqu�
enfrente al chofer y sale ahora mismo a recoger los planos. En cuanto los
reciba los firmo y te llamo para ponernos de acuerdo.





Me dio una direcci�n e instrucciones de volver con el malet�n
de planos. Conduje r�pido pero con cuidado. Lo ultimo que necesitaba era una
infracci�n de tr�nsito o pegarle un ray�n al lujoso auto. La oficina del
arquitecto estaba vac�a, lo cual se me hizo extra�o, pues sab�a que me esperaba.
Toqu� el timbre varias veces, hasta que escuch� una voz lejana indic�ndome que
entrara, que la puerta estaba abierta.



No hab�a nadie a la vista, y pas� por la vac�a sala de
recepci�n llamando al arquitecto.





En un momento salgo � me inform� la voz desde el fondo de
una de las oficinas, con un jadeo extra�o, como si estuviera corriendo o
haciendo ejercicio.





Esper� de pie por diez minutos. En la silenciosa oficina s�lo
se escuchaban los r�tmicos jadeos del arquitecto en alg�n lado, y de alguien
mas, porque era obvio que el arquitecto no estaba solo; aquellos sonidos eran
inconfundiblemente de sexo. Me lo imagin� mont�ndose a una bonita y rubia
secretaria, e incapaz de contenerme me fui acercando a la puerta entreabierta de
donde proced�an los ahora m�s escandalosos jadeos.



El concierto de gemidos crec�a por momentos, lo que acicate�
aun m�s mi curiosidad. Me situ� junto a la puerta y me asom� discretamente.
Sobre el escritorio, completamente desnudo y boca abajo estaba un muchacho de
largo cabello rubio. Tras �l, un hombre velludo y corpulento lo sodomizaba con
decididos y briosos movimientos. Asombrado, no pude apartar la vista del
inusitado espect�culo. No es que no supiera que esas cosas suced�an, sino que
nunca hab�a tenido oportunidad de ver ese tipo de relaciones, y menos tan de
cerca y en vivo y a todo color.



Ninguno de los dos not� que mi presencia. Tal vez el
arquitecto no se percat� del ruido que hac�an y de que la puerta estaba
parcialmente abierta. El caso es que siguieron con lo suyo y yo no pude
apartarme de la puerta. Lo que m�s me sorprend�a era la cara de gozo que ten�a
el chico. No tendr�a mas de 14 o 15 a�os, y sin embargo se ve�a a leguas que
sab�a muy bien lo que hac�a. La fina espalda se arqueaba para recibir los
empujes del fornido arquitecto, que lo ten�a sujetado por la esbelta cintura,
abri�ndole las blancas y bien torneadas nalguitas con las manos, fascinado al
observar la forma en que su voluminoso pene desaparec�a en el dilatado orificio
del muchacho.



Algunos hilos de sudor descend�an por el pecho velludo del
hombre, rodeando su redondo vientre para caer sobre la espalda del chico. Entre
vaiv�n y vaiv�n, la gruesa salchicha del hombre asomaba entre las prietas
nalgas, solo por breves momentos, para desaparecer poco despu�s al met�rsela
nuevamente hasta la empu�adura, provocando los gemidos del muchacho, que no
hac�a sino aferrarse al borde del escritorio para contener los embates del
maduro arquitecto.



Los gemidos subieron de tono, y como en las mejores pel�culas
porno, el arquitecto sac� la verga justo en el momento del orgasmo, para ba�ar
con su semen las bonitas nalgas del muchacho, y esparcirlo por su blanco trasero
con las manos.





Ya voy, no tardo � dijo el arquitecto de pronto, tomando
una toalla para cubrirse la cintura.





Corr� en un santiam�n hasta la puerta de entrada, tratando de
aparentar aburrimiento.



El arquitecto apareci� entonces por la puerta de la oficina,
con el malet�n de papeles en la mano.





T� debes ser Cesar, el nuevo chofer de mi buen amigo
Alberto � dijo dirigi�ndose a m�.


As� es, se�or � contest� cort�smente.





No pude evitar mirar su corpulenta anatom�a, apenas cubierta
por la toalla. La entrepierna mostraba todav�a un considerable grosor, y sin
pena alguna se rasc� el notorio bulto mientras yo desviaba la mirada.





Estaba haciendo algo de ejercicio � me inform�, tal vez
tratando de justificar que lo encontrara ba�ado en sudor.


Claro � acept� sin mas la excusa � el ejercicio es muy
importante � concord�.


Y tu lo haces? � dijo acerc�ndose.





Me qued� sin saber qu� contestar. El arquitecto toc� mis
b�ceps y los tens� de forma casi autom�tica. Se dio la vuelta y palp� mi
espalda, y antes de que pudiera moverme palme� mi nalga izquierda.





Por supuesto � concluy� � se ve que t� tambi�n haces
ejercicio.





Sin preocuparse por su descarado comportamiento, el
arquitecto me entreg� el malet�n y me pidi� que le avisara a mi jefe que �l le
llamar�a mas tarde. Tom� los papeles y regres� a la oficina de San Angel, y por
supuesto no le coment� nada de lo sucedido al licenciado. La regla era ver y
escuchar, pero no comentar. Me sent�a excitado. Lo que hab�a visto en la oficina
del arquitecto me hab�a dejado bastante caliente, por m�s que me costara
admitirlo. Algo dentro de m� hab�a disfrutado con la pel�cula en vivo que hab�a
presenciado y not� de pronto que la ajustada tela del uniforme no hac�a sino
contribuir a ese estado de excitaci�n en el que me encontraba.



Mi siguiente encargo fue recoger al joven Miguel, el hijo
mayor del licenciado y llevarlo a su pr�ctica de nataci�n. El muchacho tendr�a
unos 14 a�os, con el obscuro cabello del padre, pero con los ojos un poco m�s
claros. Era alto para su edad, con el cuerpo largo y fibroso de los nadadores
profesionales. Apenas si me dirigi� la palabra y se mantuvo en silencio durante
todo el trayecto. Me dijo que pod�a esperarlo en el coche, o que pod�a observar
la pr�ctica, lo que yo prefiriera. Eleg� observar la pr�ctica y busqu� un buen
lugar en las gradas del p�blico.



La alberca estaba llena de muchachos de distintas edades y
sus respectivos profesores. El grupo de Miguel lo formaban una docena de chicos,
que inmediatamente empezaron a hacer estiramientos antes de entrar al agua. En
el estado en que me encontraba, la desnudez de tantos cuerpos me hizo sentir una
c�lida corriente de excitaci�n. Trat� de controlarlo, pero el ajustado uniforme,
apret�ndome los huevos de aquella manera no era de gran ayudaba. Sent� entre las
piernas el comienzo de una erecci�n, de esas que no tienen ning�n motivo, pero
que all� est�n, y que uno no puede sino darse un cari�oso apret�n de vez en
cuando, aunque solo fuera por sentirse orgulloso de la propia herramienta, que
en mi caso no estaba nada mal, aunque suene mal decirlo.



Cuando ya algunos chicos se hab�an lanzado al agua, lleg�
casi corriendo un �ltimo integrante. Lo reconoc� inmediatamente. Era el chico de
la oficina del arquitecto. El largo pelo rubio, la fina espalda, las piernas
largas, eran inconfundibles. Record� las bonitas nalgas, ahora cubiertas por el
ajustado traje de licra, y mi verga dio un sorpresivo respingo. Me acomod� en el
asiento, tratando de que nadie notara lo que los ajustados pantalones de mi
uniforme eran incapaces de ocultar.



El muchacho rubio salud� a todos los dem�s. Miguel, el hijo
de mi patr�n se anim� de repente. Se abrazaron como buenos amigos, y tal vez mi
excitada imaginaci�n me hizo ver que hab�a algo mas que una sincera amistad en
aquel apretado abrazo. Finalmente se lanzaron ambos al agua y comenzaron a
seguir las indicaciones de su entrenador.



Para cuando la clase termin�, yo ya hab�a dejado las gradas.
Buscando donde fumarme un cigarro encontr� la puerta de los vestidores. Los
muchachos de otras clases se duchaban. De pronto descubr�a desnudez por todos
lados, y mi calentura se aviv� sin que lo pudiera evitar. Ya no me importaba que
las nalgas fueran de chicos o de chicas, de hombres o de mujeres, yo solo ve�a
sexo y cachondez por todos lados.



Ninguna persona me impidi� el paso, ni restringieron mi
entrada. Tal vez el uniforme les hac�a creer que era personal de seguridad o
algo as�. El caso es que pude deambular por las duchas y los vestidores a mis
anchas. Absorbiendo los olores, las visiones y los humores de aquella carne
desnuda y joven que de pronto se ofrec�a a mis ansiosas miradas.



La clase de Miguel termin� y lleg� a las duchas con todo su
grupo. Me escond�, porque el hijo de mi patr�n me reconocer�a al instante,
aunque fue innecesario, porque Miguel solo ten�a ojos para su rubio compa�ero.
En las duchas, eligieron las mas retiradas, y se ba�aron casi juntos. Miguel, a
pesar de tener apenas 14 a�os ten�a una verga bastante desarrollada para su
edad. El rubio parec�a disfrutar provoc�ndola, pues se agachaba empujando sus
blancas nalgas sobre la entrepierna del amigo, quien ten�a que hacer un tremendo
esfuerzo por ocultar su creciente excitaci�n. La cosa no pod�a pasar a mayores,
pues el grupo de muchachos y de gente en las duchas era numeroso, y terminaron
el ba�o apresuradamente.



Regres� al coche con tiempo suficiente para fumarme un
cigarro antes de apareciera Miguel con su amigo.





Vamos a llevar a mi amigo a su casa � inform� Miguel
trepando al coche.





A pesar de que eso no formaba parte de las ordenes del
licenciado, no me atrev� a contrariar los deseos del hijo de mi patr�n, y enfil�
a la direcci�n que me orden�.



Seguramente el joven Miguel cre�a que yo era sordo, o ciego,
porque apenas llevaba diez minutos conduciendo comenz� a acariciarse junto con
su amigo. El espejo retrovisor me daba una buena perspectiva de lo que suced�a
en el asiento trasero, aunque no lo suficiente como para ver lo que hac�an mas
abajo. De todas formas pude imaginarlo, porque la cabeza del rubio desapareci�
de mi campo de visi�n y pronto escuch� los cl�sicos sonidos de una mamada. Sexo
oral justo all�, en el coche, sin que les importara que yo estuviera a escasos
cent�metros. La verga se me enderez� casi al instante. Los gemidos de Miguel,
aunque contenidos, eran totalmente perceptibles.





Tu turno � dijo el rubio emergiendo en mi campo de visi�n
y empujando la cabeza de Miguel a su regazo.





Miguel pareci� resistirse un poco, pero termin� cediendo. Los
chapoteantes sonidos comenzaron nuevamente.





Ten cuidado � dijo el rubio � me lastimas con los
dientes. Cu�ndo aprender�s? � exclam� algo molesto.


Ya te dije que no s� hacerlo � contest� Miguel con cierto
tono refunfu��n.


Est� bien � acept� el otro � s�guele, no te detengas.


No, ya no quiero � dijo Miguel limpi�ndose la boca con el
dorso de la mano.





El rubio se subi� el ziper. Se ve�a bastante encabronado. No
hablaron por los siguientes minutos, hasta que el rubio me dijo que me
detuviera, que deseaba bajarse. Miguel me hizo una se�a por el espejo de que
obedeciera, y el rubio baj� dando un portazo al auto. Se alej� con la mochila al
hombro mientras yo daba media vuelta para llevar a Miguel hasta la casa. Me
costaba trabajo conducir tratando de fingir que nada pasaba. Una potente
erecci�n me estorbaba y nada pod�a hacer para evitarlo. Aquel par de
adolescentes y sus juegos sexuales me hab�an puesto en un estado de calentura
inimaginable. Trat� de pensar en otra cosa, pero en el retrovisor ve�a el
hermoso rostro de Miguel, y no pod�a sino recordar lo que esa linda boquita
estaba haciendo apenas escasos minutos. Aprovech� un alto para acomodarme la
verga, aprisionada dolorosamente por los ajustados pantalones.





Te calent� el espect�culo? � pregunt� Miguel d�ndose
cuenta de lo que hac�a.


Este, no joven � trat� de disimular � solo que este
pantal�n me queda estrecho.





Miguel se asom� sobre mi hombro. No tuve tiempo siquiera de
cubrir la protuberante evidencia.





Pues a m� me parece que est�s caliente � coment� con
absoluta tranquilidad.





El sem�foro en verde me hizo avanzar en aquel momento, y
mientras aceleraba y tomaba el control del volante, Miguel meti� una mano entre
mis piernas, agarr�ndome sin m�s el paquete. Brinqu� sorprendido, pero mantuve
el control del auto, mientras el chico sopesaba con los dedos el grosor y el
largo de mi herramienta masculina.





Por favor, joven � insist� � si�ntese atr�s, que podemos
causar un accidente.


Tu preoc�pate por conducir � contest� � y d�jame hacer a
m� lo m�o.





En un santiam�n salto los asientos y se acomod� delante.
Desde ese lugar ten�a mejor acceso a mi entrepierna, y sent� su mano agarr�ndome
los test�culos.





D�jame verla � pidi� simplemente, comenzando a bajarme la
cremallera sin siquiera esperar a que le contestara.





Afortunadamente los vidrios eran polarizados, y desde fuera
nadie pod�a ver lo que suced�a dentro del coche. Mi verga sali� como un resorte,
y Miguel, maravillado con el juguete comenz� a acariciarla, mientras yo solo
sent�a un fino hilo de sudor bajar por mi espalda. Afortunadamente faltaba muy
poco ya para llegar a la casa del licenciado y aceler� para que todo aquello
terminara sin mayores problemas.





Estaci�nate aqu� � dijo Miguel una cuadra antes de llegar
� quiero practicar contigo.


Practicar? � pregunt� con un hilo de voz.


Si, hombre � dijo agach�ndose sobre mi sexo � quiero
aprender a mamar una verga correctamente.





Sus palabras me dejaron helado, aunque sus labios en mi verga
pronto me pusieron caliente. Me chupaba el miembro de forma torpe y precipitada,
y casi sin querer comenc� a marcarle el ritmo, tom�ndolo por la cabeza, haciendo
que descendiera de forma pausada y comenc� a disfrutar entonces.





As�, mas despacio � le dec�a � usa los labios, el glande
es muy sensible y el roce de los dientes puede sentirse desagradable.





Miguel acataba inmediatamente mis instrucciones.





Usa la lengua � continu� � mas despacio, lame la punta,
b�sala suavemente mientras acaricias mis huevos.





Mejor� r�pidamente. Tanto que comenc� a sentir que se
acercaba mi orgasmo.





Si no te detienes voy a vaciarme dentro de tu boca � le
advert�.


Ll�namela de leche � contest� de forma descarada.





Aquello ya era demasiado. Explot� dentro de su h�meda y
golosa boquita, d�ndole toda la leche que necesitaba, y sin el menor asco se la
bebi� completa, hasta que termin� finalmente.



Se limpi� la boca y me sonri�. Me acomod� como pude el
uniforme y llegu� a la casa del licenciado. Miguel se despidi� y yo regres� a la
oficina, con la justa preocupaci�n de lo que acababa de suceder, imaginando mil
acusaciones y posibilidades. La oficina ya estaba vac�a, y s�lo el licenciado me
esperaba.





C�sar, porque tardaste tanto? � pregunt� nada mas al
llegar.


El tr�fico, licenciado � ment� al instante � est�
imposible.


Todo bien con mi hijo? � pregunt� sin mirarme.


Si se�or � contest�, alegr�ndome de que estuviera
distra�do y no notara mi nerviosismo.


Un �ltimo encargo por el d�a de hoy � dijo finalmente.


Lo que ordene licenciado � contest�.


Voy a quedarme tarde en la oficina, c�mprame algo de
sushi para cenar, lo que sea, pero sin pulpo.





El restaurante estaba a reventar. Surtieron mi pedido y
regres� con �l a la oficina. Estaba listo para irme cuando el licenciado me
grit�.





C�sar, ven ac� inmediatamente.


D�game licenciado � me report� al instante, alarmado por
su voz de enojo.


Te dije que no quer�a pulpo � me reclam� molesto.


Y as� lo ped�, se�or � contest� preocupado, mirando los
distintos rollos de sushi, que a m� me parec�an todos iguales.


Pues esto tiene pulpo � grit� el licenciado mas molesto
todav�a.


Lo siento, se�or, ahora mismo regreso para que me lo
cambien � suger�.


Que regreso ni que mis huevos � tron� el licenciado, con
las venas del cuello saltadas de coraje � ahora vas a aprender a respetar
una orden. Ven ac�.





Me jalone� y me empuj� sobre el escritorio, haciendo que
recostara mi pecho.





Voy a tener que educarte � advirti� mientras se quitaba
el cintur�n � aunque no seas mi hijo.





No me atrev� a moverme, asustado todav�a por el repentino
cambio de humor del licenciado. El cintur�n silb� en el aire y revent�
directamente en mis nalgas. El repentino dolor me tom� por sorpresa, y grit� de
forma involuntaria.





Y te aguantas, cabr�n � me advirti� el licenciado � como
los machos.





El segundo cinturonazo ya no me tom� por sorpresa, ni el
tercero ni el cuarto, aunque cado uno dol�a mas que el anterior. Cont� diez de
ellos, y todo termin�. Al parecer el licenciado se hab�a tranquilizado, y aunque
sent�a que las nalgas me ard�an por el castigo, permanec� en la misma posici�n.



El licenciado se acerc� y me agarr� las nalgas con mucha
suavidad. No me atrev� a moverme.





Te doli� mucho? � pregunt� con voz suave y ronca a la
vez.


Si se�or � contest� en un susurro.





Sus manos continuaban sobando mis castigadas asentaderas. De
pronto viajaban hacia abajo, acariciando la parte alta de mis muslos, y volv�an
a subir, y sus dedos extraviados entre mis piernas rozaban ligeramente mis
test�culos. Descubr� que me hab�an excitado los cinturonazos, por extra�o que
parezca. Y descubr� que al licenciado tambi�n, pues el holgado pantal�n de su
traje se abultaba ahora con una escandalosa erecci�n, que el licenciado trat� de
ocultar metiendo una mano en el bolsillo.





Pues es por tu bien � termin� el licenciado propin�ndome
una sonora y �ltima nalgada, esta vez a mano limpia.


Si se�or � acept� mansamente.


Ya puedes irte � orden�.





As� termin� mi primer y ajetreado d�a de trabajo.



Los d�as siguientes fueron mucho m�s normales. El licenciado
ten�a generalmente buen humor, y yo trataba de que continuara de esa forma. Aun
as�, de repente ten�a estallidos de c�lera, por diversos motivos, y de alguna
forma eso me recordaba aquel primer d�a de los cinturonazos, y siempre, ese
recuerdo me generaba una potente erecci�n. Dos semanas mas tarde, despu�s de un
d�a particularmente pesado, encontr� de nuevo la oficina sola, y �nicamente el
licenciado trabajando.





C�sar, prep�rame un vodka tonic � pidi� � con poco hielo.





El peque�o, pero bien surtido bar estaba junto al escritorio
de la secretaria. Prepar� la bebida que me pidi� y se la llev�.





Y el hielo? � pregunt� el licenciado despu�s de darle un
sorbo.


Perd�n, se�or, entend� que lo quer�a sin hielo � me
disculp�.





Me mir� con ojos furiosos, y una extra�a sonrisa.





Creo que necesitas que te recuerde algunas cosas � dijo
poni�ndose de pie y comenzando a quitarse el cintur�n.





Acept� calladamente la consecuencia de mi error. Apoy� las
manos en el escritorio sumisamente.





Esta vez no tendr�s el amparo de los pantalones �
dictamin� el verdugo � qu�tatelos.





Sin otro remedio, me quit� los pantalones. La gorda erecci�n
era imposible de ocultar, pero el licenciado no hizo ninguna observaci�n. Con el
gesto serio y el cintur�n en la mano esper� hasta que retom� la posici�n. Me
empuj� sobre el escritorio, y permanec� all�, con los calzones como �nica
protecci�n a lo que se avecinaba.



Uno tras otro, recib� los diez golpes de cintur�n sobre mis
nalgas. Sent�a mi carne arder como si un fuego interno la devorase. Con lagrimas
en los ojos aguant� hasta el final. Me qued� en la misma posici�n. Esperaba
secretamente el consuelo de sus manos sobre la carne castigada.





Veamos el da�o � dijo baj�ndome los calzones,
sorprendi�ndome nuevamente.





Cerr� los ojos. Sus manos tocaron mis nalgas, recorriendo con
sus fr�os dedos la ardiente piel de mis gl�teos, repasando los verdugones y las
marcas que sus cintarazos hab�an dejado.





Te duele aqu�? � pregunt� tocando la parte m�s carnosa de
nalga derecha.


Si � contest� con un quejido apagado.


Y aqu�? � ahora la nalga izquierda.


Si, se�or, tambi�n � contest�.


Pero seguramente aqu� no � dijo poniendo su dedo justo en
el ano.





Brinqu� con el contacto, como si me hubiera dado un choque
el�ctrico.





No se�or � contest� apresuradamente � all� no me duele �
y trat� de incorporarme.


Entonces el castigo est� incompleto � contest� volviendo
a empujarme sobre el escritorio.





Alarmado, vi que regresaba al frente del mueble. Su pantal�n
mostraba un protuberante bulto y una delatora mancha de humedad en lo que se
adivinaba era la punta de su miembro. Abri� uno de los cajones y regres� con una
regla met�lica. Se posicion� detr�s de m� y comenz� a darme ligeros golpes con
la regla. Brinqu� sin poderlo evitar, no tanto porque fuera doloroso, sino
porque el fr�o metal hac�a que la sensaci�n fuera casi inaguantable.



Los golpes continuaron por todo mi trasero, hasta que se
acercaron peligrosamente al centro.





�brete las nalgas � orden�.





Obedec�, a pesar de imaginar lo que vendr�a a continuaci�n.
Los golpes de la regla se acercaron justo al borde de mi ano, haciendo contener
un grito. La sensible zona anal no soportaba la misma cantidad de golpes, y
pronto comenc� a sentir un adolorido cosquilleo que parec�a estar conectado
directamente con mi pene, pues el placer era indescriptiblemente insoportable.





No mas � ped� en un susurro.


Eso lo decido yo � dictamin� el juez acomod�ndome un
reglazo justo en el ano que me hizo brincar de dolor.





Aun as�, continu� tumbado, abriendo mis nalgas con mis
propias manos, dej�ndole castigarme, sumido en una mezcla de excitaci�n y dolor
que ya me hab�a obnubilado la raz�n por completo.





Creo que es suficiente � dictamin� finalmente.





Esta vez las caricias fueron directas a mi orificio anal. Sus
dedos bordearon la entrada suavemente. El sudor ba�aba ya mi cuerpo, y los dedos
empezaron a resbalar en mi interior de forma casi natural. Gem� sin poderme
contener. Los m�gicos dedos estaban ya casi dentro, primero uno, luego otro,
hasta que tuve tres de ellos horadando mi culo, ahora mas abierto que nunca.





Aprendiste la lecci�n? � pregunt� mientras los dedos
entraban y sal�an.


Si se�or � contest� con absoluta sinceridad.


Pues busca el hielo que olvidaste � orden� de repente,
retirando los dedos abruptamente, y haci�ndome saltar nuevamente de dolor.





Tom� los calzones que ten�a enrollados en los tobillos y
comenc� a subirlos.





No es necesario que te vistas � orden�.





Me los quit� entonces y vestido solamente con la camisa sal�
a buscar el hielo. Regres� con el hielo, y tom� un cubito para echarlo en el
vodka.





En mi boca � orden� el licenciado, sentado ya frente al
escritorio como un rey en su trono.





Tom� el cubito de hielo y lo llev� hasta su boca. Ten�a
labios llenos y sensuales, aunque los ojos eran fr�os y oscuros. Deslic� el
hielo por su boca, mientras la mano del licenciado reptaba ya por mis muslos
desnudos.





Date la vuelta y emp�nate � orden� el licenciado.





Obedec�. Mis nalgas quedaron abiertas frente a �l. Mi
erecci�n m�s s�lida que nunca. Tom� un cubito de hielo y lo pase� por mis
nalgas. El fr�o contacto en la piel ardorosa me hizo estremecer. No contento con
eso, el hielo fue a parar a la entrada de mi culo. Empuj�, primero suavemente y
luego con fuerza, hasta que logr� introduc�rmelo dentro. La sensaci�n era
alucinante. El fr�o quemaba mas que el fuego. Dentro, mis entra�as parec�an
arder. Ten�a ganas de saltar o correr de desesperaci�n.





Mast�rbate � orden� mientras me daba un sonoro cachete en
las nalgas.





Comenc� a jalarme la verga como endemoniado. Bastaron tres
segundos para que tuviera un explosivo orgasmo. Tuve buen cuidado de recoger el
semen en mi mano, para no ensuciar la alfombra.





Dame eso � dijo el licenciado tomando mi mu�eca.





Abr� el pu�o, mostrando al licenciado el espeso semen que ya
comenzaba a escurrir por el costado de mi mano. El licenciado llevo mi mano a su
boca y comenz� a lamer mi semen, y no me solt� hasta que hubo lamido todo.





Puedes irte � orden� entonces � y te quiero ma�ana aqu�
temprano, que hay mucho trabajo.


S�, licenciado � acept� mientras recog�a mis calzones del
piso.





No pas� nada mas por varias semanas. El trabajo era tan
normal, que a veces llegu� a dudar de haber vivido realmente todo aquello. Sin
embargo, viv�a a la espera de que sucediera nuevamente.



Una tarde, al regresar de la comida, encontr� al licenciado
con su amigo, el arquitecto. Estaban tomando una copa y estudiando algunos
planos.





El licenciado quiere que te quedes de guardia � me
inform� la secretaria � porque est� en junta con el arquitecto y pudiera
ofrecerse algo.


Ni modo � contest� fingiendo contrariedad � aunque ya un
ramalazo de excitaci�n recorr�a mi cuerpo.





Se fue la secretaria, y el resto del personal. Me qued� a la
espera de cualquier cosa, cada vez m�s nervioso y excitado.





C�sar � grit� finalmente el licenciado, y brinqu�
asustado sin poderme contener.


D�game licenciado � pregunt� sol�cito.


Dice mi amigo que te portaste muy grosero con �l el d�a
que fuiste por los planos � me dijo con gesto serio.


Yo? � contest� sorprendido, tratando de recordar qu�
hab�a sucedido, aparte de la espectacular cogida del rubio � no se�or, le
juro que no.





El arquitecto sonre�a tranquilamente. Comprend� que la queja
no era mas que un pretexto.





Si me port� incorrectamente le pido una disculpa � dije
inmediatamente.


Pues no es suficiente � contest� el licenciado � y ya
sabes lo que algo as� amerita.


Si se�or � acept� humildemente.


Y sin pantalones � acot� mi jefe como ultima palabra.





No tuve mas remedio. Me quit� los pantalones.





Tambi�n la camisa � pidi� el arquitecto, y yo obedec�.


Sobre sus rodillas � indic� el licenciado se�alando a su
amigo.





El arquitecto me coloc� sobre las piernas, atravesado, con el
culo arriba. Primero sob� mis nalgas. Su mano grande y fuerte sobre la delgada
tela de mis calzoncillos.





Qu� culo m�s hermoso � coment� acariciando mis gl�teos.





La pesada mano cay� sin ninguna misericordia. Una y otra vez.
Mis nalgas brincaban como gelatina fresca, mientras yo solo atinaba a apoyar mis
manos sobre la alfombra para guardar el equilibrio. Tras varios minutos de
castigo, con el eco de las nalgadas resonando en la oficina, el licenciado vino
hasta el sill�n y se sent� junto a su amigo. A escasos cent�metros de mi rostro,
el bulto de su bragueta. No pod�a mirar mas arriba. Mi atenci�n estaba puesta en
las manos de mi jefe, que lentamente abr�an la cremallera de sus pantalones.
Como en c�mara lenta, su pene emergi� por la abertura. La cabeza goteaba ya
l�quido seminal, y el intoxicante olor de su sexo lleg� hasta mi nariz.





T�mala ahora � orden� acerc�ndome su grueso y henchido
falo.





El castigo se interrumpi� brevemente, apenas lo necesario
para que me metiera aquel grueso ap�ndice de carne en la boca, y las nalgadas
comenzaron de nuevo. La verga en la boca, los golpes en mis nalgas, una
combinaci�n explosiva y excitante.





Ya tiene el culito h�medo y dilatado � dijo el arquitecto
meti�ndome uno de sus dedos en el ano.


Pues entonces me lo voy a coger � dijo el licenciado
poni�ndose de pie, quit�ndome la jugosa verga de la boca y dej�ndome que
apenas comprendiera lo que iba a suceder.





El arquitecto me baj� de su regazo. Se abri� la bragueta y se
sac� la verga, dura y gruesa. De rodillas, me orden� que me la tragara toda.
Apenas me la met� en la boca, cuando sent� al licenciado acomodarse a mis
espaldas. Su verga, lista ya, buscaba el camino hacia mi orificio, y lo encontr�
r�pidamente y preparado para recibirlo.





Te la voy a meter hasta el fondo � me avis�, como si
aquello me importara, o pudiera cambiar en algo lo que inevitablemente iba a
suceder.





Sin embargo, a pesar del aviso, a pesar de desearlo, a pesar
de saberlo, su verga me penetr� y como siempre, el licenciado me sorprendi�. El
doloroso regalo era insoportablemente grueso, y a pesar de tener la boca llena
de verga tuve que gritar mi insospechado dolor.





No � gem� � es demasiado, no puedo.





Una sonora nalgada me llen� el culo de sensaciones y de mas
verga, pues todav�a no hab�a entrado en su totalidad.





No mas, por favor � rogu� ya mas d�bilmente.





El resto de la verga entr� hasta el fondo. El placentero
dolor creci� de ella, con ella, con sus vaivenes y sus embestidas, con sus
sacudidas y estertores, que no hac�an sino arrastrarme a la oscura playa donde
ya nada, ni siquiera yo, importaba. Lo acept� ya todo, vencido y convencido,
complaciente y decidido.



El licenciado me us� el tiempo que quiso y me entreg� a su
amigo al terminar, como quien ofrece el mejor habano al visitante, y por
supuesto me tom�, haci�ndome sentar sobre su dura estaca de carne, como si no
hubiera tenido ya suficiente con la del licenciado. Pero no me import�, y me
sent� en ella, queriendo clav�rmela porque as� lo le�a en los ojos de mi jefe,
porque quer�a que se sintiera orgulloso del chofer que ten�a, y porque su deseo
no era sino complacer a su amigo, aunque fuera con mi propio culo.



Esa noche llegu� a ba�arme a casa y no pude dormir sino hasta
que me masturb� tres veces, reviviendo lo vivido una y otra vez.



El d�a siguiente, dolorido y todo, recib� la buena noticia de
un aumento de sueldo. El licenciado en persona me lo notific�.





Por tu buen desempe�o � dijo mir�ndome a los ojos.


Gracias, se�or � contest� sinceramente.





Me acerqu� para tomar el cheque. La mano del licenciado
estaba sobre la bragueta abierta. Por la abertura, los negros vellos de su pubis
asomaban, as� como una parte de su pene.





Mu�strame tu agradecimiento � orden�.





Me hinqu� frente a sus piernas y termin� de sacarle la verga
fuera de los pantalones. Aun no estaba del todo erecta, y comenc� a mamar la
suave y mullida carne. El repiqueteo del tel�fono nos interrumpi�.





Le dije que no quer�a llamadas � tron� furioso el
licenciado en la bocina.





Algo le dijo la secretaria y el licenciado me hizo se�as de
que me quitara. Abandon� su pene, que ya estaba mucho m�s grueso y duro.





Es Miguel, mi hijo, no s� que cosa quiera aqu� � me dijo
mientras se cerraba la bragueta.





Me puse de pie, tratando de encubrir mi erecci�n con las
manos.





Se le ofrece algo mas, licenciado � dijo la secretaria
entrando acompa�ada de Miguel.


No, puede irse a casa � contest� mi jefe.





Solos los tres en la oficina, nos quedamos viendo en
silencio.





Qu� pas�, Miguel? � pregunt� el licenciado entonces.





El chico me mir�. Se notaba nervioso. Se estrujaba las manos
sin decidirse a hablar.





Dilo de una buena vez, carajo � explot� el padre.


Choqu� el coche de mam� � dijo Miguel con un hilo de voz.


Qu�?, maldita sea!, cu�ntas veces te he dicho que no lo
manejes? � le grit�.


Perd�name, pap� � rog� Miguel asustado al ver la conocida
c�lera de su padre.


Qu� perd�name ni que mis huevos � vocifer� encabronado el
licenciado.





Miguel y yo brincamos al mismo tiempo. Ambos vimos al hombre
quit�ndose el cintur�n. Mi verga se enderez� de nuevo r�pidamente, aunque esta
vez no tuviera ning�n motivo. Se acerc� a Miguel y lo jalone� del brazo.





Ahora vas a aprender, muchachito pendejo, a respetar mis
ordenes � sentenci�.





Miguel fue colocado sobre el escritorio. Llevaba puesto un
holgado pantal�n de mezclilla y una playera. El pantal�n le ahorr� los primeros
y dolorosos azotes, pero el licenciado se dio cuenta de que el muchacho no
estaba recibiendo el suficiente castigo y le orden� que se los quitara.





Delante de �l? � pregunt� el muchacho se�al�ndome con la
mirada, mas humillado que otra cosa.


Me vale madre delante de qui�n! � vocifer� el licenciado,
y el chico se apresur� a quitarse la prenda.





En calzoncillos, volvi� a tomar su lugar. Esta vez la suave
prenda de algod�n no pudo amortiguar los dolorosos cinturonazos del licenciado.
Despu�s de diez sonoros azotes, el muchacho pidi� clemencia.





Ya, pap�, por favor � gimi� � ya me arde el trasero.


Y m�s te va a arder si sigues por ese camino, muchachito
pendejo.


De verdad, pap�, ya no aguanto m�s � llorique�.


No es para tanto � dijo el licenciado � veamos que tanto
da�o te he hecho.





De un tir�n le baj� los calzones hasta los tobillos. Las
blancas y bien formadas nalgas de Miguel quedaron desnudas. Me excit� nada mas
de ver las enormes manos del licenciado bordeando la suave curva de su blanco
culito, ahora surcado por las marcas de los golpes del cintur�n.



Los pantalones del licenciado mostraban el grueso bulto de su
verga hinchada.





Sigue con lo que estabas haciendo antes de que me
interrumpiera mi hijo � orden� dirigi�ndose a m�.





Sin mas demora me hinqu� frente a su entrepierna y ante los
asombrados ojos de Miguel saqu� el grueso vergajo de su padre. Me lo met� en la
boca, sin dejar de mirar al hijo y las manos del padre acarici�ndole el culo.
Los tres gemimos de deseo casi al mismo tiempo. Sin dejar de mamar la suculenta
verga, vi que el licenciado abr�a las nalguitas de Miguel, busc�ndole con un
dedo el orificio del ano. El chico gimi� con el contacto, y volvi� a gemir al
sentir que el dedo entraba en su cuerpo.





Te gusta, verdad cabroncito? � pregunt� el licenciado
meti�ndole el dedo hasta el fondo.


No s�, papa � contest� Miguel con los ojos bien cerrados.


Pues probemos con un dedo mas � dijo, separando las
nalgas de Miguel para insertarle ahora dos de sus gruesos dedos.





Miguel se quej�, pero sigui� echado sobre el escritorio, sin
hacer nada para impedir que su padre le metiera los dedos en su peque�o
orificio.





Pues a m� me luce que este culito esta m�s que preparado
para recibir algo m�s grueso y cabez�n � sentenci�.


Lo que tu digas, pap� � acept� Miguel d�cilmente.


C�sar � dijo el licenciado dirigi�ndose a m� � ensal�vale
bien el culo, porque me lo voy a coger.





Dej� de mamarle la verga al licenciado para enterrar la nariz
en el precioso par de nalgas del hijo. La carne satinada y tersa de sus gl�teos
fue un deleite para mis sentidos. Le lam� el agujerito y sus contornos,
moj�ndole bien el ano con mi saliva. El licenciado no permaneci� ocioso. Al
verme en cuatro patas, con las nalgas al aire, comenz� a darme unos buenos
cachetes en el culo.





Ap�rate � me gritaba al tiempo que me propinaba sonoros
cachetes en ambas nalgas. El conocido calor corri� por mi cuerpo como lava
ardiente. Le met� la lengua a Miguel todo lo que pude, enardecido por el
maltrato del su padre en mi castigada retaguardia.


Est� listo � dije en un apagado susurro.





El licenciado me hizo a un lado. La enhiesta verga parec�a un
m�stil de carne dura y dud� que el pobre y virgen muchacho pudiera aguantar
semejante trozo. Sin embargo el culo estaba muy lubricado y no opuso resistencia
al pertinaz empuje de aquella gruesa herramienta. Como una pesadilla la vi
desaparecer en el angosto t�nel y Miguel ni siquiera chist�.





Este muchachito naci� para ser cogido � fue el �nico
comentario del licenciado.





Comenz� a bombear con fuertes empujones, mientras Miguel se
sosten�a apenas del borde del escritorio. Despu�s de varios minutos, Miguel
bufaba como un pez arponeado. Gruesas gotas de sudor escurr�an por su frente y
espalda. El licenciado tambi�n transpiraba.





Refr�scame los huevos con tu lengua � orden� mientras
tomaba un respiro.





Me met� entre sus velludas piernas abiertas. Sus enormes
huevos colgaban como un par de frutas maduras. Ol�an a macho. Comenc� a lamerlas
primero, y termin� meti�ndomelas en la boca completamente. El licenciado comenz�
de nuevo a moverse, y me hice a un lado, maravillado con el inusual espect�culo
de ver aquella enorme vergota desaparecer dentro del cuerpo del muchacho.
Comenc� a masturbarme como loco, al escuchar que el licenciado parec�a tambi�n a
punto de venirse. Lo hicimos ambos al mismo tiempo.



Miguel qued� desmadejado sobre el escritorio. Cuando se puso
de pie, su bonita y estilizada verga estaba completamente erecta.





Haz algo por �l � me orden� el licenciado tomando
asiento.





Jal� a Miguel hasta el piso. Qued� acostado boca arriba en la
alfombra. Me mont� a horcajadas sobre su cuerpo. Acomod� su verga entre mis
nalgas y descend� hasta sentirla entrar en mi cuerpo. Miguel pareci� despertar
de su letargo y comenz� a menear las caderas. Apenas unos minutos despu�s se
vaci� dentro de m�.





De esto no debe enterarse nadie � dijo el licenciado
dirigi�ndose a Miguel � y a ti no tengo porque record�rtelo � dijo mir�ndome
a m�.





Ambos asentimos. Nos vestimos y cerramos la oficina. Manej�
hasta la casa del licenciado.





Ll�vate el coche y pasa ma�ana temprano a recogerme �
dijo el licenciado al bajarse.


Si se�or � acept� - estar� aqu� a las ocho en punto.


Te necesito a las siete � dio asom�ndose por la
ventanilla � porque tengo una reuni�n de negocios fuera de la ciudad.


Si se�or, como usted diga � repliqu�.


Y no olvides traer algo de ropa limpia y un traje de ba�o
� complet� mientras estiraba una mano y me sobaba la tetilla izquierda � o
mejor aun, no traigas nada, que lo m�s probable es que te tenga desnudo todo
el fin de semana � agreg� al tiempo que me pellizcaba con fuerza el pez�n.


Como ordene, patr�n � dije entre dientes.


Y yo no olvidar� llevarme un buen surtido de cinturones �
dijo mal�volamente al despedirse.





Era mi jefe, me pagaba bien, y bueno, s�lo lo hac�a por
corregirme.





Si te gust�, h�zmelo saber.



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Relato: El chofer del licenciado
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