Relato: Monica y sus parientes (I)





Relato: Monica y sus parientes (I)

RECORRIDO INICIAL


Tengo 27 a�os, pero pronto cumplir� mis 28. �Qui�n dice que personas de mi
edad no tienen vivencias que contar? La verdad, no lo s�. Por mi parte,
considero que yo soy un hombre afortunado pues mi vida, hasta ahora, ha estado
plagada de vivencias dignas de un anciano. Lastimosamente, la mayor�a de mis
vivencias no pueden ser contadas a todo el mundo. Aunque vivo rodeado de un
sinf�n de personas, solo unas cuantas conocen mis historias de primera mano.


�Cu�ndo empec� a pensar en el sexo? Creo que a mis 10 a�os, unos a�os m�s
unos a�os menos. Con mis amigos de infancia siempre jug�bamos a las guerras con
una infinidad de mu�ecos, no pasaban m�s de dos horas que mont�bamos una org�a
entre los mu�ecos que cualquiera que nos viera pensar�a que �ramos enfermos
mentales. Como a mis 12 a�os, recorr�a todo mi barrio esperando a alguna mujer
incauta para poder utilizar mi mano en busca de un conocimiento t�ctil del sexo
opuesto. Cuando llegu� a mis 18 a�os, cursando mi bachillerato, me di cuenta de
que aunque era todo un cochino de pensamiento, todav�a segu�a siendo virgen, as�
que perd� mi virginidad como la mayor�a de los hombres, con una puta. A lo largo
de ese a�o, muchas putas, y una que otra compa�era de colegio, me hab�an ayudado
a quitar mi calentura.


Mi vida universitaria fue todo un logro, me desquit� con la mayor�a de las
novias que tuve. Cada una de ellas era especial, as� estaba Johanna que aunque
era fr�a en todo el sentido de la palabra, tenia unas tetas gigantescas. Por
otro lado, Claudia era una mujer peque�a, pero todo un terremoto en la cama.
Pero si una vali� la pena, esa fue M�nica.


Conoc� a M�nica en la universidad, ella era sumamente sexy. Era peque�a, de
1.58 m para ser exactos. Ten�a una cintura peque��sima y unas caderas algo m�s
grandes que lo normal. Sus senos no eran ni grandes ni chicos, yo dir�a que
pose�an un tama�o normal, lastimosamente a m� me gustan grandes. Sus piernas
eran hermosas, los muslos eran grandes y sus pantorrillas perfectas. Ella pose�a
un rostro muy bonito, no podr�a afirmar que era hermosa, pero si de seguro que
llamaba la atenci�n ahora y, con m�s seguridad, cuando sea una mujer madura.
Pero si algo me encantaba de ella, era su olor a mujer. Casi todas las mujeres
tienen un dejo a pescado, ella no.


Con M�nica experiment� muchas cosas de las que yo siempre tuve curiosidad.
Con todas las anteriores solo me dedicaba al sexo normal y, una que otra vez, al
sexo oral. Con ella realic� sexo anal, aunque solo una vez puesto que su ano era
demasiado estrecho, y todo tipo de posiciones. Adem�s, con ella perd� el asco a
la menstruaci�n, y nos pas�bamos esperando todos los meses sus d�as cr�ticos
para ir manchando todo a nuestro paso.


As� fue que despu�s de 3 a�os de noviazgo, casi a punto de graduarme de
Inform�tica y teniendo 23 a�os, me cas� con M�nica.


VIAJE AL PARA�SO


M�nica naci� y creci� en una ciudad del interior de mi pa�s, fue por este
motivo que para nuestro matrimonio lleg� un mont�n de gente, incluidos sus
hermanos. Ellos eran mayores que nosotros y ten�an su propia familia, por suerte
me llev� bien con ellos desde el primer momento. �Mis suegros? Ellos viv�an en
la misma ciudad que nosotros, as� que los conoc�a desde mucho tiempo atr�s. No
eran una pareja ejemplar, en realidad mi suegro es una persona dif�cil pero, con
un poco de astucia, es llevadero e incluso interesante. Mi suegra es una mujer
muy buena y carism�tica, creo que esperando que M�nica sea as� de madura, me
cas� con ella.


M�nica y su madre, Raquel, se llevaban de maravilla. No hab�a un d�a que no
hablaran por tel�fono por lo menos 2 veces, y cada 2 d�as era una regla ir a su
casa para visitarla. Mi suegro viajaba muy a menudo puesto que su empresa de
importaci�n as� lo requer�a.


Como a los 6 meses de casado, acompa�ados de mi suegra, viajamos por primera
vez a la ciudad que vio nacer a mi esposa. El denominativo de ciudad era mucho
para ese pueblo, pero yo estaba m�s que encantado con aquel lugar. El calor
reinante y la humedad existente, aumentado considerablemente por la hermosura
extrema de las mujeres que lo habitan, hacen de cualquier hombre un esclavo de
sus instintos. �Exageraci�n? Podr�a afirmar, sin temor a equivocarme, que no.


El plan de viaje era simple. �bamos a pasar los primeros d�as en el pueblo,
luego nos dirigir�amos a la hacienda ganadera de la familia de mi esposa y, por
�ltimo, volver�amos al pueblo para descansar.


A nuestra llegada, el recibimiento por parte de mi familia pol�tica me turb�.
No exist�a d�a, hora y minuto que no estemos invitados a alg�n lugar. Las
mujeres de la familia hac�an que mi persona est� en constante concentraci�n para
evitar erecciones embarazosas, cada prima que conoc�a me hac�a sudar de m�s,
cada t�a que conoc�a me hacia respirar de m�s. Me di cuenta que la belleza de mi
esposa no era otra cosa que el resultado de un �rbol geneal�gico cultivado con
mucho esmero.


Para mi tristeza, mi cu�ado y su familia, acompa�ados de mi esposa, mi suegra
y yo, nos fuimos al campo como lo ten�amos planeado. Pero mi tristeza ser�a
opacada con un nuevo sentimiento, ese que llamamos morbo.


La hacienda de mi esposa era realmente grande, cerca de 5000 hect�reas.
Parad�jicamente, la casa donde habitar�amos era peque�a, pues no contaba con m�s
de dos habitaciones. Considerando que �ramos 7 personas, tendr�amos que
acomodarnos lo mejor posible. As�, mi cu�ado y su familia se acomodaron en un
cuarto y mi esposa, mi suegra y yo en otro.


Despu�s del primer d�a, en el cual aprend� a montar caballo y realic� mis
primeras incursiones en el deporte de caza, yo estaba molido y llegu� a dormir
como un lir�n.


El segundo d�a, como es costumbre en el campo, me despert� a las 6 de la
ma�ana y pas� el resto del d�a descansando y leyendo algunas revistas que, por
suerte, exist�an en la casa. Para ese momento, yo pens� que lo m�s probable era
que el aburrimiento me mate antes que lo haga alg�n animal extra�o del monte. No
hab�a nadie en la casa, mi cu�ado y su familia se fue con los trabajadores de la
hacienda no s� d�nde, y mi esposa sali� con mi suegra a pasear.


Para cuando ellas regresaron, yo estaba sentado en un sill�n de la sala. Mi
esposa s� ech� apoyando la mitad de su cuerpo en mis piernas d�ndome la cara, mi
suegra ocup� un sill�n individual que se encontraba al frente. Me contaron que
caminando por la hacienda hab�an llegado a una lagunilla que se encontraba como
a 1 kil�metro de la casa, verificando que no hab�a nadie cerca, se despojaron de
sus ropas y se dieron un ba�o refrescante. Despu�s, al no tener con que secarse,
se pusieron sus ropas encima de sus cuerpos mojados. M�nica siempre iba vestida
de jeans y camisa, en cambio la vestimenta de su madre constaba de un vestido
m�s parecido a una bata de ba�o, pero de una tela delgad�sima. Esos
vestido-batas que pose�a mi suegra eran gigantescos y ocultaban la forma de su
cuerpo; en realidad, ella ten�a y tiene una obsesi�n por la gordura y, por ende,
toda la ropa que posee no hace m�s que ocultar sus formas y hacerla parecer
gorda. Pero en esa oportunidad, teniendo su cuerpo mojado, la parte superior de
su vestido se pegaba de una forma indecente a su torso. Ella no se daba cuenta y
M�nica no pod�a decirle nada puesto que le daba la espalda. Sus senos, que
parec�an peque�os, se marcaban perfectamente y, lo que m�s me llam� la atenci�n,
fueron sus pezones que se encontraban en punta y sobresal�an del conjunto.
Mientras habl�bamos, yo trataba de controlar una erecci�n inminente, no sab�a
porque unas peque�as tetas me estaban poniendo cachondo, pero as� era. Antes que
M�nica se diera cuenta que su madre me tra�a arrecho, me levante del sill�n y me
sal� de la casa a respirar aire puro.


Desde esa tarde, mi suegra empez� a rondar en mi cabeza. Sab�a que yo era un
cochino, pero querer tirarme a mi suegra no estaba en mis planes, nunca me hab�a
llamado la atenci�n y me sorprend�a que ahora sus dos peque�as protuberancias
existentes en su pecho hagan que me fije en ella como mujer.


Para la noche del tercer y ultimo d�a en la hacienda, me entr� a dormir mucho
m�s temprano que lo normal, no porque tuviera sue�o, sino porque pensaba que
estando dormido, o haci�ndome al dormido, mi suegra se cambiar�a en nuestra
habitaci�n. No estaba equivocado, lo �nico que no ayudaba al plan es que en la
casa no exist�a luz el�ctrica, pero la naturaleza si me ayud� y una luna llena
desplegaba su luz y hac�a que la visi�n fuera pasable pero no buena.


M�nica ya se hab�a acostado junto a m� y vi como Raquel entraba al cuarto y
se soltaba los tiros de su vestido-bata, dejaba caer esa prenda y quedaba
solamente con sus calzones puestos. En ese momento no podr�a decir si ella tenia
un lunar ac� o all�, la luz natural no se presta para los mirones, pero la forma
de su cuerpo me turb�. Ella mide como 1.70 m, no es flaca, en realidad est�
pasada de peso, como unos 75 kilogramos. Sus senos, como me los hab�a imaginado,
eran peque�os pero se notaba que estaban adornados con 2 pezones bien afilados y
algo gruesos. Su sobrepeso hac�a que su abdomen no sea plano, m�s bien era algo
protuberante, pero no feo. Su cintura, algo raro cuando se conocen mujeres con
sobrepeso, no era rollizo. Sus caderas eran anchas, mucho m�s anchas que las de
M�nica si vale la comparaci�n, as� que la uni�n caderas-estomago-cintura hac�an
de su cuerpo una visi�n arrechante. Sus nalgas, ocultas en su mayor�a por su
calz�n de mujer madura, eran un poco planas pero para nada desagradables. Si al
conjunto sumamos unos muslos muy bien contorneados, ayudados seguramente por la
gordura y por la falta de visi�n de una posible celulitis, mi suegra logr� que
mi pene crezca de una manera descontrolada.


�C�mo pod�a ser que una mujer de 50 a�os me la levante? �Qu� color era la
piel de su cuerpo? �Ten�a celulitis que podr�a afear algo a esta gran mujer? �Su
conejo era peludo? �Sus labios vaginales eran grandes? �Le gustaba el sexo?
�Podr�a tirarmela? �Era buena en la cama? Esas son solo algunas de las preguntas
que rondaron por mi cabeza esa noche. Hab�a que hacer algo. Pero, �Qu�? �C�mo?
�Cu�ndo?


Los dem�s d�as de mi estad�a en el pueblo yo fregaba a la familia para ir a
la piscina. Lastimosamente, mi suegra fue con nosotros un solo d�a y, apenas
llegamos, me descuid� y se meti� al agua ocultando r�pidamente su cuerpo de
miradas y cr�ticas que no quer�a recibir. Si a esto le sumamos que se dedic� a
jugar con sus nietos toda la tarde, ya podr�n imaginar el chasco que me llev�.


Yo esperaba que ella tome sol como todas las dem�s mujeres pero,
parad�jicamente, mis ojos no se prestaron a sus cuerpos. En cambio, los dem�s
hombres existentes en la piscina, no hac�an m�s que quitar lo poco que ten�an de
ropa a mi mujer, cu�ada, primas, t�as, etc.


Por suerte, en mi papel de t�o amoroso, jugu� con mis sobrinos y con mi
suegra. Lo mejor fue cuando jugamos a las guerras, todos me atacaban, mis
sobrinos se lanzaban sobre m� y yo los levantaba y los botaba lo m�s lejos
posible. Cuando me cans�, todos nos dirigimos a mi suegra, como es de suponer a
instancia m�a. Mi suegra, imit�ndome les botaba lo m�s lejos que pod�a, en medio
de la euforia me un� al equipo de mis sobrinos y levante a mi suegra de la
espalda y la parte posterior de sus piernas para botarla, esta maniobra la
repet� muchas veces, poniendo especial cuidado en tocarle el culo y las tetas lo
m�s que pod�a. Ella estaba feliz, no se daba cuenta de mis segundas intenciones,
as� que tampoco dec�a nada cuando me pon�a detr�s de ella, para cubrirme de los
ataques de los v�stagos de la familia, y la abrazaba, pegando mi pene, que por
suerte no estaba muy erecto, en su culo. Ella re�a y todos me miraban como el
marido ideal. Que chistosa es la vida.


Por desgracia la vacaci�n termin� ese d�a y, mi suegra, mi esposa y yo,
tuvimos que regresar a nuestra ciudad para continuar con nuestra vida, una
hermosa y feliz vida, por cierto.


RETORNO E INICIO


Habr�an de pasar m�s de 4 meses para que las cosas realmente se pongan
interesantes. 4 meses en los cuales yo me dediqu� a descubrir cuan cerca tuve
una mujer madura que estaba como para pecar.


Mi descubrimiento se inici� cuando me detuve a pensar, como a la semana que
llegamos del viaje, �Qu� tenia mi suegra de especial?. Ella, por m�s que trate
de ocultar su cuerpo, es una mujer hermosa. Su rostro es precioso y,
seguramente, fue muy bella de joven. Sus ojos caf�s claros, su tez blanca y sus
labios bien dibujados, acompa�ados de un car�cter excelente, buen humor y una
personalidad nada mojigata hacen de ella una mujer en todo el sentido de la
palabra. Adem�s, si le sumamos la elegancia que tiene en vestir y la forma de
comportarse con la gente, ella pasa de una mujer cualquiera al denominativo de
dama.


Como dec�a, a los 4 meses la cuesti�n se puso interesante. Mi mujer y su
madre se encontraban pasando unos cursos de reposter�a y, el d�a que les fijaron
su examen final, la clase se extendi� m�s de la cuenta. A eso de las 10 de la
noche llegaron a mi casa y, considerando que ya era tarde y mi suegro no se
encontraba en la ciudad, Raquel quiso quedarse en nuestro hogar a dormir.


Como siempre, ellas dos dormir�an en mi habitaci�n y yo me acomodar�a en el
sill�n de mi escritorio. A medianoche, me despert� con unos ruidos que proven�an
de la cocina, me dirig� a la misma y encontr� que mi suegra estaba preparando un
caf�. Como de costumbre, ella dorm�a con un camis�n largo que aplacaba cualquier
intento de sentirse sexy a su lado. Pero a mi no me importaba.


- Oscar, disc�lpame por haberte hecho levantar. �Estaba metiendo mucho ruido?
-pregunto mi suegra.


- No, la verdad yo no dorm�a -ment�.


- Bueno, �Entonces me acompa�ar�as a tomar un caf�? Odio sentarme a la mesa
sola -afirm� mi suegra.


- Claro que la acompa�o, pero mejor nos sentamos en la sala, as� estaremos
m�s c�modos.


La charla en la cual nos vimos enfrascados era sumamente trivial y, no s� en
que momento, terminamos hablando del viaje que hicimos. Hablamos de la hacienda,
de sus parientes, de sus nietos y, naturalmente, ca�mos en nuestra guerra
acu�tica. Ella me coment� que mi actitud hacia sus nietos hab�a quitado
cualquier duda de mi buena voluntad para con su familia. Nos re�mos recordando
y, me pidi� disculpas por casi haberme roto la espalda el momento en que la
levant�. No deje que continuara, le asegur� que ella no es ni la mitad de gorda
de lo que ella supone. Ah� fue donde se desarm�.


- Ya quisiera creer eso Oscar, estoy m�s gorda que un hipop�tamo -dijo.


- No, usted esta mucho mejor para la edad que tiene -respond� queriendo ser
m�s gal�n de lo que acostumbro.


- Eso quisiera yo, pero si me miras bien, te dar�s cuenta de lo excedente que
tengo.


- Yo no lo llamar�a excedente, yo lo llamar�a extra. Pero extra en el buen
sentido de la palabra -otro dardo de galanter�a.


- �Extra? �Cu�ndo has visto algo extra, o como yo lo llamo excedente, bueno?
-me pregunt�.


- Bueno, un extra bueno es cuando existe algo m�s de lo socialmente
aceptable, pero que hacen al due�o del extra alguien mejor -otro dardo.


- �Mejor?


- Vaya, bueno, usted sabe. Cuando alguien se ve mejor con eso que sin eso. En
pocas palabras, usted es una mujer hecha y derecha.


- Oscar, si estas tratando de hacerme sentir bien, lo estas logrando. Casi
hasta te creo -dijo, mostrando sus dientes detr�s de esa sonrisa encantadora.


- �Y que falta para que me crea? -Le pregunte.


- Lastimosamente algo que tu no puedes darme, ese algo que a nosotras las
mujeres siempre nos hace falta.


- �Qu� es ese algo?


- Tu sabes Oscar, miradas, coqueter�as, algo para sentir que una todav�a
despiertas pasiones en el mundo -dijo con un asomo de tristeza.


- Si yo no la conociese, le puedo asegurar que me dar�a la vuelta a mirarle
si pasara a mi lado por la calle. Lo que usted debe hacer, es vestirse un poco
m�s provocadoramente. Por ejemplo, utilizar faldas un poco m�s cortas,
pantalones de tela un poco m�s ce�idos... no s�, algo debe haber.


- Yo creo que lo �nico que debe haber, debe ser resignaci�n -dijo riendo.


- �No! �En Serio! Mire suegra, vamos a hacer une experimento -le dije.


Me acerque a ella, le agarr� ambas manos y la puse de pie. Luego me puse de
cuclillas y muy delicadamente, le levante el camis�n hasta la altura de las
rodillas.


- Si usted se pone una falda a esta altura, d�game �Qui�n no le ver�a las
pantorrillas?


Ella, siguiendo su instinto y como era de esperarse, agarr� su camis�n de los
costados para que no volviera a caer. Sin esperar a que hable, le quite
lentamente las sandalias que llevaba puestas, dedic�ndole especial atenci�n en
acariciar todo su pie, desde sus dedos terminando en su tal�n. Ella me miraba
con una sonrisa para nada sexy, m�s bien, de diversi�n e intriga. Le ped� que
pensase que estaba con zapatos de tac�n y, autom�ticamente, levant� sus talones
y termin� apoyando todo su peso en la punta de sus dedos. Gracias a este
movimiento, sus pantorrillas adquirieron una forma mucho m�s sexual. Le agarr�
ambas manos, que se encontraban sosteniendo su camis�n, y las levante hasta la
altura de medio muslo. Ella solt� una risita.


- As� est� mucho -dije.


- Espero que no llegues a querer una minifalda -dijo, su sonrisa era cada vez
m�s ancha.


- No se preocupe suegra, ahora viene lo mejor. Si quiere puede bajar sus
talones, pero solo un ratito -le dije.


Me levant� poni�ndome a la altura de sus ojos, �stos brillaban de una manera
nunca antes vista, pero eso s�, ese brill� no ten�a nada que ver con sexo.
Mientras tanto, yo ya estaba que me mor�a. Suavemente, gir� su cuerpo y la
conduje a un espejo de cuerpo entero que exist�a en la sala, Raquel segu�a
manteniendo su camis�n a medio muslo con ambas manos y yo me encontraba pegado a
su espalda. Tom�ndole de los hombros, la levante un poco para que ella est�
nuevamente de puntillas.


- M�rese al espejo suegra -le dije-. �Se da cuenta que con un vestido as� se
ve much�simo mejor? Cualquier hombre la ver�a y, de seguro, la desear�a.


- Bueno, creo que tienes raz�n. Me comprare unos cuantos -dijo, con una
sonrisa divertida en su cara-. Lastimosamente, estos vestidos no arreglan mi
vientre.


- Su estomago, aunque est� un poco grande, no es para nada desagradable -le
dije, mientras mis manos rodeaban su cintura y se posaban suavemente sobre su
estomago y lo acariciaban.


- Si, pero mi cintura es demasiado fea -dijo ella mir�ndome a los ojos a
trav�s del espejo.


- �No le permito que mienta de esa manera! Su cintura es perfecta, hace de
usted una mujer muy bien proporcionada -repliqu� al mismo tiempo que mis manos
retroced�an hacia su cintura y acariciaban la misma con menos delicadeza que a
su estomago.


- Tu dices que mi estomago esta bien no mas y que mi cintura esta muy bien.
Pero no podr�s afirmar lo mismo de mis senos -replic� mostr�ndome una mirada
diferente y, ahora, sin un �pice de la sonrisa que hasta ese momento la
acompa�o. Yo dude un momento en seguir mis exploraciones, hasta que dijo-. �No
vas a continuar Oscar?


- No puedo mentirle suegrita, a m� me gustan los senos grandes -y mis manos
subieron hasta ambos senos y los apretaron suavemente, mi pene se despabil� y
sent� como iba tomando contacto con el culo de Raquel.


- Tu boca dice que no te gustan, pero tus manos y otras partes de tu cuerpo
dicen lo contrario -dijo, lanzando unos gemidos algo entrecortados. Se call� un
momento, cerr� los ojos y solt� el camis�n, que todav�a lo ten�a levantado hasta
la altura de sus muslos, para luego dirigirse con sus manos a mis caderas y
apretar mi paquete a su culo-. Mi culo no es muy resping�n. �No te parece Oscar?


Ya no pude continuar con la charla, la llev� a un sill�n mientras le ped�a
que mantenga silencio por M�nica, que se encontraba en el cuarto durmiendo. Le
abr� el camis�n y mis ojos contemplaron esas dos tetas como si fueran las
primeras que ve�a en toda mi vida. Eran peque�as y muy blancas, sus pezones eran
de color caf� claro y estaban dur�simos, las puntas eran anchas y largas, como
de 1 cent�metro. Mi mano agarr� una teta para facilitar la succi�n de mi boca,
primero suave y luego algo m�s fuerte depositando mucha saliva sobre la misma;
mientras tanto, la otra mano levantaba el camis�n de Raquel hasta su cintura y
se depositaba suavemente sobre su co�o. El calz�n que tra�a puesto era muy
delgado, gracias a esto, mi mano sent�a su pelambre y una temperatura algo
elevada.


Baje mi cabeza a su estomago, le dedique unos cuantos besos y lamidas, y
continu� mi descenso hasta llegar a su co�o. Este se ve�a grande y exped�a un
olor acre muy parecido al de M�nica, es decir, riqu�simo. Mi pichi estaba
totalmente erecto y comenzaba a dolerme. Las piernas las ten�a abiertas y, como
supuse, eran muy blancas, gruesas y no ten�an nada de celulitis. Mi suegra
levant� los pies y los apoy� en la mesa central, yo me encontr� atrapado en
medio de dos macizos bloques de carne. Bes� la parte interior de los mismos,
bajando poco a poco hasta su calz�n. Empec� a besar su co�o por encima de la
tela, �sta se mojo muy r�pido gracias a la uni�n de mi saliva y los jugos que
empezaba a despedir esa gruta, que de seguro estaba ardiendo.


- Hace mucho tiempo que no me chupan el sapo. Hoy quiero que lo hagas muy
bien Oscar. Seguro ser� f�cil, pues siento que estoy empapada -dijo Raquel
mientras apartaba, con una mano, la tela de su calz�n.


La visi�n de su co�o me encant�, era muy peludo, y sus pendejos eran de un
color caf� oscuro como el de su cabello. Unos labios gruesos se vislumbraban por
medio de sus pelos p�bicos, y �stos brillaban gracias a sus l�quidos, los mismos
que empezaban a chorrear e introducirse en sus nalgas, las cuales se encontraban
aplastadas por su peso.


- Abra bien esos labios suegrita -le dije, al mismo tiempo que ella utilizaba
dos dedos de la mano que se encontraba libre para responder a mi petici�n.


Su co�o, ahora que estaba abierto, era a�n m�s delicioso. Su color, rozado
tirando a rojo, estaba adornado por un liquido blanquecino que sal�a de su
interior. Mi lengua y mi boca se dedicaron bastante rato a chupar esa gruta, mi
suegra gem�a despacio pero constante. Dos de mis dedos penetraron en su interior
de una forma muy f�cil. Con una mano, saqu� mi instrumento amoroso de su
encierro y prosegu� con una paja.


- Ay Oscar, Ay, estoy por terminar -dijo al mismo tiempo que mis dedos y mi
boca aceleraban el trabajo.


- Eso es lo que quiero putita, termine de una vez, que luego me la chupar�
hasta que me arte de su boca.


- Esos tus dedos me matan, dale yernito, dale y no pares. Has terminar a esta
vieja.


- M�jeme la mano suegra, llene con sus l�quidos mi boca -dije yo, mientras la
paja que me hacia estaba por cumplir su objetivo.


Raquel bot� una cantidad de l�quido que, por m�s que intente, mi boca no pudo
abarcar. Ella puso sus piernas alrededor de mi cuerpo y me apret� muy fuerte
lanzando un gemido muy fuerte y algo ronco. Me levant� r�pidamente y acerqu� mi
pichi a su boca, lastimosamente no pude llegar a mi destino y solt� todo mi
semen en su cara y su pecho, ella lo relam�a y se re�a mientras los esparc�a por
sus dos teticas.


Cuando mi pichi empez� a desinflarse, Raquel me agarr� de los huevos y, de un
bocado, se lo meti� a la boca. Me lo dej� limpio. Justo cuando iba a decirme
algo, o�mos como la puerta de mi cuarto se abr�a. Me acomod� el pijama y mi
suegra se aboton� el camis�n y se bajo la parte que se encontraba enrollada en
su cintura.


- �Y que hacen despiertos a esta hora? -pregunto M�nica.


- Hijita, tu sabes que a m� me cuesta dormir y tu marido, que es todo un
amor, me estaba haciendo compa��a -respondi� mi suegra.


- Bueno, mejor ser� que traten de dormir, ya son las 4 de la ma�ana y tenemos
muchas cosas que hacer "tomorrow" -dijo M�nica.


- Si amor, no te preocupes, ya nos dormiremos -dije tratando de que mi
respiraci�n no me delate-. Bueno, a dormir suegra.


Todos nos levantamos, pero una mancha en el sill�n llam� la atenci�n de
M�nica. Mi suegra le explic�, de una forma poco convincente, que hab�a echado el
caf� ah�. M�nica, sin darle mayor importancia, me dio un beso de buenas noches
en la boca y, para sorpresa de todos, Raquel la imit� d�ndome un beso algo
mojado tambi�n en los labios.


- Pero Oscar, por lo menos dame tu mejilla -dijo mi suegra, haci�ndose la
ofendida.


- Pobre Oscar, esta tan cansado que ya no se fija en lo que hace -dijo
M�nica.


- Lo �nico que s� -replic� mi suegra-, es que este muchacho hace bien muchas
cosas hijita. Por eso, quiero pedirte que me lo prestes ma�ana, que tengo
algunas cosillas en la cabeza, que solo �l puede hacer.


- Pero claro mama, si a Oscar no le molesta, por supuesto.


- �A m�? -pregunte-. Para nada M�nica, para eso estoy yo. Para "darle" a tu
mam� lo que ella quiera -dije ri�ndome.


Raquel me acompa�o en la risa y M�nica nos mir� con cara de "que les pasa a
estos". Levanto los hombros y se meti� al cuarto acompa�ada de m� querid�sima
suegra.


Nota: Esta historia le he dividido en cuatro partes. �Por qu� en partes?
Desde mi punto de vista, los sucesos sexuales de mi vida han ido avanzando en
depravaci�n. Esta es la primera parte, donde el nivel sexual se podr�a decir que
es "normal", pero las cosas que me pasaron despu�s hacen que esta primera parte
sea un capitulo de Caperucita Roja. Solo espero que mi historia les guste, tanto
como a m� me gust� �l poder vivirla en carne propia. Escr�banme a
POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO
para saber si la historia les gusto, as� tambi�n como la forma de redacci�n o,
simplemente, para tener nuevos amigos y amigas sin importar edad. Gracias a sus
cartas, podr� mejorar un poco en la siguiente entrega.



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Relato: Monica y sus parientes (I)
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