Esther y Sonia eran dos buenas amigas, quedaban a menudo en
discotecas, clubs y locales de moda. Contrariamente a lo que se pod�a esperar
las dos apenas hab�an tenido relaciones con chicos. Eran muy amigas,
inseparables se podr�a decir pero sus vidas iban a cambiar en una sola noche.
Era de madrugada cuando las muchachas que hab�an cumplido
recientemente los 18 iniciaron el camino de vuelta a casa.
-Vaya nochecita-dijo Esther.
-S�, nos hemos divertido con esos pringados-dijo Sonia
refiri�ndose a unos chicos que intentaban ligarselas.
-Lo m�s gracioso ha sido cuando les hemos dado esquinazo, �se
habr�n creido qu� ibamos a esperarles?-dijo riendose Esther.
-Seguro, parec�an lo suficientemente est�pidos.
Las dos j�venes avanzaban por los callejones comentando lo
ocurrido con los chicos y mofandose sin parar de lo pat�ticos que resultaban.
Pero las chicas no se imaginaban ni remotamente de que los chicos todav�a las
persegu�an.
-Esas dos ser�n las elegidas, adem�s aprender�n a comportarse
debidamente-dijo Alberto.
-En el descampado las secuestraremos, te espero all� con la
furgoneta, toma el cloroformo-dijo Ernesto.
-Hasta entonces-se despidi� Alberto.
Los comentarios de las chicas eran hirientes y soberbios cosa
que enfureci� a Alberto. Aisladas las chicas caminaban inconscientes del peligro
que las acechaba. Vieron una furgoneta.
-Hay una furgoneta, qu� extra�o, apresuremonos Esther.
-Corre alguien nos persigue-dijo angustiada Esther.
Aunque las dos corrieron velozmente no tardaron en darles
caza. Esther fatigada fu� atrapada la primera. Call� por el empuj�n de Alberto.
-No, no me hagas da�o, por favor-dijo suplicando sin mirar a
su captor.
-M�rame, �no me reconoces?-dijo Alberto.
-Eres el chico de la discoteca, no pretendiamos burlarnos, lo
sentimos-dijo intentando excusar su comportamiento.
-No mientas puta. Tengo un regalo-dijo acercando el trapo
rociado de cloroformo a la cara de Esther.
Esther cay� sedada. Sonia fu� detenida por Ernesto cort�ndole
el paso con la furgoneta.
-Has sido muy grosera, pero vas a rectificar, de eso no me
cabe duda-dijo Ernesto.
-Su�ltame o te vas a arrepentir-dijo amenazando a Ernesto.
-Eres muy orgullosa pero eso va a cambiar, pija reprimida.
Tras el breve di�logo Ernesto drog� a Sonia con cloroformo.
Ambas fueron transportadas en la furgoneta hasta un lugar retirado donde Alberto
y Ernesto ten�an su base experimental.
El efecto de las drogas desapareci� y las chicas despertaron
aturdidas y amorzadas en sillas. Estaban en una peque�a habitaci�n completamente
vac�a. Intentaron deshacer los nudos pero desistieron tras ver que era
imposible. Pasaron horas quiz�s hasta que una figura abri� la puerta. Era
Alberto qu� ten�a una cara de satisfacci�n inmensa. �l quit� las mordazas que
imped�an a las chicas hablar.
-Su�ltanos ahora, grand�simo hijo de puta-dijo Sonia
demostrando su fuerte car�cter.
-Sshhh, vengo para proporcionaros agua, as� que sed
amables-dijo Alberto acercando un vaso de agua a la boca de Esther.
-Bien Sonia si quieres beber disculpate, t� decides-dijo
Alberto tras calmar la sed de Esther.
-Yo disculparme, jam�s me disculpar�, antes muerta-contest�
rigurosamente.
-Me est�s cabreando zorra-dijo ahogando a la j�ven.
-D�jala por favor-dijo suplicante Esther.
-Tu amiga te ha salvado, pronto obedecer�s como es
debido-dijo apuntando a Sonia.
Una vez recuperado el aliento Sonia comenz� a gritar pidiendo
ayuda desesperada. Nadie iba a oirlas, sin embargo insistieron las dos hasta
quedar af�nicas. Tristes perdieron la esperanza de que alguien las rescatase y
se sumieron en un silencio sepulcral.
La visita de sus captores se hizo esperar. Ellos ya ten�an su
m�quina a punto y a los sujetos experimentales. Ambas fueron trasladadas a una
enorme sala que conten�a una especie de sill�n acondicionado con todo tipo de
artilugios entre los que destacaba una pantalla o unos sensores de esos que
utilizan los m�dicos. Las dos quedaron horrorizadas porque sab�an que pronto
iban a experimentar con ellas en aquel aparato.
-�Les contamos para qu� sirve esta preciosidad,
Ernesto?-pregunt� Alberto para aterrorizar a�n m�s a las chicas.
-�Porque no?-accedi� Ernesto.
-Esther, Sonia, hab�is sido elegidas para probar nuestro
proyecto m�s interesante. Se trata de un alterador del comportamiento. S�
queridas vais a aprender a ser muy respetuosas y obedientes. Dicho de otra forma
os convertireis en lo que queramos, y q�e es lo queremos os preguntar�is, la
respuesta es evidente, en d�ciles putas a nuestro servicio.
-Ja, ja, ja-re�a Sonia tras escuchar semejante
fantas�a-Hab�is visto muchas pel�culas, de verdad pens�is que nos convertiremos
en sirvientas vuestras por sentarnos en ese aparato. Os cre�a imb�ciles pero veo
que vuestra estupidez no tiene l�mites-dijo burlandose de ellos.
-Nos has facilitado la elecci�n, t� vas a ser la primera-dijo
Alberto.
Ernesto desat� a Sonia y con ayuda de Alberto la consiguieron
atar al sill�n con unas correas que sujetaban los pies, brazos y cabeza. Alberto
le dijo a Ernesto que encendiera el ordenador principal que se encontraba en la
otra sala.
-Encendido-dijo Ernesto desde una ventana en una habitaci�n
superior.
-Ves esta jeringuilla, pues va a ser lo �ltimo que ver�s
antes de comenzar tu iniciaci�n-le dijo a Sonia amenazadoramente.
-Me rio en tu cara-dijo antes de caer dormida.
-�Qu� le has inyectado?-pregunt� Esther.
-Una droga dise�ada espec�ficamente para actuar en la zona
del cerebro destinada al comportamiento. Esta droga junto con una serie de
est�mulos exteriores puede llegar a actuar en el comportamiento de una persona.
No te preocupes no vamos a matar a tu amiga, s�lo la vamos a mejorar, como a t�.
-Est�s enfermo, eso no suceder�-dijo Esther.
Alberto llev� a Esther a la sala del ordenador donde se ve�a
perfectamente a Sonia. Alberto y Ernesto entusiasmados pusieron en
funcionamiento la m�quina. Todos los mecanismos de la m�quina comenzaron a
funcionar. Los sensores que se encontraban sobre la cabeza de Sonia empezaron a
emitir corrientes el�ctricas para incrementar el efecto de la droga. Unos
auriculares previamente colocados en los oidos empezaron a reproducir mensajes
repetitivos dise�ados para que el sujeto perdiese su identidad para
reprogramarlo a voluntad. Los ojos de Sonia permanec�an abiertos porque sus
cejas estaban sujetas, ella no estaba totalmente dormida, estaba en trance. La
pantalla se encendi� mostrando im�genes de lo m�s variopintas pero con un
denominador com�n, relativas al sexo o a la conducta de una sumisa.
Esther mostraba repugnancia viendo aquellas im�genes.
-�Qu� te pasa?, es que nunca antes hab�as visto porno-dijo
Ernesto.
-Es asqueroso, c�mo pod�is obligarla a ver eso, es
vomitibo-respondi� Esther.
-S�lo aprende su futura profesi�n, debe saber mamarla como
toda una profesional-dijo Alberto.
-Ella nunca har�a eso y por muchos videos de esos que vea no
lo va a hacer.
-S� que lo har� y t� tambi�n, silencio-dijo zanjando la
conversaci�n.
La sesi�n se alargaba ya durante horas. Esther observaba
horrorizada como Sonia permanec�a retenida contra su voluntad, no lo aguantaba
m�s.
-Dejadla ya, no vais a conseguir nada-dijo Esther.
-Pues tu amiga comienza a disfrutar, mira su cara-dijo
Alberto.
La expresi�n de Sonia hab�a variado lentamente durante el
transcurso de la sesi�n. Sonia reflejaba una sonrisa mientras observaba una y
otra vez las mismas lascivas im�genes. Parec�a disfrutar, se�al que hac�a
presagiar el f�n de la sesi�n.
-Una hora m�s y apagamos-dijo Alberto a Ernesto.
Esther al ver de esa manera a su amiga se replante� la
supuesta eficacia de la m�quina. La hora transcurri� deprisa para Esther, los
dos j�venes bajaron para desconectar totalmente la m�quina. Esther desde arriba
miraba como Alberto y Ernesto soltaban a Sonia. Una vez libre Sonia se levant�
por su propio pie, desde arriba Esther la notaba diferente. Sonia no forceje�
con sus captores, es m�s colaboraba con ellos.
-�C�mo te encuentras Sonia?-pregunt� Alberto a sabiendas de
que el experimento hab�a salido perfectamente.
-Bien. T� debes ser Alberto y �l Ernesto, �me equivoco?-dijo
Sonia.
-S� somos nosotros. Tus due�os, a quienes debes obedecer-dijo
Ernesto contento por le resultado.
-Serviros es mi obligaci�n, �qu� quer�is que haga?-se ofreci�
amablemente Sonia.
-Por ahora siguenos arriba.
Los tres entraron en la habitaci�n donde Esther aguardaba a
Sonia.
-Sonia, �est�s bien, te han hecho algo?-dijo Esther
preocupada por su amiga.
-�Qui�n eres?-dijo Sonia a Esther.
-Esa era una amiga tuya que pronto se unir� a t�-dijo
Ernesto.
-�Qu� le hab�is hecho gusanos depravados?, vuelve en t�
Sonia.
-Sonia cambiate de ropa por esa que est� sobre la mesa.
S�n ning�n pudor Sonia se cambi� de ropa, desnudandose por
completo. Su nueva indumentaria era algo provocativa, estaba vestida con una
minifalda de cuero y un top con un impresionante escote, tambi�n llevaba botas
altas. Esa era el tipo de ropa que jam�s hubiera llevado Sonia antes de la
sesi�n, la antigua Sonia hab�a desaparecido, su marcado car�cter hab�a sido
sustituido por otra personalidad m�s sumisa, su frialdad hab�a sido transformada
en continua excitabilidad. En todos los aspectos hab�a cambiado.
Alberto y Ernesto encendieron la m�quina de nuevo. Era el
turno de Esther.
-Ayuda, socorro, no lo hag�is-grit� Esther.
-No te preocupes, s�lo disfruta, sentir�s sensaciones
intensas. Hasta llegar�s al orgasmo, d�jate llevar-dijo la nueva Sonia.
-Noooo-dijo Esther viendo la jeringuilla.
-Dulces sue�os-dijo Alberto.
Mientras las horas pasaban Alberto y Ernesto disfrutaban de
Sonia. La sesi�n lleg� a su f�n y de nuevo los dos observaron que el segundo
experimento hab�a sido todo un �xito.
-Hola amos, estoy a vuestra disposici�n-dijo Esther con un
tono de voz excitante.
-Cambiate de ropa-orden� Ernesto.
Esther se cambi� de ropa. Las dos chicas estaban vestidas de
igual forma. La frigidez pasada contrastaba con el nuevo car�cter de Esther y
Sonia. No hab�a atisbo de sus antiguos prejuicios, las dos se sent�an agusto con
sus apretados conjuntos. Esther antes de la transformaci�n era t�mida y taimada
pero ahora era extrovertida y alegre;Sonia era orgullosa y vengativa pero ahora
obediente y sexy.
Aunque la transformaci�n hab�a sido a nivel cerebral,
f�sicamente las dos parec�an haber mejorado. Aunque esto se explicaba porque
antes las dos vest�an de forma sobr�a, sin escotes y apenas se maquillaban. Sin
embargo Esther enfundada en aquella ropa estaba sexy, el ajustado cuero marcaba
su trasero y el top escotado dejaba ver sus bien torneadas y redondas tetas. Lo
mismo se podr�a aplicar para su amiga.
Ahora los chicos eran quienes se re�an de ellas, las tornas
hab�an cambiado. Ellos las ordenaron que se las chupasen y ellas accedieron
encantadas. Aquel aparato era una maravilla pensaron Ernesto y Alberto mientras
sus sumisas zorras se dedicaban a sus tareas.