�Es solo Mariluz?. Y entonces, �por qu� no viene a mi cama
abiertamente, sin tanto misterio?. La idea de que sea mi hermana Carla, al
principio me llenaba de culpa y remordimientos, pero con el paso del tiempo
empiezo a aceptar una situaci�n inimaginable anteriormente. �Y si son las dos?.
En este caso, no s� qu� pensar ni c�mo actuar a partir de este momento. �Alguien
puede darme alg�n consejo?. Lo agradecer� en el alma.
(Este relato es el octavo de 11. El primero fue publicado en
estas p�ginas el 08-07-2003. Mejor, los leen antes para hacerse una idea, y
luego contin�en con este).
Cuando entr� en el dormitorio de las muchachas (anotando
mentalmente el hecho de que la puerta estaba abierta de par en par) ambas
parec�an profundamente dormidas, abandonadas en su descuidada desnudez, y ambas
cosas eran buena se�al: de haber tenido las consecuencias que me tem� la
conversaci�n de la noche anterior, digo yo que algo habr�a cambiado. Ellas me
habr�an indicado sutilmente mediante una puerta cerrada, o sus cuerpos vestidos,
que las cosas no iban a continuar siendo como eran.
Mir� mi reloj: las 09:30, hora m�s que apropiada para
despertarlas y comenzar el d�a. Quise hacer a�n una nueva prueba, y me dirig�
primero a Carla. Puse una mano sobre uno de sus pechos, y con la otra la sacud�
ligeramente por un hombro. Estaba temiendo una reacci�n de rechazo, que
finalmente no se produjo: abri� los ojos, tomando conciencia de mi presencia, me
dedic� una so�olienta sonrisa, y se desperez�, mostr�ndome sin problemas la
vulva entre sus piernas abiertas.
- �Buenos d�as! -me dijo alegremente-. Veo que por una vez,
te has despertado el primero�
A mi espalda, son� la voz alegre de Mariluz:
- �Os pill�!.
Luego se levant� y me dio un r�pido beso en el cogote,
ri�ndose.
- No os enfad�is. Despu�s de la seriedad de ayer hab�a que
hacer una broma�
Se volvi� desde la puerta:
- Y a ver que hac�is ahora que os dejo solos�
Sentimos su risa alej�ndose hacia el aseo de la entrada.
Para no forzar la situaci�n, me dirig� a la cocina, y empec�
a preparar el desayuno de los tres.
No tardaron mucho en aparecer, primero Carla, a�n con ojos de
sue�o, y despu�s Mariluz, con una bolsa de aseo en las manos. Se sentaron las
dos ante la mesa, y yo serv� los caf�s, el zumo de naranja de "brick", las
tostadas de bolsa, y las dem�s cosas. Luego me sent� tambi�n.
Mientras sorb�a pensativamente mi caf�, no dejaba de pensar
en algo: una de las dos (segu�a inclin�ndome por Mariluz, aunque sin absoluta
seguridad) hab�a estado entre mis brazos la noche anterior, d�ndome y recibiendo
placer. Parec�a l�gico que ello se advirtiera en alguna mirada intensa, o en el
apartar la vista de m� cuando me quedaba mir�ndola fijamente. Pero no hab�a
reacci�n en ninguna de ellas. Tal parec�a que fuera un fantasma, y no una de las
chicas, qui�n entraba de madrugada en mi dormitorio. Fue Carla la que rompi� el
silencio:
- Est�s muy callado. �En qu� piensas?.
Como siempre, Mariluz tuvo que sacar a colaci�n en tono
ir�nico lo que yo me hab�a propuesto no mentar.
- Seguro que todav�a est� exhausto despu�s de sus aventuras
nocturnas�
Intervine r�pidamente:
- No empecemos de nuevo. Dej� claro anoche que el tema est�
cerrado, y que no volver� a hablar sobre �l.
Lo mejor era cambiar de conversaci�n:
- Por cierto, �qu� hacemos hoy?.
- Hab�amos pensado volver a "esa" playa, ya sabes -me inform�
Carla-.
- Pero esta vez llevaremos algo de ropa para despu�s, que ya
est� bien de comida basura -terci� Mariluz-.
Yo me mostr� de acuerdo. Verdaderamente, me hab�a encantado
la sensaci�n de libertad de encontrarnos los tres desnudos al aire libre, en un
lugar donde no ten�amos que preocuparnos de que nadie nos espiara.
Los tres prescindimos de la ducha aquella ma�ana. Al poco
tiempo, salieron "vestidas" del dormitorio que compart�an. Carla se hab�a puesto
el short m�s diminuto que yo hab�a tenido ocasi�n de ver, casi unas braguitas de
tela vaquera, y llevaba su torso cubierto �nicamente por un sujetador de bikini,
sin m�s ropa. Mariluz, un vestido suelto, ce�ido a la cintura con una cinta
anudada a su espalda.
Cuando est�bamos ante la puerta, mientras Carla abr�a la
cerradura, levant� la falda de Mariluz en plan de broma, comprobando que tampoco
ese d�a llevaba m�s ropa encima que la visible. Ella me dio un cari�oso cachete
en la mano, y se quej� a Carla.
- �Tu hermanito me est� metiendo mano!. Dile algo�
- Ya sois mayorcitos los dos. Defi�ndete t� solita, si es que
no quieres, que no me lo creo -respondi� Carla-. Y se ech� a reir.
Esta vez encontramos a la primera el camino medio oculto que
conduc�a a la playa. Estacionamos el auto junto a otro con matr�cula alemana. La
tapa del maletero estaba subida, y una muchacha como de unos 18 a�os, calcul�,
vestida con el bikini m�s escaso que yo hab�a visto, se inclinaba sobre �l,
buscando algo.
Al llegar nosotros, alz� por un momento la cabeza, y nos
salud� en espa�ol, pero con fuerte acento. Nosotros respondimos al saludo.
La chica cerr� el auto, y nos precedi� unos metros delante de
nosotros por el camino. La imagen mental de la chica desnud�ndose para acceder a
la playa, hizo revivir mi excitaci�n. Cuando lleg� al famoso cartel, se
entretuvo agachada buscando aparentemente algo en la bolsa que hab�a tomado de
su coche. Cuando observ� que nosotros nos desnud�bamos sin ning�n problema
(bueno, yo lo hice de espaldas a ella, para ocultar mi clara erecci�n) ella se
quit� r�pidamente las dos breves prendas que vest�a. Nos dirigi� una sonrisa y
comenz� a andar delante de nosotros.
Yo casi me hab�a acostumbrado a la desnudez de mis dos
acompa�antes. Pero ver unas preciosas nalgas poco m�s que adolescentes,
oscilando con el paso de su propietaria delante de nosotros, me excit�
enormemente.
Unos pocos minutos despu�s, la chica nos hizo un gesto
amistoso con la mano, y se desvi� del camino. Nosotros continuamos un poco m�s,
hasta encontrar finalmente un lugar resguardado por dos lados entre los
matorrales, donde tendimos nuestras toallas.
Ya era casi un rito lo de extendernos la crema protectora.
Pero yo quise a�adir un toque "especial" aquel d�a. Cubr� mi pecho y vientre de
pegotes tomados del tarro, y ante la mirada expectante de las chicas, abrac�
fuertemente a Mariluz, y empec� a frotarme contra ella. No sab�a como lo iban a
tomar, pero afortunadamente les hizo gracia la idea. Mariluz colabor�, frotando
su precioso cuerpo desnudo con el m�o, haciendo caso omiso en apariencia al
hecho de que mi pene, en completa erecci�n, se paseaba a su placer por su
vientre y muslos mientras nos extend�amos la crema de aquella er�tica forma.
Carla debi� decidir unirse a la broma, porque unos instantes
despu�s sent� como sus pechos frotaban mi espalda, y pude notar perfectamente el
vello de su pubis en mis nalgas.
Finalmente, entre risas, acabamos de extendernos la crema, ya
con las manos. Y, como el d�a anterior, no me priv� de frotar los pechos, nalgas
y entrepiernas de mis dos acompa�antes, que actuaron conmigo de la misma forma.
Nos tendimos los tres sobre las toallas, y durante unos
minutos nos dedicamos a dejar que el sol incrementara el ligero bronceado
integral que ya mostr�bamos los tres.
En un momento determinado, me pareci� sent�r el leve roce de
unos pies desnudos sobre la arena del camino. Un momento despu�s, apareci� a un
lado de las matas que resguardaban precariamente nuestra intimidad, el tostado
cuerpo desnudo de la alemanita que hab�amos visto antes, que nos salud�
cort�smente de nuevo, y luego continu� su camino hacia la playa.
Minutos despu�s, decid� que ya ten�a suficiente sol. Notaba
mi piel ardiente, suspirando por un ba�o en las tibias aguas del mar. Pero, al
parecer, ninguna de las chicas se animaba.
- No me apetece a�n -dijo Carla-.
- No, ve t�. Nosotras iremos dentro de un rato -remach�
Mariluz-.
No me apetec�a nada dejar solas a mis dos bellezas desnudas
sobre las toallas. Luego pens� que all� no parec�a acecharlas peligro alguno, y
finalmente me decid�, dirigi�ndome a la playa.
Hab�a varios cuerpos desnudos en la arena, pero cercanos,
solo los de dos mujeres ya algo maduras, con la piel enormemente curtida, una de
las cuales mir� mi pene fl�ccido como por descuido, apartando despu�s la vista.
Tampoco en el agua hab�a demasiada gente. Una pareja joven con un ni�o de corta
edad, que protestaba a gritos al sentir la frialdad del agua en su cuerpecillo
desnudo. Un anciano de piel arrugada, parado con el agua poco m�s debajo de la
cintura. Y "mi" alemana, en el lugar donde romp�an las olas, lanzando su
precioso cuerpo desnudo sobre los peque�os mont�culos de agua que se formaban al
romper. Me dirig� nadando hacia ella.
Tard� en darse cuenta de mi presencia. Cuando me vio, me hizo
un gracioso saludo con la mano, y continu� con sus evoluciones. Yo me dediqu� a
nadar unos minutos, y luego me dirig� a la orilla. La muchacha estaba sentada en
la franja de arena h�meda que de vez en vez recib�a la espuma de las olas,
escurriendo su pelo largo hasta los om�platos. Me dirigi� una amplia sonrisa,
que me pareci� una invitaci�n a entablar conversaci�n. As� que me detuve ante
ella, intentando desesperadamente no mirar sus peque�os pechos respingones, ni
su pubis entre sus piernas entreabiertas, para evitar "crecimientos delatores".
Un momento despu�s, nos hab�amos presentado, y charl�bamos
animadamente sentados uno junto a otro. Ella hablaba espa�ol bastante bien,
aunque con mucho acento. Se llamaba Greta, y estaba con sus padres (que supuse
de edad m�s que madura). Eran aficionados al naturismo, y ella se hab�a
acostumbrado a la desnudez durante las vacaciones desde su infancia, lo que se
notaba en la naturalidad con la que charlaba con un desconocido, tan desnudo
como ella (pero no tan indiferente, puedo dar fe de ello). Sobre todo, cuando en
un movimiento descuidado, que coincidi� en un instante en que yo ten�a puestos
mis ojos sobre unos de sus muslos, me obsequi� con la visi�n de su pubis
completamente depilado, en el que pude distinguir durante un instante la rosada
raya de su abertura. Trat� de mirar al horizonte, rogando que ella no advirtiera
mi erecci�n.
No llevar�amos ni diez minutos, cuando vi aproximarse a las
chicas hacia nosotros. Ligeramente turbado (m�s que nada por lo que podr�an
haberse imaginado ellas) hice las presentaciones. Pero tanto mi hermana como
Mariluz tomaron aquello con aparente normalidad, y despu�s de cambiar unas
palabras corteses con Greta, nos dejaron de nuevo solos.
Seguimos charlando unos instantes. Luego ella se levant�,
apa��ndoselas de alg�n modo para que yo no viera lo que estaba deseando
contemplar de nuevo, me estrech� la mano ceremoniosamente, y se alej� con aquel
oscilar de sus gl�teos que ya conoc�a, y que hizo reaparecer instant�neamente mi
erecci�n.
Mir� hacia el agua. Mis dos chicas jugaban a derribarse, en
lo que me pareci� en aquellos momentos un l�brico espect�culo: dos cuerpos
femeninos desnudos, frotando sus pechos entre s� mientras pugnaban por tumbar a
su oponente. Me introduje apresuradamente en el mar, intentando que ninguno de
los escasos paseantes pudiera notar la descarada horizontalidad de mi pene, y me
acerqu� a ellas, que cesaron en su lucha cuando me aproxim�.
- Cre�amos que �bamos a tener que prescindir de tu compa��a
-me dijo Carla con cara risue�a-.
Luego se acerc�, poni�ndome al paso uno de sus pechos sobre
mi antebrazo, y dijo en voz confidencial:
- Anda, que ya hemos visto que te com�as con la vista el co�o
depilado de tu alemana�
Y se ech� a reir. Mariluz se me acerc� por el otro lado, y
agarr� imp�dicamente mi pene bajo el agua.
- Y te ha puesto bueno� Pues tendr�s que esperar a que esta
noche te visite Carla.
Mi hermana protest�.
- Querr�s decir a que t� vayas a su dormitorio a darte una
fiesta con mi hermano.
Ya estaban otra vez con lo mismo. Me volvi� el enfado de la
ma�ana, que hizo disminuir mi erecci�n, lo que no hab�a logrado el agua fr�a.
Volv� a la playa, seguido por las dos chicas.
- No te lo tomes a mal, hombre -me dijo Carla, mientras se
colgaba de uno de mis brazos-. Est�bamos bromeando.
Cuando llegamos de nuevo a nuestras toallas, Carla se tendi�
de nuevo, esta vez boca abajo. Mariluz se qued� unos instantes pensativa, con
una cara juguetona que ya hab�a llegado a temer. Luego se sent� con las piernas
encogidas pero juntas, de modo que no mostraba lo que hab�a entre ellas.
- En serio, �te gusta m�s el co�o desnudito de tu alemana, o
�ste?.
Se abri� completamente de piernas, mostr�ndome imp�dicamente
su sexo, mientras adelantaba su pubis hacia m�, levantando el trasero de la
toalla, al tiempo que echaba la cabeza hacia atr�s, ri�ndose a carcajadas.
Carla levant� la cabeza, y se ech� a re�r tambi�n,
seguramente de mi cara de confusi�n. Aquello no iba a quedar as�.
- Mmmmm tendr�is que darme tiempo para decidir. No te muevas
-me dirig� a Mariluz-.
Met� las manos bajo los muslos de Carla, que inicialmente no
entendi� lo que pretend�a, hasta que qued� en posici�n de perrito, con su ano y
su vulva expuestos entre sus piernas entreabiertas. Enrojeci� hasta la ra�z del
cabello, pero no dijo nada.
Mariluz se re�a a mand�bula batiente, sin cambiar ni un �pice
su incitante postura. Finalmente, ambas volvieron a posiciones "menos
comprometidas", no sin que antes Mariluz mirara descaradamente a mi pene, de
nuevo en su m�xima erecci�n, y silbara apreciativamente.
- Me parece que esta noche vamos a tener que visitarte las
dos, para solucionar "eso".
- De eso nada -salt� Carla r�pida- te lo follas t� dos veces,
si te parece, que ya tienes costumbre.
- Casi mejor nos vamos a comer, que ya es hora -decidi�
Mariluz-. �Caramba, que una no es de piedra!, y a lo mejor me tiro sobre ti y te
violo -termin�, mientras de nuevo se re�a a carcajadas-.
Yo tampoco iba a contenerme mucho m�s en aquel estado de
excitaci�n en que me hab�an puesto, de modo que asent�, y comenc� a recoger las
cosas.
Despu�s de una comida a base de carne a la brasa, que regamos
con una botella de Rioja, nos dirigimos de nuevo a casa. Se me hab�a calmado de
nuevo la calentura, despu�s de un par de horas en p�blico, totalmente vestidos
los tres -Mariluz se hab�a puesto un diminuto tanga negro bajo la falda-.
Nada m�s entrar, Carla bostez� abiertamente.
- Creo que voy a echarme un rato.
Nos mir� pensativa.
- Pero vosotros pod�is hacer lo que quer�is. Cerrar� la
puerta del dormitorio para que teng�is mayor intimidad�
- Eso mismo te iba a proponer -respondi� Mariluz r�pida-.
Puedes quedarte aqu� con tu hermano, os tumb�is un rato en el sof�, y� bueno,
repet�s si quer�is vuestras escenas nocturnas.
- �Joder! -salt� Carla-. Que ya te he dicho que no soy yo la
que se beneficia a mi hermano por las noches.
Ya ten�a bastante. Me fui a mi dormitorio, baj� la persiana y
me desnud�, esperando que el sue�o aliviara mi excitaci�n.
Pero el sue�o no llegaba, sobre todo, porque no cesaba de
escuchar el cuchicheo y las risitas de las dos chicas -que por el volumen, no
hab�an cerrado finalmente la puerta de su dormitorio-. Unos instantes despu�s,
sus cuchicheos se tornaron en grititos excitados. Me incorpor�, sin saber a qu�
respond�a aquello. Entonces o� los talones desnudos de las chicas, que corr�an
por su dormitorio.
Entraron en tromba en el m�o, completamente desnudas como era
ya costumbre, y saltaron sobre mi cama, arrodill�ndose frente a la ventana con
caras excitadas. Carla levant� unos cent�metros la persiana, muy despacio, sin
hacer ruido. Yo no entend�a nada.
- �Qu� sucede? -pregunt�-.
- Calla, que vamos a ver una "peli" porno -respondi�
Mariluz-. No hag�is ruido.
Me arrodill� yo tambi�n, apretado entre los dos cuerpos
desnudos de las chicas, y mir� a trav�s de la ventana.
Las casas de aquella urbanizaci�n eran muy parecidas en
cuanto a su forma exterior, pero no estaban ubicadas de forma sim�trica. Frente
a la ventana, la terraza de la casa contigua, con las cortinas completamente
abiertas, nos ofrec�a una panor�mica de la sala de estar, como a veinte metros
de nosotros.
Lo primero que vi fue una rubia de formas rotundas,
completamente desnuda, que oscilaba sugerentemente su cuerpo al comp�s de una
m�sica inaudible para nosotros, subida en una peque�a mesita redonda.
A su lado, un hombre ya maduro tambi�n desnudo, se masturbaba
ostensiblemente, sin importarles a ninguno aparentemente la presencia de otras
dos parejas, sentadas a izquierda y derecha en dos sof�s. Estos otros cuatro
estaban vestidos, si bien una de las mujeres, una morenita menuda de unos 25
a�os, ten�a bajado hasta el codo uno de los tirantes de su camiseta negra,
dejando fuera un pecho muy bien formado.
La danza aquella dur� unos minutos m�s. Finalmente, el hombre
abraz� a la rubia por las caderas, metiendo su cabeza entre el vello abundante
de su pubis, y comenzando sin duda a lamerle el sexo.
El var�n sentado junto a ella, estaba en aquel momento
quit�ndole las bragas a la morenita, que aparec�a con las piernas en alto, y la
falda subida hasta la cintura, y ahora eran los dos pechos los que asomaban de
su camiseta. Pudimos ver la oscuridad de su co�o entre las piernas abiertas, por
m�s que la distancia no nos permitiera distinguir fielmente los detalles.
Volv� la vista a la otra pareja. Ella estaba sentada mirando
fijamente hacia delante, con las piernas muy juntas. Su pareja le acariciaba un
pecho sobre el vestido, mientras su otra mano frotaba su propia entrepierna.
La rubia de la mesa se volvi�, inclin�ndose, y el hombre no
se hizo rogar: volvi� a enterrar la cara entre sus carnosos muslos. Unos
instantes despu�s, la rubia se apart�, y se baj� de la mesa. Se dirigi� a la
�nica chica que quedaba totalmente vestida, la tom� de una mano, y la oblig� a
levantarse. Esta se resist�a, pero d�bilmente, sin mucha convicci�n al parecer.
Luego se volvi� hacia la otra pareja, que se met�a mano descaradamente en el
sof�, y ellos se levantaron y se acercaron. Varias manos empezaron a desnudar a
la otra chica, que se dej� hacer. Cuando s�lo quedaba sobre su cuerpo una
braguita, dos varones la tomaron, y la subieron sobre la mesa.
Inmediatamente, varias manos se aferraron a sus bragas, que
finalmente se rompieron, dej�ndola desnuda sobre la mesa. El hombre que hab�a
estado sentado junto a ella se baj� r�pidamente los pantalones y un slip que
llevaba debajo, se acerc� a la muchacha, la abri� de piernas sobre la mesa, y la
penetr� lentamente, empezando a moverse adelante y atr�s. La chica, tras unos
momentos en que estuvo como paralizada, se aferr� al cuello del var�n y comenz�
a participar en el coito, activamente al parecer.
Los dem�s les contemplaban alrededor de la mesa, en distintos
grados de desnudez: a la morenita le hab�a bajado la falda a su sitio, aunque
hab�a quedado retenida por detr�s en sus gl�teos, que mostraba en gran parte.
Sus pechos estaban totalmente al aire, porque la camiseta estaba arrollada a su
cintura.
El �nico hombre que quedaba vestido se desnud� tambi�n
r�pidamente, y empez� a masturbarse contemplando el espect�culo. La rubia se
acerc� a la morenita, le dijo algo al o�do, y meti� la mano imp�dicamente bajo
su falda. Sus movimientos, aunque la mano quedaba oculta, parec�an indicar que
estaba masajeando el co�o de la otra chica.
El hombre que follaba a la chica tendida sobre la mesa, se
apart� moment�neamente, y termin� de quitarse las prendas que llevaba arrolladas
a los tobillos. Luego se subi� sobre la mesa a su vez, tom� a la chica por las
pantorrillas, y levant� sus piernas, poni�ndolas sobre sus propios hombros, y a
continuaci�n, en cuclillas, volvi� a introducir su pene en la vagina de la
muchacha.
Pude observar que todos los dem�s hab�an acabado de
desnudarse en alg�n momento. El que hab�a estado sentado poco antes a su lado,
arrebat� a la morenita de las manos de la rubia, la llev� hasta el sof�, y la
empuj� por la espalda, oblig�ndola a levantar el trasero. Luego abri� sus
piernas, y la penetr� sin contemplaciones.
Mientras, la rubia se hab�a abrazado a su pareja, frente a
frente, mientras se com�an a besos. Luego, elev� una de sus piernas, pas�ndola
tras la cintura del hombre, y meti� las dos manos entre ambos, sin duda guiando
el pene de �l hacia su interior. El le sujet� con una mano la pierna en su
posici�n, mientras la otra se aferraba a la cintura de la mujer, y sus caderas
se contra�an r�tmicamente. La rubia ten�a los ojos cerrados, y oscilaba la
cabeza a un lado y otro, sin duda disfrutando intensamente de aquello.
Tom� conciencia entonces de las respiraciones entrecortadas
de las dos chicas, a mis costados. Carla estaba aferrada al marco de la ventana,
mirando hacia delante con los labios entreabiertos, y los ojos muy brillantes.
Mariluz ten�a una de sus brazos ca�dos a lo largo de uno de sus muslos, y la
mano del otro acariciaba lentamente uno de sus erectos pezones.
Volv� a mirar por la ventana. La chica que hab�a sido follada
sobre la mesita estaba ahora sola, despatarrada, con la negrura de su sexo
mostr�ndose entre sus piernas abiertas. De repente, pareci� mirar fijamente en
nuestra direcci�n. Se baj� r�pidamente de la mesa, se dirigi� al ventanal y
corri� las cortinas, priv�ndonos del resto del espect�culo.
Poco a poco, como si sali�ramos de un sue�o, fuimos
abandonando nuestras posturas frente a la ventana. Yo estaba en el colmo de la
excitaci�n, y cre� llegado el momento de pasar a mayores con las chicas, que
estaban evidentemente en el mismo estado que yo.
Carla se tumb� boca arriba en la cama, con los brazos
extendidos a sus costados, y mirando fijamente al techo, como hipnotizada.
Mariluz, a mi derecha, estaba en cuclillas a�n mirando a las cortinas que nos
hab�an ocultado la vista de la org�a que se desarrollaba en el chalet contiguo.
Sin pensarlo dos veces, dirig� mi mano a su entrepierna, e introduje sin
vacilaci�n dos dedos en la vagina empapada de Mariluz. Esta, pareci� aceptar
durante unos segundos mis caricias. Luego se envar�, mir� hacia Carla que segu�a
inm�vil, me apart� la mano sin violencia, se levant�, y sali� de la habitaci�n.
Entonces mi hermana pareci� salir del trance, y sigui� a su
amiga, dej�ndome s�lo de nuevo. Yo no tuve por menos que irme al ba�o, y aliviar
mi excitaci�n de la �nica forma que me hab�an dejado, maldici�ndolas por lo
bajo.
Luego me tend� en la cama, relajado aunque no satisfecho, y
no tard� en dejarme vencer por el sue�o.
No deb� dormir mucho. Por una vez, cuando me despej�, hab�a
un silencio absoluto en la casa, que parec�a indicar que las chicas dorm�an a su
vez. No se o�a ning�n sonido.
Pero no, porque me pareci� escuchar un ligero chapoteo tras
la puerta cerrada del cuarto de ba�o de mi habitaci�n. Me levant� en silencio, y
me acerqu� sin hacer ruido, entreabriendo la puerta lentamente, lo suficiente
para tener una visi�n de la ba�era. Me qued� de piedra, y mi pene creci� de
nuevo inconteniblemente.
Carla estaba sumergida en el agua, que le cubr�a justo por
debajo de sus pechos, que parec�an flotar con sus pezones muy inflamados
coronando sus ar�olas oscuras. Ten�a los ojos cerrados, y su lengua asomaba
entre los labios entreabiertos. Una mano estaba aferrada a la ba�era, y la otra
se distingu�a apenas entre sus piernas, oscilando arriba y abajo, lo que
produc�a el leve chapoteo que hab�a escuchado.
Me qued� lo m�s inm�vil que pude, mirando con ojos
desorbitados a mi hermana masturb�ndose. Unos segundos despu�s, los movimientos
de Carla se hicieron algo m�s acelerados. Su mano qued� unos instantes inm�vil,
y entonces elev� su culito de la ba�era, con lo que emergi� su pubis casi
cubierto por su mano, pero en el que se ve�a claramente que ten�a al menos
cuatro dedos introducidos en la vagina. Entonces su mano comenz� a moverse de
nuevo, haciendo entrar y salir los dedos de su interior, y de su garganta
empezaron a surgir unos gemidos guturales r�tmicos, que mostraban a las claras
que estaba experimentando un profundo orgasmo.
Tuve que levantarme apresuradamente, pero no s�lo para evitar
que Carla me sorprendiera mirando, sino porque sent� los pies desnudos de
Mariluz sobre la tarima, acerc�ndose a mi dormitorio.
Me tend� en la cama, y me hice el dormido, justo cuando el
cuerpo desnudo de la otra chica aparec�a en el dintel. Se dirigi� en derechura
al ba�o, y empuj� la puerta. La o� silbar ir�nicamente. Luego entr�, cerrando la
puerta tras de s�.
Al cabo de un rato�
Pero ser� mejor que aplace la narraci�n de lo que ocurri� el
resto del d�a, si no tienen inconveniente.
A.V. 1 de julio de 2003.
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