Relato: Carla (1)





Relato: Carla (1)

LA S�CUBO 4 Carla.


Yo tengo dos motivos poderosos para que Carla no se vaya
de casa. Primero, ya saben ustedes como est� de mal el servicio dom�stico y,
segundo y m�s importante, lo mismo que pasa con Lina pasa con Carla, cuando
est� en casa una de las dos, o las dos, la abominable s�cubo permanece en
silencio, motivo m�s que suficiente para no despedir a la muchacha, pues que
me permite trabajar tranquilo y sin insultos. Y cosa extra�a, con Mar�a, la
madre de Carla, el ectoplasma de los demonios me insultaba a mansalva, era
un tormento tan insoportable como un discurso de Llamazares; es raro
�verdad?, ��Qu� cosas!!.


Carla, como es casi natural, es mucho m�s joven que su
madre y tambi�n mucho m�s guapa. Se parece bastante en todo a Jody Foster.
Es peque�ita, rubia, de ojos azules como la miosotis y est� muy bien
confeccionada. S�, s�, me lo pueden creer, es como el traje de un buen
sastre, enseguida se nota que est� echo a medida, pues Carla tambi�n. Y de
limpia no digamos, se pasa todo el d�a subida a la escalera limpiando cuanto
rinc�n encuentra poco de su gusto. Lo que yo no sab�a es que mi despacho
tuviera tantos rincones.


A veces le tengo que llamar la atenci�n porque se sube
tan alto que me da v�rtigo y siempre la vigilo por si trastabilla o resbala
en la escalera de aluminio al engancharse el tac�n del zapato con la
minifalda. Tendr� que acogerla en brazos para que no se haga morados en los
muslos o se le esmague una c�pula de Bizancio, horrible y doloroso accidente
que no quiero ni imaginar. De momento no se ha dado el caso, pero tengo que
estar muy cerca porque la juventud es muy atrevida.


Tampoco me hab�a dado cuenta nunca de la facilidad con la
que rompo la punta de los l�pices por las ma�anas. Misteriosamente se me ha
estropeado el sacapuntas el�ctrico lo cual me obliga a ir a la cocina cada
dos por tres porque all� est�n los cuchillos m�s afilados. Supongo que
tambi�n influye el olorcito tan alimenticio que sale de los pucheros en los
que cocina Carlita y mientras afilo los l�pices para que no piense que soy
mudo de nacimiento hablamos de esto y de lo otro.


--�Sabes algo de tu abuela? � le pregunt� muy amable.


-- Est� muy pachucha la pobre y mam� muy asustada.


-- �Y qu� dicen los m�dicos?.


-- Dicen que tiene muchos a�os y que la infecci�n de
salmonella a su edad es muy peligrosa.


-- Los m�dicos siempre exageran �sabes? As� se dan m�s
importancia, ya ver�s como se recuperar� pronto.


-- No lo creo, porque ahora, para mayor desgracia, se le
ha complicado con una neumon�a.


-- ��Vaya por Dios!! Si que es mala suerte, �y t� novio
que dice?


-- No tengo novio.


-- ��No es posible!! Una chica tan guapa como t�.


-- Pues no tengo, tuve uno pero era un imb�cil como todos
los j�venes y nos separamos.


-- Mujer, no todos los j�venes ser�n imb�ciles, digo yo.


-- Pues lo parecen, y adem�s no me gustan los j�venes, a
m� me gustan los hombres mayores, tienen m�s educaci�n.


-- Cierto. La educaci�n es imprescindible en estos casos
� asever� seriamente -- los hombres mayores tenemos una educaci�n tremenda.


-- Usted no es tan mayor, aunque si es muy educado y
simp�tico � y tras unos segundos � y adem�s muy guapo.


-- Gracias, �te parece?


-- �Si me parece qu�?


-- Que soy guapo.


-- �Quiere que le regale el o�do otra vez?


-- No, no, nada de eso, pero la juventud...


-- ��Bah, la juventud, menuda panda de borregos con
litrona!!


Les aconsejo que mientras afilan un l�piz no miren para
otra parte porque pueden tener un accidente, eso fue lo que me pas� a m�, me
hice un cort� en un dedo y dije:


-- ��Ay, Dios m�o!! -- ella se gir� y tambi�n dijo al ver
la sangre:


-- ��Ay Dios m�o!!.


Se acerc� a mi silla, se puso en cuclillas y me chup� el
dedo. Tuve que mirar dos veces porque a la primera no me di cuenta de que
las braguitas eran negras. Ya s� que es de mala educaci�n pero tengo la
disculpa de que fue un reflejo condicionado por una duda razonable lo cual,
en un juicio, siempre ser�a un eximente; algo as� como la locura temporal
provocada por un deseo irreprimible.


En cuclillas y con el dedo en la boca me mir� con sus
preciosos ojos azules y les juro por mi vida que no supe qu� hacer. De
momento opt� por dejar el dedo en donde estaba. Como no sab�a d�nde poner la
otra mano le acarici� la mejilla. Se sac� el dedo de la boca.


-- �Me encuentra bonita?


-- Te encuentro preciosa, nena.


-- �De verdad?


-- Te lo juro, me pareces guap�sima


-- �A usted le gustan los ni�os?


-- S�, ya s� que eres muy joven, pero...


-- No tanto, hace dos a�os que soy mayor de edad, ya se
lo dije, no me refer�a a eso.


-- �Entonces a qu�?


-- A los beb�s.


-- No te entiendo.


-- Vamos, no se haga el tonto que no tiene un pelo.


-- �Es que quieres tener un ni�o?.


-- Si fuera suyo no me importar�a � dej� de acariciarle
la mejilla porque aquella muchachita me estaba liando y bastante me l�o yo
solo. Un beb� era lo que me faltaba, biberones, pa�ales, llantos, meadas,
cagadas pero por si me quedaba alguna duda me suelta


� No tema, no se lo dir� a Lina, adem�s, me tomo la
pastilla.


-- Ya, pero yo no.


Sonri�. Al final coment�:


-- Hay que vendarlo �en donde est� el botiqu�n?


-- En el ba�o.


Arrastr�ndome por el dedo me llev� hasta el ba�o, lo puso
debajo del grifo y para cuando tuvo preparado venda y esparadrapo el dedo ya
no sangraba pero quieras que no tuve que dejar que me lo vendara


�Le duele?


-- No � respond� valientemente � casi nada.


-- Tiene que ir con cuidado con ese cuchillo, corta como
una barbera.


-- Lo s�, nenita.


-- Ya te dije � el tuteo le sali� redondo -- que hace dos
a�os que soy mayor de edad.


-- Eso si que es grave.


-- �Te burlas de m�?


-- Antes me cortar�a el dedo en redondo.


--��Venga ya, colega!! Me dijo mi madre que eras muy
guas�n.


-- En este caso no, trae el cuchillo y ver�s.


Son� la carcajada espont�nea y cristalina, guard� los
trebejos de curar y se qued� pensativa.


-- �En qu� piensas? � pregunt� con la esperanza de que se
le ocurriera ducharse... No se le ocurri�. Por lo tanto me fui a mi despacho
muy ufano poniendo el despertador para que sonara quince minutos antes de
las dos y as� largarme a tomar una cerveza con Mouri�o.


Le� dos o tres noticias en Internet y anot� unos pocos
comentarios pero con tan mala fortuna que volvi� a romperse la punta del
l�piz. Cuando pensaba regresar a la cocina para cortarme otra vez, entra
Carla para decirme que ten�a que lavar las cortinas de mi despacho que
estaban muy sucias. Como yo era tan fuerte y alto -- seg�n dijo -- podr�a
auparla mientras las descolgaba. Lo encontr� muy natural, es lo que se suele
hacer para descolgar cortinas. Me puse a su espalda, la sujete por los
muslos con los dos brazos y le aup� hasta que tuve sus curvadas nalgas
pegadas a mis ojos.


-- Me aprietas mucho, ponme a caballito sobre los
hombros.


-- Si, si, nena, lo que sea, el caso es limpiarlo todo
bien limpio -- Les aseguro que para lo maciza que estaba pesaba muy poco, si
bien es cierto que en estos casos desarrollo m�s caballos de fuerza que una
locomotora de vapor, pero sin vapor, aunque ya herv�a la caldera, s�lo
faltaba el pitido de la m�quina.


��Madre m�a, lo que hay que hacer para limpiar la casa!!
Ni se pueden imaginar el calorcito tan agradable que tuve en el cogote con
la muchacha esparrancada sobre mis hombros. Me hacia suaves cosquillas con
sus rizos que siempre son agradables y si no se lo creen pru�benlo y ver�n
como tengo raz�n. Acostumbro a rasurarme bien cuando me afeito y pese a todo
sus muslos eran mucho m�s satinados que mis mejillas, mucho m�s tibios,
mucho m�s bonitos y mucho m�s... bueno, dej�moslo ah�.


Intentado sujetarla bien, sub� las manos despacio casi
hasta sus ingles pero ella dijo que la sujetara por la cintura porque tem�a
caerse hacia atr�s. Con gran pesar elev� los brazos, pesar que desapareci�
inmediatamente al tocar la carne tibia y meter el dedo medio en un peque�o
ombligo y con las dos manos le abarqu� la cintura casi por completo. Pues s�
que tengo largos los dedos -- me dije -- a ver si me acuerdo de medirlos.


-- Da un paso a la derecha.


-- S�, nena, no te des prisa.


-- Otro pasito.


-- Si, preciosa, tranquila, es temprano a�n...


Cuando la cortina cay� al suelo me enfad� por no haberla
puesto veinte metros m�s larga.


-- Ya puedes bajarme.


-- Vamos a darnos un trotecito � coment� dando saltitos
alrededor del despacho -- �No te gustan los caballitos?


Empez� a re�rse sujet�ndose con las manos en m� cabeza.


-- Tacat�, tacat�, tacat� � relinchaba yo dando saltitos
mientras ella re�a � �Qu� te parece?


-- Me parece que si nos viera Lina nos mataba a los dos.


-- Yo no pienso dec�rselo.


-- Uy, ni yo tampoco, pero b�jame, por favor.


La dej� en el sof�, pero ella me ech� los brazos al
cuello susurrando:


-- Hazme el amor, quiero que me la metas y me hagas
gozar.


-- No puede ser Carla, puedo ser tu padre y aunque no
fuera as�, eres muy ni�a.


-- D�jate de chorradas, me has dicho que te gusto, t�
tambi�n me gustas a m� y mucho.


-- Si, pero no tiene nada que ver, yo soy muy decente
y...


-- ��Anda ya, decente!! � exclam� desabroch�ndome el
cintur�n. Me dej� en cueros en un minuto -- acaba de una vez, que lo est�s
deseando, menuda tranca de caballo, quiero sentirla dentro.


-- Te he dicho que no puede ser, y delante de Lina ni se
te ocurra tutearme.


-- No lo har� si me haces gozar con esta verga tan
hermosa, sino le dir� que has intentado violarme.


Me qued� at�nito. Estaba atrapado. Ya ven ustedes que me
resist� como Santa Mar�a Goretti, pero no hubo manera. Se me puso encima, y,
mordi�ndome los labios la cogi� con la mano y la llev� a su vagina. Sent� el
h�medo calor de su estuche recorriendo la verga cuando ella se dej� caer
despacio hasta que la tuvo enterrada por completo. Eso me pasaba por haberle
dado tantas confianzas y decirle cosas bonitas. Las chicas de hoy d�a casi
todas son muy expeditivas.


�A ver, que hubieran hecho ustedes? Pues eso fue lo que
hice. A la fuerza ahorcan �no?. Y yo dec�a que Lina se desnudaba r�pida,
pues Carla era un rayo. De modo que, sin darme cuenta, otra vez perd� todos
los botones de la camisa y no me qued� m�s remedio que llevarla en brazos
sujet�ndola por las duras nalgas hasta el dormitorio mientras pensaba en lo
bien que pint� Goya la Maja Desnuda. Si hubiera sido aquella preciosidad que
ten�a en los brazos, el cuadro a�n ser�a m�s famoso todav�a.


Carla, cuando tiene a mi hermanito dentro, posee una
facilidad pasmosa para soltar uys y ays como si la estuvieran matando. Al
principio me sorprend� pero pronto me di cuenta que es su particular manera
de expresar lo bien que se siente y lo mucho que disfruta. Que si no hab�a
nada en el mundo tan bueno como aquello, que si yo lo encontraba tan bueno
como ella...


-- �Verdad que es buen�simo?


-- Mujer, el suplicio de T�ntalo no es, desde luego.


-- Pues entonces qu�date quieto, quiero que dure, ayyy
que bueno y que bien lo mueves, ��Oh, nene, que delicia y que bien provisto
est�s.


-- S�, me lo han tra�do de Par�s, es muy elegante.


-- �Verdad que es delicioso?


-- A m� que me vas a decir, nena...


En cuanto sinti� los algodonosos golpes del semen
batiendo en el fondo de su vagina contra su �tero cre� que se volv�a loca.


-- Que bueno, dios, d�mela toda, toda, in�ndame hasta el
ombligo, o cristo que bueno est�, me corrooo, me corroooo, toma, t�malo
todo, cachondo m�o, mi amor.


Y se qued� desmadejada entre mis brazos.


Incluso me dijo que pod�amos hacerlo todos los d�as
ma�ana y tarde. Y yo pensando, esta ha cre�do que soy Sans�n entre los
filisteos. Con dos en casa no necesito que me corten el pelo, quedar� para
el arrastre en un mes. No veas tu, ma�ana, tarde y noche, voy a tener que
enyes�rmela y tendr� que tomar viagra en dosis masivas, vitaminas a
carretadas y ponches de huevo a litros.


A veces suelta uuuuuuyyyys que parece una loba aullando a
la Luna. Pero es tan cari�osa, tan melosa, tan espl�ndida en su entrega que
me dej� fascinado, pese a que suelta cada discurso hasta que se desborda que
ni Fidel Castro. En fin, que me hab�a salido un fon�grafo parlante pero esta
vez dulce y apetitosa como el membrillo. Al final se qued� tan desmayada
como una mu�eca de trapo. Que se le va a hacer, ustedes ya ven que yo hice
todo lo que pude por defender mi honestidad.


Ahora estoy convencido que Carla tiene atemorizada a la
s�cubo, en esta ocasi�n ni siquiera se atrevi� la bruja a realizar un
estropicio, quiz� porque era de d�a y estaba dormida, aunque m�s bien creo
que el miedo la tiene paralizada. Ya veremos m�s adelante. Hemos decidido
ser muy prudentes, me lo juro por su abuela. Para empezar, me fui a tomar la
cerveza con Mouri�o y all� me encontr� Lina al regresar del banco. Hay que
estar en todo porque las mujeres son muy lagartas.


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