(Nota: Esta historia comienza en el relato: "")
De pronto, el aburrimiento de la rutinaria y vac�a ocupaci�n
de formar una fila en aquel banco para pagar los impuestos, desapareci� por
completo al ver a alguien que me llen� de alegr�a. Un tipo no muy alto, de
traje, pasaba a mi lado despu�s de haber dejado la ventanilla. Se detuvo ante mi
fuerte voz y mi sonrisa.
-Pero vos sos... �Pepe!.
�l me mir�, como buscando alg�n rasgo familiar en mi cara.
Como no consegu�a reconocerme, ante su rostro extra�ado, le dije:
-Yo soy el hijo de Mario. Mario Della Valle. �No te acord�s
de m�?
Entonces su rostro empez� a iluminarse con esa inconfundible
sonrisa de anta�o.
-�Franquito?
-�Si, soy yo!
-�Franco, Franco!, �C�mo est�s?... Pero...jam�s te hubiera
reconocido...�C�mo creciste!.
-Bueno, s�... �Ha pasado tanto tiempo!
Nos miramos a los ojos. Pude advertir que Pepe buscaba en los
m�os al Franco que �l hab�a conocido hac�a aproximadamente 10 a�os.
-Si.- me dijo � All� est� tu mirada, y el parecido con tu
pap�, �C�mo est� �l?
-Bueno, creo que bien, mucho no nos vemos. Pero sab�as que
puso una Librer�a, �no?.
-S�, claro.
-�Y vos c�mo est�s?
-Bien. Ahora me dedico a los negocios inmobiliarios.
-La valija de visitador m�dico qued� atr�s.
-Muy atr�s.
Entonces lo mir� m�s atentamente. En los ocho a�os que no nos
ve�amos, hab�a cambiado en algunos rasgos que lo hac�an a�n m�s atractivo de lo
que yo lo recordaba. Alguna que otra arruga, ambas sienes algo canosas y un poco
menos de cabello mostraban a ese hombre de mirada vivaz y sonrisa amplia en un
ejemplo de cuarent�n siempre esbelto. Fantase� fugazmente que con la menci�n a
su anterior profesi�n, y el recuerdo de su otrora amistad con mi padre, Pepe
estar�a repasando en su mente aquel episodio que yo llevaba en mi memoria. Por
un instante, nos quedamos sin hablar. La fila avanzaba. Entonces, �l me
pregunt�, como volviendo de un pensamiento:
-�Y ahora, cuantos a�os ten�s?
-Veinticuatro.
-Est�s m�s alto. Mucho m�s alto, y con esa barba...
-Uso barba desde los 19
-�Y tu m�sica?
-Estudiando, siempre estudiando. Estoy haciendo la carrera de
composici�n en la UCA, y, por suerte puedo vivir de mis clases. Tambi�n estoy
tocando en Buenos Aires y por el interior.
-Siempre te recuerdo. Me gust� mucho cuando tocaste Schumann
aquella vez en una cena en tu casa.
-�Y tu familia? �Tus hijos?
-Bueno, yo me separ� hace dos a�os. Ahora vivo solo. Mis
hijos est�n muy bien, Alina est� estudiando sicolog�a, Marcelo se fue a buscar
mejor suerte a Estados Unidos, y el salvaje de Gabriel, se meti� con el arte.
La fila hab�a avanzado y ten�a solo una persona entre la
ventanilla y yo. Mientras, segu�amos hablando, entre recuerdos vagos y novedades
de nuestras vidas. Pero, lo curioso, es que ambos est�bamos evidentemente
contentos con aquel encuentro. La idea de algo pendiente entre nosotros, rond�
por primera vez en mi cabeza. Llegu� por fin a la ventanilla, y al terminar mi
tr�mite, salimos caminando hacia la salida. Nos quedamos en la esquina, creo que
sin saber muy bien como continuar ese reencuentro. Seguimos hablando de m�s
cosas.
-�Y vos, ten�s novia, Franco?
-Si, hace dos a�os ya. Y estoy muy bien con ella. Hablamos de
ir a vivir juntos, pero... bueno...
-�Entonces viv�s solo?
-Si, hace poco.
-�Qu� bien! �Y por d�nde viv�s?
-All�.
Y apuntando con mi �ndice, le se�al� el piso 12 del edificio
que ten�amos justo enfrente. �l sonri� y me mir� asombrado.
-�Y hasta all� subiste tu piano?
-Bueno, yo no.- �l se ri� � Lo subieron unos ursos de dos
metros. No tuve m�s remedio. Hoy en d�a, sab�s lo dif�cil es que te alquilen
departamento.
-No me digas...
Record� que de eso se trataba su ocupaci�n, y nos re�mos. Nos
quedamos de pi�, sonri�ndonos, algo ten�a que suceder entre nosotros. Lo hab�a
percibido. Pero ten�a miedo de que ese encuentro casual se diluyera en
instantes. Pepe notaba que yo hab�a cambiado mucho. Ya ni rastros quedaban de
aquel adolescente introspectivo y callado que lo miraba jugar tenis junto al
amigo, su padre. Por fin, casi mirando hacia otro lado le dije:
-Pepe, me encantar�a tomar un caf� con vos.
Se puso un tanto inquieto.
-Bueno...yo...estoy con tr�mites pendientes...uno siempre
anda a las corridas.
Me di cuenta de que estaba algo turbado. Dudaba realmente que
hacer o que decir. Comprend� enseguida que no ten�a ning�n tr�mite por hacer y
que su actitud dudosa se iba disipando lentamente.
-Dale...- insist� yo- hace mucho tiempo que no nos vemos,
y...siempre tuve ganas de tomar un caf� con vos. Pepe me mir� de una manera
excitantemente c�mplice y asintiendo, sin borrar esa seductora sonrisa de su
boca me contest� que si.
-Subamos entonces. Yo te invito. Tengo la heladera vac�a,
pero el caf� nunca falta en mi casa.
Mientras sub�amos en el ascensor, sent� su perfume suave y
masculino. Volv�a a sentirme atra�do por ese hombre tan recordado. �l hablaba
animadamente de sus cosas, de su trabajo, y en cada frase ven�a hasta m� el
suave calor que emanaba su aliento, fresco y delicioso. No pod�a apartar mi
mirada de su boca. Sus dientes, parejos y blancos emerg�an en cada sonrisa, y
sus manos gesticulaban acompa�ando cada palabra.
-Aqu� es- dije, abriendo la puerta de mi peque�o
departamento.
-�Qu� lindo, Franco... y desde aqu� ves toda la ciudad!
-Bueno, es muy chico, no tengo placard, ni ba�era, es un poco
caluroso en verano, pero es �ste mi lugar. El balconcito compensa todo, y de
noche es muy lindo salir a ver el cielo.
Pos� su mirada en cada sitio. Al pasar por el piano, desliz�
unos dedos sobre alguna que otra tecla y me sonri� dulcemente. Yo me qued�
mir�ndolo embobado. Una atracci�n muy especial ejerc�a ese hombre en mi. No
pod�a borrar esas palabras, que ven�an a mi mente una y otra vez. Entonces me
hab�a dicho: "No lo olvides: �ste ser� nuestro secreto..."
Me dirig� hacia la cocina, como si necesitara ocultar esos
pensamientos que me parec�an gritados, no pensados.
-Ponete c�modo, Pepe.
Mientras preparaba la cafetera, vi como se quitaba la
chaqueta, se aflojaba la corbata y se sentaba en el sof�. Mir� unos libros que
yo ten�a en una peque�a mesa. Inspeccion� varios y se decidi� por un ejemplar
antiguo de "Les Fleurs du mal". Yo me saqu� los zapatos y la camisa, abajo
llevaba una remera algo corta. Dej� funcionando la cafetera el�ctrica y vine a
sentarme junto a �l, mientras le preguntaba si le gustaba Baudelaire.
-Si � me contest� � lo le�a mucho cuando era adolescente.
Pero veo que ten�s una edici�n en franc�s, y yo no comprendo mucho este idioma.
-Baudelaire es bell�simo cuando se lee en franc�s. �Hay alg�n
poema que sea tu favorito?
-Recuerdo una frase. En "La invitaci�n al viaje".
Yo le le� el poema, intentando traducir el p�rrafo que me
ped�a:
"Imagina el gozo
vivir juntos los dos lejos de aqu�
�Y ser libres de amar,
oh, de amar y morir,
en una tierra parecida a ti!"
Yo le�a y descubr�a cada tanto su mirada fija en m�,
sintiendo una tierna emoci�n. Y cuando llegu� al final, le� en franc�s aquellos
versos perfectos:
"L�, tout n�est qu�ordre et beaut�,
Luxe, calme et volupt�."
Dej� el libro sobre mi regazo y lo mir�. Pepe ten�a los ojos
h�medos. Visiblemente conmovido me dijo:
-Es incre�blemente m�s hermoso dicho en franc�s.
Nos quedamos en silencio y s�lo atinamos a mirarnos. Hab�an
pasado unos minutos. El caf� estaba listo.
La tarde fue pasando r�pidamente. Y el librito de Baudelaire
hab�a servido para adentrarme en un Pepe que yo no conoc�a, pero que intu�a
desde siempre. Era un hombre extremadamente sensible y que seguramente libraba
una batalla de emociones y sentires en su interior. Yo pensaba que a trav�s de
estos a�os, recordaba en realidad a un tipo con una gran seguridad de
convicciones ante un Franco adolescente incierto y confuso. Pues ahora me daba
la impresi�n que la situaci�n se hab�a revertido. Que el inseguro era �l y que
sus miradas eran constantes interrogantes ante mi. Despu�s del tercer caf�, �l
mir� el reloj y se sobresalt�.
-�Uy!, �Se ha hecho muy tarde y te estoy robando tu tiempo!
Me voy, Franco.
-Por favor, Pepe, no, no te vayas.
Me mir� y sus ojos fueron de una extrema ternura.
-Vos tendr�s cosas que hacer.
-Si, todos tenemos cosas que hacer...
-Bueno, precisamente.
-Precisamente, me gustar�a hacer con vos tantas cosas.
Pepe, ante mis palabras, se puso un tanto nervioso.
-Quedate un rato m�s.
�l dud�, vacil�, pero algo lo hizo sentar en el sof�
nuevamente. Yo, mir�ndolo fijamente, empec� a decir:
-Pepe, hace muchos a�os de esto. Yo no era m�s que un
adolescente. Pero entre nosotros pas� algo que siempre record� como una de mis
m�s fuertes vivencias. �l desvi� su mirada hacia el libro de Baudelaire.
-�Vos tambi�n lo record�s?- me dijo, buscando im�genes en su
interior.
-S�.
-Aquella ducha, en el club, despu�s del partido de tenis con
tu pap�.
-S�...
-Fue algo extra�o lo que pas�. Pero vos estabas tan lindo.
Cuando te vi frente a mi, desnudo, me sent� terriblemente atra�do por tu
belleza. Una belleza casi ingenua, pura, perfecta. Vos pod�as haber sido un hijo
m�o. Pero no lo dud�. Me abandon� a mis deseos y en ese momento, yo s�lo deseaba
verte. Entonces me excit� de una manera que no hab�a experimentado nunca. Jam�s
me hab�a fijado en un jovencito, no de esa manera y con esa intensidad. Yo te vi
en toda tu hermosa juventud y no pude contenerme cuando vi que ten�as una
erecci�n. Tu sexo joven, enhiesto, casi irrespetuoso, me volvi� loco. Supongo
que te tengo que pedir perd�n.
-�Qu�?
-Vos eras un chico de 16 a�os y yo un hombre adulto. Podr�a
haberte hecho da�o.
-Pero no lo hiciste. �sa fue mi primera experiencia sexual. Y
a pesar de que s�lo me rozaste un pez�n y posaste tus dedos en mi barbilla, a
pesar de haber sido s�lo ese nuestro contacto f�sico, yo sent� que entre los
dos, hab�a habido un contacto como pocas veces pude experimentar despu�s. Fue
algo hermoso y m�gico para m�. Esa vivencia, me hizo ver algunas cosas de mi
vida, m�s claramente.
-�Eso sentiste?
-S�.
-Franco.
-�S�?
-No, nada.
-�Qu� es?, siento que me quer�s decir algo desde hace un
rato, pero...
-�Sab�s que creciste mucho? No s�lo hablo de tu barba ni de
tu metro ochenta de altura, claro. Creciste mucho de adentro. Nos miramos.
Entonces Pepe baj� la vista y vi como las l�grimas bajaban de sus ojos hasta las
mejillas. Acerqu� mi mano. �l la tom� y apoy� en ella su cara. Entonces me
acerqu� y lo abrac� dulcemente. Estuvimos as� un tiempo. Sent�a como aquel
hombre lloraba lento y despacito entre mis brazos. Y poco a poco, tanta carga
interna se fue calmando.
-Deb�s pensar que estoy medio loco, �No?, vengo a tomar un
caf� a tu casa, despu�s de a�os de no vernos, y termino llorando como un
boludo...
Yo, s�lo lo contuve a�n m�s, y le susurr� que callara. Mi
mano fue hasta su nuca y empec� a acariciarlo suavemente entre sus cabellos. �l
estaba quieto, no atinaba a moverse, casi. Entonces sent� que su respiraci�n se
aceleraba un poco. Mi cabeza apoyada en su hombro, la suya en el m�o. �l se
acerc� m�s a�n a mi. Y sent� sus manos pasar lentamente por mi espalda. Me sent�
estremecer. Pero la sensaci�n fue incre�ble cuando una de sus manos descendi�
hasta mi cintura y se introdujo por debajo de mi remera. Ten�a la mano caliente
y suave, y mi piel se erizaba ante su contacto. Yo lo abrac� tom�ndolo tambi�n
con mis manos en su espalda. Sent�a su aroma. Su olor varonil y cautivador. Mi
cara se rozaba con la suya en m�nimos movimientos y sent�a su dura barba
rasurada en mis mejillas. Ahora eran ambas manos que tocaban mi espalda
directamente sobre mi piel.
-Franco, Franco. Tuve muchos remordimientos desde esa vez....
-�Shhh!. Todo est� bien.
Y bromeando le dije:
-Tranquilo, que no has pervertido a ning�n menor.
�l ri� entre restos de llanto a�n. Busqu� el mayor contacto
a�n entre nuestros rostros y sinti�ndonos mutuamente, nuestras caras se hicieron
profundas caricias. Los movimientos se iban intensificando, y nuestras caras
buscaban en realidad llegar hasta m�s all� de nuestras mejillas. De pronto sent�
que su boca se posaba en mi mejilla y sal�a un beso de ella. �l se inquiet�.
-Perd�n, Franco, disculpame si...
Pero yo lo interrump� con otro beso. Pepe se qued� callado y
asombrado. No obstante su respuesta fue otro beso, que deposit� entre los pelos
de mi barba. Lo volv� a besar y as� se dio un di�logo delicioso de besos en las
mejillas, algunos un poco m�s all� que rozaban el cuello del otro, y pronto
nuestras caras estuvieron frente a frente. Sus labios llegaron a besarme en los
ojos. Yo me dejaba besar, y disfrutaba casi ingenuamente con ese tierno
intercambio de afectos. Entonces, Pepe, tomando mi cabeza entre sus manos,
contempl� �vidamente mi boca entreabierta y acerc� su boca a la m�a. Su
acercamiento fue tan sutil que cuid� en todo momento no invadirme con aquel
avance. Entonces, respirando un mismo aliento, entreabri� sus labios y los pos�
suavemente en los m�os. Nos unimos en breve beso. Enseguida nos miramos. Y el
segundo beso fue entonces m�s intenso. Fue un largo beso que nos hizo perder la
sensaci�n del tiempo y en donde me sent� casi incorp�reo. Su lengua apareci�
entre mis labios y se abri� paso dentro de m�. Pepe tom� mi remera y me la
desliz� por encima, quit�ndomela. Sus manos fueron tiernamente a deslizarse por
mi pecho, por mi espalda, abdomen y brazos. Casi sin fuerzas. Ca� tumbado hacia
atr�s en el sof�. Desde ah� observaba a Pepe, hermosamente extasiado ante la
visi�n de mi pecho velludo. Permanec�a sentado, respirando pesadamente, llev�
sus manos a mi cintur�n y lo afloj�. Suavemente desabroch� el bot�n de mis
pantalones y baj� el cierre. Vio como asomaba entonces la tela blanca de mis
calzoncillos y abri� bien el pantal�n para contemplarme mejor. Yo baj� la vista
observando el bulto que se marcaba en su bragueta.
Sensualmente, Pepe se desanud� la corbata, que qued� a los
costados de su cuello. Con una lentitud que me volvi� loco de excitaci�n, fue
desprendiendo uno por uno los botones de la camisa y vi emerger su pecho
desnudo. Al quitarse la camisa reconoc� otra vez esos a�n firmes pectorales.
Hab�a unos mechones blancos ahora en el vello de su pecho. Tom� mis pantalones y
los desliz� hacia abajo. Con �l se desliz� un poco mi calzoncillo los primeros
pelos p�bicos aparecieron frente a �l. Cuando me quit� el pantal�n, sigui� con
mi slip. Lanz� una breve exclamaci�n al ver mi pija en estado de erecci�n. Qued�
sin ropas ante Pepe. Entonces �l, que a�n estaba sentado frente a mi, se
desabroch� el pantal�n y se incorpor� un poco para liberarse de �l. Al
baj�rselos junto con su prenda interior, pronto qued� desnudo.
Ah� estaba otra vez esa verga preciosa. Estaba en su punto de
media erecci�n. Pero enseguida, al sentirse liberada, se fue poniendo m�s dura
hasta levantarse por completo y tomar un grosor impresionante. Era una visi�n
magn�fica. Su pene dur�simo y levantado, emerg�a de una buena mata de pelos
negros, largos y sedosos. La luz del velador, produc�a hermosos reflejos sobre
ellos. Por un minuto nos quedamos as�, recordando aquella primera mutua visi�n.
-Franco, ahora est�s hecho todo un hombre. Y te puedo decir
que me gust�s mucho m�s ahora.
Y se arroj� a mis brazos. Juntamos nuestras bocas y nuestros
miembros se encontraron por vez primera. Aquello era lo que ten�amos pendiente.
No era s�lo un encuentro sexual, est�bamos haciendo el amor. Y el amor entre dos
varones es muy fuerte. Los dos nos emocionamos mucho y �l volvi� a dejar correr
sus l�grimas, que cayeron en mi cara, confundi�ndose con nuestros besos. Su boca
fue bajando hasta que lleg� a mi pecho. La lengua lami� cada sector,
concentr�ndose mucho en mis pezones, cubiertos de pelos. Sus manos, no dejaban
de acariciarme y no pod�a dejar de mover mi pelvis en movimientos incontenibles.
Fue cuando su boca lleg� a mi verga dura. Todo fue succionado con arte
magistral. Yo, me deslic� en direcci�n a su entrepierna y tom� en mis labios
tambi�n su enorme miembro. Nos chup�bamos mutuamente.
El tiempo se detuvo y estuvimos as� no s� cuanto. Yo chupaba
su verga, fui bajando por sus test�culos y por fin llegu� a su ano, cubiertos de
largos pelos. A este contacto, Pepe respondi� con un largo gemido. Lo penetr�
son mi lengua y volv� a penetrarlo con uno de mis dedos. �l cambi� r�pidamente
de posici�n y visiblemente excitado le dijo:
-Franco. Quiero que me penetres, pero con tu hermosa pija.
Se acost� boca abajo y me ofreci� su hermoso culo, abriendo
bien las piernas. Yo, apenas pude concentrarme para insertar un preservativo en
mi verga, lubricando su culo con mi propia saliva, lamiendo dulcemente toda la
zona. Apoy� la punta de mi pija en su agujero, sintiendo como �ste de dilataba
f�cilmente. Pronto estuve adentro de �l. Mientras lo penetraba, mi mano busc� su
pija erecta y comenc� a masturbarlo amorosamente. Los movimientos, primero
lentos, pronto fueron adquiriendo ritmo y aceleraci�n. Pepe estaba tan excitado
que de su boca sal�an gritos incontenibles. Su voz era grave, masculina y cada
tanto pronunciaba mi nombre. Cada vez m�s r�pido, mi verga entraba y sal�a del
culo de Pepe. Yo, al mismo tiempo, sent�a las palpitaciones de su pene en mi
mano. Est�bamos llegando a la culminaci�n de nuestros placeres. Los movimientos
eran ya violentos, las respiraciones agitadas, los gemidos gritos. Entonces sin
poder contener ya m�s excitaci�n, ambos llegamos a nuestros orgasmos, que fueron
uno, casi al mismo tiempo. Su semen invadi� totalmente mi mano, derram�ndose
sobre el sof�, y mi pija explot� dentro de su interior, en una incre�ble
sensaci�n de plenitud. Nunca hab�a sentido tal cosa.
Hab�a sido perfecto. Ca�mos exhaustos entrelazados a�n en
nuestros propios l�quidos. Un beso m�s sell� nuestro acto de amor. Y fue
despu�s, un rato despu�s, cuando la calma empezaba a restablecerse, que Pepe me
dijo:
-Franco: Hac�a tanto tiempo que fantaseaba con esto que
hicimos...S�lo quiero hacerte una pregunta. �Te vas a casar con tu novia?
Algo sorprendido por la pregunta, me sonre� y le contest�:
-Seguramente. Siempre tuve en mis planes de vida formar una familia.
-Ah� � fue la respuesta reconcentrada de Pepe.
Entonces, con infinita ternura, yo lo tom� por la barbilla y
le susurr�:
-Pero hoy, vos y yo hicimos el amor. Y no lo olvides...:
��ste ser� nuestro secreto...!