ATRAPADA EN LA VAQUERIA
Recuerdo con cari�o mi infancia, en el peque�o pueblo donde
me cri�. Crec� rodeado de animales, pues mis padres eran ganaderos. Viv� de
cerca la hermosa realidad de la vida, el nacimiento de los terneros y los
cabritos, su crecimiento, el apego a sus madres, la bondad de los perros que nos
ayudaban en el gobierno del ganado. Sobretodo la ausencia de malicia, el
instinto noble de los animales. Muchas veces en la escuela, mientras la maestra
estaba explicando las ra�ces cuadradas o los verbos, mi cabeza estaba pendiente
de una vaca que estaba por parir. Los s�bados y domingos madrugaba con mi padre
para acompa�arle a trasladar el ganado a otros pastos u orde�ar las cabras; no
me importaba, es m�s disfrutaba con ello.
Ten�amos m�s de 150 vacas y unas 100 cabras, por lo que mis
padres siempre andaban muy atareados.
Se podr�a decir que �ramos una familia feliz, eso pensaba al
menos la gente del pueblo. A veces viv�an con nosotros una t�a soltera de mi
padre y mi abuela, tres meses al a�o.
El resto est�bamos los tres solos. El ser yo hijo �nico ten�a
que ver con que, a pesar de las apariencias, mis padres no fueran del todo
felices. Mis padres habr�an deseado tener alg�n hijo m�s. Sobretodo mi madre lo
llevaba muy mal y aunque nunca se faltaron al respeto, a veces mi madre
recriminaba veladamente a mi padre. Hab�a dos razones: la causa de que mi madre
no quedara embarazada era la pobreza de espermatozoides en el semen de mi padre
y la disparidad de temperamento sexual de mis progenitores; mi madre era una
hembra ardiente y por el contrario mi padre no. Cuando llegaba de estar todo el
d�a pa�ca y pa�lla con el ganado estaba cansado, deseando ducharse cenar, ver un
poco la televisi�n y, cuando le tentaba el sue�o, irse a dormir. Bastantes
noches escuch� como mi madre le ped�a "guerra" y �l contestaba:
- Claro, vosotras con abrir las piernas y ense�ar el "roto"
est�is al cabo de la calle, pero el que tiene que estar ah� dale que te pego ya
es otro cantar.
Recuerdo con que "atenci�n" miraba mi madre cuando los toros
montaban a las vacas. Aquellas tremendas vergas y aquellos g�evazos que les
colgaban, la volv�an loca. Luego cuando volv�amos a casa se pon�a muy mimosa y
zalamera con mi padre y as� consegu�a que el pobre, aunque cansado, la diera lo
suyo.
Recuerdo tambi�n, aunque ella procuraba no ser descarada,
como alguna vez miraba algunos hombres j�venes del pueblo; a veces
intercambiando miradas, pues mi madre era una hembra maciza y sensual que atra�a
las miradas de los hombres. Pero debo decir que, hasta el momento en que
comenzaron los hechos que ahora contar�, creo que nunca le hab�a puesto los
cuernos a mi padre. M�s que nada por que era muy orgullosa y no quer�a andar en
boca de la gente.
Bueno, lo de los cuernos depende como se mire; puesto que un
d�a la sorprend�, al entrar en el establo, sentada sobre una alpaca de heno y
acariciando la verga de uno de los tres mastines que ten�amos, adem�s de otros
perros, para el cuidado del ganado. Hice como que no vi nada y ella como si as�
fuera. Teniendo en cuenta lo que luego vi, creo que los perros ayudaban a mi
padre m�s de lo que �l pod�a suponer.
A la vez que lasciva y orgullosa, mi madre era muy
avariciosa; siempre estaba pensando en amasar dinero y eso que nunca pasamos por
la menor dificultad econ�mica. Y esa fue la causa fundamental del lo que
aconteci� hace seis a�os. Ten�a yo 13 a�os, mi madre 35 y mi padre 40. Mi madre,
ejercitada con el trabajo sano de la casa y el campo, ten�a entonces unas carnes
duras y voluptuosas.
Mi padre ten�a contratado a un hombre del pueblo, con alguna
discapacidad s�quica, que trabajaba por poco dinero. Con �l y la ayuda de otros
ganaderos amigos, m�s la de mi madre y m�a se arreglaba para cuidar el ganado.
Pero un d�a la Trabajadora social se llev� aquel hombre a una residencia y mi
madre, que no era muy amiga de favores, convenci� a mi padre de que hablara con
un tipo de la capital, con el que hac�an frecuentes tratos de ganado, para que
le proporcionara algunos trabajadores baratos. Aquel era un tipo sin escr�pulos
y en seguida les dijo que pod�an hacerse con unos inmigrantes por poco dinero.
Mi padre hubiera preferido contratar alguien m�s experto y en condiciones justas
de salario; pero mi madre le dijo que ya aprender�an y al final trajeron a tres
muchachos bolivianos, a los que les pagaba una miseria.
Les proporcionaron una vieja casa del pueblo, heredada por mi
madre, en bastante mal estado. Con eso cre�a mi madre que se pod�an dar por muy
satisfechos.
Los muchachos eran humildes, nobles y trabajadores; pronto me
hice amigo de ellos pues me gustaba hablar con ellos de su tierra, el altiplano,
los andes, la pacha mama y todas aquellas historias que a mi me fascinaban.
Un s�bado por la tarde, ya cercano el verano, decid� ir a
merendar con ellos. Sab�a que estaban en un prado cerca del r�o y que se
estar�an ba�ando mientras pastaba el ganado. Se supon�a que a esa hora mi madre
habr�a ido a donde estaba mi padre con las cabras. Cuando iba bajando entre los
robles y la jara divis� a los tres muchachos que, como siempre, estaban metidos
en el agua en pelotas. Ya iba a gritarles un saludo cuando vi que detr�s de unos
arbustos hab�a alguien. Me desvi�, para llegar por detr�s sin ser visto, y mi
sorpresa fue may�scula cuando vi que era mi madre la que estaba espiando a los
chicos.
Me acerqu� muy despacio y me qued� quieto detr�s de un
matorral. En ese momento los tres estaban haci�ndose bromas y algo ten�an que
ver con el sexo por los gestos que hac�an. Me llam� la atenci�n que, aunque los
tres eran bajos de estatura, ten�an unas pollas de buen tama�o, sobretodo Juan
que la ten�a bastante gorda y adem�s un par de bolas que me recordaban los
g�evos de los toros. Seguramente era eso lo que ten�a a mi madre totalmente
concentrada en el movimiento pendular de aquellos hermosos badajos, a pesar de
que no estaban erectos. Observ� como mi madre se met�a la mano dentro de la
cintura del pantal�n del ch�ndal, que siempre llevaba cuando iba al campo, y la
enterraba hasta bien pasada la mu�eca, luego not� un leve movimiento; joder,
pens�, mi madre se esta tocando el co�o. Por primera vez vinieron juntas a mi
mente las palabras madre y puta. No pod�a moverme y tuve que quedarme all� hasta
que mi madre, despu�s de un buen rato de tocarse, not� que mov�a m�s r�pidamente
la mano y levemente la cintura. Luego se compuso la ropa y se fue discretamente
hacia donde estaba mi padre.
Pocos d�as despu�s pude comprobar que, como es l�gico, a
Juan, Ricardo y Manuel tambi�n les atra�a mi madre, particularmente por sus
tremendas tetas. Ten�amos al lado de casa un local donde hac�amos la matanza,
colg�bamos los chorizos, jamones, cebollas, ajos y, en el suelo de madera de la
parte de arriba, otros frutas y hortalizas extendidas. En la parte de abajo
ten�a mi madre todos los utensilios para hacer un riqu�simo queso de cabra.
Aquella tarde de domingo me asom� y all� estaba mi madre haciendo el queso:
- �Te ayudo algo mam�?
- No hace falta hijo, pero sube y escoge algunas cebollas y
patatas para llev�rselas a la se�ora Ramona.
Me dirig�a a la escalera de madera y cuando llegaba arriba
pude ver con sorpresa que los tres muchachos estaban aguardando expectantes mi
llegada. Entend� que no deb�a a hablar y les hice un gesto como diciendo "�Pero
que hac�is aqu�?" Manuel, con un gesto de complicidad, me indic� que me
acercara; luego los tres bajaron sus cabezas hasta unos rotos en la madera del
suelo. Yo tambi�n me acerqu� a mirar y comprend� lo que les ten�a entretenidos:
Justo debajo estaba mi madre, llenando y apretando los moldes del queso. Como
era verano solo llevaba una camiseta de tirantes; por lo que las espl�ndidas
carnes de sus brazos, parte de sus pechos y aquel hermoso canal, todo ello en
movimiento, constitu�an, visto desde arriba, un hermoso espect�culo.
Entend�a su inter�s y, a la vez, me sent�a algo inc�modo
pues, al fin y al cabo, era mi madre a la que le estaban mirando las tetas.
Cog� lo que me dijo mi madre y baj�. All� los dej� un buen
rato hasta que mi madre termin� su faena. Despu�s fui a su casa y ellos me
explicaron que hab�an ido para coger alg�n chorizo y hortalizas, sabiendo que
nadie se extra�ar�a de verlos entrar o salir pues eran empleados de casa.
Pocos d�as despu�s los sorprend� hablando de ella:
- Esa mamasota tiene unas tetas tremendas.
- Me la coger�a toda la noche sin descansar.
- Te fijaste, viejo, como miraba anteayer al toro que cubr�a
las vacas.
Me enoj�: - Sois unos cabrones, mi madre no es una puta.
- No te lo tomes a mal pero tu mam� est� bien buena.
- Adem�s chaval, no me parece que la moleste cuando nos
quedamos mir�ndola.
- Joder, que es mi madre.
Pero en el fondo sab�a que ten�an raz�n.
No se si por verle las tetas o por coger algo de comer
volvieron al local; pero esta vez fue mi madre la que los pill�. Ella, en su
avaricia, no pens� sino que hab�an ido a robar y los llam� de todo: "muertos de
hambre " " indios " y todo lo que se le vino a la boca. Ellos quedaron
humillados y dolidos. Mi padre, que los apreciaba por su trabajo, le dijo a mi
madre que tal vez hubiera debido tener el detalle de regal�rselos alguna vez.
Eso no impidi� que alg�n d�a m�s viera a mi madre espi�ndolos desnudos.
Un d�a murieron dos vacas y mi padre sospechando de alguna
enfermedad llam� al tipo que le hab�a facilitado los inmigrantes. Este trajo un
veterinario corrupto que confirm� la existencia de una enfermedad grave. Mi
madre llevada, una vez m�s, por su ansia de dinero convenci� a mi padre para que
las enterrara, en vez de dar parte a las autoridades, temiendo que pusieran en
cuarentena la explotaci�n. Mi padre y los bolivianos las enterraron. Siguieron
otras e hicieron lo mismo. Entonces vino el desastre, contagio a gran escala,
cuarenta vacas afectadas. Las autoridades sanitarias investigaron; despu�s la
orden de sacrificar todas las vacas y esperar dos a�os para iniciar una nueva
explotaci�n. Mostraron su extra�eza:
- Normalmente empieza con uno o dos casos y se puede atajar.
Esto ha sido extraordinario.
Mi padre reclam� al seguro y con esa importante cantidad de
dinero, junto con las cabras, no hab�a problema, pasados dos a�os podr�a comprar
vacas de nuevo y too estar�a arreglado.
Los peor parados eran los tres bolivianos, mi padre les
comunic� que de momento deb�a prescindir de ellos y que tal vez dentro de dos
a�os los llamar�a. Eso para los muchachos era una eternidad; suplicaron a mi
padre, y estaba a punto de decirles que se quedaran, cuando mi madre dijo que de
ninguna manera. Ellos iban a la vieja casa a recoger sus cosas cuando Ricardo,
que era el m�s inteligente, se percat� de una cosa: Ellos hab�an enterrado las
primeras reses, sab�an donde estaban enterradas, si el seguro se enteraba no le
dar�an una peseta a mis padres. Esperaron en la casa hasta despu�s de la comida,
sabiendo que mi padre marchar�a y estar�a fuera toda la tarde, luego fueron los
tres a mi casa, yo me encontraba echado en el sof� viendo la tele, cuando
llamaron mi madre los recibi� de mala manera:
- �Qu� pasa, es que no os qued� claro?
Con mucha calma, sin faltarle al respeto, tal vez por que yo
estaba delante, Juan le dijo en pocas palabras que ellos hab�an enterrado ocho
vacas y que si no los admit�a de nuevo al d�a siguiente, lunes, tendr�a a los
t�cnicos del seguro en casa.
Mi madre comprendi� que no hab�a salida:
- Bueno pues ma�ana van con mi marido a las cabras.
Manuel con una maliciosa sonrisa le dijo:
- Bien se�ora, pero este nuevo contrato merece celebrarse,
as� que dentro de un ratito se arregla un poco, que es domingo, y nos lleva a
casa un par de choricitos, jam�n, queso y ese vino tan rico, �S�?
- Claro, enseguida se lo llevo.
Hice adem�n de levantarme, como para ir con ellos, pero una
mirada de Juan me hizo desistir; comenc� a sospechar lo que se avecinaba.
Mi madre me mand� a buscar la comida y a los veinte minutos
apareci� arreglada. Sali� sin que nos mir�semos a los ojos, supe que ella sab�a
lo que iba a pasar.
No pod�a dejar sola a mi madre o � siendo sincero - no quer�a
perderme lo que ocurrir�a en aquella casa. No era complicado, cuando mi madre
entrase la puerta se cerrar�a, pero como la cerradura no ten�a manilla no hac�a
falta pestillo, sin llave no se pod�a abrir. Pero en mi casa hab�a otra llave de
la vieja casa; la busqu� y fui corriendo.
Abr� con mucho cuidado, sabiendo que ellos se sent�an
seguros. Luego cerr� sin hacer ruido y me dirig� hac�a la zona de la cocina, que
era de donde proven�an las voces. Era bastante grande, solo ten�a luz por una
ventana situada en la pared a la derecha de la puerta. Como la puerta daba a un
pasillo sin luz yo me encontraba en la penumbra y ve�a perfectamente lo que
pasaba dentro sin ser visto, adem�s me favorec�a el que la puerta de la cocina
era de dos cuerpos y el de abajo estaba casi cerrado. Me sent� en un peque�o
taburete de madera y escuch�.
- Bueno mamasota, vamos a tomar fuerzas con estas cositas que
nos has tra�do y luego te vamos a dar la cogida de tu vida.
- Mientras, para que vayamos entrando en calor, te quitas
algo de ropa.
Mi madre , haciendo de tripas corazon se levanto el vestido
para que le pudieran ver sus hermosas piernas.
Ellos la miraban �vidos mientras se llenaban la tripa de pan
y chorizo, d�ndole buenos meneos a la botella de vino.
- Est�s bien bien buena, como una de esas terneritas jamonas
que monta el toro mientras le miras la verga, puta.
- Pero tu estas mejor porque tienes una carne bien blanquita
y tierna, pero con dos tetas para alimentar a tres buenos toros como nosotros.
- Anda ense�anos un poquito m�s.
Mi madre se quit� el vestido y vi que no llevaba bragas.
- Mira la muy guarra que se vino sin bragas.
Nunca hab�a visto a mi madre sin apenas ropa y ver su cuerpo
de hembra maciza, hizo que se me pusiera dura. Sentado en mi taburete me
desabroche �l pantal�n y comenc� a acariciar mi pija. Me sobrepuse a un inicio
de remordimiento; ella era la culpable de estar en esa situaci�n. Ella era la
que espiaba y se tocaba el co�o mirando sus pollas. Ella era la que atosigaba a
mi padre cuando estaba caliente. Ellos ten�an raz�n merec�a que la montaran
hasta que no quisiera m�s.
Y all� estaba ella esperando que los muchachos terminaran de
comer para cogerla; y yo esperando a que el primero de ellos comenzara a darle.
- Eres bien puta, te pusiste ese liguero para calentarnos.
- S�, deseas tanto el dinero del seguro como nuestras pijas.
- Anda, termina de ense�arnos esa concha y esa tetonas.
Mi madre sentada en un viejo sill�n desliz� el corpi�o hasta
la cintura y liber� aquellos hermosos y rotundos senos.
Los tres muchachos quedaron hipnotizados por ellos y, sin
meter nada en la boca, no dejaban de tragar saliba.
Yo estaba loco mirando sus tetas y paje�ndome fren�ticamente
Mi madre los miraba con cierto aire de superioridad, todav�a
se cre�a superior a ellos.
.
Mientras ellos apuraban los �ltimos pedazos de chorizo y sus
vasos de vino, observ� como mi madre los miraba, bueno sobre todo miraba para
los bultos que ten�an los muchachos entre las piernas. Sus ojos denotaban a la
vez el miedo por la follada que le iban a dar y el deseo lascivo que siempre
tuvo. Manuel se percat� de su mirada y aprovecho para desabrocharse el vaquero
que le oprim�a su verga ya tremendamente dura:
- Mira mamacita, con esta vergota te voy a romper tu cuca y
ese culazo.
Ella no apartaba sus ojos de la pija. Ricardo se sac� la suya
y mientras se la acariciaba la miraba y dec�a:
- Mira yegua lo que te voy meter por ese chocho caliente que
tienes.
Mi madre empezaba a asustarse al ver aquellos pollones de los
muchachos bolivianos, que sab�a ser�an incansables cuando la acometieran. Sus
ojos se abrieron como platos cuando Juan, con una profunda malicia en sus ojos y
en su leve sonrisa, se sac� aquella verga gruesa y aquel par de cojones de toro:
- Te voy a llenar puta, te voy a llenar de carne y lechita
tus agujeros.
Y se fue hacia ella la levant� y llev�ndola al centro de la
cocina comenz� a besarla y manosearla por todo el cuerpo. Manuel y Ricardo, que
ya se hab�an quitado la ropa, se juntaron a ellos, restregando sus pollas contra
las carnes de mi madre y amasando con furia sus hermosos pechos. Sus muslos, sus
bien torneados brazos, sus nalgas, todas sus turgentes carnes sufrieron la
codicia de aquellos muchachos que nunca hab�an tenido una hembra como aquella en
sus manos.
Ellos quer�an darle un castigo a sus soberbia y avaricia; un
castigo de verdad.
- Aaaayyyyyy, cabrooonees, no me pellizqu�is.
Ese grito los excit� y comenzaron a pellizcarla con sa�a y a
morderla en tantas partes de sus voluptuosas carnes, de una manera casi atroz
las tetas.
Yo ten�a la polla a reventar, me excitaba much�simo ver
retorcerse a mi madre entre las manos y las bocas de aquellos t�os que se la
estaban, casi literalmente, comiendo.
Cuando se hartaron de magrearla Manuel marc� el segundo paso:
- Bueno Mamasota ahora eres tu la que nos vas a comer la
verga.
Obligaron a mi madre a ponerse de rodillas ante sus vergas,
ella intent� apartar su cara pues le daba asco.
- �Qu� pasa zorra, no te gusta mamar pija?
- Por favor no me obligu�is a eso.
De poco le vali� su queja, Manuel la agarr� de los pelos y le
restreg� la polla por su cara hasta que consigui� que abriera la boca. Mi madre
entendi� que no le quedaba otra y, sobreponiendose al asco, comenz� a chupar la
cabeza del pene y engull�ndolo poco a poco. Luego Ricardo fue el que llen� su
boca otro buen rato. Lleg� el turno de Juan y mi madre tuvo que hacer un gran
esfuerzo para engullir poco a poco aquel grueso cipote. Juan sujet� su cabeza y
con una s�dica sonrisa comenz� a follarle la boca. Estaba sintiendo un gran
placer y lo trasmit�a a sus manos que no dejaban de acariciar el pelo, la cara y
el cuello de mi madre:
- As� mamita, has aprendido muy pronto.
- M�rala como chupa, parece que le va gustando.
Era verdad, yo estaba excitad�simo viendo lo puta que era mi
madre. Se ve que nunca se la hab�a chupado a mi padre; pero ahora se hab�a
acostumbrado r�pido y ver aquellas vergas, que tantas veces hab�a deseado de
lejos, la hab�an puesto bien caliente.
Ahora estaba chupando como una loca la gruesa polla de Juan,
la acariciaba con su mano recorri�ndola, disfrutando de su tacto y su dureza.
Sus labios mamaban la morada cabezota de su pene y luego engull�a hasta los
huevos el tronco; mientras su otra mano se entreten�a sopesando y manoseando el
par de bolas que le colgaban a Juan. El se fue poniendo como loco y comenz� a
follarla r�pido; mientras ella le entregaba totalmente su boca y su garganta y
se abrazaba a �l aferrando con su manos los gl�teos del muchacho. El la sujeto
por los pelos, su cuerpo se convulsion� y dando un alarido se corri�:
- Tr�gatelo todo zorra.
Mi madre le limpi� la polla con cuidado y delicadeza; era
obvio que hab�a cogido gusto a las mamadas.
Juan se retiro y Manuel se decidi� a tomar posesi�n de la
se�ora de la casa. La tumb� en el suelo y se abalanz� con avaricia sobre sus
pechos; los amasaba, los estrujaba y los recorr�a con su boca disfrutando de la
suavidad y morbidez de aquellas moles blanqu�simas. Se entretuvo un poco en sus
pezones mientras mi madre comenzaba a dar gemiditos:
- UUyyyyyy.
Despu�s comenz� a descender hasta concentrase en su
entrepierna. Le separ� las piernas y comenz� a besar y mordisquear la cara
interna de sus muslos. Mi madre cada vez gem�a m�s fuerte y acariciaba con sus
manos la cabeza de Manuel. Luego el muchacho le separ� los labios de la vagina:
- Qu� concha m�s rica tiene.
Contempl� su color rosado, la evidente humedad que rezumaba y
acercando su boca comenz� a chupar y lamer con fruici�n.
Cuando sinti� en su co�o los labios de Manuel mi madre arqueo
su cuerpo y comenz� a retorcerse. Ricardo que estaba calent�simo se coloc�
detr�s de su cabeza y comenz� a amasarle las tetas. Entregada totalmente a los
manoseos y caricias de los dos muchachos tuvo un orgasmo tremendo que yo
acompa�� con una corrida en la que parec�a que se me iba la vida con la lefa. La
verdad es que estaba disfrutando viendo a mi madre en las manos de los
bolivianos.
Manuel le abri� bien las piernas, le recorri� los alrededores
con la punta de su miembro y comenz� a met�rsela:
- Te voy a dar la cogida de tu vida mamasota.
Se ve�a que estaba excitad�simo porque desde el principio
comenz� a follarla con violencia; todo el cuerpo de mi madre temblaba con las
embestidas de Manuel . Los tres muchachos contemplaban aquel cuerpazo de hembra
que podr�an disfrutar a placer.
Mi madre quer�a llegar a su segundo orgasmo:
- M�temela bien chaparro cabr�n, a ver lo hombre que eres.
El muchacho enardecido levant� sus piernas, las puso sobre su
pecho y abrazando con sus manos los turgentes muslos de mi madre, empujaba y
met�a su verga como si le fuera la vida en cada acometida. Ricardo y Juan se
arrodillaron al lado de mi madre como si intuyeran su deseo. Ella coji� sus
pollas con sus manos y les transmiti� todo el gust� que estaba sintiendo.
- Te vamos a dar verga hasta romperte la concha.
Manuel con los ojos entornados y entre estertores, se corri�:
-Toma perra caliente, te voy a dejar pre�ada.
Sin apenas intervalo se coloc� entre sus piernas Ricardo y la
foll� hasta que al poco rato mi madre se vino:
- AAAhhhh, que bueno, que bueno.
Ricardo se ech� sobre ella y sigui� clav�ndola mientras
amasaba sus nalgas hasta que tambi�n �l se corri�.
Mi madre tambi�n lo abraz� y se dispuso a descansar un poco:
- Ahora qu�date quieto dentro.
- De eso nada yegua, me voy a sacar las ganas de hembra
contigo.
Ella vio como Juan con su polla de nuevo dura se sentaba
sobre ella y se la colocaba entre las tetas. Sus manos estrujaron la carne y
sepultando en su canal el miembro comenz� a foll�rselas. Luego le cogi� las
manos a mi madre para que fuera ella la que apretase sus tetas sobre su polla.
El se mov�a con fuerza.
Mientras Manuel y Ricardo se entreten�an magreando sus muslos
y meti�ndole los dedos en el chocho. Empezaron con dos, pero luego le met�an
casi la mano:
Te vamos a abrir la raja, para que te entre bien la polla
de Juanito.
Despu�s de haberle follado un buen rato las tetas Juan la
coloc� para clav�rsela en el co�o; la estuvo bombeando como 10 minutos, m�s que
nada para contemplar su dominio de macho sobre aquella hembra y para lubricar la
polla en sus jugos.
Luego le dijo a Manuel que se tumbara y puso a mi madre
tumbada boca abajo chup�ndosela. Mi madre no se percat� de las se�as que les
hac�a a sus compa�eros, solo sinti� que �l apoyaba su pija en el agujero del
culo y comenzaba a apretar.
Ella intento revolverse pero Manuel y Ricardo la sujetaron.
Conforme Juan apretaba se o�an sus gritos ahogados por la polla que ten�a en su
boca:
UUUUmmmmmmm.
Mi madre manoteaba desesperadamente mientras �l segu�a
meti�ndola hasta que sus huevos se apretaron contra sus nalgas. Conforme su
esf�nter se dilat� Juan se empez� a mover cada vez mas r�pido. Cuando ya se
mov�a a placer se inclin� hac�a adelante y aferr� con fuerza sus pechos. Los
tres muchachos sonre�an mirando aquella mujer totalmente sometida a sus deseos.
Ello contrastaba con el dolor que deb�a sentir mi madre seg�n los comentarios de
los muchachos:
- Mira como llora al romperle el virgo se su culo.
- Tu marido nunca te ha dado tanto, �cierto zorra?
El muchacho estuvo un buen rato d�ndole hasta que por fin se
corri�.
- Dejarme ya por favor, no puedo m�s.
- No mamacita, tenemos que sacarnos las ganas de hembra
contigo.
Manuel sigui� tumbado y obligaron a mi madre a que lo montara
cabalgando un rato sobre su verga mientras disfrutaba del espect�culo de sus
tetas bambole�ndose al ritmo de la cabalgada. Luego Juan se coloc� delante de
ella para que se la chupara mientras Ricardo se colocaba detr�s y buscaba su
culo para clavarla. Con este espect�culo me lleg� mi segunda corrida. Mi madre
ten�a todos sus agujeros llenos, sus carnes eran amasadas y disfrutadas por las
manos de los bolivianos. Las embestidas de cada uno se suced�an haciendo templar
su cuerpo. Not� como se abrazaba a las piernas de Juan y magreaba sus gluteos.
La muy puta � pens� � se lo est� pasando de miedo.
As� enmara�ados en una gran jodienda cada uno fue corri�ndose
hasta acabar. Mi madre apenas pod�a ponerse en pie, pregunt� la hora y se
dispuso a volver a casa pues mi padre no tardar�a en volver. Estaba agotada y
humillada a pesar de que hab�a gozado como una perra en celo.
- Oye bien zorra, esto no ha hecho m�s que comenzar, el
seguro seguir� interesado en saber ciertas cosas y nosotros podemos hablar con
tu marido de ese lunar que tienes en la ingle.
Definitivamente mi madre estaba en sus manos. Hab�a comenzado
una nueva etapa de su vida y de la m�a.
Yo ten�a una calentura terrible y cuando me fui a la cama no
pod�a conciliar el sue�o; entonces a mi mente vinieron de nuevo las im�genes de
mi madre entregada como una puta a gozar y decid� que yo tambi�n iba a
foll�rmela. Me levant� y fui a la habitaci�n de mis padres; los dos dorm�an
profundamente. Despert� a mi madre y le dije que me encontraba mal del est�mago,
ella se dirigi� a la cocina para prepararme una infusi�n, entonces la abord� de
manera brutal:
- Te he visto esta tarde lo que has hecho con los muchachos y
quiero que te acuestes un rato conmigo.
La bofetada que medi� me tambale�. Lleno de rabia le dije:
- Eres una puta y ahora despierto a pap� para que vea como
tienes el culo y le cuento lo del lunar.
Mi madre me intent� hacer ver lo monstruoso que era lo que le
ped�a. No le sirvi� de nada, fuimos a mi habitaci�n y foll� por primera vez. La
verdad es que me corr� pronto pues tras ver y tocar sus tetonas me puse como una
moto no aguant� m�s que 10 minutos.
A partir de aquel d�a mi madre fue nuestra puta, casi todos
los d�as uno u otro se la cog�an, yo nunca me la follaba en su compa��a pues me
gustaba mirar lo que le hac�an. La verdad es que ella, a pesar de las
humillaciones que sufr�a, desarroll� una especie de adicci�n a las vergas de los
chicos. A veces le hac�an cosas muy fuertes; recuerdo una tarde que fueron a un
prado a atender a unos novillos que ya empezaban a estar listos para cubrir a
las vacas. Hicieron desnudar a mi madre y restregarse con el animal como si la
estuviera montando. Luego como se pon�an como motos le daban una follada
terrible. Pasados 7 a�os mi padre falleci� de un infarto. Los bolivianos
siguieron cuidando el ganado mientras yo me fui a la universidad. La gente del
pueblo a�n comenta:
- La verdad es que estos muchachos bolivianos son fieles y
trabajadores.
- Tambi�n ella y su marido se han portado muy bien con ellos.
Es verdad; a d�a de hoy ni ellos ni mi madre tienen quejas.
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