Relato: El Enigma de la Casa Maldita (2)





Relato: El Enigma de la Casa Maldita (2)

"El Enigma de La Casa Maldita (2)"


Introducci�n:


A Celeste y a m� se nos dio por investigar el misterio de una
casa que ha sido abandonada y nos llegaron los rumores de que tiene fantasmas.
Al ir a donde un cient�fico, con el que tengo que pagarle mam�ndole la verga, me
dio muy buenas noticias sobre los fantasmas.


4 - La Casa


Pas� a recoger a Celeste media hora m�s tarde de que recib�
su llamado. Al parecer me esperaba ansiosa y con una linterna en la mano. La
encontr� en la entrada de su casa, en esa noche de Lunes oscuro y nublado. A lo
lejos, se pod�a notar unos rayos que cortaban el cielo en pedazos. Era una linda
visi�n, l�stima que no es lo m�s lindo un clima as� cuando vamos a entrar a una
casa que est� embrujada.


- Estoy lista. - me dijo, con una sonrisa. - Y nerviosa.


- �Tienes miedo? - pregunt�, para protegerme en su seguridad.


- No. - respondi� sinceramente. - Esta son unas de las cosas
que m�s adoro hacer. El misterio y los enigmas son mis fuertes. �Vamos?


Arranqu�. En el camino, una lluvia furiosa nos encontr�.
Quiz� como una se�al de que no deb�amos hacer lo que est�bamos a punto de
cometer. Pero no pod�a dar el brazo a torcer. No pod�a decirle a Celeste que
ten�a miedo. Nunca.


Mientras march�bamos por la ruta, la radio comenz� a
funcionar mal. Cada rato se cortaba y luego volv�a a andar.


- Los rayos deben estar cortando la transmisi�n. - dije. -
Creo que no es un buen d�a para cazar fantasmas.


- �Tienes miedo? - me pregunt� Celeste. - �Porque me encanta
el clima as�! Es ideal para la ocasi�n.


Mi amiga me fue guiando por los lugares donde deb�amos ir y
cuando llegamos a la direcci�n dada, mi coraz�n se paraliz�. Nos encontr�bamos
frente a la casa m�s t�trica que pod�a existir en el mundo. Parec�a llevar
d�cadas sin uso, quiz� siglos. No quer�a entrar all�. Mucho menos en un clima
as�. Tal vez si vini�ramos cuando el Sol brillara, ser�a distinto, pero ahora no
me encontraba de �nimos. Estaba asustado. Mi coraz�n volvi� a latir en un ritmo
acelerado. Los pelos de la nuca se me erizaron igual que a un gato. Pero Celeste
ya hab�a bajado del auto y se encontraba frente a frente a la casa.


Baj� del auto y mir� alrededor. Estaba desierto. S�lo estaba
la casa grande y alrededor era la nada. Hab�a casas de vecinos reci�n a los
cincuenta metros que terminaba la estructura del lugar, as� que supuse que era
el patio de la familia que viv�a all�.


- �C�mo entraremos? - pregunt�, mirando el l�gubre
vecindario.


Celeste no respondi�. Abri� la descascarada puerta de entrada
con s�lo girar el picaporte.


5 - Ruidos de Chimenea


Sinceramente esperaba que la casa deshabitada de la familia
Porter sea m�s acogedora y caliente que a la que acab�bamos de entrar. Con una
linterna cada uno alumbramos el sombr�o lugar, aunque no serv�a de mucho.
Cerramos la puerta levemente y enfocamos las luces en el piso. No hab�a rastros
de nada. En las paredes. Nada. Ni un cuadro, ni un portarretrato, ni una foto.
Las paredes estaban tan vac�as como toda la casa.


- Tal vez el ruido extra�o viene del vac�o. - espet� como
opci�n.


Celeste hizo se�ales de que me callara y que la siguiera.
Caminamos un poco por el oscuro hogar. Un viento ingres� por las ventanas rotas.
La lluvia comenz� a caer con intensidad en el exterior, y los truenos hicieron
sonar semejantes a tambores con meg�fonos.


Entonces lo escuchamos. Al principio interpret� que era un
susurro, pero luego algo me dijo que no era cierto. Era una voz. Hab�a alguien
que hablaba. No se pod�a entender lo que dec�a, pero hab�a alguien m�s en esa
casa, a parte de nosotros dos.


- Viene de all�. - me se�al� Celeste, confirmando que ella
tambi�n los escuchaba.


A pasos agigantados nos dejamos guiar, en medio de la
oscuridad, hacia el lugar de donde proven�an los murmullos. Gracias a la luz de
la linterna comprobamos que ven�an de la chimenea.


- Me asustan las tormentas. - dijo la voz, que era
indiscutiblemente de un hombre. - Ay�denme por favor.


Mir� a mi amiga aterrorizado, pero a cambio ella demostr�
absoluta seguridad, como estando presente a un gran desaf�o.


- De acuerdo. Si queremos ver de qu� se trata vamos a tener
que rodearlo. - explic� Celeste, asomando la cabeza por la chimenea. - Alguno de
los dos tendr� que subir al tejado y alumbrar por la chimenea. El otro se tendr�
que quedar aqu�.


- �Est�s loca? - pregunt�. - Afuera hay un diluvio y no me
quedar� aqu� solo. Aparte, �c�mo subiremos al techo?


- Es una oportunidad �nica. - exclam� mi amiga, para mi mala
suerte. - Vi una escalera al costado de la casa. Puede que est� rota pero no me
pienso perder esta oportunidad.


Y sin decir nada, se levant� y se encamin� hacia la salida de
la casa.


6 - Subiendo Escaleras


De acuerdo. No tengo ning�n temor en confirmarlo: �Tengo
mucho, mucho miedo! Estoy en el interior de una casa tan desierta como el
exterior. Acabo de escuchar a una persona pidiendo auxilio por la chimenea y mi
amiga se acaba de ir al tejado a ver si puede espantar al fantasma. Era la peor
cosa que hice en mi vida. Si tan s�lo estuviera alguien conmigo. Pero no, me
encontraba solo en el interior de esa casa l�gubre. Al menos eso quer�a suponer
para no perder la raz�n.


Los gemidos instant�neamente dejaron de escucharse. Tal vez
el fantasma, o lo que fuere, sab�a que lo est�bamos rodeando y por eso dej� de
murmurar, esperando el momento oportuno para atacar o huir. Pero eso no ten�a
sentido. Si se estaba quieto, �por qu� motivo ped�a ayuda? Todo estaba resulta
muy extra�o.


Con lentitud me aproximo a la chimenea y asomo la cabeza.
Unas gotas de lluvia quedaron en mi frente, tal cual es semen de Alexander qued�
en mi cara el viernes pasado. Eso me calm�. Pensar en lo caliente que estaba ese
consultorio. Ten�amos que haberlo tra�do hasta aqu�. Entonces se podr�a dar
cuenta que esto sobresal�a de lo normal. Y, qui�n dice, despu�s la pasar�amos
muy bien en la cama, sabiendo que juntos desciframos el enigma del fantasma.
Pero a�n as� �l no estaba all�. Maldigo el momento en que descart� la idea de
llevarlo con nosotros.


- Mariano. - grit� la voz de mi amiga en el techo. - �Lo vi!
No est� en la chimenea. �Est� en el �tico! �Debes ir para all�! Me torc� el
tobillo cuando se me rompi� un pelda�o, as� que tendr�s que ir t� solo.


- �Est�s loca? - le grit�, por la chimenea.


- �Por favor! - me grit�. - Necesita nuestra ayuda.


Piensa, Mariano, piensa. Tienes 23 a�os. �Creer�s en estas
cosas de fantasmas? S�. Dios, estaba aterrado. Nunca pens� que estar en esa casa
me har�a un nudo en el est�mago como sent�a en ese momento. S�lo hab�a una cosa
por hacer.


Sub� las escaleras que me indicaron a la habitaci�n de
arriba, y en el medio del pasillo me encontr� con otra, que esta vez sub�a al
�tico de la gran casa. Con mucho miedo, apoye mi pie en el primer escal�n.
Arriba se ve�an los rayos que deb�an de entrar por las ventanas del lugar y eso
no mejor� la situaci�n. Gir� la cabeza hacia la ventana del piso inferior y vi a
Celeste caminando como renga hacia el auto, entrando en �l y cerrando la puerta.
�De verdad le habr� pasado algo o tambi�n le agarr� el miedo? No importaba. Con
la �nica compa��a de la linterna, sub� al �tico.


Los rayos reflejaban parte del �tico que no era tan sombr�o
como el resto. Ten�a unas peque�as velas en el piso que hac�an que ese sea el
lugar m�s c�lido de la casa, o de lo poco que conoc� de ella. Pero si hab�a
velas, eso significaba que hab�a alguien m�s all�. No un fantasma, sino un
humano.


Gir� sobre mis talones y comprob�, horrorizado, que mi
versi�n de los hechos era real.


7 - El Chico Oculto


Me qued� en silencio. Delante de m� hab�a una persona. No era
un hombre como hab�a cre�do al escuchar la voz, sino que era un adolescente, que
deb�a de tener cerca de dieciocho a�os completamente desnudo. Estaba con una
soga alrededor del cuello, que se sosten�a por unos tubos perfectamente
colocados. Sus manos estaban detr�s de su espalda y pude ver que lo hab�an
esposado. En sus piernas tambi�n hab�a sogas que lo ataban hacia unas maderas
firmes y pesadas. El chico estaba vivo, pero ten�a en su piel rostros de golpes
de l�tigos. Deb�an ser los mismos que descansaban sobre una mesa detr�s de �l.


- Ay�dame, por favor. - me suplic�, el chico. - No me
humillen m�s.


Como impulsado, corr� hacia donde �l estaba y nuevamente me
qued� paralizado. Desde all� pude ver que en la mesa, a parte de l�tigo, hab�a
otras cosas, como vergas de pl�stico, de muchos tama�os, colores y formas.
Alguien le estaba haciendo pasar un mal momento a ese cristiano en contra de su
voluntad, y como si fuera poco, tambi�n le pegaban.


Lo mir� a los ojos, del cual se le cayeron l�grimas. Su
cabello era casta�o oscuro, casi negro y en su cara no ten�a ning�n bello, por
lo que pens� que deb�a ser lampi�o. Ten�a su verga fl�ccida y media una buena
cantidad de cent�metros, cosa que me gust�. Pero en mi mente ten�a otras cosas
m�s importantes que pensar.


- �Qui�n eres? - pregunt�, asustado.


- Me raptaron. - concluy�. - Mi nombre es Emiliano. Unos
asaltantes entraron a mi casa en otra ciudad hace una semana y me trajeron aqu�.
Dice que quieren las joyas de mi familia, y temo que ya las consiguieron. Tienes
que liberarme, por favor.


- �Pero c�mo es posible que entren y salgan de esta casa? -
pregunt�. - Los vecinos aseguraron de que no hubo movimientos en mucho tiempo.


- El s�tano. - explic� Emiliano. - Tiene un conducto hacia la
casa de uno de los ladrones. Por favor, des�tame.


Agarr� el nudo que ten�a en el cuello y lo comenc� a desatar
r�pidamente. Si alguno de los ladrones llegaba a vernos, ambos estar�amos en
problemas. Divis� ropa arrugada en un extremo de la habitaci�n, as� que con eso
ya podr�amos sacarlo de all�.


Desat� a Emiliano y cay� vencido al piso, mostrando un
trasero perfecto. Una colita bien formada, sin pelos, que me incitaban a la
penetraci�n. Mi verga ya estaba erecta y quer�a explotar de mi pantal�n, cosa
que me estaba haciendo da�o. Mir� al chico, que respiraba con dificultad. Deb�a
de estar d�bil y con hambre. No sab�a cu�nto tiempo estaba all� y si se hab�a
alimentado de otra cosa que no sea la leche de los asaltantes. Pensar en eso me
excit� a�n m�s de lo que ten�a en mente.


Me arrodill� levemente para que �l no se diera cuenta y puse
una mano en su nalga derecha. Fue como tocar una esponja de tan suave y tersa
que era. Mi mano no se desprend�a y Emiliano no respond�a nada. Mov� mis dedos
hasta llegar a su raya y comenc� a buscar un agujero que me condujera al
interior de su malgastado cuerpo. Cuando lo encontr�, me sorprend� de lo abierto
que estaba. Por poco y casi me entraron dos dedos de una sola vez.


Emiliano gimi�, y yo comenc� a desabrocharme el jeans con la
mano libre. Mis dedos jugaban a entrar y salir como se les daba la gana. Por
momentos de una manera suave y por otras, bruscamente y con rabia. Me encantaba.
Finalmente saqu� mi verga y me tir� sobre �l, colocando con mis manos la entrada
de su orto. Y, as� como si nada, comenc� a penetrarlo suavemente, mientras que
con mi boca besaba su cuello amargo. Emiliano no dec�a nada, sino que respiraba
con dificultad.


Para cuando acab� en su interior, y nos est�bamos vistiendo,
me mir� sonriendo y me dijo:


- Este es el precio de la libertad, �no?


Luego, sin que yo me lo espere, me bes� en los labios.


8 - Un Nuevo Desaf�o


- Confirmado. - explic� Emiliano, sent�ndose en mi sof�, al
lado de Celeste. - Acabo de llamar a casa para explicar que estoy bien y me han
dicho que ya dieron a cambio las joyas de la familia. Esos malditos ladrones me
pensaban dejar all� hasta que muriera de hambre.


- Hay algo en lo que estoy pensando. - deduje y mir� a mi
nuevo amigo y amante. - Si la casa en la que estabas corr�a el rumor de que
hab�a fantasmas, era porque los mismos ladrones quer�an que el mundo piense eso.


- No entiendo a que quieres llegar. - exclam� Celeste.


- Es sencillo. - repuse. - Emiliano, �en cu�nto estaban
valuadas esas joyas que tu familia dio a cambio?


- No lo s�. - contest�. - Cinco o quiz� seis millones.


- �Te acuerdas de c�mo era la casa de uno de los asaltantes?
- pregunt�.


- No pude verla. - me dijo, prendiendo un cigarrillo. - Ten�a
los ojos atados. S�lo escuch� que dec�an que esa era la casa.


- Entonces lo tengo. - dije, saltando de alegr�a. - La casa
Porter.


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