Relato: Un d�a en la sierra





Relato: Un d�a en la sierra

Hace d�as que no nos vemos. Sabes que estoy molesto contigo,
enfadado�


Te he llamado por tel�fono, hemos quedado este fin de semana
para ir a una casa que un amigo me ha dejado en la sierra. Mi tono de voz era
grave, duro, has percibido que mi enfado contin�a y aunque fuiste tu quien
iniciaste la discusi�n, deseas que nos encontremos, me echas de menos y sabes
que ambos nos deseamos.


Te has arreglado para mi. Has pintado tus labios y te has
puesto un vestido de una sola pieza, ajustado, insinuante. Un vestido que
permite adivinar el contorno de tus senos y la sinuosa l�nea de tu tanga� en tus
pies, unos zapatos abiertos, con tac�n. Sabes que ser� de mi agrado, q me
excitar�


Avanza la tarde cuando te recojo en la puerta del edificio
donde tienes tu apartamento, es una tarde tristona, nublada, h�meda. Presagia
tormenta. Subes al coche. Te saludo casi como a una desconocida y te sientes�
desconcertada.


Una de las veces en que mi mano se dirige a la palanca de
cambio del veh�culo, posas tu mano sobre la m�a. Tus dedos desean entrelazarse
con los m�os y por un momento, te lo permito, pero despues, retiro mi mano y la
vuelvo a situar sobre el volante.


Tu dudas que hacer� pero decides poner tu mano sobre mi
muslo� insinuar con tus u�as un recorrido por el interior de mis muslos hacia la
cremallera de mi pantal�n. Un recorrido lento, sensual. Yo no digo nada, pero un
vistazo es suficiente para darte cuenta que te sigo deseando. Yo solo te digo:


- Por favor Roxana, deja eso ahora... es peligroso. Ya
hablaremos cuando lleguemos a la casa�


El perfil de mi rostro te dice que continuo enfadado, aunque
detectas una sonrisa que pugna por aflorar en mis labios. Presientes un nuevo y
excitante encuentro. Decides esperar.


Por fin llegamos, nos bajamos del coche. Una fina lluvia nos
recibe, humedece nuestros cabellos y nuestras ropas. Un preludio a la tormenta
que se desatar� de un momento a otro. Sacamos algunas bolsas del maletero. El
d�a va llegando al ocaso. Pronto anochecer�.


Abro la puerta, entramos, dejamos las bolsas en la entrada y
nos dirigimos al sal�n. Tu diriges al sof� mientras yo voy encendiendo algunas
luces. Las justas para tener algo mas que una sugerente penumbra.


Mientras tanto, has localizado un equipo de m�sica, las notas
de una quejumbrosa samba se esparcen en el aire cargado de electricidad� empieza
a llover con intensidad.


Regreso con dos copas y una deliciosa botella abierta de vino
blanco� muy fr�o, de esa marca que nos encanta a los dos.


Sirvo el vino en las copas, una generosa raci�n. Y brindamos.
Por ti, por mi, por nosotros� mi mano libre se dirige a tu cintura y te atrae
contra mi y nos besamos en los labios, suavemente. La punta de mi lengua se
desliza por la comisura de tu boca, de un extremo a otro. Intentas atraerme
hacia ti, para prolongar el instante, para progresar en el encuentro, pero notas
mi resistencia. Me separo de ti, nuestras miradas se cruzan.


La tormenta empieza a desatarse y con los primeros
rel�mpagos, unos truenos intensos hacen temblar los cristales del sal�n. Durante
la intermitencia luminosa producida por los rel�mpagos, percibes un brillo en
mis ojos, la insinuaci�n de una sonrisa...



Has sido mala - te digo - muy mala y creo q tendr� q
castigarte. Tendr� q aplicarte un castigo, un correctivo que no olvides
f�cilmente. Dime, que sientes en tu interior?



Como respuesta s�lo obtengo tu expresi�n. Una excitante
mezcla entre desconcierto e intriga. Terminamos de beber el vino. Su dulce y
afrutado sabor afrutado inunda tu paladar, recorre tu boca y notas como
desciende fr�o por tu garganta, incrementando el escalofr�o que has sentido en
toda tu piel.


Dejamos las copas sobre la mesa y del bolsillo del pantal�n
saco un antifaz, y sin m�s, me sit�o detr�s de ti, y lo coloco sobre tus ojos.
Te impide ver, tan s�lo eres capaz de percibir el retumbar de los truenos y el
estallido de los rel�mpagos de la tormenta que se acerca.


Tu, te dejas hacer, te apetece sentir. De hecho y sin saber
lo que vendr� o precisamente por eso, empiezas a sentirte extra�amente excitada,
sientes mi proximidad, me aproximo a tu o�do y contin�o habl�ndote. Sientes mi
c�lido aliento junto a ti mientras te hablo suavemente.


- Creo q no eres digna de verme, ni de acariciarme - notas
como tomo tus manos y las aprisiono con unas esposas. Sientes su dureza, la
frialdad del metal.


Con tus manos esposadas por delante, sientes como te fuerzo a
moverte. Hago que te dirijas hacia alg�n lugar en el centro del sal�n. Unos
instantes despu�s, notas como tiro hacia arriba de tus manos y engancho tus
esposas a alg�n elemento que pende del techo y que tu no hab�as notado antes.


Tu, prefieres sentir mi proximidad, como mi sexo se aprieta
contra tu culo y haces lo que puedes por aumentar el contacto. Mis manos se
apoyan en tus caderas y beso tu cuello, desde los hombros hasta tu oreja,
provocando nuevos escalofr�os que recorren tu cuerpo.


Mis manos, van subiendo desde tus caderas, por los costados,
sinuosamente, hasta apoyarse en tus senos, abarc�ndolos totalmente. Mis dedos
�ndice y pulgar buscan tus pezones que ya se est�n hinchando.


Por m�s que quisieras no puedes ocultar tu excitaci�n. Una
mezcla de excitaci�n sexual con.. una pizca de miedo?


Tu sabes q no te har� da�o, q tan solo ser� una sensual y
placentera "tortura". O no??


Mis manos abandonan tus senos y siguen escalando hasta tus
hombros, donde se apoyan en las hombreras de tu vestido y tras una breve
manipulaci�n, notas como tu vestido se desliza al suelo. Te encuentras de pie,
atada, indefensa, desnuda salvo tu tanga y tus zapatos de tac�n, la tormenta
arrecia en el exterior.


Mi boca, se ha posado en la base de tu cr�neo, en tu cuello,
alternando besos y peque�os mordiscos. Desciende por tu columna vertebral, poco
a poco y se entretiene en cada cent�metro de tu espalda. Mis manos han vuelto a
apoyarse en tus caderas mientras mi lengua se desliza en paralelo con la goma de
tu tanga, desde un lado al otro. Notas como tu excitaci�n va en aumento, como
crece tu deseo y tu humedad.


Inesperadamente me separo de ti. Desconcertada, sientes como
transcurren uno instantes hasta que de nuevo me sientes, me oyes pr�xima a ti.
Simult�neamente con uno de los truenos, sientes que la palma de mi mano se ha
estrellado contra tu culo y comienza una tanda de azotes que parece sincronizada
con la tormenta exterior. Notas picor, notas calor, un calor que empieza a ser
abrasador seg�n aumenta el ritmo de los azotes sobre tu culo, una secuencia que
parece inacabable, que incansable y despiadadamente se va desgranando en las
�reas de tu culo que el tanga deja libre, como expuesto al castigo. Y sientes
m�s picor, m�s calor. Aumenta la excitaci�n.


Tan inesperadamente como empez�, termina la azotaina, y mas q
o�r, intuyes que salgo de la habitaci�n. No sabes por qu�, no sabes qu� vendr� a
continuaci�n: te besar�?, te acariciar�? te lamer�?, te penetrar�?... Los
interrogantes se agolpan en tu cabeza junto a la sensaci�n de escozor en tus
nalgas que suspiran aliviadas por el fin del castigo.


La espera parece interminable. Sientes que he regresado.
Estoy haciendo algo, pero no sabes qu�. Notas como me aproximo y me sit�o a tu
espalda. Cuando me pego a ti, percibes mi desnudez sobre tu piel. Como mi sexo
erecto se roza con tu culo y como tu excitaci�n sigue aumentando. Ya no sabes
cuanto m�s podr�s resistir antes de estallar.


Otra vez notas mis labios se aproximan a tu o�do, como te
susurro con voz entrecortada:


- Ya ha llegado el momento de iniciar el castigo. Un castigo
que he ideado para que te sientas� llena de� sensaciones� nuevas..


Tu mente piensa en lo que acabas de o�r... "iniciar el
castigo"? mmmm q pasa aqu�?


De repente sientes como he atrapado de entre tus nalgas la
trasera de tu tanga, ech�ndolo hacia un lado de tu ardiente culo. Uno de mis
dedos parece querer acariciar tu ano. Notas algo viscoso. Piensas que voy a
penetrar sin m�s en tu culo. La posici�n de ambos te deja poco lugar a dudas.


Mi dedo entra en tu culo, suavemente, y notas como se mueve
en su interior. Tu haces por levantarlo, por facilitar la entrada, y sin poder
impedirlo, un gemido se escapa de tu boca entrecerrada. El dedo vuelve salir
dejando una sensaci�n de vac�o, pero al momento notas como algo r�gido, no muy
grande, pero de cierta longitud ocupa el lugar donde hace unos instantes
jugueteaba mi dedo.


No sabes de q se trata. S�lo sientes eso ah� dentro. Yo
permanezco en silencio, no te toco, ni te acaricio, ni te hablo, tan solo� S�,
ahora sientes� esa sensaci�n inconfundible. Sientes, como un l�quido tibio
empieza a inundar tus entra�as, el objeto era la c�nula de un enema y tu est�s
all�, de pie, esposada, inmovilizada, indefensa, con tu culo ofrecido.


Empiezas a sentir esas primeras sensaciones de cierta
urgencia irreprimible, intentas huir, pero no es posible. No puedes. Mi mano
empu�a con firmeza el instrumento de tortura. Intuyes con claridad que aquello
durar� hasta el final. Empiezas a retorcerte ligeramente, otro gemido escapa de
tu boca.


Mi otra mano, se ha apoyado en tu vientre. Lo acaricia con un
vaiv�n excitante. Va descendiendo hacia tu sexo. En tu esfuerzo inconsciente por
facilitar las cosas, tus piernas est�n abiertas, arqueadas, tu culo levantado,
tu sexo abierto, h�medo.


Mi mano sigue bajando y acaricia tu pubis. Desciende mas y
mas, hasta la entrada a tu co�o, donde compruebo lo h�meda que est�s. Uno de mis
dedos se impregna de esa humedad y lubrificado, empieza a subir. El dedo va
recorriendo la abertura de tu sexo, poco a poco, deleit�ndose en cada
cent�metro. Al llegar a tu cl�toris.. se detiene, se apoya suave,
insinuad�ramente, empieza a describir c�rculos sobre �l, campanillea, se desliza
hacia arriba, hacia abajo�


Al mismo tiempo notas como mi lengua se va introduciendo en
tu oreja, lame tu l�bulo... sientes sobre tu piel mi aliento, mi respiraci�n,
como beso y lamo tu oreja, tu cuello. Mi pecho roza tu espalda, mi mano en tu
sexo, en tu cl�toris, y tambi�n notas como tus intestinos se est�n llenando.
Crees que no lo podr�s soportar mucho m�s, que te derramar�s inconteniblemente,
tan incontenible como se derrama el l�quido caliente y viscoso desde el interior
de tu vagina.


Ya no puedes resistir m�s, o eso crees. Tus gemidos, mezcla
de placer y dolor surgen incontenibles de tu garganta.


Una vez mas me separo de ti. Notas como extraigo la c�nula de
tu culo, muy deprisa y a continuaci�n tiro ligeramente de ti para soltarte del
lugar desde donde colgabas.


Notas una sensaci�n indescriptible, una mezcla sentimientos:
el placer de la liberaci�n tracci�n, el deseo de sentirme junto a ti, de
sentirme en tu interior, la urgencia de correr por fin hacia el ba�o... Tu te
encoges, aliviada, pero precisas m�s alivio.


Con una mano en tu cintura te acompa�o. Sientes como nos
sentamos en el sof� y al momento vuelvo a susurrarte o�do.


- Bien, ahora, iniciaremos la fase final - te digo, mientras
te obligo a que te sientes junto a mi en el sof�. Mi sexo, empinado, queda a la
altura de tu muslo, tu lo notas ardiendo. Sabes que deseo que lo chupes, que lo
lamas, que te lo comas completo. Excitada, piensas que es el final, y lo atrapas
como puedes, para meterlo en tu boca con las manos esposadas, reprimiendo la
cada vez mas y mas urgente necesidad de acudir al ba�o, a vaciarte. Respiras con
dificultad, las excitaci�n, las diferentes sensaciones te abruman, pero lames mi
sexo sin descanso. Lo metes en tu boca con un mete saca, creyendo que yo me
correr� en un instante, pero sujeto tu cabeza y saco mi sexo. Notas como te hago
girar, como quedas de rodillas, con tu cabeza apoyada en el asiento del sof�, tu
culo ofrecido otra vez.


De repente, vuelves a sentir otra tanda de azotes. Mis manos
se estrellan contra tu culo, en donde se junta con tus muslos, no muy fuertes,
pero picantes. Sientes como tu culo comienza nuevamente a arder, a picar, a
doler. Ya no sabes que deseas con mayor intensidad, si una penetraci�n intensa,
salvaje o iniciar una imparable carrera hacia el ba�o.


Sientes cierto alivio cuando la lluvia de azotes cesa. La
tormenta no ha descendido un �pice su intensidad, se oye la lluvia azotar contra
la ventana, un concierto interminable de truenos y rel�mpagos inundan la
habitaci�n.


Mi pene se apoya en tu ojete mientras una de mis manos abre
tu culo, contra tus deseos. No deseas abrirlo. deseas que permanezca cerrado,
pero mi polla empuja, y notas como se introduce en tu interior. No parece que
ello sea posible, pero entra, sigue entrando y entrando, y de repente sale, sale
del todo, y vuelve a entrar y a salir... Tu ya no sabes que hacer, ni que decir,
ni que sentir, no sabes si re�r o llorar...


Mi polla vuelve a entrar en tu culo, de una forma lenta,
progresiva, la sientes hasta el fondo, notas mi vello p�bico contra tu culo. Mi
polla empieza a salir, a entrar, para, se detiene toda dentro, sale, entra, sale
un poco m�s a cada envestida. Sientes que te mueres, o que est�s en el cielo, o
en el infierno. No sientes nada. Lo sientes todo.


Mis gemidos te anuncian que alcanzar� un orgasmo de forma
inminente, aumenta la velocidad y la intensidad de cada embestida. Tu ya no
puedes m�s, te corres, sientes arder tu culo, tu vejiga y tus intestinos a punto
de reventar. Oleadas de placer invaden tu sexo, tu ano palpita, notas tus senos,
tus pezones hinchados, ardiendo.


Por fin, mi polla sale de tu culo. Una sensaci�n de dolor y
alivio instant�neo te invaden temporalmente para sentir como te retuerces de
deseo de �. ya no sabes q prefieres. Lo deseas todo.


Te tomo entre mis brazos, te levanto, te libero de las
esposas y del antifaz, y beso tu boca, tus labios� pero, otras necesidades m�s
apremiantes te obligan a abandonarme.


Hasta dentro de un rato mi querida Roxana...


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Relato: Un d�a en la sierra
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