Relato: El amigo de mi hijo





Relato: El amigo de mi hijo


EL AMIGO DE MI HIJO




Mamen, 14 de diciembre de 2002




INTRODUCCI�N



Queridos lectores, en primer lugar agradeceros la multitud de
e-mails que me hab�is enviado, con motivo de la publicaci�n de mis relatos
er�ticos en esta Web, y pediros disculpas por serme materialmente imposible
contestar a todos ellos.



En mis tres relatos anteriores no he tenido oportunidad de
describirme f�sicamente, y creo conveniente hacerlo ahora, como introducci�n a
�ste, para que pod�is construiros una imagen m�a.



Como casi todos ya sab�is me llamo Carmen, Mamen para los
amigos. Tengo cuarenta y un a�os y vivo en un pueblo de clase obrera al nordeste
de Madrid. Conoc� a mi actual marido cuando apenas ten�a veinte a�os. Tras seis
a�os de noviazgo me quede embarazada de nuestro �nico hijo Oscar, que en la
actualidad tiene diecis�is a�os, y al a�o siguiente me cas�, es decir, que si
las cuentas no me fallan, conozco a mi marido desde hace veintid�s a�os: Siete
de novios y quince de matrimonio.



A pesar de mi madura edad me conservo bastante bien, me gusta
cuidarme mucho y toda la gente que me conoce me dice que aparento cinco o seis
a�os menos de los que tengo. Soy de piel muy morena. Tengo el cabello casta�o
oscuro, aunque ahora voy te�ida de rubio, semi-rizado y, ni muy largo, ni muy
corto. Los ojos azules los hered� de mi madre. Tengo la boca de tama�o medio con
el labio superior algo m�s carnoso que el inferior. No me considero guapa ni
fea, simplemente atractiva. Mido 1,63 m., peso 56 Kg., y mis medidas son
aproximadamente 95-60-115 cm., en otras palabras, tengo mucho pecho pero todav�a
lo conservo bastante duro y erguido para mi edad; tengo el est�mago liso, sin
tripita; soy ancha de caderas; el "pompis" respingoncillo aunque ya no tan
prieto como a�os atr�s; por �ltimo os dir� que tengo las piernas largas con los
tobillos delgados y unos muslos bien torneados y rollizos, pero con un poco de
celulitis por detr�s. En definitiva, para mi edad estoy bastante "buenorra", o
al menos eso me dicen los t�os por la calle.



Y hecha esta peque�a introducci�n, paso a relataros mi nueva
historia que, dicho sea de paso, en este caso no es real, sino producto de mi
mente morbosa y calenturienta.



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Viernes, 13 de diciembre de 2002; 09:30 horas de la ma�ana.
Mi marido ya se hab�a marchado a trabajar, como de costumbre. Mi hijo Oscar
tambi�n hab�a salido camino del instituto, aunque los viernes termina las clases
a las 14:30 horas. Yo estaba sentada frente a la mesa de la cocina removiendo el
humeante caf� con leche del desayuno, en bata y con los pelos alborotados de la
cama. Despu�s confeccion� la lista de la compra mientras me fumaba el primer
cigarrillo del d�a. Me duch�, me arregl�, me vest� informalmente y sal� al
mercado.






Cuando regres� a casa con la compra ser�an las 13:30 horas
del mediod�a. Sub� en el ascensor hasta la octava planta, donde se encuentra mi
domicilio. Al salir de la cabina del ascensor, en el rellano de la escalera, me
encontr� con un chico de la edad de mi hijo, que parec�a esperar a alguien.
Cuando me vio introducir la llave en la cerradura de la puerta de mi piso, se
dirigi� a m� pregunt�ndome si all� viv�a Oscar. Yo le respond� que era mi hijo.
Entonces se present� educadamente, me dijo que se llamaba Eduardo, y me cont�
que era amigo de Oscar y que hab�an quedado para comer juntos ese d�a. Entonces
le expliqu� que su amigo estaba en la facultad y que no vendr�a hasta las 14:45
horas aproximadamente. El chico, algo contrariado, me dijo que pensaba que Oscar
no ten�a clases los viernes. Como apenas quedaba una hora y cuarto para que mi
hijo regresara, le invit� a que le esperara en casa tomando una coca-cola. Tras
un ligero titubeo Eduardo acept� mi invitaci�n.



Abr� la puerta de la casa, le acompa�� hasta el sal�n y le
serv� una coca-cola y unas patatas fritas. Luego me disculp� para ir a ponerme
ropa m�s c�moda mientras �l se tomaba aquel aperitivo. Sin caer en la cuenta de
que Eduardo, a pesar de su edad adolescente, era ya un hombre, me vest� como
habitualmente suelo estar en casa, es decir, me quit� la ropa y me enfund� una
bata ajustada sobre las prendas interiores. Despu�s me recog� el pelo en una
coleta y me lav� la cara para quitarme el maquillaje.



Nuevamente entr� en el sal�n y me volv� a disculpar, ya que
ten�a que preparar cosas de la casa. Eduardo con una sonrisa encantadora me dijo
que no me preocupara por �l, que esperar�a all� a Oscar sin molestarme. Le
agradec� sus palabras y me dirig� a la cocina para fregar los cacharros del
desayuno. Mientras fregaba repas� mentalmente el aspecto de aquel chico. Era
moreno, con el pelo muy corto por los laterales y terminando en una especie de
cresta engominada en su parte superior, como lo sol�an llevar los chicos j�venes
del barrio. Ten�a los ojos marrones, casi negros, bastante bonitos por cierto.
En el l�bulo de su oreja derecha luc�a un pendiente consistente en un peque�o
aro plateado. Era bastante alto y muy delgado. Vest�a un pantal�n vaquero
ajustado bastante ra�do, una camiseta negra, calcetines blancos y deportivas
negras. Como se hab�a remangado la camiseta, pude observar que llevaba tatuado
el dibujo de una sirena en su antebrazo izquierdo. En definitiva, Eduardo no era
muy distinto a cualquier chico del barrio de su edad, incluyendo a mi hijo
Oscar.



Despu�s de fregar los cacharros me dispuse a hacer el cuarto
de ba�o. Me encontraba agachada sobre la ba�era cuando de pronto vi el reflejo
de Eduardo en el espejo. El coraz�n me dio un vuelco ocasionado por la visi�n
inesperada del chaval. �l se disculp� amablemente, argumentando que ten�a muchas
ganas de orinar. Yo asent� con la cabeza y me dispuse a recoger el bote de lej�a
para salir y dejarle el ba�o libre, pero Eduardo, sin esperar a que lo hiciera,
se baj� la cremallera de su bragueta, se sac� el pene y comenz� a mear como si
nada. Turbada por la situaci�n no me atrev� a moverme del sitio, ya que para
abandonar el cuarto de ba�o ten�a que pasar por detr�s de Eduardo a escasos
cent�metros. Entonces, sin querer, los ojos se me fueron hacia el pene del
muchacho. Lo ten�a bastante largo y gordo pese a su estado de flacidez. Tambi�n
pude observar que su glande se mostraba totalmente descapullado. Cuando retir�
los ojos de su miembro me percat� de que Eduardo se hab�a dado cuenta de que le
estaba mirando el pene, y me sonri� p�caramente, a lo que yo respond� poni�ndome
colorada como un tomate.



Cuando el chaval termin� de mear, se la sacudi� varias veces
y en lugar de guard�rsela en su bragueta, se la dej� fuera colgando. Luego,
mir�ndome a los ojos directamente, me pregunt� que si quer�a probar su polla.
Aquellas palabras hicieron que un hormigueo, mezcla de miedo, verg�enza y
excitaci�n, recorriera todo mi cuerpo. Me qued� varios segundos sin reaccionar,
mir�ndole a la cara pero sin verle. Luego un desconocido y brutal impulso
provoc� que me arrodillara frente a Eduardo y metiera aquel trozo blando de
carne en mi boca, sin mediar palabra alguna.




En un tiempo record el pene del muchacho se puso duro como
una piedra. Si ya me hab�a parecido grande antes, ahora era descomunal. Deb�a
medir m�s de veinte cent�metros y su capullo se ve�a terso e hinchado como un
globo. No s� ni como, ni porqu�, pero el caso es que se la estaba chupando sin
parar.



Al rato, Eduardo me cogi� por los hombros para que me
incorporara del suelo. Al hacerlo la polla del chaval se sali� de mi boca
acompa�ada de un borbot�n de mi propia saliva. Cuando finalmente me puse de pi�,
me agarr� la cara con ambas manos y comenz� a besarme en la boca con una
habilidad impropia de su edad. Su lengua exploraba mis enc�as como una serpiente
nerviosa y sus dulces y j�venes labios acariciaban suavemente los m�os. Luego,
sin dejar de besarme, me abri� la bata, me desabroch� el sujetador y comenz� a
acariciar mis tetas. Irrefrenablemente mis pezones se pusieron duros como
pitones. Despu�s comenz� a lamerme los pechos y a mordisquear mis pezones. Yo me
estaba derritiendo de placer. Una de sus manos, abandon� mis tetas y fue
resbalando por mi tripita. H�bilmente la introdujo bajo mis bragas y comenz� a
acariciar mi ya h�medo co�o. Presa de la excitaci�n le agarr� la polla y empec�
a masturbarle lentamente.



Eduardo se sent� sobre la tapa del water, me quit� las bragas
y la bata, me cogi� por ambas manos y me condujo hasta colocarme a horcajadas
sobre �l. Con una de sus manos apunt� su rabo entre mis labios vaginales hasta
introducirme el glande. Luego me fue sentando lentamente hasta que sus huevos
hicieron tope en mis nalgas. Parec�a mentira que mi vagina pudiera engullir su
descomunal miembro, pero lo cierto es que sin el m�s m�nimo dolor me la hab�a
metido entera. Comenz� a estrujarme las tetas y a retorcerme con delicadeza los
pezones al mismo tiempo que me besaba en la boca con su particular destreza. Yo
por mi parte apoy� los pies en el suelo, me sujet� con fuerza en sus brazos y
comenc� a cabalgarle. En cada movimiento de ascensi�n su glande se sal�a casi
por completo de mi vagina, mientras que cuando proced�a al descenso se me
clavaba profundamente. Aquel bombeo extraordinario, aderezado con sus besos de
tornillo y su masaje en mis tetas provoc� lo inevitable: Un orgasmo como hac�a
tiempo que no hab�a gozado.



Mi cuerpo se retorc�a de placer con aquel pilar de hormig�n
trepan�ndome el co�o. Su lengua ahora recorr�a mis pezones y sus dedos
masajeaban mi cl�toris al mismo tiempo. Notaba como mi vagina cada vez se abr�a
m�s y m�s. Ni que decir tiene que el segundo orgasmo no se hizo esperar. Fue de
mayor intensidad que el primero, aunque un poco m�s corto. Nuestros cuerpos
estaban cubiertos de sudor y nuestras lenguas se entrelazaban fren�ticamente
intercambiando saliva.



Cuando Eduardo se asegur� que mi segundo orgasmo hab�a
finalizado me retir� de encima de �l, se levant� del water, se quit� toda la
ropa excepto los calcetines blancos y, cogi�ndome de la mano me pidi� que le
llevara al dormitorio. Yo obedec� ebria de excitaci�n y lo conduje hasta la
cama. Me coloc� a cuatro patas sobre la cama. �l se situ�, de rodillas, por
detr�s de m�. Me abri� las nalgas con sus manos y me la meti� en el co�o sin
siquiera apuntarla antes. Y es que la ten�a tan dura que ella sola se abr�a paso
entre mis piernas. Luego me agarr� por las tetas y comenz� a follarme a un ritmo
fren�tico. En menos de dos minutos encaden� tres orgasmos seguidos que me
hicieron gritar de placer. Yo ten�a el chocho tan mojado y dilatado que su polla
entraba y sal�a a una velocidad endiablada.



Minutos m�s tarde Eduardo volvi� a sac�rmela, cercior�ndose
antes de ello de que hab�a terminado de correrme. Me tumb� sobre la cama, boca
arriba, y recost�ndose entre mis piernas comenz� a comerme el co�o.




Su lengua me recorr�a la vagina por completo. En cada pasada
comenzaba por el cl�toris y terminaba pr�cticamente en mi ano. Luego mov�a la
punta de su lengua dibujando c�rculos sobre mi cl�toris. Aquello me hizo ver el
firmamento. Mi cuerpo rebotaba sobre la cama en espasmos de placer mientras que
de mi garganta sal�an sollozos cada vez m�s fuertes, hasta el punto de temer que
los vecinos me oyeran. Su lengua segu�a su recorrido incansable provocando que
mi co�o segregara una gran cantidad de flujo. Pero eso no parec�a importarle ya
que incluso me succionaba de vez en cuando el co�o con sus labios para
trag�rselo todo. Dec�a que no hab�a sabor m�s exquisito que el flujo de una
hembra en celo.



El reloj de la mesilla indicaban las 14:30 horas. Oscar
estaba a punto de llegar y no pod�a permitir que fuera espectador de aquella
singular org�a, as� que puse en antecedentes a Eduardo para que fuera
terminando. El muchacho dej� de lamerme el co�o, se recost� encima de mi cuerpo
y me la volvi� a clavar. Luego empez� a follarme otra vez mientras volv�a a
chuparme las tetas. El cr�o jod�a como los �ngeles. En cada embestida parec�a
que su polla se me iba a salir por la boca. Entonces empez� a venirme un nuevo
orgasmo. Eduardo se percat� de ello y aumento su velocidad al m�ximo, al tiempo
que su lengua penetraba en mi boca hasta casi rozarme la campanilla. Aquel
orgasmo fue tan brutal, intenso y prolongado, que estuve a punto de desvanecerme
de placer. Cuando mi �ltimo orgasmo concluy�, el muchacho me la sac� del chocho
y, avanzando en cuclillas hasta mi cara, me la meti� en la boca y eyacul� como
un toro de lidia.



Interminables borbotones de leche condensada me inundaban la
garganta al mismo tiempo que Eduardo se retorc�a de placer. Su glande segu�a
vomitando semen sin parar, por lo que no tuve m�s remedio que ir trag�ndomelo
todo. Luego sus chorros comenzaron a perder fuerza y volumen, pero, a�n as�, yo
segu�a tragando y tragando. Cuando finalmente vaci� sus huevos en mi est�mago le
limpi� con mi lengua los restos de lefa que le colgaban del capullo.



Antes de levantarse de encima de m�, me dijo que nunca una
mujer se hab�a tragado su semen y que le hab�a vuelto loco de placer. Yo le dije
que, confesi�n por confesi�n, jam�s ning�n t�o me hab�a follado como �l. Nos
besamos durante unos segundos m�s y luego nos vestimos y nos sentamos en el
sal�n, fumando un cigarrillo, mientras llegaba Oscar.


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