Relato: El cuartel dentro de mi



Relato: El cuartel dentro de mi

Mi t�a ten�a un restaurancito y yo atend�a a la clientela,
junto con mi prima, mientras mi t�a y un ayudante trabajaban en la cocina. Hab�a
llegado yo de un pueblo a dos d�as de camino en un cami�n de tercera con la idea
de proseguir mis estudios con la ayuda de mis t�os. Y estaba obligado a portarme
bien. Me lo hab�a prometido muchas veces durante los cuatro meses que ten�a, y
hab�a cumplido trabajosamente.


Como el restaurantito estaba cerca de la zona militar, al
local acud�an frecuentemente muchos soldados del cuartel en sus d�as francos,
unas veces con uniforme y otras vestidos de civil. Entre ellos estaba Roberto.
Era guapo, con unos ojos oscuros y una cara de adolescente todav�a, casi sin
barba ni bigote, pero eso s�, con un cuerpo de tentaci�n que se adivinaba debajo
del uniforme. Practicaba mucho ejercicio y hac�a karate, seg�n supe despu�s. Por
supuesto, ten�a unos b�ceps que llamaban inmediatamente mi atenci�n cuando
llegaba en camisas de seda coloridas, y sus manos gruesas y callosas me
provocaban escalofr�os cuando me entregaba el dinero para pagar su consumo. Por
ese tiempo empec� a so�ar despierto imaginando su cuerpo desnudo, y me pajeaba
poni�ndome cosas en el culo imaginando que ten�a dentro su verga que ni siquiera
conoc�a. Claro, tambi�n recordaba a mi vecino, all� en el pueblo, con quien me
juntaba para masturbarnos en medio del bosque donde recog�amos le�a o caz�bamos
conejos. Bastante excitado me dijo un d�a: d�jate, y me dej� que me metiera su
le�o de adolescente a�n. Despu�s vino mi primo, y un amigo de mi primo, y hasta
aqu� llegaban mis experiencias, no demasiadas y ni siquiera tan excitantes, pero
que ya me hab�an provocado un gusto.


Pero en esta ciudad yo hab�a jurado portarme bien, y lo
estaba haciendo. A lo m�s que llegaba era a irme al cine, los d�as de descanso,
a ver cualquier pel�cula boba para adolescentes, porque en las salas de adultos
no me dejaban entrar, debido a mi edad. Tal vez se cre�an que yo ignoraba tantas
cosas, cuando la verdad era que ya hab�a averiguado mucho de la vida.


Y fue en el cine donde volv� a ver a Roberto. El estaba
formado varios lugares delante de m� en la cola del cineteatro, y se ofreci�
para comprar mi boleto. Me ruboric� cuando le dije la pel�cula a la que iba, y
como �nica explicaci�n le dije que no me dejaban entrar a la otra. Le dije
cu�nto deseaba ver esas pel�culas para adultos, y sonriendo me dijo: yo tengo
algunas en casa, si quieres verlas. Acept�, y nos salimos de la fila para ir a
su casa.


Ten�a un peque�o departamento con una habitaci�n y dos camas.
Su compa�ero de cuarto estaba de guardia en cuartel, y ten�amos el departamento
para nosotros solos, y adem�s yo ten�a permiso para volver hasta las 11 de la
noche a casa de mi t�a, as� que ten�amos tiempo para ver dos o tres pel�culas,
pens�. Roberto me ense�� dos para que yo escogiera, una rom�ntica y otra de
sexo. Escog� la segunda. Roberto mi mir� y sonri� maliciosamente, y luego puso
el cartucho en la videocinta. La pantalla del televisor no tard� en mostrar
escenas calientes, de un t�o que se cog�a a una tipa por todos lados. Yo miraba
de reojo a Roberto que estaba excitad�simo, sudando, con una erecci�n tremenda.
Cada dos o tres segundos se frotaba el miembro por encima del pantal�n, hasta
que finalmente dijo: tengo ganas de hacerme una paja tremenda, �t� no? Yo
respond� que s�. Y enseguida se baj� el zipper, sacando un instrumento enorme.
Yo me ruboric� de inmediato, pero �l dijo: �Qu�? No te vas a pajear? Con
movimientos torpes saqu� mi verga que mostraba una erecci�n incipiente, nada
comparada con la suya. V� como masturbaba con movimientos lentos, abriendo la
boca, emitiendo unos suaves murmullos de placer. De repente lo v� despojarse de
toda su ropa, qued�ndose con los calzoncillos blancos hasta las rodillas. Su
cuerpo era como yo lo imaginaba, bien proporcionado, duro, piel cobriza, con los
abdominales bien marcados. Yo nunca hab�a visto un cuerpo as�. Se acerc� a m� y
me sent� desafallecer. El estaba de pie y yo sentado. Su enorme falo apuntaba
hacia mi cara cuando me propuso que se la tocara. Sin decir una palabra la tom�
t�midamente y su mano se cerr� sobre la m�a, oblig�ndome a pajearlo. La piel de
ese cilindro de carne maciza era tersa, la cabeza se mostraba pulida y bastante
hinchada, y debajo colgaban unas bolas como pelotas grandes, oscuras y
corrugadas. Estaba caliente y h�meda, con el l�quido preseminal saliendo ya, en
se�al de que estaba listo. Me pregunt� si la quer�a y dije que s�. Con dije con
una voz tan suave que no delataba la emoci�n tan grande que sent�a por tener esa
cosa en mi mano, por imaginarme su falo penetrando en mi culo. Lo dije pensando
que hab�a aceptado con ese prop�sito, aunque no me lo confesara abiertamente. Lo
dije pensando en que �ste era, carajo, todo un hombre, diferente a los
adolescentes que hasta ese momento hab�a conocido. Lo dije mirando directamente
a sus ojos, chispeantes, mientras mi mano estiraba nuevamente el orgullo de su
masculinidad.


Me dio un beso en los labios, apenas un peque�o toque, y
luego otro, m�s prolongado, un poco despu�s ya estaba metiendo su lengua por
toda mi boca, recre�ndose en mi lengua, en mis dientes, en mis labios,
recorriendo mi cuello, mi pecho, mis tetillas, mi vientre. Quiero que lo hagas
t�, dijo, y como buen alumno lo imit�. Primero sus labios, luego su lengua, sus
dientes, su cuello, sus tetillas, su vientre.


Una vez all� me empuj� la cabeza hacia abajo y me encontr�
con su miembro a la altura de mi boca. B�salo, pidi�, y yo lo hice. Tr�gatelo,
pidi�, y yo lo hice. Sent� la potencia de su verga horadando mi garganta y tuve
una sensaci�n de ahogo. Semejante pit�n no cab�a m�s all�, pero Roberto
empujaba, tratando de meterse m�s. En la segunda sofocaci�n supe que tragarme
esa cosa entera era misi�n imposible. Me limit� a ensalivarla toda, a repasarla
de arriba abajo con mi lengua, con mis dientes, con mis labios. Le daba peque�os
apretones con los dientes y Roberto emit�a un quejido. Ten�a toda la verga
h�meda por mi saliva cuando me dijo que me volteara. Le ofrec� mis espaldas que
acarici� de arriba abajo, primero con sus manos, luego con su lengua. Tendido en
el piso me acomod� su instrumento pero no me penetr� de golpe. Me pasaba su
gruesa cabeza por el trasero, lubric�ndolo con mi saliva impregnada en su macizo
y con el l�quido preseminal., arranc�ndome gemidos de placer. Luego me introdujo
uno de sus dedos, y enseguida dos, masajeando directamente mi orto. Yo no cab�a
en s� de gozo. Me ten�a prendido. Cuando sinti� que hab�a llegado el momento
coloc� su punta afilada en mi orificio anal presion� un poco. Sent� su glande
amenazando mi entrada como un poste. Su dureza era comparable a la piedra en ese
momento. Sent� tres o cuatro picotazos, pero aquella inmensa mole no entraba, Mi
esf�nter estaba totalmente cerrado. Volvi� a colocar saliva en su mano y la
aplic� directamente en mi culo.


Todo mi trasero estaba humedecido. Sent� cuando volvi� a la
carga y una punzada de dolor indic� que me estaba penetrando. Trat�
instintivamente de sacarme, pero �l me tom� firmemente de los costados y dijo,
con la voz ronca por las ansias: Aguanta, aguanta, ya est� entrando. Y s�, sent�
como se verga entraba hasta mis adentros como una sensaci�n quemante. Nunca
hab�a sentido algo as�, pero tampoco me hab�a cogido un macho con una verga tan
grande como �sta. Roberto celebr� su entrada con un rugido triunfal, un ahhh�
que inund� la habitaci�n. Y ya fuera por el contagio, o porque yo estaba
sufriendo, emit� tambi�n un ahhh que significaba que estaba sintiendo su
preciosa virilidad dentro de m�. Y apenas hab�a introducido la mitad. El resto
se meti� con un nuevo movimiento de su pelvis, vigoroso, r�pido, que me arranc�
otro quejido. �Te duele? Dijo �l. Yo dije que s�. �Eres virgen? Pregunt�. No,
dije, lo que pasa es que jam�s hab�a tenido algo tan grande.


Y era cierto. Descuida, agreg�, te la voy a meter despacito.
Y empez� un suave vaiv�n, lento y acompasado, un leve movimiento apenas que
contribuy� a lubricar m�s mis paredes y me arranc� los primeros gemidos de
placer. Luego fue m�s r�pido, y enseguida m�s r�pido. En cada arremetida yo
pujaba, sintiendo ese falo explorando todas mis entra�as. Sent�a algo raro en mi
pecho, en mi garganta, un calor que inundaba mi cuerpo, una sensaci�n ardorosa y
placentera que empezaba en mi recto y terminaba en mi cara, en mi lengua, en mis
labios. Mis labios se resecaban constantemente oblig�ndome a lubricarlos con mi
lengua. Y aquella cosa entraba y sal�a, entraba y sal�a, produci�ndome
escalofr�os. De repente se salio y dijo: quiero que te montes en mi palo.


Se acost�, y con sus manos apuntal� su verga que qued�
mirando al cielo. Yo ve�a su cabeza roja, palpitante, y apenas pod�a creer que
unos segundos atr�s la ten�a metida en mi trasero. Me acomod� como pude, y me
dej� caer. Para mi sorpresa su verga entr� de inmediato. Y empec� a moverme
hacia arriba y hacia abajo ayudado por Roberto, que con sus gruesas manos me
empujaba y jalaba mis costados. Roberto se retorc�a de placer, y yo estaba
sintiendo escalofr�os hasta la punta de los pelos. Ya de plano su respiraci�n
sub�a y bajaba, y su boca abierta emit�a bramidos. Tambi�n la m�a. No dije que
el gozo compensaba todo? As� era. Carazos, como gozaba. Su verga se hund�a hasta
el fondo acariciando en cada vaiv�n mis �rganos internos, con lo que yo recib�a
una descarga de sensaciones gratas. Este macho era m�o, todo m�o. Su gran verga
la ten�a ensartada en toda mi humanidad. Ay, ay, c�geme, dec�a yo, pero en
realidad yo lo estaba cogiendo a �l, con mi culo, con mi gran culo abierto. Con
su ayuda me impuls� para ganar altura, y en uno de esos lances me sal� por
completo, pero la fuerza de gravedad me devolvi� al instante hasta su verga. El
impacto debi� aflojarme todo por dentro, porque sent� que se hab�a alojado hasta
mi garganta en un solo empuje. Y el grito que peg� �l fue de antolog�a.


Acto seguido empez� a bramar y a bramar, y se agarr�
fuertemente de mis piernas. Estaba terminando. Pero yo segu�a, inclemente, con
aquel movimiento fuerte, sintiendo como se iba lubricando todo mi culo con su
semen. Empec� a sentir que yo tambi�n terminaba mis chorros de leche ba�aron su
vientre. Era abundante y espesa, blanca y cremosa, y manaba tan deliciosamente
que nunca me hubiera imaginado tanto placer. Mi cuerpo se agitaba con los
espasmos mientras �l tiraba de mi cuerpo, luchando por mantener su verga dentro
de m�. Poco a poco nos fuimos aplacando. Su pecho a�n sub�a y bajaba cuando me
desmont�, y un hilillo de semen corr�a por mis piernas.. Lo contempl� a mis
anchas: su cuerpo estaba brillante por el sudor, su boca resoplaba todav�a, sus
pectorales sub�an y bajaban con el impulso de su respiraci�n agitada, su sexo
estaba perdiendo rigidez, y ahora descansaba, agotado, humedecido por sus flujos
y los m�os, sobre el blando colch�n de sus vellos p�bicos y sus ingles. Era
hermoso, demasiado hermoso, el prototipo perfecto del hombre con el cual yo
hab�a so�ado. Y esa noche hab�a sido m�o, y yo de �l.




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Relato: El cuartel dentro de mi
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