Relato: El gordo precoz (3)





Relato: El gordo precoz (3)


EL GORDO PRECOZ (3)


CAP�TULO III: NOCHE INTERMINABLE (PARTE 1)



Ten�a frente a mis ojos la oreja m�s er�tica que jam�s haya
visto antes, y me vi tentado a lam�rsela y a chuparla; pero decid� no hacerlo
por culpa de la proximidad de casi toda la concurrencia, lo que me llev�
finalmente a acercarme lo m�s posible, roz�ndole casi el l�bulo con mis labios
en forma deliberada y le expres� el motivo por el cual me hab�a dado cuenta de
la intenci�n de enga�o de los rivales que acab�bamos de vencer.


La mirada que me devolvi� fue de admiraci�n, pero segu�a
viendo la cuantiosa ternura que desped�an sus ojitos, mezcladas con una tristeza
bastante acentuada, que no congeniaban para nada con la tremenda sonrisa sincera
que dibujaban sus labios, y que me estaba obsequiando segura respuesta de
agradecimiento por haberle contado mi secreto.


"Soy Juan, el esposo de Mar�a." Dijo y me ofreci� la mano.


Obviamente ya lo sab�a, no necesit� de esa presentaci�n para
saber qui�n era �l. Apenas lo vi, apenas lo escuch�, apenas sent� su mano posada
en mi hombro, me hab�a dado cuenta que �sa era la persona que hab�a estado
esperando conocer durante los �ltimos tres meses, y tan s�lo con mirarle a los
ojos por primera vez, tuve la extra�a sensaci�n como que a esta persona ya la
conoc�a desde siempre.


Le tom� la mano con las dos m�as, y para cerrar a�n m�s el
circuito de energ�a que recorr�a nuestros cuerpos, y suponiendo, sin estar
totalmente seguro, de que �l tambi�n lo deber�a sentir, le di un beso en la
mejilla.


"Yo soy Zesna." Dije simplemente, temiendo derretirme
completamente, resbalar de mi asiento e ir a parar de culo directamente al piso.


"Mar�a me ha hablado de ti." Dijo siempre en forma muy
t�mida, pero devolvi�ndome el beso.


"Oh, espero que te haya dicho solamente lo bueno." Dije en
tono de broma, aunque medio nervioso y expectante por lo que le hubiera podido
decir esa puta.


"Me cont� que t� juegas muy bien al truco." Dijo, dej�ndome
aliviado. "No soy de venir a este tipo de reuniones, pero sinceramente en esta
oportunidad lo he hecho s�lo por el torneo, ya que es un juego que me apasiona,
y mucho. He estado vi�ndote jugar desde hace un rato, y realmente me llama la
atenci�n y me sorprende ver lo bien que lo haces cuando no tienes buenos naipes.
No estuve de acuerdo con muchas de tus decisiones antes de ver los resultados, y
debo reconocer que yo hubiera jugado bastante diferente en la mayor�a de las
veces, y obviamente perdiendo la posibilidad de obtener los puntos que tu
ganaste. Me gusta realmente tu forma de jugar."


Fuera del significado de sus palabras, que me emocionaban
totalmente, el sonido de su voz era como m�sica para mis o�dos.


Cu�nto tiempo podr�a pasar hasta que finalmente alguien se
terminara de dar cuenta del fuerte sentimiento que yo ten�a hacia esta persona?





"Bueno, Zesna. Lamento informarte que ya lleg� mi compa�ero
de siempre, por lo que tendr�s que buscarte una nueva pareja." Me dijo el due�o
de casa, viendo que mi otro patr�n hac�a un largo rato que estaba parado al
costado de la mesa de juego.


Mir� para todos lados buscando a Julio, mi compa�ero desde el
problema con Andr�s, y no lo vi.


"Hey, alguien sabe si Julio ya vino?" Grit� mirando para
todos lados, para confirmar finalmente que �l a�n no hab�a llegado.


"Jajajajaja, el d�a del torneo y te quedaste sin pareja,
Zesna?" Se burl� uno de mis patrones.


"Bueno, supongo que ya va a llegar de un momento a otro."
Dije convenci�ndome a mi mismo que as� deber�a de ser.


"Espero que no se demore demasiado, porque no podremos
esperarlo por mucho tiempo m�s. Ya estamos casi todos." Dijo uno de mis jefes.


Andr�s, mi ex compa�ero, se acerc� a mi, y me pidi� disculpas
nuevamente por lo grosero que hab�a sido conmigo anteriormente y casi me rog�
para que jugara el torneo con �l. En un momento hasta llegu� a pensar que se iba
a poner a llorar, y en un segundo de debilidad casi acepto su propuesta.


Not� que estaba arrepentido sinceramente, pero
definitivamente ya no iba a ser lo mismo si formara pareja otra vez con �l. Es
como cuando se rompe un plato, intentas arreglarlo, y por m�s bien que se vea
luego, nunca quedar� como antes. Es que sin confianza, no hay esa parte m�stica
que se forma entre los buenos compa�eros de juego.


Lo lamento mucho, pero no. Le acept� las disculpas, pero
sinceramente no quer�a volver a jugar con �l, y como no soy rencoroso y mucho
menos quer�a pecar de antip�tico, intentaba buscar una excusa valedera para
decirle, una que fuera la m�s simp�tica posible, y realmente no se me ocurr�a
ninguna.


Me odi� a mi mismo, porque muy pocas veces me dejaba de venir
a la mente una excusa, pero en esta ocasi�n, estaba como bloqueado, con la mente
en blanco, talvez conmovido por lo inesperado de la forma c�mo se disculp�
conmigo.



La puta madre, y yo que miraba desesperadamente hacia el
port�n de entrada deseando ver llegar a mi compa�ero lo antes posible, y todo
in�tilmente, para convencerme finalmente que quiz�s Julio no vendr�a en esta
oportunidad. Justamente hoy que era el d�a del torneo; y para peor estaba Andr�s
que se me hab�a pegado como mosca a la miel para intentar convencerme.


De pronto escuch� la misma voz gruesa, pausada, dulce, tierna
e igualmente t�mida detr�s de m�.


"Lo siento, amigo, pero Zesna ya me prometi� que si no
llegaba Julio, jugar�a el torneo conmigo." Dijo dirigi�ndose a Andr�s, dej�ndome
totalmente sorprendido y desconociendo cu�l fue el motivo mayor de mi euforia,
si el haberme hecho zafar de la situaci�n con Andr�s, ya que me brind� la excusa
perfecta para no jugar con �l, o el estar siendo consciente paulatina y
lentamente de que el obeso iba a ser mi pareja en el torneo. Acompa�� sus
palabras con la misma mano apoyada en mi hombro, y haci�ndome sentir exactamente
todas las mismas sensaciones que me hab�an inundado anteriormente.


Andr�s se retir� cabizbajo.


"Gracias, Juan." Dije simplemente, pero nuestros ojos que se
miraban casi sin parpadear hicieron acrecentar la fuerza del agradecimiento que
le intentaba comunicar y que era sensiblemente mucho mayor que las meras
palabras emitidas.


"Perdona el atrevimiento, pero vi que estabas en un aprieto y
quise poder ayudar. Espero que no te haya molestado." Dijo con la voz temerosa
que lo caracterizaba.


La �nica respuesta que encontr�, adem�s de la sonrisa, fue
buscar con la vista al due�o de casa.


"Ya tengo nuevo compa�ero!" Le grit�, para que se apurara a
organizar los juegos, y antes de que llegara Julio, mi m�s reciente "EX"
compa�ero.



Not� c�mo a Juan se le abrieron los ojos de par en par, y
supuse que bien podr�a ser por la emoci�n de jugar conmigo, ya que sent� que se
transform� en mi admirador casi al instante de verme jugar.


Yo ten�a una alegr�a interior que intentaba por todos los
medios que no se me desbordara por los poros. Era como un ni�o con juguete
nuevo.


Ya hasta estaba temiendo que alguien se percatara de que algo
muy extra�o estaba sucediendo entre nosotros.


Sent� en lo m�s hondo de mi ser que �l tambi�n deb�a sentir
alg�n tipo de atracci�n hacia mi, y no necesariamente homosexual, porque
definitivamente se puso muy contento cuando acept� jugar con �l.


Verdaderamente, y lo juro por lo m�s sagrado, en ning�n
momento desde hac�a tres meses hasta unos segundos atr�s, hab�a pensado
seriamente en la posibilidad de tener a Juan como pareja de truco, sencillamente
no me lo hab�a imaginado ni se me hab�a ocurrido para nada, por lo que me fue
muy grato en el mejor sentido; fue algo que me excit� sobremanera, y mucho m�s
a�n si fu�ramos a tener la posibilidad de ganar los trofeos y poder festejar ya
sea con un abrazo, o d�ndonos un beso aunque m�s no fuera en la mejilla, tal
como eran las formas m�s habituales de demostrar euforia tras una victoria.


S�lo con pensar apenas en abrazarlo el mismo d�a de haberlo
conocido, me llen� los calzoncillos de l�quido.





"Hey, eso no lo podemos permitir." Dijo de pronto mi otro
jefe. "Esa pareja no puede jugar junta."


Me qued� estupefacto, contuve la respiraci�n y se me congel�
la sangre.


Por qu� no?


Qu� era lo que acontec�a?

Se habr�a dado cuenta de mis sentimientos hacia �l.?


"Por qu� no podemos jugar juntos?" Pregunt� Juan cambiando
completamente el rostro y con temor a perderme como compa�ero. "Qu� es lo que
sucede?"


"Esto no va a ser para nada divertido." Contest�.


"Qu� cosa? Por qu� no?" Volvi� a cuestionar Juan, que por una
fracci�n de segundo me pareci� que iba a romper a llorar.


Este tipo era uno de los m�s tiernos que hab�a visto. Muy
educado en su forma de hablar, terriblemente t�mido, como no queriendo molestar
nunca, y de pronto sent� que �l hasta matar�a para poder jugar conmigo como
compa�ero.


Acto seguido mis dos jefes se echaron a re�r a carcajadas,
por lo que comprend� que le estaban gastando una broma al gordo.


"Jajajaja, porque les vamos a romper el culo a los dos
juntos, Juan." Dijo, y todos se pusieron a re�r, Mar�a incluida.


Todos rieron con la excepci�n de Juan y m�a, que ya hab�amos
iniciado un grado de complicidad s�lo con la mirada. Nos vimos a los ojos y nos
sonre�mos mutuamente como dici�ndonos en silencio "ellos no saben con quienes se
meten". La qu�mica que se hab�a formado entre nosotros, mismo sin haber
transcurrido ni siquiera media hora de habernos conocido, realmente casi rondaba
lo sobrenatural.



Mientras organizaban las partidas, Juan fue a traer un
asiento para sentarse junto a mi. Fue en ese preciso instante que pude observar
mejor el resto de su cuerpo.


Me impact� el espectacular trasero gordo y parado hacia
arriba y hacia fuera que bamboleaba como si fuera al son de la m�sica, el cual
era extremadamente grande al igual que sus muslos que adem�s de muy gruesos,
parec�an como que ambos estuvieran unidos desde siempre, y que frotaba de un
lado a otro a medida que caminaba. Imagin� lo oscuros que los deber�a tener
producto de la fricci�n entre ellos. Supuse tambi�n una posible raz�n por la
cual hab�a devuelto los calzoncillos sucios. Ahora que lo ve�a as�, caminando y
meneando ese gigantesco trasero, adivinaba lo muy dif�cil que le deb�a resultar
limpiarse el culo �l s�lo, por supuesto que existen formas como el bidet de
asearse mejor, pero posiblemente alg�n apuro o mismo un pedito mal tirado
podr�an haber causado el desgraciado accidente que siempre estuve totalmente
convencido de que hab�a ocurrido. No parec�a un gordo sucio como para creer que
siempre andaba con el culo mal aseado. Sonre� pensando en que yo le podr�a
ayudar honestamente y sin pedirle nada a cambio d�ndole literalmente una mano
para solucionarle ese problema cada vez que me lo solicitara. Mi lengua se sal�a
de la vaina para probar esa raja que se adivinaba muy profunda y sumamente
deliciosa.


Volv� a sonre�r cuando finalmente puse atenci�n a la prenda
que cubr�a ese trasero; llevaba puestos los pantalones con el�stico que yo le
hab�a vendido a su mujer. Mi miembro se puso duro nuevamente al recordar que
ten�a en mi casa la ropa interior que �l se hab�a probado y que hab�a estado en
contacto directo con esas voluminosas nalgas y con toda su zona genital.


La espalda cubierta por la remera que tambi�n nos hab�a
comprado su esposa, era igualmente muy grande, un poco encorvada y su andar era
lento, arrastrando los pies, tal como si estuviera bastante cansado. Mov�a las
piernas hacia delante y levemente hacia sus costados, apoyando todo su pesado
cuerpo sobre ellas lentamente sobre una y luego sobre la otra, haciendo un
movimiento que me resultaba sumamente er�tico, m�s a�n cuando intentaba
desnudarlo con la mirada.


Cuando volv�a con su asiento, pude verlo de frente por
primera vez. Sus pechos ya me hac�an babear antes mismo de terminar de
observarlo mejor. La remera de manga corta dejaba al descubierto sus gordos
brazos apenas con algunos t�midos pelos en su antebrazo, y su panza le llegaba
hasta la mitad los muslos tapando totalmente el lugar donde estaban sus
genitales, que me los adivinaba min�sculos en extremo, ya que deb�an estar
engullidos casi totalmente dentro de su abdomen. Rogaba por que fuera as�,
porque son mucho m�s deliciosos cuando los encuentro de esa forma.



Me sorprendi� en plena inspecci�n de su cuerpo, y le sonre�,
pero not� que se ruboriz� aunque igualmente me devolvi� una mueca lo m�s
parecido a una sonrisa; de todas formas tanto su rostro como su cuerpo me
segu�an desarmando completamente. No cre�a poder levantarme de esa silla sin
desplomarme directamente al piso ya que a mis piernas a�n las sent�a flojas.


Se sent� delante de m� y conversamos casi exclusivamente de
temas de trabajo. Me cont� que �l antes era proveedor de la tienda en la cual yo
trabajaba, y que ahora era vendedor del interior del pa�s. Viajaba casi todos
los d�as de la semana y cuando volv�a ten�a encima un cansancio tremendo lo que
pr�cticamente lo obligaba a dormir todo el tiempo.


Me pregunt� acerca de mi empleo, y le dije que yo le hab�a
vendido las prendas a Mar�a. La intenci�n m�a fue terminar de confirmar y
archivar definitivamente el tema de su prenda interior. En ese mismo instante,
me sedujo la idea de que �l bien pudo haber ensuciado sus calzoncillos adrede,
lo que lo desenmascarar�a como un perverso total. Rogu� hasta que fuera as�,
aunque vi�ndolo bien, dudaba mucho que lo hubiera hecho de ex profeso, porque
realmente no daba el phisique du rol. Lo lament� mucho, y como no se ruboriz� en
absoluto, confirm� definitivamente lo que pensaba, que �l ni siquiera se hab�a
dado cuenta del estado en que devolvieron la prenda, as� que cambi� de tema sin
antes decirle que me gustar�a que fuera �l mismo por la tienda para poder
mostrarle la amplia variedad de art�culos que ten�amos para �l, y si as� lo
decidiera, me gustar�a atenderlo personalmente para hacerlo sentir en su propia
casa.


Nuestras miradas se chocaron en m�s de una oportunidad, y
siempre �l desviaba la mirada hacia el piso, o mismo hacia sus manos, como
temiendo tener que mirarme directamente a los ojos.


Mi respiraci�n segu�a muy agitada, tan s�lo por estar
conversando con ese gordo frente a frente.


Cada tanto, la mirada se me iba inevitablemente hacia esos
muslos que en la posici�n de sentado se ve�an infinitamente m�s grandes a�n, al
igual que sus tetas que descansaban muy generosamente sobre su panza y su culo,
el que le sobresal�a por los cuatro costados del asiento.


No pod�a resistirme a la tentaci�n de mirarle esos pechos
tremendos, pero �l continuaba mir�ndome intermitentemente a los ojos antes de
cambiar la vista nuevamente de lugar, por lo que el esfuerzo para evitar posar
mis ojos sobre alguna parte de su cuerpo y que �l me descubriera mientras lo
hac�a, me hizo comenzar a transpirar.


Record� que en mi sue�o est�bamos en una situaci�n parecida a
�sta y que cuando le dije al o�do abiertamente mi atracci�n hacia �l, fue el
momento exacto en que hab�an comenzado sus gritos y sus insultos. Estaba cien
por ciento seguro que Juan no reaccionar�a como en mi pesadilla. �l
definitivamente no era ese tipo de persona, pero igualmente decid� no hacerlo y
ponerme nuevamente a descansar en manos del destino para ver qu� oportunidades
tendr�a posteriormente, si es que ir�a a tener alguna, de poder brindarle todo
el amor que deseaba darle a este hombre..


Aguant� todo lo que pude, hasta que mi vista no se pudo
contener m�s, y viendo un breve instante en que �l apartaba su mirada, mis ojos
se posaron sobre sus pechos. Lament� haberlo hecho, porque qued� realmente
hipnotizado porque se le trasluc�an los pezones gordos y erectos por detr�s de
la prenda. Las aureolas oscuras parec�an dos tremendas manchas incrustadas en
esa remera blanca. Trat� por todos los medios de no sacar la lengua, de no
ponerme a mamar esas tetas por encima de su ropa, de no morderme los labios, y
lo logr�, pero no pude quitar mi vista de all� por unos segundos m�s disfrutando
de ese panorama; y cuando finalmente volv� a verle a los ojos, �ste ya me hab�a
estado mirando nuevamente, y ahora otra vez totalmente ruborizado d�ndose real
cuenta de lo que yo le hab�a estado viendo sin pesta�ear. Baj� la mirada y su
rostro se ti�� de color rojo fuerte, producto de la terrible verg�enza que eso
le caus�.


"No, Juan." Le dije suavemente, intentando que no se sintiera
mal, y le apoy� una mano sobre su muslo, dispuesto ya a terminar con mi suplicio
y decidido a no disimular m�s los sentimientos que ten�a hacia �l; quer�a
finalmente gritar a los cuatro vientos que me gustaba much�simo que fuera as� de
tet�n y cul�n, y dejando a partir de ah� cualquier cosa que pudiera suceder
librado completamente al azar. Decid� en ese momento transmitirle lo que le
hab�a dicho al o�do en mis sue�os, y ver su reacci�n. Yo ya no aguantaba esta
situaci�n ni un segundo m�s.


Me mir� con los ojos humedecidos, en el preciso momento que
con un grito nos estaban nombrando a ambos para acercarnos a jugar nuestro
primer partido y que rompi� el clima que ten�a la certeza que se estaba formando
finalmente entre nosotros.



La puta madre.


Qu� momento m�s inoportuno!


Mir�ndonos directamente a los ojos, nos levantamos juntos,
extrajo un pa�uelo de su bolsillo y disimuladamente sec� sus anteojos empa�ados,
mientras yo lo cubr�a deliberadamente del resto de la gente, mientras �bamos a
conocer a nuestros primeros rivales del torneo.




Nunca en mi vida estuve tan seguro de una victoria como
jugando con Juan, mismo antes siquiera de terminar de sentarnos a la mesa y
comenzar la partida; y ya desde el primer encuentro que compartimos juntos, �l
se gan� mi absoluta confianza, ya que lo apoy� desde la primera decisi�n que �l
tom� por su cuenta. Nos consultamos casi en todo momento, y �l me devolvi� la
cortes�a tambi�n, confiando plenamente en mi instinto, y pregunt�ndome m�s de
una vez "qu� te parece tal o cual cosa?" o bien, m�s concretamente "te parece
que ellos estar�n mintiendo en este momento?".


A los dos minutos de estar jugando con Juanl, me pareci� que
�l ya hab�a sido mi compa�ero de truco de toda la vida.


Cre� que ya sab�a todo acerca del juego, pero Juan me ense��
entre otras cosas, a usar la sicolog�a con los rivales de una forma distinta a
la que yo utilizaba. Ese era su fuerte.


Apenas apoy� su gigantesco culo en el asiento, le dijo a uno
de los contrincantes que era conocido suyo, mientras le se�alaba con el corto
pero gordo dedo �ndice:


"T� trata de no mentir, porque se te nota en la mirada."


Tan s�lo eso, absolutamente nada m�s y lo destroz� para toda
la noche. Esa persona minti� muy pocas veces en la partida, y cuando lo hizo
estaba tan cohibido que lo realiz� de la manera m�s torpe que se pueda lograr,
pareciendo realmente un principiante sin serlo, lo que lo dej� totalmente al
descubierto en todo momento que intentaba enga�arnos y f�cilmente los pudimos
vencer.



Cuando Juan tomaba el control del juego, era invencible.
Nunca hab�a visto jugar a otra persona de la forma lo m�s parecida posible a mi
mismo. Era como si yo estuviera jugando de pareja conmigo mismo.


Desde la primera partida que jugamos juntos, ambos las
tomamos como si fueran de vida o muerte. S� que no es para tanto, pero me
excitaba en demas�a jugar con �l, y mucho m�s a�n cuando le hac�a las se�as de
los naipes. Un beso, un gui�o, mostrarle la puntita de la lengua, una mordida
del labio inferior como diciendo "me vuelves loco!", y siempre en la misma forma
disimulada, ya que nuestra mesa estaba siempre rodeada de p�blico. Fantaseaba de
igual manera cuando era �l quien me hac�a id�nticas se�as.


Ganamos las dos partidas que disputamos esa noche, todas con
sus correspondientes revanchas, mientras otros partidos se fueron jugando
simult�neamente en otras mesas.


Hicimos un alto para cenar, cuando finalizaron tambi�n las
dem�s partidas.


Nos sentamos juntos, y su esposa lo hizo frente a nosotros.


"Veo que se han hecho amigos." Dijo en un tono que me segu�a
sonando a raro. No s� si segu�a con intenciones de seducirme, pero me pareci�
que disfrutaba de esa especie de extra�a morbosidad, tal vez porque finalmente
yo hab�a logrado conocer a su marido y nos llev�bamos tan bien.


"S�, y realmente hacemos una muy buena pareja." Dijo Juan.
"Ya pueden ir grabando nuestros nombres en los trofeos." Concluy�.


Me gust� lo de "Hacemos una muy buena pareja." Aunque yo lo
registr� en un significado muy diferente al que �l le dio.


"T� tambi�n te diste cuenta que resultaremos vencedores del
torneo?" Pregunt�, teniendo en cuenta que a�n faltaban varias partidas por
disputar.


"Por supuesto." contest� su mujer. "Juan est� acostumbrado a
ganar siempre, por eso se cas� conmigo."


Lo que supuso ser un comentario gracioso, me result� lo m�s
sucio y desagradable que ella pudiera haber dicho. Juan tampoco sonri� por ese
comentario y le devolv� a Mar�a una de mis m�s serias miradas, para que se diera
cuenta totalmente que a mi tampoco me hab�a causado ninguna gracia lo que dijo.


Durante toda la cena tuve una erecci�n que no disminu�a,
producto de m�s de una raz�n. Su asiento estaba a mi derecha, y parte de su
panza descansaba sobre mi propio muslo. Su brazo y codo izquierdos golpeaban
suavemente sobre los m�os en forma accidental cada vez que los mov�a para comer.
En determinados momentos escuchaba su respiraci�n que se agitaba por instantes,
y verlo masticar y tragar la comida tambi�n imped�an que mi miembro se calmara.


Lo escuch� eructar disimuladamente en m�s de una oportunidad,
producto de su apresuramiento por comer. Eso me resultaba terriblemente er�tico
y muy excitante. Hasta rogu� para que se echara un pedo para poder aspirarlo.


Ahora comenzaba a levantar un vaso con refresco para beber.
Deseaba tomar el l�quido directamente de su boca mezclada con su saliva,
chupando esos labios y esa carnosa lengua.


Cada vez que levantaba mi vista en direcci�n a Mar�a, ella me
estaba mirando y me sonre�a. No quer�a este tri�ngulo bajo ning�n concepto que
estaba convencido que ella quer�a formar. No lo quise antes, y mucho menos lo
quer�a ahora que conoc�a a su marido, el culpable de hacerme sentir tantas
emociones en tan corto lapso de tiempo, que compensaba con creces todo lo que me
hab�a hecho esperar este instante, que hasta en determinado momento llegu� a
pensar que nunca ir�a a hacerse realidad.


Estaba decidido completamente a cortar de una vez por todas
con cualquier tipo de insinuaci�n de parte de ella. No sab�a c�mo, pero lo iba a
hacer. Por supuesto que no le iba a decir que estaba enamorado de su marido.
Supongo que ser�a catastr�fico, porque eso podr�a tambi�n separarme de Juan.
Pero ya se me ocurrir�a la forma de despegarla de m�, sin alejarme de su esposo.




Luego de la cena, Hicimos una sobremesa, y yo aprovech� para
ir al ba�o a orinar. Me mir� el rostro al espejo, y not� que no era el de
siempre.


Me notaba contento, excitado y nervioso al mismo tiempo.
Estaba jugando en pareja con la persona que me excitaba sexualmente de una forma
muy poco usual, y no encontraba la manera de hablar del tema. Segu�a temiendo
espantarlo de mi lado, a�n sabiendo que no me har�a un esc�ndalo como en mi
pesadilla.


Me lav� la cara, volv� a verla reflej�ndose en el espejo y me
pregunt� que era imposible que nadie se diera cuenta de qu� era lo que me estaba
pasando con s�lo verme ese rostro.


Decir que este gordo era el m�s deseado de los que haya
tenido, el que me inundaba con m�s sensaciones y el que me despertaba m�s ganas
de tenerlo en mi cama para siempre, ser�a una total falta de respeto hacia los
otros gordos que han estado conmigo, pero definitivamente, �ste ocupaba uno de
los primeros lugares de la lista, sin ninguna duda.


Sin terminar de conocerlo, o mejor dicho, apenas comenzando a
conocerlo, ya intu�a que esta persona iba a ser alguien muy especial.


Me sequ� el rostro finalmente y decid� volver a la sala.


Cuando abr� la puerta del ba�o para salir, un empuj�n me
devolvi� al interior del lugar que pretend�a abandonar.


Mar�a entr� abruptamente al ba�o y pas� el cerrojo a la
puerta.


Comenz� a desabotonarse la blusa.


"Qu� est�s haciendo? Est�s loca?" Pregunt� m�s enfadado que
asustado. "T� marido est� a unos pasos de aqu�."


"S�, estoy loca por ti." Me dijo y se quit� el corpi�o,
dejando al descubierto dos tetas hambrientas.


"Est�s completamente equivocada, Mar�a." Expres� y me dirig�a
hacia la puerta cuando ella se puso en medio, obstaculiz�ndome la salida.


"Por favor, Zesna, te necesito." Me suplic�.


"Lo siento, Mar�a. Ya hablamos de este tema. No le puedo
hacer algo as� a tu esposo." Contest�.


"Ya lo conociste. Ya viste lo que es!" Dijo.




Ya viste lo que es!


Ya viste lo que es!!


Ya viste lo que es!!!


YA VISTE LO QUE ES!!!!!


Esa �ltima frase fue como un eco.


"Que dijiste?" Pregunt� al borde del enojo. Ya hab�a logrado
sacarme literalmente de las casillas con su �Ya viste lo que es!� El significado
sumado al tono, me son� demasiado despectivo, y ello motiv� que la furia
venciera al enojo primario. "D�jame salir."


"No." Contest� rotundamente.



"Esc�chame bien..." Me detuve un segundo, pens� hasta en
contarle de una vez por todas que ella no me gustaba para nada sino que su
marido era el que me ten�a loco, para que me dejara en paz de una buena vez..


Mi cara ya hab�a cambiado totalmente el semblante, por
primera vez no me import� maltratar a esta puta de mierda; desped�a desprecio
hacia esta persona, y si fuera un drag�n, ya le hubiera escupido todo el fuego
que tuviera dentro para incinerarla y borrarla completamente del mapa.


Aunque me resist�a a contarle la verdad, lo iba a hacer
finalmente si no encontraba otra excusa en forma urgente. Mi mente estaba
funcionando a velocidad de v�rtigo para encontrar otra soluci�n r�pida y
definitiva al asunto sin necesidad de quedar totalmente expuesto con los
sentimientos que ten�a hacia su marido.


La ira ya me hab�a abrazado en sus brazos completamente y
tem� por un instante ser capaz de hacer algo por lo que pudiera arrepentirme
despu�s.


"Mar�a, tu marido..."


"Qu� carajo te pasa con mi marido?" Quiso saber de una buena
vez.


Ese fue el momento exacto en que encontr� la respuesta que
hab�a estado buscando. Es que cuanto m�s presionado estoy, m�s me fluyen las
soluciones a los problemas.


"Mar�a, tu marido se va a enterar de todo lo que est�s
haciendo." Dije a�n con el rostro enfadado, pero m�s aliviado interiormente.


"Qu� quieres decir?" Dijo conteniendo el aliento.


"Que le voy a decir lo que intentas hacer conmigo." Le dije
mir�ndola fijamente a los ojos.


"T� no ser�as capaz de hacerlo." Dijo desencajando su rostro
completamente, como si la noticia que le di hubiera sido un balde de agua fr�a
que no esperaba en lo m�s m�nimo.


"Veo que t� no me conoces. Ya lograste enfadarme. Te lo
advert� la �ltima vez que lo intentaste, cuando te llev� en mi autom�vil." Ahora
que hab�a tomado el control de la situaci�n, realmente hasta lo estaba
disfrutando. "Adem�s nunca traiciono a mis amigos, y Juan, definitivamente ya lo
es."


Me mir� nuevamente repiti�ndome que yo no ser�a capaz de
hacerlo.


"Voy a contar hasta tres, y si no te apartas de la puerta,
cuando salga ir� directamente a dec�rselo." Amenac�. "Uno... dos... y tres."


No se apart� ni un mil�metro, por lo que la tom� fuertemente
de los brazos, la levant� en vilo mientras pataleaba e intentaba pegarme y la
mov� del lugar en que estaba obstaculizando mi salida, destrab� el cerrojo, abr�
la puerta y gir� en direcci�n a ella.


"No le voy a decir nada sino hasta ma�ana despu�s que ganemos
el torneo." Dije. "No quiero que nada se interponga en su concentraci�n. Pero
cuando vuelva a tu casa, sabr� con qu� clase de mujer est� casada." Dije y sal�
del ba�o dando un fuerte portazo dej�ndola a�n con las tetas al aire.





Juan estaba contemplando los trofeos, premios para la pareja
vencedora del torneo.


Me acerqu�, le puse un brazo en el hombro, sent� el
cortocircuito que esperaba y le dije:



"Imag�nate nom�s, que ah� en esa plaqueta, encima de donde est� grabado �La
Pareja Imbatible�, ma�ana van a estar nuestros nombres."


"Sabes que nunca gan� nada en mi vida?" Confes� con una
sonrisa que me dieron ganas de abrazarlo por lo tierno. "Ni a la loter�a, ni la
�nica vez que fui al casino, ni en las m�quinas tragamonedas, ni siquiera un
m�sero sorteo de figuritas cuando iba a la escuela. Y ahora estoy tan convencido
que este torneo va a ser nuestro que me emociona hasta las l�grimas."


"No te quepa la menor duda, Juan. Definitivamente tu suerte
va a cambiar." Dije para darle a�n m�s �nimos, y sin confesarle todos los
motivos que me indujeron a aventurar ese presagio. "Yo estuve seguro que ser�a
as� desde que nos sentamos a la mesa ante nuestros primeros rivales y te vi
jugar. Me siento muy orgulloso de la forma en que lo haces."


"Oh, gracias, Zesna. El sentimiento es rec�proco. Te he
admirado desde la primera vez que te he visto jugar y me emocion� mucho cuando
aceptaste ser mi pareja." Dijo y nuestras miradas se chocaron nuevamente y no se
pod�an despegar.


Por Dios, estaba seguro que �l sent�a alguna atracci�n hacia
mi.


Si hasta parec�a como que fu�ramos dos enamorados.


Podr�a ser que estuviera equivoc�ndome.


"S�. Me gustar�a ser tu pareja para todo, mi gordito divino."
L�stima que esto solamente fue producto de mi pensamiento, ya que no me atrev� a
hacerlo p�blico.



Seguimos mir�ndonos a los ojos como intentando explorarnos
interiormente. Cada vez que esto suced�a, las sonrisa desaparec�a de nuestros
labios. La mirada era muy seria, pero igualmente intensa, aunque no dur�
demasiado como a mi me hubiera gustado ya que desgraciadamente el hechizo se
cort� a los pocos segundos, debido a que el organizador del evento, mi m�s
reciente pesadilla, nuevamente estaba gritando nuestros nombres para jugar
nuestra pr�xima partida.


Interiormente comenc� a odiar este torneo.


Nos dirigimos hacia la mesa de juego, yo a�n pensando en lo
comprometido de la situaci�n en la que intentaba ponerme su esposa.


"Est� todo bien?" Pregunt� Juan apenas nos dispon�amos a
sentarnos en nuestros lugares correspondientes, luego de verme el rostro y
adivinando que algo no estaba del todo correcto.


"Despu�s te cuento." Le dije. No le pod�a mentir a un amigo.
Realmente no quer�a hacerlo de ninguna manera. Sonre�, d�ndome cuenta que �l ya
se hab�a percatado de que algo me hab�a sucedido. Lo nuestro ya era sumamente
fuerte. La qu�mica y el grado de complicidad estaban por encima de lo
aconsejable, tambi�n la atracci�n f�sica, pero bueno, esto �ltimo por lo menos
s�lo de mi parte ya que no pod�a hablar a�n por �l hasta no confirmarlo.


"Hace rato que no veo a mi mujer." Dijo busc�ndola por todos
lados.




"Me la cruc� cuando yo estaba saliendo del ba�o. Posiblemente siga all�." Dije
sin abundar en detalles, pero sin faltar a la verdad. "La necesitas para algo?"
Pregunt� mir�ndole directamente a los ojos, y tratando de mandarle un comentario
telep�tico que dec�a "No la necesitas para nada, Juan. Aqu� estoy yo para poder
hacerte todo lo que ella nunca te ha hecho."


Apart� su vista de la m�a, y nuevamente se ruboriz�.


Qu� demonios hac�a que se ruborizara tanto.


Habr� recibido mi mensaje telep�tico?


Desconoc�a que yo tuviera esos poderes.


"No, en realidad no." Dijo finalmente.


"A qu� te refieres?" Pregunt� temiendo ahora que s� se
hubiera dado cuenta de mis pensamientos.


"Que no necesito a mi mujer para nada." Dijo.


"Tu quieres decir que no la necesitas ahora, o que no la
volver�s a necesitar nunca m�s?" Bueno, esto tampoco abandon� mi mente en ning�n
momento. Nunca salieron esas palabras de mi boca. Jam�s hubiera sido tan
grosero.


Aunque ten�a ganas de comenzar a serlo.



Nuestros nuevos rivales ocuparon igualmente sus asientos, a
los que tambi�n vencimos sin ninguna clase de complicaciones. Ambos fuimos sus
m�s terribles pesadillas por todo el lapso de tiempo que dur� la partida.
Ment�amos a fuego cruzado. Cuando Juan dec�a la verdad, el que los cagaba a
mentiras era yo, y viceversa, desorient�ndolos continuamente y venci�ndolos
inexorablemente.


Luego jugamos una partida m�s que dur� hasta las 3 de la
madrugada, la que tambi�n ganamos, aunque esta vez en forma demasiado complicada
y muy pareja en el tanteador.


Ambos terminamos esa particular partida sumamente exhaustos.



"Vayamos a dormir y retornamos temprano en la ma�ana."
Sugiri� el due�o de casa luego que finalizamos victoriosamente ese �ltimo
encuentro.


"Yo me voy a dormir a mi casa." Dijo Juan levant�ndose de la
mesa.


"No seas tonto, Juan." Dijo mi jefe. "T� eres uno de los que
vive m�s lejos. All� est�n los colchones que vamos a poner en el suelo para los
que se queden." Dijo se�alando hacia la pared donde segu�an estando.


"S� pero prefiero ir a casa. Es que tengo que ir al ba�o."
Contest�, pareciendo una pobre excusa para no quedarse.


"Y cu�l es el problema?" Respondi�. "Mira que aqu� tambi�n
tenemos ba�os, eh?" Dijo y algunos se echaron a re�r.


"Anda, Juan." Dijo su mujer que hab�a permanecido casi
invisible durante las �ltimas horas. "Yo me vuelvo para casa, y t� qu�date as�
no tienes que preocuparte por volver en la ma�ana temprano."


Juan no insisti�, pero no pude dejar de notar un atisbo de
pena en su rostro, casi imperceptible.


Mar�a pregunt� hasta cuando durar�a el campeonato, y el due�o
de casa le contest� que posiblemente ser�a hasta el atardecer del d�a siguiente.


A�n quedaban varias partidas que segu�an siendo de
eliminaci�n directa. Cada pareja que perd�a un juego y su revancha quedaba
autom�ticamente fuera de competencia y adem�s desayunar�amos y almorzar�amos
all�.


Todav�a qued�bamos cinco parejas en carrera, entre ellas
Andr�s que hab�a formado yunta con el gordito de los 100 kilos y mis jefes que
a�n segu�an siendo los favoritos del torneo para la mayor�a de los concursantes
ya que habitualmente jugaban juntos y se conoc�an sus respectivas formas de
juego casi de memoria.



Mar�a le dio un beso a su esposo en la mejilla, dici�ndole
que no se preocupara, que ella estar�a esper�ndolo llegar con el trofeo en el
apartamento para festejar la victoria, y me lanz� una mirada como para darme
celos.


La ignor� por completo, registrando solamente que el beso se
lo hab�a dado en la mejilla y no donde se lo hubiera querido dar yo, y decid�
concentrarme en Juan, que cont�ndolo a �l, �ramos ocho hombres para dormir sobre
cinco colchones.




El due�o de casa, obviamente, durmi� con su esposa dentro de la casa, al igual
que mi otro patr�n que supongo que deber�a quedarse muy a menudo en la vivienda
de su socio.



Corrimos las mesas, los asientos y las mesas de billar y ping
pong para hacer espacio y poder ubicar los colchones entre ellas, que quedaron
ubicados de la siguiente manera:


Dos de ellos fueron puestos casi juntos en el centro mismo
del sal�n, que era el espacio m�s amplio que se obtuvo, rodeado de mesas y
sillas. Los tres colchones restantes fueron ubicados bastante m�s apartados
entre s�, y completamente separados de los centrales, uno al norte, otro al este
y el �ltimo al sur siendo �ste el m�s alejado de todos, rodeados tambi�n de m�s
mesas y asientos. La puerta de entrada estaba al norte, apenas a tres pasos del
colch�n, y el ba�o al costado de la parrilla y al oeste del sal�n.


Me estaba orinando encima, pues hab�a tomado demasiado
l�quido esa noche, y cuando intent� ir al ba�o, �ste ya estaba ocupado.


Juan me pregunt� si yo hab�a dormido all� anteriormente, y le
dije que no, que �sta iba a ser la primera vez.


Inmediatamente, por ser demasiado vergonzoso, �l pidi� dormir
en el colch�n del lado sur, que era el m�s apartado y escondido.


Cuando el ba�o se desocup�, entr� otra persona m�s corriendo,
y ri�ndose de m� que sab�a que necesitaba entrar con urgencia.


"La puta madre." Grit�. "Encima me toman el pelo."


"No te preocupes." Dijo Juan. "Eso nos pasa porque saben que
perder�n ante nosotros al truco." Y me sonri� en forma c�mplice.


Cuando se desocup�, le pregunt� al gordo si �l iba a utilizar
el ba�o, y me contest� que s�, pero que me ve�a con urgencia y me invit� a pasar
primero ya que �l iba a demorar bastante m�s tiempo d�ndome a entender que no
ir�a s�lo a orinar.


No insist�, aunque me hubiera gustado haber entrado despu�s
de �l, as� que corr� hacia el ba�o ya que en realidad casi me orinaba en los
calzoncillos.


El ba�o ten�a un fresco y agradable aroma a lavanda. Los
azulejos, el inodoro, el bidet y la pileta eran de color celeste, y una mampara
cerrada del mismo color ocultaba la ducha.


Respir� aliviado mientras segu�a orinando, y el miembro se me
par� cuando me di cuenta que iba a compartir la misma habitaci�n con ese dulce
gordote. Me gan� la excitaci�n y comenc� a acariciarme primero y lentamente a
masturbarme. Lo estaba disfrutando hasta que comenc� con el ritmo fren�tico y a
segundos de alcanzar el �xtasis, me detuve con un "Pero, qu� estoy haciendo?".


Me calm� y apret� el bot�n del inodoro.




Mir� mi rostro reflejado en el espejo denotando una excitaci�n latente, y moj�
mi cara repetidamente, logrando alcanzar mi objetivo. Tras calmarme y bajarme la
erecci�n completamente, volv� nuevamente al sal�n.


"Zesna, est�s bien?" Me pregunt� Juan demostrando que not�
algo en mi rostro que lo llev� a hacerme esa pregunta. Tras contestarle que todo
estaba correctamente, se encerr� dentro del ba�o.


La excitaci�n de imaginarme qu� estaba haciendo ese obeso
all� dentro, volvi� a endurecerme el pene. Trat� de distraer mi mente, mirando
los colchones que ya estaban ocupados. Los dos centrales ya ten�an a dos
personas acostadas en cada uno de ellos, y el del norte y el del este ya estaban
con sus ocupantes roncando sonoramente y en forma solitaria.


Juan ocupar�a el colch�n del sur, y me mor�a de ganas de que
lo compartiera conmigo, pero no sab�a como reaccionar�a �l ante mi pedido. En
realidad era casi hasta rid�culo que eligiera compartir su lugar, pues lo m�s
l�gico y razonable ser�a que lo hiciera en cualquiera de los otros dos lugares
disponibles, ya que inevitablemente hab�a mucho m�s espacio. Me imagin� al gordo
acostado all�, ocupando casi la totalidad de ese colch�n, y no pude resistirme a
pensar en c�mo har�an para dormir juntos con su esposa en la misma cama.


Demoraba m�s de la cuenta en salir del ba�o, y yo segu�a
pensando en la excusa m�s adecuada y la m�s natural posible, para poder
compartir su lecho y no quedar tan al descubierto demostrando mis sentimientos
hacia �l. Hasta me imagin� haci�ndole el amor all� mismo, si �l accediera, ya
que al estar tan apartado de los otros y completamente rodeado de mesas, nadie
se enterar�a de nada de lo que hici�ramos en ese colch�n casi privado.



"Juan, puedo dormir contigo?"


C�mo sonar�a eso realmente?


En realidad, y para ser honesto, quedar�a como un prostituto
sediento de sexo.



Me concentr� en ese ba�o cerrado con el obeso de 180 kilos
evacuando su vientre dentro de �l.


Hubiera pagado para verlo, escucharlo y olerlo.


Mi mente volvi� a la realidad cuando escuch� accionar el
bot�n que hizo correr el agua del inodoro, y nuevamente mi miembro reaccion� a
mis pensamientos. Sent� un impulso irrefrenable de saciar mi morbo, deb�a
encontrar un motivo para volver a entrar a ese ba�o usado por �l.


Escuch� correr el agua de la canilla por largo rato y se me
ocurri� que deber�a ensuciarme las manos para poder volver a ingresar con la
excusa de poder lav�rmelas; entonces fui hacia la parrilla, me tropec� a
prop�sito para meter deliberadamente ambas manos dentro de ella y ensuci�rmelas
con los restos de las cenizas, en el preciso instante en que la puerta del ba�o
se abr�a no sin antes o�r c�mo pulsaba nuevamente el bot�n del agua del inodoro
como dejando sospechar que lo evacuado hab�a sido cuantioso y que no hab�a
alcanzado para hacer desaparecer todo con una �nica vez.


Finalmente Juan sali� de all�.


"Qu� te sucedi�?" Pregunt� mir�ndome las manos.


"Me las ensuci� de la forma m�s torpe. No te preocupes, est�
todo bien, salvo que necesito lavarlas." Contest� satisfecho de haber encontrado
la excusa perfecta para volver a entrar al ba�o.


Apenas entr� y cerr� la puerta, aspir� profundamente, y mi
miembro endureci� ya que me parec�a estar dentro de un "jard�n de rosas". S� que
nadie m�s pensar�a lo mismo, pero quiero aclarar nuevamente el grado m�ximo de
excitaci�n y atracci�n que me provocaba este gordo. Tanto que, sin comparar con
nadie con el cual haya estado anteriormente, ten�a la convicci�n de que no
podr�a poner ning�n tipo de l�mites en cuanto a juegos sexuales, morbosidad y
lujuria, si tuviera la oportunidad de demostrarlo, y dije exactamente lo que
quiero decir, absolutamente sin ning�n tipo de l�mites.


Todo lo relacionado con este obeso me resultaba
extremadamente er�tico y excitante.


Me lav� las manos y revis� el inodoro, que estaba totalmente
limpio. Toqu� donde su culo se hab�a sentado hac�a unos momentos, y a�n estaba
tibio. Apoy� mi cara all� y sent� el calor en mi rostro que comenz� a
intensificarse paulatinamente, y por un instante tem� que me quemar�a. y supe en
ese instante que ten�a que hacer algo urgentemente y esa misma noche. No pod�a
esperar ni siquiera hasta la ma�ana siguiente. Ya hab�a aguardado por tres
largos meses tan s�lo para conocerlo.


Nuevamente me vino a la mente la regla que me hab�a impuesto.
Nunca m�s tener relaciones con alguien casado o con compromisos, para no tener
que sufrir luego.


Pero las reglas est�n hechas para poder romperlas.


Qu� joder!


Total el �nico que se ir�a a perjudicar con eso ser�a yo
mismo.


Evalu� la situaci�n de �l para que no me quedaran dudas al
respecto.


Qu� tanto podr�a sufrir ese gordo, si su mirada ya denotaba
una tristeza oculta, o a lo sumo disfrazada. No podr�a yo hacerle m�s bien que
mal teniendo en cuenta la clase de mujer que ten�a como esposa? Sabr�a �l que
ella podr�a ser una persona que se acostar�a con cualquier desconocido s�lo con
el fin de saciar su apetito sexual?


"Ya viste lo que es?"


Por Dios, me ven�a a la mente esa frase aparentemente
inocente y desapercibida para cualquiera que ella me hab�a dicho en el ba�o,
pero yo capt� todo el significado que se traduc�a en un absoluto desprecio hacia
�l. Tengo la plena certeza que no fue la intenci�n de ella cuando lo dijo, pero
se le escap� la frase, y estoy cien por ciento seguro que se estaba mofando de
su gordura.


"Ya viste lo que es?"


La puta madre que la pari�. Me vinieron ganas de irla a
buscar y darle vuelta la cara de un sopapo.


Entonces eso la descubr�a como una farsante. Estaba fingiendo
ante �l.


Sabr�a Juan del hallazgo que yo hab�a hecho?


Lo habr�a descubierto ya?


Lo estar�a sospechando?


Ser�a ese el motivo de su triste mirada constante?


Yo no lo sab�a realmente.


Pero, definitivamente quer�a averiguarlo.


Deseaba que terminara de una vez el maldito torneo para poder
dec�rselo.


Me repet� una frase que acababa de pensar hac�a unos minutos:
"No pod�a esperar ni siquiera hasta la ma�ana siguiente."



Sal� del ba�o.


Las luces estaban totalmente apagadas, y solamente se
adivinaban algunas siluetas de mesas y sillas, que se dibujaban bajo la luz de
la luna que entraba por los dos amplios ventanales del sal�n.


Acostumbr� mi vista a la oscuridad, y pude entonces
distinguir a�n un poco mejor el ambiente.


Hab�a un concierto de ronquidos en el lugar, y me dirig�
lentamente hacia el colch�n donde hab�a decidido pasar la noche evitando
tropezarme con alg�n obst�culo.



Llegu� al sur de la habitaci�n, y vi que Juan estaba boca
arriba, inm�vil pero sin roncar, ocupando m�s de las tres cuartas partes del
espacio disponible.


Dios m�o.


A�n en la penumbra se ve�a que el volumen que ocupaba sobre
el colch�n era tremendo. A lo largo, a lo ancho y a lo alto.


S�lo se hab�a quitado los zapatos, y distingu� que no estaba
usando ninguna s�bana o frazada para cubrir su figura. S�lo llevaba puesta la
ropa que hab�a tra�do.




Hice lo mismo, me quit� los zapatos, y me sent� en el borde del colch�n. Me
acost� al lado suyo, y por el poco espacio que all� quedaba, una pierna me qued�
afuera tocando las fr�as baldosas.


"Juan, est�s despierto?" Pregunt� casi como un susurro.


No contest� a mi pregunta.


Le puse una mano en su hombro y lo sent� extremadamente
caliente a�n por sobre su remera. Sacud� un poco la mano suavemente sobre �l y
me acerqu� lo m�s que pude a su o�do para volver a preguntarle.


Qu� idiota que soy, pens�.


C�mo me ir�a a contestar si estuviera dormido.


Me maldije porque cada tanto me pongo a hacer estupideces
como �stas.


Me volv� a acostar boca arriba casi pegado a �l, no pudiendo
evitar tocar su muslo con el m�o, el cual empuj� delicadamente intentando por
�ltima vez hacer algo para que se corriera aunque m�s no fuera unos mil�metros.


Nada.


Ni siquiera un movimiento.


Intent� ubicarme en la posici�n m�s c�moda posible, y cuando
la encontr�, cerr� los ojos, y disfrut� plenamente del contacto que ten�a contra
su muslo y su brazo. Sent�a c�mo la corriente de energ�a pasaba de su cuerpo al
m�o y viceversa. Era una sensaci�n como ya la hab�a sentido en varias
oportunidades anteriores, pero en este caso era algo muy diferente por las
caracter�sticas del contacto.


Ya estaba durmiendo con mi gordo y no hab�an pasado siquiera
10 horas desde que nos conocimos.


Comenc� a dormitar e intentaba inducir a tener un sue�o
sexual con Juan. Verlo sacarse la ropa delante de m� ya me dejar�a plenamente
satisfecho, pero eso no me har�a detener all� ni por casualidad.


Mi lengua ped�a a gritos un chaleco de fuerza para ella misma
por lo loca que estaba. Mi miembro que ya hab�a comenzado a agrandarse desde que
me hab�a sentado sobre ese colch�n, comenz� a ponerse en lo que yo llamo de una
dureza extrema.


Mis fantas�as lujuriosas ya no ten�an l�mites pues comenc� a
imaginarme a este obeso en mi propia habitaci�n, en mi propia casa. Por casi una
hora de juego previo, explor� dentro de mi sue�o todo ese cuerpo con dedos y
manos, franele�ndonos mutuamente antes de quedar completamente desnudos, para
volver a acariciarle todo esa enorme humanidad ahora sin ropas, agregando mis
labios y lengua al protagonismo de esa irrealizable experiencia, mientras �l se
retorc�a de placer. Fue en ese preciso momento cuando un cosquilleo suave y muy
agradable comenz� a recorrerme el muslo de camino a mi entrepierna. Mi sue�o se
evapor� instant�neamente porque esa sensaci�n la sent�a verdaderamente en la
realidad.


A�n con los ojos cerrados, sent� c�mo una mano recorr�a mi
muslo muy pero muy lentamente, y segu�a enfil�ndose hacia mis genitales.


La sorpresa m�a fue may�scula, ya que absolutamente nada de
esto estaba dentro de mis planes, y ni siquiera era una remota posibilidad de
que algo as� pudiera suceder por lo menos en esta oportunidad.


No necesit� ver de qui�n era esa mano hirviendo, ya que
reconoc�a la energ�a que ella desped�a. Intent� por todos los medios disimular
mis temblores, ya que todo mi cuerpo lo estaba haciendo en ese instante. Cuando
cinco dedos cortos y gordos llegaron finalmente a mi entrepierna y apenas me
tocaron el miembro d�ndose cuenta que �ste estaba en estado rocoso, se retiraron
velozmente del lugar, como sorprendi�ndose el haberlo encontrarlo en ese estado
que me delataba estar muy excitado e inevitablemente despierto, como casi con
seguridad �l hab�a descartado esa posibilidad totalmente.


En ese instante abr� los ojos, para percatarme que Juan
comenzaba a girar hacia su izquierda para quedarse de costado apoyado sobre su
lado, y d�ndome la espalda, o el culo, dependiendo de c�mo se mire, pero ambos
extremadamente inmensos.


Me qued� at�nito y perplejo a la vez.


Realmente no sab�a qu� pensar.


Esto quer�a decir que Juan era homosexual?


Intent� recordar cualquier cosa que me hubiera dicho su
mujer, alguna pista que me indujera a dudar de su heterosexualidad o alguna que
me se�alase, en el mejor de los casos, que hasta bien podr�a ser bisexual.


Hurgu� en mis recuerdos.


"Basta que le nombres la piscina, para que ponga cualquier
excusa para no venir."


"Le da mucha verg�enza ir a comprarse ropa."


"S�, le tengo una fe ciega a mi gordo, �l no me enga�ar�a con
otra persona."


"Si me llego a enterar que Juan me
enga�a, se lo perdonar�a porque �l me quiere de la misma forma que yo a �l."


"La �ltima vez que se pes� estaba en los 178 kilos, y hoy
est� a�n m�s gordo todav�a. Es que se pasa todo el d�a comiendo. Nunca hab�a
estado as� tan gordo."


"Juan no vino porque estaba muy cansado y prefiri� acostarse
temprano."


"El gordo es maravilloso y funciona bien en la cama la
mayor�a de las veces. El problema es que los ritmos de �l son muy diferentes a
los m�os."


"Cuando hacemos el amor, me satisface plenamente. Es muy
cari�oso. El �nico problema es que yo necesito hacerlo m�s veces de lo que �l lo
necesita. Es que se pasa viajando al interior del pa�s, y muchas veces viene
cansado y prefiere dormirse temprano, dej�ndome con las ganas. Y eso est�
sucediendo cada vez con m�s frecuencia a medida que pasan los a�os."


"Juan? Mi Juan? Estoy segura que no tiene a nadie m�s. Lo
sabr�a de inmediato. T� te refieres a que mi gordo quiz�s estar�a cogiendo con
otra? Te aseguro que no."


"Como �l es viajante, llega a casa cuando termina la tarde, y
se va a dormir temprano porque siempre est� muerto de cansancio."


"Lo sigo queriendo mucho a mi gordo, pero estoy muy caliente
y de un tiempo a esta parte �l no puede sacarme la calentura, y lo que es m�s
triste es que todo est� empeorando entre nosotros."


"Claro que me quiere, y mucho. Es por eso que lo inunda una
amargura extrema cada vez que no me puede satisfacer de la forma en que yo lo
necesito."


"No, �l no es impotente para nada. Mi gordito logra hacerlo,
pero no todas las veces que yo lo necesito. A veces pienso que no soy capaz de
excitarlo todas las veces. No s� qu� es lo que sucede. Algunas veces todo est�
bien, y otras, no."



Ahora que recuerdo esos comentarios de Mar�a, podr�a caber la
posibilidad de que Juan hasta tuviera una doble vida. Era recurrente en lo que
su esposa me hab�a dicho, que estaba siempre cansado, y sin apetito sexual.


Tal vez lo saciara en sus viajes.


Tal vez con alguna otra mujer.



Tal vez con alg�n hombre.





Me carcom�a interiormente el hecho de ignorarlo. Quer�a
saber.


Not� que Juan no se mov�a.


"Juan." Le susurr� muy despacio.


Ninguna contestaci�n.


Me incorpor� y llev� mi boca directamente sobre su o�do
derecho.



"Juan. Est�s despierto?" Me odi� nuevamente por formular esa pregunta tan
est�pida por segunda vez, pero era imposible que no me estuviera escuchando.


Decid� no fingir m�s, abrirme por completo, sin importarme ya
en quedar totalmente expuesto ante �l y teniendo en cuenta lo que acababa de
suceder, permitirle que se percatara de mi condici�n.


No me pude resistir a la tentaci�n, y esta vez le di un beso
en el l�bulo.


Estaba seguro que �l estaba despierto. Qui�n se podr�a dormir
tan r�pidamente luego de intentar hacer lo que hab�a hecho?


Le puse una mano en su brazo, lo sacud� llam�ndolo otra vez,
y tampoco me contest�. Obviamente estaba muy avergonzado y por eso no quer�a
contestar.


Traslad� mi mano en direcci�n a su pecho, teniendo casi que
estar arrodillado a sus espaldas para lograrlo. Muy suavemente le apoy� la mano
por sobre la remera, hasta lograr alcanzar una de sus descomunales tetas. Ya no
hab�a marcha atr�s. Fui en busca de su pez�n. Toqu� apenas con un dedo lo que
adivin� que era su aureola inmensa, gigante, y una tremenda tetilla yac�a all�,
erecta y muy dura e hice varios movimientos circulares sobre ella.


No escuch� ni un solo jadeo, ni una queja, ni un gemido. Pero
tampoco hubo ning�n tipo de movimientos, ni siquiera de rechazo.


Completamente seguro que Juan continuaba despierto y
totalmente consciente de todo lo que yo le estaba haciendo sin oponer
resistencia, decid� averiguar qu� tan lejos me permitir�a llegar.


Me volv� a acostar detr�s de �l, y le acarici� toda esa
tremenda espalda por sobre la remera con ambas manos. M�s que masajes, parec�a
una rigurosa exploraci�n. Por Dios santo, qu� espalda ten�a este tipo! Cuando
fui descendiendo y llegu� al l�mite con su cadera donde comienza su raja,
continu� la exploraci�n de sus abultadas nalgas por sobre los pantalones;
manose� un gordo gl�teo primero, y luego el otro. Llegu� a sus muslos,
igualmente fort�simos y los frot� uno con cada mano.


.


.


Continuaba el silencio y la calma. Ni sonidos ni movimientos
hac�an prever que �l estuviera despierto y sinti�ndolo todo. Por un breve
instante llegu� a dudar, hasta que not� que su respiraci�n comenzaba a cambiar y
ya me convenc� por completo al respecto.


Volv� a la uni�n de sus nalgas y fui m�s profundo, ya camino
a su orificio, y apret� para introducirme a�n m�s entre sus apretados gl�teos lo
que me permiti� a continuar mi camino. Sin tener la certeza de haber llegado a
su agujero, sent� dos leves gemidos casi imperceptibles que salieron de sus
labios, acompa�ados por dos leves temblores y sacudidas casi imperceptibles para
cualquiera menos para m� que estaba en contacto tan directo con su cuerpo.



Volv� hacia su o�do.


"Juan, por favor. No te parece que debemos hablar acerca de
lo que nos est� pasando?" Pregunt� con un susurro casi lami�ndole la oreja, con
la convicci�n de que ahora s� me contestar�a.


Nuevamente me equivoqu� por completo.



Ten�a la certeza de que todo reci�n comenzaba. De que estaba
por iniciar una de mis noche m�s inolvidables e interminables, teniendo en
cuenta el escenario donde estaba ocurriendo todo y a pocos metros de alg�n
ocasional testigo de mi lujuria, que seguramente permanecer�a ajeno a todo ello,
por estar en el tercer sue�o.


Decid� llegar lo m�s lejos que me lo permitiera; me arrodill�
apoyando mis piernas contra su culo para poder alcanzar su vientre por delante,
donde puse mi mano por encima de sus pantalones y la fui llevando hacia su
ombligo, el cual reconoc� cuando toqu� un agujero muy profundo casi al l�mite de
su panza, notando que todo ese lugar estaba terriblemente h�medo.


Qu� excitaci�n ten�a este hombre que le llegaba hasta all�!


Fui descendiendo lentamente un poco m�s e intent� levantar un
poco ese monumental vientre hasta que comprob� que a medida que me internaba m�s
hacia abajo la humedad era ostensiblemente mayor, hasta que toqu� una parte de
su pantal�n que estaba terriblemente mojado.


Qu� extra�o!


Nunca hab�a visto tanta excitaci�n.


Quit� la mano empapada y me la llev� a la boca para conocer
qu� tan rico ser�an los l�quidos preseminales de ese gordo. Ya mismo antes de
alcanzar mi boca, su olor me hizo descubrir ante mi tremenda sorpresa, que lo
que estaba a punto de lamer era directamente el semen de Juan.


Qu� tonto soy!


Apenas le hab�a tocado el culo, ese par de gemidos, temblores
y sacudidas hab�an sido definitivamente producto de los espasmos que tendr�an
que haberme delatado su eyaculaci�n.


Mientras lam�a y chupaba mi mano sec�ndola del esperma del
obeso, que a�n segu�a dudando de absolutamente todo lo referente a su
sexualidad, me terminaba de convencer de algo que comenz� a preocuparme
sobremanera.


Este gordo inevitablemente ten�a un problema.




CONTINUAR�


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Relato: El gordo precoz (3)
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