LA NALGONA
Las oficinas donde trabaj�bamos, estaban separadas �nicamente
por un pasillo, y ya era costumbre que todas las ma�anas pasara a tomarse un
caf� conmigo, acomidi�ndose a prepararlo y a servir dos tazas, para ella y para
m�.
En lo que nos deleit�bamos con la espumosa y caliente taza de
caf�, convers�bamos de nuestras cosas, en el trabajo y en el hogar. En esa forma
me enter� que ten�a apenas un a�o de haber enviudado, y su esposo hab�a muerto
en un accidente de tr�nsito, dej�ndola sola, con la carga de dos jovencitas,
quienes le ayudaban en las labores dom�sticas, aparte de estudiar, con lo que
ella pod�a tener un trabajo que, aunque no llenaba sus necesidades si le ayudaba
a sostener los gastos de la casa y los estudios de las hijas.
Termin�bamos nuestros caf�s y ella corr�a hacia su oficina
antes de que notaran su ausencia y se hiciera acreedora de una llamada de
atenci�n por sus escapatorias.
Estos instantes en los que nos encontr�bamos solos, me daba
oportunidad de admirar su figura, verdaderamente excepcional, con unas grandes
tetas y una cintura breve que hac�a resaltar los enormes promontorios de sus
nalgas, grandes, redondas, que llenaban los ce�idos pantalones con los que
acostumbraba vestir. Sab�a lo que ten�a y no era nada ego�sta para ense�arlo.
Cuando vest�a de falda, pod�a admirar sus hermosas, torneadas, y fuertes
piernas, adem�s de un bello rostro, con unos ojos claros y unos labios que
invitaban al beso, cuando hablaba casi en susurros, muy sensualmente.
Un d�a que yo andaba m�s caliente que nunca, la contemplaci�n
de sus encantos me hab�a excitado sobremanera, y en un momento determinado en
que ella me daba la espalda para preparar el caf�, no pude resistirme y le di un
ardiente beso en la nuca, al tiempo que mis manos atrapaban sus caderas y le
pon�a entre la ranura de sus nalgas mi enhiesta verga, que amenazaba con romper
la bragueta de los pantalones. Ella volvi� su cara hacia m� y me obsequi� con
una sonrisa en la que me daba a entender que eso era lo que esperaba de m�.
-�Hasta que te animas! �me dijo, coqueta. Ya empezaba a creer
que no era yo lo suficientemente atractiva para gustarte, pero que bueno que te
decidiste.
Y pasando sus manos sobre el pantal�n, me acarici� la verga
y, arrodill�ndose, procedi� a correr el cierre de la bragueta para liberar al
ind�mito potro que sali� bruscamente al encuentro de sus labios, que se
apoderaron de �l inmediatamente.
Besando mi verga en toda su longitud, deleit�ndose con el
olor excitante que desped�a, besaba la cabeza y lo acariciaba tiernamente,
lami�ndolo continuamente hasta los huevos.
Despu�s de unos diestros chupetones y unos besos de succi�n
en la cabeza, logr�, con lo caliente que me encontraba, que le inundara la boca
con un ardiente torrente de leche, que fue absorbido por ella con delectaci�n..
Limpi�ndome la verga con una servilleta y guard�ndola, corri�
el cierre de la bragueta, dando por terminada con esto la sesi�n.
Se limpi� tambi�n los labios y dando los �ltimos sorbos a su
taza de caf�, .me dijo con una sonrisa prometedora:
-Esto es una muestra de lo que puedo ofrecerte. No puedo
dedicarte m�s tiempo ahora, porque tenemos que trabajar, pero al t�rmino de
nuestras labores podemos dedicarnos a nosotros y te prometo que no te
arrepentir�s.
Tomando su bolso y contone�ndose provocativa, me sonri�
nuevamente y envi�ndome un beso al aire se alej� con rumbo a su oficina.
Todo el d�a estuve sin poder concentrarme en mi trabajo, pues
mi pensamiento lo ocupaba la deliciosa mamada que me hab�a proporcionado, y que
me manten�a en un estado de excitaci�n tal, que me pon�a la verga como fierro y
caliente como las brasas.
Cuando por fin termin� el horario de trabajo, la esper� a la
salida del edificio, un poco alejado de su oficina, para no dar lugar a
murmuraciones, y cuando ella sali� contoneando sus hermosas nalgas, me acerque a
ella y la conduje donde se encontraba mi autom�vil, el que enfil� rumbo a la
zona donde se encontraban los moteles.
Durante el trayecto, ella me demostr� su ansiedad
acarici�ndome la verga sobre el pantal�n y localizando la bragueta, desliz� el
cierre para poder admirar el objeto de sus deseos, olfate�ndolo con delectaci�n,
y marcando en la cabeza la huella de sus labios pintados de rojo.
Yo disfrutaba intensamente estas muestras de cari�o hacia mi
verga y aumentaba la velocidad para terminar el recorrido cuanto antes y as�
poder gozar de los favores de tan cachonda mujer, que no pod�a contener tanto
tiempo de abstinencia a la que se hab�a sometido voluntariamente por respeto a
la memoria de su marido.
Al llegar al motel elegido, del que ya ten�a referencias,
descendimos del autom�vil apresuradamente y a grandes zancadas nos dirigimos al
cuarto que se nos destin�, y tan pronto cerramos la puerta, nos desvestimos en
un santiam�n.
�Qu� maravilloso espect�culo se mostr� ante mi vista!, su
hermoso cuerpo luc�a en todo su esplendor y se me ofrec�a con toda la ansiedad
que le provocaban sus deseos a flor de piel. Sus senos luc�an blancos con unas
aureolas rosadas y unos pezones duros que se ergu�an en elocuente invitaci�n
para ser mordidos, chupados, succionados, en una palabra, para disfrutar con
ellos. Y su cintura esbelta, que se ensanchaba para dar lugar a sus grandes y
bien proporcionadas nalgas, blancas y sin rastros de estr�as ni celulitis,
completamente limpias y deseables.
Sin poder contener m�s mis ansias, corr� hacia ella y
rodeando su cintura con mis manos, la atraje hacia m�, al mismo tiempo que mis
labios buscaban su garganta, sus rojos labios gordezuelos y sus senos, bes�ndola
con locura por todas aquellas redondeces tan divinas, disfrutando de la tibieza
de su piel sede�a que ahora era para m�.
-As�, mi vida, -me dec�a en susurros- b�same por todas
partes. Quiero sentir tus caricias por toda mi piel. Cali�ntame, mi amor, y
hazme gozar intensamente con tus caricias, antes de que me metas esa hermosa
verga tuya, y aunque me estoy muriendo por recibirla dentro de m�, prefiero
esperar un poco m�s para que me goces como tu quieras.
Yo segu�a chupando sus pezones, que como rojas cerezas se
ofrec�an a mis golosos labios, y despu�s de unos momentos de esta sabrosa labor,
fui bajando por su vientre, deteni�ndome en su ombligo, para titilarlo con la
punta de mi inquieta lengua y despu�s dejarlo para dirigirse hacia el triangulo
de rubios mechones que adornaban su entrepierna.
Despu�s de estampar un ardiente beso en el cl�toris, me puse
de pie y empuj�ndola con suavidad la llev� hasta el lecho, donde se dej� caer
boca arriba, entreabriendo las piernas, dejando a mi merced el sonrosado
pistilo, erguido, dispuesto a entablar una lucha sin cuartel con mi lengua
inquieta, que con premura se dio a la tarea de lamer el botoncito rosado que iba
ansiosamente a su encuentro, despu�s de colocarme encima de ella, formando el
69..
Como la posici�n en que nos encontr�bamos dejaba mi verga a
la altura de sus labios, ella lo tom� con sus delicadas manos, conduci�ndola
hacia su tibia boca, en la que dio alojamiento a toda su longitud, haci�ndola
entrar y salir, lami�ndola en toda su longitud..
Para que pudiera acariciar sus nalgas, le ped� que se pusiera
encima de m�, y as�, al tiempo que le mamaba la concha, disfrutaba del sublime
placer de acariciar sus hermosos globos posteriores, con lo que mi verga
alcanzaba el m�ximo de su dureza, encantada de estar dentro de aquella boca que
accionaba su lengua en forma magistral, proporcion�ndome las m�s voluptuosas
sensaciones. Por momentos dejaba salir mi verga de su boca, para titilar el
glande, lamerla completamente, para de nuevo introducirla con hambre verdadera.
Cuando sent� que ya no pod�a m�s, retir� mi cipote de sus
ansiosos labios y poni�ndola a cuatro patas, me coloqu� detr�s de ella y
aguantando mi verga hacia la cueva sonrosada de su co�o, la introduje
delicadamente en un lento mete y saca, hasta que toda qued� alojada en las
ardorosas paredes del interior de su vagina.
Besando su cuello, sus hombros y su espalda, acariciando sus
ardorosas nalgas, proced� a meter y sacar mi pene de aquellas entra�as que lo
absorb�an y apretaban, mientras ella, alegremente mov�a poderosamente su
tremendo nalgatorio, gozando intensamente la introducci�n de este salchich�n que
la llenaba completamente y la hac�a gozar de un modo que nunca antes hab�a
sentido, a juzgar por los gritos de felicitad que lanzaba al aire, expres�ndome
su deleite.
_�As� mi amor, rell�name toda con tu hermosa verga! �Deja que
me llegue hasta la garganta! �Anda mi vida, mu�vete m�s aprisa1 �No ves c�mo me
estoy quemando con mis ansias? �Pronto, papito lindo, dame toda tu rica verga,
por favor!
Con todo este bamboleo de nalgas y furiosas arremetidas a sus
entra�as candentes, no tard� ella en venirse abundantemente, grit�ndome que no
dejara de joderla, expresando con ayes cachondos la satisfacci�n que le estaba
produciendo y que la derrumb� exhausta sobre la cama, donde continu� vini�ndose,
temblando de placer.
Yo me lanc� en pos de sus nalgas para besarlas y
acariciarlas, meti�ndole la lengua en el ojete sonrosado, lo que me excitaba
tremendamente, al sentir los pliegues de �ste apretarme la lengua, lo que me
alentaba para seguir introduci�ndola dentro de su ano.
Con esta sabrosa lamida de culo, mi verga no perdi� su dureza
y poni�ndola nuevamente en cuatro patas, proced� a meter con mucho cuidado mi
robusto miembro en aquel ansiado ojete, que le dio la bienvenida abri�ndose a
todo lo que daba, para luego accionar el esf�nter y atraparlo entre el aro
delicioso de su culo, que lo atrap� inmediatamente. Despu�s de unos cuantos
empujones, la vigorosa lanza se meti� hasta lo m�s profundo de sus entra�as,
donde fue acariciado por las ardientes paredes de carde sede�a, que lo apretaban
y sobaban agradecidas de ser llenadas tan completamente.
Teniendo atravesado totalmente aquel recto y solaz�ndome con
la contemplaci�n de aquellas lunas blancas que se remov�an delante de m�, me di
a la tarea de removerle todo el interior de su intestino, con lo que ella empez�
a quejarse cachondamente, expres�ndome la satisfacci�n que sent�a al sentir
reba�adas sus entra�as por una verga que colmaba todas sus ansias. Le sepultaba
completamente mi verga y despu�s la extra�a sintiendo como las paredes de su
recto se forraban en toda su longitud, tratando de no dejarlo salir, y cuando ya
ten�a la cabeza casi por abandonar el c�lido estuche, nuevamente la dejaba
avanzar para llegarle a lo m�s profundo de su interior.
Mientras continuaba con mis movimientos de mete y saca, mi
mano derecha busc� la ranura de su co�o y localizando en la parte superior de
los labios el erguido cl�toris, proced� a masturb�rselo, en movimiento
rotatorio, con lo que la llev� al paroxismo del placer, ya que ella gozaba
doblemente, al sentir la profunda penetraci�n en su ano, y el cosquilleo
placentero que le provocaban mis dedos al frotarle el sonrosado botoncito.
Atacada por los dos lados, ella se vino abundantemente
dejando escapar de su vagina sus femeninos jugos, mientras que yo, abandonando
la labor que ven�a efectuando en su cl�toris, la atrap� por la cintura y
atrayendo sus hermosas nalgas, ataqu� definitivamente el interior de su culo,
metiendo con furia mi miembro viril en sus ansiosas entra�as, hasta que mis
huevos liberaron toda la leche contenida en su interior, con la que le llen�
completamente el orificio trasero, que absorbi� con deleite todos los chorros
que liberaron mis pelotas, y que absorbi� inmediatamente su sediento culo..
No queriendo dejar de sentir la delicia de esta sodomizaci�n,
continu� perfor�ndola con mi potente verga, poniendo en esta labor toda la
energ�a de que era capaz, tratando de satisfacer completamente a esta mujer que
se me entregaba de esta manera, ofreci�ndose a los embates de mi verga, tratando
de recibir nuevamente el placer que le ocasionaba la introducci�n en su recto de
una verga que la llenaba tan satisfactoriamente, hasta que volvimos a sentir el
intenso deleite de un orgasmo que nos transport� a la gloria, rebosando
nuevamente sus entra�as con mi caliente leche.
Estas venidas nos dejaron exhaustos, por lo que tuvimos que
darnos una tregua para descansar, qued�ndonos profundamente dormidos. Al
despertar, nuevamente nuestras ansias nos exigieron el disfrute de nuestros
cuerpos, con lo que entre lamidas de co�o y verga, de introducciones a su vagina
y su culo, fue transcurriendo la noche en esta org�a de placer desenfrenado, que
nos dej� completamente satisfechos, contentos de habernos conocido y haber
decidido entregarnos tan plenamente a nuestros placeres.
Despu�s de este primer encuentro, siguieron muchos m�s en los
que ella se me revel� como una consumada mamadora, que se tragaba mi leche como
el manjar m�s exquisito, a la que le encantaba recibir mi verga dentro de su
culo y disfrutaba con la introducci�n de mi verga dentro de su ardorosa concha,
pues le proporcionaba los m�s intensos orgasmos.
Yo, por mi parte, disfrut� de los ricos jugos que dejaba
escapar su sexo cuando se lo lam�a magistralmente; de las caricias que daban a
mi verga las apretadas paredes de su vagina, y de la maravillosa contemplaci�n
de su enorme nalgatorio, que era sobado por mis ansiosas manos, al tiempo que
aceptaba la invitaci�n de su culo, que se entreabr�a en una ardiente invitaci�n
para ser perforado, invitaci�n que aceptaba con gran placer, porque era un
irredento apasionado de la sodom�a, que llevaba a la cima la posesi�n de
aquellas nalgas
que am� tan apasionadamente.