Relato: Pasi�n bajo fuego (3)





Relato: Pasi�n bajo fuego (3)


PASI�N BAJO FUEGO 3



Por: Horny & Navegante


Se recomienda la lectura de "PASI�N BAJO FUEGO" y "PASI�N
BAJO FUEGO 2" para mejor comprensi�n de �ste cap�tulo.


Los cap�tulos son encabezados por �L o por ELLA seg�n el
punto de vista desde el cual se cuenta la historia. En alg�n momento se narra en
primera persona para hacer la historia m�s �ntima.


*******



ELLA



Marina se instal� c�modamente en el campero junto al
conductor. Era muy conversadora y le gustaba averiguar la vida de las personas y
aunque el viaje hasta San Vicente del Cagu�n no era muy largo si era pesado y
prefer�a hacerlo conversando con el chofer que los transportaba. Alberto, en la
parte trasera del veh�culo dormitaba, al parecer no desaprovechaba ninguna
oportunidad para hacerlo, sab�a que deb�a aprovechar todo momento para
descansar.


Ella en su vagina a�n sent�a las vibraciones del orgasmo que
hab�a tenido hace unos minutos en el hotel, producto de su masturbaci�n pensando
en Alberto�. Por momentos cruzaba las piernas para revivir las caricias de sus
propios dedos en su cl�toris y labios vaginales. Eso la hac�a sentirse feliz y
parlanchina a pesar de la estupidez que hab�a cometido al rechazar a Alberto.


De boca del conductor, oriundo de la zona, se enter� de
noticias frescas del lugar. Marina algo sab�a por las noticias que a diario
llegaban, por su trabajo y porque le gustaba mantenerse enterada de todos los
temas de actualidad; a diario le�a los dos peri�dicos de mayor circulaci�n a
nivel nacional y ve�a por lo menos el noticiero de la ma�ana y de la primera
hora de la noche. En las �ltimas semanas tambi�n le�a el peri�dico local de San
Vicente el cual le llegaba con un d�a de atraso pero era una buena manera de
saciar su innata curiosidad.


Desde el pasado enero de 1999, se hab�an oficializado los
di�logos en busca de la paz con justicia social, entre el Gobierno del doctor
Pastrana y las FARC, en los aproximadamente 42.139 kil�metros cuadrados que
conforman la Zona Desmilitarizada, m�s exactamente en San Vicente del Cagu�n.


Corr�a el mes de enero de 2002 y la situaci�n de orden
p�blico no era nada f�cil. El proceso de paz hab�a naufragado. Tres a�os despu�s
de haberse iniciado, el proceso de paz con las FARC hab�a quedado suspendido
indefinidamente y el Gobierno hab�a dado un plazo de 48 horas a esa organizaci�n
guerrillera para que abandone la Zona de Distensi�n, creada para realizar all�
los di�logos.


Hac�a un par de d�as el Comisionado de Paz hab�a enviado un
mensaje de tranquilidad a los casi 98 mil pobladores de la Zona de Distensi�n,
quienes siempre expresaron sus temores por lo que pudiera ocurrir en un eventual
rompimiento de los di�logos, ante las amenazas de las Autodefensas y las
retaliaciones de la guerrilla.


A su turno, la Fiscal�a anunci� que reactivar�an las �rdenes
de captura contra los jefes de las FARC y que sus funcionarios volver�an a los
cinco municipios que comprenden la Zona de Distensi�n. La vigencia de esta Zona
fue prorrogada cerca de una decena de veces, pese a que desde un comienzo se dio
una gran pol�mica con respecto a la misma. El 20 de enero pr�ximo venc�a la
�ltima pr�rroga.


Marina externamente se ve�a tranquila pero la procesi�n iba
por dentro. A medida que el veh�culo avanzaba se sent�a m�s y m�s perturbada
pues a los peligros se sumaba ahora lo que sent�a por Alberto, como si todos sus
problemas no bastaran ahora esto� un sentimiento profundo, un deseo sofocante,
inaguantable que la hac�a sentir devastada.




�L



Cuando inici� la marcha en la 4X4, Alberto no prest� gran
atenci�n a Marina, mantuvo el silencio durante un largo rato, y se dedic� a
observar a medida que cruzaban la ciudad, y as� dejaron el centro, luego las
zonas urbanas, y comenz� la ruta que los alejaba de Florencia y los acercaba a
su destino, pasaron zonas de labranza y de bosques, y el cuenta kil�metros
acumulaba distancia en su registro.


El conductor, un simp�tico joven de la zona, hab�a asumido
algo as� como un rol de gu�a de turismo, para el callado y hosco periodista
argentino y la hermosa fot�grafa colombiana.


Alberto fing�a dormir sumergido en sus recuerdos, como
siempre, y nuevamente el desgarrante dolor que hab�a en su interior. La
situaci�n con Marina lo hab�a hipersensibilizado, estaba con mucha rabia (bronca
como dicen los argentinos), y pens� que esta misi�n seria aburrida, y para colmo
sin sexo, le hab�a tocado una monja como compa�era, y cambi� la direcci�n de su
mente, y sorpresivamente se encontr� que el centro de su pensamiento era la
joven fot�grafa.


Marina le atra�a, hab�a algo en ella..., cuando la bes�,
hab�a notado que la qu�mica de ambos era compatible, era completamente distinta
a Carol, pero sin embargo algo....., le hab�a gustado su sabor, su perfume
natural, su calor, pero co�o!!!!, que se cre�a esa muchacha?, acaso una santa?,
porque lo hab�a rechazado?, porque �l hab�a tenido esa reacci�n tan pedante?,
porque lo inquietaba su presencia?.


El viaje continuaba y las horas pasaban lentamente, mientras
por la ventanilla cambiaba el paisaje, montes, bosques, monta�a, controles
militares y policiales y �porque �l segu�a pensando en Marina?


La observ� de reojo, tratando que ella no lo notara, era
linda sin lugar a dudas, su rostro era perfecto, su boca era muy besable, a�n
vestida para campa�a en un estilo militar, era atrayente, sensual, y sus pechos,
cuyos nacimientos se apreciaban por la camisa desbrochada en sus primeros
botones, que lindos, que calidos, que excitantes...


Sacudi� la cabeza y trat� de alejar sus pensamientos y
concentrarse en el paisaje, y fue cuando el conductor les anunci�, que
penetraban en la zona de distensi�n.


Un control del ej�rcito colombiano, los par�, los hizo bajar,
revisaron minuciosamente el veh�culo, pidieron documentos y palparon de armas a
los pasajeros. A Alberto le hirvi� la sangre, cuando un soldado alevosamente
toqueteo a Marina, con alevos�a, pasando sus manos sobre el cuerpo de ella,
aplast�ndole sus senos, y deteni�ndose en la zona de su entrepierna, mientras
sonre�a con placer. Casi se lanz� contra el militar, pero fue detenido por los
brazos del conductor que estaba a su lado, los otros soldados y el oficial a
cargo se re�an de la situaci�n, pero al leer los papeles presentados por Alberto
y ver el salvoconducto y pedido de colaboraci�n firmado nada menos que por el
Comandante en Jefe del Ejercito Colombiano, cesaron en su risa, y el trato paso
a ser formal y amable, e incluso el soldado aprovechado sufri� una fuerte
reprimenda por parte de su superior.


Y continuaron su viaje. Marina, ya en el veh�culo le
agradeci� a Alberto su intervenci�n, pero le dijo que en lo sucesivo se ocupara
de sus propias cosas, ya que ella sab�a defenderse, y que reacciones as� pod�an
poner en peligro a todos.


Y volvi� a reinar el silencio en el veh�culo, pero ahora era
expectante, se pod�a palpar la tensi�n, la inseguridad.


Las FARC, son la guerrilla mas antigua que perdura en el
continente Americano, nacieron oficialmente el 27 de Mayo de 1964, como un
movimiento de extracci�n campesina que empu�aron las armas contra una ofensiva
militar ordenada por el presidente conservador Guillermo Le�n Valencia, que
arremet�a contra lo que consideraba focos de bandoleros en la regi�n de
Marquetalia, a 230 kil�metros de Bogot�, siendo en realidad que all� los
campesinos hab�an consolidado una zona de autogesti�n agr�cola.


Pasaron once presidente y cuatro procesos de paz, cuarenta
a�os, y en la actualidad las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, es un
rasgo estructural del perfil colombiano del siglo XXI, protagonistas de una
eterna lucha encajonada entre partes (Estado y Rebeldes), reacias a ceder lo
suficiente, las FARC son la guerrilla mas antigua y poderosa en t�rminos
militares de Am�rica latina, con 17.000 hombres y 108 frentes abiertos en 31
departamentos del pa�s.


Alberto hab�a le�do al escritor y analista Antonio Caballero,
que dec�a que "las FARC tienen un origen leg�timo porque nacieron como
autodefensa. Nacieron para defenderse de un Estado da�ino, as� como de los
due�os de ese Estado. Los objetivos de la guerrilla son leg�timos, pero no
deseables
(una dictadura del campesinado), Y sus m�todos son
completamente ileg�timos y condenables"
Aludi� al pol�mico m�todo de la
guerrilla: los secuestros, que se han extendido hasta la clase media y que cada
a�o dejan unas 2.500 victimas.


A pesar de la escasa popularidad con la que cuentan, lo
cierto es que las FARC componen hoy un ej�rcito con la capacidad indiscutible de
desestabilizar gobiernos


El veh�culo fren� violentamente, patinaron, sus ruedas
bloqueadas y se detuvo, al frente un bloqueo guerrillero.


Gente vestida de camuflaje, su rostro cubierto con pa�uelos
rojos de la nariz hacia abajo, rodeo r�pidamente el rodado, apuntando con sus
armas a los ocupantes, y con una orden seca e imperiosa los hicieron descender.


Alberto fue el que llevo la voz cantante del grupo, y le
entreg� a quien parec�a mandar los papeles, y la actitud beligerante desapareci�
de los guerrilleros como por encanto, era una invitaci�n de nada menos que el
famoso "Tirofijo"


Los invitaron a subir nuevamente al veh�culo, esta vez los
tres en la parte trasera, en la delantera dos de lo guerrilleros, y les pidieron
amablemente que se vendaran los ojos, provey�ndoles de grandes pa�uelos para
ello.


Cuando se inici� la marcha del veh�culo, los tres vendados
solo escuchaban y sent�an. Se dieron cuenta que el camino no era el que hab�an
venido, y que en muchas ocasiones daban largas vueltas, y cambios de direcci�n.
En determinado momento sintieron como la vegetaci�n rozaba los costados de la
4X4. Alberto y Marina estaban sentados juntos, y sent�an el calor de sus
cuerpos, y le agrad� el roce de los pechos de ella, contra el.


Y despu�s de muchas horas, de distintos caminos y condiciones
de los mismos, sintieron que el veh�culo se deten�a, y Alberto advirti� que con
Marina, los dos se hab�an aferrado la mano durante todo el tiempo que dur� la
ciega marcha.


Los hicieron bajar, y los condujeron indic�ndoles las
dificultades del camino, hasta llegar a terreno firme, baldosado, y los hicieron
penetrar en un lugar bajo techo, (lo notaron por la frescura). Sintieron cerrar
una puerta, y alguien les indic� que pod�an sacarse la venda de los ojos.


Alberto se sac� el pa�uelo que cubr�a su cara, y vio que
estaba en una gran habitaci�n, un sal�n de lo que alguna vez hab�a sido la
mansi�n de un hacendado.


Frente a �l parado un comandante guerrillero, que se adelant�
para estrecharle la mano, y le dijo que deber�an hacer noche en ese lugar, y que
por la ma�ana los conducir�an donde estaba el comandante Tirofijo, y mirando a
todos los instruy� que estaba prohibido para ellos salir al exterior, ni mirar
por las ventanas, que de todas maneras estaban cubiertas por gruesas frazadas, y
que los centinelas ten�an ordenes de tirar a matar, que no eran prisioneros,
pero era por motivos de seguridad para los propios guerrilleros.


Los condujeron a habitaciones para pasar la noche, asignando
una grande con dos camas a Alberto y Marina y otra al conductor, ambas contaban
con ba�o.


Tres guerrilleros llegaron con el equipaje, y los dejaron
solos en el dormitorio.


Ellos se miraron, pero no articularon palabras, Alberto se
dirigi� a una de las camas y se arroj� a ella, Marina parada en el centro del
dormitorio, no sabiendo bien que hacer.


Luego se dirigi� a la cama libre, y se sent� en ella, volvi�
a levantarse y se dirigi� a su bolso que estaba sobre un escritorio, sac� lo
necesario y se encamin� al ba�o con la intenci�n de darse una ducha.


Cerr� la puerta del ba�o que no tenia llave, deposit� sobre
una silla la ropa que emplear�a para cambiarse, y comenz� a sacarse la que tenia
puesto Ya desnuda, fue a la gran ba�era, corriendo las cortinas, y fue cuando
grit� con todas sus fuerzas.


Alberto dormitaba, muy cansado por el largo viaje, cuando
escucho el penetrante grito de Marina, y corri� en direcci�n a donde hab�a sido
proferido.


Abri� la puerta del ba�o, y vio a Marina totalmente desnuda
horrorizada contra una de las paredes, mirando en direcci�n a la ba�era, de
cuyas paredes comenzaba a salir una enorme tar�ntula.




ELLA



Siempre le he tenido miedo a los insectos, una fobia que no
puedo controlar por eso grit� al ver el enorme animal, no pude controlarlo, fue
mas fuerte que yo. En ese momento no me percat� de mi desnudez, no me import�
que Alberto me viera como Dios me trajo a este mundo. �l, como todo un caballero
despu�s de deshacerse del animal tom� una toalla y me la alcanz�. Yo no pod�a
creer lo que estaba ocurriendo, el me hab�a visto desnuda y a�n as� no hab�a
intentado nada, ni siquiera una palabra, casi ni una mirada. Tom� la toalla ya
mas tranquila y vi su rostro inexpresivo, no trasluc�a nada, ni deseo, ni
sorpresa, ni burla, nada. Me sent� est�pida, absurda como nunca antes me hab�a
sentido, por la situaci�n, por haber gritado. Mi cara adquiri� el color de un
tomate mientras me envolv�a en la toalla y Alberto sal�a del ba�o.


Apenas lo hizo dej� de nuevo la toalla y me ba�� pensando en
lo ocurrido. Me lav� el cabello y mis zonas �ntimas a conciencia mientras sent�a
que una calentura cada vez m�s grande iba consumiendo mi cuerpo a pesar del agua
helada. Un cosquilleo de deseo incontrolable nac�a en mis pezones y vagina y se
extend�a por todo mi cuerpo, incluso hasta zonas impensadas. Cerr� la llave y
sequ� mi cuerpo. Me mir� al espejo y ten�a una expresi�n de ni�a asustada, me
sonre� no muy convencida. �A qu� le tem�a? Ten�a miedo de entregarme a Alberto
porque ten�a la certeza que el solo pretend�a jugar conmigo, coleccionarme como
una mujer m�s en su vida.


Despu�s de haber visto su inexpresi�n de hac�a un rato
confirm� sus palabras, las �ltimas que cruzamos en su habitaci�n en el hotel de
Florencia. Tendr�a que ser yo la que diera el primer paso, lo hab�a rechazado
hac�a solo unas horas, si quer�a reparar mi error deb�a tomar la iniciativa lo
cual tambi�n me asustaba y demasiado.




�L



Ingres� en el ba�o al escuchar sus gritos, y la vi, nunca
hab�a visto nada tan bello ni apetecible, era una diosa griega, quede
estupefacto, pero me dirig� a la ba�era y con el taco de mi borcegu�, aplaste a
la ara�a.


Al darme vuelta nuevamente, la vi acurrucada contra un rinc�n
del ba�o. Pens� en acercarme a ella, levantarla y abrazarla pero tem� un nuevo
rechazo de su parte.




ELLA



Me hab�a enamorado como se enamoran las mujeres inteligentes:
como una est�pida. Mi deseo por el pudo m�s que mi orgullo y as� desnuda como
estaba sal� del ba�o dispuesta a todo.


Alberto me mir� de reojo y me pareci� notar en su mirada un
brillo de sorpresa que trat� de disimular a toda costa. Estaba tumbado en su
cama, boca arriba, leyendo una revista vieja.


Alberto, m�reme.


Y me mir�, o al menos trat� de mirarme a los ojos.




�Qu� quer�s? � me dijo �l.


Tu sabes que es lo que quiero � contest� - �quiere acaso
jugar ahora al hombre dif�cil e interesante? � pregunt� sinti�ndome fuera de
base.


Esta ma�ana me dio la impresi�n que la que se quer�a
hacer la dif�cil e interesante eras vos � contest� el con una expresi�n
ir�nica.


Alberto � comenc� de nuevo sinti�ndome casi a punto de
llorar � te pido, te suplico que me hagas el amor.


�Est�s hablando en serio Marina? � dijo el haci�ndose el
asombrado aunque en sus ojos brillaba ahora el triunfo.


Si Alberto, si de algo estoy segura es que deliro por
acostarme contigo tal y como tu lo dijiste esta ma�ana. �No est� molesto
conmigo? �No piensa rechazarme en venganza?






�L



Me re� en su interior� que extra�as son las minas �acaso yo
ten�a cara de ser un hombre que deja la comida servida? Le hab�a apostado a
jugar al hombre indiferente y hab�a funcionado� que deliciosamente predecibles
eran las mujeres.


Me incorpor� acerc�ndome a ella. Ol� su perfume perfecto, de
ella, sent�a su calidez, cuando la estreche sent� contra mi pecho esas adorables
tetas, ella se abrazo a mi, y levant� su rostro, y la bes�.


Mi lengua penetro en su boca, y la sabore�, su aliento calido
y dulce, su calor, su yo profundo, ingreso a mi, y sent� mucha ternura de esa
deliciosa muchacha desnuda que me abrazaba y besaba, sent� su necesidad de
protecci�n, y su deseo. Adorable criatura, ni�a y mujer, fuego e ingenuidad.


La alc� en mis brazos, era liviana, como una pluma, no se
notaba peso alguno, y continuando el beso me acerqu� a una de las paredes.




ELLA



Una vieja l�mpara de kerosene nos alumbraba. Pod�a ver sus
ojos felinos brillar mientras recorr�an ahora mi cuerpo sin ning�n pudor. El
placer que sent� en ese momento casi me dol�a, me sent�a desnuda ante el, mucho
m�s all� de la desnudez de mi cuerpo que era m�s que evidente.


Sent� que deb�a hacer algo, el tenerlo frente a m�, mir�ndome
de esa manera era m�s de lo que pod�a soportar. Acerqu� mis manos temblorosas a
los botones de su camisa y comenc� a desapuntarlos uno a uno observando poco a
poco la belleza de su pecho y abdomen. La camisa cay� al suelo y mis manos se
posaban en sus pectorales acarici�ndolos casi con adoraci�n subiendo de all� a
sus hombros, bajando de nuevo por sus brazos hasta sus manos. Al llegar all� el
me apret� los dedos fuertemente, como si temiera que me fuera a ir, que me
arrepintiera del paso que estaba dando.


Acerqu� mi cuerpo al suyo, pegando mi pecho a su pecho, mi
sexo al bulto en su pantal�n. Lo mir� a los ojos con desesperaci�n, el inclin�
un poco su cabeza y nuestras bocas se acercaron de nuevo busc�ndose afanosamente
a la vez que nuestras manos recorr�an la espalda del otro.


Me apoy� contra la pared con firmeza y decisi�n despu�s de
levantarme sin ninguna dificultad. Rode� su cuerpo con mis piernas, una de sus
manos me agarraba bajo las nalgas mientras la otra se instal� en mi nuca para
atraer mi boca a la suya, me mord�a, parec�a querer taladrarme con su lengua, y
es que sus besos eran tan apasionados que apenas me dejaban respirar.


Segu�a vestido de la cintura para abajo y a�n as� empujaba su
cadera hacia la m�a, no solo para sostenerme sino para frotar su paquete contra
mi concha completamente abierta por la posici�n. La tela de su pantal�n frotaba
mi cl�toris en cada embestida, una de sus manos estrujaba ahora mis tetas, una
por una, altern�ndose en deliciosas caricias que me hac�an gemir.


Quer�a sentirlo en mi interior, conocer su verga que hab�a
imaginado tantas veces pero el parec�a no tener prisa a pesar de la vehemencia
de sus caricias y sus besos. Nunca un hombre hab�a tardado tanto en penetrarme,
los minutos pasaban y el segu�a bes�ndome, por momentos variando la velocidad de
los mismos, a ratos besando mis tetas, masaje�ndolas pero no parec�a tener
intenciones de desnudarse por completo a�n. En silencio se lo agradec�, estaba a
punto del orgasmo, me sent�a rendida a �l, dulcemente vencida, comenc� a jadear
m�s fuerte olvidando el temor de ser escuchada, mi cuerpo se dej� llevar por
sendas de placer desconocidas hasta ese momento, el calor me invad�a, sudaba a
mares, nuestra piel se pegaba gracias a ese sudor, su piel se resbalaba en la
m�a, beb�amos ese sudor del cuerpo del otro y nos sab�a a gloria, nos mord�amos
ahora los hombros mientras yo me sent�a cada vez mas cerca del orgasmo con el
simple roce de su paquete cubierto sobre mi concha y cl�toris.


Me sent� casi a punto varias veces, el parec�a adivinarlo y
se deten�a, luego reanudaba con m�s �mpetu sus movimientos p�lvicos, sus
caricias en mis pechos, sus besos que parec�an no tener fin.


Al fin el tan anhelado orgasmo lleg�, mi cuerpo entero lo
anunci� con una sacudida tras otra, violent�sima. Me aferr� a sus hombros, los
apret� sin dejar de mover mi cadera contra la suya, acariciando su cabello y
susurrando su nombre: Alberto� Alberto� una y otra vez con voz entrecortada pues
hasta la respiraci�n hab�a perdido.




�L



La deposit� en el lecho, y me acost� a su lado, y mis manos
volaban sobre ese adorable cuerpo, intrigadas, explorando, sus tetas, sus
pezones, su vientre, el corto y prolijo vello p�bico, y por fin su entrepierna,
el monte de Venus, su cl�toris, sus labios superiores, todo en una planeo suave
de mi mano, sus muslos, sus piernas.


Mi boca bajo a sus tetas, peque�as pero firmes y duras, mi
lengua jugo con esos pezones peque�os, y sent� como se ergu�an se endurec�an y
llegaban a su m�ximo, ella gem�a de placer y musitaba de pasi�n.


Ella pr�cticamente me arranco el pantal�n que llevaba puesto,
y se estrech� contra mi cuerpo, sent�a esos pezones duros, oprimi�ndome, su
calor contra mi pecho desnudo, y vol� de pasi�n y excitaci�n.


Vol� mi b�xer a un rinc�n de la habitaci�n, y me tend� a su
lado. Mi fiel compa�ero un garrote endurecido, que lagrimeaba liquido lubricante
quedo pegado en su muslo mientras mis manos volv�an a volar inquietas sobre
ella.


Note que una de sus manos bajaba luego de acariciarme el
pecho y el vientre, hasta encontrarse con el falo ardiendo, y lo recorri� en una
suave caricia hasta el fin, y sigui� hasta sus complementos que se encontraban
firmemente adheridos a la base, por la excitaci�n.


Mi boca no se canso de besarla, y de recorrer su cuerpo,
encontrando los sabores m�s deliciosos y sublimes.


Y al fin, la penetr�, mi miembro se introdujo en toda su
extensi�n en la palpitante, ansiosa y h�meda vagina, y me qued� quieto, la
sent�a m�a, sus latidos, sus palpitaciones, est�bamos unidos, y la sent�a,
�ramos uno, en un instante sublime, los dos calores se unieron, las dos vidas se
unieron, nuestros cuerpos eran uno, y la besaba con furia, mi lengua recorr�a su
boca, explor�ndola, y su lengua en una lucha gloriosa mi boca, y sent� su
hermoso aliento, su yo, su hermosura interior. Dios, que yo quer�a a esta mujer,
porque lo que sent�a era m�s que simple calentura, era amor, que hab�a vuelto,
que estaba en m�.


Y comenc� a moverme lentamente, y mi pene elevaba a mi
cerebro, todo lo que estaba explorando e invadiendo, sent�a sutilmente su
conformaci�n interior, y era hermosa, ella era una maravillosa aventura, ella
era un para�so, ella era gloria, ella era amar.


Y sin palabras, solo bes�ndonos y disfrut�ndonos, y pude ver
su rostro, era todo dulzura, esa cara que solo las mujeres transportadas en
brazos del supremo placer adquieren, y que producen en el hombre esa ternura que
a la vez excita y derrite el coraz�n, que da necesidad de proteger a esa hembra
dulce que penetran.


Y la excitaci�n fue en aumento, y los test�culos se pegaron
firmemente en la base del miembro, y sensaciones de iniciar el viaje, de expeler
amor, se iniciaron, y comenz�, el miembro adquiri� su mayor tama�o, y el glande
se expandi� a su m�xima posibilidad, y un torrente de energ�a que venia de todo
el cuerpo se concentr� en la entrepierna, y estall� inconteniblemente, en un
instante que dura una eternidad, y en furiosa r�fagas llen� esa adorable vagina
de todo de lo que pude dar, mi simiente, mi amor.


Mientras ese amor l�quido era recibido por contracciones del
orgasmo que Marina hab�a tenido, en el momento justo para atraer a su interior
profundo al semen que yo le hab�a dado.




ELLA



Cuando Alberto me penetr� me sent� completamente invadida, no
solo mi vagina completamente ocupada sino mi mente entera y mi cuerpo estaban
llenos de �l, llenos de �l. No me importaba nada fuera de esa habitaci�n, ni la
guerra ni el peligro. En los brazos de Alberto me sent�a segura, mi vida se
hab�a convertido en �l. En un momento sent� como si me desdoblara y observara mi
cuerpo junto al de Alberto rodando por la cama, flotaba en el aire vi�ndome a mi
misma en la cama, desnuda, mi cuerpo oculto bajo el de Alberto. La pasi�n me
hab�a transportado a un lugar fuera de mi cuerpo y era algo magn�fico, amaba a
este hombre que ayer no exist�a en mi vida.


Mi mente regres� junto a mi cuerpo y fui conciente de cada
movimiento, de cada caricia y cada beso, lo sent� m�o y fui suya en un lugar que
parec�a brillar con el calor de nuestros cuerpos en medio de la negra noche, en
medio de la guerra y el conflicto.


Mi vagina excitada lo buscaba, todo mi cuerpo se pegaba al
suyo, se colgaba de �l como queriendo fundirse en �l. Su l�quido vital me inund�
segundos despu�s que mi cuerpo fuera sacudido en una r�faga tras otra de
estremecimientos que viajaban desde mi vagina hasta m�s all� de mi cuerpo.



FIN DE LA TERCERA PARTE



Horny&Navegante



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