Relato: Puto Poder. Ana Botella





Relato: Puto Poder. Ana Botella

Esto es una s�tira pol�tica, lo que significa que esta
historia es completamente ficticia, por lo menos me la he inventado. �Por qu�
escribir algo cuyos protagonistas son pol�ticos actuales? Pues por que el poder
es tan atractivo, quien no se ha sentido atra�do por su jefe o su jefa, por un
dictador, un genocida, un alcalde, un presidente de gobierno. Hasta Hitler tuvo
a su amante Eva. A�n recuerdo esa an�cdota que me cont� mi bisabuela, que estuvo
casada con un polic�a republicano, ella me dijo que Franco, nuestro paquito, le
parec�a un hombre de lo m�s atractivo. �Por Dios!


Adem�s, desde la antigua Grecia se han re�do y han satirizado
el poder.



Una mujer insatisfecha es como un arma de doble filo, o la
satisfaces o no sabes que es capaz de hacer. Una mujer insatisfecha puede
arruinar la vida social de su novio, su amante o su esposo, una mujer
insatisfecha puede prenderle fuego a la casa o destrozar toda la ropa de su
gallito.


Una mujer insatisfecha puede despedirse de su chofer y entrar
en casa, puede ir a su habitaci�n y cambiarse de ropa, ya no esta en el trabajo
y puede vestir de manera m�s c�moda, una mujer insatisfecha que se encuentre en
casa y vestida c�modamente puede buscar a sus hijos para hablar o para cualquier
cosa, pero al no encontrarlos se cuelga de la televisi�n viendo programas del
coraz�n, de esos que encuentras a cualquier hora del d�a en cualquier canal,
puede sentirse mal y pedir a la cocinera que cocine algo para matar el hambre y
tal vez intenta olvidar algunos de sus problemas, probablemente coma algo con
mucho chocolate, tal vez algo que lleve coco, o algo con pl�tano.


Mirara ese pl�tano y sus motitas, en un primer momento esas
motitas le recordaran a sus pezones, esos que hace tiempo nadie acaricia menos
ella, los cuales se pon�an duros con un lamet�n pero ya hace falta algo m�s para
endurecerlos, hielo, un mordisco, tres minutos acarici�ndolos con las u�as
postizas, un lastimoso intento de llegar a ellos con su propia lengua.


Al cabo de un instante se dar� cuenta por fin de que le
pl�tano le recuerda a un pene, a una enorme verga erguida, como las que ya no
ve, como esas que acariciaba a la orilla de la playa cuando todav�a ten�a ganas
de vivir, cuando era joven y todav�a no hab�an aparecido esas patas de gallo que
ahora tanto le pesan, esas motitas negras tan t�picas de las islas canarias le
recuerdan ahora a las venas que rodean cualquier badajo de esas proporciones,
como le gustaba a ella lamer suavemente con la punta de la lengua esas venas,
desde la base de la polla, sigui�ndolas como si fuera Alicia siguiendo el camino
amarillo hasta el final, hasta la punta, donde con cuidados lametones y
estudiados mordisquitos daba tanto placer como para recibir tres trallazos de
leche. Hace mucho tiempo de eso pero todav�a lo recuerda como si lo hubiera
perdido ayer mismo, �cu�nto tiempo lleva sin ser penetrada por su marido? Dos
meses, cuatro, tal vez cinco, cuando se encontraban en Valencia, en un hotel
precioso, en la �ltima planta, por donde se pod�a ver el mar desde los inmensos
ventanales que presid�an la estancia, frente a ellos se cambiaba, ansiosa de que
alguien dirigiera su mirada hac�a ella, ya fuera de la prensa o un simple voyeur
del edificio de enfrente, pero nadie lo hizo o por lo menos ella no se percato,
ni siquiera su marido el cual le dirigi� un comentario que la estuvo
martirizando durante algunas semanas "estas como el d�a de nuestra boda".


Ella recordaba ese d�a como un d�a horrible, en el que su
rostro aparec�a blanco amarillento, su cuerpo sin fuerzas se dirigi� hac�a el
altar donde �l la aguardaba, con una inmensa sonrisa en su rostro, todos sus
amigos y familiares estaban en el templo y ella s�lo pod�a pensar en aquellos
chicos que hab�a conocido tan solo un par de veranos antes, aquellos muchachos
fornidos y jocosos que tanto le hab�an llamado la atenci�n, por que tuvo ella
que fijarse en el m�s bajo y ahora casarse con �l, no hubiera sido mejor tener
sexo con todos ellos, haber conocido m�s hombres, ahora se daba cuenta de todo
lo que se hab�a perdido por amor, de todo lo que se pierde por su marido y de
todo lo que se perder� por una est�pida posici�n social.


Ni siquiera la concejal de asuntos sociales del ayuntamiento
de Madrid conoce la felicidad, por que es una mujer insatisfecha.


En su cuarto se mira frente al espejo, all� intenta recordar
como era su pelo, como lo mec�a el viento en las noches de verano, como la luna
llena daba en su rostro mientras paseaba cogida de la mano con alg�n muchacho
del que ya a olvidado su nombre pero del cual esta sumamente enamorada,
extasiada, llena de deseo y pasi�n. Se quita el maquillaje y ve su verdadero
rostro, algunas arrugas, algo de cirug�a, unos labios que solo besan ya, se da
cuenta de que el maquillaje ya forma parte de su cara y de que cada vez que se
lo quita le cuesta m�s y hasta su piel esta adoptando peque�os tonos de color
debido al maquillaje, sus p�rpados tienen ya un tono verdusco, sus labios son
demasiado rojos y sus cachetes algo m�s blancos de lo que lo eran antes. Eso la
disgusta mucho, le recuerda a las viejas que se maquillan demasiado, ella no
quiere ser as�, le gustar�a dejar de maquillarse pero es algo que ya no puede
dejar de hacer.


Cuando ten�a quince a�os su amiga Marta quer�a probar,
recuerda con cari�o como las dos se besaban en su habitaci�n, a escondidas,
cuando sus padres no estaban en casa, se besaban prepar�ndose para los chicos,
Marta ten�a unos pechos muy desarrollados para su edad, mucho m�s grandes que
los suyos, le pidi� que se los mostrara y Marta accedi�, menudos pechos,
grandes, separados, duros, palpitantes, como le hubiera gustado hacer algo m�s
que tocarlo, lo recuerda con pudor, con verg�enza, con asco hac�a ella misma.
Jam�s pasaron de eso. Jam�s abrieron la boca mientras se besaban, sus besos eran
c�ndidos, s�lo un�an sus labios y ya, ni siquiera tocaron sus lenguas, ni
siquiera las sintieron calientes en su boca.


Bouffy, un peque�o caniche que se compro hace un par de a�os
acaba de entrar por la puerta de su dormitorio, ella se agacha y lo recoge,
tiene una idea que la atemoriza pero le divierte y decide realizarla. Baja a la
cocina y coge un peque�o bote de mermelada de melocot�n, le encanta el melocot�n
y su aroma, podr�a pasarse el d�a comi�ndolos, pero no lo hace, debe cuidar su
l�nea, si no lo hiciera se ver�a en el espejo como ahora se ve, completamente
desnuda, con sus pechos colgando y su monte de venus cubierto por un peque�o
matorral de pelo negro cuidadamente recortado, y con un trozo de grasa aferrado
a su mano, lo hab�a cogido del est�mago, su cuerpo ya no le gustaba como antes,
pero todav�a segu�a siendo bonito a sus ojos, �lo ser�a a los de su marido?
Probablemente si, pero si no lo era tal vez tuviera una aventura con otra mujer,
quiz�s se re�a de ella a sus espaldas, esas ideas le dieron mucho miedo, la
dependencia que sent�a hac�a �l ahora la obligaban a tumbarse sobre la cama, a
abrirse de piernas y untarse con la mermelada su sexo. Llamo a Bouffy, lo llamo
con desesperaci�n, el perrito estaba jugando en la alfombra y tard� un rato en
reaccionar, cuando lo hizo salto a la cama y jugo con los dedos de su se�ora,
los lam�a con confianza, con atrevimiento y sin cuidado, eso le gustaba a Ana.


Si trataba as� a sus pies tratar�a mucho mejor a su vagina,
con su peque�a lengua Bouffy tuvo que hacer un esfuerzo monumental para lamer
toda la planta de los pies de Ana, pero lo hizo, un cosquilleo incre�ble
recorri� todo el cuerpo de Ana y dio un ataque de risa enfermiza. "Bouffy,
peque�o, ven con mami, ven con mami" dec�a mientras el perro se adentraba entre
sus piernas hasta llegar a su co�o. A Bouffy como a su due�a le encantaba el
melocot�n, o por lo menos eso parec�a, con su peque�a lengua lam�a y lam�a
incesantemente los labios de la vagina. El fr�o de la naricita de Bouffy la hizo
estremecerse, pero le gustaba. Aunque no llegara al cl�toris y ni siquiera se
esforzara Ana se encontraba en el s�ptimo cielo ayudada por ella misma que
incesantemente se tocaba y penetraba, Bouffy lam�a sus dedos cubiertos con
mermelada, indiferentemente a la entrepierna. A �l le daba completamente igual.


Ana llego al orgasmo, tan s�lo una vez y tuvo que apartar a
Bouffy para poder limpiarse y para que parara de una vez, el caniche se sent�a
hambriento o tal vez excitado por el olor a co�o. Lo saco de entre sus piernas y
lo beso, le dejo que le repasara la cara, que la lamiera, juntos se metieron en
el lavabo y se limpiaron en la ducha.


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