Relato: Ay, abuelito!



Relato: Ay, abuelito!


Ay, abuelito!!




Todo comenz� ese verano.



Hasta ese momento, Sandra sab�a que ten�a un pap� muy joven y
apuesto. En las reuniones a las que ven�an sus compa�eras de colegio era com�n
que le hicieran comentarios sobre la ricura, el bomb�n que era su progenitor,
comentarios que ella escuchaba con una mezcla de orgullo y celos.



Sab�a que su padre era un hombre terriblemente deseable.



Pero nunca hab�a visto de esa manera a Manuel, su abuelo
paterno.



El tambi�n era joven. Se hab�a casado y tenido su primer hijo
siendo casi un adolescente, y lo mismo hab�a hecho el pap� de Sandra. Como
resultado, a los diecis�is a�os la joven ten�a un abuelo de cincuenta y tres.
Claro que nadie le hubiese dado esa edad. El hombre era alto y delgado, y
manten�a su cuerpo duro y fibroso. Adem�s, el pelo rubio claro, los ojos azul
intenso y la sonrisa enmarcada por unos p�caros hoyuelos le daban un eterno
toque adolescente.



Y ese verano, cuando la familia disfrutaba reunida junto a la
piscina en la quinta de sus abuelos, una de sus amigas le dijo por lo bajo:



"Qu� rico que est� tu papi!!".



Sandra sonri�, acostumbrada a ese comentario. Pero se
sorprendi� cuando escuch� el siguiente.



"Hey! Y tu abuelito tambi�n!!".



La muchacha mir� a su abuelo, y por primera vez lo vio como
un hombre.



Un hombre absolutamente apetecible.



Y a partir de ese momento y por el resto de la tarde no pudo
apartar sus ojos de ese rostro bello y varonil, de ese pecho amplio de nadador
en el que hab�a recostado tantas veces su cabeza, de esas piernas fuertes y
musculosas sobre las que hab�a jugado una y otra vez al caballito cuando era una
ni�a . . .



. . . de ese bulto entre las piernas.



Desde ese d�a y por los que siguieron, las reuniones
familiares alrededor de la piscina se convirtieron en una dura prueba para la
chica. La imagen de su abuelo en traje de ba�o la perturbaba terriblemente, y
con desesperaci�n se dio cuenta que se sent�a atra�da por �l.



Y que lo deseaba con ardor.



Cada vez que follaba con su noviecito, en el momento en que
el muchacho explotaba dentro de ella en medio de sordos gritos y espasmos,
Sandra imaginaba que era la verga de su abuelo la que llenaba su sexo. Y ese
s�lo pensamiento bastaba para desencadenar un orgasmo tras otro para orgullo de
su novio, que desconoc�a la verdadera causa de esa catarata de placer.



El hombre adulto, tan deseado y tan prohibido, se convirti�
en una obsesi�n para Sandra. Tanto, que para fines del veranos la muchacha
estaba decidida: sea como fuere, iba a hacerse follar por su abuelo. La idea a
veces le parec�a una locura, una aberraci�n, pero su deseo era tan grande que
todos sus pruritos eran sofocados por el arrasador fuego que herv�a en su
sangre.



Con esa idea en mente, cada vez que la ocasi�n se lo permit�a
la muchacha tocaba m�s de lo necesario a su abuelo, lo acariciaba, deslizaba sus
manos sobre esos m�sculos a�n duros.



Al principio el hombre no acus� recibo de las intenciones de
su nieta, pero poco a poco comenz� a perturbarse ante las anhelantes y cada vez
m�s provocativas caricias de la adolescente. Hasta que finalmente su instinto
intacto de macho despert� y fue puesto en guardia, azuzado con toda intenci�n
por la hermosa joven. Porque Sandra era preciosa. Rubia, de ojos claros, alta y
bien formada, ten�a unos pechos turgentes y un culo redondo y carnoso. Cualquier
hombre hubiese deseado poseerla, hacer suyo el tesoro que se escond�a entre esos
muslos firmes. Pero Manuel no era cualquier hombre: era su abuelo. Y apelando a
toda su fuerza de voluntad comenz� a evitar a la muchacha, para no caer en la
telara�a de la tentaci�n y sucumbir ante las redes de su propia carne, su propia
sangre.



Pero los acontecimientos no acompa�aron las intenciones de
Manuel, y finalmente perdi� su estoica batalla.



Una ma�ana, la madre de Sandra recibi� un llamado urgente de
una de sus pacientes. La mujer era partera, y una joven futura mam� estaba a
punto de dar a luz antes de lo previsto.



"Sandra, hija, tengo que irme. Posiblemente me demor� unas
horas, pero espero estar de regreso por la tarde. Tu padre hoy tiene guardia en
la cl�nica, y no viene hasta la noche. El problema es que iba a venir tu abuelo
Manuel a buscar unas cosas para llevarse a la quinta, y no tiene la llave. �Te
molestar�a mucho esperarlo? No creo que demore mucho en llegar
".



A Sandra el coraz�n le dio un vuelco. Sola en la casa, con su
abuelo!!. Muy dif�cilmente tendr�a una oportunidad como esa.



"No mam�, para nada. Ve tranquila".



"Gracias cari�o. Eres un �ngel. Despu�s que se vaya tu
abuelo, puedes hacer lo que quieras
".



La madre le dio un beso a su hija, y sali� apresurada a ver a
su paciente. Sandra se sent�a extra�amente tranquila, y en su mente estaba claro
lo que iba a hacer. Como primera medida se cambi� de ropa, poni�ndose una remera
muy ajustada, sin sost�n, y una falda muy corta . . . sin bragas. Luego se
recogi� el largo cabello rubio dejando descubierta la nuca, y se perfumo todo el
cuerpo, hasta las partes �ntimas.



Y se sent� a esperar.



No tuvo que aguardar mucho. Unos minutos despu�s sonaba el
timbre de la puerta, y Sandra corri� a abrir. Del otro lado estaba su abuelo,
que no pudo disimular su sobresalto cuando vio a su nieta. Le bast� una ojeada
para darse cuenta que la chica no llevaba sost�n, y que los pezones se marcaban
terriblemente en la ajustad�sima remera.



"Sandrita, hija. �C�mo est�s?" le dijo el hombre
mientras le daba un beso cari�oso en la mejilla.



"Bien, abuelo, contenta de verte".



"�Y tu madre?".



"No est�".



La frase, dicha de manera casi cortante, hizo girar a Manuel.
Por unos segundos sus ojos azules se quedaron clavados en los ojos claros de su
nieta, pero reaccion� y habl� como si nada ocurriese.



"Ah, que pena!. Me hubiese gustado verla! �Qu� fue, una
emergencia? Bueno, no importa. S�lo vine a buscar unas cosas
".



"S�, ya s�. Est�n en la cocina".



Ambos se dirigieron hacia all�.



"No veo los paquetes . . ."



"Est�n en esa alacena, arriba. Si me sostienes la
escalera, yo los bajo
" dijo la joven.



Sin darle tiempo a responder, la muchacha se trep� a la
peque�a escalera de cuatro escalones, abri� la puerta del mueble y comenz� a
sacar los paquetes. Manuel sosten�a firmemente la escala, y cuando mir� hacia
arriba vio que su nieta tampoco llevaba bragas. Se sinti� inc�modo, y not� que
sus pulsaciones se aceleraban . . . y que su verga hab�a empezado a entumecerse.



La muchacha mir� de reojo a su abuelo, y por el gesto en su
rostro y el sudor en su frente supo que �l le hab�a visto el co�o. Un tremendo
ardor la invadi�, y casi pod�a sentir como se humedec�a su vulva. Con absoluta
alevos�a demor� la tarea m�s de la cuenta, empin�ndose hasta donde le fue
posible para dejar al aire y exhibir su caliente raja.



"Listo!" dijo triunfante cuando termin� de sacar las
cosas. Entonces se baj� de la escalera, pero pretendiendo que se hab�a resbalado
se recost� sobre el fibroso cuerpo de su abuelo, aferr�ndose a los musculosos
brazos.



Y entonces sinti� claramente el prominente bulto en la
entrepierna del hombre.



"�Est�s bien, abuelo?" indag� con un tono
descaradamente sensual.



"�Qu� est�s haciendo, Sandrita?" le pregunt� Manuel
con voz ronca.



La muchacha lo mir� intensamente, con sus ojos ardiendo de
lujuria. Despu�s llev� sus manos al cada vez m�s abultado paquete de su abuelo,
y comenz� a bajar el cierre de la bragueta.



"No!!" dijo �l aferr�ndole las mu�ecas para
imped�rselo.



"�No?" pregunt� ella, mientras le apretaba con fuerza
el bulto, palpando la descomunal erecci�n que endurec�a el miembro del
atribulado hombre.



"Te lo ruego!!" pidi� �l.



La muchacha sonri�, y sin dejar de manosear la verga a trav�s
del pantal�n empez� a mordisquear los duros pectorales del hombre. Manuel gimi�,
y poco a poco comenz� a aflojar la presi�n en las mu�ecas de su nieta.



Y comprendi� con angustia que hab�a perdido la batalla.



Sandra retom� su tarea en la bragueta, y cuando estuvo
abierta meti� la mano en el boxer extrayendo con dificultad la gruesa tranca del
hombre de tan agarrotada que estaba. Entonces se agach�, y abriendo la boca
comenz� a chupar con verdadero deleite el palpitante miembro. Su lengua recorr�a
de arriba a abajo el dur�simo tronco, deteni�ndose cada tanto en la morada
cabeza para darle cortos chupetazos que arrancaban quejidos de placer a su
abuelo. Luego segu�a su enloquecedor recorrida, apretando con los labios el
grueso m�stil de carne.



Bastaron unos segundos para que toda la polla quedase
brillante debido a la capa de espesa saliva que la cubr�a. Y en la cabeza
triangular, unas gotas cristalinas comenzaron a aflorar.



De repente, Manuel tom� por la axilas a su nieta, la levant�
en vilo y la sent� en la mesada. Entonces le quit� la m�nima remera, y casi con
desesperaci�n comenz� a chupar los pechos de la muchacha, a mordisquear
suavemente los endurecidos pezones. Despu�s levant� la breve falda de la chica,
y separ�ndole la piernas empez� a lamer el rubio chocho, babeando la suave mata
de pelos que lo cubr�a.



Sandra daba sordos grititos de gozo, y mientras la lengua de
su abuelo reptaba y se adentraba en su raja todo su cuerpo temblaba de placer.
C�lidos jugos bajaron de su sexo, mezcl�ndose con la abundante saliva de Manuel.



"F�llame, abuelo, f�llame, te lo suplico!!!" grit�
casi enajenada la joven.



El hombre no se hizo rogar, y luego de acomodar la cabeza de
su enorme tranca entre los rosados y juveniles labios vaginales comenz� a
penetrar a su nieta. La muchacha estaba tan lubricada por sus propios jugos y
por la espesa saliva que la imponente verga entr� sin dificultad en la c�lida
cuevita.



Y entonces el hombre comenz� a bombear con frenes� en la
apretada raja.



La muchacha estaba transportada de placer. No s�lo porque la
tranca era mucho m�s grande y gruesa que la de su novio, sino porque �Al fin!
estaba haciendo realidad su m�s ardiente deseo.



"Ay, abuelito!! As�, s�, as�!!!".



Sandra abri� las piernas tanto como pudo y se aferr� con sus
manos al borde la mesada para resistir los embates de la furibunda cogida,
sintiendo como la soberbia polla taladrada su todav�a estrecha vagina al tiempo
que la boca del hombre le chupaba los preciosos pechos.



Manuel transpiraba, y el sudor adher�a su camisa al cuerpo
delineando los potentes m�sculos de su espalda y sus brazos. El vaiv�n de su
cadera manten�a un ritmo constante, y con sus manazas aferraba la cintura de su
nieta para incrustarle mejor su dur�simo miembro.



Los amantes jadeaban, gritaban, se agitaban fren�ticamente,
electrizando el aire con la impresionante carga sexual que estaban liberando,
evidentemente contenida desde hac�a mucho tiempo.



"Voy a . . . acabar!!!" anunci� de pronto Manuel.



"S�, hazlo, por favor! Dame tu lefa!! La quiero toda, toda
dentro m�o!!
".



"Pero si lo hago adentro, t� . . ."



"No, no hay problema. Tom� . . . mis precauciones. Hace
mucho que estoy preparada . . . para este momento
" dijo la joven jadeando.



La corrida de Manuel lleg� incontenible, y Sandra no pudo
ahogar un grito ante la andanada caliente y espesa que inund� su sexo. Y como
otras veces, ella misma explot� en una serie de orgasmos espectaculares. S�lo
que en esta ocasi�n no tuvo que imaginar nada: la verga era la de su abuelo.



Mientras la feroz polla se ablandaba dentro del tierno co�o,
Manuel mir� a su nieta y le dijo con aflicci�n, como tomando conciencia de lo
ocurrido.



"�Qu� hemos hecho, Sandrita?".



"Follar como locos, Manuel, como locos de deseo".



"Pero no est� nada bien. �Qu� vamos a hacer ahora?".



"Por lo pronto, tengo la tarde libre, de manera que voy
contigo a la quinta para ayudarte a llevar esos paquetes. Y cuando terminemos
nuestra tarea . .
.".



Los ojos azules de Manuel se iluminaron, pero el brillo dur�
s�lo un instante.



"No! No otra vez. Esto no debe repetirse!".



"�No?" pregunt� Sandra, mientras apretaba con los
m�sculos de su raja la a�n morcillona polla. Despu�s tom� suavemente a su abuelo
por la nuca, y mientras guiaba la boca del hombre hacia sus turgentes pechos,
not� como la tranca comenzaba a lentamente a endurecerse de nuevo . . .




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