Lo cierto es que hace unos meses, por motivos de una entrevista de trabajo,
tuve que hacer un precipitado viaje hasta Madrid. Dado que todo fue muy r�pido,
los billetes de vuelta en tren se hab�an agotado y tuve que buscar y rebuscar un
autob�s de regreso a mi ciudad, soy de Andaluc�a, para poder volver en el mismo
d�a. Tras muchas llamadas y gestiones, logr� asiento en uno de esos autobuses
que las empresas agr�colas fletan para que sus trabajadores temporales puedan
acudir a la recolecci�n de la temporada en cuesti�n. Lo malo, en este caso, es
que la mayor�a de viajeros que me acompa�ar�an eran inmigrantes, la gran parte
de ellos indocumentados, que se aferraban al m�sero sueldo que les ofrec�an los
sufridos agricultores de la zona.

Pues bien, cuando llegu� al anden desde donde el autob�s deb�a partir me
encontr� con un gran n�mero de marroqu�es y otras etnias africanas. Muchos de
ellos destacaban por la poca higiene de la que hac�an gala, ya que llegaban a
dormir a la intemperie por no tener dinero para procurarse una pensi�n y una
buena ducha.

Me sub� al autocar, dispuesto a afrontar el largo trayecto que me aguardaba,
que en su mayor�a transcurrir�a por la noche, por lo que esperaba poder dormir
si no todo, gran parte del trayecto. Me puse el walkman a todo volumen y esper�
a que subiera todo el pasaje, esperando que quiz� nadie se sentara mi lado. Pero
al momento un chico marroqu� se acerc� y me pregunt� si estaba ocupado. Le dije
que no y se sent�.

No parec�a tan tosco como alguno de sus compa�eros, aunque tampoco era un
dechado de limpieza. Se acomod� y nos dispusimos a emprender viaje.

Dado el cansancio del d�a que llevaba y el hecho de que all� todo el mundo se
puso a dormir, me quede sobado en un momento.

Tras varias horas de sue�o entreabr� los ojos. Iba girado hac�a la ventana,
por lo que no pod�a ver lo que hac�a mi acompa�ante, ni el verme a m�. El
autocar esta sumido en el silencio, solo roto por los ronquidos de sus viajeros.
Me quede mirando por la ventana un rato, hasta que de repente hoy una especie de
chasquido, de sonido r�tmico y regular que proven�a de mi lado. Haci�ndome el
dormido, me gir� lentamente. Cual ser�a mi sorpresa cuando al entreabrir los
ojos, pude ver como el chico de mi lado se hab�a sacado la polla y se estaba
aliviando a base de bien. Con cuidado de no despertar a nadie, en la
semioscuridad del bus, bajaba y sub�a su mano sin pausa, pero sin prisa. Mis
ojos se fueron acostumbrado a la oscuridad y pude apreciar con mayor detalle su
aparato. No la ten�a muy larga pero su grosor compensaba la falta de
cent�metros, su glande rosado resaltaba sobre el color oscuro del resto de la
piel, ya que brillaba debido al l�quido que lo empezaba a cubrir, lo cual
provocaba aquel sonido tan caracter�sticos de polla en movimiento. Se hab�a
abierto la bragueta del pantal�n y entre ella emerg�an una rebelde mata de pelos
negros que cubr�an la base de su pene. El espect�culo era surrealista. Me
encontraba en medio de la carretera con un tipo que se estaba masturbando a
escasos cent�metros de m�. A decir verdad el muchacho no era nada feo. Tendr�a
unos treinta a�os y era parecido. Pose�a un frondoso bigote y una barba de
varios d�as que le cubr�a el rostro, alargado. El pelo era rizado y la piel muy
oscura.

Yo no me considero homosexual, aunque a veces he fantaseado con la idea de
tener experiencias con otros hombres, pero aquello era demasiado. Y lo peor es
que estaba notando como mi polla evolucionaba r�pidamente en mi pantal�n.

De pronto mire hac�a su cara y nuestras miradas coincidieron. Me miraba
fijamente, como si el objeto de la tremenda gayola que se estaba regalando fuera
un servidor. Mir� hac�a su polla y volvi� a mirar hac�a mi. El gesto era
evidente. Luego se volvi� a acomodar y cerr� los ojos cesando en su movimiento
de frotamiento genital.

Se me pasaban por la cabeza multitud de pensamientos, pero uno de ellos se
impon�a al resto. Poco a poco fui bajando la cabeza hasta encontrarme a unos
cent�metros del badajo del moro. Aspir� su aroma fuerte de macho en celo,
mezclado con otros olores que supongo ser�an consecuencia de la nula higiene que
se hab�a procurado anteriormente.

Al tener m�s cerca aquel pene (nunca hab�a visto uno tan cerca), dude un
momento sobre lo que estaba a punto de hacer. Pero tambi�n pens� que una
oportunidad como esa no se me iba a volver a presentar.

Cerr� los ojos y con la punta de la lengua palp� la punta del glande. Sab�a
salado, y los l�quidos preseminales que lo encharcaban se pegaban a mis labios.
Mi amante ocasional solt� un irreprimible gemido que tem� que despertar� al
resto de viajeros, pero los ronquidos generalizados ahogaron el sonido de
placer.

Decidido a llegar hasta el final comenc� a recorrer con la lengua toda la
longitud que aquella polla africana me ofrec�a. Incluso not� como crec�a algunos
cent�metros m�s gracias a mis cuidados.

Finalmente, una vez la tuve bien ensalivada, comenc� a engullirla,
lentamente, hasta que not� como la punta de su capullo golpeaba mis amigadas. No
hubiera podido tragar m�s aunque hubiera querido. La ten�a completamente dentro
y la punta de mi nariz rozaba los pelos de la pelvis. Me qued� as� durante unos
momentos, intentando concederme un respiro. El moro me acarici� la cabeza con
una mezcla de agradecimiento y dando muestras de que lo estaba haciendo bastante
bien hasta el momento.

Entonces comenc� a chupar arriba y abajo, colocando mi mano en la base del
paquete, donde adivinaba se encontraban los huevos de mi amante. El chup chup se
hac�a m�s intenso y mi cabeza bajaba y sub�a como una exhalaci�n. A veces me
deten�a en la cabeza de la tranca para relamer el frenillo y el ojete del
glande. Otras mord�a con delicadeza algunas partes del pene, lo que volv�a loco
a magreb�, a juzgar por los movimientos de su cadera.

La mamada se fue haciendo cada vez m�s intensa, y el propietario del
salchich�n resoplaba con fuerza. Tras unos momentos, se iniciaron las
convulsiones propias del orgasmo y not� como un l�quido espeso comenzaba a
inundarme la garganta.

Intent� apartarme pero el moro sujet� mi cabeza contra su pelvis para que no
dejara de chupar. Segu� tragando semen y para no ahogarme en leche, empec� a
recogerlo con la lengua y esparcirlo por toda la polla. Luego segu� tragando
l�quido, que no me pareci� tan desagradable como siempre hab�a cre�do. Ten�a un
ligero sabor agridulce, pero muy intenso. El moro gozaba como un ni�o y me solt�
la cabeza, al ver que yo no opon�a mayor resistencia a lo que me parec�a un
surtidor divino.

Cuando dej� de expulsar semen, le limpi� la polla con la lengua y me pas� la
manga de la camisa por los labios, para borrar los restos de la corrida que me
hab�a ofrecido.

Faltaban pocos kil�metros para llegar a nuestro destino y mi vecino de
asiento comenz� a dormir r�pidamente, sin duda afectado por el cansancio
habitual tras un buen orgasmo.

Yo me qued� mirando a trav�s de la ventana como amanec�a. Los primeros rayos
de sol comenzaban a surgir tras las monta�as.

Sumido en mis pensamientos reflexionaba acerca de lo que hab�a sucedido en
aquel autob�s. Me hab�a comido la primera polla de mi vida. Y me hab�a gustado.

Todav�a ten�a el sabor del semen en mi paladar y ya imaginaba el nuevo mundo
de placeres que se presentaba ante mi en el futuro.