Relato: Alicia, pajeadora de vocaci�n (2)





Relato: Alicia, pajeadora de vocaci�n (2)

Alicia, pajeadora de vocaci�n (2)


Por Mujer Dominante4 (POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO)



Parte 2.


Esta es la historia de Alicia, una chica que aprendi� que
pod�a dominar a todo tipo de hombres, con el sencillo expediente de hacerles la
paja. Y los ten�a a sus pies. Y de c�mo nuestra hero�na aprovech� su vocaci�n
para avanzar en la vida, divirti�ndose de paso. Porque a Alicia le gustaba mucho
dominar a los hombres.


Ya te cont� como de peque�a descubri� como divertirse jugando
con las "palanquitas" de sus primitos. Y jugaba tantas veces y con tanto
entusiasmo que sus primitos terminaban hechos una piltrafa.


Y luego, ya en la escuela primaria, la ni�a extendi� el
jueguito de la palanquita sobre su compa�erito de banco. Para entonces la ni�a
sab�a que el juego se llamaba "hacerle la paja al chico". Sus compa�eros
compet�an por sentarse al lado de ella. Pero luego el triunfador deb�a soportar
el asedio manual de la peque�a, que entre hora de clase y hora de clase, y
tambi�n recreos, no paraba de masturbarlo, produci�ndole cuatro o cinco
orgasmos. Su compa�erito no pod�a centrarse en la clase ni luego, ya en su casa,
tampoco en el estudio. Cuando Alicia terminaba con ellos los dejaba en Babia.
As� que al d�a siguiente era otro el afortunado que consegu�a el codiciado
asiento de al lado. Y al terminar la clase quedaba tan terminado como el
anterior. Pero aunque sus compa�eritos de banco estaban fracasando
estruendosamente en sus estudios, Alicia sacaba las mejores notas.


En una de esas gestiones de buena compa�era, Alicia fue
descubierta por un profesor, que la hizo quedar despu�s de hora. Pero la ni�a le
hizo lo que tan bien hab�a aprendido a hacer, y el profesor comprendi� que era
mejor llevarse bien con esa ni�a. Y as� pudo conseguir muchos favores de la
peque�a. Y esta supo que estaba en el buen camino.




Cap�tulo 1. Las andanzas de Alicia apenas hab�an comenzado.




Al egresar de la escuela primaria Alicia todav�a continuaba
virgen, pero era la chica m�s putona que hab�a salido de ese colegio. Y de
cualquier otro.


Su arte de pajear a los hombres se hab�a extendido como un
reguero de p�lvora por todos los �mbitos que ella frecuentaba. Le encantaba
agarrar esas pollas, enardecerlas, y con masajes y apretones, hacerles pajas que
terminaban abland�ndolas, y dejarlas chorreando.


Su experiencia con el profesor de lengua le hab�a ense�ado
que los hombres siempre estaban deseando una buena paja. Cosa que comprob�
tambi�n con el portero de la escuela y con el jefe de celadores. Todos los d�as
pajeaba a uno de esos adultos, o a todos.


Con ellos hab�a aprendido tambi�n a hacerse lamer la
conchita. Cuando estaba en situaci�n, le bastaba recostarse en el sof�, o
subirse a la mesa, y mostrando su conchita "Lameme aqu�". Era una orden
sencilla, pero a la que ning�n hombre se negaba. Reci�n despu�s les hac�a la
paja.


Aprendi�, entonces, que pod�a dominar a los hombres.




Cap�tulo 2. Alicia desarrolla su dominio sobre los varones.




Un modo de iniciar una amistad era acercarse a un chico de su
gusto (lo que no era muy dif�cil, ya que si ten�an polla a ella le gustaban) y
despu�s de un poco de charla, decirle "�Me dej�s que te haga una paja?" Era un
modo infalible de relacionarse con los chicos y muchachos, y tambi�n con los
hombres. Y a�n con los hombres maduros, ya que tampoco los abuelitos de setenta
se resist�an a su procaz propuesta. Y tambi�n ellos estaban dispuestos a lamerle
la conchita cada vez que ella lo exig�a.


En los bailes utilizaba esa t�cnica, pero tambi�n la m�s
directa de meterle mano a la polla de su pareja, e irlo pajeando durante el
baile. Le divert�a mucho ver la cara de sorpresa del chico, y luego la que pon�a
a medida que ella avanzaba en su empe�o. Le bastaban unos pocos minutos para
dejar otro pantal�n m�s, enchastrado con semen.


Hab�a desarrollado varias t�cnicas para hacer pajas. Una de
ellas era la de la caricia insistente, siempre en la misma direcci�n, sin
presionar, hasta que la poronga se derramaba.


Otra era la de los pellizcones en la cabeza del pene, hasta
pon�rselo bien duro, y seguir pellizc�ndole la cabeza, hasta que el pene en
cuesti�n sucumb�a, en medio de una catarata de leche.


Otra era la de los apretones en la mitad del miembro que,
cuando este estaba hinchado y duro, obraba como una suerte de orde�e.


Con cualquiera de esas t�cnicas lo esencial era mantenerse
con paciencia aplic�ndola. El resultado era seguro. Otra t�cnica, que ella
denominaba para si misma "la del molino" consist�a en, con la palma de su mano
contra el miembro masculino, hacerlo girar en c�rculos, como las aspas de un
molino, y luego pasaba a la etapa terminal, que ella llamaba "la del abanico" en
la que abandonaba el movimiento en c�rculos porque las pijas se empe�aban en
apuntar para arriba, y pasaba a un movimiento en abanico, llevando el duro nabo
de un lado a otro, aplast�ndolo contra el vientre del muchacho. Esta t�cnica
requer�a de pantalones muy amplios en su v�ctima. Y produc�a verdaderos accesos
de desesperaci�n en aquel a quien se la ejecutaba, que terminaba acabando en
actitud bastante descalabrada. Alicia sent�a cierto tipo de perverso placer
cuando culminaba su obra en otro pantal�n enchastrado. Y tambi�n cuando en su
mente anticipaba ese resultado, cosa que la excitaba mucho. Pero, con pantal�n o
sin �l, lo que m�s la excitaba era su poder sobre las pollas.




Cap�tulo 3. Alicia suelta en los colectivos.




En los viajes en colectivo Alicia encontr� una nueva fuente
de diversiones. Proced�a por impulso, pero no carente de m�todo. Comenzaba
evaluando los bultos de los pasajeros. A sus diecisiete a�os ya ten�a una
considerable experiencia para hacer esas evaluaciones.


Le gustaba "trabajar" en las horas pico, ya que los
apelotonamientos de gente facilitaban su tarea. Elegido el candidato, se
colocaba delante y llevando la mano atr�s comenzaba el pajeado del candidato. El
muchacho, hombre, ni�o o anciano, sorprendido al principio, enseguida se dejaba.
Y Alicia pon�a su mejor atenci�n en el asunto, y ya que no sab�a donde se
bajar�a el candidato, apuraba el tr�mite. �Y c�mo lo apuraba! Verdaderamente
bat�a records. Dos o tres minutos le alcanzaban, para dejar la gran mancha en el
pantal�n. Su mejor tiempo fue un minuto y treinta y dos segundos, en dejar
derrengado a un cincuent�n que no se esperaba semejante regalo.


Cierta perversidad la llevaba hacia las parejas de esposos o
de novios. Se colocaba adelante, o a un costado, de su desprevenida v�ctima, y
pronto comenzaba con los frotamientos, roces y luego procaces manoseos, cada vez
m�s animados. Los tipos no sab�an como disimular la situaci�n ante su pareja,
pero se dejaban meter mano. A medida que avanzaba, pod�a escuchar como se les
entrecortaba la voz, o se distra�an de la conversaci�n con sus parejas. Alicia
se empe�aba en acelerar el tr�mite, y con r�pidos apretones y orde�es llevaba a
los tipos hasta su culminaci�n. Ella se aseguraba de que la descarga les
enchastrara bien los pantalones, y a trav�s de la tela retiraba con la palma de
su mano una buen cantidad de semen, que mientras se bajaba del colectivo iba
lamiendo.


La excitaban en particular los grandes bultos de los se�ores
mayores. As� que se les arrimaba y comenzaba a apretarlos con ganas y mucha
insistencia. Pod�a sentirlos crecer mientras ve�a enrojecer la cara del anciano
caballero. Si iba con la esposa o con una nietita, mejor. A medida que aceleraba
la masturbaci�n escuchaba como la respiraci�n del se�or se iba acelerando, hasta
que llegaban las convulsiones, y el derrame de pringoso semen que Alicia, a
trav�s de la tela retiraba con la palma de su hambrienta mano. Dej� a su paso un
tendal de hombres sorprendidos, pantalones enchastrados y un reguero de semen
como para dar dos veces la vuelta al pueblo.





Cap�tulo 3. Alicia consigue un novio.




Alicia ten�a sus sentimientos y cuando conoci� a Marcelo, un
par de a�os mayor que ella, se enamor� de la dulzura del muchacho. Y lo
convirti� en su v�ctima favorita. Enamorada del muchacho le hizo todos los
honores a su poronga. Le hac�a un par de pajas en la ma�ana, tres o cuatro por
la tarde y dos o tres por la noche. Eso adem�s de hacerse coger por el muchacho,
ya que a �l decidi� entregar su virginidad. Pero hab�a muchos lugares donde no
hab�a una cama en la que retozar juntos. Por ejemplo en el cine, donde Alicia le
met�a mano desde el principio mismo de la pel�cula, de modo que al llegar lo
t�tulos finales lo hab�a hecho acabar tres o cuatro veces. Lo mismo en el
teatro, en los conciertos de rock, en el taxi o en los colectivos. Y por
supuesto en el zagu�n, a la noche, cuando no pod�an dormir juntos y, mientras la
madre la llamaba adentro, ella aceleraba la paja para dejar a su novio "bien
acabadito". Y la verdad es que estaba acabando con el muchacho. Marcelo hab�a
adelgazado m�s de quince quilos en los primeros seis meses de noviazgo. Y segu�a
enflaqueciendo. Pero esto no iba a detener a Alicia, que arreciaba en sus
pajeados.


El pobre comenz� a tener problemas en los estudios, faltar al
trabajo y andar disperso todo el d�a.


Alicia sigui� con las pajas, aunque ve�a que, aunque la polla
de su novio estaba cada d�a m�s gorda y dura, el propio novio andaba tembloroso
y con paso vacilante. En la casa del novio sus padres estaban alarmados por el
evidente deterioro del muchacho, pero Marcelo no soltaba prenda. Lo enviaron al
m�dico, y en el an�lisis de sangre sali� una gran deficiencia de gl�bulos rojos.
Y un principio de insuficiencia coronaria. Pero el pobre llegaba a las citas con
su novia con cara de carnero degollado, de v�ctima propiciatoria.


Podemos comprender a la chica. Con Marcelo conoci� el placer
de arrodillarse frente a una pija fuera de la bragueta, hacerla parar hasta que
se pusiera bien gorda y dura, olerla y lamerla, y pajearla hasta ver como sal�a
el semen a chorros. A veces culminaba la paja con el glande dentro de su c�lida
boca, que lam�a y lam�a, succionando, mientras con su mano lo iba pajeando, y
llegada la erupci�n la tragaba, saboreando cada entrega de espeso semen.


Alicia le hab�a tomado h�bito al nabo de su novio. Y tambi�n
al placer que le propinaba. Por eso quiz� no advirti�, o no quiso advertir, el
deterioro de Marcelo. Y sigui� brind�ndole toda su ternura, su apasionada
ternura en su nabo.


Cuando internaron al pobre muchacho en la cl�nica, ella se
ofreci� a cuidarlo por las noches. Y prosigui� haci�ndole varias p�ginas por
noche. El chico se iba poniendo cada vez m�s mustio, pero ella segu�a sac�ndole
tanta leche como pod�a. Los m�dicos le aplicaban todos los tratamientos que
conoc�an, pero no consegu�an detener su empeoramiento.


Finalmente, en medio de su �ltima gran paja, el muchacho,
mientras acababa, exhal� su �ltimo suspiro. Alicia acompa�� el caj�n con ojos
llorosos, y Eduardo, el hermano mayor de Marcelo trat� de consolarla. Y Alicia
le hizo la mejor paja de su vida, eso s�: sin dejar de sollozar.


Los primeros tiempos Alicia iba muy seguido a la casa de sus
suegros para estar cerca de los seres queridos de Marcelo. Eduardo no coment�
nada, y sigui� disfrutando de sus pajas. Tambi�n Julio, el menorcito. Y como
todos sent�an verg�enza y guardaban silencio, el padre cay� incautamente en las
h�biles manos de su casi ex nuera.


Fue siempre en momentos de congoja, en los que el desolado
aspecto de la muchacha acercaba a los varones de la familia para confortarla. Y
mientras la abrazaban ella comenzaba t�midamente su trabajo manual que siempre
culminaba en el �xito. Como cada uno de los varones se sent�a culpable por
abusar de la novia del hermano fallecido, nunca comentaron entre ellos las pajas
que les hac�a su querida Alicia. Y la madre nunca sospech� nada.




Cap�tulo 4. Alicia avanza en la vida.




A todo esto Alicia hab�a alcanzado la plenitud de sus
veintid�s a�itos. Su cuerpo esbelto ten�a sus redondeces en los lugares
convenientes, pero la causa de su �xito hab�a que encontrarla en su cabeza.
Alicia hab�a comprendido que pod�a dominar a los hombres. Y procedi� a disfrutar
de su innegable poder.


La muerte de su novio, de la cual nunca se sinti� ni siquiera
vagamente responsable, hab�a dejado una honda huella en su coraz�n. Nunca m�s,
decidi�, amar�a tanto a alguien, ya que la gente al final se muere y te dejan
sola. Pero eso no significaba que dejar�a de divertirse.


Ya que pod�a dominar a los hombres, los dominaba. Y sacaba
mucho placer de eso. Su dominio comenzaba generalmente desde el principio mismo.
La actitud de su porte, el porte de su mirada, el tono de su voz, no dejaban
lugar a dudas, y los hombres aceptaban que ser�an dominados por esa mujer.


Si la llevaban a sus casas, apenas entraban Alicia comenzaba
a ejercer su dominio. "Lameme ac�" dec�a con voz dominante se�alando su concha.
Y el tipo de turno se bajaba y comenzaba a lamer. Cuando no lo hac�a bien,
Alicia se enojaba: "�Si no sab�s lamerla bien, por lo menos chup�mela con
ganas!" y les refregaba la concha por la cara.


Se hac�a chupar el cl�toris hasta que les acababa en la cara.
Y sent�a una especie de perverso placer en no dejarlos correrse. Se hac�a chupar
el culo, y se los remov�a por la cara.


Se hac�a chupar las ricas tetitas, frotaba su cuerpo contra
el de ellos. Y no tard� en observar que, pese a su ausencia de trabajo manual y,
a�n de penetraci�n, de pronto los tipos se corr�an.


Hab�a descubierto un nuevo tipo de paja. Y comenz� a
ejercerlo despiadadamente.


Por ejemplo, con un muchachito varios a�os menor que ella,
apenas entr� en la pieza de �l, lo empuj� al sent�ndolo en la cama, y
levant�ndose la falda puso ante sus ojos su co�o depilado. "�Pon� la boca ac�!"
y el muchacho, con la boca en "o", atrap� su cl�toris erecto. Y con este estuvo
cogi�ndole la boca todo el rato que quiso, hasta que se corri� en su cara. El
chico la miraba con la lujuria, la sumisi�n y la pasi�n en sus emocionados ojos.
"�Ahora vas a lamerme el culo!" y agarrando la cabeza del candidato la restreg�
contra sus nalgas. El muchacho sinti� la suavidad y la tersura de la piel
perfumada de esas nalgas y se perdi� en ellas. Y Alicia le hablaba en un estilo
banal, superficial, de cosas convencionales.


"Es muy importante ser una persona responsable en la vida..."
mientras sent�a la lengua de �l tent�ndole el ojete, que ella abr�a oferente.
"...Porque el estudio es muy bueno para formar la mente..." dec�a Alicia, como
si estuviera hablando frente a un auditorio ansioso por devorar sus palabras. Y
efectivamente el muchacho estaba devorando su culo, lamiendo el interior de los
cachetes y entrando en su agujero. Y as�, haci�ndose la desentendida de lo que
le estaba obligando a hacerle, continuaba hablando como si cualquier cosa.


Cuando el chico estaba m�s enchufado lami�ndole el orto, se
lo sac� y, d�ndose vuelta observ� con desapegado inter�s el rostro del muchacho,
en el cual se ve�an los signos de la desesperaci�n, la sumisi�n y la lujuria.
Examinaba la enfebrecida mirada, de ojos brillantes y turbios. Y la piel del
rostro, enrojecida y h�meda. Pareci� agradada por lo que ve�a. "Tirate en la
cama que voy a sentar mi culo en tu cara" Y llevando sus palabras a los hechos
tap� la cara del muchacho con su culo y baj� la falda.


Desde esa c�moda postura dominante ve�a la carpa que se hab�a
formado en su tirante pantal�n. Y se sonri� divertida. "Avisame si necesit�s
respirar" dijo removiendo el culo. El chico la aferraba de las caderas para
poder chupar su culo con pasi�n. "�C�mo te prend�s a mi culo, chiquito...!" "�Te
gusta mucho que te lo remueva en la cara?" Y de abajo sal�an unos murmullos de
apasionado asentimiento, completamente ininteligibles dado el sofocamiento del
sonido, pero evidentemente apasionados.


Y sigui� habl�ndole sucio, "�Qu� dir�a tu mam� si entrara
ahora y te viera chup�ndome el culo... !" "�Dale, met� esa lengua m�s profundo!"
"�Asiii, ... as�...! �Y ahora entrala y sacala r�pido, cogeme el culo con tu
leng�ita, coraz�n...!" Y le apretaba el ojete contra la lengua, aplast�ndole a�n
m�s la cara. Y el chico segu�a aferrado a sus caderas con ambas manos, para
chuparle mejor el culo. "�Ni esperes que te la vaya a tocar!" "�Yo no hago esas
asquerosidades!" "�No esperes que te deje correrte! �Aqu� la �nica que se corre
soy yo!" "�Y ya estoy cerquitaaa, muy cerquita... mi nenitoooo... !" Y vio como
la carpa del chico se empinaba cada vez m�s y comenzaba a temblar. "�Ahhh...
ahhh... qu� polvo me estoy echando con tu lengua en mi orto...! �Ahhh... ahhh...
mi ne-ne... !"


Y vio como una mancha de semen brotaba espesa de la c�spide
de la carpa que se conmov�a en el pantal�n de su v�ctima. Cuando se levant� pudo
ver al chico completamente derrengado en la cama, con la gran mancha en sus
pantalones. "�Ah, pero que barbaridad, te corriste, pese a que te lo
prohib�...!" "�Eso merece un castigo!" "�Ya que te gusta correrte voy a darte el
gusto!" "�Y tantas veces que vas a terminar pidi�ndome por favor que pare!" Y
arrodill�ndose arriba del cuerpo del muchacho de modo que su cara estaba cerca
de su polla y su concha cerca de la cara del muchacho, comenz� a manosearle el
nabo a trav�s del pringoso pantal�n. "�Ahh, cu�nta leche, qu� gusto... !"


A medida que le amasaba el miembro este volvi� a crecer y
endurecerse. Pronto lo puso completamente al palo. "�Te gusta la vista de mi
concha?" y se la acercaba m�s a la cara, mientras segu�a d�ndole apretones en la
pija. Pronto el muchachito comenz� a gemir y ella rode� con su concha la boca
del chico. "�Chupame la concha, nene, date el gusto...!" Pero no le dio tiempo,
arreciando en la paja que le estaba propinando, lo llev� otra vez, entre
gemidos, al punto de correrse, nuevamente dentro del pantal�n. Ella le sigui�
amasando el nabo hasta que este dej� de manar semen, y volvi� a la flacidez.


"�Ahh, que asco! �mir� c�mo has puesto tu pantal�n,
totalmente pringoso con tu leche!" "�Tenemos que sacarte ese pantal�n... !" Y se
los baj�, junto con el slip dej�ndole el vencido miembro, todav�a algo gordo, al
aire. "�Ahh, est� todo pringoso... !" "Te lo voy a tener que limpiar con la
lengua..." Y poni�ndoselo en la boca se fue tragando todos los restos de semen.


"�Usa la lengua ah� abajo! �No seas tan comod�n!" Y le
removi� la concha contra la cara, hasta que sinti� que la lengua del muchacho
comenzaba a lamer. El nabo se hab�a puesto nuevamente duro y ella continu�
limpi�ndolo por los costados con la lengua. Pronto le tuvo el miembro
completamente erecto, apuntando al techo. Cuando estuvo completamente limpio por
los costados, le meti� la lengua dentro del todav�a pringoso prepucio,
limpi�ndoselo y de paso lami�ndole la punta del glande, justo en la raya. Las
lamidas del chico se aceleraron.


Una vez que le tuvo el nabo bien limpio, comenz� a correrle
muy despacito la piel, hasta dejarle el glande al descubierto. El chico hab�a
enterrado la cara en su concha y lam�a con entusiasmo. Y ella comenz� a pajearlo
lenta y suavemente, ejerciendo un poco de presi�n con la mano sobre la parte
media del miembro. Y fue acentuando la paja. "�Verdad que te gusta el sabor de
mi concha? Lindo olor, �no?" Y lo iba pajeando cada vez m�s fren�ticamente,
mientras le refregaba cada vez con m�s entusiasmo la concha en la cara,
aproxim�ndose a su propio orgasmo. Controlaba la llegada del orgasmo del chico
para que no se adelantara al suyo. Y cuando este lleg�, aceler� brutalmente la
paja, haciendo que el chico volviera a correrse, con largos chorros que llegaban
casi hasta el techo.


"Te har�a una paja m�s, para que aprendas, pero me das
l�stima" dijo visti�ndose, y desde la puerta se dio vuelta para mirar al chico
derrengado en la cama, con expresi�n de inconciencia en sus ojos turbios. Y
sali� de la pieza muy satisfecha. �Ese chico hab�a aprendido su lecci�n!




Cap�tulo 5. Alicia, a sus veintisiete, comienza a noviar con
un se�or mayor.




Era un abogado, de m�s de sesenta a�os. Robusto, tirando a
gordito, canoso, y barba blanca recortada. Ella hab�a concurrido a su estudio
cumpliendo con un encargo de trabajo. Y cuando le vio decidi� que ese era el
tipo que le conven�a para casarse. No lo amaba ni amar�a, pero pod�a hacer un
buen esclavo de �l, y de paso encontrar la seguridad econ�mica que puede brindar
un buen matrimonio.


No tuvo problemas en seducirlo. Alicia, con sus veintisiete
a�os, era un bocadito muy apetecible para los sesenta y tantos del hombre. Y
ella se ocup� en acentuar esa atracci�n con sus ademanes, miradas y posturas de
su incitante cuerpo. De modo que pronto tuvo empaquetado al viejo y una vez que
hubo hecho un lindo mo�o en el paquete, comenz� la etapa de construir una
categ�rica dominaci�n. No le dejaba cogerla, pero con su enorme experiencia iba
haci�ndole una paja psicol�gica, llev�ndolo poco a poco a entregarse en sus
manos. No faltaron los suaves rozones ni las suaves caricias inocentes. Y
siguieron los pedidos mimosos, de regalitos, y de caprichitos, para asegurarse
de la sumisi�n del hombre. Lleg� el momento en que lo tuvo en sus manos.
Entonces comenz� la siguiente etapa. "Tengo que comentarte una cosa horrible:
una vez masturb� a un hombre en un colectivo." Y le cont� una de sus tantas
andanzas p�caras como si hubiera sido la �nica. Pero se la cont� detalladamente,
demor�ndose en los calientes detalles para observar sus reacciones.


Vio que el viejo se calentaba, y sigui� cont�ndole los
detalles morbosos, hasta que not� que al viejo se le hab�a parado. "�Qu�
pensar�s de m�, me da una verg�enza... !" "�Pero noo, mi nenita, �ese fue s�lo
un peque�o desliz... !" dijo el viejo procurando tranquilizarla.


"�No, gracias por tu consuelo, pero estuve mal... !" "Pero si
fue por una �nica vez..." "Es que no fue por una �nica vez, �antes hubo otra!" y
le cont� de su primer juego con su primito cuando ten�a seis a�os. Otra vez con
mucho detalle, observando que la cara del viejo iba ruboriz�ndose y su
respiraci�n se agitaba. "�Y lo peor es que a mi me gustaba mucho hacer eso con
mi primito!" se culp� bajando la cabeza en un sollozo, mientras que con una
mirada oculta bajo su pelo, ve�a con malicia el impacto que sus revelaciones
iban haciendo en el bulto tenso de su novio. Este trago saliva "Pe-pero eras muy
chiquita... a esa edad las nenas no son muy concientes de lo que hacen..."


Ella se abraz� a �l, d�ndole un buen roz�n "casual" en el
bulto. Enseguida lo solt�, antes de que se entusiasmara. "Es cierto..., pero yo
repet� muchas veces ese jueguito, y tambi�n con mis otros primos..." "Hab�a uno
de doce que me hac�a masturbarlo varias veces cada vez que iba de visita a su
casa con mi mam�..."�Y me echaba leche cada una de las veces!"


Y le cont� con lujo de detalles como pajeaba una y otra vez a
su primo de doce El viejo estaba completamente subyugado. Se le estaba haciendo
agua la boca y su respiraci�n era un suave jadeo. Ella cambi� de postura con una
suave ondulaci�n que atrajo la mirada del viejo sobre su atractivo culito. "�Al
final termin� haci�ndoselo a todos mis primitos!" dijo con voz de aparente
angustia. "Pero por hoy no quiero contarte m�s, porque no quiero que pienses mal
del m�..."


Y dej� al hombre caliente y con sus historias d�ndole vueltas
por la cabeza durante d�as. Ella buscaba que �l se fuera obsesionando cada vez
m�s.




Cap�tulo 6. La presa hab�a ca�do en la trampa. Ahora s�lo
hab�a que ajustar los hilos...




Efectivamente, Ram�n durante los d�as �y las noches- que
siguieron a los relatos de su juvenil noviecita, no paraba de pensar en eso.
Ten�a sentimientos contradictorios. Por un lado se compadec�a de la ni�a y su
terrible pasado, por otro lado su parte moral encontraba recriminable lo que le
hab�a contado, tambi�n estaba su sentido compasivo de bonhom�a, tendiente a
perdonar todo, y por �ltimo estaba el oscuro deseo que esos relatos tan
calientes y transgresores le produc�an. Todo eso en un confuso revuelto en su
mente que iba agitadamente entre los primeros tres pensamientos, tratando de
soslayar el cuarto que, por lo tanto presid�a toda su deliberaci�n, que estaba,
entonces, te�ida de deseo.


El hombre se iba derrumbando bajo las deliberadas e
insidiosas confesiones de la chica. Y esperaba con mal disimuladas ansias que
estas se reanudaran.


Alicia no se apuraba, sab�a que el tiempo obraba a su favor y
que la cabeza del hombre estar�a convertida en un verdadero l�o, pensando en
ella d�a y noche. Mientras tanto, paseaban, iban al cine, a cenar y a todas esas
cosas que hacen los novios, si prescindimos del sexo, claro. Ella estaba usando
el sexo exclusivamente con la palabra y con el objeto de hacerle la cabeza a su
pobre novio mayor.


Cuando volvi� a hablar del tema dio varios fuertes pasos en
la direcci�n del ablandamiento de la cabeza del hombre. Le cont� lo que le hac�a
por debajo del banco a su compa�erito de colegio. Y luego a otro compa�erito, y
a otro m�s. Todo con detalles, nombres y detalladas y morbosas descripciones.


Despu�s de un rato el hombre comprendi� que la manito viciosa
de su novia hab�a pasado por todas las braguetitas de su clase. Ella contaba
cada una de sus calientes historias con diab�lica intenci�n, introduciendo cada
vez m�s deseo y perversi�n en la cabeza de su novio.


Gradualmente una parte de �l iba comprendiendo con que clase
de puta se hab�a ligado, y como se hab�a ido pervirtiendo la imagen que �l
pretend�a tener de ella. La deseaba cada vez m�s y al mismo tiempo, sus "rectos"
pensamientos no le permit�an reconocer la perversi�n que estaba dominando su
moral desde las profundidades. Pero el hombre estaba viviendo con la pija
parada, casi permanentemente.


"Hice muchas cosas malas, Roberto, chico que se me cruzaba,
chico al que le hac�a una paja. Era como un vicio para mi..." "Desde los seis
a�os que me aficion� a hacerles pajas a los hombres" "Me gustaba aprovecharme de
ellos, rozarlos en el colectivo hasta que se les paraban las pollas, y me
gustaba agarrar esas pollas grandes y duras..." "�No te imagin�s la cantidad de
pollas que acarici� y apret� y orde��... !" "�Me encantaba orde�ar a los
hombres! �Y les he hecho descargar cientos de litros de leche... !" El pobre
hombre estaba por caer a sus pies.


"Lo que pas� fue que despu�s descubr� que pod�a hacer que me
chuparan la conchita..." "Les daba una orden y all� los ten�a lami�ndome y
lami�ndome" "Por esa �poca descubr� que gozaba no dej�ndoles acabar, y los
obligaba a hacerme de todo, sin tocarles la pija ni dejar que me la metieran."
"Me hac�a tocar las tetas y los ten�a manose�ndome largo rato, sin dejarlos
hacerme nada m�s. �Pero ocurri� que algunos se me corr�an durante el proceso!"


"�Apretar mis meloncitos durante mucho rato llegaba a ser
demasiado para algunos, y no aguantaban m�s y se corr�an!" "�Y eso me produc�a
placer tambi�n!" "�Lo mismo pasaba cuando los hac�a pajearme sin tocarlos!" "�Se
corr�an como pajaritos... !


"Con otros prob� mi habilidad para hacerme chupar la conchita
a voluntad, de entrada nom�s". "�Era muy excitante! Sin habernos siquiera dado
un beso los hac�a arrodillarse y darme besos en la concha. Y los pod�a tener as�
por horas..." "�Pero tambi�n as� se me corr�an... !"


A esta altura, Roberto ten�a una erecci�n desesperada y
tambi�n estaba a punto de correrse. Alicia lo sab�a y continu� con su s�dica
historia.


"Tambi�n los hac�a acostarse boca arriba, cuando apenas
hab�amos cambiado un par de palabras, y me sub�a sobre sus caras y les ordenaba
que me chuparan la conchita. Siempre sin tocarlos, ni en lo m�s m�nimo. Pero
cuando empezaba ha hacer giros rotativos sobre sus caras, cuando comenzaba a
frotarles mi concha en sus rostros con un vaiv�n fren�tico, �z�s! �se me
corr�an! �Yo ve�a como sus pollas duras estiraban el pantal�n y cuando se
corr�an pod�a ver como en la cumbre de la carpita, sal�a primero un got�n de
semen a trav�s de la tela del pantal�n, y despu�s segu�an borbotones que se
derramaban por los costados de la carpita, y en su abundancia terminaban dejando
una enorme mancha pringosa en el pantal�n!" "�Ah� comprend� que hab�a
descubierto una nueva forma de paja! �Calentarlos sin tocarlos hasta que se
corr�an en seco de tanta calentura!" "�Te parece mal lo m�o, papito?"


Roberto hab�a ca�do de rodillas. "�Eh, nene!, �qu� me quer�s
hacer que te pusiste ah� abajo?" "�Te cont� que me enloquece sentarles el culo
en la cara y hacerme chupar el ojete?" "�Ay, qu� pensar�s de m�!" dec�a ri�ndose
por dentro al ver all� abajo la cara desencajada de Roberto ador�ndola a la
altura de su concha. "Bueno, te cuento, apenas de habernos conocido les sentaba
el culo en la cara, y se lo remov�a mientras los tipos desesperados besaban y
lam�an la suave piel del interior de mis nalgas y se desesperaban por meterme la
lengua en el ojete" "�Me encantaba dominarlos!" "�Y descubr� que pod�a hacerlos
correrse de cualquier manera!" "�Como ahora est�s por correrte vos con s�lo mis
palabras... !" "�Te falta mucho, papito... ?" Pero ya no le faltaba nada. Y
Roberto se corri� en medio de gemidos y jadeos.




Capitulo 7. Ya estaba listo. Y Alicia se cas� con Roberto.




"S�, ya est� listo" pens� Alicia mirando a Roberto derrengado
a sus pies, con tremenda mancha en el pantal�n. "�Qui�n te va a calentar como
yo, mi vida?" "Me parece que no ten�s otra alternativa que casarnos..." "Prometo
que seguir� abusando de vos" "No me pidas que deje de abusar de los otros
hombres, o de los ni�os (a prop�sito: �te cont� las pajas que les hice a los
hijitos de tu hermanita menor?), no me pidas que deje de pajear a cuanto hombre
se me antoje, incluidos tus colegas. Pero te prometo que del que m�s me abusar�
ser� de ti, porque tu ser�s mi esposo." "Porque para m� el matrimonio es
sagrado. Tendr�s mi culo sobre tu cara, y beber�s los jugos de mi concha, y te
correr�s sin que te toque. Y te contar� mis andanzas porque no te enga�ar� nunca
y te contar� todo lo que ande haciendo por ah�, incluso a los miembros varones
de tu familia, y amigos y clientes. Y vos te vas a correr con mis relatos" "Pero
eso s�, ten� en cuenta que en cualquier momento puedo pajearte todo lo que se me
antoje, as� te mueras."


Y Roberto se cas� con ella y fueron felices hasta la muerte,
que ocurri� bastante pronto, a decir verdad, porque el coraz�n de Roberto no
resisti� tanta felicidad ni tantas acabadas y muri� entre estertores de gozo,
dej�ndole toda su herencia. Y Alicia comprendi� que Dios premiaba a las personas
honestas. Y, aunque extra�aba a su fallecido c�nyuge, Alicia sab�a como
encontrar qui�n la consolara, y qu� favor hacerle a cambio.



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Relato: Alicia, pajeadora de vocaci�n (2)
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