Relato: Desvirgadas en Barcelona 3 y 4





Relato: Desvirgadas en Barcelona 3 y 4


DESVIRGADAS EN BARCELONA 3 y 4



Nuevas aventuras y desventuras sexuales de Celia


Relato de Tatiana 19752



Desvirgadas en Barcelona -3-





Celia y don Humberto, el cubano





BAJO LA MIRADA PROTECTORA DE OCHUN,



Y CON RESPETO A LOS ORISHAS DEL PUEBLO YORUBA





Barrio de las Playas de Barcelona.



Atardecer del Jueves.




Don Irving sac� su pene de mi vientre y se qued� jadeando a
mi lado. El ruido de los truenos de una tormenta de verano se mezclaba con la
cegadora luz de los rayos que iluminaban el ennegrecido cielo de Barcelona. A mi
me costaba respirar, a�n sent�a todo el peso de su cuerpo encima del m�o, su
sudor se mezclaba con mi sudor, notaba como su semen caliente y abundante
inundaba mi sexo.



Al cabo de una media hora, cuando yo estaba medio dormida y
notaba que su mano jugaba con mi cuerpo, el hombre me habl� suavemente, me dijo
que ten�a que marchar al d�a siguiente fuera de Barcelona, a Mosc�, a resolver
unos negocios y que volver�a en unos d�as. Me dijo que si necesitaba algo
hablase con don Humberto, el cubano.



Era ya tarde, ten�a que volver a casa. Don Irving hab�a
jugado de nuevo con mi cuerpo toda la tarde, de todas las maneras que se le
antojaron. Hac�a ya una semana de aquella tarde que �l y don Humberto nos
desvirgaron a Nuria y a m�.



Don Irving est� loco por m� desde el d�a que me desvirg�. �l
puede tener todas las t�as que quiera, pero le vuelven loco mis trece a�itos, mi
cuerpo, soy altita, esbelta, delgada pero con las formas ya bien marcadas, con
la piel muy blanca, unos muslos muy bien formados, unos pechitos como monta�itas
en punta hacia delante�



Todos los chicos del instituto y del barrio dicen que estoy
muy buena... A don Irving, mi amigo peruano, le vuelve loco especialmente el
momento en que, ya sea en la playa para tomar el sol, o en su apartamento para
que me toque y me folle, me quito la parte de arriba del minibikini que llevo y
me quedo s�lo con la parte de abajo, la braguita que de hecho es un minitanga.



En un brazo llevo un peque�o tatuaje que me ha hecho un amigo
de don Irving y que seg�n �l significa que le pertenezco: un c�ndor de los
Andes, el ave m�gica de su pueblo. Ahora don Irving quiere que lleve un piercing
en el ombligo, y dice que ha encargado una peque�a pieza de oro para que me la
ponga. Ya veremos, si a �l le gusta�



Me vest�. Antes de salir y dirigirme a mi casa, don Irving
volvi� a besarme y me dio un sobrecito con aquellos billetitos que me daba para
que me comprase cosas muy lindas, como dec�a �l. Me dijo que me traer�a algo muy
bonito de su viaje a Mosc�.



Nuria hab�a marchado de vacaciones, y estaba yo sola en casa.
Mi madre todav�a no hab�a vuelto del trabajo. Y, entonces son� el tel�fono.



Era don Humberto, el cubano.



Me dijo que al d�a siguiente, por la ma�ana, no estar�a en
Barcelona, pero que por la tarde me recoger�a en mi casa y me llevar�a a ver un
sitio muy chulo, el Ash�s Resort un club suyo en la costa de Castelldefels, a
unos veinte kil�metros de Barcelona y con unas extensas playas de fina arena
dorada.





Ash�s Resort, Castelldefels Playa



Tarde del Viernes




Don Humberto y yo bajamos de su BMW, su chofer o
guardaespaldas o lo que sea nos hab�a abierto la puerta. Est�bamos dentro, en
los jardines del club.



Mucha gente salud� con gran respeto a don Humberto, que
parec�a conocer a todo el mundo. �l les sonre�a a todos, y parec�a saludarles
con una extra�a frase, algo as� como "ash� broder", no lo entend� muy bien.
Predominaban hombres maduros, incluso bastante mayores. Hab�a una piscina, y una
serie de chicas muy guapas parec�an ser las camareras. Algunos se�ores ten�an
chicas sentadas encima de ellos en los sillones de piscina, y parec�an estar
toc�ndolas y bes�ndose con ellas.



Don Humberto me dio un vasito, y me tom� lo que �l defini�
como mi primer mojito especial de Ash�s. Una especie de fuego me llen� el
est�mago, y una extra�a sensaci�n de irrealidad me invadi�.



Entramos en el edificio. Hab�a una decoraci�n de luces de
ne�n rosadas y azules, una paredes como si fuese una hacienda cubana, imitando
un patio interior, la m�sica eran canciones caribe�as, y, en los butacas del
interior, hab�a grupos de hombres jugando a las cartas al tiempo que acariciaban
los cuerpos de chicas muy j�venes �aunque no tanto como yo-, que tambi�n iban
pr�cticamente desnudas, vestidas s�lo con unos tangas diminutos.



A veces, algunos se�ores se levantaban y sub�an por las
escaleras agarrando a una o dos chicas y desaparec�an en la puertas del piso
superior.



Don Humberto me ten�a sujeta por la cintura, su mano apretaba
mi piel, y yo sent�a la mano del viejo mulato cubano como m�s fuerte, recia y
c�lida que la de don Irving. Don Humberto me hablaba y mimaba de forma tan
cari�osa que me parec�a una especie de abuelo que me inspiraba seguridad.



Me dijo que subir�amos arriba, que ir�amos a sus
habitaciones, a descansar un poco, que ver�a qu� cosas m�s chulas ten�a.



Fuimos entonces a su alojamiento, yo me sent�a tranquila, con
confianza, pero tambi�n creo que estaba un poco mareada, don Humberto ya me
hab�a hecho beber un segundo mojito, cuando, casi sin darme cuenta, me estaba
bebiendo el tercero. Estaba muy bueno, ya no notaba la reacci�n que me hab�a
hecho el primero, pero me apoyaba en el brazo de don Humberto para caminar.



Llegamos, entramos, era lindo, era la primera vez que entraba
a un lugar as�, yo miraba para todos lados, y me re�a, �l me abrazaba, me besaba
con dulzura, me dec�a que estuviese tranquila.



Era una habitaci�n especial, yo nunca hab�a visto nada que se
le pareciera.



Una habitaci�n con muchas plantas, muebles antiguos, m�sica
suave, tambores de fondo, una gran cama enfocada con unas tenues luces rojizas,
sin aire acondicionado, calor, el balc�n abierto, la piscina debajo, el mar m�s
all�



En una pared, un gran tapiz representaba una maravillosa
joven mulata que parec�a ser la se�ora de una isla. En el tapiz hab�a escrito el
nombre de "Och�n", que deb�a ser como se llamaba la joven y bella se�ora.



Don Humberto me mir� sonriendo, y me dijo unas extra�as
frases, que ahora intentar� recordar, aunque no puedo hacerlo exactamente. Me
dijo algo as� como:



Yo soy el fuego de tu noche,


y t� ser�s las cenizas del humo de mi aliento,


yo soy el caim�n que llega silencioso por el fango,


y me acompa�an tempestades, fuego, mar,


yo soy los tambores bat�


y la flecha que penetra tu pensamiento�


Och�n, te la ofrezco en sacrificio,


dame tu fuerza, renueva mi vigor�




Despu�s puso m�sica lenta, me abraz�, y empezamos a bailar,
me besaba, estabamos muy juntos, y pod�a sentir como su pene iba creciendo
r�pidamente en su vientre, seguimos as� un rato, despu�s me levant� en sus
brazos, , me acerco a la cama, y comenz� a quitarme la ropa, lo hacia muy
lentamente, mientras segu�a bes�ndome y dici�ndome cosas que yo a veces no
entend�a, parec�a un extra�o idioma, como africano, que me intranquilizaban y me
hac�an sentir muy rara, don Humberto casi me daba miedo, hasta que quede casi
desnuda, me deposit� en la cama, y comenz� a desvestirse, yo lo miraba con
sorpresa y nerviosismo, hasta que quedo completamente desnudo�



Su cuerpo se dibujaba en la sombra de las luces rojas,
acerc�ndose hacia m�, poco a poco, musitando extra�as palabras, entonces yo
vislumbr� un gran pene enhiesto en el vientre del viejo mulato cubano� Me qued�
mir�ndolo absorta, sin poder apartar la vista de su verga que continuaba
aproxim�ndose a mi�



Se acerco al lecho y se dej� caer lentamente, ocupando casi
todo el espacio. Not� el calor, el sudor de su cuerpo ya muy cerca del m�o,
tocando mi piel en algunos momentos. Continuaba musitando una especie de extra�a
letan�a, y se coloc� de costado casi encima m�o, puso su rodilla entre mis
piernas, las abri� muy lentamente, y me acariciaba y besaba los muslos, y
lentamente iba subiendo,



Don Humberto Chalquia, con la mano que le quedaba libre me
tocaba los pechitos y los pellizc� Gem� del placer que sent�, era como si
flotara en el espacio, como si estuviese volando por el cielo junto al cubano�.
Se hab�a colocado ya encima de m� ba��ndome con su sudor� Yo, entonces, con mis
piernas le rodeaba su cintura mientras �l no paraba de meter su lengua en mi
boca�



Don Humberto Chalquia tir� hacia abajo con la mano, y me fue
bajando la braguita, dejando al descubierto mi co�ito, con el que empez� a
juguetear introduciendo sus dedos.



Enseguida se inclin� de nuevo hacia abajo, y not� su lengua
abrirse paso en mi sexo, yo me retorc�a del placer que sent�a, gem�a de ansias
de que me la metiese, .Y all� estaba su polla, tiesa, desafiante, toda para m�
en cuanto �l decidiese met�rmela.



Not� que su pene comenzaba a temblar. Don Humberto Chalquia
me coloc� boca arriba situando mi cabeza en el centro de la almohada, me abri�
bien las piernas mientras yo a mi vez las levantaba para apretar y abrazar con
ellas su cadera y sus muslos, como me hab�a ense�ado a hacer don Irving, se gir�
y puso su cuerpo encima del m�o.



Sent� su verga caliente frotarse en la puerta de mi sexo y
aquel contacto me hac�a vibrar de angustia y deseo. La punta de su polla empez�
a meterse en mi vientre, mi vagina estaba h�meda esperando a su deseado
invitado. Gem�, clav� mis u�as en su espalda, sent� su lengua pasearse dentro de
mi boca, gusto a tabaco y alcohol, los pelos mal afeitados de su rostro
pinchaban la piel de mi cara,



Yo estaba avergonzada de lo que estaba haciendo, pero a la
vez me estaba consumiendo del fuego de mi cuerpo, los gemidos se me escapaban
uno tras otro de mis labios. Entonces, el viejo mulato se ayud� con la mano y de
con s�lo un violento y decidido empuj�n hacia delante me la meti� hasta el
fondo, sin ninguna consideraci�n. Sent� da�o, como si me cortasen por dentro,
casi como la primera vez con don Irving, cuando el peruano me desvirg�. La verga
del cubano era m�s ancha que la de don Irving, se meti� en mi vagina ocupando
mucho m�s espacio, con la rapidez de un rayo�



No me pod�a quejar, yo lo hab�a provocado, yo solita hab�a
colaborado con don Humberto, hab�a aceptado sus caricias, hab�a excitado al
hombre hasta el paroxismo fren�tico de la locura, y ahora el viejo cubano tomaba
su presa, me devoraba con su boca y su polla se hab�a clavado hasta lo m�s
profundo de mi vientre� y yo, quer�a de forma inconsciente o consciente quer�a
sentirla dentro de mi cuerpo, as� que todo estaba como ten�a que estar�


.


Se dej� caer encima de mi cuerpo, aplastaba mis pechitos,
hund�a mi vientre, me inundaba con su sudor y su aliento a bebida y tabaco, y
entonces ya comenz� el mete-saca. Me la met�a y casi me la sacaba, me la met�a y
casi me la sacaba, cada vez con m�s fuerza, cada vez a m�s velocidad, cada vez
m�s hacia dentro, yo notaba la presi�n como si me fuese a reventar�



Nunca hasta entonces hab�a sentido nada igual. Aquello era
mucho m�s violento, m�s fuerte, m�s bestial que con don Irving� Me sent�a como
una ovejita devorada por un lobo feroz, mi carne le pertenec�a, prieta, mi
co�ito, ahora bien dilatado por su enorme pene, era suyo, todo era suyo, todo le
pertenec�a, me dijo jadeando que me estaba follando como a una perrita, que m
iba a follar todo el d�a, que me iba a meter hasta la �ltima gota de semen en mi
sexo�



Parec�a que don Humberto se hab�a vuelto loco, que me iba a
devorar, pero yo nada pod�a hacer, lo que me estaba haciendo me dol�a, me
ahogaba y me gustaba como nada antes en el mundo, esperaba que aquella tortura
de mi joven cuerpo acabara lo antes posible, pero dejaba que nunca acabase, que
aquello continuase eternamente, que el viejo mulato no sacase nunca la polla de
mi vientre, que no se levantase de encima de mi y ojal� que su cuerpo me
aplastase toda la eternidad�


.


Y segu�a su incesante movimiento, sacando y metiendo su verga
en mi vagina�. Notaba como el hombre sacaba toda la polla casi hasta la punta,
dej�ndose caer para meterla dentro de nuevo de un golpe, y as� una y otra vez,
sin parar ni un segundo...



De nuevo not� como me sal�a la polla del viejo de dentro de
m�, la notaba retroceder hacia fuera, para... de nuevo entrar en ella otra vez
de golpe. Don Humberto Chalquia ten�a los ojos en blanco, la boca entreabierta
jadeaba, y a mi me faltaba la respiraci�n, su peso me aplastaba contra las
s�banas, pens� que iba a desmayarme, todo me daba vueltas, los ojos se me
inundaron de su sudor y me sent� morir�



�De qu� manera me la hab�a metido! �C�mo me estaba follando,
sin piedad ni descanso, ten�a encima de mi un aut�ntico monstruo, un caballo
desbocado�!Pero que bien, qu� placer sent�a al tener dentro aquella polla negra
que me llenaba el vientre y que yo sent�a que me llegaba por dentro tal vez
hasta la cintura!



Ni don Humberto ni yo quer�amos que ese momento se acabara
jam�s y grit�..."��� Oh, no me deje nunca, siga, siga!!!" Entonces comenz� �l a
moverse a�n con m�s velocidad y fuerza, y ya me qued� pr�cticamente fuera de m�,
como enloquecida. El no paraba de joderme, y yo, yo como ahog�ndome entre jadeos
y sudor, le dec�a mientras le besaba y abrazaba: "m�s, m�s, dame m�s, por favor,
m�s, no pares, no pares, sigue m�s, porfa... "y notaba que su polla iba y ven�a
cada vez m�s mas dura, enorme y fuerte.



Jam�s hab�a imaginado que esas sensaciones que el mulato
cubano me estaba haciendo sentir existieran, aquello era mucho mejor que la
primera vez, cuando don Irving me desvirg�, aquello ahora me parec�a mucho m�s
suave en comparaci�n a aquella manera infernal que ten�a don Humberto de
follar... Ahora entend�a lo que me dec�a Nuria aquel d�a, cuando me comento el
da�o que le hab�a hecho el cubano al desvirgarla, pero lo bien que se lo pasaba
ella despu�s cuando iba al apartamento de hombre a ser follada por �l, igual que
yo iba con don Irving�



Don Humberto empez� a gritar, a aullar como un lobo, a
relinchar como un caballo, mientras me mov�a de un lado a otro con unos
movimientos violent�simos al tiempo que continuaba medio sacando y clavando su
polla hasta el final de mi vagina, y ahora yo notaba como, a cada metisaca de su
verga, el espasmo inundaba mi sexo de oleadas de un l�quido muy caliente y
viscoso. Su polla era como una fuente explosiva que estaba abocando torrentes de
semen dentro de mi vientre.



Me qued� de golpe sin respiraci�n, era como si me ahogase, �l
, al tiempo que daba espantosos alaridos de placer mientras se corr�a dentro de
m�, apretaba mi cuello como si me fuese a estrangular, me faltaba el aire, y,
entonces me corr� yo, me ahogaba, pero entr� tambi�n en un orgasmo tremendo e
infinito� me sent�a morir de placer, no respiraba, jadeaba, el ya no me apretaba
el cuello, sino que impulsaba mi cuerpo arriba y abajo violentamente, con sus
manos agarradas a mi culo, su cuerpo aplastando el m�o, su pecho hundiendo mis
tetitas, yo era un monigote, una piltrafa que el mov�a a su antojo, yo me hund�a
en oleadas de incre�ble placer, lo besaba, le agarraba el culo, le pellizcaba,
impulsaba sus nalgas a penetrar su polla m�s profundamente en mi, quer�a que me
atravesase�



El viejo mulato ya no pod�a m�s, ya no sal�a m�s semen de su
verga, litros de sudor sal�an de su piel e inundaban mi cuerpo, se dej� caer,
vencido, encima de m�, aplast�ndome a�n m�s, pero yo no me apartaba, el ahogo de
su peso me continuaba dando placer � Y o� que el viejo cubana emit�a un sonido
sordo, una voz, casi como un invocaci�n, dijo, con voz tenebrosa, algo as� como:
ooochuuunnn�



Pas� un tiempo, no s� cuanto, yo ya no ten�a ninguna noci�n
del tiempo, me qued� paralizada, con �l como durmiendo encima de mi, inundado mi
cuerpo de sudor y semen, respirando con dificultad, jadeando, su peso me
aplastaba� cuando de pronto, lentamente, me la sac� y se coloc� a mi lado, con
una pierna sobre mi vientre, un brazo y la mano jugando con mis tetitas,
pas�ndome la lengua por el cuello y mordi�ndome como un vampiro� Yo notaba un
l�quido viscoso, caliente y pegajoso moverse por mi vientre y muslos� As�, creo
que se qued� dormido, y, poco despu�s, tremendamente agotada, yo creo que
tambi�n me dorm� enseguida�



Me despert� cuando hab�a pasado cerca de una hora. Sin darme
cuenta, don Humberto se hab�a despertado, y, como no se hab�a separado de mi
cuerpo, de nuevo parec�a estar excitado. Mir� hacia abajo y vi su pene otra vez
preparado para atacarme� Oh, no, pens�, dolorida y agotada, otra vez, tan
pronto, no, por favor�



Entonces, don Humberto me dio media vuelta y me puso de
espaldas, y luego me oblig� a ponerme como si yo fuera una perrita. Mis pechitos
descansaban en la s�bana y, �l desde atr�s me los apretaba con fuerza, casi
haci�ndome da�o.



Me levant� la parte del culo� Se dedic� a jugar y pellizcar
mis nalgas, y pens� que ahora ten�a el capricho de follarme como si fu�semos un
perro y una perrita. Era algo nuevo, don Irving nunca me lo hab�a hecho de esa
manera� Tal vez era divertido, aunque algo inc�modo� Don Humberto estaba
haciendo algo bastante asqueroso, se hab�a puesto saliva en los dedos e
intentaba irlos metiendo en mi culo, no imaginaba yo para que hac�a algo tan
raro.



Y entonces don Humberto se coloc� encima de m� por detr�s,
tal como me pensaba, como si fuera un perro. Sent� la polla de nuevo, pero,�
���Ahora me hab�a colocado la punta en la entrada del agujero del culo!!!�



��� Ahora me daba cuenta de lo que don Humberto pretend�a!!!
�Qu� tonta que soy! Don Humberto me iba a meter el pene en el culo, cosa que no
me hab�a hecho nunca don Irving, y que yo me imaginaba como una cosa sucia y
asquerosa, No, eso no, no le iba a dejar, en la vagina lo que quisiese, pero en
el culo, �No!



Empec� a moverme para ponerme al rev�s, con la espalda en las
s�banas, pero me encontr� con la sorpresa de un don Humberto desconocido,
fuerte, violento. El viejo mulato sac� una extraordinaria fuerza de no se d�nde,
y me inmoviliz� completamente. Con una de sus manazas aplast� mi cabeza contra
la almohada, mientras con la otra levantaba mi culo. Yo gem� e intent�
protestar. Entonces el hombre me agarr� los dos muslos por el interior, me
levant� el culo, desliz� sus manos a las nalgas, apretando mi carne, y con los
dos pulgares dej� bien al descubierto el agujero de mi ano.



Intent� desasirme, y volv� a sentir la punta de su polla en
mi culo. De pronto, mientras yo me agitaba, not� como su polla entraba en mi
cuerpo, se abr�a paso en mi culo. Me la meti� de golpe, con un empuj�n fren�tico
hacia delante, al tiempo que daba un grito monstruoso en la extra�a lengua que
parec�a utilizar aquella tarde. Sent� un dolor terrible, como si una navaja me
estuviese cortando por dentro, y dej� ir un alarido espantoso, de dolor y horror
por lo que el viejo mulato me estaba haciendo, por el da�o tremendo que me
estaba haciendo al desvirgar mi culo.



Yo lloraba, gem�a, continuaba el dolor, mientras �l me
follaba exactamente como un perro, se mov�a de la misma manera, jadeaba, dec�a
palabras incomprensibles, aplastaba mi cara contra las s�banas cuando yo
intentaba resistirme o moverme, hasta que lleg� un momento en el que sus
movimientos fueron espeluznantes, me mov�a entera, me arrastraba arriba y abajo,
y empez� a gritar como si fuese un monstruo inhumano, y me di cuenta de que se
estaba corriendo, estaba eyaculando dentro de mi culo, el hombre ten�a un
orgasmo tremendo que lo hab�a transformado en una fiera, pero pens� que tal vez
si ya se agotaba acabar�a mi tortura�



Poco despu�s se dej� caer, y yo qued� con la cara, el pecho,
el vientre, aplastados contra la s�bana, mientras ten�a todo su cuerpo, todo el
peso de don Humberto encima de mi, su cara hundida en mi nuca, su pecho contra
mi espalda, su sexo sobre mis nalgas, su polla todav�a metida dentro de mi
cuerpo, todav�a dura, todav�a guerrera� �l jadeaba, parec�a ahogarse, aunque
empezaba a recuperar la respiraci�n, y yo segu�a gimiendo, lloraba sintiendo un
gran dolor en mi culo�



Dolor que aument� unos momentos despu�s, cuando el hombre se
apart� de m� poco a poco, cuando su pene se abr�a paso de nuevo para salir de mi
culo�



Don Humberto se qued� a mi lado, extendido sobre la cama, y
yo me pude por fin colocar con la espalda en las s�banas, con mis ojos perdidos
en los colores rojizos del techo� �l recuperaba la respiraci�n, yo segu�a
gimoteando de dolor, me segu�a doliendo, ahora que ten�a el culo contra las
s�banas� Y, con sorpresa, me di cuenta de que ahora el hombre estaba roncando,
don Humberto se hab�a dormido de golpe, deb�a estar supersatisfecho, despu�s del
polvo que me hab�a echado por delante y de desvirgarme despu�s por el culo�



Me sent�a muy mal, pero no me pod�a mover� Recuper� la
respiraci�n, me notaba sucia, ba�ada de sudor, con todos los olores del cuerpo
del viejo mulato impregnando mi piel� Me gir� y mir� su cuerpo desnudo, el pelo
de su cuerpo, su pene grande pero ahora ya blando en medio de sus enormes
cojones llenos de unos largos y rizados pelos negros� Roncaba, roncaba como un
animal satisfecho y saciado�



Pas� un tiempo, no s� cuanto� �l segu�a roncando� Yo reun�
fuerzas y me levant� de la cama para ir al ba�o que hab�a visto al lado de la
entrada de la habitaci�n� Donde yo estaba acostada, vi sangre donde reposaba mi
culo� No me extra��, sab�a que don Humberto me hab�a hecho mucho da�o, era como
si me cortasen por dentro, no me extra�� ver all� que me hab�a salido sangre por
el culo�



Entr� en el cuarto de ba�o� Decoraci�n muy lujosa, al estilo
del Caribe� Encend� la luz, era un tenue fluorescente de ne�n rosado� Me mir� al
espejo� Estaba despeinada, con la cara sucia, llena de una mezcla de l�grimas,
saliva, sudor m�o y de don Humberto� Me vi desnuda, pero me di cuenta de que
continuaba teniendo un cuerpo muy bonito, yo ya sab�a, por don Irving que mi
joven cuerpo de adolescente ten�a una magia especial para los hombres� La
primera parte no hab�a estado mal, pero despu�s, cuando don Humberto decidi�
desvirgar mi culo, me hab�a hecho da�o� Pero� No s�, tal vez hab�a sentido algo,
a pesar del dolor, tal vez, si lo probase otra vez y no me hiciese da�o�



Llen� la ba�era con agua tibia y me introduje en ella� Sent�
que las fuerzas volv�an a mi cuerpo�



Me di cuenta, al volver a la habitaci�n y ver a don Humberto,
que continuaba roncando, que los dos hombres, don Irving y el viejo mulato
cubano, ocupar�an un lugar primordial en la historia de mi vida� Me entr� un
cierto temor, un cierto miedo a no encontrar en el futuro, entre la gente de mi
edad, a chicos que me hicieran disfrutar, a pesar de todo, tanto como aquellos
dos hombres que me hab�an desvirgado�



Dos horas despu�s, un coche del Ash�s Resort me llevaba de
nuevo a Barcelona. Don Humberto se hab�a quedado en el club, y me sonre�a
p�caramente cuando me dio un sobre con quinientos euros, para, tal como hac�a
don Irving, me comprase cosas bonitas que me gustasen�



Cuando protest� un poco de que el culo me hac�a da�o al
sentarme, que no ten�a que hab�rmelo hecho, don Humberto sonri� y me dijo que no
me preocupase, que no pasaba nada, que s�lo hac�a da�o la primera vez, igual que
cuando me hab�a desvirgado por delante don Irving, y que despu�s ya ver�a como
me gustar�a que me lo hiciesen tambi�n as� Me dio un medicamento, una pomada,
para que me la pusiese en el culo si me hac�a da�o. Eso s�, me dijo que no fuese
al m�dico si no dejaba de hacerme da�o, que los m�dicos hacen preguntas
inconvenientes, que �l tiene muchos amigos m�dicos que me visitar�an enseguida
con toda discreci�n, pero que seguro que no har�a falta�



Tambi�n me dijo que a Nuria s�lo se lo hab�a hecho hasta
ahora por delante, pero que en cuanto ella volviese de vacaciones la llevar�a
tambi�n al Ashe�s Resort, o a su apartamento en el barrio mar�timo, y se lo
har�a tambi�n por el culo, como a mi�



Llegu� a mi casa. El culo me continuaba haciendo mucho da�o,
no pod�a sentarme en las sillas, s�lo en el sof� o estirarme en mi cama� Me cur�
el culo con algodones y agua oxigenada, en la braguita ten�a algo de sangre que
me hab�a salido con los movimientos del coche� La pomada me calm� lago el dolor,
me puse la tele, estaba sola, mi madre estaba trabajando�



Me notaba algo nerviosa� Fui a mi armario, saqu� mi cajita de
m�sica de cuando era peque�a, y saqu� mi tesoro� All� guardaba lo que no me
gastaba del dinero que me iba dando don Irving� Y ahora a�ad� los quinientos
euros que me acababa de dar don Humberto� Yo sab�a, que si hac�a lo mismo que
don Irving, esto era s�lo la primera vez, otras veces que nos vi�semos me dar�a
cien o ciento cincuenta euros� Pero ya me iba bien, ahora me estaba dando todos
los caprichos, ya ten�a aquellos pantalones tejanos que estaban de moda y eran
tan caros� Y no unos, sino tres�



Sal� de casa y me fui a ver a mi madre al trabajo� Estaba
mejor caminando o de pie que sentada�



No imaginaba yo entonces que las nuevas sensaciones que me
reservaba la vida superar�an con mucho lo vivido aquella tarde con don Humberto
en su club�







Desvirgadas en Barcelona �4-



El misterio de la cama roja





Dedicado a Ofelia Dracs.




Relato de Celia:




Est�bamos sentados en una de las mesas del bar de la playa.
Qued�bamos en un lugar relativamente tranquilo, relativamente apartado del
ensordecedor ruido de la gente.



Aunque me hab�a propuesto no probarlos, me hab�a tomado ya un
par de chupitos que me ofreci� Ofelia, la se�ora que me hab�a presentado el d�a
anterior don Irving como su mejor amiga, y me notaba algo alegre, tan s�lo algo
as� como si todo lo que ve�a y o�a me parec�a divertido. Ofelia me observaba, y
despu�s de hablar de muchas tonter�as, empez� a explicarme aquello que hab�a
pensado. Yo me qued� primero muy sorprendida, y despu�s pens� que... tal vez era
una tonta si me hac�a la ofendida... despu�s de todo, ella ten�a raz�n, �qu�
importancia ten�a aquello...?



- Si quieres venir y hacer unas horas en la peluquer�a,
cuando salgas del Instituto... Bien, algo tengo por Barcelona, pero poco te
puedes sacar, las aprendizas a horas no cobran, aprenden el oficio de
peluqueras, s�lo algunas propinas, no s�, unos 10 euros cada vez que vengas,
poco es al mes...


- Ya, Ofelia, le dije, pero, ya sabe, ya se lo expliqu�,
ahora no tengo nada, siempre voy con cuatro o cinco euros, en el monedero, mi
madre dice que no necesito gastar en nada, menos mal que don Irving y don
Humberto me ayudan bastante...


- Pero, puedes ganar mucho m�s dinero, pr�cticamente sin
darte cuenta, en un trabajo m�s f�cil... - dijo ella


- Si es f�cil, no pagar�n mucho, cuanto me est� diciendo,
cuanto puede ser, �diez euros cada d�a?



Entonces Ofelia me cogi� del brazo, y me lo apret�, con un
destello codicioso en sus ojos, clavados fijamente en los m�os.


- No, mi amor. Ya veo que no te imaginas lo que voy a
decirte. -Me cogi� la mano y me la apret� fuertemente, mirando a don Irving que
sonre�a.- Estoy hablando de mucho dinero, para que te lo guardes y te lo vayas
gastando poco a poco. Te estoy hablando de mil euros. Mil euros, y no creo que
de hecho tengas que trabajar m�s que una hora, o tal vez menos.


Una luz se hizo en mi cerebro, y le contest� r�pidamente,
sonriendo para que no se enfadara conmigo:


- No, ya s�, pero eso no, ganar dinero haciendo de puta,
no...



Ella volvi� a apretarme la mano:


- No mi ni�a, te equivocas, no se trata de que hagas de
puta...


- Yo no pienso dejar que me la metan los hombres, el que le
deje a don Irving o a don Humberto que me lo hagan no quiere decir que...


-Calla, nena, que ya se que te gusta que Irving te la meta...



Me ruboric� y continu� protestando, negando con la cabeza:


- Que me acueste con don Irving o don Humberto no quiere
decir que vaya a hacer de puta...


- Te repito que no vas a hacer de puta. Tiene algo que ver
con ese tema, pero no es hacer de puta. No ganar�as eso de puta, eso s�lo lo
cobran las supermodelos. Ni�as como tu hay muchas en una ciudad como Barcelona,
yo te lo digo, y de puta no te sacar�as ahora que eres jovencita m�s de
doscientos euros cada vez que lo hicieras, y eso si consegu�as una casa con
buenos clientes, te lo digo yo, que tengo los mejores...



Ahora estaba revel�ndome a que se dedicaba en realidad,
aunque me parece que siempre lo hab�a sabido, o, por lo menos, intuido. Supongo
que debi� de ver una sombra de curiosidad en mi expresi�n por lo que me acababa
de decir, porque ahora se lanz� a hablarme.


- Mira, mi ni�a, ahora que ya sabes lo que es que un t�o te
folle, ya te das cuentas de que no es para tanto, �no? Verdad que pensabas que
era algo m�s impresionante y ahora ves que es s�lo restregarte un rato con un
t�o y pas�rtelo bien �no?


Hice un vago gesto de asentimiento


- Pues piensa que se te ha follado un t�o con una polla de
las gordas. Ya te das cuenta de que si �l no te hac�a da�o, nadie te lo puede
hacer �no?


-No s�, - murmur� - a m� s�lo me la han metido don y don
Humberto... No s� como la tienen los dem�s...


- La mayor�a m�s peque�as que las de ellos, te lo puedo
garantizar...



Quise cortar la conversaci�n, yo no quer�a hablar de aquello


- S�, pero ya le he dicho que trabajar de peluquera o de otra
cosa, s�, pero de puta, no.


- No seas pesada, - me dijo - ya te he dicho que no se trata
de eso. Tan s�lo quer�a que aceptases que dejar que un t�o te la meta no tiene
la importancia que antes cre�as, �no?


Me volv� a encoger de hombros, con un gesto como aceptando
t�citamente lo que ella dec�a.


- Pues bien, lo que he pensado es un buen negocio, para ti y
para m�, claro, no te voy a enga�ar. Ganaremos lo mismo las dos -era mentira,
ahora imagino su parte fue much�simo mayor que la m�a - Y, de paso le tomaremos
el pelo a un t�o.



Ahora s� que la mir� con una curiosidad indisimulada, al
tiempo que sorb�a el l�quido de otro chupito, este con el gusto a licor de
melocot�n. Ella me pas� la mano por la cara.


- Mira, aunque no te lo creas, a mi me gusta aprovecharme de
los t�os, sacarles todo lo que puedo. T� me has dicho que no tiene tanta
importancia que te la meta un t�o �no?


Me mir� y continu� hablando. Yo la miraba, expectante.


- Bien, la cosa es que dejes que te la meta un t�o, pero s�lo
una vez.


Reaccion�, negando con la cabeza, sonriendo:


- No, ya le he dicho que de puta, no. �Ve como s� que era
eso?


- D�jame acabar, que me est�s poniendo nerviosa, �no me dejas
que te lo explique!



Yo continu� negando con la cabeza, sonriendo, pero expresando
mi desacuerdo. Ella me cogi� las dos manos.


- Mira, y ahora �d�jame acabar de explic�rtelo todo y lo
entender�s! Se trata de enga�ar a un t�o, de tomarle el pelo. Ya te he dicho que
por un polvo con una ni�a como tu, no se pagan m�s de doscientos, y �yo te he
hablado de mil!


Me volvi� a pasar la mano por la cara, como acarici�ndome, y
continu�:


- Mira, por lo que s� pagan mucho los t�os es por desvirgar
una jovencita. Por eso s� que pagan mucho, les hace mucha ilusi�n, a los
condenados, estrenar una muchachita...



La mir� con cara de sorpresa, Y realmente estaba sorprendida:


-Pero, Ofelia, qu� dice, yo no soy virgen, don Irving me lo
rompi� la primera noche... Y me hizo da�o...


El hombre asinti� sonriendo ir�nicamente.


- S�, ya lo s�...


- Ya lo s�, mi ni�a. Por eso te he dicho que de eso se trata,
de que enga�emos a un t�o y le saquemos la pasta. -Le hacemos creer que eres
virgen, le dejas que te la meta, haces un poco de teatro como si te hiciera
da�o, y cuando se corra, se acab�. Ya te lo he dicho antes, poco tiempo, tal vez
menos de una hora, y doscientas mil pesetas para ti.



Me di cuenta de que si ella ganaba tanto como yo, hablaba de
dos o tres mil euros. Un dinero que yo no pod�a ni imaginar junto.


- �Tanto dinero por eso? - exclam� sorprendida


- Tanto, mi ni�a - me mir� sonriente, convencida que ya hab�a
conseguido captar mi inter�s. Y posiblemente estaba en lo cierto. Grandes dudas
y tentaciones empezaron a asaltarme. Pero la realidad volvi� a mi cabeza.


- Pero no puede ser, se dar�a cuenta enseguida, yo no soy
virgen... Por mucho teatro que haga, se dar� cuenta...


- De eso se trata, nena, de que se lo creer� - me sonri�
enigm�ticamente. Yo la mir� inquisitiva.


- Hay un m�dico chino en Barcelona que es amigo m�o...
Trabaja para mi muchas veces, ya sabes, abortos y cosas diversas, borracheras de
clientes, etc. Sabe hacerlo muy bien.


- �El qu�? - dije, aunque empec� a imagin�rmelo.


- Tiene una t�cnica especial, reconstruye el himen con una
membrana que da el pego. Ahora ha perfeccionado el invento y cuando el t�o rompe
la membrana pensando que es el virgo de la ni�a, incluso se derrama una peque�a
cantidad de sangre que coloca en los bordes de la membrana. Queda pegada, como
cosida pero sin hilos, y cuando el t�o te la mete, incluso notas como se rompe y
puedes hacer teatro como si te hiciera da�o para que �l est� bien convencido que
te acaba de desvirgar. Lo s� porque para probar si daba el pego, yo misma hice
que me pusiera una y uno de los chavales de mi gimnasio me la rompi� follando
conmigo. Te lo juro que fue completamente real, tanto para m� como para el
chaval. Da el pego de verdad, y le sacaremos la pasta a un t�o. Piensa que
seremos nosotras las que nos aprovecharemos de �l, cuando el piensa que se est�
aprovechando de ti gracias a su dinero. �Qu� te parece? �Lo entiendes ahora?



Aquella frase se meti� en mi cerebro. "Se trata de
aprovecharnos de un t�o que piensa que se est� aprovechando de ti". Y otra idea
me asalt�: "Mil euros..." Me parece, que sin darme cuenta, fui aceptando la idea
como una especie de revancha contra alguien que quer�a abusar de ti...



Me qued� turbada, y ya casi no recuerdo las otras cosas que
Ofelia me dec�a y me iba explicando... Recuerdo despu�s el coche, volviendo a
casa, con Ofelia pas�ndome la mano por los hombros muy contenta. Yo hab�a
quedado en ir a verla el lunes siguiente a una direcci�n que me dio del centro
Barcelona. Sin haberlo expresado yo oralmente, parec�a que las dos entend�amos
que aceptaba su propuesta. �Mil euros! Yo no consegu�a ni siquiera imaginar lo
que podr�a hacer con ese dinero...






Dos semanas m�s tarde, en una torre de Colinas de Sitges





Est�bamos esperando que el se�or que hab�a de venir llegara.
Ofelia me hab�a recogido en Barcelona - ahora me hab�a dicho que la llamara
"madame Ofelia"- hac�a tres horas. Me sorprendi� ver llegar a la mujer en un
coche espectacular, un Porsche de color negro. Lo conduc�a un hombre fuerte, de
mediana edad, con aspecto muy duro, con el pelo largo recogido en una coleta en
la nuca. Parec�a hablar con acento latino, y se dirig�a a la mujer con
familiaridad, por lo que no tard� en darme cuenta de que ten�an alg�n tipo de
relaci�n. El hombre se dirig�a a m� con una extra�a amabilidad, sonri�ndome con
aire de suficiencia y un cierto aire divertido.


Pude entender que le dec�a a Ofelia algo as� como:


- Est� bien la pollita, eh, mi amor...


Me estaba acomodando en la parte trasera del coche y no
entend� bien lo que le contest� Ofelia.



Me pareci� algo nerviosa, fumaba continuamente, llevando la
ventanilla entreabierta para eliminar el humo, cuando anteriormente yo casi no
la hab�a visto fumar casi nunca. No hablaba tanto como otras veces, se limitaba
a recordarme los consejos que me hab�a dado para fingir que me desvirgaban. El
d�a anterior el m�dico amigo de ella me hab�a dejado preparada. Era incre�ble,
no not� nada y all�, en aquel lugar hab�a una especie de membrana que volv�a a
semitapar la entrada al interior de mi sexo. Me avergonc� al pensar que aquello
pod�a incluso ser divertido... Algo le hab�a pasado a Ofelia, yo segu� notando
que estaba como nerviosa, casi como algo ausente, cosa extra�a en ella, siempre
tan comunicativa...



Yo no sab�a, yo no pod�a saberlo en aquellos momentos, que
aquel hombre, aquel amigo suyo, era algo as� como una especie de jefe suyo,
alguien a quien yo no conoc�a, y que hab�a decidido para mi algo bastante
distinto a aquello de lo que hab�amos hablado Ofelia y yo, algo distinto a
nuestros planes, algo que, evidentemente, les iba a reportar a ellos dos,
especialmente a �l, bastante m�s dinero del que Ofelia hab�a pensado.



Llegamos a la torre. Nos abrieron la puerta, eran una especie
de jardineros con aspecto de vigilantes y Ofelia dejo el coche en el jard�n.
Entramos. Era como una especie de palacio, una mansi�n lujosa como las que salen
en las pel�culas. Me dijeron que "el invitado" todav�a no hab�a llegado, que me
pusiese c�moda, que ya me avisar�an. Me ense�aron un peque�o cuarto para si
quer�a descansar o ver la tele. Decid� aprovechar la piscina que hab�a visto en
el jard�n, ba�arme y tomar el sol en una de las tumbonas que hab�a junto al
agua.



Pas� una hora larga. Yo me esperaba en la piscina de la
torre, ba��ndome en ella. Llevaba puesto el diminuto bikini que hab�a llevado,
para que el se�or me conociese cuando llegara. Me extra�aba la tardanza, yo
tambi�n estaba inquieta por hacer la representaci�n. Sin embargo, desde la
piscina no se ve�a la entrada, y lleg� Ofelia dici�ndome que el se�or hab�a
llegado hac�a un rato, y me hab�a estado observando desde el interior del
edificio. Me dijo que le hab�a gustado mucho, y que ahora estaba cenando con
unos amigos en el comedor, y que fu�semos a la habitaci�n, para irnos
preparando. Yo me levant�, me ech� la toalla sobre los hombros y la acompa��.
Not� que me lat�a el coraz�n. Y que la cara me ard�a.











Torre de Colinas de Sitges, habitaci�n de la cama roja





Sub� con Ofelia al piso superior. Por las escaleras se o�an
voces de hombres y m�sica andaluza en el comedor, pero desde la entrada al
edificio que ven�a de la piscina no se pod�a ver nada de aquella zona. Yo ten�a
curiosidad por saber qu� aspecto tendr�a el se�or que iba a pagar tanto dinero
pensando que me hab�a desvirgado, - ya merec�a que le enga��semos, eso yo lo
ten�a ya bien claro - pero no pude ver nada, s�lo se o�an voces. En la casa
hab�a otras personas, unas mujeres con aspecto de criadas y tres hombres de
aspecto similar al del amigo de Ofelia, que hablaban como �l con acento latino.
Deb�an estar acompa�ando al se�or, deb�an de ser las voces que se o�a.



Subiendo por la escalera hacia el piso superior, pude ver por
una ventanita la parte delantera de la torre. En el jard�n de la entrada hab�a
ahora aparcados varios coches enormes, creo que algunos eran Mercedes y otros
parec�an todoterrenos, que antes no estaban. A la casa hab�a llegado m�s gente
que el se�or que hab�a de acostarse conmigo. Deb�a haber una reuni�n, o deb�a
haber ahora otras chicas en la casa que yo no hab�a visto... Hab�a tantas cosas,
tantas personas que eran nuevas para mi, tantas cosas que me sorprend�an o que
yo no sab�a...



Ofelia abri� la puerta y entramos en la habitaci�n. Estaba
pr�cticamente a oscuras, Las ventanas ten�an los porticones cerrados y unas
cortinas las disimulaban. Una luz tenue iluminaba una zona de la habitaci�n, y
all� pude ver algo que me sorprendi�: la cama era toda de color rojo. Ten�a una
cubierta roja, y unos muebles antiguos a su alrededor, tambi�n de color madera
oscura con decoraci�n granate, aunque la oscuridad no permit�a apreciarlos en su
totalidad. Hab�a diversas cosas encima de ellos, de las usuales en esos muebles,
l�mparas con una luz muy apagada.



Hab�a dos mujeres dentro, bastante mayores y vestidas de
criadas, con su cofia y todo, que me miraron con curiosidad y le dijeron a
Ofelia que todo estaba a punto. Ofelia me llev� hacia el lecho, cogida por la
cintura, notando en mi piel c�lida que sus manos estaban fr�as. Ella segu�a
fumando.



Al lado de la cama, junto a lo que deb�a ser la salida al
balc�n, que tambi�n estaba cerrada, pude ver ahora claramente un tr�pode con una
c�mara de v�deo, y, encima del sof�, lo que parec�an ser varias c�maras
fotogr�ficas. Me gir� sorprendida hacia Ofelia, que hab�a visto lo que yo estaba
mirando.


- Ah, peque�a, es normal...


- �Me van a grabar? - dije yo - No quiero que lo hagan... -
protest�



Ofelia me acarici� la cara y me apart� un mech�n de pelo de
la frente. Me bes� en el cuello - ahora s� que era el beso de Judas - y me
susurr� suavemente:


- No te preocupes, nena, es normal... El se�or quiere siempre
tener un recuerdo de las ni�as con las que ha estado, lo hace siempre...


- Pero habr�n m�s personas, y me da verg�enza... No quiero
que me vean cuando est� con ese se�or...


-Va, peque�a, tranquila, piensa que con lo que paga tiene
derecho a llevarse un recuerdo, no podemos decirle ahora que no. Es normal,
piensa que no es la primera vez que te graban haci�ndolo...



Me qued� helada, sorprendida, la mir� fijamente, ahora un
pensamiento me vino al cerebro, unas im�genes olvidadas en el subconsciente.
Balbuce�, desconcertada:


-Aquel d�a, en la habitaci�n de don Irving�


-S�, tu, don Irving, tu amiga Nuria, don Humberto�


-Entonces...


- S�, all� te estaban grabando cuando os desvirgaban. Don
Irving siempre guarda tambi�n un recuerdo de las ni�as que m�s le han gustado. Y
t� eres una de sus preferidas...


- ��l tiene la cinta?


- S�, claro. Ves, es normal, todos quieren tener un recuerdo
de las ni�as guapas que les han gustado... Don Humberto tambi�n lo grab� cuando
te foll� por primera vez en el Ash� Resort� Por delante y por detr�s� -sonri�-
Adem�s, estaremos ellas - se�al� a las dos criadas - y yo grabando... - minti�
una vez m�s, para tranquilizarme.



Yo tampoco pod�a saber entonces que aquella primera cinta les
hab�a dado a don Irving y a Ofelia grandes beneficios al introducirla en los
algunos mercados de los porno internacionales... La cara de don Irving y de don
Humberto siempre aparec�a borrada� Y tampoco pod�a saber que tambi�n, con
c�maras ocultas porque yo estaba consciente, tambi�n me hab�an grabado otras de
las veces que los dos hombres me hab�an estado follando el mes anterior...



Mientras tanto, las dos criadas con cofia hab�an entreabierto
la colcha roja, indic�ndole a Ofelia que ya era hora que me introdujera en el
lecho, que - hab�an estado hablando por un interfono - el se�or se dispon�a a
subir en diez minutos, que ya hab�a acabado la cena en el piso inferior.



Ofelia retir� la toalla de mis hombros y se la dio a las dos
criadas.


- Vamos all�, ni�a, �recuerdas bien todo lo que te he dicho?
Ya sabes, es la primera vez, tienes miedo y verg�enza, est�s aqu� porque
quieres, porque vas a cobrar, �l lo sabe, pero tienes que demostrar tu miedo, y
que te hace da�o cuando te la mete, ya sabes...


Asent�, mientras Ofelia me quitaba el sujetador del bikini y
se lo daba a una de las criadas.



Me se�al� la parte inferior, interrog�ndola con los ojos, y
ella asinti�


- S�, ni�a, qu�tatelo, esp�rale sin nada, ya te ha visto en
bikini cuando estabas en la piscina,... Y le gustaste mucho, ya te lo he
dicho...



Me baj� las braguitas, se las di a Ofelia, y de acost� en la
cama roja, ayudada por una de las criadas.


Me cubri� con la colcha de color granate, dejando s�lo mis
hombros y la cabeza al descubierto.


Vi que, a un gesto de Ofelia, se acercaba la otra criada.
Llevaba algo en la mano. Cuando estuvo al lado del lecho vi que eran unos
pa�uelos de seda, casi transparentes, muy bonitos.



Me di cuenta de que una m�sica suave y excitante, bajita,
sonaba como m�sica de fondo en la habitaci�n. Alguna de ellas deb�a de haberla
conectado. Las s�banas eran frescas, suaves. Me encant� el roce de la colcha en
mi cuerpo desnudo. El aire acondicionado manten�a la habitaci�n a una
temperatura muy agradable. La m�sica y la oscuridad casi hac�an que me entrase
sue�o, sino hubiera sido por la excitaci�n o inquietud por lo que estaba a punto
de pasar...



Vi que Ofelia le hac�a una se�al a la criada que ten�a los
pa�uelos azules en la mano. Se acercaron las criadas, se descalzaron, y,
suavemente, de rodillas, se acercaron a m�. Me indicaron que me corriera hacia
el centro de la cama. Sorprendida, lo hice. Llevaban en la mano los pa�uelos de
seda. Mir� interrogativamente a Ofelia.



- El se�or tiene sus man�as - empez� a explicarme - Le gusta
encontrar a las ni�as con los brazos sujetos a la cama. Despu�s �l las desata y
se pone los pa�uelitos en el cuello. Te tiene que encontrar como a �l le gusta.
�Es normal, no? - me dijo, encendiendo otro cigarrillo y sonri�ndome. Volv� a
pensar que Ofelia estaba algo nerviosa.



Hizo otro gesto a las criadas, estas me levantaron los brazos
y me ataron por las mu�ecas a los barrotes del lecho. Intent� mirar y m�s o
menos vi que no eran exactamente los barrotes, sino una especie de extra�a barra
en la que no me hab�a fijado hasta entonces y que parec�a estar sujeta a la
cabecera del lecho por la parte superior.



Me acomodaron la almohada porque qued� algo levantada, y me
volvieron a cubrir con la colcha hasta los hombros. O� un ruido de personas,
c�mo gente hablando acerc�ndose por la escalera. Not� unos ladridos, deb�a de
ser alguno de los perros de vigilancia que hab�a visto en el jard�n. Al o�r los
pasos y murmullos acerc�ndose, las dos criadas aplanaron otra vez la colcha y se
apartaron hacia un rinc�n. Ofelia me hizo un gesto de silencio con los dedos, me
envi� un beso con la boca y se apart� hacia la puerta, desapareciendo de mi
vista porque las �nicas luces de la habitaci�n estaban concentradas en la cama.



Yo no me hab�a dado cuenta, pero ahora vi que la luz era algo
m�s fuerte y brillante, no ve�a nada del resto de la habitaci�n, se hab�an
encendido otras luces a los lados, concentradas todas en el lecho, y not� como
se encend�a otra en el techo. Al mirarla, vi sorprendida que en el techo hab�a
tambi�n una especie de carril, y en �l hab�a otra c�mara de v�deo que me
enfocaba y se mov�a. Pens� que tal vez me estar�an ya grabando.



Pens� que todo aquello empezaba a ser extra�o, muy diferente
a lo que yo hab�a imaginado, pero tambi�n era verdad que aquel se�or iba a pagar
bastante dinero por estar conmigo, y Ofelia y sus amigos le respetaban todas sus
man�as y caprichos. O� una especie de voces apagadas y unos pasos.



Alguien estaba entrando en la habitaci�n. Por los murmullos
me pareci� que eran varias personas, que hablaban entre ellas con voz suave.



Alguien acerc� un gran butac�n al lado de la cama en la que
no hab�a las c�maras, y las luces se movieron enfocando m�s directamente el
lecho, de forma que el butac�n qued� en la zona de penumbra. M�s all�, en la
oscuridad, volv� a o�r pasos y voces.



Volvi� a ladrar un perro, aunque esta vez me pareci� como si
fuese en la parte de abajo de la torre, como si estuviese dentro del edificio.
Hab�a como movimiento de personas en la habitaci�n, y pasos, aunque, con las
luces del techo y de los lados enfocadas directamente hacia la cama, yo no pod�a
ver nada, porque me deslumbraban.



Empec� a ponerme algo nerviosa. Intent� un peque�o gesto para
liberarme de los pa�uelitos azules que me ataban a la cama, y comprob�,
sorprendida, que estaba bien atada, que los pa�uelitos sujetaban mis mu�ecas y
no pod�a soltarme. O� la voz de Ofelia, se ve que estaba al lado de la cama.
Gir� la cabeza y la vi inclin�ndose hacia m�:


- Tranquila, peque�a, ya viene el se�or, se est� poniendo
c�modo, ya est� aqu�, en la habitaci�n. -


Y con un pa�uelito sec� el sudor de mi frente. Ya fuese por
nerviosismo, ya porque los focos de luz que me enfocaban daban calor, el hecho
era que el sudor empezaba a invadir mi cuerpo. La colcha y las s�banas empezaban
a darme calor. Me di cuenta de que se o�a el leve zumbido de los motores de las
c�maras de v�deo, y el ruido t�pico de las c�maras de fotograf�as. Entonces not�
que o�a el ruido de las m�quinas era porque toda la habitaci�n estaba en
silencio.



Vi una sombra al lado de la cama. Gir� la cabeza. Una figura
alta, envuelta en un bat�n granate estaba junto al lecho, tieso como un palo.
Era un hombre mayor, de m�s de sesenta a�os. Su cara era seca y angulosa, gran
nariz ganchuda, y pude distinguir un color tostado, como de persona acostumbrada
a estar junto al mar. Vi unos ojos fr�os, duros, acerados, mir�ndome.



Se sent� en el borde del lecho. Hizo una mueca como si fuese
una sonrisa. Not� su mano en mi cara, acarici�ndola. Pas� los dedos por mis
labios. Not� un gusto a tabaco, un olor a colonia intensa de aquella que se
ponen algunos hombres. Su mano lleg� a mi cuello. Musit� unas palabras que no
entend�, tal vez eran en �rabe. Empez� a bajar la cubierta. Mis pechitos
quedaron al descubierto. Llev� sus manos a ellos y empez� a juguetear con ellos.
Entonces vi que junto a la cama se mov�an personas grabando y fotografiando,
pero que hab�a otras, parecidas al se�or, tres o cuatro, quietas de pie junto al
lecho.



El se�or se incorpor�, dejando de jugar con mis pechos, y
dej� caer el bat�n al suelo. Entonces le vi completamente desnudo, un cuerpo
fuerte, seco, nervudo, con un gigantesco pene enhiesto en el sexo. Estuvo
observ�ndome unos momentos, y luego se inclin� sobre m�. Gate� en la cama,
poni�ndose a mi lado. Pas� una mano suavemente por mi rostro, y musit� unas
palabras en algo que ya claramente era el idioma de los �rabes.



Vi sorprendida que el dedo me�ique de la mano ten�a una
extra�a una, larga y acabada en punta. Entonces pareci� acariciarme con ella. Me
la pas� por los labios, el cuello, baj� a los pechos, apret� los pezones,
acarici� mi sexo con aquel dedo, la parte interior de los muslos, me lami� el
sexo, y se fue colocando entre mis piernas, hasta quedar encima de mi, notando
el extra�o olor del perfume de su piel al entrar en contacto con mi cuerpo.
Sent� su t�rax sobre mis pechos, y su boca me inund� de olor a tabaco y comida
con especies cuando apret� sus labios contra los m�os e introdujo su lengua en
mi boca. Me pareci� notar su pene en mi vientre, entre mi cuerpo y el suyo -
pronto me lo va a meter, pens�.



Me di cuenta de que, casi sin darme cuenta porque yo estaba
inm�vil, algunas personas estaban haciendo con mis pies lo mismo que con mis
brazos. Ten�a las piernas abiertas, pero me las abrieron m�s, supongo que para
que el se�or estuviera m�s c�modo, y poco despu�s not� que no pod�a moverlas, me
hab�an atado por los tobillos a la parte inferior de la cama, y ya no pod�a
mover los brazos ni las piernas. No me alarm�, porque pens� en lo que me hab�a
dicho Ofelia, que aquel se�or ten�a sus caprichos, y que por eso pagaba mucho.



Dej� caer todo su cuerpo sobre el m�o, y exhal� unos gemidos,
como de placer, mientras segu�a musit�ndome unas palabras en una lengua que yo
no entend�a.



En un momento dado, llev� sus manos al cuello cogi� un
medall�n que culminaba un collar que llevaba, que parec�a de oro macizo, y lo
bes�. Luego gir� el medall�n hacia m� y me lo puso delante de la cara, al tiempo
que musitaba lo que parec�a ser una extra�a plegaria, con voz como de
ultratumba. Yo not� entonces m�s ruido de las c�maras de fotografiar y de las
c�maras de v�deo. No tuve tiempo de pensar en que me estaban grabando. Puso el
medall�n delante de mis ojos. Representaba un ser horrible, medio hombre y medio
tar�ntula, como un demonio de muchos brazos en forma de ara�a, con largas u�as
en las manos, cuerpo peque�o, ojos de v�bora, expresi�n terrible y un enorme
pene en estado de erecci�n.



Llev� el medall�n a mis labios. Era evidente que quer�a que
lo besase. Lo hice, notando el fr�o metal en mis labios. Entonces �l sonri� y su
cara empez� a parecerse al horrible amuleto. Todo aquello no me parec�a real,
parec�a una alucinaci�n.



Entonces, pas� lo inesperado. Lleg� el horror. Se incorpor�
un poco, me mir� como echando fuego por los ojos, musit� otra especie de
letan�a, que acab� con un grito como el que dejan ir los �rabes en las pel�culas
de guerra. Entonces levant� la mano del dedo me�ique con la u�a afilada, y movi�
el brazo sobre mi hombro, de una forma r�pida, pero yo sent� enseguida que la
u�a ara�aba mi carne. Me la pas� por una mejilla y por la parte baja del cuello
y pens� que me iba a hacer da�o. Empec� a asustarme.



Entonces �l hundi� su cara en mi cuello y mi mejilla. Separ�
algo la cara de m�.


Entonces le vi, el horror era superior a lo que hab�a visto
en un primer momento.



Su cara estaba empapada de sudor... Ten�a una sonrisa, una
mueca horrible


Me di cuenta de que su pene tocaba mi sexo, que su mano lo
colocaba adecuadamente y que empezaba a penetrar dentro de mi cuerpo. Tuve
miedo, mucho miedo. Era un ser repulsivo, sus ojos me devoraban, sus dientes
mord�an mi cara, mis labios, mi cuello�


Y, entonces, grit�, grit� y grit�, desesperada, aterrorizada,
pero no pod�a moverme, ahora ya sab�a porqu� me hab�an atado los brazos y las
piernas.


Mientras gritaba, sent� como, de manera violenta, haci�ndome
da�o, como si realmente me estuviese desvirgando, aquel monstruo me met�a de
golpe el pene en el vientre, romp�a con un empuj�n la membrana que era mi nuevo
himen, sent� m�s dolor que cuando don Irving me desvirg� aquel d�a en despu�s de
estar en la playa, y aquel viejo horrible empez� ahora a moverse fren�ticamente
encima de mi, con toda su polla dentro de mi vagina.



Yo segu�a gritando, el paseaba su cara por mi cuerpo y mi
cara, s�lo le ve�a ya como una m�scara, creo que cuando llevaba la boca a mi
lengua me mord�a, segu� gritando mientras �l continuaba cabalgando
fren�ticamente encima de mi.





Con la pelvis daba tremendos empujones hacia adelante, como
si me quisiera atravesar con el pene. Yo lo notaba grande, enorme, hinchado,
dentro de mi, haci�ndome da�o cada vez que, despu�s de sacarla un poco, y
empujaba para met�rmela m�s adentro, creo que ahora gem�a, suplicaba, me pareci�
ver unos viejos, desnudos, recitando una especie de letan�a macabra al lado del
lecho, al tiempo que se masturbaban violentamente, me pareci� que un perro
ladraba en la habitaci�n, se me acercaba, hab�a gente haci�ndome fotograf�as, me
pareci� ver junto al lecho a Ofelia, mir�ndome mientras la sujetaba el de la
coleta, que sonre�a...



Entonces el monstruo me hizo m�s da�o que nunca en sus
penetraciones terribles, empez� a gritar, como si relinchase un caballo, y se
movi� de forma monstruosa, y pens�, gimiendo que ahora estaba eyaculando, pero
aquello dur� mucho, su orgasmo fue tambi�n tremendamente violento y prolongado,
el gritaba, relinchaba, me mov�a, se mov�a, gritaba, mientras su rostro era m�s
terrible que el de la figura espantosa de su medall�n, y su cara similar a un
demonio enloquecido se frotaba en la m�a...



Con unos gemidos inhumanos, el se�or empez� a dejar de
moverse y se dej� caer encima de m�, quedando poco a poco en reposo sobre mi
cuerpo. Su cara qued� junto a la m�a, me pareci� desvanecerme, cuando me di
cuenta de que el m�dico chino estaba junto a m� y me tomaba el pulso de una de
las atadas mu�ecas. Me pareci� entonces que los viejos que antes cantaban la
extra�a letan�a cog�an con toda suavidad al monstruo que ten�a encima de m� y lo
incorporaban poco a poco. Sent� como su pene abandonaba el interior de mi
vientre mientras lentamente separaban de m� aquel cuerpo horrible, y lo dejaban
sentado en el butac�n que antes hab�an puesto junto a la cama. Vi que hac�a un
gesto, mientras el m�dico me cog�a un brazo y me inyectaba algo en una vena.



Entonces, despu�s del gesto del monstruo, o� una voces algo
as� como "Soltarlo, �ahora!", y, al tiempo que o� un ladrido, vi una figura
saltar sobre mi y caer encima de mi cuerpo. Grit� desesperada, pues el horror
pod�a ser todav�a peor. �Ahora ten�a un perro encima de m�! Era gigantesco,
enorme, parec�a un pastor alem�n con una cara horrible de lobo. Empez� a lamer
el sudor de mi cara y mi cuello, y, me mov�, intentando desatarme, sin
conseguirlo.



Una extra�a sensaci�n en mi vientre me alert�. �El perro
gigantesco estaba intentando meter su pene en mi cu

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Relato: Desvirgadas en Barcelona 3 y 4
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