Relato: Coches de lujo y chicas de lujo





Relato: Coches de lujo y chicas de lujo


COCHES DE LUJO Y CHICAS DE LUJO



Apenas hac�a diez d�as que hab�a estrenado mi flamante Porsche 911 Carrera 4
cabr�o. Era uno de mis sue�os. Desde que ten�a 15 a�os deseaba conducir ese
coche. Ahora, con 32, por fin lo ten�a en mis manos. Me hab�a costado la nada
despreciable cantidad de cien mil euros, pero val�a la pena. Era azul
metalizado, con unos preciosos faros de xen�n, llantas de aleaci�n, tapicer�a de
cuero, cambio de marchas triptronic, tracci�n total, techo descapotable, motor
de 300 CV y un sinn�mero de extras de serie: climatizador, tel�fono manos
libres, equipo de sonido, etc. Su est�tica, mezcla de lo cl�sico y lo moderno,
no dejaba indiferente a nadie. Frente a lo anterior me resultaban irrelevantes
los inconvenientes que presentaba: consumos elevados, maletero diminuto, seguro
car�simo y plazas posteriores peque�as.


Estaba convencido de merecerme aquel caprichito. A fin de cuentas hab�a
pasado muchos a�os estudiando (primero econ�micas y luego derecho),
simultane�ndolo con la ayuda cada vez mayor que prestaba a mi padre en la
gesti�n de la empresa. �l se hab�a retirado cuatro a�os atr�s, con el suficiente
dinero para vivir varias vidas sin hacer nada. Yo no hice m�s que seguir sus
pasos, administrando la empresa con cuidado. En estos cuatro a�os obtuve unos
beneficios importantes, as� que pude ampliar la empresa, modernizarla, ahorrar
y, por fin, comprarme el Porsche. La verdad es que no sent� ning�n remordimiento
cuando entregu� el tal�n de cien mil euros: la empresa marchaba bien, mis otras
inversiones tambi�n y yo era una persona austera.


Por lo tanto mis problemas no eran econ�micos, sino de otra �ndole. Llevaba
casado casi tres a�os, que se me hab�an hecho largu�simos. Muchas veces me
arrepent� del d�a en el que estamp� la firma en el libro del registro civil. Mi
mujer, Carmen, ten�a ahora 29 a�os. Era una mujer atractiva, pero fr�a, distante
y orgullosa. A d�a de hoy estoy convencido de que nos equivocamos al casarnos.
Pero la inercia manten�a las cosas, ya que a ninguno de los dos nos interesaba
separarnos. Sin embargo nuestro matrimonio hubiera podido subsistir, mal que
bien, si un elemento externo no hubiese entrado en juego.


El elemento externo en cuesti�n se llamaba Natalia. Nos hab�amos conocido
cinco a�os antes, cuando yo ten�a 27 y ella solo 19. Tuvimos un t�rrido romance
veraniego y seguimos vi�ndonos por espacio de un a�o. Luego apareci� Carmen y
tuve que elegir. Pens� que Natalia era demasiado joven y alocada, por lo que
decid� dejar de verla. Evidentemente me equivoqu� en la elecci�n, pero no me di
cuenta de ello hasta despu�s de casado. A medida que mi matrimonio naufragaba,
cada vez me acordaba m�s de ella, imagin�ndome como hubiera sido mi vida si me
hubiese quedado con ella. La conclusi�n a la que llegaba siempre era la misma:
habr�a sido una vida mucho m�s excitante y emocionante.


Natalia podr�a definirse como una mente de diablilla encerrada en un cuerpo
de diosa. Era ardiente, simp�tica, agradable, ingeniosa, sorprendente,
imprevisible,... F�sicamente era de mediana estatura, delgada, morena, con el
pelo corto y liso, ojos marrones y cara de ni�a mala. A sus 24 a�os estaba en su
punto, con una figura perfectamente proporcionada. Cada vez que pensaba en ella
me daba cuenta de lo idiota que hab�a sido dej�ndola escapar. Sin embargo hac�a
dos semanas ocurri� algo inesperado. Mi mujer y yo tuvimos una ligera discusi�n,
no peor que otras que hab�amos tenido, pero el caso es que ella dijo que
necesitaba pasar un par de d�as fuera y se fue a casa de sus padres. No s� donde
se ir�a, pero la verdad es que no me importaba. Llam� por tel�fono a Natalia y
quedamos a tomar caf� en un bar. Lo hac�amos un par de veces al a�o, recordando
viejos tiempos, pero nunca pasamos de ah�. Hasta ese d�a. A los cinco minutos
supe (y estoy segura de que ella tambi�n) que acabar�amos en la cama.


Estuvimos haciendo el amor desde las seis de la tarde del s�bado, hasta las
dos del mediod�a del domingo, casi sin dormir ni comer. Se notaba que llev�bamos
casi cuatro a�os sin follar, por lo que ten�amos que recuperar el tiempo
perdido. Su repertorio sexual fue ampl�simo, variado y perfecto. Creo que aquel
d�a no nos qued� nada por hacer y yo me sent� rejuvenecer unos cuantos a�os. A
ello se uni� el morbo de hacerlo en todos los sitios imaginables, entre ellos en
la cama donde Carmen y yo llev�bamos tres a�os durmiendo juntos. Llegamos a la
conclusi�n de que estabamos hechos el uno para el otro, al menos sexualmente.
Natalia confes� que me seguir�a a donde fuese, solo con que yo chasquease los
dedos. Sin embargo la situaci�n era la que era, y yo ni pod�a ni quer�a ir
demasiado deprisa. Tal vez con tiempo las cosas pudiesen llegar hasta el punto
que los dos dese�bamos.


Nos conoc�amos perfectamente, lo cual ten�a sus pros y sus contras. Natalia
sab�a que yo no iba a renunciar a ella, porque nadie en su sano juicio lo har�a.
Lo mismo que me hab�a ganado el derecho a tener un Porsche 911, tambi�n ten�a
derecho a tener una buena amante, y en eso ella era la mejor. Por mi parte, yo
sab�a que Natalia era inquieta e impaciente. Ten�a car�cter y no se conformar�a
con ser "la otra", la amante del tipo casado. Esto la hac�a peligrosa, pero
tambi�n irresistible.


Todo lo anterior iba pasando por mi cabeza aquella c�lida tarde del mes de
mayo, mientras conduc�a mi flamante coche por carreteras secundarias. Era
viernes por la tarde y yo conduc�a con suavidad, escuchando m�sica de Dire
Straits
, que se mezclaba con el ronco e inconfundible sonido del motor
Porsche. En ese momento son� el tel�fono del coche, devolvi�ndome a la realidad.
Accion� un bot�n y pregunt�:



�Si?


�Por d�nde andas? -son� la voz de Natalia.


Estoy a unos diez kil�metros.


Ok, te estoy esperando. Tengo ganas de ver ese deportivo.


De acuerdo, no gastes m�s m�vil que en cinco minutos estoy contigo
-respond�, antes de cortar.



El pueblo de los padres de Natalia estaba cinco kil�metros antes que el m�o,
por la misma carretera. Ella me esperaba en el arc�n y cuando me vio adopt� una
pose de autoestopista, entre graciosa y provocativa. Par� el coche y baj�. All�
estaba ella, preciosa como siempre. Reparti� sus miradas a partes iguales entre
m� y el coche, antes de besarnos con suavidad en los labios. Ella, curiosa como
siempre, se acerc� al deportivo, observ�ndolo detenidamente. El contraste entre
aquellas dos bellezas me dej� como atontado. Natalia estaba fascinante, vestida
con unos pantalones negros ajustados y una camiseta ce�ida que dejaba al
descubierto unos bonitos hombros. Si en ese momento hubiese tenido que elegir
con cual de las dos cosas quedarme (el coche o la chica) no hubiera sabido que
contestar.


Entre tanto ella se sent� en el asiento del conductor, baj� la ventanilla y
dijo:



�Me dejar�s conducirlo hasta el pueblo, no?


S�, claro, pero vete con cuidado.



Me acomod� en el asiento del copiloto, ajust� el cintur�n de seguridad, puse
el cambio de marchas en "manual" y observ� sus manos acariciando el volante
forrado de cuero. Al momento sent� como el asiento se me clavaba en la espalda.
En un suspiro recorrimos los cinco kil�metros que separaban un pueblo de otro,
mientras ella dec�a:



�Uf! Este coche es una pasada, as� da gusto conducir.



La verdad es que conduc�a de maravilla. Mejor dicho, Natalia lo hac�a todo
bien. Me pregunt�, una vez m�s, en que demonios estar�a yo pensando cuando
prefer� a Carmen. He cometido pocos errores en la vida, pero �ste fue garrafal.
Una vez guardado el coche, entramos en la casa. Era la t�pica casa de pueblo,
que mis padres hab�an ido arreglando en los �ltimos a�os. Ahora estaba a todo
lujo de detalles, era confortable y estaba en un lugar tranquilo. Lo ideal para
pasar un fin de semana maravilloso con una chica maravillosa. Nos sentamos en la
cocina y prepar� caf�. A mi me encanta el caf�, pero lo de ella rozaba la
adicci�n. A todas horas toma caf�, solo, fuerte y cargado, y la cafe�na ni la
pone nerviosa ni la quita el sue�o.


Dicen que madre no hay m�s que una y algo de cierto debe haber en ello,
porque la m�a me hab�a dejado la nevera repleta. Hab�a de todo, m�s que
suficiente para dos personas un fin de semana. Natalia dio un largo trago a su
caf� con hielo y dijo:



Veo que la empresa va bien. Ese caprichito con ruedas cuesta una pasta.


S�, la verdad es que las cosas van bien -respond� sonriendo.


Ya que pagas un coche de lujo, podr�s pagar tambi�n una puta de lujo �no?


�Una puta de lujo? -pregunt� un tanto incr�dulo.



Natalia pos� el vaso en la mesa, muy despacio, sin dejar de mirarme a los
ojos. Frunci� el ce�o de modo casi imperceptible y entonces empec� a comprender.
Cuando ella frunc�a el ce�o significaba que tramaba algo. Adem�s ella era
imprevisible, a diferencia de Carmen, que era demasiado previsible.



S�, una puta de lujo como yo -continu� Natalia, imperturbable.


Por favor, t� no eres ninguna puta -protest�.


Para ti s� lo soy. Est�s casado y yo no soy nada m�s que una diversi�n
-dijo, muy seria.


Natalia, no digas eso. Nos conocemos desde hace muchos a�os y sabes que
significas mucho m�s que eso para m�.


No, de momento no. Pero no sufras, si quieres una puta tendr�s a la mejor
-replic� ella, recuperando la sonrisa.



No supe que decir. A�os atr�s hubiera podido continuar la conversaci�n, pero
ahora estaba falto de pr�ctica, ya que con mi mujer era dif�cil cruzar m�s de
tres frases seguidas. En ese momento Natalia decidi� dar un nuevo apret�n a la
tuerca:



Ser� tu puta, de acuerdo, pero con todas las consecuencias.


�Quieres decir qu�...?


Que me vas a tener que pagar, exacto. Voy a ser tu puta de lujo y me
pagar�s como tal.



Otro de los inconvenientes de conocernos tan bien, pens�. Ella sab�a que yo
no me iba a negar. En mi vida hab�a pagado por acostarme con una mujer, pero
estaba claro que aquella iba a ser la primera vez. En cierto modo ella ten�a
raz�n, as� que saqu� la cartera y pregunt�:



Dime cu�nto.


Doscientos euros -respondi� ella al instante, lo que indicaba que ya ten�a
de antemano la cifra pensada.


De acuerdo -dije, mientras contaba cuatro billetes de 50.



Finalmente a�ad� un quinto billete. Los deposit� sobre la mesa y los empuj�
hacia Natalia. Ella los apart� con suavidad hacia un lado y coment�:



Mejor as�. De este modo me siento una aut�ntica zorra -coment�, sonriendo.


Ya lo s� cari�o. Eres una zorra adorable -respond�, con otra sonrisa.



No hac�an falta m�s pre�mbulos. Los dos sab�amos lo que quer�amos, por lo que
no era necesario perder m�s el tiempo. Eran las 21:40 y el sol se ocultaba, por
lo que nos dirigimos al sal�n y encend� la chimenea. No fue necesario que dijese
nada. Con la sola luz del resplandor de las llamas, Natalia se fue quitando la
ropa. Yo hab�a pagado, por lo que ella estaba a mi servicio y, lo que es mejor,
sab�a complacerme al instante. Precios aparte, lo cierto es que Natalia era una
delicia de chica. Piel canela, curvas suaves, pero suficientes, y ese toque
entre malvado y sensual que solo ella ten�a. Se desnud� con tranquilidad,
permiti�ndome disfrutar del espect�culo y apreciar su piel en toda su
intensidad. La luz de la chimenea contorneaba perfectamente su delicioso cuerpo,
dibujando sombras en todos sus recovecos.


Mientras yo me desabrochaba la camisa color azul celeste, ella se puso en
cuclillas, con las rodillas separadas, y desabroch� mi cintur�n. La precisi�n de
movimientos de Natalia hizo que mi coraz�n latiese con fuerza. Estaba claro que
yo necesitaba una transfusi�n de tiempos pasados y Natalia era la �nica que me
la pod�a proporcionar. Me la chup� como una diosa, aplicando aliento y saliva en
las cantidades precisas. Despu�s nos dimos un revolc�n sobre la gruesa alfombra.
Su piel era suave y ten�a un sabor y un olor especiales. Dos semanas atr�s me
sorprend� porque a�n los recordaba, despu�s de casi cuatro a�os. Decididamente,
me hab�a equivocado a la hora de decidir la mujer con la que quer�a pasar el
resto de mi vida.


Tumbado de espaldas en aquella mullida alfombra pude sentir como el co�o
caliente y mojado de Natalia se iba tragando mi polla, poco a poco. Cuando se la
hubo tragado entera, separ� sus nalgas con las manos y, mientras ella sub�a y
bajaba, pude acariciar su ano rugosito. Me lo agradeci� con un profundo gemido,
cargado de sinceridad, sin dejar de cabalgar sobre mi polla tiesa. Meti� sus
dedos en mi boca y yo se los chup� con verdadera lujuria. No resist� m�s, por lo
que introduje el dedo �ndice por su ano, haciendo brotar de su boca un
�ahhhhhhhh! prolongado. Me incorpor�, a fuerza de piernas, sin sacar el pene de
su co�o caliente y, sujet�ndola por las nalgas, apoy� su espalda contra la
pared. Volv� a meter el dedo por su culito y embest� unas cuantas veces m�s,
hasta que ella se corri� gritando, con los brazos agarrados a mi cuello y las
piernas cruzadas a la altura de mis ri�ones.


Yo me corr� pocos segundos despu�s, llenando su co�o de leche. Sin soltarnos,
ca�mos sobre la alfombra y Natalia me lami� la polla, hasta dejarla totalmente
limpia. Despu�s me dio un largo morreo, durante el cual nuestros jadeos se
mezclaron. Ella me acarici� la mejilla y dijo:



Tranquilo, que por lo que has pagado tienes derecho a m�s.


Te est�s metiendo muy bien en el papel de puta, cari�o -respond�.


A lo mejor esa era mi vocaci�n oculta.



Nos tumbamos sobre la alfombra, a unos dos metros de la chimenea cerrada por
un cristal, ella con la cabeza apoyada en mi pecho, mientras yo acariciaba su
pelo. Debo reconocer que en ese momento me olvid� de todo: de mi trabajo, de mi
mujer y hasta del Porsche que ten�a aparcado en el garaje. Al rato Natalia dijo:



Tengo hambre.


La nevera est� bastante bien abastecida, s�rvete t� misma -respond�.



Volvi� a los dos minutos, con un par de natillas en la mano y dos
cucharillas. Me incorpor� sobre los codos para no perderme la exquisita imagen
de Natalia, desnuda, moviendo suavemente sus finas caderas mientras avanzaba
hacia m�. Se sent� en el suelo, a mi lado, y mir�ndome con cara de no haber roto
nunca un plato, dijo:



Se me han antojado...


Lo que pasa es que eres una golosa, lo dulce siempre fue tu debilidad.


Y la tuya -dijo ella, mientras abr�a una de las natillas.



Nuestra complicidad iba aumentando a medida que pasaban los minutos,
record�ndome a lo que suced�a a�os atras, cuando Natalia y yo �ramos capaces de
entendernos con un gesto o con una mirada. Con movimientos lentos ella se tumb�
y, con ayuda de la cucharilla, fue extendiendo las natillas por los puntos
estrat�gicos de su delicioso cuerpo. Estaban fr�as, por lo que el contacto con
su piel le provoc� alg�n que otro escalofr�o y que su carne se pusiera de
gallina. El color amarillo de las natillas hac�a un buen contraste con el
morenito de su piel: chocolate y vainilla, pens�, junto antes de proceder a la
degustaci�n del fest�n que se me ofrec�a.


Lam� con tranquilidad, empezando por los pezones, duritos por efecto del
fr�o. Baj� por su ombligo, disfrutando del dulzor de las natillas, de la
suavidad de su piel y de los suaves gemidos de ella. Natalia era un placer para
los sentidos, una mezcla de Nueve Semanas y Media y de El Imperio de los
Sentidos. Llegu� hasta su sexo depilado. Las natillas se hab�an introducido
entre los pliegues de sus labios, por lo que tuve que aplicar la lengua a
conciencia. El sabor dulce se mezclaba con el sabor ligeramente �cido de sus
flujos, en una combinaci�n de sabores perfecta. Aquel banquete dur� un buen
rato, hasta que sent� la inminencia y la urgencia de su orgasmo. Entonces segu�
lamiendo su cl�toris excitado, al tiempo que introduc�a dos dedos en su co�o
mojado. Los gir� un par de veces y ella estall� de placer, con un profundo
suspiro.


Cog� m�s natillas con la cucharilla, la introduje en sus labios entreabiertos
y ella, con expresi�n satisfecha, dijo:



Ummm, que ricas...


Mucho menos que t�, cari�o -contest�, besando sus labios.



Natalia estuvo unos segundos quieta, con el placer a�n reflejado en su cara.
Conoci�ndola como la conoc�a, yo sab�a que esa era la calma que precede a la
tempestad.



�Jooooo!, yo tambi�n quiero natillas -dijo, con su carita de ni�a traviesa.



Me sent� en el suelo, con la espalda apoyada contra un sill�n, las piernas
estiradas y los pies separados. Ella se arrodill� y, tras abrir el segundo
recipiente de natillas, empez� a untar con ellas mis partes. Sent� un fresquito
muy estimulante en el glande, que hizo que se pusiera a�n m�s duro. Lo siguiente
que not� fue su lengua, suave, c�lida, juguetona, que lam�a despacito,
desliz�ndose con precisi�n. Con otra cucharada fue cubriendo toda mi polla,
hasta la base, para, acto seguido, met�rsela poco a poco en la boca. El suave
ruidito de su boca se mezclaba con el crepitar de las llamas de la chimenea,
mientras yo disfrutaba de la estupenda vista de su culito redondo, elevado, que
oscilaba con suavidad ante mis ojos.


De repente aquella estampa m�gica fue rota por el pitido agudo del m�vil.
Maldije aquel aparatejo y me maldije a m� mismo, por no haberlo apagado. Estir�
la mano hasta la mesita baja y agarr� aquel chisme, que segu�a emitiendo
pitidos. Me encog� de hombros y, con una expresi�n de disculpa dirigida a
Natalia, mir� la pantalla. Era Carmen la que llamaba. No s� que tripa se la
hab�a roto, pero juzgu� prudente contestar, a�n a riesgo de que Natalia se
cabrease. Pero no fue as�, ya que ella sigui� con su labor, como si nada pasase.



Dime -contest�, tratando de poner un tono de voz totalmente neutro.


�Qu� tal por el pueblo? -respondi� la voz de Carmen al otro lado del
tel�fono-. �Arreglaste ya esos asuntos?



Durante unos instantes trat� de recordar qu� asuntos eran aquellos, es decir,
que mentira le hab�a contado a mi mujer para irme el fin de semana al pueblo.



Estoy en ello. Estos asuntos de concentraciones parcelarias, ya sabes,
siempre dan problemas -respond� tranquilamente.



Mir� para Natalia y vi que re�a silenciosamente, para acto seguido reanudar
su estupenda mamada. �Qu� bien lo hac�a! Entre el fr�o de las natillas y el
calor de su boca, notaba como la cabeza me empezaba a dar vueltas. Solo deseaba
que la conferencia con Carmen finalizase pronto, por lo que pudiese pasar.



Espero hablar ma�ana con el alcalde, a ver que me dice al respecto.


La casa estar� fresquita �no? -pregunt� Carmen.


No, no creas -contest� sonriendo-. He encendido un poco la chimenea y se
est� calentito.



Tal vez fuese por esa frase o tal vez fuera por casualidad, pero en ese
momento Natalia me dio un buen meneo en la polla, mientras segu�a chup�ndome el
capullo. Vaya si se est� calentito, pens�, y vaya si ten�a morbo la situaci�n.



De acuerdo, cu�date -dijo Carmen, con una voz bastante m�s cari�osa de lo
habitual-. Llama cuando vayas a volver y no corras con el coche. Un beso.


Otro para ti, chao.



Apret� la tecla de llamada y, en ese mismo momento, not� que me corr�a. El
m�vil rebot� sobre la alfombra, sin que yo recordase haber abierto la mano.
Acarici� el pelo de mi amiga y me dej� arrastrar por un cicl�n de placer. Lo
siguiente que pude ver fue la cara de Natalia, con esa preciosa sonrisa y con
los labios manchados de semen de natillas, a partes iguales. Se relami�
golosamente y ca�mos abrazados sobre la alfombra.


Al calorcito de la chimenea nos quedamos profundamente dormidos. Despertamos
a eso de las dos de la madrugada. Nos dimos una buena ducha, ya que nuestros
cuerpos estaban algo pegajosos, y cenamos unos sandwiches de queso y jam�n york,
acompa�ados de unas latas de coca-cola y de arroz con leche. Despu�s nos metimos
en la cama, quedando dormidos casi al instante. Trat� de pensar en los problemas
que se me avecinaban, como por ejemplo lo que suceder�a cuando Carmen se
enterase de mi romance con Noelia, pero los ojos se me cerraban y pronto mi
cerebro se desconect� del todo.


A eso de las ocho de la ma�ana me despert�. Encend� la radio y escuch� las
noticias. Pero en realidad mis pensamientos se desviaron pronto hacia otros
temas. Conoc�a bien a Natalia, por lo que no hab�a duda de que Carmen se iba a
enterar m�s pronto que tarde de lo nuestro. La chica morena que dorm�a
pl�cidamente a mi lado no iba a desaprovechar la oportunidad de vengarse de mi
mujer y, la verdad, es que ten�a sobrados motivos para ello. Hab�a perdido el
primer asalto, pero supo esperar pacientemente su oportunidad. Durante estos
�ltimos tres a�os ella hab�a tenido todos los chicos que quiso, pero ning�n
novio serio, lo cual indicaba que ella sab�a lo que quer�a. Ahora me ten�a bien
agarrado por los huevos, nunca mejor dicho, y ella no estaba dispuesta a
soltarme, ni yo estaba dispuesto a que me soltase.


Bajo una aparente atracci�n f�sica, se ocultaban cosas mucho m�s profundas.
En ese momento, como si estuviese leyendo mis pensamientos, ella se despert�. Se
estir� voluptuosamente en la cama y yo bes� ligeramente sus labios. Me devolvi�
el beso y yo me encamin� al servicio. Cuando volv�, se levant� ella. Volvi� al
cabo de unos minutos, con una botella de aguardiente del que hac�a mi padre y
dos vasitos. Abr� los ojos desmesuradamente, sorprendido por la idea. Tomar
aguardiente a las ocho y media de la ma�ana, con el est�mago vac�o, era una de
esas locuras que solo se le pod�an ocurrir a ella.



�T� crees que ser� prudente? -pregunt�.


Prudente, no lo s�, pero divertido, seguro que s�.



Llen� los dos vasitos, se sent� en la cama a mi lado y brindamos "por
nosotros". Apuramos el vasito de un trago, notando ambos como se nos quemaba el
est�mago. Al tercer vasito ya no sentimos calor en el est�mago, sino unas ganas
enormes de re�r y de jugar. Natalia ten�a unas ideas incre�bles, pero esa era
precisamente la gracia. A Carmen nunca se le ocurr�an cosas as�, por lo que el
aburrimiento estaba garantizado.



Me est�n entrando unas ganas de follarte.... -dijo ella, entre risas.


Pues no te cortes, que me tienes rendido del todo -contest�, dej�ndome
llevar por la euforia del momento.



Nos comimos con ganas. Aunque los dos sab�amos que nos quedaba mucho tiempo
por delante, parec�a que ten�amos prisa. Hicimos un 69, que nos sirvi� a ambos
para alcanzar la temperatura adecuada. Despu�s me sent� sobre la cama, al borde,
mientras ella (con los pies en el suelo) separaba sus piernas y se dejaba caer
sobre mi polla, clav�ndosela hasta el fondo. Amas� sus firmes nalgas,
separ�ndolas y jugando con su ano, mientras nuestros gemidos se superpon�an. Su
co�o fue subiendo y bajando sobre mi polla, al tiempo que yo iba tanteando la
entrada de su ano con el dedo �ndice. Cuando lo tuve bien metido, lo mov� en
c�rculos dentro de ella. A juzgar por sus palabras, las sensaciones no fueron
precisamente desagradables:



�Ummmmm, s�iiiiiiii! Oc�pate de mi culito.


Ya lo creo que me voy a ocupar de �l, y pienso dej�rtelo como nuevo,
cari�o.



A los dos nos ped�a el cuerpo una buena raci�n de sexo anal. A ella, porque
siempre le encant�, incluso de jovencita. A m�, porque Carmen no quer�a ni o�r
hablar de ese tema. As� las cosas, ella se arrodill� sobre la cama y yo me
coloqu� de pie, detr�s de ella. Cog� un tubo de vaselina, para empezar a untar
su ano con cuidado. Por nada del mundo quer�a hacer da�o a aquella chica que, no
me averg�enza decirlo, ya ocupaba mi sexo, mi cerebro y mi coraz�n. La foll� por
el co�o un ratito, mientras segu�a aplicando aquella grasienta vaselina.
Introduje dos dedos en su culito, comprobando que estaba a punto. Cuando apoy�
el glande en la entrada ella dijo:



De un golpe, como anta�o.



Normalmente las chicas piden suavidad en estas pr�cticas, pero Natalia era
original para todo. As� que, no sin un cierto miedo, decid� complacerla. Agarr�
sus caderas, tom� impulso y se la met� de un solo golpe. Ella emiti� un ligero
grito, seguido de un profundo resoplido. Sus nalgas temblaron ante mi acometida.
Lo cierto es que se la clav� entera, para despu�s sacarla poco a poco y volverla
a meter hasta el fondo. Cuando sus resoplidos se convirtieron en gemidos, me
sent� bastante aliviado, hasta el punto de que me anim� a meter el pulgar en su
co�o mojado, mientras con otros dos dedos acariciaba su tieso cl�toris.


Aquella chica se mov�a como una serpiente de mar y su apetito sexual era
insaciable. A Natalia siempre le encant� que la enculase, pero creo que aquella
vez disfrut� como nunca. Los jadeos se iban haciendo cada vez m�s r�pidos, m�s
contundentes. Los dos nos acerc�bamos al momento �lgido del polvo. Ella explot�
pocos segundos antes que yo, gritando como una loca. Yo sent� como se me
empapaba el dedo que ten�a dentro de su co�o. Lo saqu� y lo chup� despacio,
disfrutando de aquel sabor inconfundible. Con la voz entrecortada ella dijo:



Ll�name el culito de leche.



Lo hice al momento, regal�ndole una copiosa corrida, que acab� resbalando
lentamente hacia fuera. Notaba en la cabeza un delicioso mareo, que no s� si
atribuir al aguardiente o al orgasmo. El caso es que volvimos a caer rendidos
sobre la cama y, tapados por el edred�n, nos quedamos dormidos de nuevo. A las
once en punto despert�. Fui a la cocina y prepar� caf�, zumo de naranja de
brick, magdalenas, galletas con chocolate y tostadas con mermelada de fresa. Lo
puse todo en una bandeja grande y lo llev� a la cama, justo en el momento en que
Natalia abr�a los ojos.



�Desde cuando a las putas se les lleva el desayuno a la cama? -dijo
sonriente.


Desde el momento en que la puta es alguien tan fascinante y encantadora
como t� -respond�.



Desayunamos con buen apetito, hasta acabar con todo lo que hab�a en la
bandeja. Estuvimos un buen rato fumando y charlando sobre los viejos tiempos. A
eso de la una y media, despu�s de ducharnos, preparamos unos bocadillos de jam�n
y queso, nos subimos al Porsche 911 y fuimos a comer a una fuente, situada
exactamente a medio camino entre los dos pueblos. Aquel lugar nos tra�a muy
buenos recuerdos a los dos, si bien ten�amos que remontarnos m�s de cuatro a�os
atr�s. Disfrutamos de aquella maravillosa tarde, tumbados sobre la hierba, a la
sombra de unos �lamos, dormitando, hablando y so�ando despiertos.


A las siete de la tarde ya est�bamos de nuevo en casa. Natalia se llev� la
mano al bolsillo trasero de su pantal�n ajustado y, sacando los billetes que me
hab�a cobrado, dijo:



Te invito a cenar en la ciudad. Hoy voy bien de pasta �sabes? Me han pagado
un trabajito...


Eres terrible. Ser�a de muy mala educaci�n no aceptar -contest�.


Necesitar� una chaqueta, por si la noche se pone fresca -a�adi� ella,
frunciendo algo el ce�o.


Seguro que arriba hay alguna cosa de tu talla, vamos a ver -repliqu�,
temi�ndome algo.



En el armario de la ropa de Carmen encontramos su chaqueta de punto favorita.
Era una chaqueta en tonos azules y blancos, que se ajustaba mucho al cuerpo y
con el escudo de la Universidad en el delantero izquierdo. Natalia se la puso y
el resultado fue espectacular. A mi mujer le sentaba muy bien, la verdad, pero a
ella le quedaba como un guante, redondeando bien sus pechos. Pero yo sab�a por
qu� hab�a elegido aquella prenda: durante el verano en el que ambas pugnaron por
m�, Carmen se la puso mucho. Natalia ten�a, evidentemente, muy buena memoria.
Para m� eligi� una americana de verano, verde. Exactamente la que yo sol�a
llevar por aquel tiempo.


A eso de las ocho y media, despu�s de dejar la casa en orden, subimos al
coche y nos dirigimos hacia la ciudad. Mientras conduc�a aquella joya mec�nica,
acompa�ado de aquella joya femenina, pregunt�:



�D�nde me vas a llevar a cenar?


A un sitio muy bueno. Seguro que lo conoces, est� justo enfrente de tu casa
-respondi� ella, con tono tranquilo.



Claro que lo conoc�a. Era el restaurante donde Carmen iba siempre con sus
amigas a tomar caf� los s�bados por la noche. Respir� hondo, sabiendo la que se
iba a preparar all�. Acarici� el suave cuero que cubr�a el volante del 911 y
mir� de reojo a mi encantadora pasajera. Ella sonre�a, con su carita t�pica,
mezcla de chica mala y de chica que no ha roto nunca un plato. Est�bamos jugando
a su juego y con sus reglas, pero a fin de cuentas eso era lo que yo quer�a. Le
devolv� la sonrisa, a�n a sabiendas de que sus locuras me iban a costar una
demanda de separaci�n.


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Relato: Coches de lujo y chicas de lujo
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