La Rosa de Tokio
Un relato de Charles Champ d�Hiers
El camarote, cuatro camastros y dos mesillas met�licas
adosadas a las paredes, era un angosto cuchitril en el que apenas s� entraban
sus cuatro moradores, los petates y los pocos objetos personales que la Marina
les permit�a llevar consigo. A�n as�, junto al ojo de buey, un viejo aparato de
radio luc�a orgulloso sobre una bonita parcela de espacio libre que los cuatro
se hab�an robado de su propia comodidad.
De �l, como todas las noches, emanaba la dulce y narcotizante
voz de la rosa m�s cruel de todo el Pac�fico. Doble ejercicio de masoquismo,
jugarse el fregado de la cubierta del destructor si alg�n oficial les descubr�a
a cambio de poder o�r las hirientes falacias de su odiada Rosa de Tokio. Castigo
seguro a cambio de una dosis letal de nostalgia, mentiras de guerra y algo de
buena m�sica americana.
Aquella lasciva voz merec�a eso y mucho m�s. Rosa de Tokio
sonaba en cada aparato de radio americano o brit�nico desde Birmania hasta las
Aleutianas. Todos, absolutamente todos y cada uno de aquellos desesperados
oyentes la odiaban. A ella y a todo lo que ella les dec�a, y a lo que no les
dec�a, y a lo que pensaba y a lo que dec�a pensar, y sin embargo, como todas las
noches, siempre volv�an a pegar sus o�dos y sus pensamientos a aquella se�al que
brotaba desde alg�n punto de Tokio.
Todos la odiaban y ella lo sab�a y se complac�a de ello
siempre que pod�a. Ni Ulises hubiera podido sobrevivir a los cantos de esta
sirena, dicen que hab�a confesado en una ocasi�n el presidente Roosevelt a su
Alto Estado Mayor. Todos la odiaban, y hasta los estudios desde los que cre�an
que emit�a los hab�an se�alado como objetivo prioritario para los bombarderos
que se arriesgaban a surcar los cielos del Imperio Japon�s, pero, a pesar de
todo, cada noche, ella volv�a para atormentar a todos sus queridos soldados
enemigos.
Unas palabras dulces, como cada noche, dieron final a la
sesi�n de tortura en el camarote B125 del destructor de la Marina de los Estados
Unidos de Am�rica USS California. Unas palabras dulces precedieron al
consiguiente silencio de todas las noches. Silencio de pesar, de dolor y de
nostalgia.
�Sab�is qu� os digo?. El suave acento hispano de la voz de
Soto pareci� perderse sobre las cuatro literas donde yac�an tumbados, sin que
ninguno se diese por enterado. Os digo que un d�a me voy a subir a cubierta, me
voy a acercar al capit�n y le voy a decir: "Capit�n, tomo con su permiso el bote
salvavidas n�mero siete por motivos secretos". Y el capit�n me dir�: "Hum, bien
muchacho, adelante y que Dios le bendiga".
Entonces lo botar�, me meter� dentro y me largar� a Tokio
remando. Puede que tarde una o dos semanas, no lo s�, pero lo que s� s� es que
lo primero que voy a hacer en cuanto llegue a las faldas del jodio Fuji Yama
ser� preguntar por la jodida Rosa de Tokio, y en cuanto me entere de donde se
esconde esa puta, me presentar� en su estudio.
Y, pod�is creerme, en el momento en que me tope con su carita
amarilla de ojos rasgados y labios de furcia me acercar� a ella muy elegante y
ufano y le dir�: "Buenos d�as, se�orita Rosita, me llamo Robert Soto y he venido
para meterle mi polla por todos sus agujeros".
A Soto, las risas calladas de sus tres camaradas le sonaron
como m�sica celestial en sus o�dos, anim�ndole a seguir. Y ella me dir�: "No,
pol favol, enemigo amelicano, mi no follal, mi sel vilgen". "�Virgen dices,
pedazo de puta?", le dir� entonces yo. "Desn�date ahora mismo". Y claro, como
ella estar� muerta de miedo seguro que se quita su jodido kimono en un abrir y
cerrar de ojos.
Y, muchachos, no pod�is ni imaginar que cuerpazo tendr� la
muy puta. Seguro que tiene un par de tetas impresionantes, grandes, redondas y
duras. Y seguro que tiene el felpudo peque�o, casi invisible. Y una cintura de
avispa incre�ble. Y dos piernas largas y bonitas. Y un culo grande y gordo. Todo
un bomb�n, chicos, la verdad es que sentir� mucho que no est�is all� los tres
para ayudarme con ella.
Y en cuanto la tenga desnuda le dir�: "ponte de rodillas,
puta, y c�meme la polla". Y entonces ella, con sus peque�os ojos rasgados
llorosos se arrodillar� ante m� y abrir� mucho la boca pero a�n as� no ser�
suficiente para tragarse todo el miembro que le voy a hacer tragar. Y la
agarrar� de las orejas y le meter� de una estocada toda la verga hasta los
huevos, hasta lograr que me la chupe con la campanilla. Y me la follar� por la
boca como nunca antes se la hab�an follado antes.
Y cuando ya no aguante m�s, me correr� dentro de su garganta
dici�ndole: "B�betelo todo como una ni�a buena que a�n no hemos acabado". Y ella
se tragar� todo mi esperma sin dejarse ni una gota.
Y en cuanto se lo acabe la agarrar� de las axilas, la
levantar�, la pondr� sobre la mesa, le abrir� las piernas y le apuntar� con mi
verga al centro de su jodido conejito disfrutando del miedo que sentir� sabiendo
lo que le ocurrir� a continuaci�n. Y seguro que ella se pondr� a gritar como una
hist�rica, as� que le meter� dos buenas bofetadas en los morros. Y si sigue
poni�ndose pesada, otras dos m�s.
Y en el momento en que la tenga domada la agarrar� de la
cintura y empezar� a taladrarla con todas mis fuerzas mientras me entretengo
mordi�ndole las tetas. Y ya podr�is imaginar como se pondr� a chillar la muy
puta mientras la desvirgo y le como los pezones.
Y le meter� la polla durante todo el rato que me apetezca,
hasta que se me cansen los dientes de morderle las tetas, y cuando ya no quiera
seguir le meter� dentro tal chorro que va a estar pariendo hijos m�os durante
siete a�os.
Y, cuando acabe le dir�: "Y ahora, jodida puta, te vas a dar
la vuelta, me vas a poner tu culo en pompa, vas a encender el micr�fono y vas a
saludar a todos mis camaradas". Y ella, sumisa y resignada har� lo que le digo,
y esa noche, vosotros, cuando encend�is la radio oir�is: "Hola, americanos
guapos, soy Rosa de Tokio y solo quiero deciros que un amigo vuestro est� aqu�".
Y entonces yo le quitar� el micro y dir�: "Soy el marino Robert Soto de la US
Navy y voy a dar por culo a la zorra m�s guarra del mundo� Dios bendiga
Am�rica".
Y entonces oir�is un grito horroroso, que ser� el que ella
pegue cuando le desgarre todo el ano al meterle mi dura polla dentro de su
culito. Y la tendr�is llorando contra el micr�fono mientras le meto y le saco mi
palo el rato que quiera. Y, amigos, puede que llevemos seis meses sin mojar,
pero yo con esa zorra me voy a desquitar de tal manera que no voy a querer echar
un polvo m�s en varios d�as. Me la voy a follar por su culo con tanta ira que le
voy a ulcerar los pulmones.
Y cuando ya no pueda m�s, me correr� dentro de su culo,
sacar� mi pene y le dir�: "Y ahora me lo limpias, zorra". Y ella se arrodillar�
de nuevo ante m�, abrir� su boca de nuevo y se la meter� entera hasta que me la
deje m�s brillante que la cubierta de este jodido destructor.
Y despu�s, muchachos, me largar� al Palacio Imperial, me
presentar� ante el jodido Tojo y el jodido Emperador y les meter� mi bayoneta
hasta la empu�adura. Y entonces esta jodida guerra se acabar�, y t�, Martin,
volver�s a tu granja, y t� Vermont volver�s a tu tienda y t� Franky volver�s al
restaurante de tus padres, y a m� me llamar� el bendito Presidente y me dir�:
"Bueno, hijo� creo que la naci�n te debe una: pide un deseo". Y yo le dir� que
lo �nico que deseo es poder volver junto a mi Anita� y mi peque�o Robertito. Y
comprarme un ranchito. Y vivir feliz con ellos para siempre.
Y as� ser�.
Os juro por el alma de mi santa madre que en paz descanse que
as� ser�.
Y todos permanecieron en silencio mientras un nudo en la
garganta iba disolvi�ndose en las l�grimas de cada uno de ellos.