Relato: Teresita y su hija (II)



Relato: Teresita y su hija (II)

Teresita y Su Hija (Segunda Parte)


La cuesti�n es que ya llev�bamos un buen tiempo de relaci�n
con Teresita.


Una noche est�bamos durmiendo tranquilamente ya que, cosa
rara en nosotros, nos hab�amos dado una ducha juntos, pero no hab�amos tenido
sexo, cuando sentimos que abre la puerta y la cierran con un golpe. Sab�amos que
Mart�n, su hijo de 21 a�os, no pod�a ser porque le hab�a avisado a su madre que
se iba a quedar a dormir en la casa de su novia, por lo que solo quedaba que
fuera Clara, su hija menor: 19 a�os.


Obviamente nosotros est�bamos desnudos, en la cama y con la
seguridad de estar solos, hab�amos dejado la puerta abierta, por lo que lo
intempestivo de la entrada me obligo a taparme apresuradamente.


Por el pasillo en penumbras vimos pasar apresuradamente a
Clara hacia su habitaci�n.


Teresita se percat� que algo no andaba bien, as� es que se
puso un salto de cama y fue a ver que suced�a.


Cuando volvi� yo ya me hab�a dormido. Me despert� con una
suave chupada de pija (no hay mejor forma de despertarse, les puedo asegurar).
Cuando me lo puso al tope y vio que estaba bien despierto, fue subiendo por mi
vientre, mi pecho hasta llegar a mi boca y se dedic� a besarme muy sensualmente.
Enseguida mis manos recorrieron su cuerpo que estaba encima del m�o y se
demoraron entre sus pulposas y generosas nalgas. Cuando me empez� a besar el
cuello, acerc� su boca a mi o�do y me dijo en un susurro: "Tengo que pedirte un
favor". Ella generalmente me susurraba cosas degeneradas a mi o�do, con un
vocabulario digno de la puta m�s rematada del bajo fondo, por lo que esas
palabras me sacaron un poco de foco. Se separ� un poco y me cont�:


"Clara discuti� con su novio: hace casi un a�o que salen
juntos y todav�a no han tenido relaciones. Hoy el muchacho se puso cargoso, ella
se asust� y discutieron. A pesar de su edad, ella nunca ha estado con un hombre.
Hemos estado hablando como una hora mientras vos dorm�as. Me pregunt� como era
eso de estar con un hombre y yo le he contado como somos en la cama y me ha
pedido estar presente mientras cogemos... �ten�s alg�n problema que ella nos
mire?"


Todo esto lo dijo en un susurro mientras me acariciaba la
verga y las bolas.


La posibilidad de que Clara nos viera despert� mi morbo a mas
no poder. Por toda respuesta la tumb� a un lado y empec� a besarle las tetas y
fui bajando hasta su ya jugosa concha. Puse sus piernas en mis hombros y enterr�
mi cabeza. Teresita apag� las luces (siempre cog�amos con las luces a full).


Entre sus gemidos pude escuchar que alguien (evidentemente
Clara) entraba a la habitaci�n e iba hacia el sill�n que estaba ubicado frente a
los pies de la cama. Al rato, Teresita me separ� la cabeza de su concha e hizo
que girara para que hagamos un "69": yo qued� mirando los pies de la cama y, por
supuesto, a Clara. Pude ver en la penumbra que estaba en camis�n corto, con sus
piernas recogidas debajo de su cuerpo, apretando fuertemente los apoyabrazos del
sill�n como si tuviera miedo de caerse. Por el camis�n trasluc�a la figura de
sus pechos, peque�os comparados con los de su madre, pero aun as� dejando ver
sus ya duros pezones.


Esa visi�n de Clara me calent� notablemente y Teresita se dio
cuenta de eso: ya estaba yo por acabar; entonces hizo que me parara al costado
de la cama, ella se sent� a la orilla de la misma y puso sus tetas como bandeja
debajo de mi pija mientras me pajeaba para que se las llenara con mi leche. Cosa
que hice. Para terminar, me la chup� hasta sacarme la �ltima gota. Mis espasmos
org�smicos me hac�an temblar las piernas, lo que despert� una risita en Clara.
Eso rompi� el clima y todos nos re�mos.


Me sent� a la par de Teresita tratando de recuperarme. Ella
le hizo una se�a a Clara para que nos acompa�ara. Vino hacia nosotros con la
mirada baja y se sent� al otro lado de su madre. Ah� pude ver en detalle su
cuerpo: unos pies peque�os y bien formados, unas piernas torneadas que
terminaban en una cadera tirando a ancha, unos pechos redondos con aureolas bien
marcadas, un cuello precioso y un rubor en sus mejillas que la hacia m�s tierna
aun.


Teresita le pas� un brazo por la cintura y le dio un beso en
la mejilla. Clara, lentamente subi� su mano hasta el pecho de su madre hasta
tocar mi leche que se iba deslizando por todas sus tetas. Con un dedo recogi� un
poco de mi semen y se lo llev� a la boca. Lo degust� y parece que hubiera
confirmado alguna teor�a interna al respecto, porque se sonri�. Mir� a su madre,
que ten�a una sonrisa amplia de satisfacci�n. Esta le indic� que se arrodillara
frente a ella, que hab�a abierto sus piernas. La obediente hija as� lo hizo y
una vez arrodillada Teresita le acerc� el pecho a su boca. Clara la miraba con
una mezcla de sorpresa y turbaci�n, pero la confianza que transmit�a Teresita
hizo que la hija sacara la punta de su lengua y la pasara por las tetas de su
madre y poco a poco la gui� para que borrara todo mi rastro de su pecho


Esa imagen hizo que nuevamente me calentara. Sent� que
empezaba a tener otra erecci�n. Teresita se dio cuenta y me la agarr�,
comenzando a pajearme muy despacio. Cuando logr� que mi erecci�n fuera
sostenida, tom� la mano de Clara, que segu�a en su funci�n de libadora de leche,
y se la fue acercando lentamente hasta mi verga. Sin sacar la cara del pecho de
su madre, Clara comenz� a tantearme el miembro, guiada por la experta mano de su
madre. El sentir esa mano tan suave y casi temblorosa me llevaba a un �xtasis
particular.


Al rato, Teresita tomo la cara de su hija, le bes� las
mejillas para sacarle los restos de mi semen y seguidamente la llev� hacia mis
piernas. Clara empez� a besarme en las piernas y fue lentamente subiendo hasta
llegar a mis bolas. All� se detuvo un momento, como explorando, oliendo,
palpando la textura con su lengua... en un momento dado las chup� tan fuerte que
me hizo pegar un salto. Teresita le dijo que lo hiciera suavemente dada la
sensibilidad de la zona. Luego fue subiendo por el tronco de la pija hasta
llegar al capullo. Lo lam�a como a un helado. "Met�telo en la boca" le dijo su
madre, y ella abri� un poco sus labios y fue dejando entrar mi miembro en su
boca y a jugar con su lengua en el contorno del glande.


Teresita se puso de cuatro patas en la cama, orientando su
culo hacia m� y me entreg� su consolador: no hizo falta que dijera nada;
obediente, fui meti�ndole el consolador en la concha que se hab�a agrandado de
la calentura que ten�a. Era maravilloso tener a esas dos mujeres resumiendo el
sue�o de todo hombre: una experimentada mujer y una inexperta joven.


Sent� que la saliva de Clara me ba�aba las bolas mientras yo
ya le introduc�a el consolador a Teresita por el culo y ella misma se frotaba el
cl�toris. Los gemidos de la madre distrajeron a la hija, que dej� de chupar para
contemplar el espect�culo del culo de su madre empalada por el consolador. Era
un paisaje totalmente inesperado para la hija que sin dejar de mirar, comenz� a
tocarse la concha. En cuestiones de paja no era tan inexperta a juzgar por su
manera de meterse los dedos en la vulva. Cada una estaba ocupad�sima en sus
respectivos orgasmos y yo en verlas gozar.


La primera en acabar fue Clara que se recost� contra la pared
y se fue deslizando hasta quedar sentada en el piso con el pelo tap�ndole la
cara y su mano aun en la concha. Esa imagen apur� el orgasmo de Teresita. Ambas
quedaron jadeando.


Yo me levant�, me acerqu� a Clara y tom�ndola de los brazos
la ayud� a incorporarse; le quit� el camis�n por sobre los hombros y la recost�
en la cama ya totalmente desnuda y en un estado que parec�a desmayada. La visi�n
de su concha sin depilar me excit� aun m�s.


"Chup�sela" me dijo Teresita que estaba mirando como hab�a yo
quedado extasiado observado la mata negra de pelos de su hija. Sin necesidad de
hacerme repetir la orden, me arrodill�, atraje las piernas de Clara sobre mis
hombros y me dediqu� a ir bes�ndole los muslos para llegar a su concha en flor.
Al primer leng�etazo sent� que se estremec�a. Le bes� los labios vaginales muy
suavemente, roz�ndolos casi sin tocarla. Sus suspiros y gemidos y la gran
cantidad de flujo que llenaban mi boca me avisaban que estaba lista para ser
penetrada. La ubiqu� a lo largo en la cama, le coloqu� una almohada debajo de la
cintura para levantar un poco su pelvis y me puse entre sus piernas, dispuesto a
hacerla m�a. Con la mano en la verga la fui guiando hasta su concha y lentamente
la fui penetrando: estaba muy estrecha. La presi�n de las paredes de su vagina
en mi pija me confirmaba que efectivamente era el primer hombre en penetrarla.
Consciente de su primera experiencia, trat� de ser lo m�s suave posible para
evitar una mala experiencia provocada por el dolor, pero su abundante
lubricaci�n (mezcla de sus jugos y mi saliva) ayudaron a que fuera entrando mas
profundamente. Seguramente en alguna de sus pajas se hab�a desgarrado el himen,
ya que no sangr�. Una vez que legu� a topar con mis bolas en sus nalgas, me
qued� all� unos momentos y empec� luego a sacarla y meterla muy suavemente. Ella
hab�a levantado sus piernas y las hab�a cruzado alrededor de mi cintura. A
medida que iba aumentando mi ritmo ella presionaba m�s fuertes sus piernas a mi
alrededor.


Cuando estaba en el mejor ritmo sent� que Teresita me
acariciaba el culo, pero sus manos resbalaban por la superficie de mis nalgas,
lo que me hizo entender que estaba usando un lubricante. Eso me puso un poco
nerviosos, pero la calentura de sentirla a Clara debajo de m�, pudo m�s y
continu� cogi�ndola.


Sent� las u�as de Clara clavarse en mis hombros y acercarme
con fuerza sobre sus pechos: se los chup� y se los mord�. Sus gritos me avisaron
que estaba cerca de un nuevo orgasmo as� es que me concentr� en sentirla bien.
En ese preciso momento sent� los dedos de Teresita que se abr�an paso a trav�s
de mis nalgas buscando mi agujero: estaba atrapado por las piernas de Clara y su
climax y a merced de los dedos de Teresita y su confesado deseo de penetrarme.


"Te dije que en alg�n momento ibas a ser m�o" me dijo
Teresita con una voz de triunfo mientras me met�a un dedo en el culo y me
masajeaba el interior de mi, hasta ese momento, intacto recto. La eyaculaci�n
que me provoc� fue de tal intensidad que no recuerdo haberla tenido nuevamente:
sent�a que, a pesar de ser mi segundo orgasmo, la cantidad de leche que estaba
dejando dentro de Clara era inmensa. Eso hizo que Clara tambi�n llegara a su
orgasmo y sus piernas se ci�eran con m�s fuerza a mi cintura.


Fue una mezcla de dolor y placer que, aseguro, no he vuelto a
experimentar en mi vida.




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