Relato: Soy la mucama de la hija de mi esposa (II)



Relato: Soy la mucama de la hija de mi esposa (II)

"Mi vida no puede ser peor,
ahora además de colmar las expectativas de mi exigente esposa tengo
que ser la criada de su hija, una adolescente caprichosa y sádica"
me decía mientras lavaba la ropa interior de las dos, a mano, como
ellas querían.



Mi hijastra estaba por llegar de
la escuela y yo tenía que tener todo listo para cuando ella arribara,
si no se enojaría y los castigos del día serían peores.
Ella había tomado por costumbre invitar a sus compañeritas
todos los días para compartir a su esclavo, y esto retroalimentaba
sus fantasías y aumentaba mi calvario.



Tendí la ropa, fui a mi pieza
y me puse el collar que ellas me habían mandado a comprar, y cuyas
letras plateadas y pulidas a espejo formaban la palabra "SIRVIENTA"
por sobre el cuero negro. Corrí a la puerta y me tendí como
un perro fiel y obediente frente a ella, repitiendo el ritual de todos
los mediodías.



Ahí tirado sufría
más que nunca, porque al no estar ocupado en nada tenía tiempo
para pensar, y pensaba que mi esposa podía entrar a casa y verme
así, y adoptarme también como su esclavo. No es que ya no
lo fuera, debía hacer las cosas de la casa, hacerle masajes cuando
llegaba del trabajo, servirla a ella, a sus frecuentes invitadas, e incluso
se reía en mi cara cuando le decía que ella nunca me dejaba
estar arriba cuando hacíamos el amor, o que sus dedos en mi cola
empezaban a incomodarme. Pero si me veía así posiblemente
perdería hasta el más mínimo privilegio y pasaría
de ser su marido sumiso a ser su mucama obediente.



La puerta se abrió y por
ella entraron tres chicas además de mi hijastra. Los cortos pantalones
y las apretadas musculosas dejaban ver pieles suaves y rosadas, pechos
firmes pero zigzagueantes, piernas casi infinitas y colas que no caían
a pesar de la gravedad.



Ni bien cruzaron la puerta corrí
ladrando a lamer sus pies. Eso era parte de mi rutina, querían el
amor de un perro ansioso por sus amas al llegar a casa. "Muy bien
SIRVIENTA muy bien, veo que aprendes rápido". Entonces me tuvieron
unos minutos tratándome como si fuera un perro, obligándome
a hacer algunas gracias. "Párate en dos patas SIRVIENTA, muy
bien, ahora hacé un muertito". Incluso una trajo una pelota,
y luego de tirarla varias veces por toda la casa para que vaya a recogerla,
la puso debajo de la suela de la zapatilla, "¿Querés
la pelota sirvienta?, entonces lame la zapatilla de tu ama, sí la
suela también, muy bien, qué juguetona que sos, toma te la
ganaste.



"Bueno ya sabemos que sos un
animal, y te sentís muy cómoda en el papel de perrita, pero
ahora te necesitamos como mucama, así que anda a la cocina y prepara
la mesa, que nosotros vamos a cambiarnos", "Sí, señorita
ama", "¡Ja, ja, ja!".



Mientras las chicas iban a la pieza
de Micaela yo corrí a la cocina. Sabía que era jueves, el
día que ellas tenían gimnasia, iba a tener que lamer su ropa
interior sucia y traspirada toda la tarde, mientras ellas me pateaban o
me volvían loco con sus miles de pedidos.



Llegaron. Yo debía servirlas
como si fueran damas de la alta sociedad. Tenían que correr sus
sillas cuando se levantaban, tenía que llenar sus copas y sus platos
cuando se vaciaban, tenía que encender sus cigarrillos y quedarme
al lado por si querían usarme de cenicero.



"¿Querés comer
con nosotras SIRVIENTA?", "Me encantaría señorita
ama", "¡Pero vos sos estúpida!, tenés que
decir que no mereces ese honor, ¡¿Quién te creés
que sos?!, aprendelo de una vez: para vos nosotras somos diosas".
"Disculpe señorita ama, por favor disculpe, tiene razón
no merezco ese privilegio, ni siquiera merezco besar sus zapatos"
dije yo casi llorando postrado ante mi hijastra. "Vieron chicas que
era un sumiso patético", "Cuando me contaste que tu mamá
le hace lavar su ropa interior a mano me imagine que no era MUY HOMBRE,
pero nunca creí que fuera para tanto, parece una muchachita del
interior"



Mientras las chicas hablaban de
las ventajas de tener un marido como yo y un amante fuerte y dominante,
yo comía del plato del perro postrado en el piso. "Vení
SIRVIENTA, arrastrate hasta acá, y lame mis zapatos hasta que queden
brillantes". Luego de unas minutos con lengua entre el cuero y la
suela di por concluida mi tarea y volví a mi plato.



"Lo hiciste muy bien SIRVIENTA,
lastima que tengas que empezar de nuevo, porque mis zapatos están
sucios otra vez" dijo la más chica y aparentemente inocente
de las niñas, mientras sumergía su calzado en mi plato, y
pisaba la comida para perros haciendo que mi almuerzo fuese más
asqueroso aún.



Terminado su festín yo me
quedé en la cocina limpiando todo y preparando el café, mientras
ellas corrían al living para mirar la tele.



"SIRVIENTA vení, te
tenemos una sorpresa", me llamaron al poco rato, y yo corrí
obediente, antes de que se impacientaran.



"¿Deseaban algo las
señoritas?", "Sí sirvienta, permanece postrada
que te queremos decir algo. ¿Te acordás que el otro día
te prometimos que si te portabas bien, y nos hacías caso en todo,
te íbamos a dejar estar vestida en casa", "Sí señorita
ama", "Bueno, para que veas que no somos malas, y cumplimos con
nuestras promesas, acá tenés un regalo, tu indumentaria de
ahora y para siempre". Por un momento pensé que todo esa bondad
e inocencia que se reflejaba en sus rostros adolescentes no le era esquiva
del todo a sus corazones. "Me van a dar algo de ropa para que no ande
desnudo, muerto de frío en invierno" me dije. Pero estaba equivocada.
Lo que había dentro del paquete era un uniforme de mucama francesa.
Los guantes, la cofia y el delantal eran de encaje blanco, y contrastaba
con la parte enteriza que era de algodón negro. Enseguida caí
tendido y cubrí con mis lágrimas el piso. "No te pongas
a llorar SIRVIENTA, ya te vamos a comprar un conjuntito de ropa interior,
pero nos tenés que acompañar vos a la tienda.



En la cocina, mientras calentaba
el café, me miré en un espejo y casi me pongo a llorar. Era
una mucama, no solo por el vestido, también por mi pelo largo, la
contextura de mi cuerpo y las finas facciones de mi cara. Sólo me
faltaba un poco de maquillaje para pasar desapercibido ante cualquiera,
y seguramente dentro de poco me obligarían a usarlo.



Volví con el café.
Mientras lo bebían mi hijastra me dio un frasquito y dijo "Mastúrbate
acá adentro sirvienta", "Sí señorita ama".
Iba a retirarme para hacerlo en el baño, pero me gritaron "¡Acá
adelante idiota!", "Disculpen señoritas amas".



Frente de ellas, y a pesar de que
eran hermosas, tenía problemas para conseguir una erección.
Sentía una presión inmensa porque todas me miraban, y además
debía levantar el pesado equipo de mucama mientras intentaba sacudirme.



Viendo esto ellas empezaron a cargarme
"Con razón tu esposa te trata como te trata, no podes conseguir
ni siquiera una erección, sos prácticamente una mujer",
"SIRVIENTA debe ser una cornuda, miralo, te creés que mi mamá
se arregla con eso, debe serle infiel con cada tipo que conoce mientras
él le limpia el piso en que camina".



Por fin acabé, si bien tardé
en concentrarme, el frasco se llenó de semen, hacía mucho
que no tenía un orgasmo, mi esposa a menudo daba por finalizadas
las sesiones sexuales cuando ella estaba satisfecha, dejándome a
mí con las ganas.



"Bueno sirvienta, continua
con tus quehaceres domésticos, volvé cuando estés
lista, que te vamos a hacer vivir una experiencia nueva en tu vida".
Cuando terminé de hacer mis cosas, respiré hondo y entré
al living, gateando como ellas querían. "Sirvienta cuánto
que tardaste, ¿Mamá trajo la ropa de su amante para que la
lavaras?". "Lo siento señorita ama no quise hacerla esperar".



"Bueno no importa, te queremos
decir algo", "La estoy escuchando ama". "Carla esta
saliendo con un chico más grande. Se llama Hernan, tiene 25 años
y trabaja en un taller mecánico. Él se la quiere coger, pero
Carla tiene miedo, porque es virgen y nosotros no sabemos qué decirle
porque tampoco lo hemos hecho. Así que pensamos en vos, decinos
SIRVIENTA qué se siente cuando te coge un hombre de verdad".
"No lo sé señorita ama, nunca me han penetrado".
"Bueno eso lo podemos solucionar", "Por favor señorita
ama no me haga hacer eso, por favor", "No te preocupes tarada,
no tenemos cómo, a ninguno de los dos mamá nos da un peso,
y dudo que alguien te quiera coger sin cobrar", "Gracias señorita
ama, gracias", "Pero eso no significa que no puedas bajarle el
pantaloncito a Carla y chuparle un poco la conchita, para dejarla lista
para Hernán", "Enseguida señorita ama"



Carla estaba sentada en un sillón.
Fui gateando hacia ella, me arrodillé frente a sus piernas, y cuando
comencé a bajar su pantalón casi me desmayo. Tenía
puesto un Consolador-Correa de más de 20 cm y su cara estaba iluminada
por la idea de meterlo en cada agujero de mi cuerpo. "¡Chúpalo
puta!, ¡Chúpalo!, queremos ver cómo chupa pijas una
puta", "Por favor no" dije en vos baja casi llorando, "¡Chúpalo
o te cagamos a trompadas puta de mierda".



Lentamente lo fui metiendo y sacando
de mi boca, pero luego de un rato me di cuenta de que esto no les gustaba,
porque mientras una me pateaba, otra tirándome del pelo movió
mi cabeza a toda velocidad y me dijo al oído "Más rápido
puta, más rápido, como les gusta a los hombres".



Estaba entre el vómito y
el ahogo cuando ellas decidieron de una vez por todas penetrarme. Quise
resistirme pero ya me habían pegado demasiado. Carla introdujo el
consolador en mi ano sin ninguna sutileza, mientras las otras se iban turnando
para que fuera limpiando su calzado. Luego de un rato mi hijastra empezó
a gritar "¡Acaba adentro!, ¡Acaba adentro!". Yo estaba
desorientado, pero de repente sentí que un líquido caliente
salía del consolador y entendí todo. Era mi semen que ellas
habían cargado por medio de una válvula que tenía
el aparato. "Qué buen polvo que te eché putita, ahora
límpiame la pija" me dijo Carla mientras tiraba de mi pelo
con fuerza de nuevo.



Después de limpiar el consolador
de mi mierda y semen ellas se fueron, no sin antes advertirme "Nos
volveremos a ver SIRVIENTA".



CONTINUARÁ.



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