Relato: Mellizos (III - Final)





Relato: Mellizos (III - Final)

Capitulo 6: �m/f, IN, EX, V



A pesar de todo hubo alguien que ese verano lo paso peor que
yo, fue el apocado hijo de los vecinos de al lado. Un desgarbado chaval de unos
quince a�os, al que, por su t�mido car�cter, mis primos gustaban de fastidiar
siempre que pod�an.


El joven solo estuvo una semana en el chalet de sus padres;
pero, desde que llego, y mis primos se dieron cuenta del inter�s sexual que
despertaba en �l, no dejaron de atosigarle, utiliz�ndome a mi como si fuera un
cebo y el un pez que atrapar.


Cuando nos lo encontr�bamos por el pueblo, yendo solo la
mayor�a de las veces, mis primos me obligaban a acercarme a �l, y hablarle.


Y, mientras charl�bamos, si no hab�a nadie cerca, tenia que
lucirme mas de la cuenta, por orden expresa de los dos diablillos.


La mayor�a de las veces lo hacia jugando, inocentemente, con
los botones de mi camisa, para que viera una buena porci�n de mis tetas; o
sent�ndome frente a �l, bien abierta de piernas, para que pudiera ver a gusto
mis picaras braguitas. En un par de ocasiones mis primos me pellizcaron
previamente los pezones a conciencia, para que se marcaran, mas aun, en el
ajustado top, y el chico se fijara mas. El pobrecillo siempre reaccionaba igual,
poni�ndose rojo como un tomate, y march�ndose con un delator bulto en los
pantalones.


Hasta que un d�a se pasaron de la raya, pues me mojaron la
fina camiseta blanca que llevaba puesta con agua de una fuente, para que �l
pudiera ver bien mis tetas; y vaya si se fijo, pues el agua hizo que se
transparentara la camiseta, y parec�a como si fuera desnuda por el pueblo.


Pase una verg�enza terrible hasta que se seco y la gente dejo
de mirarme fijamente los oscuros pezones por lo que me negu� a seguir luci�ndome
en la calle.


Pero por las noches, dado que el chico tenia su habitaci�n
frente a la m�a, yo tenia que pasearme, durante un buen rato, medio desnuda por
el dormitorio.


Tan solo para que mis primos se divirtieran viendo, desde una
ventana del desv�n, como se masturbaba a mi costa, escondido en su cuarto. Mis
primos decidieron hacer su ultima jugada, antes de que se marchara; y,
aprovechando la ausencia de mis t�os, le invitaron a merendar a casa.


El pobrecillo vino como una mosca a un tarro de miel, vestido
con sus mejores ropas y perfumado como si fuera a una boda. A mi me hicieron
poner una falda de vuelo muy corta, que me obligaba a lucir mis picaras
braguitas a cada momento, y un apretado top de cremallera, que realzaba mi firme
delantera considerablemente.


Mientras les servia la merienda, luci�ndome a cada momento,
pude darme cuenta de que el jovencito lo estaba pasando francamente mal para
poder disimular su r�gida erecci�n en sus finos pantalones de verano.


Mis primos, para rematar la sucia jugada, le invitaron a
jugar a polic�as y ladrones conmigo.


Este era un juego que ya llevaban jugando algunas noches en
el parque; y que consist�a en que yo era una ladrona, a la que ellos, como
polic�as, deb�an registrar, para ver si llevaba algo oculto.


Me sol�an dar una pinza de la ropa para que me la prendiera
escondida en la ropa, y me apoyaban, bien abierta de piernas, contra alg�n
�rbol; pero, aunque les dejase la pinza bien visible, ellos no la encontraban,
pues les servia de excusa para que me pudieran toquetear a gusto, y a fondo, por
todas partes, durante el tiempo m�ximo que les daban.


Le explicaron r�pidamente el juego y me dieron la famosa
pinza; que, por orden de mi primo, tuve que esconder todas las veces dentro de
mis fr�volas braguitas.


El chaval, la primera vez que me cacheo contra la pared, solo
se atrevi� a rozarme un poquito los pechos y el trasero; y, por supuesto, no
encontr� la pinza.


Despu�s lo hizo uno de mis descarados primos, y este si que
me manoseo a fondo, apretando y estrujando sin descanso cada cent�metro de mi
cuerpo. Y no solo por divertirse a costa m�a, sino para demostrarle al turbado
vecino que en ese p�caro juego val�a de todo, incluso abrirme el top por
completo para meter las manos dentro, o levantarme la minifalda lo necesario
para poder llegar mejor al interior de mis braguitas, ya fuera por delante o por
detr�s.


La segunda vez que le toco al atribulado vecino ya me toco un
poco mas las tetas por encima del top, haci�ndolo con mucha suavidad, e incluso
me palpo el trasero r�pidamente, aunque eso si, por encima de la minifalda. Al
ver que yo ni me quejaba ni dec�a lo mas m�nimo, el chico, la tercera vez, se
animo de verdad; y, bajando la cremallera del top, meti� las dos manos dentro un
buen rato, para acariciar mis melones. Reconozco que era una delicia ver con que
delicadeza apretaba mis sensibles pezones. Yo pod�a sentir en mi cuello su
agitada respiraci�n; y notaba, todav�a mas, su endurecido paquete golpe�ndome el
culo.


La verdad es que pense que le iba a dar algo cuando introdujo
una mano temblorosa bajo mis braguitas y recorri�, brevemente, toda mi rajita,
hasta alcanzar por fin el trofeo.


Aunque el chico ya tenia la pinza en su mano, note que se
hab�a quedado muy quieto, con una mano aferrada fuertemente a mi teta y la otra
dentro de mis bragas; as� que me gire, y vi que el pobrecillo al final se hab�a
corrido en los pantalones de seda.


Mis primos se retorc�an de risa en el suelo, pues al
jovencito se le hab�a quedado una carita que daba pena. Cuando ellos se fueron,
me imagino que a cont�rselo a sus tontos amigos, yo hice subir al turbado chico
a mi dormitorio, y trate de lavarle la gran mancha del pantal�n.


Mientras se le secaban el pantal�n y los calzoncillos, cog�
una toalla h�meda y limpie con cari�o su entrepierna. El pobrecillo se estaba
quieto como un peque�o mu�eco.


Antes de terminar de limpiarlo note que se volv�a a poner en
forma su largo y afilado instrumento; y, como pense que le deb�a una
compensaci�n por la faena que le hab�amos hecho, me agache, y empece a darle
peque�os besitos en su tierno aparato.


Tumbado sobre mi cama solo le o�a gemir y jadear, mientras
aquello se pon�a cada vez mas grande y duro, as� que decid� tomar yo la
iniciativa; y, quit�ndome las braguitas, me sent� a horcajadas encima suyo,
plant�ndole mi conejo delante de su cara.


Desde luego el muchacho no era nada tonto, pues pronto empez�
a chupar y lamer mi intimidad con las mismas ganas que yo me aplicaba a la suya.
Adem�s sabia usar muy bien la lengua, por lo que enseguida me hizo llegar con un
fuerte orgasmo; y aun me hizo llegar una vez mas, antes de correrse �l, por lo
que, en agradecimiento, me trague todo su amargo n�ctar.


Al d�a siguiente, antes de que el simp�tico jovencito cogiera
el autob�s que hab�a de llevarle de regreso a la ciudad donde viv�a, y sin que
me vieran mis primos, me reun� con �l en secreto en el peque�o hueco que hay
entre los jardines de los dos chalets.


Lo hice para despedirme de �l como era debido, con un
interminable beso en la boca, de los de pel�cula; con un agradable sobeteo de
mis agradecidas tetas, por debajo de la fina y holgada camisa, y de mi trasero,
desnudo bajo la minifalda para la ocasi�n, incluido.


Estoy segura de que todav�a hoy lo recordara con nostalgia,
como yo.



Capitulo 7: �m/f, IN, EX



Ya llevaba mas de tres semanas en casa de mis t�os y las
luchas en la playa se hab�an convertido en todo un ritual dentro de la pandilla.
Nada mas llegar a la peque�a cala, jugaban primero entre ellos un rato para ver
quien jugaba en mi bando y quien en contra m�a, por supuesto que todos sudaban
lo indecible para poder estar en el bando opuesto al m�o, y poderse poner las
botas a mi costa.


Una vez decididos los equipos me llamaban, y comenzaba la
segunda parte del ritual. Empezaban por jugar como antes, pero cada vez recib�a
yo mas balones, y cada vez se me echaban encima mas chicos, y durante mas
tiempo; y lo que al principio eran solo roces y apretones, r�pidamente se
transformaban en aut�nticos manoseos, por fuera y por dentro de mis diminutos
bikinis.


Los �ltimos ataques se me hac�an eternos, con cuatro o cinco
chicos practicamente subidos encima de m�, intentando apoderarse cada uno de
algo mas que los dem�s.


Creo que la verdadera lucha estaba en ver quien se adue�aba
primero de mis sensibles pezones y consegu�a endurec�rmelos antes de que otro le
apartara para ocupar su privilegiado lugar.


Y, como no, el premio gordo se lo llevaba aquel, que
venciendo la resistencia de mis piernas, consegu�a introducir su dedo en el
interior de mi pobre conejito.


Siempre hab�a alg�n mocoso espabilado que, poni�ndose detr�s
m�a, me bajaba el bikini para dejarme con el p�lido trasero al aire; y, cuando
los ataques arreciaban por delante a la b�squeda de mi intimidad, me met�a
c�modamente un dedo, e incluso dos, por mi estrecha entrada posterior.


Tenia que estar con el agua hasta el cuello para que la poca
gente que hab�a en la cala, por suerte, no vieran lo que me hac�an esa pandilla
de pulpos; menos mal que sus gritos y risas ocultaban mis continuos gemidos de
dolor; y, bastante a menudo, de placer.


Cuando mis primos ve�an que ya la cosa empezaba a desbocarse,
y que yo estaba casi todo el tiempo con las tetas asomando fuera del bikini; y,
a menudo, incluso mi intimidad, suspend�an el juego, con la siguiente tristeza
de sus amigos, para demostrar quienes eran los que, de verdad, mandaban como
d�spotas reyezuelos en la pandilla.


Los pocos d�as que vinieron sus padres a la playa con
nosotros, como no pod�an jugar a sus anchas, se las ingeniaban para alquilar dos
o tres barcas de pedales y me obligaban a ir con ellos.


Si no hab�a nadie cerca me tocaba hacer top-less, mientras
mis primos me pon�an las tetas perdidas de crema, para envidia de sus amigos,
que no me pod�an tocar.


Pero si hab�a gente, entonces cog�an sus gafas de buceo y
jugaban al tibur�n; yo era la v�ctima que, en el agua, mientras me agarraba a la
barca, sufr�a sus odiosos ataques en silencio.


Estos sol�an consistir en peque�os mordiscos por todo mi
cuerpo, especialmente en mis pechos y mi culo, por fuera del bikini; aunque la
mayor�a de las veces me lo apartaban, para que no les molestara, y as� poder ver
lo que me mord�an una y otra vez; hasta que se acababa el alquiler de la barca,
y pod�a descansar por fin en la arena.


Lo cierto es que prefer�a estar a solas con ellos que
aguantar a los amigos de mi t�o.


Estos eran una pareja de vecinos de su misma edad con la que
sol�an estar casi siempre, y que solo aparecieron por la playa en un par de
ocasiones acompa�ando a mis t�os.


El tener a un grupo de adultos tan cerca de mi, contemplando
fijamente todo lo que mi escueto bikini dejaba a la vista me pon�a nerviosa.


Y aun me pon�a mas nerviosa ver el inter�s que pon�a el
marido en compartir los jueguecitos de mis primos y sus amigos conmigo. Como
estos ten�an que ser mas castos en su presencia los chicos no se divert�an, pero
el si, pues se arrimaba a mi todo lo que pod�a para ver mejor mi cuerpo.


Pero sin embargo fueron su esposa y mi t�a las culpables de
que me quedara con los pechos al aire delante de todos el d�a que, mientras me
pon�an crema en la espalda y charl�bamos sentadas las tres en la toalla,
desataron sin querer el lazo superior de mi bikini, provocando as� la exhibici�n
involuntaria de mis senos, justo cuando sus maridos estaban mas pendientes de
nosotras.


Por suerte solo tuve que volver a hacerme la dormida en otra
ocasi�n, un d�a que estaba la mar demasiado revuelta para jugar, y tuve que
dejar que me volvieran a enterrar.


Esta vez me pusieron boca arriba, a pesar de mis t�midas
protestas, con los brazos junto al cuerpo, y las piernas bien separadas. Me
echaron encima una gran cantidad de arena para hacer un supuesto castillo; pero,
en cuanto me hice la dormida, empezaron a cavar t�neles.


Los dos primeros, como no, fueron directos a mis tetas.


Solo estuvieron unos pocos minutos sobando mis senos por
encima del bikini, porque pronto me lo soltaron, para dejarlo todo a la vista, y
ya todo fue un desfile de manos magreandome a placer.


Lo cierto es que ese d�a me acariciaron muchisimo mas
suavemente que de costumbre, para no despertarme; y eso, unido al maravilloso
tormento del roce de la arena h�meda que restregaban por mis duros pezones hizo
que me excitara bastante mas de lo que hubiese deseado, hasta el punto que
empece a notar una sospechosa humedad en mi entrepierna.


Por eso no me sorprendi� demasiado que, cuando por fin
excavaron el t�nel principal, el que llegaba hasta la parte de abajo del bikini;
y que mi primito, de nuevo como maestro de ceremonias, se apresuro a apartar a
un lado, para ense�ar a todos mi intimidad; oyera como murmuraban respecto a la
cantidad de liquido que hab�a, y que empapaba toda la parte inferior el bikini.


Lo malo es que, en cuanto empezaron a meter sus h�biles
deditos dentro, por riguroso turno, lo pase fatal para poder disimular mis
gemidos de placer, mientras me corr�a dulcemente en sufrido silencio. Y esta vez
todos los cr�os me pod�an ver perfectamente los gestos y la cara.


La verdad es que estoy convencida de que los mocosos se
dieron cuenta de que fing�a dormir, pues sus caricias se volvieron mas bruscas,
pellizc�ndome los pezones sin piedad, una y otra vez, hasta hacerme da�o.


Y no pararon de meter sus dedos dentro de mi estrecha gruta,
a lo basto, hasta que me volv� a correr otra vez, mordi�ndome el labio de nuevo
para no gritar mi placer.


Despu�s me volvieron a vestir, y pude hacer que me
despertaba; pero, por la forma en que me sonre�an, me di cuenta de que desde
ahora ya no les iba a enga�ar.


Capitulo 8: 2M/f, 2m/f, IN, EX, V, C



Unos d�as despu�s, mientras mi t�a estaba de compras con su
amiga, el marido de esta se quedo con mi t�o en la casa para ver un partido de
f�tbol.


Mis primos sab�an que esa semana se iban a ir las dos parejas
de acampada durante unos d�as, y quer�an que les convenciera para que fu�ramos
con ellos, en vez de quedarnos solos en la casa.


Como a mi tampoco me interesaba quedarme sola con mis primos
trate de engatusarles para que nos llevaran. Javier, el amigo de mi t�o, desde
que llego, no me quitaba los ojos de encima y, despu�s de hablar por lo bajo con
mi t�o, supongo que de mi fr�vola ropita y de mi seductor cuerpo, vi que este
tambi�n empezaba a mirarme de otra manera.


Pronto empezaron a pedirme bebidas, vasos, y otras cosas
muchas cosas que no ven�an a cuento.


Yo sabia que lo hac�an porque cada vez que me agachaba a
recoger o dejar algo en la mesa les estaba ense�ando casi todo mi pecho, as� que
hice como que no me daba cuenta y les alegre la vista. Javier, entre bromas, me
palmeo varias veces el trasero; y, como vio que me dejaba sobar sin quejarme ni
decir lo mas m�nimo, paso gran parte de la cena acarici�ndome el muslo con
disimulo, llegando incluso a rozar con sus dedos mis bragas (para mayor
diversi�n de mis primos que, como siempre, no se perd�an ni un detalle).


Pense que el peque�o sacrificio hab�a valido la pena cuando,
esa misma noche, ellos lograron convencer a sus d�ciles mujeres para que nos
llevaran a todos a la acampada.


El viaje hasta el lejano y apartado camping, un lugar
precioso rodeados de bosques junto a un peque�o r�o, transcurri� sin incidentes.
Aunque me di cuenta de que los hombres no dejaban de utilizar el retrovisor para
ver mis picaras braguitas, cada vez que sus mujeres se despistaban, decid� que
no tenia mayor importancia, y les deje hacer a gusto.


Esa misma tarde, despu�s de plantar las tiendas, y mientras
las mujeres preparaban la comida, mis primitos me obligaron a acompa�arles,
junto con mi t�o y Javier, a dar un paseo por el bosque, r�o arriba. Llegamos,
despu�s de un buena caminata, a un peque�o y oculto embalse del r�o; y, como
hacia calor, y estabamos solos, dijeron de ba�arse.


Yo no quer�a participar, puesto que no llevaba ba�ador, pero
mis p�caros primos no me dejaron otra opci�n, as� que nos ba�amos todos en ropa
interior.


Como el agua era muy transparente, y yo solo llevaba puesto
un reducido tanga, pronto me di cuenta de que ninguno de los cuatro me quitaban
los ojos de encima, haci�ndome pasar verg�enza.


Para terminar de arreglarlo mis primos empezaron con sus
jueguecitos, enred�ndome en una est�pida peleilla que no pod�a traer nada bueno;
pues los dos adultos, como no, les imitaron a los pocos instantes. A mi t�o se
le escapo la mano alguna que otra vez, pero el que se puso de verdad las botas
fue su amigo; pues, en cuanto vio que yo no dec�a nada, se hincho de tocarme las
tetas y el culo, cada vez mas tiempo y con menos disimulo.


Cuando al final nos marchamos del remanso, para pena de mis
primos y alegr�a m�a, nos hicieron prometer que no les dir�amos nada a sus
respectivas mujeres, porque sino no podr�amos volver a ir a divertirnos a ese
rec�ndito lugar.


Aquella noche, mientras mi t�a acostaba a mis primos, con
ayuda de su amiga, tuve que permitir que el p�caro Javier, haci�ndolo pasar como
si fuera una broma, metiera toda su cabezota bajo mi ajustada camisa de manga
corta y chupeteara a placer, tanto la teta como el sensible fres�n, durante un
buen rato, ante la mirada inquieta de mi t�o, que no nos quitaba ojo.


Luego fue mi t�o el que me sorprendi� cuando, mientras le
daba el tipico beso de buenas noches, de espaldas a mi t�a, me acarici� con
mucho disimulo una de las tetas por encima de la camiseta, jugando durante unos
instantes con el todav�a r�gido pez�n.


Despu�s, ya en la tienda, cuando me desnude, mi t�a y su
amiga no pararon de hacer comentarios sobre mis grandes y firmes pechos. Incluso
la osada amiga de mi t�a, aprovechando mi sorprendida pasividad, me los estuvo
palpando y sopesando a conciencia con ambas manos, apret�ndolos suavemente
mientras hacia comentarios muy p�caros acerca de ellos.


Las dos mujeres se rieron mucho al ver con que facilidad se
me endurec�an los gruesos pezones ante sus continuos toqueteos, retorci�ndomelos
cari�osamente antes de dejarme.


De madrugada cre� o�r algunos besos, e incluso amortiguados
jadeos, en la zona donde dorm�an ellas dos; pero, equivocadamente, pense que
simplemente lo hab�a so�ado.


Al d�a siguiente mis primos dijeron que no les apetec�a venir
a pasear con nosotros, aunque me avisaron en privado de que nos estar�an
espiando desde lejos, y que me tenia que portar muy bien.


A mi t�o, y su amigo, les pareci� ver el cielo abierto, y me
llevaron, lo mas r�pido posible, entre risas y bromas, al remanso del d�a
anterior.


Como aparentemente no hab�a testigos cercanos me dijeron que
nos ba�ar�amos completamente desnudos; pero, en cuanto me desnude del todo, se
empe�aron en darme crema, para que no me quemase con el sol. Mi t�o se hizo
cargo r�pidamente de mis dos pechos, acarici�ndolos con tanta habilidad que
pronto se me pusieron los pezones como piedras; y, casi a la vez, pude sentir
las manos de su amigo hurgando en mi intimidad, pronto se dio cuenta de que era
virgen, y pude ver en su cara que no contaba con esto.


Le o� como hablaba apresuradamente con mi t�o al o�do y
despu�s, sent�ndose sobre mi, me puso su miembro entre mis pechos. Luego me
ense�o como deb�a sostener estos para masajearlo a la vez que me introduc�a la
punta de su pene en mi boca.


Nunca hab�a hecho algo as�, pero mi t�o, abri�ndome bien de
piernas, empez� a chupar mi intimidad, con mucha habilidad, y estaba tan a gusto
que les deje hacer. Tenia pensado quit�rmelo de la boca antes de que llegara al
final, pero cuando esto sucedi� me encontraba en mitad de un fuerte orgasmo, y
tuve que trag�rmelo todo lo que eyaculo, si no quer�a ahogarme.


Solo me dejaron unos instantes para recuperarme, y enseguida,
mi t�o ocupo el lugar de su amigo.


Aunque ya le hab�a cogido el truco a la posici�n tenia
algunos problemas, porque el miembro de mi t�o era en verdad enorme (casi el
doble que el de mi novio), y tenia que apartar la cabeza de vez en cuando para
poder respirar.


Javier, que no quer�a aburrirse, introdujo en mi culito uno
de sus dedazos, y no paro de moverlo hasta que me corr� otra vez; despu�s
alterno esas brutales caricias con peque�os tirones en mi cl�toris, haci�ndome
brincar una y otra vez entre violentos orgasmos.


Cuando note que mi t�o iba a llegar decid� que tenia el mismo
derecho que su amigo; y, haciendo un esfuerzo, me trague todo el mana que sal�a
de esa enorme fuente.


Despu�s nos lavamos r�pidamente y nos marchamos, para que sus
mujeres no sospecharan nada.


Eso si, los que mejor se lo pasaron aquella tarde fueron sin
duda mis primos, que no se perdieron ni el mas m�nimo detalle del curioso
evento. Por lo que procure no repetirlo.


El resto de la acampada fue mucho mas tranquila, ya que
Javier, aunque lo intento en muchas ocasiones, apenas me volvi� a tocar, pues
casi siempre estaba su mujer, o mi t�a, delante.


Aunque a la que pod�a me lanzaba un pellizco o un rudo
palmetazo en el trasero, con cualquier tonta excusa. Y yo, encima, tenia que
sonre�rle y fingir que no pasaba nada


Despu�s de todo el d�a jugando y soportando a los mellizos
por las noches ca�a en la cama como una piedra, por lo que no volv� a o�r nada
extra�o. Dado el tremendo calor que hacia ah� dentro dorm�amos las tres vestidas
tan solo con nuestras braguitas, por lo que me sorprend�a ver que muchas ma�anas
amanec�an las dos mujeres completamente desnudas.


Yo sospechaba que mis primos se las ingeniaban de alg�n modo
para acceder a nuestra tienda, dado que muchos d�as notaba una fuerte irritaci�n
en mis zonas mas intimas y delicadas cuando me despertaba, clara se�al de que
alguien las hab�a estado manipulando durante la noche.


Al igual que mis pobres y sufridos pezones, que amanec�an
doloridos y marcados casi siempre, con claras se�ales de chupetones a todo su
alrededor. Aunque los odiosos mellizos siempre lo negaban y nunca me dieron
muestras de saber nada sobre este tema en concreto.


Del regreso a casa solo comentar que �bamos todas dormidas en
el asiento de atr�s y, cuando me despert�, tenia las piernas muy separadas y la
minifalda totalmente subida.


Eso no es raro, lo que si lo es era que alguien me hab�a
apartado las braguitas a un lado, de tal manera que se ve�a por completo mi
rosada intimidad, con mis labios sonrientes y mis alegres ricitos oscuros a la
vista de todo el publico presente.


Tuve que maniobrar con mucho cuidado para dejar todo en orden
sin despertar a los dem�s, sobre todo a la amiga de mi t�a que al fin se hab�a
quedado dormida apoyada en uno de mis hombros, con una mano agarrada firmemente
a mi teta, como tomando posesi�n de ella.


Aunque la despedida fue r�pida no pude evitar que Javier me
toqueteara el trasero antes de seguir camino de su casa, mientras su esposa se
desped�a del resto de la familia.



Capitulo 9: 2m/f, ZOO, IN, EX



Tiempo despu�s mis t�os trajeron al chalet dos perros
peque�os, cr�as de pastor alem�n, de unos amigos suyos, para que los cuid�ramos
el fin de semana que ellos estar�an fuera.


A mi me hizo mucha ilusi�n, porque me encantan los animales,
y sobre todo los perros, pero no contaba con las perversiones de mis dos primos.


Debido a que los animales ya eran algo mayorcitos mis t�os no
quer�an que estuviesen en la casa, y les preparamos un peque�o refugio en el
jard�n, hecho de mil cosas diferentes.


A la ma�ana siguiente, nada mas irse mis t�os, me dijeron que
ese d�a jugar�amos con los perros en la casa, en vez de ir a la playa; y yo,
ingenua de mi, acced� la mar de contenta a sus deseos.


Solo salir al jard�n vi que los mellizos hab�an sacado un
mont�n de trastos de la cocina y del desv�n, y empece a preocuparme.


Y me preocupe mas todav�a cuando me ordenaron que me
desnudara del todo, haci�ndoles un completo strip-tease al comp�s de sus
silbidos; y que me tumbara, en pelota picada, sobre la amplia toalla de playa,
para empezar con el primer juego que hab�an estado tramando la noche anterior.


En cuanto lo hice me ataron firmemente a dos de las tumbonas
que all� estaban con unas cuerdas que hab�an sacado del garaje, con los brazos y
los pies abiertos en cruz, para que yo no pudiera rebelarme ni hacer ninguna
trampa.


Luego procedieron a untar mi cuerpo con dos estrechas l�neas
de mermelada. Estas sal�an desde cada una de mis manos hasta llegar al pie
opuesto, haciendo una sinuosa espiral por cada seno hasta llegar a la cima, y
cruz�ndose ambas en el ombligo. Despu�s de algunos esfuerzos lograron coronar
cada uno de mis r�gidos pezones con una guinda, de esas de reposter�a, como
metas volantes; y metiendo otra dentro de mi ombligo como si fuera una especie
de premio especial.


Uno cogi� el perrito y el otro la perrita y, dej�ndoles oler
el inicio de la mermelada de mis manos, me pidieron que yo diera la salida. As�
lo hice, deseosa de que me soltaran lo antes posible, y los dos animalitos
empezaron a lamer con unas ganas que me hicieron sentir mil cosas a la vez.


Pues, por mas que lo intentaba, no lograba que esa suaves
bolas de pelo me dieran asco; y, si bien es cierto que al principio sus largas y
asperas leng�ecitas solo me hac�an cosquillas, r�pidamente estas empezaron a
convertirse en un raro placer.


Pronto alcanzaron mis tetas y, mientras la perra se
entreten�a en saborear su guinda, y mi pez�ncito (que, al endurecerse, parece
ser que le gusto mucho mas que la guinda, pues le dedico bastante atenci�n), el
perro se adelanto raudo hacia la guinda del ombligo.


Parec�a que iba a ganar �l la carrera, pero no contaban con
que a esas alturas mi sensible intimidad llevaba ya un rato rezumando jugos, y
el animalito no dudo ni un momento en desviarse de la mermelada para lanzarse a
chupar mis jugos.


El perrito mov�a su larga y �spera leng�eta a una velocidad
de v�rtigo y yo sent�a que su h�meda lija me iba a matar de placer. De nada
sirvieron mis protestas, cada vez mas d�biles, pues los mellizos no me soltaron
hasta que la perrita llego al final de mi pie.


Y, para entonces, estaba tan excitada que no me importo
demasiado que me soltaran los pies y las manos; as� que mantuve la misma postura
para no molestar al osado animalito.


Los mellizos enseguida se dieron cuenta del estado de
excitaci�n en que me hallaba, y no dudaron ni un instante en aprovecharse de la
situaci�n para seguir con otro juego de la misma �ndole.


Me hicieron poner a cuatro patas y me convirtieron en mama
perra.


As�, mientras cada uno de ellos se hacia cargo de su perrito,
se turnaban en hacerme mil perrer�as a mi, y nunca mejor dicho.


El mellizo que tenia a la perrita no paraba de untarme
mermelada en las tetas, para que el pobre animalito, que parec�a haberle cogido
gusto a la cosa, no dejara de jugar con mis duros pezones.


Al apoyar mis codos en el suelo hab�a dejado mis sensibles
p�ndulos rosados a la altura ideal, por lo que su h�medo hocico se ensa�aba con
mis joyas a conciencia.


El otro mellizo aprovecho que el perrito se hab�a encari�ado
con mi sabroso conejo, y se esforz� en hacerme correr una y otra vez, con sus
h�biles caricias, para que el chucho no dejara de lamer mi c�lida rajita ni un
instante, c�modamente situado sobre una banqueta que lo dejaba a la altura justa
de la h�meda gruta que tan a fondo estaba degustando.


Adem�s el muy desgraciado se dio cuenta de que si jugaba con
mi orificio mas estrecho al mismo tiempo que me masturbaba, me hacia llegar
mucho antes al orgasmo; y no dudo en introducirme un dedo, y en alg�n momento
creo que hasta dos, para hacerme gritar de placer, mientras los cuatro
disfrutaban, cada uno a su modo, de mi tembloroso cuerpo.


Al acabar la ma�ana, cuando por fin me dejaron descansar,
estaba mas floja que un flan; y muy preocupada, al ver que me estaban empezando
a gustar este tipo de porquer�as.


Por eso prefer� no volver a acercarme a los perritos mientras
estuvieran en la casa, por si las moscas. Volviendo a mi rutina diaria de
"juegos" con mis primos y sus amigos.



Capitulo 10: �m/f, �M/f, IN, EX, V



Cuando llego la feria al pueblo pude descansar un poco, solo
los primeros d�as, de sus acosos.


Despu�s, cuando las atracciones se volvieron ya rutinarias
para ellos, volvieron a valerse de mi para divertirse. La primera vez que sub�
en la rueda loca, el avispado vejete que la manejaba hizo re�r a todo el mundo
con sus picantes frases y sus bromas, bastante subidas de tono, al tiempo que,
manejando h�bilmente el aparato, me obligaba a lucir mis picaras braguitas;
haci�ndome golpear el trasero contra el asiento, una y otra vez.


Como mis primos y sus amigos se lo pasaron tan bien, a mi
costa, me obligaron a subir cada noche por lo menos cuatro veces al estupido
cacharro, para diversi�n del numeroso publico, mayormente masculino, que se lo
pasaba en grande vi�ndome hasta el ombligo; y contemplando, embobados, como mis
abultados melones bailoteaban descontrolados, mene�ndose alocados para todas
partes y amenazando con escaparse de mi ropa en cualquier instante. Mientras, mi
lastimado trasero se quedaba rojo, de tantos golpes como recib�a.


Despu�s, cuando ya estaban animados, me hac�an entrar en el
pasaje del terror; creyendo que, mientras deambul�bamos por los oscuros
decorados, me pod�an meter mano sin que nadie se enterara. Pero ellos no
contaban con que los encargados de la atracci�n si nos ve�an a nosotros desde
diferentes escondites del decorado.


Yo estaba tan acostumbrada a sus manoseos que les dejaba
toquetearme por todas partes.


Solo me enfadaba un poco cuando se empe�aban en bajarme las
bragas hasta las rodillas, pues no pod�a caminar con comodidad. Por lo dem�s,
sol�a hacer casi todo el recorrido con las tetas al aire, mientras ellos me las
tocaban, y chupaban, a placer; sin olvidarse nunca de mis sufridas partes bajas,
que tambi�n recib�an lo suyo, como de costumbre. As� me tuvieron un par de d�as,
hasta que el encargado de la atracci�n, un hombret�n de mas de cuarenta a�os,
hablo en privado con mis primos y sus amigos, para exigirles su parte del
pastel. Ese fue el motivo de que esa noche, mis primos, me llevaran, muy
contentos, directamente a esa atracci�n.


All� me hicieron pasar por un estrecho pasillo, que yo no
conoc�a, hasta una especie de rinc�n lleno de agujeros.


Al o�rnos acercarnos se asomaron por los agujeros ocho o diez
manos, por lo menos; y, aunque al principio me negu�, al final no tuve mas
remedio que meterme dentro de ese rincon, ante la atenta mirada del resto de la
pandilla, que disfrutaban de lo lindo viendo como las ansiosa manos de los
desconocidos se ensa�aban conmigo, dej�ndome casi desnuda.


Estuve mas de media hora dejando que aquellos desconocidos me
exploraran a placer, llenando todos mis agujeros de dedos y torturando mis
pezones a pellizcos. Al final me obligaron a meter un pecho por uno de los
agujeros mas grandes, para poder chuparlo entre todos antes de soltarme.


Un par de d�as antes de mi cumplea�os, aprovecharon que
llov�a para convencer a sus padres de invitar a varios de sus amigos a pasar la
tarde en casa, mis t�os no estaban muy conformes porque ten�an que ir a visitar
a una amiga enferma, pero como yo me ofrec� para vigilarles, obligada por los
mellizos, al final accedieron.


Mis primos me hicieron prometer que me portar�a muy bien con
sus amigos, pues era mi fiesta de despedida para con ellos, as� que me hicieron
poner mis bragas mas sexis y el mismo atrevido conjunto, de top y minifalda, que
lleve aquel d�a al cine, en cuanto se fueron mis t�os por la puerta.


Dada la fama de facilona que tenia ya a esas alturas del
verano, no me extra�o lo mas m�nimo que no faltara ninguno de la pandilla a la
reuni�n. Durante la merienda, en la que tuve que hacer de camarera, como de
costumbre, varios de los chicos ya empezaron con los roces, supuestamente
inocentes, a mis pechos; y alg�n que otro apret�n a mi trasero.


Creo que no falto ninguno por mirar, de forma mas o menos
discreta, lo poco que escond�a bajo mi minifalda, agach�ndose bajo el mantel,
con cualquier tonta excusa.


En cuanto el ambiente empez� a estar caldeado me hicieron
jugar con ellos a la cerilla, este era un juego bastante popular en aquella
�poca en el que hab�a que pasar una cerilla de uno a otro, y al que se le
apagara se le hacia levantar una carta; seg�n como fuera esta deb�a decir una
verdad, dar un beso o hacer un atrevimiento, siendo su compa�ero de la derecha
el que le dec�a que era lo que tenia que hacer o decir.


Lo de la verdad, eran preguntas bastante intimas. Que en mi
caso concreto eran siempre, como no, de �ndole sexual, y cuyas respuestas les
divert�an muchisimo, lleg�ndome a asombrar la mayor�a por sus amplios
conocimientos acerca del sexo y de las mujeres.


El beso siempre me lo llevaba yo, como era de suponer; y
conforme avanzaba el juego dejaron de ser en la mejilla o en los labios y
pasaron a otras zonas mucho mas intimas de mi cuerpo. Pues, aunque casi siempre
respetaron lo mas sagrado de mi persona (salvo un par de ellos a los que les
hacia mucha gracia besar un sitio tan h�medo), me lleve mas de una docena de
besos en el trasero (que el tanga permit�a ver en su totalidad). Y perd� la
cuenta de las veces que tuve que levantarme el top para que uno de esos diablos
metiera la cabeza dentro y me besara las tetas, o los ya r�gidos pezones;
llegando a recibir alg�n que otro peque�o mordisco de regalo, como pago a mi
docilidad.


Con todo, lo peor de todo eran los atrevimientos, pues
tambi�n era yo la que los sufr�a.


Me tuve que atrever a hacer todo lo que se les ocurr�a; y
cada uno intentaba ser mas p�caro y original que el anterior en sus picaras
pruebas, a costa de mi cuerpo.


Uno de ellos se tuvo que atrever a olerme el trasero, como si
�l fuera un perrito en celo. Otro se tuvo que atrever a quitarme las braguitas a
base de mordiscos. Otro tuvo que limpiarme toda una teta, cubierta de nata, con
la lengua. Otro tuvo que pintarme los pezones con mi barra de labios. Otro tuvo
que medirme los pechos con una cinta m�trica. Otro me los tuvo que pesar con una
b�scula de cocina. Otro tuvo que cortarme un mech�n de pelos del conejo. Otro
tuvo que hacerme un lacito, con un hilo de coser, en un pez�n (para lo cual lo
hubo de pellizcar un poco, hasta que se puso bien gordo). Otro tuvo que hacer
que me orde�aba como si fuera una vaca (y tiraba y apretaba con tantas ganas que
por un momento pense que lo lograr�a). Otro me azoto, levant�ndome la minifalda,
como si fuese una ni�a peque�a. Y estos son solo algunos ejemplos.


Y no solo ellos, yo tuve que arrastrar mis tetas desnudas por
el suelo empujando una pelotita; tuve que dejar que me metieran un c�bito de
hielo por el co�o y varias cosas por el culo (entre ellas un l�piz y una
piruleta); tuve que dar de mamar a uno como si fuera un bebe; tuve que hacer un
strip-tease completo al son de la m�sica; tuve que dejar que me pusieran una
pinza de la ropa en un pez�n (pero me la quitaron enseguida porque dol�a
demasiado). Menos el pino, creo que hice casi de todo aquella tarde.


Y, por supuesto, en un momento u otro tuve que jugar con cada
uno de sus aparatitos; por suerte todos eran aun muy ni�os para darme problemas,
salvo Dani, del que ya hable.


Este, como era mas o menos de mi talla, tuvo que atreverse a
cambiar toda su ropa con la m�a dentro del armario empotrado de mi dormitorio.
En cuanto cerraron la puerta se me echo encima como una fiera; y, quit�ndome las
bragas, trato de entrar dentro de mi.


Pense que lo mejor que pod�a hacer era intentar acelerar las
cosas, as� que le ped� calma, y empece a masturbarlo con maestr�a, deb�a ser la
primera vez que se lo hacia una chica, pues se corri� casi enseguida. Pero, para
asegurarme de que no me molestar�a en toda la tarde, me agache ante �l; y,
haci�ndole una espectacular mamada, consegu� que volviera a eyacular de nuevo.


El chico sali� del armario con una cara que era todo un
poema.


Cuando por fin se termino el dichoso paquete de cerillas me
hallaba en un estado muy raro, mezcla de excitaci�n y turbaci�n, y no me pareci�
nada extra�o que subi�ramos al cuarto de los gemelos para seguir con otro juego.
Esta vez no se andaron por las ramas, y me hicieron tumbar tal cual sobre la
alfombra para jugar a los m�dicos.


Ya estabamos demasiado cachondos a esas alturas como para
pensar en sutilezas, y no me importo.


En seguida empezaron a explorarme a fondo y, entre risas, me
desnudaron, dej�ndome con todo al aire. Fue entonces cuando todos se hincharon
de tocar, y hurgar, a placer.


Sent�a sus rudas bocas chupando y mordiendo, y tenia mil
manos por todos lados dando peque�os pellizcos y apretones. Pero aun as� pude
notar claramente que era Sergio el que estaba ense��ndoles como hacerme una
paja, con un dedo hurgando dentro de mi culo.


Tenia mucha practica el asqueroso de mi primo y me hizo
correr enseguida.


Al o�r mis fuertes jadeos y gemidos pronto fueron varios los
que se turnaron en aprender el secreto; y, aunque los chiquillos no eran tan
h�biles como Sergio, hicieron que me corriera varias veces. Meti�ndome, en alg�n
que otro momento, hasta dos dedos a la vez por la entrada trasera, oblig�ndome
con ello a dar aut�nticos gritos de placer, los muy pu�eteros.


Cuando al fin se marcharon los ni�os no me quedaron fuerzas
ni para salir a despedirlos.


Y, cuando mis t�os regresaron de la visita y vieron lo
cansada que estaba, y lo pronto que me iba a dormir, me dijeron cari�osamente
que cuando se juntan unos cuantos ni�os agotan mucho; y no tuve mas remedio que,
sonriendo, darles toda la raz�n.



Capitulo 11: �m/f, ZOO, IN, EX



Aquella noche, cuando sal� de la ducha reparadora, me quede
dormida enseguida, sin quitarme siquiera el albornoz. Por eso, al d�a siguiente,
cuando me despert�, me quede muy sorprendida al ver que llevaba puesto uno de
mis camisones de verano, y que el albornoz estaba cuidadosamente doblado sobre
una silla.


No se quien fue el buen samaritano que lo hizo, pero si se
que se cobro su precio en carne; pues adem�s del evidente escozor de mis pezones
mi h�meda entrepierna aun estaba encharcada y dolorida, para demostrarme que esa
noche hab�a habido una fiesta silenciosa en mi dormitorio, a costa de mi cuerpo
serrano.


La ma�ana de mi cumplea�os, mis t�os se fueron a primera hora
de la ma�ana a la ciudad a comprar, entre otras cosas, algo para mi; y mis
primos decidieron jugar el ultimo juego antes de darme el regalo prometido.


Despu�s de todo lo que hab�a pasado ese verano no me importo
demasiado que me hicieran subir desnuda al desv�n; ni que me ataran, a cuatro
patas, en lo alto de un viejo caballito balanc�n, al que le faltaba la cabeza.


Me colgaba un pecho por cada lado del caballito de madera. Y,
como este era bastante peque�o, solo apoyaba mi barriga encima de la sillita;
con lo que mi trasero, y todo lo dem�s, quedaba expuesto a sus tropel�as, pues
apenas apoyaba mis rodillas en el suelo.


Se quedo Sergio acarici�ndome, con toda la habilidad que
hab�a adquirido estos meses, mientras Alex se marchaba.


Cuando el otro mellizo regreso ya me hab�a echo correr dos
veces, y estaba tan cachonda que no me importo nada que hubiera vuelto con el
perrito.


Al menos pense que era �l, al sentir su �spera y h�meda lija
lamiendo de nuevo mi dulce conejito sin descanso. Pero supe que me equivocaba,
cuando consegu� girar la cabeza y vi que era un enorme perrazo el que me estaba
haciendo llegar a otro violento orgasmo.


Entre risas, mis primos me dijeron que el enorme chucho era
el padre de los perritos que hab�an tra�do aquel d�a, y que era famoso en el
pueblo por su gran fogosidad sexual.


Como vi venir sus intenciones, llorando les suplique que
respetaran mi virginidad.


Ellos no contaban con que yo fuera todav�a virgen esas
alturas, as� que se retiraron a deliberar, mientras el animal continuaba con sus
fuertes lameteos, provoc�ndome nuevos orgasmos


Al final accedieron a cambiar de planes y decidieron que el
animal entrar�a solo por mi entrada posterior, virgen todav�a; y a cambio yo
deb�a hacerles a ellos lo mismo que le hice a mi novio aquella famosa ma�ana,
mientras nos grababan con la c�mara de v�deo.


Tuve que ceder, aunque jamas hab�a pasado por mi mente que
llegar�a a hacer tal cosa, pues el chucho ya estaba buscando la mejor posici�n
para penetrarme.


As� que uno de ellos se agacho junto a la fiera; y, tras
algunos esfuerzos, consigui� que su enorme y largo pene se introdujera por mi
canal mas estrecho. Chille como una pose�da, ya que pense que me estaba
destrozando, pues el dolor era casi insufrible. Pero poco despu�s eso cambio, y
empece a sentir un placer como nunca antes hab�a sentido, con unos orgasmos
terribles, que pense que nunca se acabar�an, y que me hicieron gritar como una
autentica loca.


Los gemelos, en cuanto vieron que dejaba de quejarme, y que
empezaba a gemir cada vez mas fuerte, se pusieron delante de mi, uno junto a
otro, y se bajaron los pantalones.


Aquellas cositas aun no estaban preparadas para juegos de
mayores as� que me las pod�a meter enteras en la boca sin ning�n problema; y as�
lo hice, turn�ndome de uno a otro aparato, mientras ellos jugaban con mis
pechos, apret�ndome las tetas y pellizcando los pezones sin piedad.


Al mismo tiempo el maldito animal me mataba de placer,
entrando cada vez mas dentro de mi, con unos furiosos envites que me hac�an
rugir de gozo.


Perd� la cuenta de la cantidad de veces que llegue al
orgasmo.


Lo malo fue que, cuando por fin el odioso perro llego al
final, y se corri�, llen�ndome con unos largos y c�lidos chorros de esperma,
mientras me derret�a de placer, se le formo una especie de pelota de carne en el
miembro, y pase un susto terrible pensando que me quedar�a enganchada a �l todo
el d�a. Por suerte solo estuvimos as� unos minutos, aunque se me hicieron
eternos.


Despu�s, cuando me soltaron las ataduras, pude ir a lavarme a
fondo en el aseo, que falta me hacia; aunque la flojera de mis piernas convirti�
el recorrido hasta el ba�o en una autentica odisea.


Luego me duche parsimoniosamente mientras se lo llevaban a su
casa.


Al salir del ba�o vi que los mellizos me esperaban en mi
dormitorio, con la cinta de v�deo en sus manos y toda la ropa que me hab�an
requisado puesta sobre la cama.


Mis odiosos primos cumplieron su palabra y, despu�s de
comprobar que era la autentica cinta, me ense�aron como borrarla. Me sent� muy
feliz cuando al fin logre deshacerme de ella.


Pero todav�a me quede mas feliz cuando les di un buen par de
tortas a cada uno y les asegure que se llevar�an la paliza del siglo si se
atrev�an a ponerme un dedo encima otra vez.


Se fueron, mas asustados que doloridos; y, hasta hoy, no me
han vuelto a molestar.


Aunque me asusto al pensar en las diabluras que har�n alg�n
d�a con sus novias.



Capitulo 12: 2F/f, M/f, IN, EX, C


A media tarde vino la amiga de mi t�a, la mujer de Javier,
para hacerme su regalo, nos metimos en mi habitaci�n y saco un precioso body de
una caja.


Me dijo que me lo tenia que probar antes de la fiesta, para
descambiarlo si no me estaba bien; y, sin dejarme reaccionar, empez� a soltarme
los botones de la camisa.


Yo, sorprendida, deje que me desnudara como una ni�a peque�a,
delante de mi t�a, y que me pusiera el body.


Despu�s, cuando comenz� a acariciarme los pechos, con la vana
excusa de ajustar las copas, me di cuenta de que no hab�a so�ado lo de la tienda
de campa�a... y que las dos mujeres eran lesbianas.


Estaba tan cohibida, pues era la primera vez que conoc�a a
una, que le deje hacer.


Ella, al ver que yo no dec�a nada, aumento la intensidad de
sus caricias en mis pechos, masajeando mis pezones con una habilidad que jamas
hab�a sentido en nadie.


Despu�s, haci�ndole un gesto a mi t�a, se arrodillo frente a
mi y, soltando el cierre de abajo del body, empez� a darme unos suaves
leng�etazos por todo el cl�toris. Me abr�a ca�do de espaldas si mi t�a, en ese
momento, no me hubiera acompa�ado suavemente a la cama.


All� me dejo caer, y empez� a darme dulces besitos por toda
la cara. Dado que su amiga no hab�a dejado de lamer y chupar mi dulce intimidad,
maravillosamente, estaba ya en el s�ptimo cielo.


Fue por eso que, cuando mi t�a, con sus amorosos besitos
llego a mi boca, mientras me acariciaba expertamente las tetas, masajeandome
tiernamente los pezones, los respond� como buenamente pude. T�midamente al
principio (con peque�os besitos en sus labios), y como una autentica fiera en
celo al final (chupando y mordiendo su sabrosa lengua), cuando me vino el fuerte
orgasmo.


Despu�s de hacerme llegar varias veces hasta el final,
turn�ndose entre las dos para beber de mi c�lida fuente, me hicieron jurar
silencio respecto a su gran secreto. Luego se marcharon, entre risas, al
dormitorio de mi t�a, donde se pasaron toda la tarde entregadas a sus juegos y
libertinajes.


Esa noche, durante la fiesta, decid� celebrar mi libertad, y
no pare de beber con mis t�os y los amigos que hab�an venido.


Javier me regalo un collar muy bonito, y caro, pero que tuvo
su peque�o precio.


En un momento dado el truh�n me acorralo a solas en el
pasillo y, estruj�ndome ambos pechos con sus zarpas, me dio un apasionado beso
en la boca.


Como el ajustado body que llevaba puesto no le permit�a jugar
con mis grandes tetas, como era su intenci�n, meti� sus manazas debajo de mi
minifalda; y, soltando el ya citado cierre de abajo, masajeo brutalmente mi
intimidad. Llego incluso a meter uno de sus dedazos dentro de mi trasero, por
completo, mientras pellizcaba mi cl�toris con la otra mano.


Menos mal que, cuando apareci� mi t�o, interrumpi� el beso,
pues el dolor me estaba matando.


La fiesta continuo sin mas incidentes; y, cuando se marcharon
todos, segu� a solas, bebiendo, junto con mis t�os, hasta acabar con las
botellas de champan que nos hab�an tra�do.


Descubri que mi t�a aguanta menos que yo el alcohol, asi que
tuve que ayudar a mi t�o a acostarla.


Me hizo mucha gracia cuando, una vez desnuda mi t�a, mi t�o
me gui�o un ojo y luego le introdujo un dedo, hasta el fondo, varias veces, en
su dilatada intimidad. Mientras, ella ronroneaba como una gatita, y mov�a
suavemente las caderas para sentirlo mas a fondo.


Como vi que estaban la mar de entretenidos, pues mi t�o no
paraba de acariciarla cada vez con mas intensidad, les deje solos y me fui a
dormir.


Pense que, con tanto alcohol, dormir�a de un tir�n hasta bien
entrada la ma�ana... pero les aseguro que no fue as�.


La primera sensaci�n al despertarme fue de placer, pues me
estaba corriendo, y nunca hab�a tenido un despertar mas dulce.


La segunda fue de duda, puesto que las manos que me hab�an
hecho llegar al cielo, y que segu�an acariciando a fondo mi intimidad y mis
tetas, eran demasiado grandes para ser las de mis ruines primitos.


Y la tercera fue de sorpresa, al darme cuenta de que era mi
t�o el que estaba, desnudo y excitado, situado tras de mi.


Note como su poderosa masculinidad intentaba abrirse paso
dentro de mi culo, y me alegre de que el asqueroso perro hubiera dilatado esa
dif�cil entrada esa misma ma�ana.


Aun as� cre� que me romper�a antes de que pudiera introducir
su enorme miembro. Pero mi t�o, con un gran alarde de habilidad y paciencia,
consigui� lo que me parec�a imposible.


Pronto tuve que morder la almohada, para que mis gritos,
primero de dolor y despu�s de placer, no despertaran a los dem�s.


Mi t�o se corri� dos veces seguidas en mi culito, antes de
salir, y yo perd� la cuenta de las veces que cre� morirme de placer.


Despu�s se marcho sigilosamente, como hab�a venido... y la
verdad es que nunca mas a vuelto a ponerme un dedo encima.


Y esta es mi historia, que espero les haya gustado a ustedes
mas leerla que a mi vivirla.



Para cualquier idea, consejo, sugerencia, etc... escribir a:
POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO


Por favor vota el relato. Su autor estara encantado de recibir tu voto .


Número de votos: 0
Media de votos: 0


Si te gusta la web pulsa +1 y me gusta






Relato: Mellizos (III - Final)
Leida: 760veces
Tiempo de lectura: 31minuto/s





Participa en la web
Envia tu relato







Contacto
Categorias
- Amor filial
- Autosatisfacci�n
- Bisexuales
- Confesiones
- Control Mental
- Dominaci�n
- Entrevistas / Info
- Erotismo y Amor
- Fantas�as Er�ticas
- Fetichismo
- Gays
- Grandes Relatos
- Grandes Series
- Hetero: General
- Hetero: Infidelidad
- Hetero: Primera vez
- Intercambios
- Interracial
- L�sbicos
- MicroRelatos
- No Consentido
- Org�as
- Parodias
- Poes�a Er�tica
- Sadomaso
- Sexo Anal
- Sexo con maduras
- Sexo con maduros
- Sexo Oral
- Sexo Virtual
- Textos de risa
- Transexuales
- Trios
- Voyerismo
- Zoofilia


Encuestas

Afiliados



























fotos porno navideñassobrinita gordita relato xxxrelatos eroticos mi madre marcando pezonesRelato erotico nena todo relato porno mi hijo en el metro me manoseoviole a mi abuela relato eroticoMí madre me calienta relatos eróticosMe cogí a mi hermanita jugando luchasmi sobrina de siete , follando con el papa.relatosRelatos eroticos con fotospantaletas de mi abuela relatosrelato erotico cinco hombresComentarios eroticos en picina con sobrinabuscar historias eroticas de nenas de 11 gratisRelatos con mi tia desnuda con baby doll transparenteRelato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatoRelatos de sexo con mí suegrarelatos porno incesto orgia/relato28904_La-%22inocente%22-Lili.htmlCochinaditas relatosmis vecinitas relatorelatos eroticos no consentidoIncesto con la abuela relatadoscaperucita y el lobo pornoRelatos eroticos mi sobrinita me exitarelato porno d monja con el curalos mejores relato de mujeres infieles reales relato eróticorelatos eroticos lesbicoRelatos de incesto follando a mis dos hijasORJIA FAMILIAR RELATOSrelatos eroticos vecino vergonrelatos sexo anal con suegrasrelatos eroticos la amigas de mi tiacomo me hice voyeur relatos eróticossexo en el callejon relatosporno heroticoIncesto con la abuela relatadosla peticion de mi hijo de 12 relatos eroticosIncesto con la abuela relatadosRelatos eroticos xxx madura con chavitorelatos de incesto en primicia fallando con mi hijorelatos xxx sobrinita de 9 Relatos gays el angelitoComo Desvirge A Mi Sobrina Relatosrelatos completos pornos su tia se masturva de noche y voy la espiava todas las nochesrelatos eroticos de incestoporno yegua con potroRelatos embarase a mi hijacuentos h�roticos Mujeres v�rgenEs en el metro De m�xico historias porno mam� y pap�porno,relatos excitantes para correrseIncesto con la abuela relatadosrelatos eroticos gay con el chofer de papaRelatos eróticos hombres que han desvirgado culitos gaysRelatos me desvirgo el fontaneroRelatos de incesto durmiendo con m� hija de ocho a�osRelato porno alquilando ami hija finalme folle a mi madre mientras dormia relatorelato erotico gay sobrinitorelatos mi hijastrarelatos x mujer viejalike relatos porno mi yerno me cojioRelatos eroticos largos vi a mi papa cojerce a mi pequena hermanarelatos conserjerelatos abuelos gaymi hijita de 9 añitos relatovideos porno me follo a mi hermanarelatos erotycos a mi mama le gusta k se la cojan en barias posturasRelatos de culiadas a familia campesinaRelatos eroticos de lesbianas mamarelatos comadre viudafollando fiestasnuevos relatos eroticosrelatos erotiicos de nudistascam eroticasporno lesbivotetas relatosRelatos eroticos me follo a mi nietecita menorrelato caliente mujer cm te follo el plomerole meto mano a mi madre relatoshermanos follandose una yeguami primita inocente relato eroticopprno gratisrelatos pornos mi Vesina y su hijas Relato erotico la ninera de mis hijasReiatos eroticos coji vecinita menor de edadRelato Pornos De Dominacion A Chicos TodoRelatoleer historia erótica mi mujer yo y mis amigosrelatos vi ami madre con un negro