Relato: Los nuevos inquilinos



Relato: Los nuevos inquilinos

LOS INQUILINOS DEL DEPARTAMENTO CONTIGUO.


Desde que me mud� que el departamento "F" no terminaba de
venderse lo cual era bastante bueno para m� porque mi dormitorio esta pegado a
uno de los ambientes de esa casa y las paredes de la m�a, eran bastante finas
as� que se escuchaba todo.


Los domingos, cuando lo visitaban los futuros compradores,
tocaban mi portero el�ctrico en lugar del de al lado y me interrump�an
permanentemente.


Mientras la gente de la inmobiliaria mostraba el lugar, yo
pod�a escuchar ciertos comentarios que hac�an sobre lo lindo que era, la luz que
tenia y todas esas cosas de un piso nuevo.


Es m�s, en uno de los ambientes de mi casa hay un claro de
luz que da de lleno al ambiente superior de la casa contigua y se ven hasta los
movimientos de quienes vienen a querer conocerlo as� que la comunicaci�n era
casi inevitable.


Hace cosa de un mes me enter� que lo hab�an vendido pero no
supe ning�n detalle mas hasta que los nuevos due�os se mudaron


Era un matrimonio joven, de unos 30 a�os cada uno m�s o
menos. El hombre era alto, fornido y parec�a mulato. Ella era un poco mas baja
que �l, con un cuerpo que la verdad, quitaba el aliento, cabello oscuro y ojos
profundamente negros.


Lo que m�s me llam� la atenci�n de ella fue su f�sico. Era
imponente, ten�a unas tetas pocas veces vistas y un culo firme, parado. No era
excesivamente bella de cara pero creo que la naturaleza hab�a sido equitativa
con su belleza porque equilibr� todo con el cuerpo.


Juntos daban un espect�culo fant�stico, era agradable a los
ojos verlos. M�s all� de esos detalles f�sicos, parec�an simp�ticos. El primer
d�a que los vi nos saludamos cort�smente y al otro d�a fue cuando nos
presentamos.


El se llamaba Alan y ella Constanza pero le dec�an Connie.
Despu�s supe que el hombre era mulato de verdad, hab�a nacido en Brasil pero
viv�a ac� desde los diez a�os, su padre era negro y su madre blanca, por eso ese
color chocolate en su piel.


Los dos eran super educados y amables. A medida que pasaban
los d�as y nos ve�amos ocasionalmente, intercambi�bamos m�s palabras.


Cuando lo ve�a a �l, para ser sincera, se me iban los ojos.
Era francamente bello, su piel brillaba a la luz del sol, sus dientes eran
blancos como la nieve, sus manos respond�an al conjunto del f�sico porque luc�an
anchas, fuertes y el resto del cuerpo era casi escultural.


Sus piernas parec�an columnas, cada vez que lo encontraba me
demoraba en alg�n que otro detalle para poder tener una radiograf�a completa de
ese mulato que sinceramente estaba demasiado bueno para ser cierto.


Para colmo usaba un perfume que siempre me hab�a encantado y
al salir de su casa dejaba a su paso un aroma tan delicioso que era
irresistible.


De tanto en tanto pod�a escuchar alguna que otra charla que
ten�an, sobre todo cuando sub�a al �ltimo ambiente de mi casa y por ese tragaluz
que hab�a me llegaban sus voces.


Por las noches, la pared de mi dormitorio me tra�a los
sonidos de la televisi�n de ellos, que por cierto parec�an escuchar a un volumen
bastante elevado pero como no la apagaban tarde, no molestaba.


Una noche que volv� de madrugada de una fiesta, sub� la
escalera que me llevaba a m� casa y al pasar por la puerta del departamento de
Alan y Connie, escuche ciertos sonidos que me parec�an familiares.


Me detuve dos segundos frente a la puerta y ante lo
inconfundible de la situaci�n, decid� retirarme por una cuesti�n de pudor. Ambos
estaban haciendo el amor y se escuchaban los gemidos de los dos de forma casi
inusual.


Entre a mi casa algo nerviosa y mientras me cambiaba para
meterme en mi cama, pude apreciar que tambi�n desde all� pod�a escuchar todo.
Algo me dec�a que siguiera atenta a lo que pasaba, sentirme excitada parec�a
inevitable as� que me met� en la cama y me quede conteniendo la respiraci�n para
no perder nada de lo que sucediera.


Dios m�o �!! Que manera de coger �!!! A juzgar por los
gemidos de Connie, parec�a que Alan era m�s que un experto amante y de solo
imaginar la situaci�n, mi excitaci�n aumentaba paso a paso.


La cantidad de cosas que se dijeron y llegu� a escuchar,
provoc� en mi unas ganas tremendas de poder ver al tiempo que escuchaba pero no
hab�a posibilidades de eso as� que me conforme con las palabras y mi
imaginaci�n.


Conforme avanzaba la situaci�n, pod�a sentir como mi sexo se
mojaba y necesitaba de mis manos y mis caricias. Siempre me gusto masturbarme,
aun estando en pareja, as� que no vi por que no podr�a hacerlo en este momento
que mi cuerpo me lo ped�a y que del otro lado del cuarto me estaban dando la
oportunidad de que todo fuera m�s placentero todav�a.


Me deje llevar por lo que captaban mis o�dos mas lo que me
imaginaba a medida que escuchaba y me acaricie como pocas veces lo hab�a hecho.
Era altamente excitante masturbarme mientras escuchaba como del otro lado de la
pared hab�a una pareja gozando como lo hac�an ellos.


Los gemidos de placer de Connie me dieron envidia, las
palabras que alcanzaba a escuchar de boca de Alan me calentaban cada vez m�s y
me daban ganas de tenerlo entre mis piernas, para que me hiciera gozar lo mismo
que a esa mujer.


Mis dedos volaban sobre mi sexo esparciendo mi flujo por
todos lados, por mis muslos, por el interior y exterior de mi vagina pero
necesitaba m�s, quer�a m�s. En medio de esa exquisita calentura, me levante de
la cama y fui r�pidamente a buscar mi consolador.


Mi momento de placer fue completo. Met� y saque mi consolador
de mi interior tantas veces como calculaba que Alan le met�a la pija a Connie en
su concha, trataba de seguir el ritmo que pod�a escuchar a trav�s de las paredes
y repetirlo con mis manos.


Cerraba los ojos e imaginaba que ese tremendo mulato era el
que me cogia y la excitaci�n aumentaba cada vez mas, mis l�quidos manaban de mi
facilit�ndome la penetraci�n con el consolador hasta rincones donde antes
parec�a no haber llegado.


Tuvo varios orgasmos de esa manera, al tiempo que trataba de
captar la acabada de mis vecinos.


Ca� rendida sobre la almohada despu�s de haber gozado de
aquella sesi�n de sexo gratis que me hab�an regalado y descanse hasta el d�a
siguiente como hacia mucho que no lo lograba.


La verdad es que cuando despert� agradec� la delgadez de las
paredes y la mudanza de aquella pareja porque auguraba momentos realmente
m�gicos desde aquella noche en adelante.


En los d�as subsiguientes, cuando lo ve�a a Alan no pod�a
evitar excitarme al recordar lo que hab�a pasado esa noche, no pod�a dejar de
imaginarlo cogiendo y lo que es mejor aun, conmigo en la misma cama.


Me parece que mis miradas eran algo m�s que sugestivas porque
de buenas a primeras me dio la sensaci�n de que Alan hab�a cambiado la forma de
dirigirse a m� y eso me encantaba.


Estaba lanzada, si se presentaba la oportunidad, no iba a
desaprovecharla, ya era una cuesti�n de orgullo poder acostarme con ese tremendo
exponente masculino. Poco me importaba que fuera casado o no, me daba igual.


Si estaba a mi alcance, iba a hacer todo lo posible para
conquistarlo y tener una noche de sexo con �l. Despu�s que fuera lo que tenia
que ser.


Fui provocando encuentros con �l de las formas m�s ins�litas
y todas resultaban m�s que positivas. Logre que un d�a, estando solo en su casa,
llegara hasta la m�a con la excusa (despu�s supe que fue un pretexto) de pedirme
el tel�fono porque el de ellos no funcionaba.


Lo hice pasar a mi casa y mientras �l hacia una llamada, lo
invite con un caf�. Nos quedamos charlando en la cocina un rato y ah� me
convenc� de que sus miradas eran claramente provocativas, eran una preciosa
invitaci�n al pecado.


Comenzamos hablando de su casa nueva, de su matrimonio
reciente, de la excelente persona que era su mujer y as�, de buenas a primeras,
terminamos hablando de fantas�as y de sexo.


Bueno, a decir verdad, no fue tan de buenas a primeras porque
con mis mas y mis menos, fui llevando la conversaci�n al terreno que me dio la
impresi�n que los dos quer�amos llegar.


La conversaci�n fue adquiriendo un tono intimista que no
venia nada mal en este caso y a medida que charl�bamos, nuestras sillas se iban
acercando cada vez m�s.


Alan no tenia reparo alguno en posar sus negros ojos sobre mi
escote y yo menos en mostrarle le generosidad de mis pechos, para que fuera
paladeando lo que pod�a llegar a tener entre sus labios si ambos nos decid�amos
a vivir lo que nos marcaba el deseo.


Suavemente Alan deposit� la taza del caf� en la mesa y con
sus manos comenz� a acomodar mi cabello hacia atr�s, para dejar libre mi pecho y
poder recorrerlo con sus ojos a gusto.


Ten�a manos calidas, mas fuertes de lo que se ve�an y sus
dedos eran suaves, toda su piel lucia tersa y suave.


Lo deje hacer, confiada en la experiencia que tendr�a y que
hab�a adivinado aquella noche cuando lo escuche con Connie. Dejo resbalar sus
manos hacia mi escote y sin dudarlo, tomo mis pechos en sus manos.


La fuerza con la que los agarro me encanto, me sent� pose�da
en ese preciso instante y me imagine esas manos tomando otras partes de mi
cuerpo, sin poder evitar que esa imagen me calentara m�s todav�a.


Mientras me acariciaba de esa forma, nuestros ojos no dejaban
de mirarse profundamente, era una escena silenciosa pero con el aire cargado de
erotismos.


Al tiempo que ten�a mis pechos entre sus manos, dejaba que
sus pulgares acariciaran mis pezones, permitiendo que adquirieran un volumen que
elevaba la tela de mi remera hacia delante, provocando las inmensas ganas de
tenerlos entre sus labios.


Sentir la firmeza de sus caricias y la lujuria de su mirada
me pon�a cada vez m�s y m�s caliente, con un deseo terrible de que me arrancara
las ropas y me cogiera all� mismo, sobre la mesada o el piso de la cocina.


Hab�a comenzado a deslizar una mano sobre mis muslos cuando
escuchamos la llave de la casa de Alan abriendo la puerta e inmediatamente nos
alejamos. Era m�s que evidente que Connie hab�a llegado a la casa y lo buscar�a
y lo m�s probable era que me tocara el timbre a m� para saber si lo hab�a visto.


Dejo pasar unos segundos hasta que calculo que ella hab�a
entrado al departamento, para levantarse y salir, no sin antes tomarme de la
nuca, atraerme hacia su rostro y dejando que su lengua me lamiera los labios a
modo de provocaci�n, me dijo:




La pr�xima llegamos hasta el final.




Y as� lo vi traspasar la puerta de mi casa e irse hacia la
suya.


Me quede en un estado de calentura en el que pocas veces me
hab�a encontrado, mi sexo nadaba en flujo, mis pechos hab�an quedado ardiendo,
mis pezones dur�simos, necesitaba tocarme, acariciarme, sacarme esas ganas que
el mulato me hab�a despertado con sus manos.


Decid� llenar la ba�era con agua tibia y sales, sumerg� mi
cuerpo en ella y me deje llevar nuevamente por su imagen, ahora con hechos m�s
concretos, acarici�ndome como segundos antes lo hab�an hecho sus manos,
anticip�ndome un encuentro que seria m�s placentero del que pod�a pensar.


Me regal� dos orgasmos impresionantes con la figura de Alan
toc�ndome en la cocina y cuando qued� saciada me fui al ba�o, me sequ� el cuerpo
relajado por mis caricias, me cambi� de ropa y me recost� un rato a dormir.




Por la noche nuevamente mis queridos vecinos me dieron
c�tedra de pasi�n a trav�s de las paredes y nuevamente creci� en m� la necesidad
de probar aunque fuera una sola vez a ese monumento masculino que ahora mataba
de placer a su esposa.


Los gemidos de Connie me calentaban tanto que no sabia con
que quedarme, sin con la fantas�a de Alan entre mis piernas o la de ella. Se la
escuchaba tan pasional, tan caliente, tan hembra que mi mente era un torbellino
de tentaciones impensadas.


Despu�s de tres d�as sin ver a ninguno de mis vecinos, una
tarde me arriesgu� a tocar el timbre con un pretexto cualquiera, creyendo que me
abrir�a Connie pero grande fue mi sorpresa cuando vi a Alan dej�ndome entrar a
su casa.


Es mas que obvio que no crey� ni media palabra de la cantidad
de pavadas que invent� para justificar mi presencia all� pero no import�.
Parec�a reci�n salido de la ducha porque su aroma a perfume, ese que me
encantaba, ocupaba cada rinc�n de la casa.


Despu�s de mostrarme la casa ambiente por ambiente, se sent�
en un mini bar que ten�an y me invit� con un trago. No suelo beber alcohol pero
como lo prepar� con frutas frescas, con un estilo bien tropical, acced�.


La verdad es que estaba delicioso, era un trago suave y
fresco pero los efectos del alcohol no tardaron en hacerse sentir. Me sent�a m�s
liberada que nunca y deseosa de decirle que conoc�a sus haza�as sexuales porque
las escuchaba a diario.


Estaba sumida en esos pensamientos cuando Alan se baja de su
taburete y se acerca al m�o, encerrando mis piernas entre las suyas. Sentir su
piel chocolate cerca de la m�a, solo hizo que la temperatura de mi cuerpo se
elevara m�s de lo que ya estaba.


Esta vez su boca se dirigi� a mi cuello y mientras dejaba
resbalar su lengua por mi piel, entre susurros me dijo:




Viniste por lo que te deb�a �??


Si� se nota demasiado �???


No importa, esta vez vamos a llegar hasta el final,
verdad �???


Si Connie no nos interrumpe��.


Y si llegara, que �??? Que importa �???




Mientras me calentaba con estas palabras, sus manos ya se
hab�an apoderado de mis pechos y hab�a comenzado a acariciarlos como aquella
tarde, en la cocina de mi casa.


Cuando escuche lo que me dec�a sobre Connie e imagine la
situaci�n, me excite mas y decid� decirle lo que conoc�a de ellos.




Que, me vas a coger como haces con ella aun estando
presente tu mujer �???




Alan me miro entre sorprendido y divertido.




Y vos como sabes como la cojo �??


Porque los escucho, hay noches en las que los escucho.




Al decir estas palabras, Alan presiono mas todav�a sobre mis
tetas, como tratando de mostrarme las caricias que Connie gozaba en esos
momentos de pasi�n con su marido.




Y te gusta lo que escuchas �?? Te calentas �??


Claro que si�.


Y te acaricias cuando nos escuchas �??


Me vuelvo loca de calentura, me masturbo hasta acabar con
ustedes�.


Hummmmmm, como me gustar�a ver eso�.


Y a m� que me cojas como a ella�.




No hab�a terminado de decir esto cuando Alan, con sus
musculosas manos, me arranco de cuajo la ropa y se dedico a chupar mis tetas por
encima de mi ropa interior. Enterraba su cara morena entre mis pechos y
refregaba su entrepierna con las m�as.


Al hacer eso me dejo sentir su sexo duro y no pude resistirme
a acariciarlo as�, sin sacarlo siquiera de la prisi�n de su ropa. El tama�o que
pod�a adivinar solo al rozarlo hacia que mi lujuria aumentara minuto a minuto.




Las manos de Alan me quitaron toda la ropa en menos de un
segundo, dej�ndome sentada en el taburete y completamente desnuda, a merced de
su boca y sus dedos.


Ver como su boca se tragaba literalmente mis tetas era un
espect�culo que nunca pens� que pudiera disfrutar. Met�a mis tetas en su boca y
al sacarlas de ella las estiraba, dejando que mis pezones quedaran atrapados
durante segundos entre sus dientes, mordi�ndolos al liberarlos con una calidad
que pocas veces viv�.


Mientras se dedicaba a eso, me entretuve desabrochando sus
pantalones, bajando torpe y apresuradamente su boxer con mis manos y liberando
su sexo para que pudiera acariciarlo a gusto.


Su piel era mucho mas rosada y tierna all�, era mas tentadora
que todo su cuerpo junto y tenia una dimensiones que no volv� a ver en mi vida,
ahora entend�a el por que de los suspiros de Connie y de su forma descontrolada
de gozar cada noche.


A medida que su boca hacia estragos con mis tetas, mis manos
acariciaban su sexo completamente y pod�a sentir como crec�a y cre�a entre mis
dedos, como cada vez la piel se calentaba mas, como se endurec�a y comenzaba a
soltar ese maravilloso y calido liquido seminal que invitaba a sorberlo despacio
para poder degustarlo como un buen vino.


Al sentir el tama�o que adquiria su pija entre mis manos no
pod�a evitar un escalofr�o de pensar que pod�a clav�rmela, que pod�a llenar mi
sexo con ella y hacerme gozar como hacia mucho que un hombre no lo lograba.




As� que me escuchas coger con Connie �??


Hummmmmm, si�.


Queres saber que siente ella cuando estamos juntos �??


Si, si, Siiiiiiiiiiiiiiii


Vamos��.




Me levanto en andas, encerr� mis piernas en su cintura y me
llev� hasta el dormitorio, situ�ndome frente a un espejo de cuerpo entero que
ten�an en una de las paredes.


Cuando se aseguro de que nuestra imagen se reflejaba
perfectamente en �l, comenz� a besarme.


Su lengua invadi� mi boca, la recorri� completa, mezclo su
saliva con la m�a hasta que parec�a que pod�amos ahogarnos y cuando no nos
quedaba respiraci�n, retiraba su lengua de mi boca y as�, empapada como estaba,
volv�a a encargarse de mis tetas.


Ahora las chupaba y las mojaba, con sus dedos pellizcaba mis
pezones haciendo que saliera jugo de ellos, dej�ndomelos tiesos como piedras y
calientes como brasas.


Con una mano se demoraba en ellos y con su boca bajaba por mi
vientre, arrastrando su lengua sobre mi piel, dej�ndome abierta frente a su paso
y mojada por su saliva.


Antes de llegar a mi sexo se coloco detr�s de m� y me puso
frente al espejo, dejando mi espalda pegada a su pecho.


Mientras ambos nos mir�bamos en el espejo, desde atr�s abri�
mis piernas y pas� una de sus manos por delante de mi pecho, para que pudiera
ver el momento exacto en el que volv�a a acariciarme las tetas y con la otra
mano bajaba hasta mi concha.


El contraste de la blancura de mi piel con la suya morena,
vista desde el espejo, era un factor de excitaci�n impresionante. Pod�a ver como
su mano reptaba sobre mi piel como si fuera una v�bora y sent�a lo mismo con su
otra mano, que ya estaba llegando a donde quer�a.


Mientras �l cubr�a mi cuerpo con sus manos, las m�as trataban
de tomar por atr�s su pija, que me estaba enloqueciendo con su roce en mis
nalgas. El vaiv�n de ambos cuerpos hacia que su sexo se frotara contra el m�o y
pudiera sentir el r�tmico movimiento de su dureza contra la carne tierna de mi
cola.


Su mano derecha se escapo por detr�s de m� y pude sentir como
acariciaba desde mi culo hasta mi concha suavemente toda la zona. Ve�a en el
espejo la mano que aparec�a por detr�s y dejaba resbalar un dedo dentro de m� y
su palma se deslizaba hacia atr�s, arrastrando mi flujo por todos lados,
moj�ndome entera.


Estando parada se le facilit� la tarea para meter uno de sus
morenos dedos en mi interior y verlo desaparecer y sentir como me cogia
insistentemente, me calent� horrores.


Nuestras piernas se mov�an como si estuvi�ramos sobre olas,
sub�an y bajaban con cadencia, las caderas pegadas, buscando el roce permanente,
la fricci�n que aumentaba el deseo.




Me tumbo sobre la cama y me abri� las piernas firmemente, se
situ� frente a ellas y con su boca comenz� a explorarme en forma casi
desesperada, sabia que ese era el ritmo que a mi me calentar�a, sabia que
buscaba la replica de sus noches de sexo con Connie y no se hizo esperar.


Abr�a mis labios vaginales con sus dedos, los acariciaba de
arriba hacia abajo acompa�ando los movimientos con su lengua, extend�a una de
sus manos y segu�a tomando mis pechos, los martirizaba sin piedad mientras
sent�a que su lengua iba mas all� todav�a.


Me encontr� elevando mis caderas para alcanzar cada vez mas a
su boca, para darle el espacio suficiente para que siguiera entrando con su
lengua, para acomodar mi cl�toris cerca de sus dientes y pudiera morderlo hasta
hacerlo explotar.


Mientras Alan estaba comiendo mi sexo de esa forma, mientras
sent�a que su lengua se mojaba cada vez mas, mientras mis manos masajeaban mis
tetas que ard�an de deseo, escuchamos un sonido que proven�a de la puerta de
entrada.


En un movimiento reflejo de mi cuerpo me incorpore en la cama
como para querer irme pero las manos de Alan salieron de sus escondites y me
empujaron nuevamente hacia ella, para continuar con su tarea.


No pasaron m�s de tres minutos cuando en el marco de la
puerta se recorto la figura de Connie.


Me quede muda al verla all� parada y solo atine a decir:




Alan, Connie �!!!




Alan quito su boca de mi sexo un segundo, giro su cara hacia
atr�s y al verla a su esposa contemplar la escena, sonriendo le dijo:




Amor, estas invitada, esto reci�n comienza.




Cre� que Connie pondr�a el grito en el cielo al ver semejante
cuadro pero contrariamente a todos mis pron�sticos, tambi�n le sonri� a su
esposo y con toda la sensualidad del mundo se despojo de sus ropas y se acerco a
la cama.





Si vestida me hab�a parecido que su cuerpo era escultural, al
verla desnuda me quede sin aliento. Sus pechos eran de una turgencia fuera de lo
com�n y su vientre plano terminaba en una casi dibujada vagina, perfecta en su
dimensi�n y color.


Ten�a un par de piernas que parec�an cinceladas y un culo m�s
perfecto aun que sus tetas.


Pens� que se nos iba a unir pero grande fue mi sorpresa
cuando vi que se sent� en un sill�n cerca de la cama y coloco una de sus piernas
por encima del apoyabrazos, dej�ndome ver su concha completamente abierta.


Alan parec�a no inmutarse, segu�a con su tarea de lamerme por
completo y su lengua no paraba, era la lengua mas inquieta que alguien me haya
dado para probar, era inquietante sentirla en todos mis rincones y lo �nico que
consegu�a era inundarme mas y mas con mis propios jugos, provocando sonidos
super er�ticos que retumbaban en todo el cuarto.


No pod�a dejar de mirar a Connie, quien a esta altura de las
cosas estaba con sus manos en su propio sexo, masturb�ndose deliciosamente con
la escena que represent�bamos su marido y yo.


Pod�a ver como se met�a sus dedos hasta lo mas profundo de su
sexo y cerraba los ojos al sentir como ella misma se cogia, para luego sacarlos
brillantes de humedad y chuparlos uno a uno.


Parec�a que la misma escena se repet�a en mi cuerpo pero esta
vez con los dedos de Alan, que despu�s de entrar y salir de mi completamente
mojados, se introduc�an en su boca y los chupaba para poder llenar m�s aun su
boca con mi flujo.


Ver la cara de Alan completamente mojada con mis jugos me
provoco un orgasmo profundo y casi silencioso, un orgasmo que solo excito mucho
mas todo mi cuerpo.


Connie, desde su sill�n, no cesaba de darse placer y a medida
que este crec�a, sus gemidos hab�an comenzado a escucharse en el cuarto, los
mismos que escuchaba por las noches y me hac�an estallar de gozo.


Su marido parec�a haberse excitado m�s y m�s con esos gemidos
porque sus lenguetazos en mi sexo se hac�an cada vez m�s profundos, rozando mi
cl�toris en cada movimiento, dej�ndolo cada vez mas duro, mas hinchado, mas
necesitado de su boca.


Despu�s de acabar en un orgasmo mas que estridente, Connie se
acerco a su marido y mientras permit�a que el siguiera torturando mi concha
completamente caliente, as� como estaba a sus espaldas, se agacho lo suficiente
como para quedar a su altura y tom�ndolo por detr�s, vi como su cara se escond�a
entre sus nalgas.


Connie estaba lamiendo su sexo por detr�s, estaba chupandole
la pija por atr�s y provocando espasmos de placer en todo el cuerpo del moreno
que me mataba a mi con las mismas caricias.






Ch�pame el culo, amor�.




Ante el pedido de su marido, Connie comenz� a lamer el culo
con su lengua, arrancando suspiros de placer de la boca masculina y volvi�ndome
loca al ver semejante cuadro.


Lo excito hasta el delirio, hasta que Alan le exigi� que se
lo cogiera con los dedos.


Lentamente las manos de Connie masajearon los gl�teos del
moreno hasta que un dedo lo penetr� y a su vez, por el mismo empuj�n natural de
la acci�n, dos dedos de Alan me cogieron a mi al mismo tiempo, uno en la concha
y otro en el culo.


Est�bamos en medio de una cadena de gozo, cada caricia que
recib�a uno de los cuerpos era transmitida al otro en forma sincronizada.


Despu�s de experimentar su primer orgasmo, Alan se incorpor�
y le cedi� su lugar a Connie, fue ella quien se ubico entre mis piernas,
mientras que �l la tomaba de sus caderas y desde mi posici�n pod�a ver como la
cogia desde atr�s.


Connie pon�a todo su empe�o en excitarme y lo lograba. Nunca
me hab�a chupado una mujer hasta ese momento y juro que me quede encantada con
las sensaciones que esa lengua femenina despertaba en m�.


La sensualidad de su boca comiendo mi sexo era algo
indescriptible, ser mujer le daba la ventaja de saber que zonas tocar para
hacerme estallar de placer, para lograr que mi cuerpo saltara ante su lengua y
los masajes internos de sus dedos.


Alan no paraba de cogerla, no paraba de meter esa pija que yo
quer�a en mi interior una y mil veces, alternando su concha y su culo. Cada vez
que su pija sal�a del cuerpo de su esposa lo hacia mas y mas mojada, mas y mas
brillante y yo no ve�a el momento de sentirla dentro de mi, de poder tomarla
entre mis manos y met�rmela en la boca, quer�a todo de los dos y lo quer�a en
ese mismo momento.


Cuando Connie tuvo su primer orgasmo con su marido, Alan se
separ� de ella y se ubic� con su sexo erecto frente a mis piernas, mientras ella
se acomodaba de costado para poder encargarse de mis tetas.




Por favor, Cogeme como a ella, Cogeme como a ella�.




No aguantaba m�s, quer�a que lo hiciera y se lo ped�, apure
el momento, no quer�a que se demorara un instante m�s.


Mientras Connie masajeaba mis pechos, Alan se acomodo en mi
sexo y primero me acaricio el cl�toris con la punta de su pija super mojada. Al
ver la desesperaci�n de mi cara, al escuchar mis ruegos de calentura para que se
metiera dentro de mi, tomo mis piernas, las alz� en el aire y me meti� la pija
hasta el fondo, sin m�s pre�mbulos, sin delicadeza casi, haci�ndome sentir las
entra�as en llamas.


Todo mi interior ardi� al contacto de su sexo duro y
caliente, sent�a que me derret�a por dentro, el tama�o de su pija parec�a mucho
m�s grande al moverse dentro de m�, la fricci�n de su carne y su piel al entrar
y salir de mi concha me estaba haciendo delirar.




Hummmmmm, Siiiiiiiiiiiiiiii, esto quer�a�. As�, movete,
movete adentro �!!!




Connie sonre�a en forma lasciva porque sabia lo que estaba
sintiendo, conoc�a el placer que su marido me estaba regalando, ella lo viv�a a
diario.


No conforme con enloquecer mis pechos, se subi� a la cama y
se acomodo a caballito m�o, dej�ndole en primer plano el culo a su esposo y
permitiendo que su sexo se refregara sensualmente sobre mi vientre.


Su cuerpo me tapaba a Alan pero su boca se apodero de la m�a,
me besaba sin piedad, me met�a la lengua en mi boca una y otra vez, calcando los
movimientos de su esposo dentro de mi.


Alternaba entre mi boca y mis tetas, no dejaba nada librado
al azar, parec�a querer cubrir mi cuerpo por completo con el suyo, torturarlo
hasta que me desmayara de tanto placer.


Era m�s de lo que hab�a imaginado, era m�s de lo que en mis
noches de solitario placer, escuch�ndolos desde mi cama pod�a creer que alg�n
d�a vivir�a.


Mientras tanto, Alan segu�a perfor�ndome las entra�as, segu�a
movi�ndose dentro de m� casi con desesperaci�n y me encantaba, me excitaba, la
facilidad con que entraba en m� por mi humedad me daba un placer �nico.


En un solo segundo, Alan me abandono y entro en Connie y
volvi� a entrar en mi y volv�a a meterse dentro de Connie, cogiendo su culo
parado mientras sus tetas, por el movimiento, rozaba las m�as.


As� est�bamos, uno encima del otro, yo debajo deleit�ndome
con el peso de los dos cuerpos, Connie en el medio dej�ndome sus pechos para que
yo pudiera saborearlos a gusto y Alan encima de ella, regal�ndonos su sexo a una
y a otra en forma alternativa.


En el ambiente se mezclaba el aroma a sexo que los tres
dej�bamos escapar y el exquisito perfume de Alan, que inundaba mi piel y la de
su esposa.


Era maravilloso escucharnos a los tres gemir, pedir, suspirar
y gozar.


Sabiendo que mi cuerpo anhelaba el sexo de Alan de cualquier
forma, se separ� de las dos, quit� a Connie de encima de m� y me saco de la
cama, permitiendo que ella quedara recostada contra las almohadas, yo frente a
su sexo y �l detr�s de m�.





Por primera vez en mi vida tuve la oportunidad de probar un
sexo femenino, por primera vez supe lo que era un flujo que no fuera el m�o y me
deleite tomando cada gota de jugo que se escapaba de su exquisita concha.


Connie parec�a estar en la gloria al sentir mi lengua en
ella, al sentir mis dedos hurg�ndola por dentro y as� como sucedi� antes, cada
embestida de Alan por detr�s de mi cuerpo, se reflejaba en una m�s dentro del de
Connie.


Sin consultar nada y dando por sentado que era lo que estaba
esperando, Alan me meti� su tremendo y caliente sexo en mi culo. El empuj�n me
sorprendi� pero estaba tan concentrada en darle placer a Connie que solo empec�
a reaccionar cuando oleadas de placer me recorr�an el cuerpo desde la punta de
los pies hasta mi cabello.


No recuerdo cuantos orgasmos tuve ni cuantos le regale a
Connie, solo recuerdo el preciso momento en que Alan se separo de m� y
coloc�ndose al borde de la cama, nos obligo a ella y a m� que nos arrodill�ramos
frente a �l.


Cuando nos tuvo rendidas all�, nos regalo su pija para que
pudi�ramos chuparla en forma alternada, para que las dos goz�ramos del sabor de
su sexo mojado con nuestros jugos, para que las dos pudi�ramos sentir al mismo
tiempo como su leche llegaba lentamente a la punta y pugnaba por salir.


Despu�s de una mamada gloriosa por parte de ambas, Alan tomo
su pija con las manos y dejando salir su chorro tibio de semen, nos inundo las
mejillas y la boca.





Parec�a que no terminaba nunca de acabar, de su sexo segu�a y
segu�a saliendo leche para que ninguna de las dos se quedara con las ganas de
saborearla, para que las dos tuvi�ramos la raci�n suficiente de semen que nos
dejara satisfechas.


Cuando su orgasmo llego a su fin, se inclino amorosamente
entre ambas y despu�s de besarnos nos pidi� el beso de despedida entre las dos,
para poder contemplar la belleza de nuestros labios mojados de semen tomando la
boca de la otra.


Desde aquel d�a la relaci�n entre los tres ha sido m�s que de
buenos vecinos, hemos estado juntas con Connie sin la participaci�n de Alan y
viceversa. La �nica condici�n que los tres nos impusimos fue la de invitar al
que faltaba si, estando solos en nuestras casas, o�amos a trav�s de las paredes
que del otro lado la estaban pasando genial.


Munjol




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Relato: Los nuevos inquilinos
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