Relato: Mariela (V: Mujeres)





Relato: Mariela (V: Mujeres)

Aquella noche dormimos abrazados. No recuerdo cuando se
levantaron, ya que era domingo y me dejaron dormir despu�s de una noche tan
tremenda. Cuando despert� me qued� un rato pensando en todo lo ocurrido. La idea
de tener dos mujeres en casa, de poder hacerlas m�as cuando quisiese, de amarlas
a las dos al mismo tiempo era muy seductora, pero el temor ante las posibles
consecuencias era tambi�n muy fuerte. Al final decid� que la vida sola seguir�a
su curso, sin necesidad de mi intervenci�n.



Sal� del cuarto y al pasar por la cocina Mariela me sonri�.
"Ven, desayuna, que s� que la noche ha sido violenta para ti", su sonrisa era
tan seductora como lo fue siempre. Me sent� a la mesa, a�n sin lavarme, y
desayun� con ganas, ante su atenta mirada. "Debes entendernos, amor. Cada d�a te
alejabas un poco m�s de m�, y no estoy dispuesta a perder la felicidad que me
has dado. Desde que Camila nos vi� en la sala, comprend� el camino que seguir�an
las cosas. Ella hered� de m� la pasi�n y el deseo, pero no quiero que le vaya a
ocurrir lo mismo que a m�. Me di cuenta antes que t� de la forma en que ella te
miraba, descubr� en sus ojos el deseo. Decid� entonces que la mayor prueba de
amor que pod�a ofrecerte era entregarte a mi hija. Adem�s, sab�a que la har�a
muy feliz a ella tambi�n. Y siendo ustedes felices, tambi�n lo ser�a yo".



Realmente no sabia que responderle. Qued� callado, mir�ndola
fijamente, invit�ndola a continuar con sus palabras.



"Ahora creo que debes terminar lo que iniciaste ayer. Camila
est� en el ba�o, estoy segura que nos recibir� con agrado. Comprende que te
ofrezco a mi hija, pero no renuncio a ti", se acerc� y me bes� en los labios,
"�podr�s ser el amante de dos mujeres que te adoran?"



Comprend� entonces hasta que punto llegaba la devoci�n que
sent�a Mariela por m�, me cuenta de la medida exacta de su amor. "Claro, mi
vida, ser� de ustedes tal y como ustedes con m�as".



Tomados de la mano entramos en el ba�o. Camila, bajo la
ducha, nos sonr�o. "Ven, papito, necesito sentirte por completo dentro de m�,
�me ayudar�s, mamita?". Nos quitamos la ropa lentamente. Verla desnuda,
ofreci�ndose, con el deseo a penas contenido, desboc� mis pasiones y mi polla se
endureci� r�pidamente, apuntando con fiereza al cuerpo de mi hijastra. "Claro
que s�, hija m�a. Hoy sentir�s de veras lo mucho que te queremos tu papito y
yo."



Nos unimos los tres bajo el agua, bes�ndonos, acarici�ndonos
sin distinci�n de sangres y cuerpos, entregados totalmente al desenfreno de
momento. Camila se peg� a mi cuerpo, sintiendo contra su vientre el calor y la
dureza de mi polla, mientras Mariela, en un acto sublime de entrega y amor, se
agach� a sus espaldas y abriendo sus nalgas se dedic� a lamer su culo, moj�ndolo
con su saliva, preparando el camino para que mi verga entrase por completo
dentro de su hija. "S�, mamita, hazlo as�, �breme el culito, dame placer". Y mi
mujer jugaba con su lengua en el ano de su hija, al tiempo que entre sus piernas
acariciaba mis huevos, excit�ndome a�n m�s.



"Ven, amor, ya est� lista", me dijo al erguirse. Tom� a su
hija por los hombros y la hizo quedar de espaldas a m�. La ni�a, obediente, se
inclin�, y al hacerlo su boca qued� cerca de los pezones de su madre.
"Ch�palos", le dije, "devu�lvele a tu madre el placer que ella te ha dado,
agrad�cele todo lo que ha hecho por ti".



Camila no necesit� que lo repitiese. Su boca se prendi� de
una de las tetas de su madre, mordisqueando el pez�n. Mariela gem�a de placer,
mientras se acariciaba la concha. Me pegu� a Camila y puse mi verga a la entrada
de su culito. "Ahora sentir�s sin barrera lo que tanto haz deseado", le dije al
tiempo que empujaba e iba metiendo poco a poco mi verga en su ano.



La ni�a gem�a sin dejar de chupar. Mariela le acariciaba los
cabellos y continuaba masturb�ndose y yo continu� empujando hasta clav�rsela por
completo. Empec� entonces a moverme. La sensaci�n de estrechez era maravillosa y
si no me conten�a en cualquier momento me correr�a en aquel maravilloso culito.
Pero Camila no pod�a contenerse. Tener semejante verga dentro de su culo, y a
los 12 a�os, era algo que la enloquec�a. Desde su garganta naci� el gemido que
proclamaba al mundo la potencia de su orgasmo. Cuando el grito ces� continuaba
estremeci�ndose entre los amorosos brazos de su madre, sujeta por mis manos en
su cintura. "Sigue, papito, hazme sentir de nuevo que puedo alcanzar las
estrellas."



De pronto se la saqu� por completo. "�No lo hagas!", grit�
desesperada, "la necesito dentro, bien dentro". Yo lo sab�a. Sab�a que llevaba
en la sangre la pasi�n de su madre, y no la iba a defraudar. Sin embargo,
Mariela se dio cuenta de mis intenciones, supo que si no interven�a, en unos
instantes su hija dejar�a de ser virgen, comprendi� que yo estaba dispuesto a
penetrar su concha hasta el final. "Espera, amor", dijo sujet�ndome la verga,
"tendr�s tiempo para eso. Yo tambi�n quiero que suceda, pero debemos prepararla
bien primero, recuerda que s�lo tiene 12 a�os. Adem�s, quiero que ese momento
sea m�gico para ella".



Las palabras de Mariela me enternecieron, me permitieron
asomarme al balc�n de un amor enorme, el que sent�a por m�, al entregarme a su
hija, y el que sent�a por ella, al darle a posibilidad de conocer el maravilloso
mundo del sexo de mi mano. No complacerla ser�a el m�s grave de los delitos, un
delito contra el cari�o y la adoraci�n que el sent�a por nosotros.



Coloqu� nuevamente mi duro hierro en el ano de Camila y volv�
a penetrarla, pero esta vez, teniendo en cuenta la dilataci�n de su esf�nter, lo
hice sin piedad, clav�ndole de un solo golpe mis 20cm de carne ardiente,
haci�ndola gritar, estremecerse, temblar ante el empuje de mi pelvis,
sujet�ndola fuertemente. "Conocer�s el cielo, mi ni�a", le dije cerca del o�do,
y comenc� un mete y saca tremendo, para que sintiese en lo m�s profundo de su
ser toda la longitud y el grosor de mi tranca, para que supiese que desde ese
mismo momento su culo ser�a m�o cuantas veces yo quisiese, para que siempre
recordase con placer la primera vez que una verga la invadi� por completo y la
sodomiz� a placer.



Los orgasmos, porque fueron varios, no se hicieron esperar.
Los encadenaba uno con otro, cada vez m�s fuertes y violentos, cada vez
llev�ndola a l�mites insospechados de lujuria y desenfreno, cada vez abri�ndole
m�s y m�s las entra�as, y con ellas, las puertas a la felicidad de sentirse
llena por un hombre.



Me maravillaba el tiempo que llevaba as�, sin dar ni pedir
tregua, revolvi�ndose en el caldo de sus deseos desatados. Explot� al fin en un
orgasmo fant�stico. Mi verga no cesaba de soltar semen en el culito de Camila,
el cual, cuando estuvo lleno, dejaba escapar parte de mi simiente vital, que
chorreaba por los muslos de la ni�a, donde su madre, desesperada por no haber
obtenido a�n el placer de mi polla, la recog�a con sus dedos para llevarla a su
boca y saborearla.



Quedamos todos quietos al fin, en un silencio s�lo
interrumpido por el ahogado jadeo de nuestra respiraci�n y por los quedos de
gemidos de Mariela que, hundida en el disfrute de nuestro placer, se masturbaba
como loca, arrodillada ahora ante nosotros. "Ay�dala", le dije a Camila, haz que
tu madre se corra con tus deditos incrustados en su vagina.



La ni�a, obediente, se agach� ante su madre y cumpli� con mi
pedido, mientras yo introduje mi ahora fl�cido miembro en la boca de Mariela,
para que con sus artes lo pusiera nuevamente en pie de guerra. Su lengua
recorr�a todo mi glande, y ahora que su hija se afanaba con su vagina, sus manos
me acariciaban con dulzura y ansias al mismo tiempo. Cuando mi polla termin� de
crecer en su boca, y ya le era imposible retenerla toda dentro, comenz� a
correrse.



"Sigue, hija m�a", dec�a lamiendo a�n mi candente hierro,
"s�cale la vida a tu mamita que te adora..., sigue, m�teme bien tus dedos que me
estoy corriendo"



Y se deshizo en una cascada de orgasmos, tal y como le hab�a
sucedido a Camila minutos antes. Y entre ambas chupaban mi verga y se besaban
con locura, prolongando el placer que sent�an en ese instante, ajenas a
convenciones y prejuicios, entregadas al goce, el morbo y la lujuria.



Nota: Soy Ra�l, de nuevo estoy con ustedes. Espero sus
sugerencias, comentarios o cr�ticas. Les estar� agradecido eternamente. Por
favor, escriban a POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO


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