Tardecita calurosa en Buenos Aires, de esas que tientan a
beber una cerveza bien helada, a pesar de que iba rumbo a mi trabajo, me detengo
en un pub irland�s, uno de los tantos que abundan en la calle Reconquista o San
mart�n, miro el reloj, son las 19,30 por lo tanto tengo bastante tiempo hasta
las 22, 00 que comienza mi turno en el hospital de Cl�nicas.

Dada la hora que es, el pub est� lleno de mujeres, por donde
miro me cruzo con alguna mirada que me obliga a bajar la vista, mi timidez me
impide acercarme, pero no obstante mi mente, luego de observar las hermosas
piernas de una morocha descomunal, tapadas por una diminuta pollera, que deja
entrever en su entrepierna el blanco de una bombacha, funciona a mil por hora
imaginando mil escenas sexuales.

Mire donde mire, veo culos, piernas y tetas, rubias, morochas
y te�idos diversos, en verdad me agarro tal calentura que mi mente parece
estallar, quisiera cog�rmelas a todas, tenerlas al alcance de mis manos, de mis
labios, sacar mi pija para que me la agarren y me la chupen hasta acabar.

Es tanta la morbosidad que siento en ese momento que pienso
donde poder descargar semejante energ�a, energ�a que me vuelve loco hasta el
punto de ser capaz de cometer cualquier locura, y mi mente vuela al hospital
donde trabajo, habitaci�n 238, rubia de 26 a�os con ACV (accidente cerebro
vascular) p�rdida de conocimiento y sin reacciones a las

pruebas de sensibilidad de pies y manos, aparentemente con
hemiplejia completa.

Pago la cerveza y salgo, no voy a tomar el colectivo, voy a
ir caminando para tener m�s tiempo y poder pensar como normalizar mi mente, ya
que no puede ser que est� pensando de esa manera con una paciente.

Ya en el hospital, saludo como de costumbre a la gente de
vigilancia que se encuentra por la entrada de Av. C�rdoba, camino a la sala de
enfermer�a donde desarrollo mi tarea, me cruzo con Vanesa una enfermera que hace
rato me tira onda, pero no acuso recibo de sus directas. No est� mal, pero hay
algo que no me termina de cerrar, no me convence, ni siquiera para hacerme los
ratones.

Ya en la sala comienzo a preparar toda la medicaci�n de los
pacientes que debo de atender, ya que desde las 24,00 hasta las 06,00 estoy
solo, y me gusta tener todo preparado y ordenado.

Mientras preparo sigo pensando en la rubia de la 238, es tan
as�, que de repente se me empieza a parar, no me puedo controlar, no se como
sac�rmela de la mente, cada ves que pasa alguien, tengo que tirar el culo hacia
atr�s para que no se me note el bulto, es terrible, voy al ba�o y me hago una
paja de pel�cula, hac�a tiempo que no acababa de esa manera, realmente la goce y
liber� un poco la carga que sent�a.

Miro el reloj y es hora de que comience a ba�ar a los
pacientes, son 20 en total y la verdad que limpiarle la mierda a los dem�s no es
muy grato pero no queda otra, tengo que hacerlo. Inconscientemente dejo para lo
�ltimo a la del 238, ya es noche avanzada, no circula nadie por los pasillos, ya
ba�e a los dem�s y los mediqu�, apagu� varias luces para que todo quede en
penumbras y me dirig� a la 238. Al entrar a la habitaci�n siento un hermoso
aroma de loci�n importada, se ve que los parientes estuvieron higieniz�ndola,
pero no obstante con suavidad corro la sabana que la cubre, con miedo, como si
fuera a despertarse, dejando su cuerpo solo cubierto por la camisola del
hospital, que al ser abierta en la parte de atr�s, deja ver sus hermosas nalgas,
la giro de tal forma que quede con el culo para arriba, que perfecci�n, parece
tallado a mano , dan ganas de morderlo todo, desato el mo�o y deslizando la tela
dejo toda su parte trasera al desnudo, tomo la esponja h�meda y comienzo a
pasarla por su espalda hermosamente curvada, subiendo por sus nalgas y entrando
en su entrepierna hermosamente calentita, Repito los movimientos una y otra vez,
observando e imagin�ndome mil fantas�as, me agarro tal palo de nuevo que con la
otra mano empiezo a acariciarme la pija, a la ves que sigo en su entrepierna
pasando la esponja. La giro dej�ndola boca arriba, con sus redondos pechos
parados apuntando al cielorraso, como si estuvieran esperando ser acariciados,
cosa que hago con la esponja, desliz�ndola entre ellos en forma circular y
bajando por la panza hasta sus bellos p�bicos, pero a �ste punto ya no puedo
continuar, no puedo seguir adelante, a pesar de que mi mente me lo pide a
gritos, la seco con rapidez, le pongo una camisola limpia, la tapo y salgo
corriendo de la habitaci�n.

Con la respiraci�n jadeante me dirijo nuevamente al ba�o,
abro la ducha y me sumerjo en el agua fr�a para volver a la realidad, pero me es
imposible su imagen se me presenta n�tida, de tal manera que hace que me
masturbe nuevamente, pensando en sus pechos, en sus formas tan hermosas, me
revuelco bajo el agua, otra acabada genial, nunca vivida de esa manera.

Sin darme cuenta lleg� el momento de retirarme, no viendo la
hora de que llegue nuevamente mi turno para volver a vivir lo mismo, para
tenerla nuevamente desnuda.

Volv� a mi departamento pensando en avanzar un poco m�s, de
ir un poco m�s lejos, total estoy amparado por el estado en que se encuentra
ella y por el hecho de que en ese turno estoy solo, as� que me dije que esa
noche me iba a pajear en la misma habitaci�n.

Nuevamente la rutina de todos los d�as, dormir, ba�arse,
comer y salir hacia el trabajo, lo �nico distinto el d�a de hoy fue que estuve
pensando en la rubia m�s de lo que deber�a, pensando atrocidades que nunca antes
se me hubieran cruzado por la cabeza, si quiz�s, leyendo en los policiales de la
prensa amarilla, pero nunca que me ocurriera a mi.

Trat� de distraerme pero fue imposible, nada me sacaba de la
mente la imagen de ese hermoso cuerpo desnudo a mi merced, con el cual puedo
dejar de lado mi introvertida y enfermiza personalidad, y hacer todo lo que se
me ocurra.

Ya en el hospital realizo la rutina de todos los d�as, con un
agregado, leo la historia cl�nica de la rubia para saber si hubo alg�n cambio en
su estado, y veo con alegr�a que se encontraba tal cual la dej� noche anterior.

Dejando nuevamente todo en penumbras, ingreso en la
habitaci�n con la respiraci�n jadeante, el coraz�n latiendo a mil como si fuera
un animal en celo, me dirijo hacia ella y la destapo sin ning�n cuidado, sin
nada de delicadeza dejando a la vista su contorneado cuerpo desnudo, el cual sin
pensar comienzo a acariciar con frenes�, que tetas por favor, no pod�a dejar de
tocarlas, con la otra mano saqu� mi pija y comenc� a acariciarme, a chupar sus
tetas, fui bajando mi mano hasta llegar a su concha, que sensaci�n hermosa,
meter mi dedo en lo profundo de su cuerpo y sentirla a mi merced, que poder me
daba, me sent�a el amo del universo.

Mi pija parec�a que iba a explotar, era tal el palo que ten�a
que comenc� a masturbarme a la vez met�a y sacaba con rapidez mi dedo de su
concha, acabando encima de ella entre sus pechos, que placer tan inmenso invadi�
todo mi ser, que momento sublime pudiendo controlar yo la situaci�n,
desparramando mi leche por todo su cuerpo inerte, como si estuviera esperando a
que repita de nuevo el momento vivido.

La limpio con mucho esmero y suavidad, cuidando de no
da�arla, como si fuese de porcelana, para poder usarla de nuevo.

Durante la semana todos los d�as me masturbo delante de ella,
toc�ndola, acarici�ndola, bes�ndola, pero ya �ltimamente no me estaba
produciendo el mismo placer, necesitaba avanzar m�s, necesitaba penetrarla,
cog�rmela bien cogida, hacerle el culo de tal manera como nunca se lo hice a
ninguna, me daba cuenta que ya no pod�a quedarme tranquilo mi mente me ped�a m�s
y m�s, a tal punto de llegar a cometer una locura como la violaci�n.

Durante todo el d�a estuve como loco, no soportaba nada, todo
me ca�a mal, lo �nico que aceptaba mi mente era la imagen de la rubia desnuda.

Ya en el hospital, no le pas� bola a nadie, discut� con
varios sin motivos, y no llegaba nunca la hora de ir a la 238, se hac�a de goma,
cada vez m�s largo, m�s pensaba m�s loco me pon�a. Por fin llego la hora, se
fueron todos y sal� corriendo para la habitaci�n, la desnud� de un tir�n, estaba
enloquecido, enceguecido, no controlaba mis actos, una fuerza oculta dirig�a mis
movimientos, me baj� los pantalones y me sub� sobre ella, comenc� a chuparle las
tetas con frenes�, y a meterle la mano en la concha, acarici�ndosela con mucha
fuerza, como si quisiera hacerla acabar, recorro todo su cuerpo con mis labios,
metiendo mi lengua en cuanto agujero encuentro, que culo, que sabroso, lo mojo
bien con mi saliva y comienzo a penetrarla, que placer sentirla entrar tan
apretada, se la meto toda y comienzo a moverme como si fuera un pist�n, una y
otra vez, arriba y abajo hasta que acabo, pero no termina todo all�, la doy
vuelta y me sorprende verle los pezones parados y su conchita mojada y muy
lubricada, pero no le presto demasiada atenci�n, ya que sigo recaliente, por lo
tanto le chupo la concha mientras le meto mi dedo en culo, uno, dos, tres dedos
cada vez es m�s grande el placer, no aguanto m�s, se la meto y en dos bombazos
acabo nuevamente.

La higienizo y salgo silbando como si nada hubiera pasado, en
los pasillos todo est� tranquilo y los dem�s pacientes duermen placidamente.

Ya en la sala de enfermeros, me pongo a pensar en los pezones
parados y en su concha tan lubricada, no puede ser en su estado vegetativo, no
tendr�a que sentir nada que produjera esas reacciones, pero no le encontraba una
explicaci�n. Leo su historia cl�nica y todo sigue igual, no hay ning�n cambio.

Pero la duda me carcome el cerebro, regreso a la habitaci�n y
paso la punta de mi lapicera por la planta de su pie y veo que reacciona al
contacto y lo mismo con la palma de las manos, tiene una leve reacci�n. Pero no
le doy demasiada importancia.

Ya al otro d�a preparo la medicaci�n como siempre, y
distribuyo las mismas en la bandeja para pasar por las habitaciones, pero
primero me dirijo a la 238, ya que no pod�a esperar hasta m�s tarde, estaba
recaliente y quer�a cog�rmela ya. Me dirig� a la habitaci�n, apague las luces y
puse la bandeja en la mesita que se encontraba al lado de la cama, luego proced�
a desnudarla y empec� muy suavemente a chuparle el cuello, bajando a sus
pezones, metiendo mi dedo en su concha no dejo de morderle los pechos, la panza
y bajo hasta su cl�toris, pas�ndole la puntita de la lengua con mucha suavidad,
es tal la calentura que se la pongo sin m�s vueltas y comienzo a cogerla de tal
manera que la cama parece que se va a desarmar, que placer siento, es incre�ble,
pareciera que estoy volando pero de repente siento un pinchazo imperceptible en
el cuello, algo fr�o comienza a recorrerme por dentro el cuerpo, llevo mi mano
al cuello y noto que tengo una jeringa clavada en el mismo, miro a la rubia y la
veo observarme con los ojos desorbitados y con una mueca de placer, siento que
me desvanezco, me muero.