Relato: El paname�o



Relato: El paname�o

El paname�o





Cuando est�bamos reci�n casados, mi esposo y yo quer�amos
intentar hacer un tr�o sexual, pues la experiencia que hab�amos tenido con
Ricky, amigo mutuo de nuestra adolescencia nos hab�a encantado, pero
lamentablemente a nuestro amigo se le hab�a presentado el momento de irse a la
armada y tuvimos que recurrir a buscar alguna persona por medio de las revistas
de swingers que circulan aqu� en el sur de Texas.



La experiencia que tuvimos con un hombre, (si se le puede
llamar as�), que era de nuestra misma edad, fue desastrosa y tan desagradable
que ni la pena vale mencionar. Total, que despu�s de esa terrible experiencia,
decidimos dejar por la paz ese tipo de relaciones, m�xime que me embarac� y no
volvimos a hablar del tema.



Pero despu�s que me alivi� y pas� mi cuarentena, volvimos a
la vida sexual normal, nuestros deseos se acrecentaron de volver a hacerlo en
compa��a de alguien m�s y mi esposo, se volv�a una obsesi�n. �l estaba loco por
volver a verme cogiendo con otro y yo me mor�a por probar vergas diferentes.



Mi marido me cont� que en su trabajo un colega suyo,
mayorcito de edad (pues pasaba de los 50 a�os), pero con una estatura y un
f�sico impresionante, se hab�a vuelto su �ntimo amigo, y a pesar de la
diferencia de edades se llevaban muy bien; adem�s de que siempre les tocaba
andar juntos en sus labores y se sab�an las intimidades uno del otro. Mi esposo
se hab�a enterado que era viudo desde hac�a unos cuantos a�os y no quer�a
enrolarse sentimentalmente con nadie. Adem�s que como todo el grupo de ba�aba en
las duchas comunales del gimnasio de la corporaci�n donde trabajan, mi marido le
hab�a visto despistadamente la enorme vergota que su colega se cargaba, y pens�
en que tal vez ser�a el candidato id�neo para nuestra pr�xima experiencia
sexual; as� comenzamos a trabajar en la idea.



Mi esposo invit� varias veces a su colega a casa, algunas
veces a cenar, otras a ver los juegos de futbol y otras simplemente a tomar
cervezas... Ya hab�amos entrado en confianza los tres, a m� me excitaba mucho
desde su manera de hablar, pues al ser de origen paname�o, me causaba mucha
gracia los modismos que utilizaba al hablar; y as� lleg� la gran noche.



Hab�amos organizado una parrillada en nuestro enorme jard�n y
el calor estaba insoportable, fue en pleno verano durante el mes de agosto. Por
instrucciones de mi marido, me hab�a puesto un short muy rab�n, donde mis
redondas y enormes nalgas se sal�an por debajo a la menor flexi�n que yo hac�a,
ense�ando un panorama �nico. Estoy muy nalgona y como me toc� encender el fog�n,
qued� de espaldas a la mesa que ocupaban ellos. Yo a prop�sito exageraba mis
movimientos, con la intenci�n de calentar a nuestro invitado; paraba el culo y
me contoneaba lo m�s que pod�a, echando la grupa hac�a fuera y dejando al
descubierto la parte inferior de mis apetitosas nalgas.



Al principio muy formal la cosa, pero conforme ve�a mi
tremendo culo y el efecto en su cerebro de las cervezas, el paname�o me dirig�a
miradas cada vez menos despistadas y m�s directas. En cuanto �l se levant� para
ir al ba�o, mi marido me indicaba que lo estaba haciendo bien o que corrigiera
ciertos detallitos. Pues bien, cenamos y platicamos normalmente y ya entrada la
nochecita, mi esposo sugiri� pasar a la sala a escuchar algo de m�sica regional
y a refrescarnos con el aire acondicionado, pues a pesar de que era cerca de la
medianoche, el calor no cesaba para nada.



Ellos se fueron a sentar a la sala, escuchando m�sica y
continuar bebiendo, mientras yo me met� a la regadera para asearme y quitarme el
olor a humo del carb�n. Sal� ataviada con otro short raboncito pero m�s holgado
y una blusa amplia, desbotonada hasta la mitad del frente. Me acomod� en un sof�
justo frente a nuestro amigo, y sub� mis piernas, mostr�ndole mis muslos gordos
y cachondones. �l volvi� a mirarme, y en una levantada que dio al ba�o, mi
marido se me acerc� y me bes�.





Lo tienes en la olla, mami� -, me dijo mi marido.


Este no se me va vivo-, dije sonriendo.





Adrede me comenz� a manosear las piernas y met�a sus manos
debajo de mi short y me met�a los dedos en la papaya, con la intenci�n de que
nuestro invitado viera la escena y comprendiera lo que quer�amos. Nuestro amigo
se aproxim� a nosotros cuando volvi� del ba�o y dijo que no comi�ramos carne
delante de los chimuelos o algo as�, que nos caus� mucha risa. Mi marido d�ndome
una nalgada, me acomod� y me abri� ambas piernas y le dijo que si gustaba,
probara de mis delicias. El hombre por su gran estatura se tuvo que poner de
rodillas en la alfombra y con sus manotas �speras me sob� los muslos, yo sonre�
dispuesta a todo.



Mi esposo desapareci� unos instantes y nos quedamos solos, �l
se me acerc� a besarme y yo le correspond� completamente afiebrada; sent� su
lengua dentro de mi boca, era un beso cachondo de esos que hacen que se te moje
el calz�n de inmediato. Lo abrac� y jal� hacia m� y sent� sus hombros grandes y
musculosos muy tensos, dej� caer encima de m� su gran humanidad y aprovech� para
sobarme mis tetotas por encima de la blusa. Sinti� mis pezones paradotes y
ansiosos de ser succionados, abriendo completamente mi blusa, me chup� una y
otra teta bien rico; mientras que con ambas manos sobaba el interior de mis
muslos y avanzaba hacia arriba, haciendo con sus dedos a un lado el short y mi
pantaleta al mismo tiempo.



Sinti� el aroma de mi entrepierna bien mojada y me meti� un
dedo bien profundo, despu�s dos y hasta tres, los met�a y revolv�a dentro de mi
cuevita, y cuando los tuvo bien impregnados, los saco oli� y se los chup�,
indic�ndome que estaba riqu�simo el alm�bar de mi concha. Se puso de pie frente
a m� y yo entendiendo el gesto, le palp� la vergota por encima del pantal�n, y
la sent�a s�per parada. Desboton� su prenda y se la baj� de un tir�n, su enorme
macana salt� como impulsada por un resorte, grandota, curveada, morena,
magistral; un encanto de verga, con la cabeza pelona de un color m�s claro que
el tronco.



Vi que mi marido se hab�a desnudado, qued�ndose solo con su
trusa, estaba sentado al extremo opuesto a nosotros observando todo, tambi�n con
la verga bien parada.



Me acerqu� al paname�o y le ol� la verga antes de mam�rsela,
olfate� el aroma de su pubis y sus test�culos plet�ricos de leche; aspirando
profundamente ese olor de macho caliente que tanto me encanta, m�s si traen una
loci�n fina; d�jenme decirles que la mezcla de olores es cachond�sima,
afrodis�aco puro para hembras muy putonas como yo. Le leng�ete� toda la
extensi�n de su palote, sintiendo la textura de su morena piel, mientras que la
verga daba reparos como si tuviera vida propia.



Al llegar a la cabezota, le met� la punta de mi lengua en el
hoyito de mear y abr� mis labios para comenzar a meterme lentamente la cabezota
en mi boca. �l no resisti� m�s y me tom� de la cabeza por la nuca y me jal�
hacia �l, la verga se me fue hasta la garganta y casi me hace toser, pero mi
experiencia de mamadora me sac� adelante. Se la mam� un buen rato hasta que se
la ensaliv� completa, pues me urg�a que me la metiera. Hicimos la mesa de centro
para un lado y �l se acost� bocarriba ya sin ropa y me indic� que me montara
para formar un 69.



Me abri� mi peluda pepa y meti� su rostro en medio de mis
piernas, aspirando el aroma de mi panocha y despu�s el de mi culo; acto seguido
me mam� desde el cl�toris hasta el ano y regresaba para volver a empezar. Yo
tambi�n volv� a mamarle la verga prieta y a juguetear con sus colgados huevotes.
Ya bien calientes, me di la vuelta y me encaram� en �l, yo misma gui� con mi
mano aquel garrotote, pero antes de met�rmelo, lo tall� en los labios y vellos
de mi vulva que chorreaba y ped�a atenci�n a gritos; cerr� mis ojos y sent� como
la abultada cabezota aplastaba los hinchados labios de mi panocha, me volv� a
enloquecer de placer pues me encanta sentir un pitote caliente en esas partes
antes de comerme una verga.



Lo acomod� en mi cuevita y me dej� caer poco a poco,
ensart�ndome por completo en esa babeante �onga. Intent� clav�rmela por
completo, pero le ped� que no fuera brusco que me la metiera despacito, pues me
gusta saborear un buen garrote y sentir como la cabezota abre mis labios
vaginales y se adue�a de mi nido; saboreando cent�metro a cent�metro el tronco
que va invadiendo mi interior� Sent� un poco rasposa esa vergota, tal vez porque
era m�s gruesa y m�s larga que la de mi esposo.



Al tocar el fondo, sent� unos calambres quiz�s en el cuello
del �tero, ya lo dem�s fue dejarme caer con violencia en aquella estaca. Me
qued� sentadota saboreando esa macana, mientras �l me chupaba las tetas, me
mord�a la boca, y con sus manos me abr�a los cachetes de las nalgas, perforando
mi culo con sus toscos dedos; yo sent�a que me iba a desmayar de tanto placer.
Estando en esa posici�n gir� sobre mi propio eje y qued� de espaldas a �l para
que admirara lo culona que estoy y se diera un banquete de reyes con mi
riqu�simo trasero, pues lo oscilaba y me levantaba un poco, batiendo el
chocolate mientras bajaba y sub�a por ese dur�simo m�stil que me enloquec�a,
mientras �l se mov�a a mil por hora, prendido a mis nalgas.



Sent� que mi matriz se reventar�a a cada vergazo que me daba,
pero no me importaba, incluso le ped� que me la metiera hasta el tope, que me
partiera en dos pero que no dejara de limarme. Delirando como una perra en
brama, llam� a mi marido porque quer�a experimentar algo que vi en una pel�cula
porno, la de meterme dos vergas por la panocha, y esa era la posici�n adecuada.
Me recargu� en el pecho de mi amante y mi esposo se arrodill� frente a m�,
apunt� su larga y puntiaguda macana y me la meti� poco a poco. Sent�a mi vagina
muy apretada o estirada, pero la sensaci�n era excitante, �nica. El paname�o no
se pod�a mover, soportando mi peso encima de �l, pero mi esposo se daba vuelo
bombe�ndome.



Ambos quer�an eyacular, pues sus duros garrotes se tensaron
al m�ximo, les ped� que resistieran lo m�s que pudieran, pues me aproximaba al
orgasmo con las dos vergotas dentro de mi pucha. Mi orgasmo fue casi mortal,
sent� que me desmayaba al estarme viniendo a raudales, aquellos dos garrotes me
estaban destrozando de placer y cuando mi cueva se inund� de sus propios jugos,
mi esposo no resisti� la fricci�n al saberme la hembra m�s puta y sac�ndome la
�onga se puso de pie y me la meti� la boca, estallando en m�ltiples explosiones
de semen. Sent� los chisguetes dar justo en mi garganta y paladar, y golosa se
la mam� hasta que le saqu� la �ltima gota. Despu�s escup� el semen que lo dej�
resbalar entre mis tetonas, pues no quer�a ensuciar la alfombra nueva. �l corri�
a traerme una toalla.



Mi amigo me pregunt� si quer�a cambiar de pose y le ped� que
se sentara en una silla y abriera las piernas. Me le dej� caer otra vez de
espaldas y albergu� su robusto nabo nuevamente en mi golosa puchita. Como dicen
aqu�, me estuve matando sola a palos, hasta que alcanc� varios orgasmos, y el
paname�o al ver que mi papaya volv�a a chorrear, me avis� que �l tambi�n estaba
por terminar. Le ped� me los echara adentro, y parece que era lo que esperaba
porque sus mocos salieron disparados, rebotando en mis paredes vaginales, y
logrando salir hasta caer en la silla.



Me abraz� y me manoseo las tetas, yo qued� arriba de �l hasta
que se le puso fl�cida. Me levant� y me dirig� al ba�o que est� en mi rec�mara,
me met� a la tina y me di un buen ba�o de burbujas y creo que hasta dormit�,
pues me hab�an dado una soberana chinga; pero eso solo fue el principio de
muchas cogidas m�s con el paname�o.




Nalgadelia



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