Relato: Historias de Llafranch (03) - El Haren II



Relato: Historias de Llafranch (03) - El Haren II

EL HAREN II


La siguiente era una flor muy delicada llamada Ilo. Rubia con
pelo largo y liso que adornaba graciosamente con una diadema de flores; ten�a
una cara preciosa con ojos azules; largas piernas y pecho peque�o. Piel muy
clara e inmaculada como si no hubiera visto nunca el sol, pero ten�a peque�as
cicatrices en toda la cara anterior del cuerpo: pechos, costados, axilas,
vientre, pubis y muslos. Talle estrecho y caderas proporcionadas. Culo en
consonancia con el resto, redondo y provocador por su exquisita pulcritud. Ten�a
un semblante t�mido y recatado a pesar de su desnudez, ambas manos dejadas caer
disimuladamente sobre su sexo que se entreve�a peque�o y suave. Magn�fica para
ser atravesada y acabar como la puta de mi madre, pens� Flo con emoci�n. Para
comprobarlo le hizo repetir la operaci�n de mostrar sus agujeros a corta
distancia de sus ojos, notando un delicioso aroma emanando de sus encantos, lo
que le turb� sobremanera. Inmediatamente le vino a la cabeza el consejo de su
t�o, y decidi� que una vez en casa sus carnes y las de Age ser�an las primeras
en medir con el l�tigo, esperando que Arius las pudiera recomponer puesto que
ser�a una l�stima echarlas a perder.


Era la s�ptima hija de un rico hacendado de Palafrugell, cosa
rara puesto que las hembras tan f�rtiles y conejas eran cosa del pasado. A pesar
de ser la primera chica, su padre estaba hasta las narices de ver parir a su
mujer, y si ya de por s� el sentimiento de paternidad era m�nimo en la �poca, en
este caso era menos que nulo. Su madre era una mujer bell�sima pero tanto parto
la hab�a afectado de forma apreciable. Este ser�a el �ltimo, puesto que su
marido la repudi� y envi� a vivir con la servidumbre como una esclava m�s, justo
al d�a siguiente de parir. La ni�a creci� con sus hermanos para mal, puesto que
la utilizaron como juguete desde su m�s tierna infancia. Como era propiedad
particular de ellos, ning�n esclavo os� nunca tocarla. Ni siquiera hablar con
ella. As� que se cri� en la m�s absoluta ignorancia de la vida, que ella
identificaba con trabajar como una sirvienta de su familia y ser apaleada de vez
en cuando para diversi�n de sus hermanitos.


El padre y sus hijos eran muy aficionados a la caza y pasaban
largas temporadas, casi todo el tiempo en realidad, cazando en los vecinos
Pirineos, matando osos y preferentemente humanoides salvajes. Los primeros por
placer y para enmoquetar el suelo de sus pabellones particulares, y los segundos
por un placer todav�a mayor, sobre todo las hembras, ya que les encantaba su
carne. Cuando la peque�a ten�a doce a�os y ya ven�a sufriendo azotes y torturas
por parte de sus hermanos desde los cinco, fue violada por primera vez. No lo
hab�a sido antes porque aqu�llos ten�an a su disposici�n el har�n de su padre,
pero el mayor se fij� un d�a en ella mientras recog�a agua del pozo de la finca,
y vio pelitos en sus sobacos al levantar los brazos a alzar una garrafa. No se
hab�a percatado de que Ilo hab�a cambiado, a pesar de que la hab�a azotado
personalmente hacia un mes. Cay� en la cuenta de que lo hab�a hecho mientras se
proteg�a con ambos brazos el cuerpo, de manera que no se fij� en su pechitos de
adolescente. Adem�s, no la desnud� del todo y no apreci� su pubis con vello
rubio. Como siempre andaba con una discreta t�nica que le llegaba a las rodillas
como �nica ropa, ni cay� en la cuenta de en la belleza y voluptuosidad innatas
de su hermanita. Sin pensarlo dos veces de llam� a sus hermanos, ten�an un
esp�ritu gregario, y la llevaron a una estancia que llamaban el pabell�n de
caza, adornada con cabezas de oso y humanoides disecados.


All� la conminaron a desnudarse y apreciaron lo que se
estaban perdiendo. La inclinaron en un sitial hecho ex-profeso, algo muy com�n
en las casas bien, y uno tras otro la violaron, penetr�ndola por vagina y ano de
forma violenta y cruel. Ilo gritaba de dolor y de verg�enza no entendiendo nada
de lo que estaba pasando, puesto que en anteriores torturas sus hermanos nunca
hab�an hecho lo que estaban haciendo. Hasta llegaron a hacerlo de dos en dos,
obligando a Ilo a adoptar posturas rar�simas. Al fin, con el ano agrietado y el
himen destrozado, manando semen y sangre por sus agujeros muslos abajo, fue
colgada de unas anillas con poleas e izada por las piernas colgando, dejando el
suelo forrado de piel de oso hecho una pena por goteo de l�quidos. Sus hermanos
se pusieron en c�rculo alrededor de ella, cada uno con su flagelo favorito, y
fue azotada por puta. De izquierda a la derecha, el mayor utilizando un l�tigo
convencional que hac�a restallar en el pecho de Ilo, abriendo surcos en su piel.
El segundo con una vara de bamb� cuyos nudos se marcaban en el costado derecho.
El tercero portando una verga hecha con rabo de toro golpeando las nalgas. El
cuarto con una vara flexible que golpeaba a sus pantorrillas. El quinto usaba un
gato de nueve colas con el que desollaba en cada golpe la espalda y ri�ones de
la infortunada e inocente criatura. El sexto le sacud�a en el vientre de rev�s
con una rama de olivo, y por fin el s�ptimo, situado frente ella la pinchaba con
un punz�n, romo por fortuna para Ilo, en el monte de Venus muslos y ombligo. A
la tercera ronda al hermano mayor le fall� el golpe y fue a dar al imb�cil del
que ten�a enfrente en plena cara, con lo que se pusieron a pelearse entre ellos,
dejando en paz a Ilo, que ya hac�a rato que hab�a perdido el conocimiento.


Desde ese d�a, cada vuelta de cacer�a era m�s de lo mismo,
con el a�adido del padre que se sum� al carro d�ndola con un cable met�lico en
el bajo vientre; tres veces intent� escapar al o�r la llegada de la partida; en
vano. Mas a�n, constitu�a un aliciente m�s para los brutos que la buscaban por
los bosques vecinos como si fuera una pieza m�s de caza, lanzando los mastines a
su caza y captura, llev�ndose la muchacha alg�n mordisco y azote de propina. Los
per�odos de cacer�a los pasaba pl�cidamente cuidando jard�n, esperando que las
piezas cobradas fueran abundantes y que volvieran de buen humor, evitando al
menos ser flagelada m�s de la cuenta. El mismo d�a que cumpl�a quince a�os
coincidi� con la vuelta de los monteros que hab�an hecho porra. Ilo temi� lo
peor. Para su suerte, su virtuosa familia tuvo la feliz ocurrencia de sustituir
el asado de humanoide habitual en la noche de llegada, por asado de ser humano
que, a la postre, era lo mismo. As� que escogieron como v�ctima a su propia
madre y esposa. La tendieron desnuda sobre la mesa de carnicero que hab�a
construido para el menester con argollas para sujetar las piernas, brazos y
cuello de los humanoides que pod�an coger vivos. La sujetaron por las mu�ecas y
la pierna izquierda, justo en el tobillo, y entre cuatro tomaron la pierna
derecha abri�ndola hasta romper la articulaci�n de la cadera, mientras la mujer
aullaba como una ternera. Para hacerla callar le arrancaron la lengua con unas
tijeras y le cortaron las orejas, que reservaron para churruscarlas en el asado.
Depilaron su pubis y los sobacos y tomando un cuchillo de tocinero cortaron la
extremidad fl�ccida al nivel de la cabeza del f�mur para secar la pata como si
fuera un jam�n en su refugio de caza en uno de los valles del Valira, a dos mil
metros de altura donde hac�a un poco m�s de fresco. Despu�s la desguazaron
abriendo el vientre y sacando las entra�as: intestinos, �tero, p�ncreas, vejiga
y bazo, y aprovecharon los ri�ones y el h�gado. Limpia por dentro cortaron la
cabeza y manos que echaron a los perros y la colgaron de la �nica pata para que
se desangrara. Despu�s la atravesaron por la gu�a de la asadora, poni�ndola
sobre los apoyos, prepararon unas buenas brasas y la asaron al fuego lento
durante m�s de tres horas d�ndole vueltas un esclavo horrorizado. Les gust�
tanto y quedaron tan hartos que dejaran tranquila a Ilo esa noche. Buen provecho
y feliz cumplea�os.



La triste vida de Ilo se prolong� de esta forma los
siguientes tres a�os temiendo, con raz�n, que cuando su familia se hartara de
ella acabar�a en sus est�magos, hasta que por sorpresa, una inspecci�n de la
Hacienda Real lleg� a la finca. La familia estaba de caza, por supuesto, as� que
los inspectores se dedicaron a husmearlo todo. El padre de Ilo era catal�n del
Norte, al fin y al cabo un pa�s confederado al Reino de Arag� pero observado con
lupa. A base de sobornos el hacendado se hab�a mantenido lejos de la mirada del
fisco, pero Ibnrazin que proced�a del interior y odiaba a los polacos no era
c�mo Pirr�n y cuando tuvo ocasi�n mand� a su inspector jefe Borrell a sacar
pasta de los catalanes.


El jefe de la inspecci�n se fij� en Ilo que no hab�a perdido
un �pice de su belleza inocente, delicada y... bueno, muy lujuriosa, a pesar de
las se�ales del trato que recib�a. El padre volvi� a toda velocidad a intentar
salvar la situaci�n, es decir, a negociar los cuartos con el mandado real, que
consideraba corrupto como todos. Cuando el acuerdo estaba pr�cticamente
ultimado, el funcionario se interes� por Ilo de forma tal que el hacendado no
tuvo m�s remedio que regal�rsela como esclava, lo que cerr� el acta de acuerdo
mutuo inmediatamente. Para indignaci�n de sus hijos, Ilo parti� al d�a siguiente
con el s�quito real. El jefe de la inspecci�n no quer�a la chica para �l si no
para su hijo que hab�a quedado paral�tico en un est�pido accidente m�ltiple de
carromatos a causa de la niebla. As� que llev� a Ilo a una cl�nica especializada
que cur� las se�ales de l�tigo dej�ndola limpia y resplandeciente. Cuando la
mostr� a su hijo est� qued� estupefacto por la belleza de la muchacha. Todo
parec�a que iba a convertirse en una vida pl�cida para la nueva esclava,
haciendo compa��a al lisiado y distray�ndolo con canciones y lecturas pero �ay!
La fatalidad acompa�aba a la chica. El paral�tico hab�a quedado impotente en el
accidente, cosa que no quer�a admitir, no deseando otra cosa que tener una
erecci�n. Al ver al Ilo comenz� a concebir nuevas esperanzas, y como todos los
hombres se excitaba con los sufrimientos y torturas de las chicas, sobre todo si
eran tan hermosas como la que le hab�an regalado. Sin embargo, gustaba hacerlo
el mismo personalmente y con sus propias manos que eran como tenazas. Con sus
duras u�as una vez lleg� a desollar a una negra para despu�s hincarle los dedos
hasta arrancarle el coraz�n. Por fortuna para Ilo tambi�n hab�a perdido fuerza
pero el que tuvo retuvo.


As� que todas las ma�anas se ve�a obligada a tenderse boca
arriba en una mesa sujeta de brazos y piernas, bien abiertas en aspa, para
colocarse el sentado en su silla bien apoyado en un hueco redondo, donde con
s�lo agacharse pod�a morder casi cualquier parte de su cuerpo. Empez�
acariciando la suave piel arriba y abajo, pasando los dedos alrededor de y
rotando sobre sus suaves mugrones, pellizc�ndolos suavemente. Despu�s por las
axilas rascando apenas los brazos con las poderosas u�as. Le hurgaba el ombligo
lentamente bajaba hacia el pubis, enroscando los dedos en su vello. Ilo sent�a
una sensaci�n de placer que nunca hab�a conocido, apercibi�ndose que los pechos
se le endurec�an y que algo h�medo manaba dentro de ella. Cuando Cundo que as�
se llamaba el lisiado introdujo los h�biles dedos en el interior de su parrusa
separando sus labios mayores y acarici�ndole el cl�toris, �ste se puso duro como
una piedra. Ilo tembl� de placer mientras el pecho le oprim�a. El l�quido
chorreaba por la vagina. Cundo unt� los dedos en ella y se embadurn� el fl�ccido
pene intentando lo imposible mientras su mano izquierda masajeaba las tetas de
la ya traspuesta Ilo.


El pu�etazo seco y duro, de arriba abajo, con toda la fuerza
que da la desesperaci�n descarg� inesperadamente sobre el vientre de la esclava
que qued� sin respiraci�n. El siguiente descarg� sobre la teta izquierda
mientras las u�as de la otra mano se clavaban en el pez�n de la derecha. Hubiera
muerto ahogada all� mismo de no ser porque el paral�tico se puso a llorar con
desesperaci�n llev�ndose las manos a la cara mientras la artiller�a colgaba
inerte. Al recuperar la respiraci�n el dolor intenso la dej� sin sentido despu�s
de lanzar un grito desgarrador. La despert� un terrible mordisco en la figa que
le arranc� un trozo de carne y vello mientras Cundo junt� ambos pulgares cuyas
u�as eran puntiagudas y fuertes como tenazas tomando entre ambos el pez�n
todav�a dolorido por el golpe. Presion� con fuerza y casi lo arranca mientras un
chorro de sangre salpic� su cara. Ilo perdi� definitivamente el conocimiento, y
no lo recuper� hasta despertar en la cl�nica con todo el cuerpo vendado y presa
de un dolor inimaginable. El inspector jefe, cosa rara, amaba a su hijo y estaba
presto a cumplir sus caprichos pero aunque rico era lo suficientemente honrado
para no tener una fortuna personal suficiente para recuperar el material humano
estropeado, caro car�simo, as� que reconvino a su hijo Cundo para que dosificara
sus torturas, parando el suplicio cuando se desmayara su juguete, y procurando
no matarlas del todo. El bestia abr�a continuado hincando las u�as por todo el
cuerpo de Ilo despu�s de su p�rdida de conciencia hasta que con seguridad
hubiera muerto desangrada.


Despu�s de recuperarse Ilo fue llevada de nuevo en presencia
de Cundo. Cuando vio que de nuevo los criados las desnudaban y se dispon�an a
amarrarla al potro comenz� a gritar y vociferar como una posesa. Hicieron falta
cinco esclavos para reducirla y colocarla in situ mientras el joven se relami�
con perverso placer; intelectual, claro. El otro, ni de co�a. Los esclavos le
pusieron una mordaza e Ilo, presa de terror vio c�mo Cundo, sentado en su silla
desnudo ante ella tomaba con su mano izquierda su in�til polla, masturb�ndose en
un �ltimo e in�til intento de trempar, simult�neamente a pasar al suplicio. Con
su mano derecha agarr� unas tenacillas para poder dosificar el tormento, tal
como hab�a pedido su padre, y las dirigi� hacia el blanco vientre. All� comenz�
a dibujar c�rculos alrededor del ombligo, clav�ndolas en la blanda carne, y
presionando hasta reventarla ti�endo de rojo la bella barriguita. Ilo
manifestaba su dolor de la �nica forma de pod�a: sudando por todos sus poros y
me�ndose. Las heridas que produc�an los peque�os alicates deb�an tener unos tres
mil�metros, pero al poco rato, todo su vientre ten�a marcada una espiral
sangrienta que llegaba al pliegue del pubis. De ah� el torturador se dirigi� a
la teta que ten�a m�s cerca, la derecha. La primera incisi�n fue en su base,
continuando los pellizcos tambi�n en espiral y hacia arriba hasta llegar al
pez�n. Una cruz dibuj� entonces en cada pecho cruzando las redondas marcas.
Cuando se apercibi� que Ilo estaba sin sentido, chorreando sudor hasta hacer un
charco que le ca�a sobre su picha, mand� a un esclavo que reanimara a la pobre e
infortunada esclava, qu� se cag� al despertar con una mierda l�quida y verde. A
Cundo le gust� eso y le quit� las mordazas para o�r los gritos de espanto y los
gemidos desgarrados. Sin piedad hinc� los alicates afilados en la parte interior
del brazo derecho, el m�s cercano, justo donde comienza el vello de las axilas,
abriendo la piel como si de un retal de tela se tratara. Una vez el arco fue lo
bastante amplio, tomo con sus manos los rubios pelos para estirar la piel y de
paso desollar el sobaco, pero le resbalaban por estar totalmente mojados. As�
que lo hizo a la tremenda, hincando las u�as de sus tres dedos medios en la
carne abierta y de un estir�n salvaje se llev� toda la axila por delante, como
si de la cabellera de un indio se tratara, pas�ndosela por la cara y envolviendo
su picha con ella, como esperando poderes m�gicos que, por supuesto, nunca
llegaron. Ilo, ronca de gritar hab�a vuelto a perder sentido mientras Cundo,
dale que te pego a la manopla, bajo un manar continuo de sangre, sudor y
l�grimas, pisum y mierda. Retiraron a Ilo medio muerta, esta vez a un aposento
con un catre. Dos esclavos la ba�aron y untaron con pomadas y la dejaron
descansar convencidos que no durar�a otro asalto


Cuando al d�a siguiente fueron a despertar a Cundo lo
encontraron muerto. Se hab�a suicidado cortando su polla miserable y
desangr�ndose por la ca�er�a rota. Descanse en paz.



Ilo qued� maltrecha pero entera. Al cabo de seis meses sus
heridas cicatrizaron razonablemente, pero las huellas del martirio quedaron
visibles, sobre todo por la p�rdida total del vello axilar derecho.


A partir de la muerte de Cundo nadie le hac�a caso en la casa
y continu� siendo una chica dulce e inocente a pesar de sus pasadas
experiencias. Se adornaba con flores y hojas de colores, hasta que fue vendida a
Mussa.


Y esta que hace aqu�? pregunt� Flo a la vista de la �ltima de
las chicas, la pre�ada.


Hagamos otro par�ntesis y veamos su historia, que era un poco
singular, ya que esta chica era una humanoide de las monta�as como las que
cazaba el amigo de Palafrugell. En realidad eran pueblos que no quer�an saber
nada de la civilizaci�n y viv�an pl�cidamente en las monta�as pirenaicas. Su
�nico problema era los cazadores, los comedores de carne humana y algunas
batidas de negreros de poca monta, ya que estos seres en su mayor�a eran morenos
o negros, como muy oscuros, y se consideraba esclavitud de segunda fila. Una de
esas batidas de cazaesclavos dio con ella por casualidad en uno de los bosques
cercanos al valle del r�o Valira, mientras plantaba trufas en una cueva. Se
despist� al no o�r el cuerno de aviso. Ten�a trece a�os, morena aunque no negra
ni mulata, con una cara preciosa y piel suave aunque un poco peluda. Ya era una
mocita cuyos grandes pechos se evidenciaban bajo los huecos de la piel de ciervo
que la cubr�a. Antes de llevarla al campamento decidieron divertirse un poco: la
desnudaron, la abrieron de piernas, por cierto muy bien formadas, le miraron el
peludo co�o, abri�ndolo con los pulgares, y decidieron desvirgarla all� mismo.


La virginidad no era una virtud demasiado valiosa, as� que,
c�mo no iba a perjudicar su posible carrera como comida de gourmets, o como
esclava de segunda fila (?), se la hicieron los seis guardianes de Agentaria, la
compa��a negrera para la que trabajaban. Se la metieron por delante y por
detr�s. Por fortuna para ella ten�a la regla en ese momento, ya que las hembras
de las monta�as eran f�rtiles en su mayor�a. Al ver la sangre caer por sus
muslos pensaron que era por la p�rdida del virgo.


La presunta salvaje resisti� muy bien el castigo, sobre todo
gracias a su el�stico culo, que la salvar�a m�s de una vez en su negro futuro.
Fue llevada al campo de clasificaci�n en Olot, donde la registraron con el
nombre de Teme por ser el de la �ltima esclava que se hab�a vendido all�. Pronto
aprendi� a leer y escribir, y los guardias de campo abusaron con ella de la
follanda y sodomizanda porque era con mucho la esclava m�s sexy, aunque a su
pesar, porque era muy t�mida y recatada. No se qued� pre�ada porque los guardias
ten�an autorizaci�n del gerente y usaban cond�n; nunca se sabe lo que puede
pasar con las chotas de monta�a. Cuando ten�a dieciocho a�os fue trasladada a
Girona al mercado de esclavos con doce chicos y seis chicas. Ya llevaba m�s de
tres a�os sin ser violada por precauci�n de echarla a perder, pues el gerente
esperaba sacar buen dinero de ella como esclava sexual, que eran las que mejor
se pagaban, a pesar de su morenez. L�stima que no fuera rubia, que tuviera la
tez m�s clara, o que sacara m�s partido a su espl�ndido cuerpo caminando m�s
erguida o mirando de forma m�s seductora. Aunque los buenos gourmets escaseaban
en esa tierra de olor cerdo y mierda de vaca que siempre ha sido l�Empord�, la
compa��a no hab�a perdido la esperanza de hacer negocio.



La vistieron con un traje de gasas transparentes que le
llegaba justo a tapar el chocho. Llevaba bragas del mismo material que solo
transluc�a el negro y abundante vello p�bico. El vestido le ca�a desde los
hombros con un gran escote dejando los brazos a aire, y con un cintur�n de cuero
que se recog�a en su cintura. Con s�lo quitar los cierres met�licos de los
hombros, los tirantes caer�an y de cintura para arriba mostrar�a su espl�ndida
pechera.


El cabello, con una raya en medio ca�a suelto con media
melena. Los vellos axilares hab�an sido recortados y hab�an arrancado con pinzas
hasta la ra�z gran parte de ellos para que la depilaci�n durara una buena
temporada, pues no era moda tener una pelamenta tan abundante en los sobacos.
Era lo mejor de los veinte lotes de la subasta.



Desgraciadamente para la compa��a, el p�blico era
mayoritariamente granjero. A pesar de que el rugido fue general entre populacho
cuando el tratante solt� los amarres de los hombros, la mejor oferta no llegaba
al 50% de lo esperado. Este se lo pens�; lo consult� con el delegado de
Agentaria, y dudaron si la llevaban a Morvedre o Penyscola, grandes emporios del
vicio y de los buenos catadores, aunque tendr�a que competir con las walkirias
del Norte, blancas y rubias. Por fin decidieron venderla al ofertante: un
hacendado de Ultramort llamado Gil. En realidad este viejo pulgoso y f�tido la
quer�a para regal�rsela a la vaca de su esposa, tortillera de pro; y para
sacarla como diversi�n en algunas fiestas con sus amigos. Incluso con un poco de
suerte podr�a traspas�rsela a su buen amigo Mussa, el mejor cazatalentos del
Mundo Conocido.


A Gil ni pu�etera falta le hac�a Teme ya que ten�a a sus tres
mutantes. Era maric�n perdido. Adem�s, odiaba a las mujeres, sobre todo a la
suya. Prefer�a torturar a j�venes mancebos. As�, el marica con Teme y sus 4
muchachos partieron hacia el pueblo.



Cuando se la mostr� a su leg�tima, marimacho perdido, est� ni
espero a comer con su marido. Se la llev� a la siesta, la desnud� y qued� tan
excitada al ver su juguete que la figa le hizo charco en el suelo. La bruja la
manose�, le comi� el chocho y el culo, le mordisque� las tetas, le lami� los
pelos de los sobacos, el cuello, en su espl�ndida nuca, en las orejas, los dedos
de los pies; le meti� la lengua hasta el garganch�n, se la estac� en el culo.
Solo con eso se corri� tropecientas veces. Cuando parec�a que quedaba satisfecha
se at� a la cintura un cipote liso y reluciente de tama�o descomunal y haciendo
arrodillar a Teme la inclin� e introdujo por su ano; primero la embadurn� con
mermelada para lubricarla, metiendo despu�s la polla ortop�dica muy despacio.
Cuando vio que la esclava lo tragaba todo, la penetr� con violencia. Teme gem�a
de dolor, pero sus esf�nteres resist�an los ca�azos sin partirse. Cuando se
cans� del agujero negro le lleg� el turno a su co�o. Volvi� a lamerlo y besarlo
hasta que se puso chorroso. Ni el natural recato de la chica pod�a poner trabas
a la madre naturaleza. Despu�s se la estac� cuan grande era, y comenz� a
menearlo con violencia. Teme se corri� a su pesar, ya que ten�a muy a mano su
punto G. La bruja se cans� al final y se acost� con las patas abiertas, y se
durmi� mientras abrazaba a su esclava toc�ndole el chocho. As� comenz� su
estancia en Ultramort.


Teme pas� a pertenecer exclusivamente a la vieja. Esta la
ten�a a su entera disposici�n y todas las tardes y noches disfrutaba como una
cerda con sus encantos y atributos. Jugaba con ella como si fuera una mu�eca. La
vest�a y desvest�a, la ba�aba, le cortaba el pelo, le dej� crecer la pelamenta
de los sobacos hasta dejar una abundante y lisa cabellera negra, asomando por
sus vestidos con tirantes. Le encantaba el olor a sudor que emanaba de sus
axilas. Nunca redujo sus espesos, ensortijados, negr�simos cabellos p�bicos, ni
siquiera los que, bajando por la regata inferior, cubr�an sus abultados labios
sexuales. Incluso el ojete del culo estaba lleno de vello. S�lo depilaba sus
piernas perfectas y bien torneadas, y m�s bien poderosas que gr�ciles. Era una
belleza salvaje y turbadora hasta el paroxismo. As� transcurrieron dieciocho
meses llevando una vida relativamente c�moda, puesto que se hab�a habituado a la
concupiscencia. S�lo era azotada muy de cuando en cuando, si su ama se pon�a de
muy mal humor y cometiera alguna falta, como romper un vaso o tirarse la sopa
por el vestido.



Hasta que para su desgracia lleg� un se�alado d�a: Gil dio
una fiesta con invitados en la finca. El marica degenerado de Gil suministraba
pienso a las granjas y haciendas ganaderas de los alrededores. Uno de sus
mejores clientes era un hacendado vecino de Palafrugell. Este iba a cerrar el
trato cuatrienal con Gil en el curso de una comida. Se present� en la finca
acompa�ado de sus seis hijos. Teme contra la opini�n de su due�a fue obligada al
incluirse en la servidumbre dada su buena presencia. Adem�s, despu�s de ser
convencida por su esposo de que la pela era la pela consinti� en que la
vistieran de la misma insinuante forma con que la hab�a comprado como esclava.
Cuando los comensales ocuparon sus sillas reclinadas y apareci� ella con sus
pelambreras asomando de sus carnes deliciosas, apenas distinguidas bajo las
transparencias, los siete de Palafrugell se quedaron bocavadats. Era lo m�s
excitante que hab�an visto desde hac�a dos meses, en que su esclava favorita,
hija del padre y hermana menor de los seis, hab�a sido objeto de una transacci�n
comercial con el Fisco estatal. De todos sus m�ltiples atributos, los pelos del
co�o asomando de las bragas transparentes les puso a cien. En la sobremesa se
cerr� el trato, que incluy� una cl�usula adicional: Teme ser�a cedida para uso y
disfrute de la familia desde la hora de la siesta hasta el amanecer. Por
presiones de la mujer, Gil lleg� a renunciar a un contrato a perpetuidad para
venderla a los libertinos.



Cuando la muchacha fue entregada en el pabell�n de invitados
los 7 elementos la estaban esperando desnudos y con las vergas empalmadas. No se
andaron con rodeos: le desgarraron los tules sin ning�n miramiento y le pusieron
a 4 patas. La penetraron uno por uno peleando por ver qui�n iba primero, primero
por el ano, despu�s por la vagina, nuevamente por el ano, y as� sucesivamente. A
las tres corridas, cuatro de ellos cayeron agotados. Los otros no parec�a que
iban a detenerse. El semen encharcaba el suelo y las colchas de los lechos.
Quedaron todos extenuados y orde�ados, aunque no el m�s peque�o que era medio
mong�lico, que sigui� d�ndole un par de polvos m�s, hasta que cay� rendido con
los huevos encogidos y secos. Hab�an pasado m�s de seis horas violando a Teme
que estaba semiinconsciente. Sin dejarle tiempo a recuperarse la cogieron y
colgaron de los pies separ�ndolos lo m�s posible, despu�s de haber atado sus
brazos detr�s de la espalda. La izaron dejando su cabeza apenas toc�ndole suelo
y sus cabellos negros descolg�ndose sobre �l. Despu�s de descansar un rato
volvieron a la carga. Durante otras tres horas la volvieron a penetrar de dos en
dos, inclinando sus vergas hacia abajo. La leche se derramaba por el vientre y
por su pecho baj�ndole hasta su cara y cabellos que estaban empapados de semen y
sudor. Ya en el l�mite de sus fuerzas y cuando las fuentes estaban m�s que secas
y los cipotes arrugados y escocidos (imaginemos como estar�an los conductos de
Teme), pasaron al tercer acto despu�s de tomar un tentempi�. A falta de l�tigos
y vergas tomaron sus correas y propinaron una soberana paliza a la pobre chica,
d�ndole por cada parte de su cuerpo con las hebillas, sobre todo a los chochos,
tetas, culo y vientre pero sin descuidar el resto: muslos, espalda, brazos.
Incluso en su cara y cuello arrearon sendos zurriagazos. Aprovechando los
�ltimos momentos antes de amanecer comenzaron a darle patadones con sus botas de
monta�a, tres de ellos en la nuca. Una �ltima coz le dio un pleno rostro cuando
llamaban a la puerta para pedir su devoluci�n.



Cuando la vio su ama maldijo a su marido, a los brutos pero
sobre todo a la pobre Teme por tener un cuerpo tan lascivo. Estaba echada a
perder. La tiraron a la paja de las caballer�as sin siquiera curar sus heridas.
De no haberse criado Teme en las monta�as hubiera muerto a las pocas horas, pero
se recuper� en menos de un mes aunque con el cuerpo lleno de se�ales. Al ser
llevada de nuevo a presencia de su ama, est� ten�a una nueva Barbie, que su
marido hubo de comprar para no o�r a su mujer. La bruja comenz� a re�r a
carcajadas, a contarle los cardenales y cicatrices, para despu�s, con la
colaboraci�n de su mu�eca, desnudarla, atarla y azotarla encima por puta.
Despu�s se la follaron de nuevo con sus cipotes ortop�dicos y la volvieron a
enviar a las cuadras a trabajar.


Lo peor aun no hab�a llegado, estaba pre�ada. Tanto semen
depositado en su higo durante la noche de autos hab�a producido el milagro. A
los tres meses se hizo evidente su estado. El amo era partidario de dejarla
tranquila, que tuviera a su hijo, y venderlo a algunos amigos a los que les
gustaba mucho la carne tierna; al fin y al cabo era hijo de humanoide, pero su
mujer se neg� en redondo. Ella y Barbie se hab�an convertido en unas arp�as
s�dicas y la reclamaron para que se hiciera con ella un escarmiento ejemplar.
As� que Gil mand� encadenarla en el patio en una especie de barra, colgada por
los brazos con argollas en las mu�ecas, mostrando sus abundantes cabelleras. Las
piernas abiertas descansaban en otra barra con nuevas argollas en los tobillos.
Estaba totalmente desnuda con su vientre ya abultado por su pre�ez de cuatro
meses. All� la dejaron en exposici�n p�blica. Todos los d�as atardecer, a la
vuelta del trabajo, recib�a veinticinco vergazos delante de toda la servidumbre
en su bombo, con alguno de propina a sus voluminosas tetas. Por la ma�ana
temprano y al anochecer le daban alimento para mantenerla viva. As�
transcurrieron 15 d�as hasta que tuvo lugar una visita inesperada: el amigo
Mussa. Este se apiad� de esos culos y esas tetas tan apetecibles, porque era un
buen catador, y pensaba que le reportar�an buenos dividendos, puesto que en
Penyscola comenzaban a cotizarse las pieles m�s doraditas. As� que Gil, no sin
gran cabreo por parte de su mujer, la malvendi�, aunque la mala puta exigi� que
en el contrato hubiera una cl�usula por la que la esclava seguir�a recibiendo
veinticinco vergazos en su vientre durante los nueve meses de embarazo, aunque
abortara antes de tiempo.



Musa se la llev� a su finca donde la cur� adecuadamente.
Estaba extra�amente prendado de ella.


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Relato: Historias de Llafranch (03) - El Haren II
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