Relato: El remplazo

El d�a amaneci� lluvioso; tome mi desayuno en compa��a de mi mujer quien se hab�a aprestado a prepar�rmelo para que me fuera pronto al aeropuerto y as� evitar que me dejara el avi�n. Llevaba diez a�os viajando por todo el Pa�s, ausent�ndome de la casa por varios d�as en cada correr�a, por esa raz�n, para evitar que Margarita se sintiera sola durante mis ausencias, acordamos comprar un cachorro de Akita Japon�s; al que bautizamos Coloso.
El tiempo fue pasando y Coloso se convirti� en un miembro m�s de la familia; Margarita le prodigaba todo tipo de cuidados, inclusive, para la celebraci�n de su primer a�o le organizo una fiesta de cumplea�os, a la que invito a todas sus amigas con sus mascotas. Afortunadamente no hab�a ninguna perra en celo porque conociendo la fortaleza de Coloso, mu hubiera habido ning�n otro perro que se interpusiera al deseo de montarla.
La tarde trascurri� animada y obviamente el tema de conversaci�n entre las asistentes ten�a relaci�n con las caracter�sticas y las capacidades de cada uno de los canes para hacerse querer de su due�a. Por la noche Margarita me conto como el Pastor Alem�n de Clarita constantemente le met�a el asico en la entrepierna para olfate�rsela con insistencia a lo cual yo le respond� que con seguridad Clarita ten�a su perro acostumbrado a la leche condensada, para significar con esto que lo ten�a adiestrado para lenguetearla y de pronto, porque no, montarla.
Margarita me increpo y me dijo que como era de malpensado; que adem�s, como iba a ser capaz Clarita de permitir que el perro le metiera ese pene tan grande que se le ve�a. Yo le respond� que en parte el �xito con su due�a estaba dado por el tama�o del pene; pero que adem�s el nudo que se le armaba era el que le generaba una satisfacci�n mayor al abotonarla. Le explique en qu� consist�a el abotonamiento pero no me crey�. De todos modos, note en ella algo de excitaci�n, la cual se le dejaba entrever por la rigidez de su rostro. A mi tambi�n me invadi� una sensaci�n agradable y pens� e darle un poco mas de fuego a la calentura.
Me dirig� al estudio y en el PC busque una p�gina de zoofilia; cuando ya la tuve lista, llame a Margarita para que presenciara la m�s poderosa sesi�n de lengua, por parte de un Pastor Alem�n, a su posiblemente due�a. Note como mi mujer, se mov�a nerviosamente en la silla; estire mi mano y la met� en su entrepierna y la sent� como hac�a muchos a�os no la sent�a. Pens� que tal vez jam�s la hab�a sentido as�. Busque otra pel�cula y encontr� precisamente un Akita cogi�ndose en posici�n de perrito a una hermosa mujer. Aqu� s�, la excitaci�n fue mayor. Me pidi� que la clavara ah� mismo que no aguantaba m�s. La verdad yo tampoco aguantaba m�s voltaje; adem�s si se tiene en cuenta que ya ten�a unas ideas que me estaban madurando en mi mente. No lo pens� dos veces, desnude a Margarita y sin siquiera met�rselo, note que se vino dos veces seguidas. Follamos como locos durante un buen rato.
Pasaron algunos d�as sin que volvi�ramos a tocar el tema de los videos de internet. Una noche, le pregunte a Margarita como le hab�an parecido los videos que hab�amos visto, a lo cual, haci�ndose la tonta pregunto, cuales?. Le respond� que teniendo en cuenta la excitaci�n de esa noche, yo no cre�a que hubieran pasados tan desapercibidos como para no recordarlos y mucho menos cuando yo notaba que su forma de mirar a Coloso hab�a cambiado. Me reprocho diciendo que eso le parec�a muy sucio y que los perros portaban muchas enfermedades. Yo le respond� que al igual que a Coloso, las due�as les prodigaban muchos cuidados que inclu�an mucho aseo y no dejarlos juntar con otros perros y que adem�s, tampoco los dejaban estar con otros humanos diferentes de ellas para evitar contagios.
Parece que di en el clavo porque su inter�s se hizo mayor y luego de hacer varias preguntas me pidi� que buscara nuevamente la p�gina de internet para ver otras cogidas. Buscamos dos o tres y le deslice la pregunta �quieres ensayar con Coloso? Algo dubitativa mas por verg�enza que por gana, dijo que s�. Fui inmediatamente a abrirle la puerta del patio a Coloso. Como siempre que lo dej�bamos entrar a la casa, entro alegre moviendo la cola. Margarita no sab�a qu� hacer y Coloso menos. La ayude a desvestir y note que por su entrepierna bajaba abundante l�quido lubricante. Llame a Coloso y lo inste a que le oliera la rajita. Al comienzo solo olfate� con algo de desd�n, poco a poco fue pasando su lengua, primero por los labios externos y el cl�toris y luego fue profundizando para buscar m�s de ese l�quido que le hab�a gustado. Mi mujer se dejo venir con dos o tres orgasmos y me pidi� que la clavara. Como yo estaba a punto de reventar, lo �nico que alcance fue a bajarme los pantalones y una vez se la tuve adentro me vine sin siquiera necesitar un movimiento. Coloso continuo hurgando con su hocico y lamiendo la mescla que hab�amos logrado.
Al d�a siguiente, le suger� a Margarita que pusi�ramos en pr�ctica unas recomendaciones que hab�a le�do en internet para lograr que ella fuera montada por Coloso. No dudo en decir que si; expreso que si los leng�etazos hab�an sido tan deliciosos, val�a la pena explorar una buena clavada; que si yo la ayudaba lo intentar�a. Una vez desnuda hicimos entrar a Coloso y la anime para que empezara una lenta masturbaci�n del perro. En un principio el animal no entend�a lo que pasaba pero echaba sus orejas para atr�s en muestra de placer. Despu�s de unos cuantos manotones, Coloso comenz� a hacer los movimientos de cadera y a agrandar su pene; Margarita sinti� mucha emoci�n la cual expreso con una mojada fenomenal y con la actitud de ponerse en cuatro patas para ser penetrada. Tome a Coloso por sus patas delanteras y se lo eche encima; ella se inclino hacia adelante y separo sus piernas, dejando la cabeza mas abajo que su rajadura, mientras yo le dirig� su pene hacia la vagina de mi mujer, pagi�ndolo poco a poco para que siguiera haciendo los movimientos de b�squeda de la penetraci�n. Despu�s de un rato de no entender que pasaba el animal sinti� la abertura de mi mujer y la penetro profundamente, rode�ndola con sus patas por la cintura y apret�ndola fuertemente; la abotono inmediatamente y despu�s de varios movimientos desesperados, entre los gritos de excitaci�n y dolor de Margarita, quedo quieto. Le pregunte a mi mujer por lo que sent�a y me narro la sensaci�n de estar sintiendo frotada su zona G con movimientos intermitentes acompa�ados de abundante riego dentro de su serv�s. Los orgasmos se le fueron viniendo uno tras otro mientras yo hacia lo posible para que Coloso no se desabotonara bruscamente. Creo que pasaron unos quince minutos hasta que el animal se bajo e hizo pegar a Margarita el �ltimo quejido de placer.
Hoy viajo tranquilo, pensando que Coloso ser� el que acompa�a a Margarita y la hace feliz con ese tama�o de pene que ella en principio no cre�a que se pudiera comer y que hoy no quisiera dejar por fuera.

Artueuri

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