Relato: Sadismo sat�nico: El secuestro de Isabel



Relato: Sadismo sat�nico: El secuestro de Isabel

INTRODUCCI�N


�ste es un relato de pura motivaci�n sadomasoquista. No en la onda BDSM, sino en la del puro placer en la crueldad, sufrimiento, dolor y muerte, recre�ndose en el morbo del sadismo m�s criminal y brutal.. T�ngase ello en cuenta antes de seguir leyendo. Igualmente que se trata tan s�lo de una fantas�a, debiendo saber diferenciar entre �sta y los deseos de realidad. Nada m�s lejos de mi intenci�n que el ver algo como lo relatado materializado.

Una vez tenido en cuenta ello, l�ase bajo responsabilidad de cada cual. Comentarios, aplausos, cr�ticas, insultos� son bienvenidos. Tanto o m�s los segundos que los primeros, por cuanto es convencida masoquista la que esto escribe. No se corte nadie pues y tenga total libertad para expresar lo que la lectura de este relato le inspira en cuanto al mismo, la persona de la autora, su difunta madre� en la certeza de que ser� agradecido y debidamente respondido.

Mi email:

Saludos.



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Fue all� a finales de los 80, que mi familia hubo de trasladarse a vivir a Noruega por una temporada. Mi padre, que era diplom�tico, fue destinado en aquella �poca a aquellas n�rdicas y glaciares tierras, que a m� se me representaban entonces como un deplorable destino helado, pero que ganaron un lugar en lo m�s profundo y cierto de mi coraz�n, del cual ya nunca saldr�n y me acompa�ar�n en �l hasta que me reclame la Parca.

Mi nombre es Atenea. Atenea A. M. Mi padre, irredimible enamorado de la mitolog�a cl�sica, as� lo quiso. A mis 14 a�os, dec�an que ya era un verdadera damita, cuya hermosura hac�a en todo honor a la de la diosa guerrera, cuyo nombre tan orgullosa portaba. No eran lacios y rubios como los suyos mis cabellos, ni claros mis ojos, sino negros y ondulados los unos, color avellana los otros. Ojal� el capricho de la gen�tica hubiera querido que tambi�n me pareciera a ella en eso, pero la verdad es que nunca pude quejarme. A pesar de todo y como dije antes, segu�a siendo una adolescente bell�sima. S� hered� su porte y talle, llegando ya en aquella edad a 179 cms mi estatura, que un a�o m�s tarde alcanzaron los al 181, donde ya se plantaron. Es curioso, pero �sta ha parecido ser una constante en mi evoluci�n de ni�a a mujer. Me desarroll� como tal muy bien y pronto, pero, a partir de los 15 a�os m�s o menos, pocos y muy suaves cambios experiment� ya mi cuerpo. Mis pechos, por ejemplo, tambi�n resultaron muy voluminosos para una chica que reci�n asomaba a la adolescencia, pero ya no crecieron m�s despu�s y han llegado a ser unos de tama�o medio para la mujer ya desarrollada que soy hoy, manteniendo adem�s su belleza y firmeza. Pero bueno, �sto tiene su historia, en la que influy� algo m�s que la gen�tica, y no me estoy refiriendo a la cirug�a o similar.

Oslo es precioso. �Qu� os voy a contar de los fiordos, sus costas de aguas de un azul intenso, transparentes y g�lidas, o de los n�rdicos glaciares que dieron origen a los legendarios gigantes de hielo, mortales y eternos enemigos de los dioses argardianos? �Qu� de la aurora boreal o del sol de medianoche? Quien no lo ha visto con sus ojos y ha sido testigo de ello, jam�s podr� hacerse cuenta de lo que al esp�ritu, que ante tales y tan soberbios espect�culos de la Naturaleza se encoge en su humildad, significa; quien s� lo hizo, jam�s lo olvidar�; quien all� vivi�, languidecer� en cualquier otro lugar.

Junto a mis padres y mi hermana peque�a, nos instalamos en una casa tradicional, que all� vienen a ser una especie de chalets de madera, en una zona perif�rica de la ciudad. A esa edad, andaba yo, evidentemente, m�s pendiente de los chicos que de cualquier otra cosa. Lo que digo de la tierra, vale tambi�n para sus hijos. Nunca hab�a visto yo gente tan bella y en tanta cantidad, hasta que all� llegu�. Aut�nticos dioses n�rdicos, tanto ellos como ellas, de rubios cabellos, piel blanqu�sima y ojos claros de una belleza tal que resulta dif�cil plasmar con palabras. Acostumbrada al eterno sol mediterraneo, hab�a acogido con abatimiento y desilusi�n la noticia de aquel traslado, pero, desde el momento en que all� llegu�, me enamor� de aquella tierra y olvid� para siempre a la m�a natal.

Yo, que en intelecto he heredado tanto de la diosa que me presta su nombre, como en belleza, a aquella edad ya hablaba 4 idiomas. No habiendo por aquel entonces ninguna espa�ola por all�, fui matriculada en una escuela alemana, cuya lengua era una de las que dominaba perfectamente, para cursar el equivalente a nuestro 1� de BUP de entonces. Siendo el idioma germ�nico hermano del holand�s, sueco, dan�s y dem�s n�rdicas, no tard� en empezar a ir manej�ndome en noruego.

Ten�amos un vecino. Un hombre entrado en la cuarentena, de aspecto atractivo y elegante, pero que, no obstante, resultaba inquietante por alg�n motivo. Sus ojos, de un azul intenso, evocaban las aguas del g�lido mar del norte. Me miraba con deseo y desprecio que no se preocupaba en ocultar, y yo me sent�a molesta e inc�moda. Me miraba las tetas sin recato, sin ning�n tipo de disimulo. Normalmente es de esperar que un var�n de su edad se corte un tanto al mirar de esa manera a una ni�a, pero no era el caso del tipo. Ni mucho menos. Al contrario, me miraba los pechos, el culo, las piernas... me miraba de arriba abajo, con un aire de superioridad que lo hac�a odioso y era yo la que hab�a de bajar la mirada cortada. Nunca les dije nada a mis padres. Aquel hombre me daba miedo. Esa mirada que te taladraba, te hac�a sentir un fr�o glaciar interior. Sent�a algo as� como si estuviera pisando la sombra de un dios y lo que menos me apetec�a era hablar del tema.

En esa edad andaba, vista mi decimocuarta primavera y camino de la media treintena, cuando una tarde, al regresar del colegio, alguien me asalt� por la espalda al pasar ante una furgoneta blanca. Obstruy� mi boca y nariz con un pa�uelo impregnado en cloroformo. Me vi entrando a la fuerza en el veh�culo y, a los pocos segundos, la consciencia abandon� mi cuerpo.

Cuando despert�, me encontr� en una especie de bodega de techo muy alto, acondicionada como c�mara de tortura. Grilletes en las paredes, l�tigos, instrumentos de tormento medievales, horno con carbones ardiendo y fuelles... Yo misma me encontraba desnuda y atada a una cruz en forma de X. Reconoc�a algunos de aquellos instrumentos. Una silla de p�as, una dama de hierro, un potro... peras de brazos met�licos que se introduc�an en la vagina de las ad�lteras o en el ano de los homosexuales y, una vez dentro, se abr�an mediante un mecanismo de rosca, desgarrando las entra�as... Me sent� aterrada y comenc� a llorar.

Entraron entonces tres personas. Dos hombres, uno de unos cincuenta y tantos a�os, el otro en la sesentena, y una mujer, tambi�n cincuentona, pero cuidada y atractiva. Como dije, era una chica inteligente. Muy inteligente. Sab�a que iba a morir. No pod�a ser de otra manera cuando mostraban sus rostros sin cubrir. Presa ya de la m�s profunda desesperaci�n, romp� definitivamente a llorar.

-Por favor... no me hag�is da�o. �Har� lo que quer�is, pero no me mat�is!

Ni siquiera me contestaron, limit�ndose a re�r y magrearme los pechos, las nalgas y todo lo que les vino en gana. Evidentemente mi sufrimiento les divert�a. Luego me dejaron sola.

Poco m�s tarde, entraron dos mujeres, aparentemente criadas. Me soltaron y me condujeron a otra habitaci�n, donde me peinaron y me vistieron de colegiala sexy. Ya sab�is; coletas, camisa blanca muy ce�ida, minifalda tipo escocesa y muy mini, que dejaba asomar las cachas de mi culo... sin nada de ropa interior, por supuesto. Yo me dejaba hacer abatida, pero una esperanza naci� en m�, pues tambi�n me ti�eron de rubia y me pusieron lentillas azules. Pens� que si hac�an aquello, era porque deb�an pretender variar mi aspecto para dificultar el ser reconocida, lo cual implicaba que quiz� no fueran a matarme. �Pobre ingenua!

Tras volver al cuarto de tortura y pasar varias horas en �l, volvieron mis tres atormentadores, esta vez acompa�ados por... mi vecino. Se acerc� a m� y, tras manosearme los pechos todo lo que quiso, apret�ndolos y haci�ndome bastante da�o, me soltaron.

-�Asquerosa puta espa�ola! �Ni te�ida de rubia pareces aria!

Sin m�s y sin ning�n tipo de necesidad, me derribo de una sonora bofetada sobre un camastro que all� hab�a. Y digo sin ning�n tipo de necesidad porque, evidentemente, una ni�a de 14 a�os, asustada y paralizada por el terror, hubiera hecho todo lo que hubiera querido aqu�l canalla con s�lo ped�rselo. Con el labio ensangrentado, lo vi acercarse hacia m� como una bestia furibunda con ansias de sangre.

-�No, por favor...! �No me pegues!

Mi suplica s�lo consigui� excitarle a�n m�s. Arroj�ndose sobre m�, comenz� a abofetearme con violencia, con una sonrisa diab�lica en su rostro y enardecido por las risas de los otros 3. Yo apenas pod�a cubrirme con mis bracitos, ni defenderme con mi fuerza de la de aquel hombret�n, de m�s de 190 cms de altura y bastante corpulento. Afortunadamente, su propia furia y excitaci�n acab� por vencerle y, abandonando toda racionalidad y vestigio de humanidad, destroz� mi blusa, arrancando los botones de un violento tir�n para devorarme los pechos. Y digo ahora devorarme, porque lo que me hizo no puede llamarse de otra manera. Con sa�a mordi� mi tierna carne y mis pezones, produci�ndome un dolor atroz, mientras mis brazos permanec�an inmovilizados por los suyos y yo totalmente indefensa y expuesta. Pens� que iba a mutilarme con sus dientes, y esperaba de un momento a otro sentir lacerar y desgarrar mis tetas, pero por alg�n motivo, no lo hizo.

Fue algo inhumano. Me viol� sin ning�n tipo de compasi�n ni miramiento. Yo ya hab�a dejado de ser virgen antes de llegar a Noruega, tambi�n fui precoz para eso, pero nada parecido a aquello. Las pocas veces que me hab�an penetrado anteriormente, hab�a sido con dulzura y cuidado, y lo hab�an hecho chicos que me llevaban poca edad de diferencia. En cambio, ahora lo hac�a una bestia desbocada, haci�ndome sufrir enormemente. Pero, si pensaba que aquello ser�a el culmen de mi sufrimiento, pronto pude comprobar lo equivocada que estaba, y lo que se puede llegar a sufrir cuando tu agon�a es el placer de tu atormentador.

Con gran violencia, me hizo girar sobre el colch�n y, escupiendo sobre mi orificio posterior, me penetr� hasta el fondo de un s�lo golpe de ri�ones, arranc�ndome un alarido que las gruesas paredes de piedra se encargaron de ahogar, y que de otra manera estoy segura de que hubiera podido escucharse en al menos un par de Km a la redonda. Lubricado por mi propia sangre que abundante manaba e mi ano totalmente desgarrado, me foll� el culo sin ning�n tipo de piedad, hasta que finalmente sac� su polla de �l para, volvi�ndome de nuevo, correrse en mi boca y obligarme a tragarme toda su leche.

Despu�s de �l me violaron los otros dos y aun orinaron sobre mi cuerpo para completar la humillaci�n. Incluso ella, coloc�ndose de cuclillas sobre la cama, una pierna a cada lado de mi cara, lo hizo directamente sobre mi cavidad bucal, oblig�ndome a tragarlo todo. Despu�s, me ataron las mu�ecas a una cuerda que, tras pasar sobre una viga de madera que cruzaba la estancia a unos 4 metros de altura, se enrollaba a una polea. Como si se tratase de lo m�s divertido del mundo, tiraron de ella para suspenderme en el aire. Mi vecino se acerc� hasta m�. Sonriente, s�dico... diab�lico.

-Vas a morir. Esta noche lo har�s asesinada en un ritual sat�nico, pero antes nos divertiremos en �l produci�ndote todo el dolor que tu cuerpo pueda soportar. Abre la boca.

-�Q... qu�?

Un pu�o de hierro en la boca de mi est�mago, sac� de �l todo el aire que conten�a y me dej� ag�nicamente sin respiraci�n.

-Cuando un ser superior te de una orden, obedece al instante, puerca. �Abre la boca!

No os� preguntar esta vez, obedeciendo en el acto. Con todo el desprecio del mundo, carraspe� entonces su garganta y escupi� dentro de ella.

-Tr�gatelo.

Obedec� sin dudar de nuevo.

-Tira de la polea �le dijo entonces al otro-. Quiero ver a esta puerca colgando bien alto hasta la hora.

Tras hacerlo, se fueron dej�ndome as� suspendida, mis brazos ardiendo en agon�a. Romp� a llorar abatida. La psicolog�a humana es una locura. En mi desesperaci�n, comenc� a pensar con horror en todo lo que me estaba pasando, y en lo que a�n estaba por venir. Nunca entender� por qu� ni c�mo fue posible. Supongo que debi� tratarse de alg�n mecanismo de defensa de la mente, que ante lo inevitable busca las alternativas posibles para evitar el mayor sufrimiento posible, pero, en alg�n momento, comenc� a sentirme excitar con todo aquello. Casi imperceptiblemente al principio, pero m�s y m�s cada vez, hasta sorprenderme totalmente cachonda. Y eso fue lo que me salv� la vida. Bueno, aquello, y el error de mis torturadores, provocado por su propio abandono a sus pasiones.

Me hab�an alzado mucho en el aire. La viga estaba cerca. Demasiado. Durante a�os hab�a practicado la gimnasia r�tmica, y mi condici�n era la de una joven atleta. Minutos antes, el ag�nico dolor de mis brazos me hubiera impedido cualquier tipo de intento, pero ahora era diferente. Lejos de suponerme un freno, me gustaba ese dolor. As� pues, no tuve mayor problema en, tirando sobre todo de abdominales, alzar mis piernas y, doblando mi cuerpo, levantarlas para cruzarse sobre la cuerda primero, sujetarme a la viga despu�s. Un esfuerzo m�s, y estaba encaramada sobre �sta, desatando el nudo que aprisionaba mis mu�ecas con los dientes. Una vez libre, salt� al suelo.

En la seguridad de que me hab�an dejado totalmente indefensa, no se molestaron mis secuestradores en cerrar la puerta con llave, as� que no tuve mayor problema en salir de la c�mara. Algo m�s complicado fue, tras subir las escaleras que daban a las estancias superiores, avanzar por la casa y ganar el exterior. Incluso hube de abatir a una de las criadas que obstaculizaba el camino a mi libertad. Preparando una mesa de espaldas a m�, no se apercibi� mi presencia, y sin m�s la golpe� en la cabeza con un gran cenicero, dej�ndola inconsciente. Ya fuera de la casa, ech� a correr sin direcci�n ni rumbo prederterminado. Me encontraba en la monta�a, semidesnuda con mi destrozado un uniforme de colegiala, y no me detuve hasta tener la confianza de haber puesto 2 o 3 Kms de por medio entre m� y aquel infierno. S�lo entonces me permit� detener para recobrar aliento.

Sentada contra el tronco de un gran abeto centenario en un bosque lleno de ellos, fui recuperando la normalidad en mi respiraci�n mientras pensaba en todo lo que me hab�a sucedido. Sent�a que me dol�a todo el cuerpo y, ahora en fr�o y ya sin la tensi�n que provoca la lucha por sobrevivir, fui consciente de nuevo del dolor en mi culo. Un dolor atroz. Un dolor que, con toda seguridad, ahora, ya en fr�o, ralentizar�a much�simo mi capacidad de avanzar. Como dije antes, la psicolog�a humana es una locura.

Quiz� los que nos creemos cuerdos seamos los m�s locos, y los que tenemos por locos, los m�s cuerdos. Sintiendo aqu�l dolor, fui poni�ndome cachonda de nuevo. Llegada a un punto, ya era yo misma la que lo buscaba, toc�ndome e introduci�ndome los dedos para hacerme da�o conscientemente. Llegu� as� a un punto de calentura en que resulta imposible pensar con claridad y, contra toda sensatez y sentido com�n, hice lo que jam�s nadie hubiera pensado que podr�a hacer: �Volv� por mi propio pie a la casa de la que acababa de huir!

Fue un suplicio delicioso hacerlo, sintiendo todo aquel dolor que casi no pod�a soportar. Sab�a que me iban a matar y que antes de hacerlo me producir�an tanto sufrimiento que llegar�a a lamentar haber nacido, pero ya no me importaba. Es m�s, �lo deseaba! �Con toda la fuerza con que se pueda desear algo en esta vida! Deseaba entregar mi vida y mi cuerpo a aquellos s�dicos para que se divirtieran cruelmente con mi sufrimiento y mi muerte. As�, de esa manera tan repentina y brutal, despert� mi naturaleza masoquista.

Ya casi anochec�a, cuando llegu� a la puerta. Toqu� al timbre. Ni siquiera me abri� una criada, sino que lo hizo mi vecino. En su cara de delataba a las claras el miedo. Cuando se percataron de mi huida, debieron ser conscientes de que nada podr�an hacer ya por alcanzarme y deb�an verse ya en la c�rcel, padeciendo el trato que a los violadores de ni�as dan los otros presos. Lo �ltimo que pod�an haberse imaginado era encontrarse a su corderita de regreso por su propia voluntad. Desconfiado, ech� una mirada alrededor.

-No viene nadie conmigo. Nadie sabe lo que ha pasado ni d�nde estoy. He regresado para que me tortur�is a placer y me mat�is.

Totalmente sorprendido, me mir� con cara indescriptible para, a continuaci�n, agarrarme del pelo y, de un violento tir�n, arrojarme al suelo, ya dentro de la casa. Lo que sigui� fue una aut�ntica paliza. Una verdadera lluvia de patadas y pu�etazos por parte de �l, sus dos amigos, la mujer y hasta las criadas, que me golpearon hasta saciar su rabia sin que yo hiciera nada por cubrirme, dej�ndome al borde de la inconsciencia. Una vez pararon, tard� lo m�o en recuperarme, tras lo cual los mir� desde el suelo con una sonrisa ensangrentada y un brillo sat�nico en mis ojos.

-�S�iii...! �As�! ��Pegadme m�s!! ��Destrozadme!!

Tomando mi camisa con ambas manos, la separ� para ofrecerles mis pechos.

-Aqu�... �pegadme en las tetas!

Un pu�o de acero golpe� en una de ellas como un trueno, haci�ndome sentir el m�s ag�nico dolor que hubiera experimentado en mi entonces todav�a corta vida, y yo me sent� orgasmar. Tras recuperarme un poco, volv� a ofrec�rselas para que golpearan de nuevo.

Fue una locura. Sent� el l�tigo y los cinturones sobre mis tetas, mis nalgas, mi co�o... S�lo quer�a m�s y m�s dolor, saturar mi cuerpo de �l y llevarlo a su l�mite m�ximo de tolerancia, antes de estallar definitivamente y entregar con placer mi vida. Pero mi entrega tuvo un efecto inesperado.

-Es una l�stima sacrificar a una puerca as� �opin� en alg�n momento la mujer. Se miraron entre ellos confusos, y yo los mir� a ellos repentinamente desilusionada.

-�No...! �Por favor...! �Matadme! �Os lo suplico! �Quiero morir de dolor!

Agarr� los camales de mi vecino, que para ese momento ya era para m� mi due�o y se�or, mi dios. Con desd�n, se liber� de m� d�ndome una patada en la cara.

-No... Olga tiene raz�n. Ser�a demasiado f�cil para ti. Hoy no morir�s. En cambio, jam�s regresar�s con tu familia. Jam�s volver�s a salir de la bodega. Nos ensa�aremos contigo. Te torturaremos, violaremos, prostituiremos y todo lo que nos d� la gana durante a�os y, cuando por fin nos cansemos de ti, te asesinaremos de la forma m�s dolorosa posible. Ser� un verdadero infierno para ti.

-���S�!!! �grit� repentinamente ilusionada, desquiciada- ��Hacedlo, por favor!! �No me dej�is regresar con mi familia! �Quiero conocer el Infierno!

Me miraron sobrecogidos. A�n hoy, creo que llegaron a tener miedo de m� en ese momento. En mi interior parec�a arder un fuego imp�o que me empujaba hacia la locura, y un diablo perverso parec�a haberse adue�ado de mi voluntad y mi sexualidad.

-Est�... est� loca �opin� uno de los hombres con verdadera aprensi�n-. �Esta ni�a est� loca! �Deber�amos matarla!

Parecieron pens�rselo y de nuevo sent� un mundo en mi est�mago. No ya por miedo a ser asesinada, sino a ser privada de esa deliciosa tortura que se me hab�a prometido.

-�Y t� qu� dices?- me pregunt� mi vecino, a partir de entonces mi se�or.

-Yo no tengo que decir nada, mi due�o y se�or. Te pertenezco como cualquier otra propiedad tuya. Haz conmigo lo que te venga en gana, que yo estar� complacida de hacerte disfrutar con mi muerte o mi integridad f�sica. Pero, si decides retenerme como has dicho, conservarme con vida y prolongar mi tortura y agon�a todo lo posible, sabe que esta puerca tuya te estar� infinitamente agradecida y har� todo lo posible por complacerte.

Se lo pensaron. La propuesta debi� parecerle muy prometedora e interesante a mi se�or.

-�Y qu� nos dar�s t� a cambio?

-�Mi vida! �Mi cuerpo! �Mi dolor! �Mi total esclavitud!

-No. Eso no es lo que t� nos vas a dar a nosotros, sino lo que nosotros te vamos a dar a ti. Lo est�s deseando. No es un precio, sino una recompensa.

-�Entonces...?

-Otra v�ctima inocente ha de ocupar tu lugar como v�ctima ofrecida a Sat�n en sacrificio.

-�Quer�is que os ayude a secuestrar a otra chica?

La idea no me pareci� desagradable el absoluto. En unas pocas horas hab�a cambiado m�s que la mayor�a de la gente en toda una vida, torn�ndome criatura de pura depravaci�n.

-Tu hermana peque�a.

-�S�...! �contest� encantada, sin dudar un s�lo momento.

-Pasar� por lo mismo que t� pasaste y aun m�s. Ser� violada, torturada, martirizada... Le produciremos delante tuya todo el dolor y sufrimiento que podamos y luego la asesinaremos lentamente, derramando su sangre sobre tu cuerpo. �Est�s dispuesta a ver as� tratada a tu hermanita de 9 a�itos?

-��S�!!- me mostr� ilusionada con la idea- �Os ayudar� a secuestrarla, a martirizarla, violarla y asesinarla! �Cu�ndo?

-�Ja, ja, ja!- rieron. �Tranquila. No por el momento. Por seductora que resulte la idea, a estas horas te estar�n buscando como locos tus padres y la polic�a. Ser� mejor dejar que pase el tiempo. Adem�s, me gusta que las zorritas tengan sus formas de mujer. Quiz� dentro unos a�os. Entretanto, vamos a experimentar con tu cuerpo para saber cu�nto dolor puede aguantar un ser humano.

Le mir� emocionada, como s�lo se puede mirar a un dios al que amas por encima de todas las cosas.

-�Cu�ndo empezamos?



�Continuar�?


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Relato: Sadismo sat�nico: El secuestro de Isabel
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